El chico malo (parte 3)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
“Su cara se enterró en mi cuello a la vez que su dedo recorría los pliegues de mi ano.”
Estábamos aun recuperándonos del orgasmo cuando escuchamos a Matías acercarse hasta donde nosotros estábamos. Compartimos miradas llenas de pánico y sin pensar, me arrastré por el piso hasta quedar detrás de los casilleros justo cuando apareció Matías. Apreté mi culo para no derramar ahí el semen que tenía en mi interior y guardé silencio.
-… está bien, hablamos luego.-decía Matías. Luego llegó hasta donde estaba Darío y se le quedó mirando.- ¿Qué haces ahí?
-Viendo una película.- contestó con sarcasmo.- ¿Qué crees tú? Es una ducha por si no te habías dado cuenta.
-La clase terminó hace rato.- resopló Matías.- ¿Te la estabas cascando? –preguntó con una burlona sonrisa.
-No.- contestó Darío.- Y deja de vérmela ¿O acaso te gusta?
-Qué asco por Dios.- de pronto se fijó en las toallas que estaban en la banca.- ¿Con quién estabas?
-Con nadie.- contestó fingiendo extrañeza.-
-¿Entonces de quién es ésta toalla?- preguntó señalando las dos toallas que estaban ahí estiradas.
-Eh… Es de Francisco.- improvisó.- Me la dejó encargada.
-Ya.
-¿Vas a seguir aquí? Tendré que cobrarte por verme desnudo, los shows son caros.- Y se agarró la entrepierna, haciéndole una invitación poco caballerosa.
Matías colocó sus ojos en blanco y caminó alejándose de Darío. Me arrastré por el frío piso y me oculté entre los otros casilleros para que Matías no me viera. Sin decir más palabras, escuché que sacó eso que buscaba de su casillero y se fue. Aliviado, esperé unos segundos y salí de mi escondite. Darío estaba pálido y cuando me vio sonrió.
-Estuvo cerca.-dijo.
-Mi corazón palpita muy rápido.- confesé.
-Ven.- dijo tomándome de la mano.- Límpiate bien que estuviste en el piso.
Después de ese susto, nunca más volvimos a intentar follar en las duchas del colegio. Al día siguiente, mi padre comenzó a sentirse mal, por lo que decidió quedarse en casa. Resulta que había cogido una gripe muy fuerte y le dieron cerca de dos semanas de licencia médica. Tenerlo en casa me resultó muy bueno, jugábamos con los naipes, ajedrez, juegos de mesa. Pero con Darío no podíamos tener ni un poco de intimidad. En clases nos comíamos con la mirada y siempre teníamos erecciones, pues nos tocábamos por debajo de la mesa descaradamente.
-Mis testículos están a punto de reventar.-me dijo en susurro un día cuándo estábamos en plena clase de historia.- Mi polla te necesita.
-Que morboso eres.- dije sonriendo.- Más respeto por la profesora.
-Que me chupe la verga esa vieja.
-Sobre mi cadáver.- contrapuse con dramatismo.- Esa verga solo la chupo yo.
Darío se colocó de pie y se dirigió donde la profesora. Le murmuró algo al oído y se encaminó a la puerta. Desde ahí me hizo una señal para que lo acompañara y luego desapareció. Esperé unos minutos y lo imité. Cuando salí, me lo encontré un poco más allá en el pasillo y me pidió que lo siguiera. En su cara se notaba que haríamos alguna travesura, y yo le obedecía en todo, por lo que fui detrás de él. En el momento que llegamos al baño intuí lo que se venía.
Primero entró él y verificó que todo estuviese vacío, luego salió sonriendo maliciosamente y tomándome del brazo me hizo entrar. Me arrinconó contra la puerta y comenzó a comerse mi cuello. Mis piernas casi se doblan de gusto, pues ese era mi punto débil, por lo que Darío me tomó fuertemente de la cintura y me mantuvo en pie. Me tenía completamente excitado el salvajismo y el hambre que demostraba Darío con cada beso y caricia. Cuando la calentura estaba llegando a niveles superiores, me tomó y nos dirigió hasta un cubículo, luego se sentó y…
-Es hora de que te hagas cargo de tus palabras.- dijo poniéndose la mano en el paquete.
Sin decir nada me coloqué entre sus piernas y lo miré esperando que liberara su verga.
-No me mires así…- dijo mordiéndose el labio con la cara llena de lujuria.
-¿Así, cómo?
-Así… Con esa mirada tan inocente.- dijo con voz grave.- Me dan ganas de hacerte un centenar de cosas perturbadoras.
-Oh… Eres tan tierno.- entorné los ojos. Aunque no niego que cuando hablaba así, me calentaba demasiado.
Sin palabrear más, sacó su mástil grueso y rebosante de pre-semen. Se me hizo agua la boca cuando lo vi nuevamente, pues hace varios días que no lo tenía entre mis manos. Noté en su cara las ansias que tenía de entrar en mi boca y correrse en ella. Si no estuviéramos contra el reloj, lo hubiese torturado un poco más. Abrí mis fauces y envolví ese gordo glande que me necesitaba con desesperación. El sabor salado de sus jugos me invadió de inmediato y me felicité internamente por haberlo seguido. Con la experiencia que había ganado, podía enterrarme su verga casi completamente. Sus vellos púbicos rozaban mi nariz pero aun no lograba hacer contacto completo. De todas formas era un gran avance que a Darío le fascinaba.
