El capataz y el señorito 4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por dante1802.
En el campo el tiempo pasa más lento y aunque solo habían pasado seis meses para el señorito Ricardo era como si hubiera estado años en esa hacienda que era su futuro, pero también su prisión, pues él amaba la ciudad y deseaba volver a la vida de las grandes urbes.
El joven rubio pensaba que eran seis meses los transcurridos desde aquella terrible noche en la que Bruno, el capataz, lo sometió a sus más bajas pasiones humillándolo, lo que provocó que Juancho, su amigo, terminará enterrando una horca en el pecho del cruel hombre.
Ricardo recordó lo que pasó al final de esa noche, Juancho le dijo que se vistiera y saliera del cuarto de Bruno.
Ricardo: pero qué vas hacer con él.
¿está muerto verdad?
Juancho: no se preocupe señorito, este desgraciado no volverá a molestarlo nunca más.
yo me encargo de él.
Llorando, Ricardo salió del cuarto y no volvió a ver a Bruno.
Al día siguiente, Juancho le prometió que no diría nada de lo que vio la noche anterior y cuando el rubio intentó cuestionarlo sobre lo que pasó con el cuerpo, el joven campesino le dijo que no se preocupara por ello.
Ahora, Juancho era el capataz de la hacienda, a pesar de su juventud, el moreno sabía llevar muy bien el trabajo del lugar.
aunque tenía don de mando no era agresivo ni violento.
Ricardo admiraba eso de su amigo y le agradecía por todo lo que había hecho por él.
pero Juancho no buscaba solo el agradecimiento de su patrón, el quería algo más y aunque sabía que el rubio intuía algo, no se atrevía a decírselo, pues consideraba que aún no era el momento.
Hasta ese día en el río.
Ricardo: Juancho quiero agradecerte por tu gran ayuda en la hacienda, actualmente las cosas marchan bien y eso es gracias a tu trabajo.
Juancho: también al suyo señorito.
si alguien tiene que agradecerle soy yo, que me dio la oportunidad de ser capataz en su hacienda, cuando yo no era más que un simple peón.
Ricardo: te lo mereces Juancho, eres muy trabajador y estoy seguro que tú cuidarás muy bien de la hacienda.
Juancho: ¿que yo cuidaré de la hacienda? pos qué quiere decir señorito.
Ricardo: Juancho, este no es mi mundo y creo que lo mejor será que me vaya.
voy a dejar todo en tus manos y tú me rendirás cuentas aunque yo no esté aquí.
El nuevo capataz se levantó de la piedra en la que estaba sentado y dijo: no señorito, no diga eso, usté no puede irse.
Ricardo también se puso de pie: Juancho entiende que es lo mejor para mí, aquí siento que me ahogo.
este lugar solo me trae malos recuerdos y.
Juancho sujetó al rubio de los hombros: usté tiene que olvidar señorito y puede hacerlo aquí.
no tiene que irse pa olvidar.
Ricardo: ¿cómo? dime cómo Juancho.
Juancho: pos no sé.
yo solo quiero que usté no se vaya.
Ricardo: lo siento Juancho, pero ya está decidido.
Y cuando Ricardo intentó irse, el capataz lo detuvo jalándolo hacia su cuerpo: no señorito, no se vaya por favor.
Ricardo: Juancho suéltame.
quién te crees que eres para detenerme.
Juancho era más fuerte que Ricardo y con sus gruesos brazos mantenía sujeto al señorito acercándolo más a su cuerpo.
Juancho: señorito, usté no puede irse porque yo lo quiero.
Ricardo abrió más sus ojos azules al escuchar la confesión de su amigo, ya sospechaba de sus sentimientos, pero creyó que nunca sería capaz de decírselo.
Juancho también estaba sorprendido de por fin decirle a Ricardo lo que sentía y sin esperar más besó al señorito en los labios, probando por primera vez la dulce boca de ese chico que deseaba desde que eran niños.
El rubio no salía de su asombro al sentir los labios morenos pegados junto a los suyos y esa lengua queriendo abrirse paso en la cavidad de él.
