El chico malo (parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Mi nombre es Fernando y en ese momento tenía 15 años. Mi vida consistía en el colegio y la casa, nada más pues no tenía amigos y no me gustaba salir. Ese año, por problemas familiares, me fui a vivir a otra ciudad y por ende, me cambiaron de colegio. No fue una decisión fácil y me aterraba la idea de estar con chicos que no conocía. Temía que me molestaran por ser nuevo o algo así.
El primer día, me di cuenta que la estadía ahí no iba a ser muy placentera. Eran 26 chicos y 14 chicas. El grupo estaba dividido en 3 bandos: Uno era el de los chicos malos, el otro era de los chicos “buenos” y el último era de quienes no estaban en ninguno de los anteriormente mencionados. Digo “buenos”, porque no eran precisamente santos o ángeles, solo no eran tan desagradables como los chicos malos. Ese grupo estaba comandado por Matías, el típico niño rico, rubio de ojos azules, con complejos de superioridad, rodeado por amigos superficiales que le seguían la corriente en todo lo que dijera.
El grupo de los chicos malos estaba liderado por Darío, un chico que con solo una mirada te intimidaba. Vestía siempre de negro (al igual que muchos de su grupo), resaltando el blanco vampírico de su piel y el verde brillante de sus ojos. Ese grupo se veía un poco más unido, debido a que se juntaban porque no tenían espacio en el grupo de los “buenos” y no querían quedar en el aire sin grupo. Se notaba a leguas que la mayoría venía de una familia complicada y juntos se apoyaban. De todas formas la palabra del líder era ley y no se atrevían a contradecirle.
Como se imaginarán, ambos grupos eran enemigos a muerte. Siempre se lanzaban pesadeces y no faltaba el día en que alguno de sus integrantes se quisieran enfrentar a golpes. Pero curiosamente yo tenía problemas con los chicos “buenos”. Matías se sintió en competencia cuándo llegué yo, pues tenía mejores calificaciones que él y no dudó en declararme la guerra, a lo que sus amigos se sumaron. Pero si bien yo estaba en minoría, nunca me quedé de brazos cruzados, siempre tenía el dardo listo para lanzar y por suerte caía en el blanco.
-¡Mueve el culo!- dijo Matías, adelantándome en la fila para entrar a la sala.
-Te diría lo mismo, pero creo que tu culo se te quedó en el otro pantalón.- dije entrando sonriendo satisfactoriamente.
Unos verdes ojos me miraron casi orgullosos por lo que había hecho. Darío me miraba desde el fondo de la clase, en la comisura de sus labios rosados se comenzaba a dibujar una sonrisa y pude ver como brillaba el arete que tenía en el labio inferior. Su expresión era como de aprobación y tenía levantada la ceja izquierda, en la cual también tenía un arete de metal. Aun no entendía como lo dejaban entrar así a clases.
Darío no era un símbolo de belleza, pero tenía ese algo que me causaba un morbo impresionante. Poseía ese brillo especial en sus ojos, una mirada provocadora y una presencia ruda que intimidaba. Ese chico tenía el plus que solo poseen los chicos malos con carácter y masculinidad. En clases lo miraba tímidamente pues me daba miedo que me descubriera mirándolo de esa manera tan psicópata. Me encantaba cuando se mordía el arete de su labio, concentrado mientras anotaba en su cuaderno, o cuando hablaba con sus amigos y arqueaba sus cejas.
Cuando era la hora de salida, se despedía de mí amistosamente con solo un movimiento de cabeza y yo me iba feliz a mi casa recordando esos cautivadores ojos verdes. En mi casa me acompañaba mi perro Potter, un chihuahua de color miel, que era casi como mi hijo. Mi abuela me lo regaló cuando cumplí 13 años, su perrita había dado a luz 2 pero uno había muerto y en ese momento solo era un cachorro de 3 meses. Mis dos padres trabajaban en el Hospital y tenían horarios muy extraños, por los que había días en los que prácticamente me quedaba solo, con la única compañía de Potter.
Parecía un perro dócil, pero no lo era. Potter era muy celoso y no toleraba que las personas u otros animales se me acercaran y no dudaba en atacarlos con toda furia. En esa época invernal, usaba un traje de ovejita que lo mantenía muy abrigado y que lo hacía ver sumamente adorable, aunque su favorito era uno de Koala que en ese momento no estaba disponible. Potter me acompañaba mientras yo psicopateaba el Facebook de Darío. Gracias a Dios podía ver todas sus fotos y deleitarme con su ruda mirada.
-Mira que lindos ojos tiene.- le decía a Potter. A lo cual ladró.- Si sé… los tuyos son más lindos. Pero igual… Oh… mira esa, debe ser del verano pasado.
En efecto, era una foto que una señora lo había etiquetado del verano anterior. Estaba tomando sol al lado de una piscina desmontable en el patio de la casa. Usaba un short gris que dejaba ver unas tonificadas piernas y marcaban un apetecible paquete. Estaba sin camiseta y me deleité con su blanco tronco, que sin estar trabajado de todas formas era sexy.
