El Cazador – Parte 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por johna.2012.
Capítulo 1 – Las Reglas
La puerta eléctrica del portón de aquella lujosa casa hizo un sonido mecánico y luego se abrió, haciendo que mi piel se pusiera de gallina por un segundo, dando inicio al caudal de emociones y sensaciones que me azotaban cada vez que salía de cacería.
Con paso firme y seguro, crucé el umbral de la puerta y luego me volví para cerrarla, soltando un suspiro al hacerlo, consciente de lo que vendría después.
Apenas me volví hacia el frente nuevamente, la puerta interior de la casa se abrió y una silueta se dejó ver a través de ella.
?¿Santiago? ?pregunté, tratando de reconocer en aquella silueta el rostro de aquel chico que me envió su foto un par de horas atrás.
?Sí, ¿Alex? ?preguntó él, intentando reconocerme también ?.
Te ves mejor que en tus fotos ?continuó diciendo y una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.
?También tú ?mentí, mientras comparaba en mi mente las diferencias que había entre el chico lindo y formado de la foto que me había enviado y aquel muchacho algo desaliñado y regordete que tenía frente a mí.
Soltando un suspiro de resignación, caminé hacia la puerta donde se encontraba y entré a la casa con él.
?¿Estás seguro que tu mamá no vendrá hasta las 8? ?pregunté, mientras le daba una rápida mirada a su lujosa casa, observando con cuidado los cómodos muebles de la sala e imaginándome todas las posiciones sexuales en las que me podía coger a ese chico en aquel lugar.
?Sí.
Como te dije por el chat, tiene una reunión y regresará hasta la noche… Estamos solos.
Los ojos de aquel chiquillo brillaron cuando terminó su frase y su sonrisa apareció para acompañar su no tan sutil comentario.
?Muy bien ?contesté, esperando que él tomara la iniciativa, como anfitrión.
?Toma asiento ?dijo, señalando uno de los muebles ?¿Quieres algo de tomar?
Su nerviosismo era evidente.
A pesar de tener aquella actitud picara, realmente no sabía lo que hacía, por lo que decidí empezar yo.
?No parece que tuvieras 15 años… te ves bastante alto para tu edad ?dije y con unos pocos pasos me acerqué hacia él, quedando a sólo un metro el uno del otro.
?Gracias ?contestó y sus mejillas se sonrojaron?.
Tú tampoco aparentas tu edad, te ves muy joven, no pensaría que tienes 22 años, fácil te pongo 18 o 19.
?Sí me lo han dicho ?contesté mientras levantaba lentamente mi mano y empezaba a acariciar su rostro suavemente.
Podía observar en sus ojos que su calentura estaba a punto de vencer a su timidez, así que lo único que tenía que hacer era darle un pequeño empujoncito.
Lentamente tomé su rostro con ambas manos y me acerqué hacia él, sin dejar de mirarlo.
Luego le planté un beso en sus labios que hizo que el volcán que llevaba dentro hiciera erupción de inmediato.
Sin que me diera cuenta, sus manos ya estaban sobre mí como tentáculos, recorriendo desde mi pecho hasta mi entrepierna.
Su respiración empezó a agitarse y sus besos incrementaron su fuerza.
De un momento a otro su cuerpo se convirtió en un tornado de pasión que empezaba a costarme trabajo controlar.
Con la intención de disminuir el ritmo un poco, dejé de besarlo y lo separé de mí, observándolo directamente a los ojos por unos segundos.
?Me encantas ?suspiró entonces y de un empujón me tiró sobre su mueble y empezó a besarme el cuello con desesperación, moviendo su lengua de un lugar a otro y empapándome toda la piel con su saliva.
Sin esperar respuesta de mi parte, levantó mis brazos y me quitó el polo, continuando su camino por mi pecho con su boca, sujetándome los pectorales con fuerza y chupando mis tetillas con verdadera dedicación.
¡Aquel chiquillo estaba en llamas!
Sin esperar más, Santi llegó hasta mis pantalones pero antes de continuar me lanzó una mirada rápida, como pidiendo permiso, a lo que yo sólo atiné a sonreír.
