El chico que espiaba (Las Confesiones de Nelson)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Casi todos los viernes iba al trabajo de papá. Trabajaba en una construcción de una clínica, que estaba a cinco cuadras cerca de la casa. Cogía mi bici y emprendía hacia allá, solo le gritaba a mi madre que me iba, y esto lo había agarrado de costumbre, porque papá los viernes cobraba y dinero me daba, aparte de cómprame dulces también.
Llegue al sitio, cuando aún el sol estaba destellando por encima de las terrazas. Entre por el portón improvisado con láminas de zinc, deje la bicicleta ahí abajo, y fui a subir al primer piso, donde regularmente estaban ahí mi padre, el compadre y otros dos obreros más; los viernes se quedaban ahí echándose unas cervezas.
No había razón para subir con sigilo, pero tampoco iba haciendo ruido. Me extraño mucho que no estuviera nadie en el primer piso, y de repente el silencio que había en el lugar, recorrió mi espalda y he sentido miedo. Aun así, sigo por las escaleras y la pienso en seguir adelante; probablemente mi padre y los demás, este viernes se fueron temprano, y ahora yo estoy aquí solo. Sigo adelante porque me sentía como en una película de terror, quizás hasta deseaba ser espantado y llevarles el cuento a los muchachos del barrio, pero lejos de eso, lo que menos pensaría fue lo que he visto esa tarde.
Al salir de las escaleras, me encontraba un pasillo largo, en ambos lados había puertas. La primera, resplandecía, porque la ventana no estaba sellada, las habitaciones del lado derecho si estaban oscuras, y al final del pasillo la luz de sol de la tarde, alumbraba un poco el umbral que había.
Estuve a punto de bajar, cuando he oído el ruido; era un sonido metálico, como el de una hebilla de un cinturón. Voy acercándome poco a poco, a la puerta que estaba de primera del lado izquierdo, cuando estoy por asomar y ver quien está dentro, todo lo imaginaba y hasta estaba preparado para emprender la huida, pero lo que veo me dejo ahí en el sitio, curioso por ver lo que estaban haciendo.
El pantalón de papá caía sobre los muslos de sus piernas. Todos sus músculos estaban tensos, el bigote oscuro se marcaba en esa expresión que tenía; como un toro enfurecido, sudado y rojo. Era una guara la que recibía esas embestidas del macho de mi padre, y aquello quedo impreso en mi mente y ahora en mis recuerdos.
Una corriente cruzo mi espalda, y mis ojos como platos, visualizaba como un hombre enarcaba su cuerpo, como cogía parecido a un animal. Ver como esos dos cuerpos tan unidos, se reventaban en golpeteo continuo, provoco en mí, una erección increíble.
Deje de ver por un momento, pegado hacia la pared, con el corazón como tambor y con las orejas echando humo, apretó mi erección, y jadeo de lo intenso que siento. En un momentico mi piel estaba tan caliente, como si hubiese venido desde la casa corriendo. Intento ver de nuevo, pero papá había movido a la guara hacia delante, arrinconándola a una mesa de hierro, y ya lo que veía de él era la espalda.
La tipa chillaba y en eso oigo ruido que alguien viene subiendo, cuando intento esconderme ya era tarde, el compadre –que no es mi padrino – de mi papa me ve, yo quede como presa atrapada sin poder huir.
Mis ojos brillaron, el tono rojo de Gustavo decía que él también estaba sorprendido. Con un dedo sobre su labio, indicaba que hiciera silencio, seguido me cogió por el brazo y bajamos ambos al primer piso.
Lo primero en decirme, fue que no debía decirle nada a mi madre. Se lleva las manos a la cabeza, y luego me ve de reojo y me pregunta; – ¿Qué tanto vistes? –.
Niego moviendo la cabeza de lado a lado. Gustavo de nuevo me coge por el brazo y me lleva hasta la última habitación del pasillo. Todo estaba claro, porque las ventanas no estaban selladas, yo estaba muy asustado creyendo que él me iba a regañar, pero luego cuando me ha dicho lo siguiente, no entendía por dónde venía.
¿Quieres saber qué hace tu padre allá arriba? – no le respondo nada. El siguió hablando –tu padre está metiendo esta –se toca por encima del pantalón y veo como se le marca un palo grueso y corto. De nuevo siento lo de hace un ratico; mi cuerpo se estremece y de mis orejas siento como de nuevo el vapor me sale.
Veo a sus ojos, uno lo tiene gacho; no es feo, más bien lo hace ver sexy << o quizás lo quiero recordar de esa manera >>.