-¿Qué tiene ahí?- habían 3 marcas en su hombro y clavícula.- No son lunares…. Potter deja de morderme los cordones de los zapatos.- volviendo a la foto, utilicé zoom para ver que eran esas marcas.- Deben ser manchas de nacimiento.
Continué viendo fotos en las que salía con su familia. Darío solo tenía una hermana, de unos 19 años pero al parecer no vivía con ellos. Su padre era un señor muy robusto y alto, tenía todas las características de un militar, sobre todo por su corte de pelo y su ruda mirada. La madre era delgada y baja, una mujer muy delicada y que tenía unos preciosos ojos verdes, al igual que Darío. Me quedé muy conforme con lo que había visto y decidí ver una película.
Pasaba el tiempo y no me hacía ningún amigo en el colegio. Matías seguía mintiéndose conmigo y con Darío solo habían cordiales saludos y ocultas miradas de mi parte. Un día, tuvimos deportes y nos fuimos todos a las duchas pero yo me quedé haciendo tiempo para esperar que salieran todos y pudiera bañarme tranquilo. Cuando vi que ya todos se iban, entré, saqué mis cosas del casillero y comencé a desnudarme. De pronto escuché unas risotadas y en silencio me acerqué para ver de quienes provenían. Y me encontré con Matías y su pandilla que estaban fumando algo que no era del todo legal.
-¿Qué haces tú aquí?-preguntó cuando me descubrió mirando.
-Es un baño… adivina.- contesté desafiante y acomodando la toalla alrededor de mi cuerpo.
-¿Te crees muy chistoso?
-Sabes… no estoy de humor para gastar palabras contigo.
-¿Y tú quién rayos te crees?- dijo cabreado.- A mi me respetas.
-El respeto se gana. Además yo a ti no te debo nada, solo eres un estudiante más ¿o te crees superior porque tienes un grupo de babosos que te siguen?- no tuve que haber dicho eso.
-Ohh… Eso te va a costar muy caro.- me puse pálido y salí corriendo pues Matías y sus 5 amigos estaban con fuego en sus ojos, dispuestos a masacrarme.
La toalla me falló y se me desprendió. Como consecuencia pisé mal y volando unos cuantos metros, aterricé dignamente… con la cara. Ellos ya estaban vestidos por lo que no tuvieron problema en correr y alcanzarme. Me quejaba por el dolor y ellos se acercaron burlándose de mí.
-Jajaja.- Matías y su estridente risa.- Ese es el lugar para las personas como tú.
-¡Miren!- señaló uno de sus lacayos.- Si hasta tiene un trasero de mujer. ¿No es verdad, putita?
Intenté cubrirme pero me dolía mucho para moverme, además de que comenzaron a poner sus pies sobre mí, apuntando partes de mi cuerpo.
-Tienes razón.- dijo Matías.- A lo mejor eso es lo que anda buscando… Qué le rompan el culito,
Me moví bruscamente pero una patada aterrizó en mis costillas, haciéndome retorcer en el frio piso. Gemí ahogado, pero no demostraron piedad.
-¿Esto quieres?- preguntó Matías mientras movía su blanco pene entre sus manos, aun en estado de reposo.- Porque si es así, se puede arreglar.
-Me das asco.- dije. Y por mi atrevimiento volví a sentir un golpe, esta vez en mi cadera.
-Agárrenlo. No quiero que se mueva.- Luché, pero ellos eran muchos y más fuertes. Me tomaron y me dejaron de rodillas mientras me sostenían de los brazos justo a la altura de su paquete.- Abre la boquita.- dijo.- Si no la abres te daré una hermosa patada en tus huevos.- Abrí los ojos con pánico y resignado comencé a abrir la boca.- ¿Ven? Si es una putita, solo hay que saber tratarla. De todas formas debes estar agradecido, muchas de las chicas de este colegio matarían por chuparme la verga.
Su pene estaba llegando a los 17 centímetros de erección y yo ya tenía mi boca preparada, con el orgullo completamente destruido mientras que sus amigos se reían de mí. Cuando su glande caliente hizo contacto con mis labios, apareció él.
-¿Qué está pasando aquí?- preguntó Darío apareciendo de la nada y empujando a Matías. Aproveché el golpe para soltarme y cubrirme con la toalla.- Estás demente.
-¿Y a ti que te importa?- respondió Matías.- Tú no te metas.
-Es mejor que te vayas de aquí o iré a buscar al profesor.- Matías lo miró desafiante, luego me miró con repulsión y se fue.- ¿Estás bien, Fernando?
-Creo que no.
-¿Te duele algo?
-Si… el orgullo y las costillas.
-Ven… yo te ayudaré.-
Eso preciosos ojos verdes estaban sumamente tristes, realmente sentía lo que me había pasado. Me ayudó a pararme y me llevó hasta donde tenía mis cosas para vestirme. Me dolía todo el cuerpo, pero la vergüenza de que me viera así era más dolorosa. Me vestí lentamente, mientras él me esperaba en la salida.