Dispuesto a darle el mejor trabajo oral, tomé sus manos y las llevé a mi cabeza, en señal de que quería que él marcara el ritmo. Lentamente me guió y pronto comenzó a follarme la boca en toda regla. Sus testículos golpeaban rítmicamente mi mentón y su glande entraba hasta mis amígdalas. Su cadera se levantaba intentado hacerme tragar más y más verga, hasta que en un momento lo logré. Mi nariz chocó con su pubis y al fin toda su polla estuvo dentro de mí. Comencé a acariciarle sus huevos y lentamente, como tanteando terreno, empecé a trazar círculos en su cerrado ano. Noté que dio un respingo, pero continuó como si nada. Por ratos me costaba respirar, pero Darío me daba unos descansos y, entre esos lapsos, aproveché para ensalivarme el dedo medio.
Dibujando círculos en su ano, desparramé un poco de saliva y vi la oportunidad para intentar penetrarlo. Cuándo hice presión, Darío se detuvo. Levanté la vista y me percaté de que tenía los ojos cerrados, por lo que entendí que no le disgustaba. Con más confianza, comencé a hundir mi dedo en ese prieto canal jamás explorado. Suaves espasmos apretaban mi dedo mientras iba entrando en él, y cuándo enterré todo mi dedo volví a jugar con su pene. Cada succión iba acompañada de una contracción anal de su parte: le gustaba.
Hice vibrar mi dedo en su punto G y comí de su verga con pasión. Con sus manos en mi cabeza marcaba el ritmo y la profundidad de las embestidas. Jugué con sus testículos y pronto se avecinó lo que ansiaba. Su ano apretaba ferozmente mi dedo y su pene comenzó a palpitar en mi paladar. Sus dedos tomaron mi cabello, a la vez que yo chupaba su glande arrancándole sonoros gemidos de placer. Uno tras otro, fueron chocando los chorros de semen en mi garganta, los cuales tragué sin desperdiciar ninguna gota. Su mano acarició mi nuca en forma de agradecimiento, luego me tomó de la mandíbula y me levantó hasta quedar a la misma altura para regalarme un tierno beso.
-Eres genial…-
-Lo sé.- contesté mientras me ponía de pie.- Ahora vamos o nos castigarán.
-¿Pero, y tú?-
-En otro momento, no te preocupes.- y le sonreí.
-No me gusta tener que dejarte así.- dijo mientras me arrinconaba y me masajeaba el paquete.
-Pues tendrá que ser otro día.- me zafé de sus manos y me dirigí a los lavamanos.- Todavía tengo el dedo caliente.
-Es la primera vez que algo entra por ahí.- dijo sonrojándose.-
-¿Te gustó?
-Tenía dudas… pero sí.- se me acercó y miró mis ojos.- Ahora quiero probar más.
-La próxima vez que estemos solos, haremos todo lo que tú quieras.- dije emocionado.- Solo hay que esperar.
Salimos del baño y nos dirigimos a nuestra sala de clases. Entró él primero, y para despistar, entré yo luego de unos minutos. Su sonrisa traviesa me tentó todo el resto del día, y cada vez que estábamos solos, me decía algo morboso en susurro. Íbamos juntos para todos lados y me asombraba el respeto o temor, que todos le tenían a Darío. Su sola mirada intimidaba a cualquiera, su sola presencia era suficiente para que le dejaran el camino libre. Ese poderío, esa seguridad era lo que me excitaba de él. La ternura y la fragilidad (que solo yo conocía de él) era lo que me enamoraba. Cada vez que pasábamos cerca del baño, me decía que entráramos para devolverme el favor, pero yo le insistía que fuera en otro momento para que hiciéramos todo lo demás que teníamos planeado. En la tarde cada quién se fue a su casa y en la noche comenzamos a mensajearnos:
-¿Qué haces?- preguntó.
-Acostado comiendo cereal.- respondí.
-Ah… ¿Y qué harías si yo estuviera ahí contigo?-
-Seguiría comiendo cereal.
-Pero… ¿Qué pasaría si estamos los dos solos y acostados, sin cereal?
-Pues me levantaría e iría a buscar mi cereal.
-Ok ok… me rindo. Amas tu cereal.
-Es mío y solo mío.
-¿Y yo?
-También… todo mío.
-Que posesivo. Me encanta cuando te pones así. Eres como un gatito.
-Y tú como una serpiente.
-Serpiente es lo que tengo entre mis piernas.- escribió y comencé a sentir calor entre las mías.
-Con razón…. Yo hablo parsel, el idioma de las serpientes. ¿Es por eso que se alegra tanto cuando me ve?
-Sí…y porque tienes un culo precioso, además de unos carnosos labios que la hacen reventar de gusto.
-Que romántico. Tú sí que sabes ser tierno.- sonreí.- Pero debo aceptar que me gusta. Soy fan de tu serpiente tuerta y feliz la introduzco por cualquier agujero de mi cuerpo.
-Pues ya que lo dices… tienes unas orejas muy lindas.
-Wow… no se te va ninguna. Pero me temo que no entra por ahí, es muy gruesa.
-¿Dónde la quieres, entonces?