De inmediato el chiquillo desabrochó mi correa y mi pantalón, y metió su mano dentro de mi bóxer para liberar mi pene, sacándolo con mucho cuidado con ambas manos, como si fuera a romperse.
Los ojos de Santi brillaron al tener mi pene en sus manos, empezando a masajearlo, subiendo y bajando su prepucio.
El muchacho parecía estar hipnotizado con el brillo que tenía la cabeza de mi pene por la lubricación que ya estaba llevándose a cabo.
¡El calor de sus manos sobre mi pene me ponía a mil! Pero más me excitaba el deseo que llevaba aquel chico en su mirada.
Nunca había visto a alguien desear tanto un pene.
Esta vez Santi se lanzó al ataque sin volverse a mirarme para pedir aprobación.
Mi pene desapareció dentro de la boca del muchacho en un abrir y cerrar de ojos, y mi cuerpo se inundó de aquella rica sensación que me embriagaba, la sensación de tener una boca húmeda y caliente abrazando mi miembro.
La cabeza de Santi subía y bajaba sobre mi pelvis, sin detenerse, sin tomarse un respiro, de manera brusca y poco rítmica.
El muchacho parecía estar pegado a mi cintura sin querer soltarse.
Con cuidado coloqué mi mano sobre su cabeza y empecé a guiar sus movimientos, tratando de encontrar un ritmo que nos gustara a ambos.
Sus chupadas eran firmes y continuas, pero podía sentir de vez en cuando sus dientes chocando mi pene, lo que me hacía pensar que no tenía mucha experiencia haciéndolo.
?Ten cuidado con los dientes ?le dije, y él inmediatamente se detuvo y levantó la mirada.
?Oculta mejor tus dientes debajo de tus labios y usa más tu lengua ?le expliqué al ver la expresión de duda en su rostro.
Luego de mi consejo, Santi volvió al ataque, mejorando sus movimientos y dándome mucho más placer que antes.
Aprendía rápido.
Después de un largo rato subiendo y bajando por mi tronco, jugando con su lengua y humedeciendo todo mi miembro, decidí que ya era hora de que fuera mi turno para disfrutar de su cuerpo.
Sin decir una palabra, lo tomé de su rostro y lo separé de mi pene, haciendo luego que ambos nos pusiéramos de pie.
Entonces me quedé un segundo apreciando a Santi, mirándolo a través de mis ojos de lujuria, sin el desgano y decepción con el que lo había mirado cuando recién ingresé a su casa.
El muchacho no estaba nada mal… Sus ojos marrones claros combinaban perfectamente con su cabello castaño y las pequitas sobre su nariz le añadían matices artísticos a su regordete y aniñado rostro.
Sus labios rojos por tanto chupar y besar mi pene lo hacían ver aún más atractivo.
Con una nueva apreciación de su belleza, tomé su rostro entre mis manos y le planté un beso pasional que hizo temblar todo su cuerpo.
Luego empecé a recorrer su espalda y con cada centímetro que mi mano bajaba, la respiración de Santi se agitaba más y más.
Mi corazón empezó a palpitar rápido y mi respiración se aceleró cuando mis manos llegaron por fin hasta sus nalgas… No me había dado cuenta antes de lo redonditas que las tenía, parecía que estuviera tocando dos balones de futbol, duros y redondos.
Sin dudarlo, levanté sus brazos y le saqué el polo de un soló tirón, bajando con mis besos por su boca, luego su cuello, su pecho, acariciando, besando y lamiendo cada rincón de su piel, disfrutando de aquel abdomen blanco y lampiño, y de sus gemidos que iban al ritmo de mis besos.
Entonces me detuve, allí casi de rodillas donde me encontraba, y volví la mirada hacia arriba para ver a Santi, quien me observó confundido, con su rostro rojo y sus ojos brillantes.
Su rostro extasiado era una joya para mí, disfrutaba mucho verlo de esa forma.
Sin previo aviso lo tomé de la cintura y le di vuelta, arrimándolo contra el espaldar de uno de sus caros muebles.
Ahora me encontraba frente a frente con aquel bello trasero, escondido detrás de unos apretados pantalones de algodón negros que tenía muchas ganas de destrozar.
De un solo movimiento tomé el borde de su pantalón con mis dedos y empecé a tirar hacia abajo, sin encontrar resistencia alguna, aquellos pantalones estaban hechos para ser removidos rápidamente.