-¿Te importa si te acompaño a tu casa?- preguntó caballerosamente.- Quiero asegurarme de que te dejen en paz.
-No es necesario, gracias. No creo que lo hagan.- decía mientras íbamos caminando a la salida.
-Yo creo que sí. Mira.- y señaló a unos cuantos metros y, en efecto, ahí estaban esperándome.
-Bueno. No me haría nada de mal una compañía extra.
Así comenzó nuestra amistad. Después de ese día, me dijo que me sentara junto a él. Obviamente acepté pues no tenía amigos y él cariñosamente me lo estaba ofreciendo. Ahora ya no tenía que afrontar solo las burlas de Matías. Aunque de vez en cuando igual se las arreglaba para tenerme a solas. Darío era de apariencia muy ruda y casi imperturbable. Me sorprendía la frivolidad con que se comportaba con los profesores o con chicos externos a su grupo. Pero yo sabía que había más en él, ese brillo en sus ojos y que al parecer solo yo notaba, me decía que dentro había un buen chico.
-Traje algo muy interesante.- comentó José, uno de los chicos del grupo. Sacó de sus bolsillos una bolsa plástica pequeña, en la cual había una especie de hierba.- Marihuana de exportación.
-Genial.- dijo Darío y todos aplaudieron emocionados.
Nos fuimos todos a la parte trasera del patio del colegio y nos sentamos en círculo detrás de unos arbustos. Los chicos ya se saboreaban la hierba y estaban desesperados por probarla, excepto yo.
-Te toca.- dijo uno de los chicos, mientras me entregaba el porro.
-No… No me gusta.-
El revuelo que causó, fue como si dijera que me gusta beber sangre de animales. Porque todos me miraron sorprendidos.
-¿Por qué no fumas?- preguntó uno.
-No lo sé. No me gusta.
-Anda… pruébalo.- dijo José.- Te va a gustar. Muchos de aquí decían que no antes, pero cuando con Darío comenzamos, después todos quisieron y ahora lo encuentran genial.
-Pues yo no quiero, gracias.
-No seas nena…-comenzó Esteban. Pero se cayó al instante cuando Darío le dirigió una severa mirada. Aunque de todas formas, varios comenzaron a provocarme.
-No lo haré. No me gusta. Y no es obligación que me guste, además es mejor para ustedes, así tienen más.- Darío me miró con aprobación y me sentí más seguro de lo que había dicho.-
-Ya, déjenlo.-dijo Darío.- Si no quieres, pues dámelo.
Después de eso, me levanté y fui al baño. Bebí un poco de agua y cuando me levanté me sorprendí al ver a Darío. Me hizo un gesto y pasó al urinal. Yo también fui y me situé a una distancia prudente.
-¿Por qué te alejas tanto?- preguntó.- Si mi anaconda no te va a comer.
-No crees que el termino anaconda para referirte a tu pene es un poco… Hmm ¿Exagerado?-
-Yo encuentro que le queda perfecto.
-¿Cumple con lo que promete?- pregunté sin pensar.
-Dímelo tú- y se giró mostrándome su lindo pene, como si fuera muy normal.
A decir verdad, no era un pene descomunal pero si más grande que el mío en las mismas condiciones (Estaba en estado de reposo). Así como estaba, mediría unos 12 centímetros, de un color ligeramente moreno, resaltaba su rosado glande que estaba húmedo por la orina y su prepucio estaba contraído.
-Ehh.- dije confundido.- Supongo que sí. No tengo mucha experiencia con penes, a decir verdad.
-Jajaja.- rió mientras lo sacudía un poco para metérselo en el pantalón.- Estoy orgulloso de él. Aunque aun no lo haya usado.
Me dejó un poco confundido con lo que dijo, pero se fue antes de que pudiera preguntarle a que se refería… y el muy cerdo, tampoco se lavó las manos. Después de ver su pene, no pude quitármelo de la mente. Veía su cara y me acordaba de ese apetecible trozo de carne, y me sonrojaba patéticamente. Además, él no me ayudaba en nada, pues comenzó a llevarse mejor conmigo y cuando hablábamos me sonreía de una manera que me dejaba baboso mientras duraba. Me encantaba su actitud protectora hacia mí, era casi como una especie de juguete que él cuidaba de todo. Muchas veces tuve que detenerlo cuando se colocaba en plan boxeador con Matías, pues prefería hacer oídos sordos a dejar que Darío peleara por mí.
-¡Me tienes harto!- le grité a Matías.- ¿Se puede saber que fue lo que te hice?
-Pues llegaste aquí. Sucia perra de culo tamaño familiar.- por suerte no había nadie en la calle en ese momento que escuchara ese comentario.
-¡Cállate imbécil! Si me vuelves a decir algo, mi celular volará a tu cara.-lo decía en serio.-
-¿Me estas amenazando? Eres solo un…- Zas. Mi celular chocó en su frente y voló por el aire, cayendo al pasto. Gracias a Dios.
