el chico de la sierra
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por doogiestyle.
De como poco a poco un compañero del cole me sedujo hasta convertirme en su placer personal. Tenía yo quince años y ya tenia muchas experiencias pero era reservado, había en el cole un compañero de año más grande que yo porque había repetido el año, por ser así medio matón, a todos por “juego” les metía la mano y por primera vez me lo hacían en publico, y a pesar de mi aparente resistencia me gustó que lo hiciera por que casi todos los menores como yo recibían esa caricia.
Paulino, que así se llamaba este muchacho, era bastante más fornido que cualquiera de los de mi mismo año y tal vez por eso abusaba de algunos de nosotros, su pelo era trinche, usaba un corte militar era de Huancayo y bien lampiño, tenia ya 16 años y muy tosco en un su forma de tratar.
Nos sentábamos a veces juntos en el último banco y siempre que había una ocasión se las ingeniaba para meterme su mano debajo de la carpeta hasta tocar mi culo, de modo que yo quedara sentado sobre ella. Yo intentaba moverme pero no lo quería hacer muy evidente para que los profesores ni mis compañeros se den cuenta de lo que estaba pasando, así que me movía lentamente hasta zafar de su mano y él aprovechaba mis movimientos para mover sus dedos en mis nalgas o en la separación entre ellas tratando de tocarme el ano con los dedos.
Recuerdo que le dije que no lo hiciera más porque lo iba a acusar y él respondió agarrándome de la camisa levantándome casi y desafiándome a que lo hiciera. Así que asumí que no tenía solución y todos los días era la misma situación. Aunque como dije antes, reconozco que me gustaba sentir sus manos en mi culo pero no quería ni que él ni nadie lo supiera ya que esto me llevaría a ser el centro de las bromas del resto de los chicos.
Durante un recreo, Paulino me siguió hasta el baño y entró conmigo en uno de los gabinetes, ahí me manoseó bien las nalgas y amenazándome con golpearme me hizo tocarle su miembro, muerto de miedo lo hice y lo sentí duro y bastante más desarrollado que el mío, mientras el se apretaba contra mi mano me acariciaba el poto y ahí me metía los dedos entre las nalgas, sobre el pantalón, rozándome el ano. Yo tenía los sentimientos encontrados de que no quería que me hiciera eso pero por otra parte me daba cuenta de que lo disfrutaba, así que trataba de aparentar forcejeos y él más me obligaba a que le toque su miembro. Sonó el timbre que indicaba el fin del recreo y me dijo: “vamos, en el próximo recreo me lo vas a chupar”……… “Desde luego que no” le dije mientras corría al aula. Al recreo siguiente evité ir al baño y me escapé de él todo el tiempo hasta que finalizó el día.
Cuando llegué a casa recordaba todo este episodio, pero lo hacía con lujo de detalles y me acariciaba yo mismo como lo había hecho él. Definitivamente tenía que reconocer que me calentaba y mucho y estaba entendiendo que en algún momento no me resistiría a su sometimiento.
Al día siguiente, sentados en la carpeta, se repitió el cuadro en el aula y me dijo esta vez; “no te me escapas…. en cuanto vayas al baño me la vas a chupar”. Le dije: “que había pensado en eso y que lo haría si él no le decía nada a nadie y que no lo hiciéramos en el baño porque nos podían descubrir y tendríamos problemas”. Paulino estaba fascinado y me dijo entonces no te vas a resistir?………., no, le contesté “pero tenemos que evitar que nos vean”; Como prueba de mi consentimiento, me levanté un poco de costado y le dejé poner su mano debajo de mi sin que yo opusiera ninguna resistencia y él disfrutó moviendo sus dedos y pasándomelos por el centro de mi raja, haciendo que yo gozara ocultamente.
En el recreo fuimos a la parte de atrás del colegio, donde había aulas sin usar, entramos en una y nos fuimos al fondo, ahí sentados uno al lado del otro Paulino volvió a manosearme el culo y puso mi mano en su miembro, yo se lo acaricié por sobre el pantalón, ya estaba duro, ”bájame el cierre” me dijo y así lo hice, me agaché para ponerme su tronco en la boca, estaba babeando, era grueso, muy grueso, no grande pero si muy cabezón, las venas en el tronco estaban muy marcadas. Realmente lo saboreé y disfrutaba tomar esa agüita saladita que le salía y sus masajes en mi cola, yo chupaba su pinga con toda mi boca y subía y bajaba mi cabeza.