Ricardo sentía el calor del cuerpo del muchacho y no pudo más que dejarse llevar hasta que el recuerdo de los besos violentos de Bruno lo hicieron apartarse de Juancho.
Ricardo: Juancho cómo te atreves.
yo soy tu patrón y.
Juancho: discúlpeme señorito, pero no pude aguantarme más.
yo tenía que decírselo aunque usté me eche de la hacienda, pero yo lo quiero, desde que éramos chamacos yo lo quiero y no me importa nada, por eso no me importó mancharme estas manos de sangre, por usté señorito.
solo por usté.
Ricardo: Juancho por favor no digas más.
Juancho: lo siento patrón, pero tenía que hacerlo, si quiere correrme ahora, hágalo.
Y ante el silencio de Ricardo, Juancho decidió regresar a la hacienda.
Ricardo se sentó para continuar observando el río y luego subió a su caballo para galopar.
mientras lo hacía pensaba en ese joven capataz que conocía desde niño y que se había convertido en un hombre muy atractivo, musculoso y varonil.
ese hombre lo había salvado de los chantajes de Bruno y a pesar de que sabía lo que le había pasado, él estaba ahí declarando su amor.
Ricardo se preguntó por un momento si Juancho podría hacerle olvidar las caricias salvajes de Bruno, ¿podría ese humilde capataz ser lo que él necesitaba para olvidar?
La noche cayó en la hacienda y en las caballerizas Juancho se encontraba dando de comer a su caballo, aunque él ya no era el encargado de hacerlo, le gustaba tener ese acercamiento con su equino.
el joven capataz se sentía cansado después de un día duro de trabajo y decidió dejar todo para ir a bañarse, pues se encontraba sudado por el calor y con la camisa semi abierta para refrescar su amplio pecho.
Ricardo entró a la caballeriza y vio a Juancho observándolo con otros ojos, por primera vez dejaba de verlo como un amigo y lo veía como un hombre.
Juancho: señorito yo.
Ricardo: Juancho, dime una cosa.
tú de verdad me quieres sin importar lo que Bruno me hizo.
Juancho: señorito, ese desgraciado se aprovechó de usté.
pero usté no tiene la culpa de nada.
Ricardo: de cualquier forma, él me marcó de muchas maneras y yo sigo sintiéndome sucio.
Juancho: no tiene por qué y si usté me acepta yo me voy a encargar de borrar las marcas de ese maldito.
Ricardo alzó la vista hacia Juancho y este que superaba en estatura al señorito sintió como el rubio se acercaba deleitándose con su aroma y un escalofrío recorrió su cuerpo llegando hasta su intimidad.
Juancho sentía su cuerpo arder y acercó a Ricardo a su cuerpo que cerrando los ojos dejó que el capataz volviera a besarlo esta vez dejando que la lengua del joven ingresará en él.
Juancho sintió como su verga comenzó a despertar al tiempo que sus manos comenzaron a recorrer el cuerpo del señorito llegando hasta sus nalgas que estaban más que firmes y carnosas.
Ricardo abrió los ojos cuando sintió la caricia en su trasero y Juancho vio en los azules ojos del señorito que le permitía continuar por lo que siguió masajeándolas encendiendo la llama interna en el rubio que se dejaba tocar por las manos ásperas del moreno.
Juancho se separó por un instante del rubio para despojarse de su camisa, zapatos y pantalón vaquero quedando solo en trusa, que marcaba su verga a punto de explotar.
Juancho se la tocó para sentir su hombría y al ver el rostro de Ricardo un poco asustado acarició su cabello y comenzó a desvestirlo.
sin decir nada el rubio sintió como era despojado de su ropa quedando completamente desnudo ante el muchacho, que se deleitaba viendo por primera vez totalmente desnudo al objeto de su deseo.
Juancho se quitó la trusa dejando salir su boa de carne y lanzarse sobre el señorito que cayó sobre la paja del lugar y al sentirla recordó como en un lugar parecido había perdido la virginidad.
recordó el momento en que Bruno lo violó por primera vez arrebatándole su inocencia en una caballeriza.