-Era una advertencia.- tomé mi celular y salí corriendo. Pero en la esquina me topé con Darío.
-¿Qué te ocurre?
-Nada.- respondí. Pero vio como Matías me perseguía molesto.- Vamos, corre.
Lo perdimos unos metros más allá y pude estar tranquilo. Darío solo se reía cuando le conté lo que había hecho.
-Me gusta cuando te pones rudo.- me dijo.
-¿Por qué?
-No sé. Es que normalmente eres todo lo contrario. Pero cuando te enojas… No sé… Te ves distinto.- sonreí, derritiéndome por dentro.
Llegamos a mi casa y lo invité a entrar. Como era de esperar, apareció Potter ladrando como loco y tirándose encima de Darío.
-¡Potter… no!- grité. Darío solo reía, pero comenzó a preocuparse cuando Potter le mordió el pantalón y no lo soltaba.- Ven aquí. Es un amigo.- Lo tomé y le acaricié el cuello hasta que lo soltó.
-Wow. El tamaño engaña. Es muy salvaje.
-Un poco celoso. Disculpa.-
-No te preocupes.
-Adelante. Toma asiento ¿Quieres un jugo?
-Ok. Gracias.
Cuando volví, me encontré con que Potter jugaba muy perrunamente con Darío. Él sonreía y le hablaba de una manera muy graciosa.
-No sabía que te gustaban los perros.
-Pues sí. Es muy adorable el señor Potter. Creo que solo tuvimos un mal inicio, pero ahora estamos bien ¿Verdad?- Dios santo, se veía tan tierno hablando con Potter.
-Es mi único amigo.- dije.
-¿Y yo qué?
-Bueno, tú también. Pero Potter es mi única compañía aquí en la casa, porque mis padres no están en todo el día.
-Qué mal. A lo mejor puedo venir a estar contigo y hacerte compañía.
-Ohh… No gracias, te pueden decir algo en tu casa.
-Mmm no. Al contrario, es mejor estar aquí que allá.
-¿Por qué?
-Por nada.
De pronto su actitud cambió drásticamente. Se volvió un poco más distante pero intenté distraerlo contándole de Potter y mostrándole algunas fotos con su linda ropita.
-Oye… Michelle, se nota a kilómetros que está interesada en ti.
-No me interesa.- dijo levantando los hombros.
-¿Por qué? Es muy guapa.- pregunté.- ¿Tienes novia?
-Nah. Nunca he tenido novia. No soy de tener relaciones.
-No te creo.- dije sorprendido.-
-¿Por qué?
-Porque eres guapo y tienes muchas actitudes que las vuelven locas por ti.
-¿Me encuentras guapo?- ¡Rayos! No me había percatado de lo que dije.
-No… es decir, si. Bueno, para una chica eres guapo.
-¿En qué sentido?
-Ehh… Eres protector… Tienes unos lindos ojos.- dije perdiéndome en su mirada.- Una sonrisa traviesa pero reconfortante…- creo que estaba hablando demás.- Emm y… eso.
-Ya…- dijo sonriendo y arqueando la ceja donde tenía el arete.
-Uff… que hace calor.- dije ventilándome.
-¿Y tú eres virgen?- preguntó descaradamente.
-Si.- contesté mientras mi piel se tornaba camaleónica.
-Nunca has tenido novia.
-No.
-Pero si eres un chico muy adorable y tierno, además de amable.-
-Oh. Gracias.- me estaba poniendo nervioso, pero él hablaba muy en serio.
-Yo soy gay ¿Sabes?- What the fuck? Escupí el jugo a unos cuantos metros y casi me voy de cara contra el suelo.- Pero nadie de mi grupo lo sabe.
-Oh… ¿Y por qué me lo dices a mi? Me conoces menos que a ellos.-
-Porque tú no eres como ellos. Y sé que no me juzgarás y no dirías nada. ¿Verdad?
-Claro. Jamás lo haría.-no me había percatado de lo cerca que estaba.- Yo… ehh, no sé qué decir.
Estaba con una expresión que carecía de alguna emoción. Sus ojos verdes estaban opacos, su sonrisa se había sellado y por alguna razón su chaqueta de cuero negra ya no resaltaba en la luminosidad que él irradiaba. Se veía más sombrío.
-Necesitaba contárselo a alguien. Es muy complicado y…- Oh por Dios… Iba a llorar. Rápidamente me acerqué para abrazarlo.- ¿Me puedo quedar aquí esta noche? Por favor… No quiero llegar a mi casa.
-Claro…. Por supuesto. Avisaré a mis padres.- fui al living y llamé. Por suerte aceptaron sin problemas.
-Mi padre es un asco como tal.- dijo cuando volví.- Mi hermana apenas vio la oportunidad de marcharse la tomó. Como me hubiese gustado que me llevara consigo. Pero yo estoy amarrado a él y de todas formas no podría dejar sola a mi madre. Si no me he ido de la casa es solo por ella.
