El Chico Del Call Center 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por newaxl04.
Cuando terminó nuestro turno me levante del puesto de un salto y fingí prisa al salir sin despedirme de nadie.
Aun cuando había tomado la decisión de arriesgarme, tenía dudas de último momento.
Dejé la sala de producción con los nervios de punta y un calentón de puta madre y Felix, que caminaba a mi lado, parecía ignorar mis cavilaciones, pues, aunque lo ignoré en el ascensor y a la salida, él aun sonreía.
Parecía de un genio imposiblemente bueno, casi exasperante si la situación hubiese sido distinta.
Otro día lo habría mandado a la mierda, pero hoy tenía ganas de probar sus límites.
– ¿Vamos directamente a tu casa?- preguntó cuándo estuvimos en la acera frente al call.
– Ehhh- me atraganté- tengo que pagar un recibo o me gastaré la plata.
Te veo allá, de paso compro un sixpack.
– Ok, me da tiempo de ducharme- sonrió- estoy en tu puerta a eso de las 6.
Cuando dio la vuelta, mire su culo y podría jurar que caminaba de un modo más provocador a propósito.
Giro y mi corazón dio un vuelco.
Me miro y casi aguantó reír.
– ¡Yo llevo la porno! – gritó.
Varias personas se giraron, yo solo enrojecí yo agache la cabeza.
Ha este punto ya no tenía claro quién de los dos tramaba algo.
Yo parecía planear un crimen y tenía episodios de paranoia y él parecía disfrutar del conocimiento de una fantástica epifanía.
Llegue a casa en tiempo record, tenía cerveza en el refrigerador por lo que ahorre tiempo que aproveche para ducharme y arreglar el departamento.
Pedí pizza a domicilio y saque mi pequeño estero para crear ambiente.
Estaba al borde de un colapso cuando sonó el timbre, rápidamente me revise a mí mismo; me había puesto una bermuda y una simple camisa básica que resaltaba el poco musculo que tenía, estaba limpio… y temblaba.
Estaba de pie mirando hacia la izquierda cuando abrí.
Me sonrió quedo con una ligera curva en su comisura derecha.
Me derretí, deje de respirar y tuve una erección casi inmediata.
Le deje pasar.
– El tráfico no estaba pesado, una novedad- murmuró.
– traje tu pastel favorito, para… después.
Trague saliva.
– Perfecto –mascullé – tengo cerveza en la cocina.
Se sentó en el sofá estirando sus piernas con satisfacción, plenamente consciente de su atractivo físico.
Me miro mientras buscaba dos botellas y me sentaba a su lado.
Sus ojos oscuros no me dejaron ni un momento.
Hablé.
– ¿Vas a decirme que pasó con tu novia?- Solté – creí que estabas enamorado.
– Si… yo también, pero he pensado en muchas cosas de mi vida y pues…
– ¿Cómo qué? no sabía que las cosas estaban tan mal.
– Yo tampoco- tomo un sorbo largo- y el sujeto con el que se acostó tampoco.
– Mierda – casi escupí la cerveza.
Le miré fijo, estaba relajado- ¿en serio, estas bien?
– Bueno, no me molestó como esperaba, supongo que eso significa algo.
Finalizo de un sorbo lo que le quedaba de cerveza.
Yo apenas había probado la mía.
Se removió en su asiento causando que nuestras rodillas se tocaran.
Hablamos un poco de todo, del trabajo, de la familia y otros amigos.
Luego, como no había nada en la TV, continuamos con la conversación.
– ¿y José?- dijo al rato – ¿Cómo va todo?
– Lo dejamos – susurré – ya me tenía harto con su inestabilidad, un día me trataba bien, otro me ignoraba.
Y otras tantas solo me llamaba para sexo.
Era bueno, no lo negaré, pero no es suficiente para una relación.
Estudie su reacción al mencionar el sexo.
Pocas veces había dejado entre ver su curiosidad sobre el sexo entre hombres, pero cuando lo hacía podía decir que le interesaba más de lo que admitía para sí mismo.
La primera vez que le conté de una tórrida noche con un tipo de un bar, note que se le aceleraba la respiración y me pareció entre ver un bulto, pero pensé que le sucede a más de uno solo por hablar de sexo.
Esta vez, sin embargo, solo sonrió, como si esperara tal mención.