Ricardo intentó huir, pero Juancho lo detuvo al ver su gesto de terror y preguntó: ¿qué pasa?
Ricardo: Juancho, no puedo.
aquí fue donde Bruno me violó.
fue este lugar en el que se robó mi virginidad.
Los ojos azules se llenaron de lágrimas y Juancho no pudo más que besar los hombros del chico para después decirle: tranquilo, yo no te voy a presionar pero si fue aquí donde ese maldito te violó, me gustaría que aquí fuera nuestra primera vez.
Ricardo: ¿por qué?
Juancho: pos porque solo así cambiaré ese mal recuerdo por uno mejor.
Ricardo vio lo ojos negros de Juancho y vio en ellos sinceridad, por lo que sintiéndose seguro decidió entregarse a él, quien se abalanzó sobre el señorito para hacerlo suyo.
Las manos callosas del joven capataz recorrían la piel desnuda del rubio que se estremecía al sentir la mirada caliente del moreno.
Juancho lamía cada parte del cuerpo de Ricardo llegando hasta una de sus tetillas rosadas,la cual mordió arrancándole un gemido de placer.
El moreno chupó uno de sus dedos de la mano derecha y luego con delicadeza abrió las piernas de Ricardo que se sonrojó al ver como Juancho lo veía expuesto, completamente abierto para él mientras que el muchacho no aguantaba más su erección al ver el agujero del patrón.
El nuevo capataz metió el dedo en ese orificio provocando que Ricardo se mordiera los labios al sentir la primera intromisión en su intimidad por esa noche.
Para Juancho era una delicia ver el rostro excitado del señorito mientras lo dedeaba.
muchas veces soñó con tenerlo así, desnudo y entregado a sus deseos.
ingresó un segundo dedo y con movimientos de tijeras ampliaba el agujero que ya había sido estrenado pero aún era muy sensible a las caricias.
Ricardo comenzó a gemir: ah ah ah ah
A Juancho esos gemidos lo excitaban aún más por lo que luego de sacar sus dedos se agachó hasta llegar al agujero del placer y luego de olerlo empezó a lamerlo.
Ricardo: ¿Juancho qué haces?
Juancho: disfrutó cada centímetro de usté.
Ricardo no pudo más que seguir gimiendo ante el placer de ese beso negro que el joven le hacía.
Juancho era un experto con la lengua y succionaba la intimidad del señorito que palpitaba por la excitación.
El rubio se sentía en la gloria pues sentía que en cada caricia de Juancho había ternura, algo que nunca sintió con Bruno, quien lo tomaba salvajemente.
Juancho terminó con el beso negro y se colocó de rodillas entre las piernas de Ricardo.
Juancho: señorito, quiero que sepa que desde que lo vi regresar a la hacienda he soñado muchas veces con este momento y ya no aguanto más, necesito hacerlo mío.
Ricardo: ya lo soy Juancho, con tu bondad y paciencia rompiste mis barreras y aquí me tienes solo para ti.
El moreno sonrió y sin decir más empezó a introducir su verga en el culo de Ricardo, quien gritó "ahhhh" al sentir al intruso irrumpiendo en su intimidad.
la verga de Juancho era grande y gruesa no tanto como la de Bruno, pero provocaba dolor en el estrecho ano del señorito.
Juancho en cambio era poseído por el mayor placer de su vida al sentir como su verga era apretada por la estrechez del rubio.
sin dar tregua fue metiendo su espada hasta el fondo de esa fina vaina caliente.
cuando por fin introdujo todo su pene y sus huevos chocaron con las nalgas de Ricardo, Juancho vio los ojos llorosos del rubio y le dijo: ya es mío, completamente mío.
Con dolor, Ricardo le contestó: sí Juancho soy tuyo.
Esas palabras bastaron para que Juancho iniciara el mete y saca y como si fuera un taladro perforaba el culo del joven en una mezcla de pasión y ternura.