Entonces me encontré con un par de enormes nalgas tratando de ser contenidas aún dentro de un apretado bóxer rojo que me encendió aún más.
Sin poder resistir aquella hermosura, enterré mi rostro sobre sus nalgas, dándole pequeñas mordidas sobre su bóxer, haciendo que Santi diera pequeños gritos y gemidos.
Con el corazón en la boca, tomé su bóxer con mis dedos y empecé a jalarlos hacia abajo, respirando agitadamente por la emoción de ver aquellas hermosas nalgas en vivo y en directo por fin.
El bóxer ofreció un poco de resistencia, debido a lo apretado que estaba, pero luego de un segundo allí estaban, rosadas, hermosas y redondas frente a mí, llamándome…
Envuelto en emoción, empecé a acariciarlas, besarlas, pasando mis labios suavemente por su suave piel, dándole pequeñas lamidas y suaves mordidas, disfrutando cada centímetro de aquel glorioso culo.
Los gemidos de Santi iban en aumento a medida que me acercaba hacia la división entre sus nalgas, podía sentir su cuerpo temblar al sentirme tan cerca de su agujero, se sacudía de emoción.
Sin poder esperar más, con ambas manos separé aquellos balones lo más que pude y pude verlo al fin, rosado, lampiño, listo para ser inspeccionado.
Suavemente empecé a hurgar con mi lengua entre sus nalgas, provocando espasmos en su cuerpo y gemidos fuertes que seguramente podían escucharse hasta fuera de la casa.
Santi colocó entonces su mano sobre mi cabeza y me la hundió más entre sus nalgas, lo que yo aproveché muy bien para recorrer con mi lengua todo lo que pude.
Aquel culo era un manjar.
Tenía todo lo que me gustaba y aún más.
Mi corazón palpitaba fuerte al imaginarme entrando dentro de él.
Por largos diez minutos me dediqué a comerme aquel hermoso trasero, dejando a Santi casi sin voz por todos los gemidos que lanzaba.
Una vez que sentí que estaba lo suficientemente húmedo me puse de pie y me acerqué hasta que mi pene duro y húmedo quedó pegado a las nalgas de Santi.
Entonces su cuerpo se paralizó y sus jadeos cesaron.
Su cuerpo se puso tenso, por lo que supe que algo no andaba bien.
?¿Qué sucede? No te preocupes, me pondré un condón ?le dije, buscando entre mis bolsillos el bendito condón.
?No, no es eso ?dijo y luego se volvió hacia mí, mirándome a los ojos.
?¿Pasa algo?
?Es que te mentí?dijo y un sinfín de cosas pasaron por mi mente, haciendo que me preocupara un poco.
? ¿En qué…?
?Nunca lo he hecho ?suspiró?.
Nunca me la han metido.
Mi cuerpo se estremeció al escuchar su confesión… ¿Un Virgen? ¿Un culo así y virgen? Mi emoción se incrementó y estuve a punto de perder el control por el éxtasis, pero luego las reglas aparecieron en mi mente, como un balde de agua fría, y me hicieron recuperar la cordura.
?No creo que sea buena idea hacerlo, entonces ?le dije y me separé medio metro de él.
El rostro de Santi se descompuso.
?¿Porque? ¿Tiene algo de malo que sea virgen?
?No, claro que no.
Es sólo que prefiero que tu primera vez la tengas con alguien a quien realmente quieras… Así tendrás un bonito recuerdo cada vez que te pongas a pensar en la primera vez que lo hiciste.
Santi lucía confundido, al parecer no podía creer que lo estuviera rechazando por aquella razón, y no lo culpaba, ni yo mismo terminaba de convencerme.
?Pero yo quiero hacerlo ?dijo y mi corazón dio un brinco de emoción.
?¿Estás seguro? ¿No prefieres hacerlo con tu novio o alguien que realmente quieras? ?pregunté una vez más, tratando pobremente de convencerlo de no hacerlo, y de convencerme a mí mismo de que realmente intenté persuadirlo.
Santi se acercó y se colgó de mi cuello, besándome suavemente los labios.
?Estoy seguro ?dijo, con firmeza en su voz ?.