Se acomodó y aclaró su garganta.
– Solo sexo – enfatizó – Que mal suena eso.
– Uh hum – dije entre un trago de cerveza notando su sarcasmo – ¿a ti te gustaría ser usado solo por sexo?
– En este punto de mi vida, si – Sonrió – en especial por alguien tan jodidamente bueno como José.
Me atragante con la cerveza.
El solo soltó una de sus carcajadas y se acomodó en el sofá quedando más cerca de mí.
Me miró expectante.
– Eso me recuerda – dije intentando disimular mi ansiedad – ¿De qué hablabas hoy en el trabajo? ¿Qué cosas te has estado planteando?
– Bueno, sabes que estaba de vacaciones – asentí – En una rumba me aloqué un poco luego de enterarme de lo Jenny.
Me dieron algo, creo que fue éxtasis, y sencillamente perdí la razón.
Terminé enrollándome con un tipo de la discoteca.
Escupí el líquido por la sorpresa.
El me palmeaba la espalda mientras yo tosía.
Y cuando me calmé su toque se hizo lento y suave, bajando por mi columna hasta mi espalda baja.
– ¿Hiciste qué?
– Te seré sincero – dijo muy serio y acercándose – Hace mucho que tenía curiosidad sobre el tema con un chico.
Tú me causaste esa curiosidad.
Palidecí.
Estoy seguro que pudo oír cuando dejé de respirar dado lo cerca que estaba.
Sonrió con su maldita perfección que volvía loco.
Me incliné hasta sentir su aliento y mi erección volvió raudas y caliente.
Tragué en seco.
– ¿Te me estas insinuando? – le pregunté directo, ya que estábamos – sabes que no poder tenerte es como un “por hacer” en mi lista.
– Si.
Me insinúo.
– Oh.
Se acercó lento y seguro, sin sonreír.
Clavó sus ojos en los míos y cuando estaba lo suficientemente cerca, sacó su lengua y lamió mis labios.
Creí morir.
Mi pulso voló de inmediato y cerré mis ojos cuando me acerqué.
Trabé mis labios con su perfecta boca y suspire extasiado.
Empezó a besarme lento, tanteando, saboreando.
Mis pulmones quemaban, pero me negaba a romper el contacto hasta que él lo hizo.
Sonrió con los ojos cerrados y suspiró.
– Al fin – dijo – ¿sabes hace cuanto esperaba eso?
Fui incapaz de contestar.
Me acerque nuevamente en busca de sus labios con el deseo irrefrenable de quien muere de sed y tiene frente a si el más puro manantial.
Él respondió a cada movimiento mío con el mismo ansia.
Delineó con su lengua mis labios, forzándolos a abrirse, y acarició el interior de mi boca.
La intensidad del beso subía y nuestras lenguas danzaban, nuestra respiración desbocada era el único sonido de la sala fuera del jazz que sonaba bajito en el estéreo.
Mis manos, hasta ese momento quietas, rozaron su brazos y fueron subiendo hasta llegar a sus hombros.
Lo atraje hacia mí con fuerza para pegar su pecho con el mío.
Lo sentí sonreír a la vez que pasaba sus brazos por mi cintura y me apretaba con fuerza.
Rompimos aquel delicioso beso por la necesidad de respirar.
Yo eché mi cabeza hacia atrás en lo que él descendía por mi cuello, lamiendo, mordiendo y besando cada centímetro de piel.
– Espera, espera – jadeé – hay que parar o terminaremos haciendo una locura.
– ¿Quién dijo que quiero parar? – dijo mirándome a los ojos – quiero seguir – me dio un beso rápido – quiero probarlo todo – otro beso – quiero besarte de arriba abajo – apretó mi entrepierna – quiero probar esta verga que tanto he querido desde hace mucho.
– ¿En serio?
– Oh, si – me acerco agarrándose de mi culo – también quiero probar algo más, si me dejas.
En respuesta prácticamente le arranque la camisa.
Él feliz imito mi acto y se lanzó a besar mis pezones, los mordía y chupaba arrebatándome jadeos incontrolables.
Me dejé caer hacia atrás en el sofá y levante el culo cuando tiraba de mi bermuda.
Fue bajando por mi abdomen, besando y hasta mordiendo cada pedazo de piel, haló de mi ropa interior y contempló mi verga a reventar.