-Lo siento. No tenía idea.- Darío me estaba mostrando su verdadero yo. Se estaba abriendo a mí. Le tomé el rostro y me miró con las mejillas húmedas. Con mis dedos se las sequé con infinita ternura y le sonreí.
-¿Sabes? Contigo yo me siento muy bien. Estar contigo me hace fuerte, me siento seguro de mi mismo. El saber que te puedo cuidar y defender me llena, me hace sentir que soy importante.
-Pues a mí me gusta que me cuides y me defiendas.
-Aunque sé que tu solo no lo harías nada de mal. Tienes un carácter oculto muy temeroso.-sonrió.
-Intenta que jamás se te borre tu sonrisa. Es hermosa.- dije ya sin tapujos.
-No más linda que la tuya. Cuando sonríes le haces un favor al mundo.- creí que me desmayaría.
De pronto se me acercó muy tentadoramente. Yo me sonrojé y entré en pánico.
-¿Has dado tu primer beso?
-No… ¿Y tú?
-Hmm Si.- dijo casi con decepción.
-¿Tan malo fue?
-Fue… con un amigo de mi padre.- eso no me lo esperaba. Mi cara se cayó al piso y mis ojos salieron de sus orbitas.- Solo tenía 10 años y estaban ebrios. Él le dio a mi padre dinero y mi padre acepto.
-No sigas.- dije derramando una lágrima.- No es necesario.
-Lo quiero hacer. Necesito decírselo a alguien.-tomó aire y continuó.- Él no sabía lo que hacía, solo aceptó porque estaba ebrio y necesitaba el dinero, o por lo menos eso quiero creer. Victor, el amigo de mi padre, apareció en mi habitación y antes de que yo me despertara, me tapó la boca. “Silencio bebé. Tu papi me dio permiso para jugar contigo” Me dijo y el olor a alcohol inundó mis fosas nasales. Luego me besó de esa manera tan asquerosa. Su lengua era muy larga para mi boca y casi me asfixiaba. Después se giró y tapándome la boca intentó penetrarme. Sentí su pene en mi culito pequeño y presionó haciéndome gritar. En ese momento apareció mi hermana y despertó a mi mamá. Gracias a Dios no pasó nada más, de lo contrario me hubiese destruido. Mi padre desde entonces se comportó peor conmigo. Por mi culpa perdió el dinero, me veía con asco después de que él mismo me hizo pasar por eso.- de pronto se sacó la chaqueta y se subió la manga de su camiseta. Me mostró su hombro y las manchas que ahí tenía.- Estas me las hizo cuando tenía 12 y lo amenacé con denunciarlo. Justo estaba fumando y me tomó entre sus brazos y me quemó 3 veces, hasta que ya no me quedaron ganas de hacerlo. Luego llegamos a arrendar aquí y yo ahora solo intento evitarlo y cumplo con no estorbarle.
-…- lo que me había contado había sido demasiado fuerte para mí. Me superaba completamente. Sabía que había más, detrás de esa fachada de niño malo, pero no me imaginé a qué nivel.
-¿Me regalarías un abrazo?- preguntó inocentemente.
-Por supuesto.- dije mientras lo hacía.- Todos los que quieras.
Cuando no estábamos soltando, lo miré a los ojos y supe que de verdad necesitaba besarlo. Sabía que él no tomaría la iniciativa a menos que me viera receptivo. Así que di el primer paso.
-¿Me regalarías un beso?- abrió los ojos con sorpresa y sonrió.
-Por supuesto.- dijo imitándome, mientras se me acercaba.- Todos los que quieras.
Sus carnosos labios chocaron con los míos de una manera suave y cálida. Sentí cuando se derritió en mis brazos. Darío de verdad que necesitaba una muestra de afecto. Me besaba lentamente y casi con miedo, pero lo tomé de la cabeza y acaricié su suave cabello para tranquilizarlo. Por fin pude probar su lengua y beber de su saliva, también pude disfrutar de sus caricias en mi cuerpo y del el delicioso tacto de su cabello en mis manos. Lo miré a los ojos y le transmití la fortaleza que necesitaba, le dije que no estaba solo y que lo apoyaría en todo lo que pudiera. De pronto sentimos el auto que avisaba que mis padres habían llegado.
Les presenté a Darío y pude ver en sus expresiones que no era precisamente el amigo que se imaginaban que yo tendría. Pero él rápidamente los conquistó con su dulce mirada y la deslumbrante sonrisa. Era la cara de un ángel con el cuerpo de un demonio. Durante el resto de tarde estuvimos viendo TV y charlando de cosas con mis padres y entre nosotros nos lanzábamos miradas cómplices que me hacían sonrojar. Cuando llegó la noche, después de una rica ducha nos fuimos a acostar. Me sentía muy emocionado y excitado, porque sabía lo que haríamos o por lo menos lo que yo deseaba hacer. No tenía una cama extra por lo que teníamos que compartir la mía. Darío no decía nada, pero su expresión comunicaba todo. Sus ojos brillaban de manera intensa y su boca dibujaba una sonrisa traviesa.