-No lo sé… en mi boquita…. O en mi culito.
-Hmm que delicia. Yo igual quiero sentirte en mi culito. ¡Ay! No aguanto más, tenemos que follar.
-¿Estás seguro que quieres que te lo meta por primera vez?
-Claro. Lo dices como si fueras indigno. Tú eres lo mejor que me ha pasado y estaré encantado de que lo hicieras.
-Te amo.- respondí y lo envié antes de que me percatara de la magnitud de las palabras.
Pasaron unos minutos y no llegó ninguna respuesta. “La he cagado” pensé. Fui muy rápido, Darío es más complicado y necesita más tiempo. Un miedo irracional comenzó a devorarme, temí que me rechazara y no me volviera a dirigir la palabra. Una lágrima comenzó a bajar por mi mejilla cuando de pronto llegó un mensaje cobro revertido:
“Disculpa, no me di cuenta que se me había ido el saldo hablando contigo.
Pd: Te amo, y mucho”.
Automáticamente dejé de llorar y me sequé la lágrima. Como pude ser tan idiota, Darío jamás me dejaría… jamás. Me hundí entre las capas de mi cama y me refugié entre los brazos de Morfeo. Soñé con un chico de piel blanca y ojos verdes, al que le salía una enorme boa desde el cierre del pantalón. Desperté un poco confundido, pero alegre por las palabras de Darío. Curiosamente el sabor de las tostadas era más delicioso que antes, el sol brillaba más intenso que nunca, las nubes parecían malvaviscos y el aire olía a felicidad. Me despedí de mi padre y salí de casa para irme al colegio. En la esquina, un chico vestido de negro, con piercing en el labio y en la ceja, y con unos llamativos ojos verdes, me esperaba.
Me sonrió de esa manera tan coqueta, misteriosa, pervertida y tierna que solo él tiene. Yo obviamente me derretí como siempre. Jamás podría igualar su belleza o su forma de ser tan sexy. Caminé al lado de él en silencio, hasta que en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba empotrado en un árbol. Me besó apasionadamente y luego se despegó lentamente mientras se llevaba mi labio entre sus dientes. Me vi reflejado en sus ojos y me di cuenta que estaba con mis mejillas sonrojadas y muy sorprendido.
-Me encanta cuando te pones así.- dijo acariciando mi rostro.
Sin nada más que agregar, pasó su brazo por mis hombros y retomamos el camino. Me sentía en mi ecosistema. Sus brazos eran tan fuertes y cálidos, era como si estuviera detrás de un escudo impenetrable, pues me hacía sentir seguro. Una vez en clases, nos pusimos a conversar y le dije que mi padre estaría unos días más en la casa. Me confesó que tenía muchas ganas de estar a solas conmigo y el fuego de la lujuria se reflejó en sus pupilas.
-Pues tendremos que aguantarnos unos días más.- dije no muy entusiasmado.
-A la mierda… Mañana mis padres estarán fuera de casa durante la tarde. ¿Quieres ir?
-¿A tu casa?- no estaba muy convencido. Por lo que había escuchado, su padre me aterraba.
-Sí, pero tranquilo. Dijeron que irían a arreglar algo y que se tardarían varias horas.- contestó.- ¿Está bien?
-Está bien.-
-¡Eso es!- gritó con júbilo.
Ese día se me pasó volando, estaba demasiado ansioso para que llegara el momento en que podríamos estar a solas y soltar todas nuestras hormonas. Pero ahora que sé lo que sucedió… En fin. Al otro día, estuvimos todas las asignaturas hablando sobre lo que haríamos en la tarde. Tenía que esperar unos segundos antes de ponerme de pie porque llevaba una erección de caballo. Durante el descanso nos fuimos a sentar al lugar de siempre, con todos los chicos del grupo. Darío me tenía siempre apegado a su lado, casi con miedo a dejarme solo con sus amigos. Hubiese sido todo perfecto si no hubiese llegado Matías.
-Aquí se oculta la parejita.- dijo con veneno.- ¿Les gusta hacerlo con público?
-¿Por qué no te vas un rato a la mierda?- soltó Darío. Le tomé la mano intentando calmarlo.
-Por favor… si se les nota, andan todo el día juntos.-
-Que tú no tengas amigos no significa que los demás tampoco tengan.- contesté. Matías miró a sus costados donde estaban sus lacayos.- Esos no son nada más que lambiscones.
-Chúpame la polla sucio marica.- sentí como la mano de Darío se contraía y como su cara se transformaba por la furia.
-Súper hetero de tu parte decirle a un “marica” que te chupe la polla.- contesté sonriendo. No esperaba esa respuesta y se colocó rojo de cólera. El grupo de Darío sonrió ante mi ataque.- Deja de humillarte y bórrate.
-¿Es que necesitas que tú amiguito te defienda, Darío?-preguntó burlón.- O mejor dicho… tu noviecito.
Darío se levantó con rabia y apretó los puños. Me paré y le coloqué una mano en su hombro.
-Matías, en serio.- comencé.- No sé cual es tú problema, pero comprende que aquí nadie requiere de tu presencia y…
Un escupo en mi mejilla interrumpió lo que estaba diciendo. Sujeté con fuerzas a Darío y me sequé la cara.