– Que delicia- murmuró.
Se lanzó con gula hasta mi glande y empezó a lamer como si fuera de caramelo.
Después empezó desde la base y los huevos con lametazos largos hasta la punta soltando gemiditos.
Finalmente engulló mi verga de un bocado casi hasta la mitad.
No tengo un pene excepcionalmente grande, pero la hazaña seguía siendo buena.
Para ese momento yo casi aullaba del placer y respiraba entrecortado, él chupaba con un gusto sorprendente, tanto así que hizo un sonido de protesta cuando lo aleje de mí.
– Vas a hacer que me corra antes de tiempo – le lamí los labios sujetando su barbilla – y es mi turno de probar.
El me dejó hacer.
Se estiró cuan largo era en mi sofá y permitió que le quitara su pantalón junto con la ropa interior tan rápido como pude.
Me deshice de los calcetines y retrocedí un instante para admirar semejante obra de la naturaleza.
Desnudo era magnifico.
Tenía una piel maravillosamente blanca, con la cantidad justa de vello, en los lugares correctos, el torso marcando cada musculo de manera sutil, sin exagerar, y salpicado de lunares por aquí y por allá, un detalle que me vuelve loco.
Tenía unas piernas bellísimas, bien torneadas y velludas, y en el medio una imponente verga erecta que reclamaba mi atención.
Me lancé a besarle.
Mordí sus labios y descendí por su cuello, me detuve un poco en los pezones y seguí babeando sus abdominales hasta que llegué a su preciosa verga.
Era simplemente perfecta.
Casi del mismo tono que el resto de su piel, sin piel sobre el glande, tenía el grosor justo que concordaba con la longitud, no era la más grande que he visto, pero de algún modo era mejor.
Era surcada por algunas venas dándole ese toque final.
Impaciente, recogí con la lengua la gota de precum y la esparcí por todo el tronco, baje hasta la base y me detuve en sus huevos un par de minutos.
Redondos y pesados, me los metí a la boca uno y luego el otro, estire mi lengua hasta el perineo y subí desde allí hasta la punta arrancándole el más satisfactorio suspiro.
Luego yo, siendo más experimentado, y francamente más impaciente, avancé de un golpe a más de la mitad de su verga.
El abrió los ojos y me miró sorprendido en lo que yo avanzaba, tragando con gula, hasta que logré albergar su delicioso miembro entero en mi garganta.
Él me agarró del cabello y me sostuvo por unos segundos, pero dejando que yo decidiera cuando parar.
Lo deje ir dándole una mirada de suficiencia y empecé un ritmo de mete-saca llegando hasta la mitad con la boca y cubriendo el resto con mí mano.
Él se deshacía en gemidos y jadeos, cuando a mitad de la mamada, se endereza, mete sus dedos a la boca para cubrirlos de saliva y alcanza mi culo.
Roza mi ano con delicadeza y empieza a masajear.
Cuando logra meter un dedo me aparte de su pene diciendo que era suficiente si no quería que se viniera antes.
– Quiero disfrutar de este culito como se debe.
Jadeó.
Me echo hacia atrás y levantó mis piernas.
Empezó a derramar saliva en lo que masajeaba mi ano y buscaba un ritmo.
Cuando tres dedos entraban con relativa facilidad se levantó a buscar algo en su pantalón.
Se acercó con una caja de reservativos.
Me distraje, a mi pesar, con la idea de saber que venía preparado para esto, y eso me encendió aún más.
– Supongo que tendrás algo de lubricante ¿verdad? – pregunto con algo de timidez – no quiero hacerte daño.
– Supones bien.
Me levante y me dirigí a mi cuarto, saque el bote de lubricante y volví junto a él, que me esperaba sentado y meneando su erección.
Cuando me vio volver sonrió y acelero el ritmo.
Le di el bote junto con un beso en donde metí la lengua casi hasta su campanilla.
Me senté a horcajadas sobre él y le susurré al oído.
– Apresúrate o me volveré loco.
Respondió con un beso fuerte y manoseó mi culo abriendo mis nalgas para tocar mi ano.
Abrió la caja de condones y me dio el lubricante para que empezara a ponérmelo.
Cuando se hubo puesto el condón yo ya metía casi por completo tres de mis dedos, tome el bote y derrame un poco sobre su verga.
