El Cazador – Parte 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por johna.2012.
Parte 2 – Max
Desperté la mañana siguiente con una gran sonrisa en los labios, y con un montón de mensajes en mi celular de Santi, diciéndome cuanto le había gustado lo que hicimos y lo inteligente que fui al inventar aquella excusa tan rápido.
Me agradaba el muchacho, pero podía ver que estaba empezando a ilusionarse conmigo, así que lo mejor era poner un poco de distancia de por medio, así no saldría lastimado.
Luego de responder a todos sus mensajes con un emojin de carita feliz, me levanté, me di un baño, comí algo y salí con dirección hacia la universidad, para empezar mi día de clases.
?¡Samuel! ?escuché mi nombre en el aire?.
¡Por aquí! ? volvió a decir la voz.
?Hey Mati, ¿Qué pasó? ?pregunté acercándome a mi amigo, escondido detrás de una columna con cara de asustado.
?Necesito tu ayuda con Karla, por favor ?suplicó, mientras me jalaba detrás de la columna.
?¿Qué sucedió ahora? ?pregunté con expresión de extenuación, tratando de imaginarme en que problema me metería ahora mi tonto amigo.
?Ayer no salí con ella, porque estaba con Magali… pero le dije que estaba contigo… ¿Puedes cubrirme, por favor? ¡Es la última vez que te lo pido! ¡Por favor! ¡Por favor!
Con cara de pocos amigos, lo miré por unos segundos a los ojos, perdiéndome en sus bellos ojos negros y dejándome engatusar por su mirada tierna y desesperada.
Mati era muy guapo, no me sorprendía que tuviera tantas chicas detrás de él, si fuera gay y no fuera contra mis reglas relacionarme con gente de mi universidad, ya le hubiera caído hace tiempo.
?Está bien ?contesté y su rostro se iluminó con una sonrisa bella?, pero me debes una.
?Sí, sí… todo lo que tú quieras… ¡Gracias Sam!
Luego de darle una palmada en el hombro a mi amigo, cambié de rumbo y me dirigí hacia el patio de comidas, tratando de llegar casual a donde Karla se encontraba, para poder hacerle el favor prometido a mi amigo, pero Karla no estaba sola, se encontraba sentada junto a alguien a quien no pude verle el rostro en primera instancia.
?Hola Karla ?le saludé cuando llegué a su mesa.
?Samuelito, ¿Qué tal? ?me saludó y luego se volvió hacia la persona que la acompañaba?.
Él es Max, se acaba de cambiar de carrera y llevará algunos cursos con nosotros ?explicó.
Entonces aquel desconocido se giró hacia mí y pude verlo con claridad.
Su rostro era trigueño, sus labios carnosos y rosados.
Sus ojos color avellana eran los más hermosos que había visto.
Por un largo segundo me quedé sin habla, sólo admirando a aquel hermoso chico.
?Mucho gusto ?dijo Max, extendiendo su mano hacia mí, haciéndome reaccionar.
?Mucho gusto, me llamo Samuel ?me presenté, y mi mano al contacto con la suya generó una pequeña corriente eléctrica que me hizo sentir muy extraño.
Max se quedó viéndome por un momento y luego volvió su mirada hacia Karla, quien no parecía darse cuenta de nada.
?Vamos a clase, que se nos hace tarde ?dijo luego ella y los tres nos dirigimos hacia los pabellones.
En el camino hablé con mi amiga y cumplí con cubrir a Mati, no muy contento de apañar sus engaños, pero ¿Quién era yo para juzgar?
Toda la mañana me la pasé tratando de concentrarme en las clases, mientras vigilaba cada movimiento que hacia Max, observando cada gesto, cada expresión de su rostro.
Su sonrisa era mi expresión favorita.
Sus mejillas se ahuecaban cada vez que sonreía y enseñaba sus perfectos dientes.