-Que bajo…- dije.- ¿Te sientes orgulloso? ¿A eso le llamas ser un hombre? Solo vienes a provocar porque sabes que Darío está condicional. Por favor vete o comenzaré a pensar que tienes celos y que estas enamorado de Darío por tanto que lo sigues.
-Ahora eres valiente porque estás escondido detrás de Darío y su grupito.
-No necesito de guardaespaldas.- dije mientras me colocaba en frente de él.- No te tengo miedo, nada de lo que tú hagas me interesa. Además los golpes solo confirmarían que tengo razón y que no encontraste ningún argumento para que te defendieras. ¿Y no quieres eso, verdad?
-No te reflejes en mí… tu eres quién anda de putita con Darío, se te nota en la cara y…- se interrumpió cuando notó que le hacía burla. Sin aguantar más la rabia, lanzó un golpe y me dio en el pómulo.
Escuché un grito de ira y Darío comenzó a golpear a Matías a una velocidad impresionante. Me levanté sobándome el pómulo e intenté separarlos. Matías de vez en cuando acertaba unos golpes, pero Darío era mucho más rudo y fuerte. Tenía que separarlos antes que llegara el inspector, no quería que Darío tuviera problemas por mi culpa otra vez. Pero para mi mala suerte, apareció. Con un grito autoritario los separó y se los llevó. Intenté explicarle lo sucedido pero los gritos e insultos que se propinaban, me hizo imposible hacerlo. Temí que lo expulsara y que su padre le volviera a golpear, como pasó la última vez.
-Tienes tu mejilla muy roja.- dijo uno de los chicos del grupo. Se me apareció una idea y me fui corriendo hasta donde el director.
Llegue cuando le estaban dando un castigo a Matías y antes de que le dijeran algo a Darío, entré sin avisar. El director me miró furioso y antes de que me regañara, comencé a hablar.
-Director, no expulse a Darío, no fue su culpa. Él solo me defendió, mire.- y le enseñé la marca que me había dejado el golpe de Matías.- Matías hace tiempo que me lleva acosando y ahora me golpeó, si no fuera por Darío que lo detuvo…
-¿Eso es cierto Darío?
-Si director.
-¡Es mentira!- gritó Matías.
-¡Silencio!- alzó la voz el Director.- No hay razón para que un alumno ejemplar como Francisco, mienta. En cambio tú… esta es la segunda vez que te encuentras en esta posición.
Me alegré internamente cuando vi la cara de Matías, descompuesto por las palabras del Director.
-Está bien…- comenzó.- Tendrás otra oportunidad, Darío… pero de todas formas tendré que notificar a tu padre para explicar porqué llegarás con esos golpes en la cara.
-De la que me salvaste.- dijo Darío mientras nos dirigíamos a su casa.
-Estuvo cerca, pero era verdad, tú me defendiste. Tuve que haber dicho eso la vez pasada pero no tenía pruebas.- dije.- De todas formas en la tarde llamarán a tu padre.
-Sí… pero ahora hay una escusa más aceptable.- dijo no muy convencido.- De todas formas ahora solo me preocupa lo que haremos cuando lleguemos a mi casa.
-Pues vamos a conversar sériame…-me interrumpió un empujó de su parte.
-¿Conversar? Por favor… Sacrifiqué mi integridad por defenderte y creo que me merezco una buena mamada, además de algún otro regalo que me quieras dar.
-Eres un sucio.- dije riéndome.- ¿A caso solo me vez como un objeto sexual?- fingí drama.
-No, que va. Hablas mucho para ser solo un objeto, aunque quizás como un juguete electrónico o…- se detuvo cuando lo miré de forma reprobatoria.- Es broma… Vamos, no te pongas así. Sabes que tú eres muy importante para mí.
-Lo sé, solo quería oírtelo decir.- y seguí caminando con una sonrisa de satisfacción.
-Eres un manipulador.- dijo.
-Y tú, un morboso.
-Touché.- y sonrió.- Por eso somos un buen equipo.
-Un manipulador y un morboso… no veo la relación.
-¿No puedes dejarlo así simplemente?-
-Nuh.
-Ya cállate.- y me tomó de la cintura. Sus suaves labios no tardaron en reclamar mi boca.- No sé si pueda aguantar a que lleguemos.
-Cierra la boca y apresúrate.- dije mordiéndome los labios y notando como mi cuerpo comenzaba a calentarse.
Su casa era tétrica. En el momento que estuve en frente de ella, sentí que me envolvía una energía negativa. Si bien la casa la rentaban, no había ningún vestigio de que hubiesen intentado pintarla o repararla. Darío entró primero y se aseguró de que sus padres no estuvieran. Pronto salió y me invitó a pasar. Noté en su cara la incomodidad. Seguramente se sentía un poco avergonzado de como era su casa en comparación a la mía, pero sin darle importancia, me lancé en sus brazos. Pronto sentí que se relajaba y se ponía a tono.
-Al fin solos.- dijo colocando ambas manos en mis nalgas.- Las extrañaba.
-Ellas también te extrañaban.
-¿Y tu agujerito también?- preguntó mientras con su dedo índice hacía presión en mi centro sobre la tela del pantalón.
-Eres un morboso.- repetí nuevamente, mientras me derritía en sus brazos.
-Pero te encanta.- susurró en mi oído.- Lo noto… te estremeces cuando te digo esas cosas.