-¿Por qué sonríes así?- pregunté cohibido.
-Estoy feliz.- respondió intensificando la sonrisa, de manera casi burlesca.
-Yaaa. Pero…-
No alcancé a terminar porque Darío se lanzó sobre mí a comerme los labios. Esta vez la ternura no estaba. Solo había fuego y pasión adolescente, mezclada con su rudeza y una violencia controlada que me hacía sentir totalmente a la merced de él. Mi respiración se fue durante los primeros segundos y me excitación se elevó hasta el infinito. De pronto dejó de besarme y se levantó, quedando de pie justo en frente de mí.
-Omg… No… no me esperaba eso.- dije confundido.
-La pregunta es la siguiente.- comenzó con ese aire tan rebelde y rompecorazones que tiene. Pero con una luz especial en la pupila.- ¿Me concedes el honor de ser mí… mí primer chico?
-…- por supuesto que quería serlo. Llevaba mucho queriendo serlo. Pero no me imagine que sería así. Fue….Fue mucho mejor. Con esa propuesta me hizo sentir especial y único, pues llegaría donde nunca nadie ha llegado.- Sí…-
-¡Genial!- dijo alegre.- Te prometo que será especial… Gracias.
Wow. No pensé que además de todo, me diera las gracias. Me subió el ego muchísimo esas palabras. Volvió a mi boca y mirándome a los ojos comenzó a besarme. Nos quedamos mirando unos segundos hasta que él cerró los ojos y luego lo hice yo. El metal de su arete acariciaba mis labios, su lengua bailaba con la mía y paulatinamente la velocidad fue aumentando pasando al segundo nivel de intensidad. Momentos después ya estábamos con el fuego ideal para comenzar a la siguiente etapa. Mientras me besaba me fue desvistiendo, y aunque costó un poco, me dejó completamente desnudo frente a él. Yo sentía mucho pudor por mi cuerpo, no era muy trabajado ni sexy pero por alguna razón con él me sentía bien, me sentía seguro de mi mismo.
Luego se despegó de mí y morbosamente se desvistió para mí. Tenía un abdomen blanco y lampiño, no muy trabajado pero si muy fuerte y rudo. Luego sacó sus pantalones y bóxer y pude volver a ver ese lindo trozo de carne. Tenía una recortada mata de pelos negros y rizados que contrastaban con su claro tono de piel. Su pene, ligeramente más moreno, estaba comenzando a erectarse, tomando un tamaño considerable. Sus testículos lampiños empezaron a contraerse a medida que su verga palpitaba. Su rosado glande apuntaba a mi cara peligrosamente y Darío me miraba mordiéndose el arete de su labio de manera provocativa. Iba a hacer un movimiento pero Darío me ganó y se inclino entre mis piernas.
-Te advierto que es la primera vez que hago esto.- dijo mientras abrazaba con su mano a mi pene.- No me juzgues.
-Tranquilo. Yo tampoco he hecho esto an… Ohh.- gemí agudamente. Sus labios aprisionaron mi glande y lo envolvieron en su húmedo calor. Succionó un par de veces y se lo sacó.
-Hmm Tiene un ligero sabor salado.- dijo degustando mientras se saboreaba la boca y los labios.- Me gusta.
Su mano se posó en mi pecho y me empujó suevamente para que me acostara. Pronto sentí como Darío intentaba introducirse mis 17 centímetros en su boca. Tenía tomada fuertemente la base de mi pene, apuntando a su boca y lentamente bajó hasta que mi glande chocó en su paladar. Succionó de una manera deliciosa, haciéndome gemir de gusto. Con su mano me masturbaba y con su boca recogía el líquido pre-seminal que salía de mi verga. Con la otra mano comenzó a acariciar mi abdomen y fue bajando hasta que llegó a mis testículos. Allí los acarició, jugó con la piel que los sostenía y también los lamió.
Su lengua jugaba entre el espacio de mi pene y mis testículos, luego bajó para quedar en el valle que está entre mi ano y mi escroto y, adivinando el siguiente movimiento, su lengua se posó en mi agujero. Solté aire sorprendido y apreté mi culo.
-¿No te gustó?- preguntó con miedo.
-No… Es decir si… si me gustó… Sigue.- demandé.- Es solo que me sorprendí.
-Está bien. Tienes un culo maravilloso y tanto tú rico pene como tu hoyito, tienen un delicioso sabor.- sus palabras solo me excitaban y me obligaban a entregarme a él.
Separé mis piernas y le dejé el camino libre. Me sonrió complaciente y se hundió entre mis nalgas. Gemí en silencio y noté como se retorcía. Al parecer le gustaba oírme gemir. Su lengua en mi ano y su mano masturbándome, me hacían sentir en el paraíso y me provocaban numerosos jadeos y gemidos.