Quiero que me la metas tú.
Sus palabras terminaron por convencerme y de inmediato lo envolví con mis brazos, besándolo apasionadamente para recuperar el ritmo que habíamos perdido.
Un minuto después le volví a dar vuelta, dejando su hermoso culo nuevamente a mi merced.
?Despacio por favor ?dijo suplicante.
?No te preocupes, te dilataré bien primero ?contesté con una sonrisa.
Lo más rápido que pude, saqué la botella de lubricante, la bolsa de pañuelos y el condón que llevaba en mi bolsillo y luego me puse a trabajar.
Luego de embadurnar su ano con lubricante, empecé a jugar con un dedo, hurgando suavemente dentro del ano de Santi, observando su reacción en todo momento.
Luego de un par de minutos el dedo ya entraba y salía con facilidad, sin causar ningún malestar, por lo que decidí que ya era hora de invitar a más dedos a la fiesta.
Por casi 15 minutos me dediqué a dilatar el culito virgen de Santi, hasta dejarlo listo para recibir mi pene.
?Lo voy a intentar ?le susurré y sólo lo vi asentir con la cabeza.
Entonces me puse el condón e hice que el muchacho recostara su pecho sobre uno de los respaldares del mueble y se agachara bastante como para dejar su culito al aire y listo para la acción.
Entonces embadurné mi pene con lubricante, lo puse en la entrada de su culo y luego empecé a presionar…
Apenas Santi sintió la presión de mi pene en su ano, su cuerpo se tensó, cerrándome el paso.
?Relájate… déjalo entrar, no tenses el culito ?le aconsejé y como buen alumno que era, poco a poco fue soltándose y mi pene logró entrar un par de centímetros.
El calor de sus entrañas elevó mi temperatura de inmediato y perdí el control.
Sin tener tanta contemplación como antes, empecé a empujar y empujar, más y más, metiendo centímetro a centímetro al ritmo de los jadeos y quejidos de Santi, que parecía estar dispuesto a recibir todo sin pedir que me detenga.
Luego de unos segundos más sentí aquellas enormes nalgas chocando contra mi pelvis y me volví a mirar a Santi.
?Ya entró todo ?anuncié y pude escuchar una pequeña risita de júbilo.
Lentamente empecé a sacarla, haciendo pequeñas paradas cada vez que veía a Santi estremecerse por el dolor.
Luego, cuando casi toda se encontraba afuera, empecé a meterla nuevamente y el cuerpo de Santi se tensó de nuevo.
?¿Estás bien? ?pregunté
?Sí ?contestó jadeante ?¡Métemela más!
Sus palabras fueron como una mecha para mis instintos.
De inmediato me aferré a la cintura del muchacho y empecé a moverme con mayor rapidez, metiendo y sacando, metiendo y sacando.
Era embriagante ver a mi pene entrar y salir de aquel hermoso culo.
Las nalgas parecían abrazar mi pene entero, devorarlo entre ellas.
El calor de aquel culo me estaba volviendo loco, pero aún no estaba dispuesto a terminar.
Sin avisarle, envolví a Santi con mis brazos y lo levanté en peso, sin sacarle el pene de su culo.
?¿Qué haces? ?preguntó entre jadeos.
?Cambiando de posición ?contesté y luego me senté sobre el mueble cercano y Santi terminó sentado sobre mí.
?Es tu turno de moverte ?le dije y sin ninguna duda o pereza, Santi empezó a subir y bajar sobre mi pene, dando pequeños gemidos y quejidos que me encendían cada vez más.
Era todo un espectáculo ver aquel culo subir y bajar sobre mi pene, comérselo entero y escupirlo luego.
Entonces, luego de haber disfrutado bien de esa danza, tomé de la cintura a Santi e hice que girara sobre mi pene hasta quedar frente a frente conmigo, luego lo levanté en peso nuevamente y lo recosté sobre su mueble, colocando sus piernas sobre mis hombros.
Luego empecé nuevamente el vaivén, el mete y saca en aquel glorioso culo, observando ahora el rostro de placer de Santi frente a mí.
Sus ojos cerrados con fuerza, su boca abierta soltando gemidos, su rostro rojo y húmedo por el sudor eran un verdadero espectáculo para mí, casi tanto como ver mi pene desaparecer entre sus hermosas nalgas.