Ricardo: ah ah ah ah Juancho.
ah ah ah
Juancho: sí señorito diga mi nombre, yo estoy para darle placer, quiero que grite de placer en mis brazos.
Ricardo: ah ah ah ah
El señorito veía el rostro de placer de Juancho y aunque sentía dolor en su cuerpo disfrutaba de las sensaciones que le producía a su amante.
aunque no podía evitar recordar las estocadas de Bruno, se sentía satisfecho porque otro hombre lo deseaba y lo tocaba en sus rincones más íntimos, sentía que ya no era solo propiedad del salvaje Bruno sino ahora le pertenecía a Juancho, quien se encargaría de borrar cualquier mal recuerdo.
Luego de unos minutos, Juancho detuvo sus movimientos y sacó su verga del culo de Ricardo, que sorprendido no entendía por qué.
El capataz se sentó en la paja y le dijo: venga señorito siéntese sobre mí.
Ricardo vio la verga tiesa del moreno y reponiéndose de la excitación gateó hasta Juancho y poniéndose de cuclillas comenzó a empalarse él mismo.
Juancho veía lleno de placer como el señorito se sentaba lentamente sobre su verga hasta llegar al fondo y quedar completamente empalado.
Juancho: su culo es delicioso señorito.
todo usté es una delicia.
Y Juancho empezó a moverse incrustando su pene en Ricardo que era elevado en cada estocada que le provocaba placer y gemidos.
Los gemidos de Ricardo eran música para Juancho.
Juancho: sabe señorito siempre he creído que los hombres debemos ser como los músicos.
Ricardo: ah ah ¿por qué? ah ah
Juancho: porque todo músico debe saber tocar las guitarras para sacarles bellas melodías y usté señorito es mi guitarra por eso yo debo saberlo tocar para que cante para mí lleno de placer.
Ricardo: ah ah ah Juancho.
El moreno besó los labios del rubio mientras seguía perforándolo hasta que logró que Ricardo eyaculará sobre su abdomen y él también se corrió pero dentro del señorito bañándole el interior con su simiente.
Juancho: lo quiero señorito, lo quiero.
Con lágrimas en los ojos, Ricardo acurrucó su cabeza sobre el hombro de Juancho y dijo: yo también te quiero Juancho, gracias por esta noche.
Bañado en sudor, el moreno besó la cabeza de Ricardo y olió su cabello sintiéndose satisfecho y feliz.
Los días pasaron y el señorito Ricardo junto con su capataz Juancho manejaban adecuadamente los asuntos de la hacienda mientras que en secreto mantenían una relación amorosa.
con su ternura, el moreno había logrado borrar la sombra de Bruno en la mente del rubio.
todo parecía ir bien hasta una tarde que Ricardo volvía de cabalgar y la sirvienta le anunció que alguien lo esperaba en su despacho.
Ricardo entró y vio sentado de espaldas a un hombre con sombrero, el señorito se acercó y finalmente pudo ver a la persona que lo buscaba.
era un hombre robusto de piel morena clara, cabello rizado y negro, ojos negros y cejas muy pobladas, nariz ancha y bigote negro con barba, los rasgos de su rostro eran muy varoniles, vestía camisa de cuadro semidesabrochada dejando ver el pecho velludo así como unos brazos fuertes y musculosos.
Nervioso, Ricardo dijo: Buenas tardes, ¿en qué puedo servirle?
Con voz ronca, el hombre habló: Buenas señorito, hasta que puedo conocerlo.
Ricardo: ¿perdón? ¿lo he visto antes? su rostro se me hace familiar.
Hombre: pues haberme visto no, pero yo sí sé de usté.
mi nombre es Braulio y soy el hermano menor de Bruno, su capataz.
El rostro de Ricardo cambió de inmediato y no pudo evitar saltar de su asiento al saber que ese hombre tenía relación directa con quien le hiciera tanto daño.
Braulio: ¿pero qué le pasa señorito? ¿por qué pone esa cara?
Ricardo: mire señor, debe saber que su hermano ya no trabaja aquí y.