Paulino me acariciaba y gemía y me decía que era su putita y que le iba a chupar la verga todos los días y yo asentía afirmando chupándole cada vez más rápido hasta que acabó en mi boca, largos chorros de lechada salpicó, no dejó que sacara mi boca así que tuve que tomar la mayor cantidad posible me dio muchísimo asco ya que su leche era algo amarga no me permitió escupir. El no se quejó de mi mamada y de mi casi resistencia al no querer tomármela, estaba completamente satisfecho. Seguimos así durante unos cuantos días más, ya sabíamos lo que teníamos que hacer, apenas llegábamos al escondite, él se bajaba el pantalón completo y me mostraba la vergota que desde el salón hasta el sitio era evidente su dureza por lo arrecho que paraba, mientras se la mamaba hasta los huevos siempre acariciaba sus piernas gordas y lampiñas; hasta que me dijo” que iba a cacharme”, me negué rotundamente y me escapé hasta el patio, ya sabia de las experiencias con vergas gruesas son muy dolorosas. Una vez de regreso en el aula me dijo que “tarde o temprano lo iba a hacer y mejor temprano así disfrutábamos antes”. Yo le dije que “todo estaba bien como hasta ahora y que me daba miedo que me cachara”, Paulino me dijo que “estaba bien que no insistiría pero que yo siga chupándosela, lo cual yo accedí.
Al día siguiente, mientras se la chupaba, Paulino dejó de acariciarme por arriba del pantalón y metió su mano por mi cintura de modo que por primera vez sentí en mi piel, directamente, el contacto de su mano, me erizaba sentirlo. Mientras yo se la chupaba, él comenzó a meterme el dedo en el ano, yo primero moví la cola para atrás pero después dejé que lo hiciera, la verdad era que me gustaba sentirlo adentro mío, y se la seguía chupando y gemía por su dedo en mi culo. Estaba conociendo un nuevo placer, sus manos eran grandes y sus dedos eran gordos. Cuando acabó con otra vaciada descomunal, me preguntó si me había gustado y le dije que si, “entonces más te va a gustar cuando te la meta”, me dijo él. Me quedé callado.
Llegué a casa ese día y me masturbé y terriblemente excitado me introduje el mango de un cepillo algo grueso que había en el baño y me imaginaba que era la pinga de Paulino entrando y saliendo de mi. Descubrí que tenía que echarme harto lubricante para que no me arda y duela y lo hice con una crema Ponds para manos de mi hermana.
Al día siguiente, me preguntó si lo había pensado y le dije que aceptaba, pero me tenía que dejar ponerme crema porque sabía que me iba a doler, él asintió. Desde luego me había llevado el pote de Ponds de la casa. Así que en el recreo fuimos como todos los días para el aula sin uso, me bajé los pantalones y me encremé bien el culo, Paulino me pidió que se la chupara un poco y después de un rato le dije que no me hiciera esperar que me la metiera de una vez porque estaba ansioso, me puse en cuatro ofreciéndole mi culo y él arrimó su pichula hasta la puerta de mi ano y empezó a empujar, la sentía más ancha que el mango del cepillo con el que había ensayado, así que le dije que pare porque me estaba ardiendo, le pedí que me ponga más crema y así lo hizo. Ahora entró más fácilmente y me empezó a bombear yo estaba terriblemente excitado y estaba gozando, Paulino estaba parado detrás de mi tomándome por las caderas con ambas manos entrando y saliendo de mi cola, diciéndome que era su putita y que lo sería siempre, yo asentía y le pedía que siguiera porque me estaba gustando mucho y así lo hizo hasta que acabó, dentro mío, se demoró mas de un minuto en bombearme ese cholo si que tenia harta leche en esos porongos bien gordos que se manejaba, yo por mi parte me la jalaba para también llegar al orgasmo.
Paulino me cogió casi todos los días, ese año y el siguiente, y cumplió su promesa de no decirle a nadie que yo era su puta personal. La vida nos separó después y yo dejé prevalecer mi parte heterosexual, me gustaban mucho las mujeres y no llegué a deschavarme por completo, por las innumerables veces que hacia de pasivo.
Ahora me considero bisexual y disfruto narrando mis historias del cole.
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