Tú tienes una –me dice – ¿te muestro la mía compi? –seguido sin esperar que yo respondiera, él se la saca por la bragueta y me la muestra; un falo grueso, brilloso de lo prensado que estaba. La verga era morena, con muchas venas prensadas, y un monte de pelos negros que sobresalían por los lados.
He tragado grueso y en su mirada estaba reflejada la intención que quería. En ese momento, yo me encontraba en una situación extraña; tenía miedo, y mi cuerpo temblaba, pero no era por el temor. Eras las ganas de lanzarme sobre ese falo duro, tocarlo y hasta olerlo.
Por unos segundos escasos, Gustavo y yo nos veíamos a los ojos; y con las miradas nos estábamos maquinando todo. Fue como si estuviera embriagado por el morbo, y las voces de mi cabeza no se entendían muy bien; por un lado una me decía las consecuencias y por otro lado, la otra gritaba que yo diera el primer paso.
Al colocar mi mano sobre el güebo de Gustavo, sentía como mi inocencia se perdía. Desde ese punto, fui consiente, yo había dado el primer paso. Más tarde sabría lo que era, sentir culpa por lo que había hecho.
Con la voz que puso, ni siquiera me detuve a oírlo. Al decirme que la besara, ya era porque iba con la boca abierta, para darle un chupón.
Cuantas veces por las noches ¿imaginaba que yo era la novia del guapetón del barrio? >>…
Ahora sabía cómo era la textura de glande hinchado, ese sabor único y penetrante olor. En mi paladar se deshizo como un caramelo, y al pasar todo el tronco grueso hasta llenar mi garganta, la primera arcada que tuve, fue la primera que goce y la que nunca he olvidado.
Al sentir las manos gruesa de Gustavo sobre mi cabeza, y luego bajarlas por mis mejillas, el me sostuvo y movía la cintura, yo chupaba apretando mis labios y cuando le he sacado un gemido, no dude en querer metérmela más a fondo, hasta que sentí lo caliente de su espeso semen, luego me choco en la garganta y sin saber si eso se comía, lo trague todo y quede con ganas.
Rápido me saco su verga de mi boca –y aun queriendo yo mamar –me hizo seña que me escondiera, venia mi padre bajando y hablando con la guara. En ese momento sentí el miedo de la
II
Pasaron dos fines de semana, y yo no quería ir más hacia allá. Pero ese viernes, quise mis hormonas estaban alborotadas, e imagina todo tipo de clase de sexo, que podía pillar en la construcción. Tenía unas enormes ganas de ver a otros tener sexo siquiera.
Me faltaba una cuadra para llegar a la construcción, pero a lo lejos vi que venía mi padre solo, y antes de que me vea, yo cruzo la calle. No había escusas para llegarme al edificio, pero aun así tenía ganas de llegarme. Empiezo a imaginar, si los otros allá estaban teniendo sexo, y si era entre ellos mismo, mucho mejor.
Esa tarde iba más tarde que nunca. Al horizonte se veía como el sol se desvanecía, y el centro de la pequeña ciudad, comenzaba verse abrumado por la gente que salía del trabajo. Yo sabía que era una mala idea; primero, mi papa dentro de poco llegaba a la casa, y mi mamá no me iba ver llegar con él, incluso le preguntaría por mí. Segundo, que al oscurecer la tarde el centro quedaba solo, y era un peligro. Pero estaba casi seguro que iba a encontrar el edificio solo y por consecuente, yo regresaría rápido.
Al entrar por las láminas de zinc del portón, primero metí la bici, luego entro yo, y al subir la mirada casi pego un respingo por la sorpresa que me llevo.
En una silla de plástico estaba sentado Darwin; él era un muchacho, ayudante de obrero y el más joven todos lo que trabajaban ahí. Debía tener unos 19 o 20 años.
Él es negro, con el rostro perfilado, cuerpo delgado pero fibroso. Para nada era feo, siempre lo he considerado guapo.
Estaba con su sonrisa de dientes blancos y perfectos. Me dice algo que ya sabía, que mi padre se había ido ya, intento disimular, y hago que ya me iba regresar, pero él me llama. Me acerco y también tomo asiento en una silla de plástico al lado de él, –casi de frente –.
Empanzó hablar de cosas sin importancia. Yo lo interrumpo, preguntándole que hacia el solo y a esta hora aquí en el edificio. El me responde y señala unas cabillas y otros materiales. Se tuvo que quedar hacer guardia, porque apenas hoy lo han traído. También me decía que necesitaba el dinero extra, porque su meta era comprarse una moto.