Braulio: sí, eso ya lo sé, mi hermano desapareció desde hace unos meses y pos yo creo que algo le pasó.
Con voz temblorosa, Ricardo dijo: desconozco lo que le haya pasado, él se fue de aquí sin avisar y no sé más de su paradero.
Braulio se levantó de su asiento y acercándose a Ricardo le dijo: pos cómo ve que no le creo.
Ricardo: ¿qué es lo que no cree?
Braulio: pos eso de que usté no sepa pa dónde jaló mi hermano.
Ricardo: pues no lo sé.
Braulio: y yo ya dije que no le creo, usté tiene que saber de Bruno, después de todo era su mujer.
Ricardo enrojeció al escuchar esas palabras: pero cómo se atreve.
no sé quién le dijo esas mentiras pero.
Braulio: no joven, ni lo niegue que el Bruno me contaba todas sus andanzas y yo sé cómo se las gastaba ese cabrón.
él mismo me contó como usté se le ofreció para que lo hiciera su putito.
Ricardo: eso no es cierto, fue él quien me violó y.
Braulio sonrió maliciosamente mientras que Ricardo se dio cuenta de su error y dijo: váyase, váyase de mi casa y no vuelva.
Braulio: eso sí que no.
yo tengo que saber lo que pasó con mi hermano.
Ricardo: y yo ya le dije que no sé nada y si sigue molestando llamaré a la policía.
Braulio: pos hágalo joven, sirve que así comienzan a investigar el paradero de Bruno, a mí hasta me conviene que la policía venga.
Ricardo no sabía qué hacer, no le convenía que la policía supiera de la desaparición de Bruno porque abrirían una investigación y el más perjudicado sería Juancho.
Braulio: mire señorito yo me voy por ahora pero será mejor que todo lo arreglemos de la mejor forma, yo estoy dispuesto a olvidar si usté me ayuda.
piénselo.
Ricardo no entendió bien las palabras de Braulio y vio como este se dirigía a la salida cuando dijo: ¡Espere!
Ricardo: ¿qué quiere decir con que nos podemos arreglar?
Braulio: pos verá.
yo sé que mi hermano no era ningún santo y después de lo que le hizo pos era normal que usté quisiera venganza, entonces si es generoso y me da algo de dinero pos yo me olvido de todo, ¿me entiende?
El señorito entendió el porqué de la visita de Braulio, el tipo quería dinero y estaba dispuesto a dárselo para conservar su tranquilidad.
Ricardo: ¿de cuánto estamos hablando?
Braulio: de 500 mil pesos.
Ricardo: pero eso es mucho dinero.
Braulio: por favor señorito, no es tanto por mi silencio y usté tiene mucho más.
le doy una semana para que junte la lana y lo veo en la posada del pueblo para que me dé lo que le pido.
Después que Braulio se fue, Ricardo quedó muy intranquilo por no saber qué hacer y su nerviosismo no pasó inadvertido para Juancho, quien le preguntó que le ocurría, pero el señorito prefirió ocultarlo, de esto se encargaría él solo.
El día llegó y luego de una llamada anónima para precisar la cita, Ricardo fue a la posada del pueblo cargando un maletín con el dinero pedido.
el rubio entró a una de las habitaciones y no vio a nadie, de pronto sintió un fuerte golpe en la cabeza que lo hizo perder el conocimiento.
Ricardo no supo cuánto tiempo pasó, pero cuando despertó se percató que estaba en otro lugar, al parecer en un sitio lejos del pueblo porque solo se escuchaba el río y las aves, era de noche y estaba oscuro, solo una vela iluminaba aquel cuarto.
el señorito intentó levantarse de la cama y descubrió que estaba atado de pies y manos además de encontrarse sin su ropa, únicamente con bóxer, no entendía nada y empezó a temblar hasta que vio que alguien entró a esa sucia habitación.
Ricardo vio como la silueta de un hombre se acercaba a él, pero no podía distinguir su rostro porque estaba cubierto por un pasamontañas.
los ojos del hombre lo veían lleno de lujuria y el rubio solo pudo deducir: ¿Braulio?
