El club.
Roberto siempre concurre al club porque practica natación. Allí se encontró con una grata sorpresa. .
Roberto es hombre de unos 50 años, bien parecido, delgado, alto, con una cabellera abundante, siempre debidamente peinado de un modo bastante solemne. Es muy prolijo en su persona, sobre todo en su vestir, por lo general va con traje ya que se lo exige el trabajo y él ya está acostumbrado.
Por las mañanas, ente de ir a sus labores, concurre al club del barrio, allí realiza natación, alrededor de unos 45 a 60 minutos. Hace muchos años que desarrolla esa actividad y, por tanto, conoce a casi todos los que practican diversos tipos de ejercicios acuáticos.
Desde hace casi dos meses, apareció una joven mujer, profesora de natación para niños y adolescentes. La mujer de unos treinta años tiene verdaderamente u cuero escultural. Es realmente una belleza. Pero Roberto no reparó en ella, sino en los adolescentes. Roberto tiene un apetito sexual bastante delicado y exigente y, de hecho, una fascinación por los jovencitos de ambos sexos, sobre todo aquellos que no han llegado a los 14 años.
Especialmente le llamó la atención unos de esos jóvenes, en la ducha podía apreciar los encantos de su próxima presa, delgado, ni alto ni bajo, con unos glúteos redondeados y acordes a su estatura y su físico, y con una verga con un prominente prepucio, lo que le llamó la atención a Roberto. La medida del pene era normal, su cuerpo prácticamente no tenía bellos, salvo una finísima pelusilla, casi imperceptible. Lo que hacía al joven aún más apetitoso.
Los horarios del adolescente y Roberto coincidían y terminaban a casi la misma hora, por tanto, se veían en la ducha, cierta vez el jovencito se arrimó a la ducha de Roberto y le solicitó el jabón, ya que lo había olvidado. Roberto complació el joven con su pedido. Salieron juntos del vestuario, Roberto le puso la mano sobre el hombro. Al joven lo esperaba la madre, una mujer de unos 40 años, de muy buen físico, y arreglada con delicadeza y sobriedad. Se saludaron y la madre y el joven se fueron hacia el auto. Roberto fue hacia el suyo.
Y así fue durante casi un mes, los encuentros entre las tres personas no pasaban de un saludo afectuoso y cordial, las charlas eran intrascendentes y luego se despedían con el mismo todo agradable.
Una de esas mañanas Roberto y el adolescente, como siempre caminaron hacia donde estaba la madre esperando al muchachito, le dijo directamente a Roberto.
-¿Te gusta mi hijo?
-Qué pregunta, me tomas por sorpresa Camila, ¿cómo se te ocurrió eso?, respondió Roberto.
-Te vengo observando desde hace algún tiempo, aun antes que te hicieras amigo de él. Estoy segura de lo que pregunto. Por otro lado, no tenés que tener problemas en decime la verdad. Soy una mujer amplia.
-¡¡¡¡¡Eeehhhh!!!!! Titubeó el hombre.
A todo esto, el joven se encontraba escuchando la conversación. La madre prosiguió.
-Te voy a decir algo para que te saques esa timidez o temor o lo que fuera. Soy prostituta, trabajo, cobro por coger. Ahora, ¿me podés decir si te gusta mi hijo?
-Sí, dijo secamente Roberto.
Al jovencito se le dibujó una sonrisa en el rostro.
-Él es una mujercita, lo sé desde hace unos 5 años, a pesar de ser un varón. Siempre habla de vos, no deja de mencionarte un par de veces al día, por lo menos. Era evidente que le gustas.
-Puede ser que le guste porque no tiene la figura paterna. Dijo Roberto con suavidad en un volumen de voz bajo.
-No, te lo puedo asegurar, es puto, le gusta la verga, así de simple y lo tengo asumido.
-Cambiando de tema, que dice tu hijo acerca de sus labores.
-Conmigo va a aprender sobre el sexo y va a ser libre y le tiene que gustar de todo para que pueda elegir libremente. Él sabe a qué me dedico, es más yo llevo a los hombres a casa y más de una vez me ha visto coger, y no hay problemas.
-Perfecto, contestó Roberto.
-Así que cuando quieras podés venir a casa, dijo Camila, con una sonrisa dibujada en su rostro.
-Antes deberíamos charlar un rato para que pueda conocer un poco más la cuestión, ¿no te parece? He recibido una gran cantidad de información de algo voltaje y tengo algunos interrogantes.
-Cuando quieras, dijo la mujer y continuó con su sonrisa.
-Perfecto, dame tu número de teléfono para ponernos de acuerdo y que te importune con mi presencia cuando estás haciendo algo o tengas que salir.
Intercambiaron los números de celular y ambos se dirigieron a sus automóviles. Roberto estaba un poco aturdido, los datos que había recibido, a pesar de ser un hombre bastante alocado y atrevido lo habían apabullado un poco.
Pero tenía una alegría interna enorme, deseaba pasar su lengua por la piel suave del joven, lamer cada centímetro de su frágil cuerpo, comer su pequeño agujero anal y comerse con avidez ese hermoso y pequeño pene. Fueron pasando los días, en el club todo siguió igual, como si la conversación no hubiera sucedido. Pasaron unos diez días hasta que tomó la decisión de llamar por el celular a Camila.