Por un momento siento, que él tenía intención conmigo y yo actuaba como si así lo fuera. Al preguntarme por las novias, le respondo muy inocente que apenas soy un chico –tenia once años –él se echa a reír, y me dice que ya esa edad él le había reventado el coño a una guara. Yo enrojecí de pena, y reía por reír. Se puso hablarme de mujeres, y en mi interior sentía rabia.
Pero debido a esa conversación, el comienza hablar vulgar; como le gustaba una tipa, como tenías las cucas, que debía hacer yo cuando una chica me abriera las piernas y todo eso lo decía con ganas de hacerlo ahora mismo. Tanto fue, que hubo un momento y estira todo su cuerpo y se aprieta la verga, jadea y habla para sí mismo; ahora mismo quiero una jeva que pase la noche conmigo.
Mi femenino interior se tomó ese pensamiento de Darwin para el mismo. Me ruborizo y dentro de mi short una erección me está creciendo. De nuevo empiezo a sentir esa nauseas de lo embriagado que sentía cuando estaba excitado; era como perder la razón de lo que iba hacer, sin importarme el después que sentía. El miedo no desaparecía en mí, más bien era el miedo el que me llevaba a esas locuras, y sin pensarlo puse la mano en su entrepierna…
Él estaba hablando pero yo no lo había oído, se quedó mudo y me ve serio a los ojos, seguido quito de un manaso mi mano, se incorporó en la silla y veía como su molestia iba creciendo. De una me arrodillo y con lágrimas en los ojos, comienzo a sollozar que por favor no le dijera nada a mi papá.
¿Jair tú vas hacer marico? –me pregunta el, más bien diciéndome. De nuevo me senté en la silla porque el mismo me indico que me sentara y él también se sentó, con la mirada puesta en mí, y con la mía clavada en la tierra.
No lo estoy oyendo hablar de nuevo, pero esta vez no era porque pensaba en tocarlo, sino porque me regañaba mi yo interno. Al tocarme por el brazo y volteo, quedo perplejo en ver como con su otra mano estaba tocándose con el güebo afuera…
Aun había lágrimas en mis ojos, y luego me corrían más cuando él me atragantaba todo. Tiene un güebo grueso y largo, no me cabía todo, solo le mamaba medio tronco. Lo que más me gusto de esa morcilla negra es que no huele como el de los blancos, el de Darwin era un sabor limpio y el olor era apenas concebible.
Chupe es glande morado, introducía la lengua en fisura y lo veía a los ojos, y él se daba cuenta lo putica que iba hacer.
Sobre unas pacas de cementos, me puso bocas abajo, con el culo en pompa. Recordé como mi padre se había cogido a la tipa, y sentí escalofrió por verme de la misma manera que ella; tener a un hombre macho y cabrío detrás dándonos por el culo.
Apretaba mis nalgas, y mi yo femenino, pensaba que le gustaba la blanca y pálida piel de mi cuerpo. De solo imaginarme como ese trozo de carne gruesa y oscura entre mis nalgas posaba, yo me echaba hacia atrás, y Darwin se percata que quería ser dominado por su hombría.
Escupió bastante en la entrada de mi culito, cuando hizo presión me dolió mucho y me le revuelco. Darwin fue paciente y hasta me siseo al oído, pero cuando volvió a intentarlo, introdujo el glande sin parar de meterlo. Yo apoye las rodillas sobre la paca de cemento, y fue imposible no querer gritar.
Podía sentir el vapor de su cuerpo, y cuando respiraba entrecortado. Se quedó quieto, con todo el güebo suyo dentro de mi culo; yo apretaba duro, y creía que esa ardiente sensación, nunca iba a pasar. Pero Darwin fue sutil, solo dilataba su verga, la sentía al ancharse dentro de mí, y el cemento empezaba a lacerar mi piel. Le pedí que me bajara, pero él no quería sacármelo. De igual modos quede de pie y Darwin me sujetaba, solo apoye un poco mis manos sobre las pacas de cementos. Darwin se envaro y con el movimiento, la metió más al fondo, yo le pido que la saque, pero decía que ya entre poco acabaría.
Cargándome, nos sentamos en la silla, yo encima de él dándole la espalda. Estaba sentado en la silla peluda, clavado todo, apretando ese mazo de carne gruesa, sintiendo cada vez que la palpitaba. Darwin comienza a mover la pelvis, colocas sus manos callosas en mi cintura, y a medida que su verga hurga en mi culo, el cosquilleo que empiezo a sentir, hace que yo solito me mueva.