Entonces algo afortunado sucedió… Karla le dijo algo al oído a Max y este se puso de pie, y se inclinó sobre la ventana de la puerta, dejándome una perfecta vista de su cuerpo esbelto, que se veía delicioso, escondido bajo toda esa ropa.
Su pantalón semi apretado dibujaba un par de nalgas bien formadas que me moría por conocer.
En un par de segundos me lo imaginé desnudo en muchas posiciones sexuales, disfrutando mientras le metía mi miembro.
Sin darme cuenta me puse a mil.
Tenía una ganas incontrolables de calmar esa urgencia, pero no tenía con quien hacerlo, la regla numero 12 me prohibía involucrarme con gente de la universidad, por lo que no tenía ningún conocido cerca que pudiera calmar mis ganas, ni si quiera tenia permitido abrir las aplicaciones gay en ese lugar, para no delatar mi posición.
Lo único que me quedaba era buscar al pasivo más cercano que conocía y tenía a alguien perfecto en mente.
De inmediato tomé mi teléfono de cacería y mandé el mensaje.
Los siguientes dos minutos parecieron una eternidad, pero por fin el mensaje de respuesta positivo llegó y sin esperar más me puse de pie y salí del aula, no sin antes darle una última mirada a Max.
Pero cuando estaba saliendo por la puerta me choqué con un hombre alto y fornido.
El golpe fue tan fuerte que estaba a punto de caer al suelo cuando un par de manos fuertes me sostuvieron de la cintura y evitaron que lo hiciera.
?Lo siento ?dijimos ambos al mismo tiempo y luego un aroma a café y old spice invadieron mis sentidos, haciendo que diera de inmediato un paso hacia atrás, confundido.
?¿Vas de salida? ?preguntó aquel hombre, mirándome con una expresión divertida en su rostro.
?Sí, perdona por el golpazo… No estaba prestando atención ?me disculpé, recordando donde habían estado mi mirada en el momento del choque.
?No te preocupes, pero será mejor que regreses a clases.
No debes escaparte.
?Bueno tengo cosas que hacer ?dije algo irritado por su comentario y sin querer darle más explicaciones seguí mi camino, aún con la excitación encendida.
La media hora de camino hacia mi destino me parecieron una eternidad, pero mi excitación seguía encendida.
Con la visión del trasero de Max en mi mente, mi erección parecía durar el doble de lo normal… Ese chico realmente me encendía.
Cuando al fin llegué me quedé unos minutos esperando en una esquina, mandando mensajes a mi aventura del día para que se apurase.
Luego apareció doblando la esquina, con sus pantalones sueltos de siempre y sus lentes grandes y anchos.
?Pensé que ya no venías ?dijo Manu con una sonrisa al verme, acomodándose los lentes que se caían.
?Cómo crees… ?contesté con una sonrisa y luego volví la mirada a todos lados?, pero ¿por qué me citaste aquí? Tu cuarto está aún más abajo.
?No iremos a mi cuarto ?dijo y luego me hizo señas para que lo siguiera.
Caminamos doblando la esquina y luego por unos minutos más hasta que llegamos a un edificio que tenía un cartel grande en el medio.
?¿Un instituto? ¿Quieres hacerlo aquí? ?pregunté sorprendido.
?Sí ?contestó con una sonrisa?.
Tengo que presentar un trabajo en una hora y no me da tiempo para ir hasta mi cuarto y regresar… No te preocupes, conozco el lugar perfecto.
Movido por el morbo y las ganas que tenía de sexear, no puse objeción y seguí a Manu dentro del edificio y por unos pasadizos largos, sin quitarle la mirada de encima al par de nalguitas que se movían dentro de sus pantalones jeans.
?Nadie viene a estos baños, están alejados de todos.
Nadie nos molestará aquí ?dijo, mientras entrabamos en el baño y nos dirigíamos hacia uno de los cubículos.
Apenas vi que estábamos solos, di rienda suelta a todo lo que sentía y me lancé sobre Manu, plantándole un beso que hizo que su cuerpo se sacudiera.