-Hola, ¿cómo estas Roberto?, dijo Camila con voz suave.
-Bien, bien, respondió Roberto. Te llamaba para ver qué día y hora podemos acordar para que me llegue hasta tu casa.
-Cuando quieras, contestó Camila sin hesitar.
-No, decime vos, no quiero importunar.
-No importunás, por cierto, argumentó Camila. ¿te parece bien el sábado a las 9 de la noche?
-Me parece perfecto. Allí estaré.
El sábado por la noche a las 9 en punto tocó el timbre de la casa de Camila. Se abrió la puerta, la mujer estaba vestida con tacones altos, una pequeñísima minifalda y una blusa suelta sin soutien. Erotismo puro. Pasaron a la sala central de u na casa amplia, cómoda y cálida. Se sentaron a la mesa, ella en la cabecera, Roberto en el sector derecho de la misma.
-¿Charlamos?, dijo Roberto.
-¿Charlar? Espero un interrogatorio.
-No es para tanto. Empecemos ya, ¿qué querés saber?
-¿De verdad trabajas como prostituta?
-Sí, respondió Camila, y me encanta ser puta y más aún me gusta que el resto de la gente sepa que soy puta, incluyendo a mi hijo.
-¿Te vio con hombres?
-Por supuesto, dijo Camila con tranquilidad mientras encendía un cigarrillo.
-¿Y cómo viene la cosa conmigo?
-Me di cuenta desde el primer día que te vi en cómo mirabas a mi hijo, me dije a este madurito le gustan los pendijitos.
-Y las nenitas también. Aunque todo lo que tiene que ver con el sexo me agrada y soy de probar todo.
-Me lo imaginaba.
-¿Y qué va a ocurrir con tu hijito?
-¿Te lo querés comer, verdad?
-Sí, no te quepan dudas, me encanta.
-Bueno, ya viene, se está terminando de cambiar y baja. Hacé con él lo que quieras, pero yo me quedo mirando.
-¿Pero… balbuceó Roberto, él quiere.
-Ahí lo tenés. Bajando las escaleras, preguntale.
-Hola Roberto, dijo el joven, y le dio un beso en la mejilla.
Roberto lo miró detenidamente y comenzó a desabrocharle la camisa de color rosado que llevaba puesta, mientras le daba un suave beso en los labios, a lo que el joven contestó con un beso de lengua apasionado, eso hizo erectar la verga de Roberto. Él se quitó el sacó y una remera blanca que llevaba puesta, mientras dirigió la boca del jovencito hacia sus pezones, que eran, por cierto, muy erógenos, ya estaban duros y a la búsqueda de los suaves labios del muchachito, quien respondió rápidamente, mientras Roberto le bajaba los pantalones y comenzaba a succionar el pene ya duro del joven.
Se bajó los pantalones y sacó su verga dura, mientras le decía la jovencito que se la pusiera en la boca, cosa que hizo sin hesitar, lamió es pene duro como una piedra, al punto de que empezó a manar ese líquido viscoso y transparente de la punta de su cabeza. El joven depositó la punta de su lengua en la gota y la sacó para volver su lengua hacia dentro de la boca y tragar ese elixir de sexo candente. Lo colocó a Roberto de espaldas y comenzó a pasarle la lengua pro el agujero del culo, no había cosa que excitara más a Roberto que el beso negro, mientras hacía los movimientos habituales de la masturbación, no dejaba de gemir a cada paso de la lengua del adolescente por entre sus glúteos. Esta acción transcurría al borde de la cama, ue era utilizada eventualmente como apoyo.
Al poco tiempo, el beso negro se lo dio él al joven muchachito, la piel blanca, la suavidad de la misma, ese cuero sin bello lo tenía encendido desde que lo vio por primera vez en el club. Hasta que no pudo más y comenzó a meter la cabeza de su miembro en la cavidad anal del joven, quien lanzó un pequeño grito de dolor.
Camila tirada sobre la cama observaba la escena con una sonrisa dibujada en su rostro, se veía la lujuria en sus ojos y se movía con cierta lentitud lo que la mostraba su calentura, tenía su vulva empapada y sus huecos estaban totalmente abiertos, pero no estaba dispuesta a participar. Ese era la noche de su joven hijo próximo a cumplir doce años.
Gozaba viendo cómo su hijo era sodomizado, la situación la tenía encendida, pero callada. Nunca participó en casi los 45 minutos que duraron los escarceos amorosos entre ese hombre maduro y ese joven que había sido desvirgado y se encontraba cómodo en la posición de sujeto sumiso. Hasta que Roberto descargó todo su semen en el interior de la cavidad anal de joven, quien estaba extasiado al sentir recorrer la leche caliente por su interior.
Roberto sacó su miembro del culo del muchacho, todavía erecto, Camila lo agarró con fuerza con su mano derecha y lo llevó hasta la toilette, allí, con una sonrisa le dijo que se aseara. Salió del cuarto de baño y le dijo al joven que hiciera lo mismo y que le avisara a Roberto que los esperaba abajo. Pasaron unos minutos y ambos bajaron, se dirigieron hacia el comedor, allí los esperaba Camila, quien les dijo con una sonrisa y un ademan que tomaran asiento:
-La mesa está servida.
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