Por un buen rato lo penetré como quise, rápido y fuerte, lento y suave, siempre acompañado por sus gemidos y quejidos, hasta que Santi me hizo un pedido que no me esperaba.
?¿Ya estás cerca? ?preguntó entre jadeos.
?Sí ?contesté mientras lo nalgueaba y lo penetraba.
? ¿Puedes venirte en mi cara?
? ¿Estás seguro?
? Sí, por favor.
Entonces me detuve y se la saqué de golpe, provocándole un grito de dolor.
Luego me saqué el condón y me puse de pie.
Santi de inmediato se arrodilló frente a mí, esperando mi descarga.
Unos segundos después el rostro del muchacho se llenó con mi líquido blanco y viscoso, dibujándole una sonrisa en su rostro.
Exhausto caí sobre el mueble, jadeando y sonriendo, contento luego de la increíble sesión de sexo que había tenido con aquel chico.
?Tienes un culo increíble, Santi ?le dije.
?Gracias ?contestó, mientras se limpiaba el rostro y probaba con un dedo mi semen.
?¿Te gusta?
?Sabe algo salado, pero no está feo ?contestó sonriendo.
Luego de recuperar el aliento, ambos empezamos a vestirnos con lentitud y a limpiarnos mutuamente; aún no pasaban de las 7, así que no había ninguna prisa, además era todo un placer limpiar y observar por unos minutos más aquel hermoso culito.
?Gracias por venir ?dijo Santi, con una sonrisa de oreja a oreja y sus ojos brillando de emoción ?, me encanta que mi primera vez haya sido contigo.
?No tienes por qué agradecer, la pasé muy bien contigo.
Estás muy bueno.
?¿Podrías venir mañana también? Mi mamá estará en reuniones toda la semana… o tal vez podemos ir al cine o a caminar por ahí.
Mi cuerpo se estremeció al escuchar sus palabras y al ver la expresión de ilusión en su rostro.
?Uhmm, no, mañana no puedo, tengo clases en la Universidad ?contesté y luego me volví hacia la mesa de centro que estaba junto a nosotros, donde habían una pila de cuadernos ?, ¿Estabas haciendo tareas? Espero no haberte interrumpido.
?No, como crees.
No interrumpes ?contestó sonrojándose.
Entonces el sonido de la puerta eléctrica abriéndose llamó nuestra atención y luego el rostro de Santi palideció completamente.
?¡Mi Mamá! ?gritó o al menos eso trató, pero su voz sólo se escuchó como un pitido silencioso.
Necesitaba pensar en algo rápido, si su mamá me encontraba con él a solas sin una muy buena excusa estaría en problemas…
?¡Rápido! Dime el nombre de una de tus amigas del colegio ?pregunté, mientras tomaba rápidamente uno de los cuadernos de la mesa.
?Sara ?dijo Santi, aún en shock, pálido como una hoja.
? ¿Sara qué?
? Sara Pinillos ?contestó sin entender.
?Está bien, déjame hablar a mí, tu tranquilo ?dije y luego la puerta de la casa se abrió.
Mi cuerpo temblaba ligeramente ante el peligro que aquello significaba para mí.
? ¿Santiago? ¿Quién es este joven? ?dijo apenas entró una mujer bien arreglada, con una enorme cartera colgada de su brazo.
Santi se quedó callado, aún pálido.
?Buenas tardes Señora, soy Alex Pinillos, primo de Sara, compañera del colegio de Santiago… Mucho gusto ?dije, y luego estreché la mano de la señora, con toda la naturalidad de la que fui capaz.
?Ah… mucho gusto ?dijo, seguramente tratando de recordar el rostro de la compañera de Santi en mención.
Sin esperar a que la señora dijera algo más, me volví hacia Santi.
?Aquí está el cuaderno que le prestaste a Sara y muchas gracias por dejarme usar el baño ?dije, mirando fijamente a Santi, esperando que reaccionara favorablemente.
?Sí, claro, el cuaderno, no te preocupes ?dijo luego de un segundo de vacilación.
?Ya debo irme, me esperan en casa ?dije, estrechando la mano de Santi.
