El chico hetero universitario
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
ES UN RELATO UN POCO LARGO, PUES ME GUSTA EXPLICAR ANTECEDENTES Y MÁS, ESPERO LES GUSTE Y COMENTEN. XO. Venezuela.
El último día de clases, el chico hetero que me gustaba durante todo el semestre, me hizo suyo.
Él, es el quizás “típico hetero homofóbico” del cual cualquier gay se enamoraría.
Cuando lo conocí, me gustó enseguida. Era inevitable que alguien no se diese cuenta de su presencia,
es muy bello, la verdad. ¡Cuánto amo a los hombres de piel inmaculada! ¡Cuánto me gustan los de 20!
¡Cuánto amo que tengan barba! ¡Y ese cuerpazo! . Él tenía todo eso, era blanco, cabello corto, casi
rapado, como militar, barba finita, mayor que yo, de edad y de tamaño, delgado, además de que tiene el
señor culo, camina como si tuviese la cadera partida, con ese aire de hetero despreocupado que me
encanta, y sonreía de una manera que… asdfghjklñ, su sonrisa, su estúpida y maldita sonrisa.
Yo creo que a mi se me nota lo marico de aquí al cielo, aunque muchos no me creen cuando digo que
me gustan los hombres. Porque, es decir, sé que tengo actitudes amaneradas, sin llegar a las plumas, o
quizás no amanerado sino más bien delicado, así finito, sifri. Quizás porque soy flaco, sin ser un palillo,
blanco, sin ser nieve, cabello negro, tengo que admitir que también soy bonito ( #ego ). Y
me llamo Andrés.
Su nombre es Jean. Él se reía en clases en voz alta, jodía con compañeros, era echador de vaina, por así
decirlo. Yo, en cambio, aunque también me hacía notar en clases, no hablaba con él aunque quería, pero
tenía demasiada vergüenza pues algo me decía que si me le acercaba me iba a ignorar o se reiría de mi
o me diría alguna ofensa porque se daría cuenta de mi gusto por los hombres. Pese a todo ese mar de
pensamientos, nunca nunca nunca me animé a decirle nada, ni el hola, ni el chao, pero sí que lo
observaba, en silencio, cuando reía, cuando estaba serio, cuando pensaba, cuando hablaba por teléfono,
cuando habla con sus amigos, etc. A esto le sumamos que a mi mejor amiga le gustaba él, yo jamás le
dije que a mi me gustaba él, aun cuando ella sabe que soy gay.
Así fueron pasando las semanas y me acostumbré a eso, a simplemente mirarlo. En un instante me
imaginé su reacción al darse cuenta de que yo lo veía mucho, y después me enteré por boca de otra
amiga, que él le comentó una vez que yo lo veía extraño. Me quise morir ese día, desde entonces sólo
lo veía al momento en que entraba al salón y cuando se iba, no más.
Me siguió gustando, se veía un chamo serio, y de sentimientos, porque para completar tenía novia, y
eso no impidió que poco a poco él me gustara más. Muchas de mis pajas eran en su nombre, quería que
me besara, que me tocara, que me penetrara, que me poseyera, por al menos una segundo a su lado
hubiera dado mucho. Quería un novio como él, lo quería a él. 🙁
Sabía que mis posibilidades con él eran al menos un -0% . Igual disfrutaba de verlo, y así el semestre
fue terminando. Descubrí que me estaba enamorando de él, puesto que me sentí muy mal un día que
escuché de su boca un comentario homofóbico acerca de mi. Se sintió horrible que el comentario
viniese de él. Dijo que a los maricos nadie los toma en serio, blah blah y más blah. Dijo que si yo me le
resbalaba me cogía, que ni gafo pierde la oportunidad de “reventarme el culo”. Esto lo oí en los lavabos
del baño, sin que se diera cuenta de mi presencia, claro. Obvio lloré, “qué estúpido soy”, pensé. Supe
que era conmigo lo que decía, pues dijo mi nombre. Al menos sabía que yo existía, pensé.