Ya acabo –me dice. Siento su calor en mi espalda y jadea cerca de mi oído. Aprecio el olor de su aliento, me embriago por el deseo y chillo como nena, intento que me dé un beso, pero al sentir mi mejillas cerca de sus labios, el aparta la cabeza y la encuneta en mi cuello.
Al ratico, me prensa hasta adentro, y su verga se dilata dentro de mi culo; siento las primeras ráfagas de leche caliente, Darwin casi grita y yo como posesa me revuelco en su asiento; sintiendo cada expulsada intensa, apretando mi ano, y creyendo que también había acabado.
Al bajarme de su entrepierna, salió sangre de mi culo. Darwin estaba asustado y me manda al depósito de agua; que me lave ahí y pronto me vaya. Así lo hice, monte mi bici, y en el camino iba sintiendo como el culo me latía y me dolía.
III
Ya había corrido bastante tiempo sin hacer nada. Cuando mi tía le propuso hacer un viaje a mi madre, sentí emoción, pero simplemente por el viaje. Ahora lo que haría por allá, fue otra cosa así de repente.
No recuerdo el día de semana, cuando habíamos llegado a la casa de tío Esteban. Vi a muchos, pero mi llegada fue ir directo con Graciela, somos amigas, y creo que desde chico ella entendió quien iba ser yo de grande.
Luego al rato, me doy cuenta de los demás. Vi a Nelson; un muchacho de unos 17 o 18 años. Era montuno, tenía el cuerpo ancho, mestizo claro y el pantalón que tenía le quedaba apretado.
Lo vi sentado en el patio, estaba hablando con los mayores, y me fijaba en su entrepierna, las bolas se le partían y par de pelotas se marcaban jugosas.
Teníamos tiempo sin vernos, Graciela y yo, nos poníamos al tanto. Cosas de ella que me contaba, pero veía una intranquilidad en ella, que creía ya se quería acostar. Mis otros primos jugueteaban en la sala, ya los mayores estaban acostados. Y los hermanos de mi tía, estaban acostado en una habitación al fondo del pasillo.
Nos pudimos seguir conversando, Graciela y yo. Salió del cuarto mi tía, y nos mandó acostar. De nuevo noto, que Graciela esta incomoda; acalorada, con el pulso rápido, y una sonrisita que no sabía para nada simular. Antes de ir al cuarto, vamos juntos a la cocina, ella se toma dos vasos de agua, en un sentón. Yo apenas uno. Seguido de esto, nos fuimos acostar.
Solo vi la sombra de ella, cuando ha salido por la puerta de la habitación. Intente seguirla, pero no pude mi madre había salido también, y se percató, haciéndome seña que volviera a la cama. Sentí cuando mi madre ha vuelto apagar la luz de la sala, y Graciela no ha regresado aun. Esperando me quede dormido y no sé qué paso esa noche.
No quise hacer pregunta a Graciela, por la noche esa. Los días continuaba, y cada vez más, me fijaba en Nelson. Tiene brazos gruesos, llenos de venas, y como habla, me hacía temblar por tan gruesa voz.
Tenía rato, intentando verlo cuando iba al baño, pero poco que se había presentado la ocasión de yo seguirlo, e interrumpir su baño, pero con la intención de verle el monstruo que guarda dentro del pantalón.
Hubo la ocasión, donde quede estupefacto, pero que también fue lo que me motivo de seguir adelante.
Pille la cosa, estaban afuera sentados, hablando. Ni siquiera me he dado cuenta cuando Graciela se ha perdido. No hubo necesidad que yo, preguntara si había ido a la bodega. Solo me hice el loco, y fui adentro de la casa.
Velozmente busque entre las habitaciones, cuando asomo hacia al patio, oigo el ruido del agua, cuando alguien se está bañando. El corazón me late seguido y lo siento en mis oídos, sabía que iba ver algo, y el temor y la excitación en ese momento fueron dos puntos encontrados.
Había un pipote de latón cerca del baño. Sin hacer ruido, me monto encima, y por los huecos de la ventanilla lanzo la mirada. Pero como estaba yo, muy alto, solo veía era, de los hombros hacia arriba de Nelson. Con solo ver eso, sabía que estaba hincado, también vi su expresión y con el gemir ahogado que tenía en los labios, supe que algo estaba haciendo.