Ricardo: ¿eres Braulio? ¿por qué me tienes aquí? ¿qué buscas? en la maleta está el dinero que me pediste ¿qué más quieres?
El hombre no respondía, únicamente se acercó más y se sentó en la cama.
Ricardo muy nervioso sintió como el desconocido comenzó a recorrer su pierna con sus manos.
los dedos callosos tocaban esas blancas y torneadas piernas.
Ricardo: por favor Braulio, déjeme ir, no me haga daño.
yo no diré nada, solo déjeme ir.
El hombre dejó de tocar a Ricardo y se puso de pie.
el señorito pensó que lo dejaría libre, pero el tipo comenzó a desabrocharse su pantalón y a quitarse la camisa.
entre las sombras Ricardo vio desnudarse al hombre que solo quedó con el pasamontañas cubriéndole el rostro.
Ricardo comenzó a llorar: por favor Braulio no me hagas más daño, tu hermano me hizo sufrir, no lo hagas tú también, te lo suplico.
El hombre se echó sobre Ricardo que ya tenía las piernas abiertas y sin esperar más rompió el bóxer del señorito dejándolo totalmente desnudo.
El rubio intentaba liberarse de los amarres pero le resultaba imposible, solo conseguía lastimarse las muñecas.
El desconocido comenzó a tocar bruscamente a Ricardo que se retorcía en la cama intentando escapar de las caricias, el hombre tocó el pene de Ricardo y lo masajeaba para después estrujar las nalgas del joven.
Ricardo: suéltame Braulio, suéltameeee.
El señorito brincó cuando el hombre empezó a dedear su agujero que se encontraba un poco dilatado por la actividad sexual que mantenía con Juancho.
Juancho, Ricardo no podía dejar de pensar en su nuevo capataz, ahora le pertenecía a él y otro hombre estaba por violarlo nuevamente, un tercer macho entraría en su culo convitiéndolo en una puta.
y si Juancho no lo perdonaba esta vez después de jurarle que sería solo de él.
cómo lo vería a la cara cuando debía cuidarse y lo que hizo fue ir al encuentro con otro hombre que lo iba a violar.
Ricardo suplicó una vez más: por favor Braulio, no lo hagas.
El hombre solo gruñó cuando su verga empezó a incrustarse en ese bello culo que como una flor se abría para recibir al macho que lo perforaba sin la menor compasión.
Ricardo: nooooooooooo.
El dolor se apoderó de la intimidad del rubio que sintió su trasero invadido por esa boa de carne gruesa y larga, mucho más ancha que la de Juancho.
el rubio sufría al ser empalado y cuando sintió los huevos del violador chocar con sus nalgas, Ricardo se dejó caer.
El empotrador inició el mete y saca de una forma salvaje provocando gemidos de dolor en el señorito que lloraba al sentirse nuevamente vejado.
Ricardo: ah ah ah ah por favor más despacio ah ah ah me duele ah ah ah
El macho lejos de hacer caso aceleró sus embestidas y dejó caer todo su peso en el joven que sintió como los vellos del hombre quemaban su cuerpo.
Ricardo: ah ah ah es demasiado grande ah ah ah
El hombre gruñó y acercándose al oído de Ricardo dijo: tu culo me extrañaba no lo puedes negar.
Al oír las palabras, Ricardo abrió sus ojos enormemente y dijo: eres Bruno.
El violador detuvo las embestidas y se quitó el pasamontañas descubriendo su rostro, era Bruno.
Al verlo, Ricardo gimió más fuerte y comenzó a llorar.
Bruno: lloras por verme.
extrañabas a tu marido verdad.
Y el salvaje Bruno reinició las clavadas en el culo de Ricardo que gritaba por la brutalidad de la violación.
Bruno: le entregaste el culo a Juancho pero ahora te darás cuenta que tu único dueño soy yo.
El señorito sentía cada estocada que llegaba a lo más profundo de su ser.