Él me gustaba, me encantaba, lo quería, aunque resulte estúpido pensarlo. Pero, que yo solo le inspirara
a coger y ya no era como que muy lindo, ni menos lo que yo quería. Sí quería que me cogiera, pero
tendría que haber amorsito en ello. O ese era mi plan para cuando tuviese mi primera vez. Porque era
virgen, para completar el paquete.
Una vez lo vi con la novia en los pasillos de la facultad, estaban sentados en el suelo, besándose. Verlos
fue tan auch, lo que resulta estúpido, porque él ni me hablaba. Era como una pinzita de sorpresa que se
reforzaba en mi estómago, no sé, así lo sentí, ese día, por primera vez me vio al mismo tiempo que yo.
Su mirada hacia mi era fuerte, serio, de superioridad, me sentí chiquitico, sonrió y su novia le pegó en
el hombro, luego de reaccionar me di cuenta que fue porque me dijo: “¿qué ves, mariquito?”. Fue las
primeras palabras que dirigió hacia mi, las primeras palabras que me dijo y fueron de manera
despectiva, qué suerte la mía.
Decidí no observarlo más por las dos semanas que quedaban de clases. Y así lo hice, cada que entraba
al salón ya no volteaba a ver si era él, solo lo reconocía al oírle la voz cuando llegaba tarde y pedía
permiso para entrar. Escuchaba su voz mientras veía mi lápiz, le daba vueltas. Lo ignoraba. Antes era
yo quien esperaba a que él se fuese primero, para verlo de pie, su figura entera, ahora era yo quien se
iba antes que él se levantara.
La profesora estaba dándole notas a todos y cada uno iba yéndose del salón. Yo, por ser el menor, y por
orden de cédula, era el último de la lista. La profesora pidió que a quien ella fuese dando nota saliera
del aula. Así lo hacían. También dijo que los que le debían notas e iban a recuperar se quedaran hasta el
final. ¿y qué creen? Sí, al final, en el salón solo estábamos la profesora, Jean y yo. Me daba nervios el
solo hecho de estar a un pupitre de él. Por un momento la profesora dijo algo y mis pensamientos se
nublaron, a lo que espontáneamente lo vi y pregunté.
—¿Qué dijo la profe? —quise sacarle conversación, pensé que me diría algo pero no me respondió, me
ignoró, sabía que lo haría, no me sorprendió, solo me vio y volvió a ver su teléfono. “Qué idiota soy”
pensé. ¿Cómo iba a querer un hombre como él hablar con un moco como yo? Pff, ni en un millón de
años, por más bello que yo fuese. Y volví yo de preguntón.
—¿Le debes notas? —pregunté casi entre-dientes por si no respondía, y efectivamente, me volvió a ver
y no respondió, lo vi y mi cara fue de disculpa, lo estaba molestando, mi presencia le estorbaba, se
notaba. Intenté con otra pregunta.
—¿Esa era tu novia? Es muy bonita. —solté. Que estúpido, eran obvias mis actitudes de gusto por él.
Simplemente volteó hacia la derecha su cabeza y me vio con ganas de querer darme una cachetada,
asintió y no respondió, quería que la tierra me tragara, quería huir de allí, y no verlo más. Por un
momento pensé que se levantaría y me daría un empujón o algo así. Pero hizo algo peor, se colocó los
audífonos: no quería oírme, estaba claro. Me sentí estorbo. Se encerró en su música y de pronto se
olvidó de dónde estaba porque la profe dijo su nombre y no contestó, le toqué el brazo para avisarle.
—¡¿Qué quieres, coño?!—dijo, viéndome a los ojos. Tuve terror.
—La profesora te está hablando.
—Lo siento, profe, no la oí—dijo Jean, y, obvio, conmigo no se disculpó. Normal.