Baje de ese pipote, y por la parte de atrás del bañito, hay unas gaveras de cervezas. Si no fuese por el chorro del agua que caía en el pipote de adentro, tal vez hubiesen oído cuando yo me he subido sobre las gaveras.
Esa fue la altitud perfecta, sobre los huecos de la ventilación, podía ver, y muy poco ellos podían verme a mí.
Graciela estaba medio acostada en la poceta, abierta como una tijera. El cuerpo ancho y musculoso de Nelson, estaba húmedo y brilloso, tenso al estar penetrando a mi prima. Graciela con una cara de puta, chillaba entre dientes, y en ese mismo instante desee ser ella. Incluso sentía una rabia por dentro.
Pero ver todo aquello, alboroto una ganas intensas en mí, me he fijado mucho en el cuerpo de Nelson, y desde ese momento supe que hasta no lograrlo, sin importarme nada, Nelson también debía cogerme a mí.
Antes de que culminaran, yo baje de las gaveras y fue al porche de la casa, cuando vi que venía Graciela, intente salir hacia afuera, donde están los mayores. Pero ella me llamo, y la sínica, sabía que salir junto conmigo, nadie preguntaría donde estaba ella.
Una tarde antes ir a la playa. Nelson estaba sentado afuera, en la cera. Yo me siento a su lado, él estaba mirando a los lados, y yo aprovechaba y le veía la entrepierna. Se dio cuenta, y se aprieta con la mano, luego cierra las piernas y me ve a los ojos. Yo le sostengo la mirada, pero inmediato esquiva y sigue ignorándome como si nada.
No me aguante, estaba caliente, y de algún modo debía conseguir, siquiera mamarle el güebo.
– ¿Por qué esa noche, Graciela se quedó a dormir contigo? –. Él se quedó frio, me vio a los ojos, y el brillo que tenia se difumo todo. Yo solo suponía, pero sabía en ese momento que he dado en el clavo.
Todo nervioso me responde que no. Luego esquiva la mirada, y yo solo lo veo de reojo, luego le veo la entrepierna, sin siquiera preocuparme, lo puse incomodo hasta que se puso de pie, y entramos a la casa.
Al otro día fuimos a la playa, yo creo que, Graciela estaba igual que yo. Con ganas de quedarnos con Nelson. Pero no fue así.
A donde quiera que fuese, no dejaba de ver el cuerpo de un hombre desarrollado. Imaginando el tamaño y el grosor de un güebo, en su sabor y en la leche que acababa. Se me hacía agua la boca e imaginaba el sabor del semen. Así todo el día fue en la playa.
Llegamos a la casa en la tarde. Lo primero que hicieron mi madre y mis tías, fue ir a la cocina para cocinar algo rápido. A Graciela la mandaron a la bodega, tuve suerte, por su mal humor no me pidió que la acompañe.
El baño estaba ocupado, con el embriagado de todo el día, imaginando los penes de los hombres en la playa. No me importo quien estaba en el baño, iba decidido, si era otro que no sea Nelson, me disculpaba y ya, pero si era el, el que estaba adentro, me iba quedar viéndolo, hasta que me diera su verga.
Apenas se iba a meter en la ducha, lo asusto y cuando me ve, se relaja un poco, pero no había tapado su entrepierna. Me quedo fijo viéndolo, el reacciona y se tapa, sin pudor alguno, le pido que me deje verla. Él se quedó pensando, pero más rápida fue su verga, comenzó a crecerle y ya no podía taparse con la mano. Al ver ese güebo templado, trague grueso y me enamore de ese falo perfecto.
Sin perder el tiempo, me acerco a él, y le tomo con la mano el güebo, lo agarro duro y se lo pelo hacia atrás. Tenía el olor fuerte, cuando el me empuja, yo me llevo la mano a la nariz y huelo lo que he agarrado. Cuando estuve a punto de llevármelo a la boca, él se iba a retraer, pero yo oigo que viene alguien y con la misma, salgo rápido del baño, maldiciendo por no lograr siquiera probarlo un tantito.
Esa misma noche, después que todos estábamos acostados, yo sentía a Graciela roncar. Quería hacer lo mismo que ella había hecho, llegar hasta al cuarto de Nelson, y supongo que acostarme a su lado.
Iba como un gato en la oscuridad, sigiloso y mirando a los lados. He salido al pasillo, ya no hay vuelta atrás, no hasta al menos mamar un poco de güebo. Al ir saliendo hacia la cocina, pensé que me he jodido por completo. Alguien está despierto y tiene la nevera abierta, solo la luz de ella, era lo que perturbaba la oscuridad.