-Quiero…. Quiero que me la metas…- dije.
-¿Qué?- preguntó sorprendido.
-Ya oíste. ¿O no quieres?
-Por supuesto que quiero.- dijo sonriente.- Solo que no pensé que me lo pidieras así. Cada día me sorprendes más.
Se levantó y comenzó a comerme la boca de esa manera tan ruda y posesiva. Con cada beso me reclamaba y me hacía sentir seguro.
-Si vamos a hacer esto, primero te tengo que dilatar.- dijo.
-Bueno.-
-Ponte sobre mí, pero de lado contrario.-me indicó.- Así tú me chuparas la verga mientras te abro el culito.
No sabía por qué sus palabras resultaban tan excitantes para mí. El morbo con el que las decía me calentaba. Le hice caso y quedé frente a ese mástil. Ahora que la volvía a ver, me di cuenta que estaba mucho más gruesa y grande. La cabeza de su verga estaba de un color rosado intenso y con un brillo de humedad.
-¿Cuánto te mide la verga?- pregunté.
-19 centímetros de largo y 5 de ancho.- contestó orgullosamente.- Te dije que era grande mi anaconda. Sé que no es un monstruo como otras vergas, pero es más que la mayoría.
-La mía no es muy grande.-
-Quizás no como la mía, pero aun así es grande.- dijo.- Además es linda y proporcionada. Me provoca muchas ganas de mamarla.
-Me vas a destrozar el culo.-
-No.- dijo riendo.- Por eso voy a dilatarte. Y de todas formas el ano puede abrirse mucho, y como ya te dije, hay penes mucho más grande, así que es biológicamente posible.
-Sabes mucho de esto.- dije.
-Bueno, es que… Ya sabes. Yo no podía hacer esto libremente, por lo que solo me desahogaba por internet y así averigüé estas cosas… Solo confía.
-Lo hago. Solo que me da un poco de susto.
-Claro… te entiendo. Pero si te duele me avisas y yo me detendré.
-Está bien.
Comencé a chupar su enorme pene y a probar el delicioso líquido salado que de ahí brotaba. Un dedo comenzó a entrar y me tensé un momento. Pero pronto me di cuenta que esa sensación era muy placentera. Quizás sentí un poco de molestias, pero las cosquillas ricas valían la pena. Cuando tocó ese punto especial, temblé en sus manos. Él sonrió y me explico que era ese lugar. Comenzó a frotarlo allí y me hizo retorcer de placer. Aprovechando esa descarga de sensaciones, me lancé a su verga y empecé a mamarla como si la vida se me fuera en ello. Esta vez él fue quién gimió. En ese instante nos declaramos la guerra… Una deliciosa guerra. Succionaba y acariciaba sus huevos con gula, arrancándole todo tipo de gemidos y jadeos. Él por su parte masajeaba mis testículos y pene, mientras comenzaba a introducir un segundo dedo.
La habitación se llenó de ruidos ahogados y empezó a envolver una atmosfera de lujuria y hormonas. Cuando él iba por el tercer dedo, yo ya estaba llegando al final de su pene. Solo me faltaban algunos centímetros, pero era suficiente para hacerlo patalear de gusto. Abrió mi culo e introdujo su lengua para lubricarme con ella mi interior. Sentí cuando escupió dentro y me encantó la sensación de humedad allí.
-Estás listo, bebé.- dijo y me derretí por el “bebé”.
-Entonces dame verga, papito.- vi cuando sus ojos flamearon en el momento que me escuchó decirle “papito”.
La lluvia de sensaciones me había transformado. Se me había olvidado la timidez y las inseguridades. Me puso en cuatro y comenzó a azotarme las nalgas. Jadeaba como una perra mientras él me miraba extasiado. Abrí mi culo con mis manos y le dejé mi ano expuesto, para que hiciera lo que quisiera. Sentí su glande caliente y cabezón punzando en mi entrada. Aprovechó la viscosidad de su saliva y de su líquido pre-seminal, para jugar con su glande en el surco entre mis nalgas. Sus manos apretaron mi hombro y empezó a hacer presión. Con un poco de esfuerzo su glande entró en mi culo, causándome un agudo dolor. Apreté con fuerza y estrangulé su verga.
-¿Te hice daño?- preguntó preocupado.
-No… Tranquilo.- dije respirando lentamente.- Debe ser normal la primera vez.
-Sí. Iré más despacio ahora que ya entró lo más grande.-
Sentí como su glande iba agrandado mi canal trasero. Notaba perfectamente cómo se hundía en mi culo llenándome placenteramente. El dolor aun estaba, pero me agradaba las demás sensaciones. El mete y saca no se hizo esperar una vez que me acostumbré a su grosor.
-Que estrecho estás, bebé.- decía Darío.- Me aprietas la verga deliciosamente.
-Ayy papito. Me tienes lleno de polla.