-…-no respondí. Su voz en mi oreja me dejaba en un transe, y sus manos en mis nalgas me subían la excitación.
-¿Quieres que hunda mi dedo en tu anito?- preguntó a la vez que introducía sus dedos en el elástico de mi bóxer.- Lo deseas ¿verdad?
-Si…-dejé escapar levemente.
-¿Si, qué?- mordió mi lóbulo, anulando aun más mi voluntad.
-Si deseo que me metas tu dedo.- dije automáticamente.
-¿En donde quieres mi dedo?- le gustaba tenerme en sus redes.
-En…- me avergonzaba decirlo.
-¿Dónde?- el calor de su aliento golpeaba mi cuello y oreja.
-En mi ano.-
Sus dedos se deslizaron suavemente por mis pronunciadas nalgas y uno de ellos presionó mi entrada. Su cara se enterró en mi cuello a la vez que su dedo recorría los pliegues de mi ano. Así como estábamos, me llevó hasta la primera habitación y me depositó en la pequeña cama. Se arrodilló y me terminó de quitar el pantalón y el bóxer. Solo cerré los ojos y disfrutaba de sus atenciones. Su mano comenzó a jugar con mi pene pero su boca estaba ocupada con mi trasero. Me estremecí cuando sentí su cálida lengua en mi ano, humedeciendo todo su contorno. Gemí de placer cuando me dio un suave mordisco en la nalga y, mayor fue mi gozo, cuando comenzó a introducir su dedo medio. Su boca abrazó a mi húmedo glande y succionó el líquido pre-seminal que de ahí emanaba. Por cada succión, inconscientemente, apretaba mi ano y tensaba mi verga.
-Que rico aprietas, bebé.- dijo cuando se sacó mi pene de la boca por un momento.
Su dedo conocía muy bien mi interior y sabía exactamente qué puntos tocar para hacerme vibrar. También sabía que con dos era mucho mejor, por lo que a continuación introdujo otro. Coloqué mis manos en su cabeza y tiré de su cabello, mientras se hundía completamente mi pene en su boca. Sentí su lengua en mis testículos que se contrajeron y luego volvieron a su posición normal. Retiró sus dedos y los reemplazó por su lengua, la cual juguetonamente se internó en mis profundidades. Comenzó a masturbarme mientras su lengua entraba y salía de mi interior:
-Gime para mí.- decía entre pausas.- Di mi nombre.
-Ahh…. Da-Darío.- jadeé.- Ahh… Mmm.
-Así me gusta.- dijo con satisfacción.
Introdujo mi pene en su boca nuevamente y comenzó a enterrar ahora tres dedos en mi culo. Los giraba en mi interior, causándome un remolino de sensaciones placenteras. Una vez que mi ano se dilató, Darío se levantó y comenzó a desnudarse. Rápidamente me incorporé y tomé su poderosa verga con mis dos manos. Descubrí unas gotas de pre-semen asomándose y sin esperar más, me introduje su pene en la noca. El ligero y delicioso sabor salado de sus jugos, se propagó por mi lengua. Humedecí completamente su verga y esperé. Sus brazos me rodearon y terminó de desvestirme, sacándome el suéter y la camisa que llevaba. Se lanzó sobre mí y comenzó a besarme. Su erecto pene punzaba en mi pubis y el mío en su pierna.
Alargó la mano y acomodó su pene de tal manera que quedaba entre mis piernas. Su boca bajó a mi cuello y me lamió el lugar:
-En… en el cuello no… en el cuello… ¡Ay! Si… Si… Métemelo… Métemelo por favor.- me descontrolé.
-Me encanta cuando te pones así.-
Me tomó las piernas desde la parte trasera de las rodillas y las colocó a la altura de mi pecho, dejando mi ano justo a la altura de su gordo glande. Colocó una almohada bajo mi cadera y abracé mis piernas para dejarle las manos libres. Pronto sentí que su glande comenzaba a hacer presión en mi ano, pues notaba el calor que desprendía. Mi culito estaba bien dilatado y, por la posición que me encontraba, estaba muy receptivo. De esta forma, cuando comenzó a empujar, mi culo recibió limpiamente al huésped. Me encantaba esa sensación: notar que ese trozo de carne te invade sin poder controlarlo. Por mucho que aprietes o te resistas, sigue entrando y rellenando.
Entre mis piernas podía ver la cara de Darío y se notaba a kilómetros que llevaba mucho tiempo deseando follarme. En el momento que sus vellos púbicos chocaron contra mis nalgas, se dejó caer sobre mí. Sus labios abrazaron los míos y lentamente comenzó el vaivén. Mi culo se contraía cuando su glande frotaba ese lugar mágico, y sentía como Darío se derretía con cada contracción. Nuestros gemidos se ahogaban entre besos, pero aun así dejábamos escapar gruñidos de placer.
-Tu culo está hecho para mí- aseguraba Darío.- Mira… se la traga completa.
-Esto es para que te des cuenta que solo debes estar conmigo.-le dije mientras lamía su lóbulo.- Ah… Hmm.
-Di… Di mi nombre.- demandaba mientras sus embestidas resonaban por la habitación.- Dilo.
-Da-Darío…. Ahh… Darío.