Luego mis manos empezaron a recorrer su espalda y luego sus nalguitas, apretándolas y acariciándolas con lujuria.
Con mucha torpeza, y sin dejar de besarnos, ambos entramos al cubículo y cerramos como pudimos la puerta, enfrascándonos en un torbellino de besos y caricias que elevó mi excitación más de lo que ya estaba.
Manu hizo un gran esfuerzo para liberarse de mis besos y de inmediato se arrodilló frente a mí, luego empezó a restregar su rostro contra mi miembro, oliendo, mordiendo y lamiendo mi pantalón.
Entonces con sus expertas manos abrió mi jean y sacó mi miembro, y empezó a restregárselo por el rostro, aspirando su olor, mojando sus mejillas con sus líquidos.
?uhmm como extrañé este rico pene ?suspiró, casi sin aliento ?.
Me encanta tu olor a macho ?siguió diciendo y luego se tragó todo mi miembro sin dejar ni un milímetro afuera.
Su manera de chuparla era extasiante.
Manu era todo un experto, su experiencia lo hacía un increíble mamador y un amante apasionado, es por eso que había continuado viéndolo más de una vez.
No había ninguna clase de sentimientos entre nosotros, sólo rico y puro sexo.
Manuel me chupó el pene y lamió mis bolas hasta llevarme casi al orgasmo, su habilidad para el sexo era innegable, pero no podía dejar que él hiciera todo el trabajo.
?Mi turno ?anuncié y Manu muy obediente se puso de pie y se volteó, recostándose contra la pared del baño.
Sin perder tiempo desabroché su pantalón y de un sólo tirón se lo bajé, junto con su calzoncillo.
Sus nalgas eran blancas y duras, y a pesar de no ser grandes y redondas, tenían su encanto y las movía muy bien.
Con ambas manos empecé a masajearlas, primero suave y luego más y más duro, como sabía que le gustaba, después empecé a darle mordidas y lamidas, haciendo que Manu tuviera que cubrirse la boca para que sus gemidos no se escucharan fuera del baño.
?Méteme la lengua ?suspiraba?.
Métemela ya.
Luego de sonreír por sus suplicas, abrí con ambas manos sus nalgas y dejé su ano al aire, blanco y pequeño como lo recordaba.
Sin perder tiempo empecé a lamer a ambos lados de sus nalgas, avanzando poco a poco hacia el centro, haciéndolo esperar, sufrir, antes de llegar a su ano.
Cuando por fin mi lengua llegó hasta su agujero, Manu empezó a gemir con más fuerza, con más ganas.
Que le coman el culo era lo que él más disfrutaba y yo lo sabía muy bien, por eso dediqué mucho tiempo y esfuerzo en hacerle sentir en las nubes, comiéndome su culo.
Luego de un largo rato dejé su culo tranquilo y rebusqué en mis bolsillos en busca de un condón.
?Te la voy a meter ?anuncié.
?Sí… ¡Métemela! ?exclamó él, entre jadeos.
Una vez el condón estuvo en su lugar, abrí sus nalgas y se la zampé de uno sólo, haciendo que Manu soltara un grito que me obligó a taparle yo mismo la boca con mis manos.
Su cuerpo se estremecía con mi pene dentro de él, su respiración sonaba cada vez más agitada, sus quejidos cada vez más fuertes.
Conocía muy bien cuáles eran los gustos de Manu y sabía que le gustaba el sexo fuerte, sentirse dominado, y yo siempre estaba dispuesto a darle al cliente lo que quería.
Sin esperar mucho tiempo, empecé a meter y sacar rápidamente, fuerte y duro como le gustaba.
Pronto mi pelvis chocaba contra sus nalgas de manera frenética, llenando de ese rico sonido todo el baño.
Manu gemía y gemía mientras mi pene entraba y salía de su culo, sin darle tiempo a descansar.
Mis movimientos eran cada vez más rápidos, parecía una metralleta agujereándole el poto.