Luego me volví hacia su madre?.
Mucho gusto en conocerla, tiene una hermosa casa.
?Gracias ?contestó ella, dudando?, gracias por traer el cuaderno de Santiago.
?Fue un placer ?contesté y le lancé una rápida mirada a Santi, quien sonrió en respuesta a mi indirecta.
Mi corazón no se tranquilizó hasta que estuve sentado en el microbús camino a mi departamento, alejándome más y más de aquella peligrosa situación.
Sí que me las había jugado esta vez, pero haciendo memoria, aquel culito valió la pena el riesgo.
Apenas entré a mi depa, me dejé caer exhausto sobre el mueble de la sala, suspirando sonoramente.
?Por el suspiro supongo que te fue bien ?se escuchó una voz familiar que provenía de la cocina.
?Se podría decir que si ?contesté, mirando de reojo a mi compañero de depa rebuscando la refrigeradora.
?¿Qué tal estuvo el chibolo? ?preguntó.
?Uff.
buenazo… uno de los mejores culitos que he probado ?dije entre suspiros, recordando los memorables momentos que había vivido en aquella sala.
?¿Se movía bien?
?No mucho… era virgen.
El silencio se apoderó de aquella sala por unos segundos, luego Martin, mi compañero de depa, aterrizó sobre el mueble de alado, con una manzana en la boca y una mirada curiosa en su rostro.
?¿Virgen? ¿En serio? ¿Ósea que no te lo tiraste? Lo digo por tu regla de no vírgenes.
?Mi regla no me impide cogerme a un virgen, si puedo cogérmelo, pero primero debo intentar persuadirlo a que mejor lo haga por primera vez con alguien a quien quiera, nada más…
?Y supongo que no lograste convencerlo…
?Lo intenté, pero quería hacerlo si o si… así que…
Martin soltó una carcajada muy sonora y luego le dio una mordida a su manzana.
?¿Y lo verás de nuevo? ?preguntó mientras masticaba.
?No pronto, ya conoces mis reglas, nunca estar con el mismo chico dos veces en la misma semana.
?Cierto… cierto… ?dijo, dándole otra mordida a su fruta?.
¿Y no te dio miedo ir a su casa? ¿Qué pasaba si su mamá te encontraba? ¡Puedes ir preso!
Una ligera risa escapó de mis labios al escuchar sus palabras.
?No sabes… su mamá se apareció cuando ya nos estábamos despidiendo, felizmente fue cuando ya nos habíamos vestido.
?¿Es en serio? ¿Y qué pasó? ?preguntó Martin sorprendido.
?Nada, pude manejar la situación ?contesté relajado, sintiendo aun el nerviosismo en la boca de mi estómago.
?Corres mucho riesgo… una de tus reglas debería ser no tirar con menores de edad.
?La edad es sólo un número.
?Y la cárcel es sólo una habitación.
Solté una risa nerviosa ante su comentario.
?No te preocupes tanto ?repliqué?.
Regla número 1, nunca des tus datos verdaderos.
?¿Qué nombre usaste esta vez? ¿Juan? ¿Diego?
?Alex ?contesté, mientras sacaba mi celular y revisaba los mensajes.
Entonces Martin de un salto llegó hasta el mueble en el que estaba y se puso a revisar conmigo los mensajes de mi celular.
?¿Más mensajes de Aaron? Te habla todos los días, ¿cierto? ¿No piensas contestarle?
?No… Regla número 16, si veo que se empiezan a involucrar sentimientos, debo alejarme.
Es lo mejor para él, ya se le pasará.
?Tú y tus reglas, Samuel ?exclamó Martin y luego se levantó de mi mueble y regresó al suyo.
?Son necesarias para protegerme ?respondí?.
Tu deberías tener algunas, así no serías tan conocido en el ambiente.
?No necesito reglas, me gusta hacer lo que desee, tirarme a quien desee y cuando lo desee.
Es más divertido así.
?Con esa mentalidad, es un alivio que ambos seamos activos sino seguramente ya me hubieras dado vuelta.
Martin soltó una carcajada y luego prendió la televisión, empezando a buscar entre los canales algo que mirar, mientras yo revisaba mis aplicaciones de citas gay, buscando mi próxima aventura.
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