Bruno: estoy seguro que cuando estabas con Juancho no podías olvidar cuando te desflore o cuando te orine.
eres mío Ricardo solo mío y siempre lo serás.
dilo
Ricardo: ah ah ah ah por favor ya déjame.
El culo de Ricardo no aguantaba más y sangraba por la fuerza de las embestidas.
Bruno: dime que soy tu dueño.
dilo.
Ricardo: ah ah por favor no tan fuerte ah ah ah.
Bruno: grita que soy tu macho o te meto mis huevos para que no vuelvas a caminar en tu vida.
Paf paf paf, se escuchaba en la habitación por el sonido de dos cuerpos chocando en un acto salvaje de pasión.
Y adolorido por la violación, Ricardo dijo las palabras: sí.
soy tuyo.
Bruno te pertenezco.
Bruno mordió la oreja de Ricardo y dijo: sí chiquito eres mi mujer.
El excapataz sonrió sádicamente y desató los brazos de Ricardo que se aferraron a la espalda de su macho y cuando sus piernas fueron liberadas estas se entrelazaron en el cuerpo de Bruno.
Bruno: apriétame más putito.
ordéñame, sácale la leche a tu macho.
Poseído por el placer, Ricardo gritaba y arañaba la espalda de Bruno mientras que este mordía el cuello de su amante marcándolo aún más.
Bruno: ningún otro puto me hace sentir lo que tú.
tu culo está hecho para darme placer, oh sí me encantas.
Ricardo eyaculó manchando el abdomen de su marido sin poder evitar pensar en Juancho a quien traicionaba al entregarse a otro hombre.
Bruno: ya te corriste.
solo conmigo gozas como una puta, eres mi puta.
Y Bruno se corrió llenando de leche los intestinos de Ricardo que sentía en su interior los chorros de leche.
bufando, el semental susurró al oído del rubio: tu culo va pagar el haberse entregado a Juancho, no te dejaré ir hasta que entiendas que solo puedes entregarte a mí.
Y el salvaje excapataz mordió el cuello del señorito, que gimió por ese acto, después bruscamente, Bruno sacó su verga del interior de Ricardo que sangraba por el ano.
Bruno tomó las ataduras y volvió a amarrar al señorito que llorando incrédulo dijo: ah ¿qué haces?
Bruno: continuarás atado hasta que me harte de ti, te violaré cuando quiera me entiendes, jajaja.
Y Ricardo vio como Bruno encendía un cigarrillo y tomaba una cerveza luego de haberlo violado, la verga del macho lucía semiflácida y manchada de sangre y semen.
el señorito solo pudo pensar en qué pasaría con él.
En ese momento, la puerta se abrió y entró Braulio, quién solo tenía el pantalón puesto y dijo: cómo vas hermano, ¿ya acabaste?
Bruno fumando: qué dices.
la noche es joven y acabo de empezar por lo pronto ya le recordé a mi puto quién es su macho, jajaja.
Ricardo enrojeció al escuchar esas palabras y ver cómo Bruno lo exponía ante su hermano sin el menor pudor.
Braulio: ya veo, que cabrón eres.
bueno ¿y la lana(dinero)?.
Bruno: esa la guardo yo, mañana hablamos bien de eso ahorita quiero seguir gozando de mi culito.
nomas voy a mear.
tú si quieres vete de putas, yo te las disparo.
Braulio: ta bueno hermano, mañana hablamos.
Y Bruno fue al baño mientras Braulio se quedó unos instantes más para apreciar el cuerpo desnudo de Ricardo que al sentir la mirada lujuriosa intentó cubrirse pero no podía hacerlo.
vio como Braulio sonrió sádicamente y se tocó la verga para después guiñarle el ojo y salir.
Ricardo volvió a llorar pues no sabía qué esperar a merced de esos dos hermanos.
Bruno salió del baño meneándose la verga y dijo: bueno señorito, ya estoy listo, no te cogí en meses así que ahora me vas a pagar con intereses lo que me debes, tu culo me lo va a pagar.
Y Ricardo vio como Bruno se abalanzaba sobre él para violarlo y hacerlo suyo durante toda la noche.
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