Luego de un tiempo tuve que reducir el ritmo, debido al cansancio, pero lo compensé dándole de nalgadas a aquel culito goloso que no parecía estar satisfecho aún.
Por casi media hora me cogí a Manuel en todas las poses que nos permitía aquel pequeño lugar, siempre tratando de ser lo más cautelosos posible, hasta que por fin llegué al climax y me vine dentro de él, llenando el condón con mi leche.
Entonces, apenas Manu soltó su último gemido, el sonido de la puerta exterior del baño abriéndose nos sobresaltó a ambos.
Nuestra primera reacción fue subirnos sobre el retrete para que no vieran nuestros pies si decidían mirar por debajo.
La mirada de pánico en el rostro de Manu era hilarante, casi tanto como la posición en la que nos encontrábamos, especialmente porque aún tenía mi pene metido dentro de su culo.
Ambos nos quedamos en silencio, tratando de no movernos, por lo que tuve que dejar aun mi pene dentro de él.
Luego de unos segundos empezamos a escuchar ruidos raros, como de besos y movimientos de boca que llamaron a nuestra curiosidad.
Entonces alguien empezó a gemir fuerte fuera de donde estábamos y el muy familiar sonido de la pelvis chochando contra las nalgas empezó a escucharse por todo el lugar.
Definitivamente alguien estaba teniendo sexo allí afuera…
Aprovechando el ruido que hacían, Manu se sacó mi pene y empezó a vestirse, así que yo hice lo mismo.
Una vez que estuvimos ya vestidos, con mucho cuidado, nos asomamos por sobre la puerta del baño para ver qué era lo que estaba sucediendo allá afuera.
Como lo pensé, dos personas estaban teniendo sexo, pero al único que podía ver era a un hombre mayor, con barriga grande y barba mal cuidada.
Este hombre tenía a otra persona contra el lavadero y lo penetraba con desesperación, gimiendo y jadeando como si se encontraran solos en el mundo.
?¡No puede ser! ?escuché exclamar a Manu junto a mí, fuerte, muy fuerte.
Sorprendido, de inmediato me escondí nuevamente pero Manu se quedó dónde estaba, con la mirada encendida.
Obviamente, las dos personas frente a nosotros escucharon la exclamación de Manu y se detuvieron, y aunque no pude ver sus rostros, escuché sus respiraciones agitadas por la sorpresa.
?¿¡Como fuiste capaz!? ?volvió a exclamar Manu.
?¡Manuel! ¿Qué haces aquí? ?respondió una voz grave, que supuse era del hombre mayor que vi.
?¡Eres un maldito perro! ¡Ósea que venías aquí a cogerte a este pendejo! ¿A cuántos alumnos te tiras?
?¡No, Manuel! ¡No es lo que parece! ?respondió el hombre, y no pude evitar soltar una risa suave.
Entonces Manu abrió la puerta de golpe y lo escuché salir como un tornado por la puerta exterior, mientras yo me mantenía oculto al fondo del cubículo.
Al parecer el hombre salió detrás de él, ya que pude escuchar su voz desaparecer en la distancia, llamando su nombre.
Me quedé en silencio por un tiempo prudente, escondido en el cubículo, esperando todos se hayan ido.
Luego salí silenciosamente de la pequeña habitación y me encontré cara a cara con la otra persona con la que había estado tirando aquel hombre mayor.
Era un muchacho con mechas rubias y con ojos claros, no debía tener más de 18 años a juzgar por su rostro aniñado.
?Oh ?atiné a decir cuando me vio.
El muchacho bajó la mirada avergonzado.
Aún tenía el pantalón desarreglado, sin abotonar.
?Oh Dios, que vergüenza ?suspiró sin mirarme.
?Hey, no, tranquilo ?le dije, acercándome unos pasos hacia él?, no pasa nada.
Yo estaba haciendo lo mismo allá adentro.
El muchacho me miró por un segundo y luego sonrió.
Entonces una expresión de dolor cruzó su rostro.
