El chamo del chat.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Yo tenía 18 años cuando lo conocí. Siempre estaba solo en casa para ese entonces, así que tenía mucho tiempo libre para el ocio. Mi hobbie se había convertido en entrar al difunto chat de CANTV, agregar personas al MSN para pajearme por allí con chamos jóvenes como yo, y por morbo, uno que otro cuarentón. Ese día que conocí al negro Arturo, no me gustó en absoluto, su imagen reflejada en la videollamada no era muy agradable. Su cuerpo era delgado pero fuerte y un tanto velludo, pero rasurado. Decía ser muy varonil y de esa supuesta vida hetero que muchos dicen tener, pero como digo siempre: “Si tuvieras vida hetero, fueras hetero". Arturo no me gustaba al principio, me parecía feo, pero el siempre me rogaba para que fuese a su casa, yo según sería su primer hombre. A mi edad, yo sólo había estado con una persona, nunca había sido penetrado, mi primera vez fue con un pasivo muy machote que sabía moverse muy bien; un tipo blanco 8 años mayor que yo, de cabello negro y ojos grandes. Vanidoso, y muy tirón. Muy puta, pero yo no lo sabía. Arturo, por el contrario, era de Cumaná, humilde y sencillo, buen estudiante, dedicado a la medicina… Cualidades que vine a conocer después. La verdad, no sé si fue él quién me convenció de ir a su casa, o si fue mis ganas de hacer algo ese día… Me bañe y me vestí rápidamente, me puse un Blue Jeans claro y un sueter con capucha, con una franela abajo. Un boxer blanco, me eché crema y perfume. Salí como una flecha a la avenida a tomar un taxi. Una parte de mí no reconocía lo que estaba haciendo, ir a la casa de un desconocido a tener sexo… que loco. El corazón me palpitaba muy rápido, las manos me sudaban y trataba de calmarme respirando muy profundo, pero el trayecto era corto. El vivía a pocos 6 minutos de mi casa.
Sin darme cuenta ya había llegado. Estaba frente a los vigilantes de su residencia, escribiendole un mensaje de texto avisandole que ya había llegado. En menos de un minuto oí la puerta del lobby del edificio más cercano cerrarse, volteé y vi a un hombre jóven y alto de aproximadamente 187 cm, caminando con seguridad hacia la puerta. En mi mente dije: Que sea él, que sea él.
Y era él, Arturo, interrumpiendo mis pensamientos con un: -¿qué más chamo, cómo has estado?-
-Fino vale, ¿y tú?- respondí rapidamente mientras el me indicaba con la cabeza que siguiera adelante. Lo seguí hablando con él cosas quizás absurdas que ya no recuerdo. La intención la capté inmendiamente, era la de hacer parecer a los vigilantes que ya nos conocíamos.
Cuando llegué a su apartamento caminamos por un pasillo largo, hasta llegar a su cuarto. Muy ordenado, el aire acondicionado estaba muy frío y el olor era un tanto dulce. Me gustaba, cerca de la puerta estaba un sofá pequeño con unos cuantos libros de medicina y lápices. Eso me dio mayor seguridad, porque alguien que estudie no puede ser alguien malo. Como dos tontos no sabíamos qué hacer, como iniciar lo que queríamos y sabíamos que iba a pasar. Nos quedamos mirandonos a la cara con media sonrisa como esperando la señal. Mi guevo ya estaba duro, estaba nervioso pero la adrenalina y el morbo que sentía era impresionante. Apagó la luz, y con movimientos lentos nos acercamos. Cerca de él era mas alto, es 12 cm mas alto que yo, mi cabeza llega a su barbilla, lo primero que hicimos para romper el hielo fue abrazarnos. Sentí ese cuerpo duro y macizo, bien proporcionado chocando con el mío, su olor era a jabon y ropa limpia. Inspiré y levante la cabeza buscando su boca. El bajo la suya y en cuestión de segundos, la explosión del primer beso con alguien que te gusta. Algo placentero, ese cosquilleo en los labios y las ganas que te dan de comerte a esa persona. Asi fue como seguimos, besandonos lentamente al principio, pero las ganas ya no los podíamos contener así que los besos iban haciendose mas fuertes e intensos, la humedad de su lengua inundando mi boca y mi lengua con la suya.
Yo recorría con una mano toda su espalda y tocaba sus nalgas duras, sus piernas y con la otra la metía bajo su camisa para sentirlo aún más. Sus cañones en todo su cuerpo eran rasposos, como tocar una lima gruesa y su guevo ya estaba dando empujones en mi abdomen.