Me acomodé echándome más sobre él.
Trabamos la vista en el otro.
– ¿Listo? – preguntó
– Joder, sí.
Me senté con cuidado sobre su grueso miembro en lo que disfrutaba de la sensación de penetración.
De algún modo todo mejoraba sabiendo que era su verga la que se clavaba en mi culo, así que respiré fuerte e ignoré el dolor.
Cuando sentí sus huevos chocar con mi trasero solté todo el aire de golpe e inspiré nuevamente.
– ¡Eso, campeón! – me felicitó con la voz entrecortada.
Ignoré eso y empecé a moverme lentamente, notando como su respiración cambiaba.
Meneé el culo cuando volvía a clavarme todo su miembro y luego lo sacaba casi por completo.
Él solo suspiraba.
Cuando note que no había más dolor aceleré el ritmo.
Pausadamente.
Felix pareció despertar y tomo mi cintura para intentar marcar un ritmo.
Ambos jadeábamos y sudábamos como locos.
Aumenté la velocidad sacándole maldiciones y mordía su cuello con fuerza hasta que gritaba.
Me eche hacia adelante presa del placer y enterré mi rostro entre el hueco de su hombro.
Jadeaba para que me escuchara y le susurraba lo mucho que me gustaba lo que me hacía a la vez que chupaba y lamia junto con su sudor la piel de su cuello.
Felix apretaba mis glúteos, separándolos, y acelerando el ritmo agarrándose de ahí, suspiraba entrecortadamente a la par que soltaba gemidos y maldiciones.
Lleve mi mano hacia atrás para sentir su verga entrando en mi culo y toque mi dilatado ano, sobe sus huevos y volví la mano a su boca en donde metí dos dedos para que los chupara.
Él respondía gustoso a cada movimiento.
Aceleró el ritmo, llenando la sala del sonido de la piel chocando, mientras yo gimoteaba envuelto en el placer más desenfrenado y loco que había sentido hasta ahora.
– Me voy a correr – soltó con los dientes apretados
– Córrete mientras me follas – le respondí entre jadeos
Sabía que lo haría dentro del condón, obviamente, pero la idea era para mí morbosa y disparó mi excitación aún más si es posible.
Lleve mi mano hasta mi propia verga, que había estado como una piedra todo este tiempo, y empecé a masturbarme.
Le planté un beso húmedo cuando sentí que ambos estabamos cerca.
Felix terminó primero por unos cuantos segundos, pero le seguí pronto, ahogando un grito entres sus labios mientras me venía en el orgasmo más devastador y pleno de mi vida.
Descansamos por unos minutos, así, abrazados y sudados como estábamos, en la misma posición y sin él salir de mí.
Yo repartía besos por todo su cuello y él recorría mi espalda con sus cálidas manos.
Cuando estaba ya lo suficientemente blando para salir de mí, me separe dejándome caer a su lado.
Nos miramos a los ojos fijamente, sin palabras que pudieran expresar algo de eso que sentíamos en ese momento.
Sonreímos al tiempo.
– ¡vaya! – exclamo satisfecho – eso fue realmente…
– Lo sé – concordé – esplendido.
– Debí decidirme a probar estas cosas desde hace rato.
– Si, debiste- llené mis pulmones con una sensación de plenitud – dime ¿hace cuánto que te sentías así? ¿te gustan los hombres también?
– Bueno… – meditó – me gustas tú.
No estoy seguro desde hace cuánto, es decir, siempre he sabido que me atraían los hombres, desde bachillerato, pero nunca le preste atención hasta que te conocí.
– Pues vaya que te demoraste mucho en decidir- le recriminé – pero joder, de lo que nos perdíamos
– ¡Y que lo digas!
Lo miré fijamente, con temor a lo que pasaría ahora, después de todo era casi mi único amigo en la ciudad, no quería perderlo.
Felix pareció leer mi preocupación y pasó su brazo sobre mis hombros.
– ¿Qué tal si por ahora nos duchamos? – propuso – comemos algo y… seguimos.
Ya nos preocuparemos por lo complicado luego.
– Me parece excelente – acordé.
Se levantó, estirando su precioso cuerpo, y se encaminó al baño, contoneando aquel trasero que me enloquecía.
Agradecí mi suerte y lo seguí.
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