-Eres mío ¿Verdad?- me soltó una nalgada.- Eres completamente mío.
-Si… Tuyo, solo tuyo.
Envuelto en poder, me tomó en brazos y se acostó en la cama, dejándome sobre él para que lo cabalgara. Sus dedos pellizcaban mis tetillas mientras mi boca jugaba con las suyas. Saltaba sobre su pene, sintiendo como se clavaba hasta el fondo de mi culo arrancándome oleadas de placer. Mi ano abrazaba con fuerza a esa verga y notaba la potente fricción que había entre cada movimiento. Sus manos bajaron y jugaba con mis nalgas: las abría o las juntaba, disfrutando de su turgencia y textura. Mi glande estaba húmedo y había un fino hilo de líquido pre-seminal colgando desde la uretra.
Me levanté y me agaché para darle una jugosa mamada a su lindo pene, y dejarlo listo para volver a entrar en mí. Por su parte, Darío humedeció dos de sus dedos y los introdujo golosamente a mi siempre dispuesto ano. Me coloqué en cuatro y apoyé mi pecho en la cama, dejando mi culito perfectamente levantado para ser penetrado. Darío me golpeó con su verga las nalgas, oí que escupió en mi entrada y con su glande lo desparramó. Giré mi cabeza y de reojo vi como se mordía el arete del labio y miraba con morbo a mi culo. Sentí que su glande entraba pero nada más. Mi culo lo apretó con ganas de que siguiera entrando más, y sin vacilación me enterró todo el resto.
-Ahhh… uhm.- gemí.
Que delicia sentirse completamente lleno de verga. Comenzó a depositarme besos en la nuca y luego fue descendiendo por mi espalda, besando cada vertebra de mi columna. Era una corriente deliciosa la que recorría mi cuerpo. Sus manos calientes bajaron a mi abdomen y me obligaron a que me levantara. Su pecho hizo contacto con mi espalda y todo su calor se transmitió a mi cuerpo. Tomó mi mano y la llevó hasta su boca, lamió mi palma de forma lujuriosa y luego soltó un escupo. Con su mano guió la mía y la depositó en mi pene. Lo envolví y comenzamos a subir y bajar, en una lenta pero satisfactoria masturbación. Con su otra mano libre, buscó mis labios e introdujo dos de sus dedos, los cuales succioné mientras estábamos en el proceso.
Su cadera se estrellaba contra la mía, su mano derecha estaba sobre mi mano y me masturbaba, y los dedos de su mano izquierda eran succionados por mi boca. En mi oído sentí que se empezaba a correr y, de forma instantánea, comencé a eyacular a chorros. Darío hacía esfuerzos colosales para no gritar, pero fueron infructuosos ya que de todas formas sus rugidos eran sonoros. Yo sentí como si me hubiesen lanzado un maleficio de piernas de gelatina, porque caí sin fuerzas sobre sus brazos: demasiadas sensaciones. Mi culo punzaba, mi pene palpitaba y sentía como un líquido caliente iba bajando por mis piernas, es decir, su semen. Sonriendo, Darío me besó el hombro:
-Gracias por eso.- todavía se me hacía raro que me agradeciera por tener sexo con él, pero me alagaba.
-Fue… para un Oscar.-dije.- Mejor escena sexual.
-Yo le daría un Oscar a tu culo, bebé.- dijo sonriendo.-
-Estoy agotado.- me recosté con la respiración agitada.
-Aprovecha de descansar porque todavía falta la segunda ronda.- al notar mi gesto de sorpresa, continuó.- Todavía tienes que penetrarme, bebé.
-Se me olvidaba.- dije.- Pues necesito energías.
-Está bien, iré a buscarte un vaso con jugo y una fruta.- se levantó y caminó hacia la puerta. Era un sueño ver como su culo se contoneaba a medida que se alejaba, y me sonrojaba cuando veía que entre sus piernas se apreciaba el movimiento de sus testículos. Cuando volvió traía un vaso con jugo de naranja y en la otra mano traía un plátano. Puso un gesto morboso cuando llevó el plátano hasta su entrepierna, y me sonrió de forma coqueta.- Come esto.-dijo mirando hacia el plátano que estaba junto a su pene.
-Estoy en una encrucijada.- me llevé un dedo a los labios de manera pensante.- No se cual de las dos cosas que me ofreces, se me hace más apetitosa.
Sonreí y estiré la mano para que me entregara la fruta. Mientras comía y bebía, hablábamos de lo excitante que había sido la sesión de sexo anterior. Todavía sentía mi culo abierto, pero me encantaba y aun el recuerdo de como su verga entraba en mí, estaba fresco en mi memoria. Cuando acabé de comer, Darío se subió sobre mí y comenzó a trazar círculos con sus dedos en mi pecho. Me calentaba la manera en que atrapaba su piercing con los labios, y pronto, mi erección chocó contra sus nalgas.
-Veo que vuelves a estar feliz.- dijo tomándome la verga con una sonrisa.
-Es difícil no estarlo contigo cerca.
-Ahora comienzas a entenderme.- bajó y me besó. Con una de sus manos libres, pasaba mi glande por su arrugado orificio y sentí que comenzaba a llenarlo del líquido pre-seminal que salía de mi pene.