Regresar al cuarto era perder tiempo, y si regreso al menos debía saber si era para rato, el que va estar en la cocina a esta hora. Poco a poco voy asomando, y cuando veo hacia al fondo, estaba el de espalda, con un slip aguado, que casi le deja ver media nalga. Trago grueso, y pensé tan fortuito que he sido esta noche. En un momentico he predeterminado lo que iba a suceder. Y casi todo fue así como lo pensé.
Lo he vuelto asustar, se atraganto con un pan y con el cartón de leche que estaba tomando en ese momento. Al darme el frente, el interior dejaba ver los pelos de la ingle, y en la bolsa, se marcaba todo el peso de las bolas y del güebo. Primero le he dicho que quiero agua, y luego bajo la mirada y la fijo en la entrepierna. Nelson se recupera lentamente, y me ofrece el cartón de leche, pero yo no estaba pendiente de eso. Mi vista sigue fija en ese machete durmiente.
El no dijo nada, ni hizo nada. Dejo que viera tranquilamente, y como si mi mirada tuviera un poder, la fui levantado poco a poco, viendo como le ha crecido hacia abajo, empujando el interior y dejando ver la base de su pene, todo peludo y ancho. Subo la mirada y la esquiva, viendo a otro lado. Sin dejarle de ver a la cara, toco por encima, le agarro la cabeza del güebo, la aprieto y el cierra los ojos intensamente.
Solo ha cerrado la puerta de la nevera, quedamos a oscuras, me agacho y le termino de bajar el slip. Su verga dura, golpea mi cara. Una gotita de precum, me toca los labios, lo saboreo y seguido, abro la boca y lo engullo todo. Siento su sabor, es rico, sabe divino y lo lamo como un dulce, mejor que un dulce, porque quiero atragantarme todito con ese falo, duro y grueso.
Al colocar sus manos en mi cabeza, le di el chance que me coja por la boca. Lo introducía todo, hasta llenarme la garganta, sintiendo como su glande quemaba de lo caliente que estaba. Provocándome arcadas, y dejando que mi nariz tocar el pubis, y oler el aroma de macho que emanaba. Nelson chistaba entre dientes, y mis arcadas se hicieron ruidosas con un ahogo. Rápido me repongo, y le lambo las bolas, Nelson siente cosquillas y empuja mi cabeza. Vuelvo a su verga, y la trago toda, mamando cada centímetro y chupando el glande como un caramelo mismo.
Necesitaba ser penetrado, quería sentir ese güebo palpitar dentro de mi culito. Lo pedía a gritos, y esta misma noche tenía que suceder. Me puse de pie, y apoye los brazos al mesón de la cocina. Pero Nelson sabía que hacerlo ahí, era muy arriesgado. El baño esta fuera, y abrir la puerta del patio, era hacer mucho ruido, ir al cuarto donde duerme Nelson, estaban ahí sus otros dos hermanos, si ver otro lugar, Nelson viendo que aun yo estoy de espalda y levantando el culo, termina de bajar mi short, se escupe el glande y lo apunta en mi upite.
Sin dejar que me relajar un poco, lo empuja hacia dentro. Me rasga y creo arrepentirme de darle el culo. Nelson está decidido a meterlo, y a pesar que empiezo a revolcarme, me agarra fuerte por el pecho, y sin anestesia ni nada, la mete toda, hasta golpear sus bolas en mis nalgas.
Quería gritar, pero era esto culpa mía. Al sentir su respiración detrás de mí, en mi nuca, mi piel se eriza. Me pego a su cuerpo sudado, siento lo caliente que esta, y yo como si fuese niña, levanto la colita y dejo que mi macho me parta el culo a punto de vergazos.
Cogía como un perro a su perra, afincadito y metiendo su trozo de carne hasta al fondo. Con chillido suavecito en la patica de mi oído, me presiona duro a su cuerpo, y siento como el güebo le late dentro de mí.
Cada chorro sentía que me llenaba hasta inundarme el recto. Apreté duro y sentí un cosquilleo en el culo, me persigno hacia atrás y Nelson terminando de acabar, se pone recto y apretando mis nalguitas, me la hunde hasta al fondo y otras pulsadas más, termina de eyacular.
Después de eso, me limpio con el slip que tenía puesto, fue al cuarto donde duerme, busco un short y se lo puso, iba a salir al patio, pero antes, me ha mandado acostarme. Así lo hice, y desde esa vez no he vuelto recibir la leche mi macho…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!