Me molesté conmigo mismo por ser tan jala bolas aun cuando me trataba así. Comencé a recoger mis
cosas cuando oí mi nombre salir de su boca en un tono normal, como si fuésemos amigos.
— Andre —me dijo como me dicen los más cercanos: “Andre” en vez de Andrés. Respiré.
— Dime—solté
— ¿Tú no tienes las copias del tema 4 de sociología? Olvidé que a esa clase no vine y no hice el
resumen.
— Sí, sí las tengo.
— ¿Me la prestas para copiarla? Es que si no le entrego eso ya se me queda la materia, porfa.
Exhalé. ¡Qué descarado era! Me trataba mal, pero ahora necesitaba de mi. No le iba a prestar nada, lo
juro, pero hizo lo que más me volvía loco: sonrió.
—Porfa —dijo, sonriéndome de oreja a oreja, dejando a relucir sus perfectos dientes.
—Ten—dije, esbozando una sonrisa.
Tomó las copias y se dio la espalda, no dijo gracias, salí del salón mientras él hacía la tarea. Verlo ahí,
así, concentrado. Con ese aspecto de preocupación por estudiar, por pasar, era lo máximo.
De repente salió del salón, yo estaba en el piso del pasillo, me dio las copias.
—Ten—dijo y me dio la espalda y siguió caminando. No dio gracias.
—De nada—le grité, pero ni volteó, había llegado a donde estaba su novia, se besaron y caminaron
tomados de la mano hasta desaparecer al cruzar el pasillo. Me sentí estúpidamente usado.
Aun tenía que esperar a otra profesora así que fui al cafetín. Ahí lo vi, con su novia, compré y salí
rápido de ahí, no lo quería ni ver. Al rato, en el 5to piso de la facultad, lo volví a ver, le huí. Entré al
baño, entré a un cubículo y oriné. Cuando de pronto abren la puerta del cubículo y la cierran rápido,
mi corazón se detuvo enseguida, era él: era Jean el que estaba en el mismo cubículo que yo.
— ¿Qué haces tú aquí? Salte.
— Te vengo a agradecer—dijo, desabotonándose el pantalón. Juro que yo temblaba
— ¿Qué dices? No hay problema, déjalo así.
— ¿Querías que te diera las gracias? Bueno, este es tu agradecimiento. Mámamela.—dijo,
mostrándome su verga semi-erecta, y sacudiendola—. Y dale rápido, que no tengo mucho
tiempo para ti.
— Yo no…
— Ay no me vengas tu, que sabes que me tienes ganas desde el primer día, así que aprovecha que
esto se te volverá a presentar otra vez… Es más, chico, cállate y abre la boca. —dijo,
tomándome por los hombros y llevándome al piso.
Era el último día de clases, el chico hetero y con novia que me gustaba durante todo el semestre, me
haría suyo.
Obedecí, no sabía qué pensar, mi cuerpo actuó por instinto y enseguida olvidé lo mal que anteriormente
me había sentido. Mis deseos se iban a materializar, en el fondo quería que me hiciera suyo, que me
dominara, que me tratara fuerte, como un macho, como exactamente lo estaba haciendo.
Hubo un silencio y miré hacia sus ojos, estaba sediento de sexo, tomé en mis manos su verga, y aun
viéndolo, pasé mi lengua por todo su miembro, eso lo estremeció. Aunque no tanto como luego, poco a
poco —y aun viéndolo— fui introduciendo su verga a mi boca, eso le encantaba, o al menos su cara me
lo decía. Con mi lengua hacía círculos teniendo su miembro dentro y eso o le daba cosquillas o especie
de espasmos.
—uff mariquito, qué rico lo haces.
Saqué su miembro de mi boca y viéndolo le pregunté:
— ¿te gusta? —cuestioné, con cara de perra con ganas de guebo.
— Sí, sí, cállate y sigue.