Besaba como loco a Arturo, le besaba el cuello y me detenía cerca de la vena para mover rápido la lengua, eso lo volvía loco y a mí me volvía loco que su barba me rozaba la cara. Me ponía durísimo sentir lo macho que era. En seguida comenzó a gemir, imaginate un hombre de voz grave gimiendo… ufff. Sabía que lo estaba haciendo bien.
Arturo me presionaba por la espalda hacia él y movía hacia adelante y atrás su pelvis en un intento de darle placer a su güevo de piedra. Me monté en el sofá y pude alcanzarlo en tamaño, me quitó el sueter sin parar de besarnos, me quitó la franela y me besaba el cuello y la boca, cada vez que dejaba de darme besos de lengua era para acercarse más a mi pecho, y lamerlo y besarlo, me raspaba con la barba en la piel y yo le agarraba la cabeza por atrás para guiarla y detenerla donde más placer sintiera. Como ya estaba a su altura, nuestros güevos ya estaban chocando a cada rato, así que intencionalmente comenzamos un vaivén para darnos placer pero aún teníamos pantalón, apretabamos mutuamente nuestras nalgas. Le quité la franela y pude ver bien su torso, puros cañoncitos desde arriba a abajo, un abdomen plano como una tabla, unos hombros anchos y un pecho ejercitado, su cuerpo era delgado pero estaba riquísimo. Sus tetillas redonditas y pequeñas. A mi me da demasiado morbo las tetillas así que ahí mismo comence a besarle el pecho por todos lados, inhalando su olor a jabón, los cañones me irritaban los labios pero era una combinación de placer/lujuria/dolor que pensaba que iba a llegar y apenas estabamos comenzando.
Comence a pasar los dedos por los bordes del pantalón, cerca del botón. Y el comenzó a hacer lo mismo, desabrochó mi pantalón y bajó el cierre mientras me seguía presionando a su cuerpo, pecho con pecho y abdomen con abdomen. Güevo con güevo. Me bajó el pantalon y vio mi paquete marcado hacia un lado, a Arturo le encantaba la ropa interior blanca (eso lo supe después), así que eso lo puso aún más excitado. Le quite su pantalon y vi su pipe también hacia un lado, y comenzamos a rozarnos como perros. Le apretaba las nalgas y metí mi mano dentro de su boxer, eran suaves y con poco pelo, el hizo lo mismo con las mías. Yo ya estaba desesperado por ver que tenía Arturo bajo su boxer azul oscuro, así que con las manos dentro de su boxer, las puse en sus caderas y tiré hacia abajo inclinandome inconcientemente para llevar su boxer a las rodillas y fue en ese momento cuando una tremenda verga gruesa sube como en un trampolín y me da en la cara.
Me quedé babeado, que verga tan gruesa y rica se veía, cuando me incorporé a besarlo otra vez su verga apuñalaba mi pubis, sus labios con los míos, sus brazos me rodeaban con fuerza, los vellos de su cuerpo puyaban el mío, sus manos bajaron y quitaron mi boxer y liberaron a mi güevo que tambien es grande y grueso y chocó con el suyo. Espadas, espadas un rato. Besos, caricias, gemidos. Su lubricación y la mía nos tenía humedo el pubis y donde sea que tocara la cabeza de nuestros pipes.
Nos terminamos de quitar el boxer y nos sentamos en el sofá, los libros fueron a parar al suelo. Arturo y yo, uno al lado del otro, pusimos un brazo al alrededor del cuello del otro, tipo las parejas en el cine. Con la otra mano nos pajeabamos euforicamente y nos comíamos la boca. La verga de Arturo bien empuñada en mi mano, la deslizaba una y otra vez de arriba a abajo, durísima, de vez en cuando paraba para regar las gotas de pre cum que salían de su cabeza de güevo. Y volvía a pajearlo metiendole mano por todo el torso. Al mismo tiempo, sentía mi pipe a punto de explotar, lo tenía tan parado que la cabeza la tenía rojísima y grandota. Arturo humedecía sus dedos con saliva para que fuese más fácil pajearme.
-¿Lo mamas?- dijo.
Yo: -Si tu lo haces, yo lo hago-.
Él: -Está bien-
Le di espacio para que se acostara y al verlo allí con sus brazos en la nuca, me puse encima de el, su cuerpo estaba tibio y lo besé todo, baje a su pecho besando humedeciendolo con mi lengua.
-¿Te han chupado las tetillas?-
Él: No (moviendo la cabeza).
Me pegué a darle movimientos rápidos con la lengua en las tetillas y se estremecía como loco, al parecer era muy sensible allí. Con la mano lo pajeaba al mismo tiempo. Después de un rato seguí el camino de su abdomen hasta su pubis, lo sentí caliente, inspiré, olía a él, su olor característico. Indescriptible olor al que huelen las personas. Sentía la cabeza de su miembro húmeda en mi barbilla, pase la lengua por su tronco sin tocarlo con las manos, lo mordí con los labios, lo lamí y lamí, luego a la cabeza, sin pelarlo, haciendo movimientos con la lengua nada más. Arturo comenzaba a desesperarse, me acariciaba la cabeza y jugaba con mi pelo.