?¿Estás bien? ?pregunté, acercándome unos pasos más hacia él.
?Sí, no es nada ?dijo, avergonzado y luego entendí lo que pasaba.
?Te dejó adolorido, ¿verdad?
El muchacho bajó la mirada y sólo asintió con la cabeza.
?Déjame revisarte, tengo algo de experiencia en el asunto ?dije y caminé un paso más hacia él.
?No, claro que no.
Estaré bien.
?Tranquilo ?le dije y luego de dar un paso más ya me encontraba a su lado?.
No pasa nada, déjame revisarte.
No hay nada que ya no haya visto.
Sin dejarlo que diga que no, me puse de rodillas y bajé sus pantalones dejando sus nalgas al aire.
De inmediato mi pene se puso duro al ver aquellas hermosas nalgas rosadas y redondas.
Tenía un culo hermoso, pero estaba bastante lastimado, con manchas de sangre cerca al ano.
?Pues te hizo sangrar un poco ?le dije.
?¿Qué? ¿Y ahora? ¿Qué voy a hacer? ¡Tendré que ir al doctor! ¡Mis papás van a matarme!
?¡Hey! ¡hey! Tranquilo ?dije, tratando de calmarlo?.
No pasa nada, es normal sangrar de vez en cuando.
Por suerte tengo algo que puede ayudarte.
Entonces rebusqué en mis bolsillos y saqué un pequeño chisguete, una crema que solía llevar para ese tipo de situaciones.
?Siempre hay que estar preparados ?dije con una sonrisa, luego me volví hacia sus nalgas nuevamente?.
¿Puedo?
El muchacho asintió con la mirada, avergonzado.
Con un poco de agua limpié la sangre que tenía sobre sus nalgas y luego le apliqué suavemente la crema sobre su ano, usando sólo un dedo, luego se la apliqué sobre sus nalgas alrededor de su ano, aprovechando para tocar todo lo que pudiera de ese hermoso culo.
?Ya está.
Estarás como nuevo y listo para la acción en un par de días ?le dije?.
Tendrás algunas molestias pero luego pasará.
No te preocupes.
El muchacho sonrió y su rostro se iluminó.
Realmente era muy guapo, de no ser porque se encontraba con el ano herido, hubiera intentado terminar lo que aquel hombre empezó.
?Ahora debo irme ?dije y luego saqué un papel de mi bolsillo y escribí rápidamente mi numero en él y se lo entregué?, pero si alguna vez quieres verme de nuevo para pagarme el favor, llámame…
El muchacho sonrió de oreja a oreja y recibió el número con mucha emoción.
?Lo haré ?contestó con una sonrisa.
Sin querer quedarme más en aquel lugar, salí caminando del baño como si nada hubiera pasado, esperando no encontrarme con nadie más en aquel instituto.
Ya satisfecho regresé a clases, esperando cruzarme con Max nuevamente, pero sólo me encontré con Karla, Mati y dos compañeros más.
?¿Sami, te apuntas? ?preguntó Karlita al verme.
? ¿Para qué?
?¡Vamos a ir a celebrar a la disco que Marco obtuvo la visa!?dijo y me volví hacia Marco y lo felicité con un abrazo.
?Claro, ¡vamos! ?exclamé animado?… ¿Quiénes más irán? ?pregunté en seguida, esperando escuchar el nombre de Max.
?Nadie más, sólo nosotros cuatro?contestó Mati.
No pude evitar sentirme decepcionado, pero aun así no me di por vencido.
?Y porque no invitas al chico nuevo… Max ?sugerí, mirando a Karla.
?No es una mala idea.
¡Le Llamaré! ?anunció y mi corazón dio un brinco de emoción, claro que no pensaba hacer nada con él, ya que mis reglas claramente decían que no podía involucrarme con alguien de la universidad, pero al menos me deleitaría con verlo de cerca, tal vez tocarlo un poco de casualidad… muchas cosas pueden pasar en una noche de trago y baile.
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