Yo no tenía tanta experiencia, sólo veía porno, y supongo que eso ayudó. Seguí con mi trabajo, me lo
introduje todo nuevamente, ya estaba más erecto y me llenaba más, sin embargo no dejaba ni bajaba la
intensidad de mi mamada, succionaba, como chupón, toda su verga. Luego le daba lenguetazos, de
arriba a abajo y viceversa, izquierda, derecha, y al revés. Decidí chuparle las bolas (huevos). Primero me
introduje uno, la sensación era algo extraña sin ser mala, me gustaba, era su piel suavesita, como de
elástica, y con vellos, chupaba el izquierdo, mientras que con mi mano derecha lo masturbaba, él, al
parecer, estaba en la gloria, lo pude notar al ver que se arrecostó a la puerta, luego me tomó del cabello,
lo acariciaba, masajeaba mi pelo, disfrutaba de lo que hacía. Cambié a su bola derecha, esta vez, dentro
de mi boca, lo chupé tan fuerte como si quisiera tragármela toda (en parte era lo que quería, pero no se
podía :c ). Lo chupaba, lamía, y le gustaba eso. Dejé de hacerlo cuando me tomó por el pelo y habló:
—Abre la boca—ordenó. Ya sabía lo que haría, estaba apuntando su verga a mi boca, me cogería por la
boca. Y yo quería eso.
Hice caso a sus palabras y viéndolo con cara de ternura abrí lo más que pude, y no supe lo siguiente
porque ya tenía su verga hasta la garganta, incomodo un poco, luego, con su verga dentro, fue dando
un vaivén desenfrenado, muy desenfrenado, me tomaba por el cabello fuertemente, con furia, como si
quisiera partirme la garganta, sus gemidos era como un perro hambriento, su respiración era fuerte y
seguía cogiéndome por la boca, como él quería. De momentos me metía toda la verga, hasta la
garganta, y obviamente yo no aguantaba, entonces me daba una cachetada, luego lo intentaba otra vez,
y esta vez, con la verga hasta la garganta me tapó la nariz, no tenía respiración alguna, eso hizo que casi
escupiera y por ende ensalivé más su verga, la sacó la volvió a meter, y así duramos unos tres o cinco
minutos. De repente me levanta del piso me pone de espalda, me baja los pantalones y el bóxer, y sabía
yo lo que ya vendría.
—Uff—dice abriéndome las nalgas—, ahora sí me voy a comer este culito, que por lo que veo—dijo,
abriendo más y agachándose—, está virguito. Qué rico vale—concluyó, pasando su lengua por mi
orificio, y juro que me tambalearon las piernas. Lo que hizo después fue mejor, poco a poco intenté
acostumbrarme a la deliciosa sensación de sus lenguetazos en mi culo, pero mejor fue cuando intentaba
meterla dentro, me cogía con su lengua, y eso hacía que yo abriendome de piernas le diera un mejor
vistazo de mi culo, lo que le facilitaba una mejor entraba a su lengua.
Juro que esa sensación no la podré olvidar nunca, era simplemente magnifica, me sentía en otro mundo,
y si eso no era el paraíso, pues se aproximaba.
De pronto la sensación se fue y supe que vendría lo mejor o peor, me cogería de verdad. Le pedí que
usara condón y dijo que no tenía que si yo tenía uno que no habría problema, pero a la final fue sin
gorrito, eso no me llamaba mucho la atención, le temo a las ETS, pero mis desenfrenados deseos y mi
excitación pudieron más que la razón y no me importó nada.
Me ordenó que se la mamara de nuevo y eso hice, se la ensalivé lo más que pude, después me daba
cachetadas con el guebo, eso era dominio, y él lo tenía, superioridad.
Me dio un último lenguetazo y apuntó la cabeza de su verga a la entrada de mi culo, sabía que iba a
doler, pero yo quería eso, y respiré.
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¿CONTINÚO?
GRACIAS POR LEER. COMENTEN.
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