De pronto se giró y me encontré con su culo en mi cara. Sus perfectos testículos descansaron en mi mentón y comencé a sentir que mi pene era atrapado por su boca. Sus redondos glúteos estaban al fin a mi merced y los contemplé un largo rato, antes de empezar el proceso de dilatación. Tenía unas nalgas pequeñas pero redondas y firmes, con una suave pelusa recubriéndolas. Su ano era pequeño y de un rosa pálido, se veía muy estrecho y por un momento temí causarle algún daño. Darío se tragaba mi pene con tanto entusiasmo, que decidí comenzar luego a darle placer.
Con ambas manos separé sus nalgas y toqué su orificio con mi lengua: sentí que contrajo su ano. Me embriagué con su sabor y me hundí entre ellas firmemente, lamiendo y chupando todo a mi paso. Mordí sus nalgas a la vez que le daba pequeños golpes que lo hacían poner más énfasis a la mamada que me estaba dando. La resistencia que colocaba su ano, hacía que fuera imposible introducir mi lengua, por lo que humedecí mi dedo y comencé a introducirlo como ya lo había hecho antes. Se acostumbró rápidamente y volví al ataque con dos dedos. Ya comenzábamos a estar en las ligas mayores: él se dio cuenta porque se detuvo y relajó su esfínter. Con el tercer dedo, la resistencia se hizo más que evidente, pero se solucionó con una cantidad extra de saliva. Luego los retiré y aproveché el vacío para introducir mi lengua. Su ano estaba adoptando un color rojizo y estaba ligeramente abierto. Un suave sabor salado inundó mi paladar cuando introduje mi lengua, y se sintió muy grato el calor abrasador que la envolvió.
Noté el estremecimiento que recorrió el cuerpo de Darío, porque sin querer su ano apretó mi lengua. Cuando mis tres dedos entraron sin problemas, Darío volvió a mamarme la polla con más fuego que antes. Mis dedos entraban y salían con un poco más de facilidad y, de vez en cuando, metía mi lengua para dejar su recto lo más húmedo posible.
-Creo que es el momento.- dije intentando incorporarme.
-Sí, ya no aguanto más.- coincidió con un matiz diferente en su voz.- Estoy que exploto, otra vez.
Antes de que hiciera algo, Darío me volvió a recostar y se colocó a horcajadas sobre mí.
-Aunque tú seas el activo ahora…-comenzó a susurrarme en el oído.- yo soy el que tiene el mando. Tu solo relájate.
Siguiendo sus palabras, me pasé las manos por detrás de la nuca y lo dejé hacer. Mi pene estaba húmedo y viscoso, tanto por su saliva como por mi líquido pre-seminal. Tomó mi verga y comenzó a pasársela por entre sus nalgas, y pronto mi glande encontró su ligeramente abierto orificio. Darío, lentamente se fue sentando y noté como su ano se iba abriendo a medida que mi glande ganaba terreno. Vi en su rostro un gesto de dolor, pero no lo detuvo: respiró hondo y acomodándose un poco, siguió con la penetración. Su interior estaba muy caliente y estrecho, sentí que en cualquier momento me correría. No me di cuenta, cuando mis testículos golpearon sus nalgas y los suyos descansaron en mi pubis. Iba a tomar su baboso pene, pero me detuvo antes de hacerlo.
-Es-espera un mo-momento.- dijo.- Si me tocas, me co-correré.
Cerró sus ojos un momento y respiró profundamente. Sin decir nada, sentí que apretaba mi pene y luego se levantó. Lentamente comenzó a cabalgarme y cada vez que se levantaba, su ano se contraía alrededor de mi verga. Mordí mis nudillos intentando mitigar las ganas que tenía de eyacular dentro de él, y tensé mis piernas como acto reflejo ante cada pulsación. Darío tenía sus ojos cerrados y su seño contraído por la concentración, se mordía los labios y con su lengua los humedecía mientras me cabalgaba. Cuando se acostumbró al dolor, sus ojos brillaron con lujuria, bajó su cabeza y nuestros labios se encontraron. Me besaba con fuego y sin cerrar sus ojos, los cuales me taladraban y me poseían, haciéndome sentir completamente suyo. Su respiración era agitada pero todo el aire escapaba por su nariz, ya que nuestras bocas estaban ocupadas.
Darío comenzó a saltar cada vez más rápido sobre mi verga y se incorporó a la vez que sus manos masajeaban mi abdomen con delicadeza. Su pene estaba adoptando un color rojo intenso, y estaba completamente húmedo, lo que le daba un brillo delicioso. Mi amante empezó a gruñir con desesperación, con sus manos se apoyó en mis piernas, curvando hacia atrás su espalda. De esa manera su verga apuntaba directamente a mi boca: obviamente no necesité más. Mientras su ano apretaba mi mástil en un rítmico movimiento, yo me acerqué y engullí su trozo de carne. Con la primera succión, sentí una gran gota de líquido salado y delicioso, que se derramó en mis papilas gustativas. El sabor de los Dioses.