Pronto el aplauso de su pubis con mis nalgas se hizo presente. Me enderecé y apoyé mi espalda contra su abdomen. Sus dientes se clavaron en mi cuello haciéndome gemir. Suavemente comenzó a besarme el cuello, podía sentir como el metal frio de su arete acariciaba mi piel causándome escalofríos. Dejé caer mi cabeza en su hombro, él me abrazó cálidamente a la vez que descendía sus manos hasta mi pene. Primero tocó mis testículos y luego subió a mi verga, la apretó con fuerza haciéndome gemir. Me penetraba duro y profundo lo que hacía que mi pene escupiera gotas de líquido pre-seminal. Llevó su mano a su boca y escupió en su palma, luego tomó mi pene y comenzó a masturbarme. Hacía una especial fricción en mi glande que me provocaba un inusual temblor en las piernas.
Tuve que tapar mi propia boca, cuando Darío retiraba completamente su pene y lo volvía a hundir con fuerza. Se sentía delicioso, pero de todas formas había un dolor inicial en el momento que su glande abría con violencia mi ano. En un momento, me lo sacó y me giró como si fuera un muñeco. Abrió mis piernas y las colocó en sus hombros. Su cara estaba frente a la mía, y empezó a besarme a medida que su pene entraba en la calidez de mi cuerpo. Su mano rodeó mi pene con salvajismo, y rápidamente se empapó de los jugos que liberaba. Solo ver su cara me causaba una excitación tremenda, y ver cómo su verga entraba con fuerza en mi agujero, me trastornaba hasta la locura.
Pronto comenzaron esas deliciosas cosquillas en mi cuerpo. Las pulsaciones de su pene dentro de mí acentuaron las estimulaciones que Darío realizaba en mi pene y rápidamente me llevaron a las puertas del orgasmo. En el momento que Darío sintió que comencé a estrangular su pene ferozmente, supo que me correría, por lo que mordió el lóbulo de mi oreja y apresuró sus embestidas y el movimiento de la paja que me realizaba.
Ya no pude soportar más tanto estímulo y comencé a disparar chorros de semen que cayeron entre nosotros. Darío gimió conmigo porque mi culo se apretó y la fricción de su pene se aumentó, llevándolo también al orgasmo. En unos segundos me encontraba repleto de su semen y su mano repleta del mío. Caímos de espalda sin más energía. Lo que habíamos hecho, había sido asombroso pero quedamos agotadísimos. Su pene lentamente se fue saliendo de mi cuerpo, dejándome el ano abierto y viscoso.
Darío seguía mordiendo mi oreja y eso me provocaba estar derretido sobre él. Llevé su mano hasta mi boca y limpié mi semen de ella, para luego compartirlo entre besos. Luego nos terminamos de limpiar y nos acostamos. Me abrazó y me quedé dormido en posición cucharita, con su cálido pecho dándome seguridad en mi espalda, y sus dedos jugando con la viscosidad de mi ano.
-¿Y si nos vamos a otro lugar mejor?- dijo Darío cuando estábamos llegando al colegio.-
-Naah. Tenemos que ir a clases.
-Nuuh. Vamos al mall a dar un paseo. Quiero estar contigo y besarte y tocarte y… bueno… cosas que aquí no podremos hacer.
-No quiero.- dije firmemente, sorprendiéndolo.- Es decir, si quiero estar contigo, pero no de esta manera, yo no soy así. Es estúpido levantarse tan temprano para ir al colegio y que cuando ya estemos aquí te quieras ir de parranda. Para eso mejor me hubiese hecho el enfermo y simplemente no hubiese venido tan temprano.
-Tienes razón.- me dijo.- Me calienta cuando te pones así de rudo, bebé.
Ese día tuvimos clases normales. Matías me miraba con odio, pero no se atrevía a decirme nada mientras estuviese con Darío. Cuando me iba para mi casa me despedí de Darío pues tenía que volver a la suya, por lo que el resto de camino me fui solo. Estaba a solo unas cuadras para llegar, cuando vi que atrás de mí venía Matías y uno de sus amigos en bicicleta. Corrí hasta mi casa y entré sintiéndome a salvo. Desde afuera me gritaban cosas y yo solo intentaba ignorarlos. De pronto escuché la voz de Darío que llegaba a defenderme.
-¡¿Qué hace aquí?!-pregunté, saliendo.
-Vi que venían y me apresuré en llegar.- dijo jadeando por el cansancio.
Matías se bajó de la bicicleta y comenzó a pelear con Darío, mientras que el otro chico le ayudaba. Salí corriendo y me tiré encima de ellos, logrando zafar a Darío. Lo tomé de la mano y lo arrastré hasta mi casa. Cuando abrí la puerta, Potter salió hecho una furia hasta donde Matías, logrando morderle una pierna.
-Me encanta tu perro.- dijo Darío.
-¡Potter, éntrate ahora!-grité.
Pero Matías, subiéndose a la bicicleta lo tomó bruscamente de su pata y se lo llevó.
-¡Potter!- grité envuelto en llanto.- No…- solo pude decir mientras lo veía alejarse.
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