Cuando ya lo noté que me imploraba que se lo mamara, lo agarre suavemente y muy lento lo iba metiendo en mi boca y pelandolo con los labios, para que sintiera lo tibio de la lengua en su glande. Él comenzo a gemir más fuerte. Yo sentía como su glande se hinchaba en mi boca. No quería que acabara, pero no podía dejar de sentir esa cabeza y ese güevo duro dentro de mí. Lo agarré desde la base y le mamaba solo la punta, yo no era experto pero trataba de darle placer. Giraba la cabeza con su pipe en mi boca medida que lo pajeaba. Le chupé las bolas, le acariciaba el abdomen bruzcamente por su desesperación y la mía.
Hubo un momento que me pareció que iba a acabar y me quitó la cabeza rápidamente, metió su lengua en mi boca y me dijo que me acostara. Sin mucho preámbulo agarró mi verga con su mano, la peló y de un solo coñazo se la metió en la boca y comenzó a mamarla. Lo mamaba con fuerza y me gustaba, era un mamador nato, se lo metía hasta el fondo y se ahogaba. Se lo sacaba y se lo volvía a meter. Yo le pasaba las manos con fuerza por la espalda. Era la segunda mamada que me habían dado en mi vida y la estaba disfrutando como nada.
Se fue a mi boca y me dijo en el oído que hicieramos un 69. De una me volteé y me metí su miembro en la boca de nuevo, sentir a ese tipo mamandome el güevo y yo dandole una buena mamada no tenía precio para mí. Me agarraba las nalgas y yo a él se las apretaba.
Nos atragantamos de verga mutuamente como por 30 minutos. Volvimos a la posición inicial donde nos abrazamos y me chupó las tetillas y el pecho.
-Marico estoy muy excitado, weon- Me dijo.
-Yo también chamo (entre besos)- respondí.
Pajeandonos un rato mas, ya estabamos sudados a pesar del frío del cuarto.
Él: -¿Quieres acabar?
Yo: -No sé, ¿tú?-
Él: No aguanto más, marico.
Comencé a pajearle ese pipe grueso y venoso que tiene, rápido y él repetía una y otra vez ¡que rico marico! ¡que rico chamo! Ufff, Ahhh, gemía grueso y yo le besaba el cuello y la boca, con la respiración agitada, conteniendo mis gemidos porque su mano me estaba envolviendo mi miembro y pajeandome también. Ahgf, ahfg ahgf, *respirando entrecortado, con gemidos ahogados*
Él: ¡voy a acabar, wn! Yo: ¡dale!
Me dijo que me acostara de nuevo y se lanzó sobre mí a besarme.
Él: -¿Te puedo acabar en el pecho?-
Yo: Sí, marico. Dale.
Se incorporó sobre las rodillas y yo me pajeaba y lo pajeaba a él también. Puso su mano encima de la mía para guiar mis movimientos al ritmo que más le satisfacía para acabar y al ver que giraba la cabeza hacia arriba y contraía el abdomen, sentí un chorro de líquido denso y tibio cayendo en mi pecho y abdomen. Al mismo momento involuntariamente subí la pelvis y llene su espalda de leche caliente que le chorreó hasta las nalgas, mojando su mano que también me estaba pajeando. Cansados los dos, se dejó caer sobre mí cara respirando fuerte y besandome varias veces. Llenandose también de la leche que él mismo había echado encima de mí, mientras yo con los dedos escribía en tinta de semen mi nombre en su espalda.
Luego de eso nos bañamos juntos, nos encantaba besarnos, nos echamos jabón mutuamente y tanteamos nuestros virgenes anos. Nuestros güevos se endurecieron de nuevo pero ya me tenía que ir, y no quería ser penetrado por un desconocido. Nos vestimos y me acompañó a la parada diciendome: -Me escribes cuando llegues a tu casa-.
Me dio un fuerte apretón de manos y un abrazo de amigos cargado de complicidad y se devolvió a su casa.
¿Que si le escribí al llegar a casa? ¿que si lo volvimos a hacer? Si le escribí, y lo hicimos muchas veces, perdimos mutuamente nuestra virginidad anal, el mismo día. Nos enamoramos, pero en tiempos diferentes, así que nunca fuimos novios como tal. Pero compartimos tanto e hicimos tantas veces el amor que no hubo necesidad de decirlo, eramos Arturo y yo, y ya.
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