No necesité ver para saber qué cara había puesto Darío después de esa acción. Su cadera comenzó a menearse y a embestirme al compás de las estocadas que yo le daba. Cada vez que mi pene se enterraba en su recto y presionaba su próstata, una gota de su pre-semen caía en mi lengua acompañada de una brusca palpitación. Darío no pudo soportar más y, a los segundos, comencé a sentir que su ano se aferraba con mayor violencia a mi pene. Su interior succionaba a mi polla con fuerza, a la vez que de su glande comenzaban a brotar chorros de espesa leche. Su gruñido de placer sonó casi desesperado, como si de la punta de su verga intentara escapar su alma. Mi boca estaba repleta de su semen y algunas gotas amenazaban con escaparse de la comisura de mis labios. No necesité más para derramarme en su interior y caer en un éxtasis de placer en el cual Darío estaba en el centro.
Mi orgasmo fue tan intenso que por un momento pensé que ya no me quedaría semen en los testículos. Puntitos de colores pasaron frente a mis ojos que estaban obnubilados, y mi corazón zumbaba desafiando las leyes naturales. Darío me volvió a besar y compartimos las últimas gotas de su leche, luego se acurrucó en mi pecho y mis manos buscaron su nuca para acariciarlo mientras recuperábamos fuerzas. Cuando mi pene salió de su interior, Darío se bajó y se acostó al lado mío. Besando mi cuello, me abrazó por la espalda y quedamos acostados en posición cucharita. Con el calor agradable de su cuerpo, me quedé dormido sin poder evitarlo.
No sé cuánto tiempo pasó, pero de pronto un súbito movimiento y posteriormente un grito, me trajo de vuelta a la tierra. Abrí los ojos bruscamente e intenté enfocar la vista en un manchón que se agitaba con furia al lado de la cama. Antes de entender bien lo que pasaba, me lancé a un costado y comencé a vestirme. La confusión y la adrenalina, me tenían mareado y solo actuaba en piloto automático, ignorando los gritos y lo que sucedía a mi alrededor. La descompuesta cara del padre de Darío, se grabó a fuego en mi retina.
-¡Me das asco!- gritaba.- ¿Para esto te querías quedar?
Darío, solo con un bóxer puesto, era sacudido por el mastodonte de su padre. Escuchaba que me decía que me fuera, pero no me atrevía a dejarlo solo. Cuando estuve vestido me lancé entre ellos e interrumpí el agarre que tenían.
-¡Suéltelo!-grité casi sin voz.- ¡No es su culpa!
-¿Cómo te atreves?- su mano se alzó amenazadoramente.- ¡Tu eres el culpable de que mi hijo sea un maricón!
Cerré los ojos para esperar el golpe, pero Darío se lanzó y empujó a su padre.
-¡No te atrevas a pegarle a Fernando!- escupió.- ¡Conmigo haz lo que quieras, pero mantenlo a él fuera de esto!
-Da-Darío.- comencé, pero no me dejó terminar.
-Vete.- me rogó.- Por favor…. Si te quedas, será peor.
Vi la suplica en sus ojos y, maldiciéndome por dentro, me fui. Tenía tanto miedo y tanta furia contenida, que me fui corriendo hasta mi casa. Necesitaba descargar todo lo que sentía o explotaría. Cuando llegué a mi casa, me derrumbé a la entrada, pues mis músculos estaban agarrotados y sin fuerzas.
Durante todo el resto del día, no supe nada de él. A la mañana del día siguiente, tampoco supe nada de él y, por la preocupación, decidí ir a plantar cara a su casa. El terror me provocaba un espantoso dolor de estómago, pero estaba preocupado por no tener noticias de él y temía que su padre le hubiese hecho algo. El amor que sentía por él, me dio el coraje para pararme frente a la puerta de su casa y golpearla. Esperé, pero nada ocurrió. Toqué una y otra vez, pero el ensordecedor silencio comenzó a desesperarme. Entré en pánico y comencé a gritar para que salieran, pero no había respuestas.
-No están.- dijo una señora que salía de la casa de enfrente.- Se fueron en la madrugada.
-¿Qué?- mi expresión tuvo que haber sido muy imperiosa, por la cara que colocó ella.
-Pues… antes de ayer hubo una discusión muy fuerte…- comenzó.- Estuve a punto de llamar a la policía. Escuchaba como los muebles se corrían y cosas que se quebraban. Y en la madrugada me despertaron unos gritos y los vi subirse a un taxi con unas maletas.
-Pero… No… No puede ser.- lo dije más para mi mismo que para ella.
-Darío estaba furioso y lloraba, aunque de todas formas se lo llevaron a la fuerza. No me extraña, le costó mucho conseguir amigos aquí, para que se lo llevaran así. Luego…- prosiguió.- recibí un llamado de la señora y me dijo que vigilara la casa, y que mañana vendría un camión a buscar las cosas para…
No pude seguir escuchando y corrí hasta la casa de Darío. Intenté mirar por las ventanas, pero solo veía cosas tiradas y desordenadas. Estaba en shock, y aunque quería llorar, no podía. Tomé mi celular y marqué su número, y recé para que contestara. Mis ilusiones se desvanecieron cuando me di cuenta que desde la bolsa con basura que había afuera de la casa, sonaba su celular. Destrozado, me fui en modo zombi a mi casa. Por el camino iba recordando el maravilloso momento y cómo fue destruido tan rápidamente. También recordé cuando me dijo que nunca me dejaría. “Hay gente que no sabe lo que promete cuando lo hace” dijo una amarga voz en mi conciencia. “El si sabía, pero su padre no” respondió otra.
Muy interesante saca la 4 xfa