El club II
Continúan las peripecias de Roberto con el infante con el que hace natación en el club. .
Roberto practicaba natación en el club de barrio y al llegar una nueva profesora de natación para niños y adolescentes, este maduro picarón reparó en un jovencísimo estudiante, Erik, bello, esbelto, delgado y lampiño. Camila, mujer de 40 años, de muy buena estampa se dedicaba a la prostitución y le gustaba ese trabajo y no lo ocultaba ante nadie. Llevaba a los hombres a su casa e, incluso, su hijo sabía del trabajo de su madre y hasta había visto como se la cogían, Camila no tenía reparos en realizar actos sexuales con la puerta de la habitación abierta de par en par.
Roberto ya había tenido una aproximación sexual con el joven, que estaba obnubilado con este maduro que, a su vez, estaba realmente caliente con este jovencito. En los primeros tiempos los encuentros eran bastante espaciados, luego se hicieron cada vez más cercanos en el tiempo, hasta que fueron cada fin de semana. Camila gozaba masturbándose al mirar como su hijo ya de catorce años jugaba con este cincuentón que no dejaba de fornicar al adolescente.
Camila sabía que su hijo era puto, que le gustaban los hombres y que ya se probaba ropa femenina, sobre todo para ver los fines de semana a Roberto. Erik ya había charlado con su madre que quería consumir estrógenos y antiandrógenos ya que quería ser una fémina, de hecho, era un jovencito que tenía ciertas características femeninas: una voz suave, escaso bello y el que tenía se lo depilaba con mucho cuidado y a fondo. Así se presentaba cada fin de semana ante su hombre. Roberto estaba cada vez más ardoroso y lujuriosos con este jovencito, en tanto que le gustaba la escena depravada de la madre, desnuda en una banqueta en pleno juego con su clítoris. Hasta que llegó un cierto día en que Camila le preguntó a Roberto:
-¿Te parece que el próximo fin de semana vengan mi hermano y mi sobrina a cenar con nosotros?
-Sí, contestó Roberto, no tengo problemas, ¿pero ¿cómo le caerá a tu hermano esta situación? No quiero que sepa de lo mío con tu hijo. Y continuó: ¿No habrás tenido la mala idea de contarle, verdad?
-Mi hermano está casado, salió del clóset hace ya dos años, es muy puto, la mujer sigue con él y le ayuda a ser lo que él quiere, es una pareja abierta y mi sobrina es una putita en ciernes. Dijo Camila.
-O sea, que le contaste dijo Roberto.
-No le he contado, pero le dije que su sobrino tenía sus mismos genes femeninos, comentó Camila.
-Y cómo se llaman tu hermano, su mujer y la niña. Contame todo, por favor, Camila quiero saber.
-Mi hermano se llama Álvaro, pero le dicen Tito, mi sobrina se llama Lola y mi cuñada, que es una belleza de mujer, Martina, pero le dicen Tina.
-Interesante, dijo Roberto. ¿Y quién vas a invitar de los tres?
– A mi hermano y a mi sobrina, dijo Camila, y esbozó una sonrisa picarona y perversa al mismo tiempo.
-Cuántos años tiene tu hermano y la nena?, preguntó Roberto.
-Mi hermano tiene dos menos que yo, 30, y mi sobrina casi 9.
-No tengo problemas, dijo Roberto.
-Te aseguro que te va a gustar, respondió Camila ya con una carcajada.
-¿Por qué te reís tanto, mujer?
-Porque ya puedo imaginar el olor a sexo. Respondió Camila.
-Bueno, entonces me va a gustar, dijo Roberto con voz calma.
Le dio un beso a la mujer y se retiró hacia su casa en el automóvil. Mientras volvía no dejaba de pensar en lo que le había dicho Camila, estaba intrigado, pero al mismo tiempo excitado. Hasta que llegó el día sábado, Roberto se dirigió hacia la casa de Camila y su amado jovencito, a quien esperaba ver vestido de mujer, cosa que lo pone muy caliente. El solo pensar le provocaba una erección. Al llegar a la casa se encontró con una mesa servida, muy delicadamente, con unos manjares bastante frugales.
El jovencito estaba vestido con un pantalón y una remera que combinaban perfectamente. Camila tenía una vestido ajustado y extremadamente corto y llegó al comedor con Martina, quien llevaba puesto un vestido tipo solera, con breteles muy finos y un escote que mostraba casi la mistad de sus tetas, le pareció que no tenía puesta ropa interior. La mujer era verdaderamente muy linda, con un cuerpo voluptuoso, la naturaleza le había dado de todo. Se hicieron las presentaciones de rigor y llegó Álvaro con su pequeña hija, no aparentaba que tuviera 9 años, estaba verdaderamente hermosa, con un cuerpo más que interesante. Tito es un joven muy afeminado con un cuerpo similar al de su sobrino, Erik. No le cayó mal a Roberto. Durante la cena el único tema de conversación fue el sexo hasta que un momento determinado, cerca de las 23.30 horas, la jocosa Martina dijo:
-Bueno, ¿quién arranca con un striptease? Tiró a bocajarro.
El silencio que se produjo fue pesado, casi todos sonrieron levemente. Roberto dijo asumiendo su rol de hombre superado y conocedor de estas cuestiones relacionadas con el sexo orgiástico.
-A ver, quién sube a la mesa y da el puntapié inicial, vamos a poner música. Camila es tu casa, te toca elegir la música.
Camila se dirigió hacia uno de los rincones del comedor y puso música con una cadencia realmente subyugadora. Ahí se levantó la voz de uno de los contertulios, Lola, quien dijo:
-Empiezo yo, ¿les gusta una nenita voluptuosa en bolas?
-Sí, por supuesto, dijo su madre con una sonrisa lasciva que se dibujaba en su rostro libidinoso y le brillaban los ojos.
-Yo también, dijo Erik, ¿les gusta ver a una parejita joven bailando este ritmo de seducción?
-Sin dudas, dijo su madre Camila.
Pero claro, dijo Álvaro, mientras ya se quitaba su remera
-Esto se pone verdaderamente muy interesante, acotó Roberto.
-Me encantan ver a los jovencitos desnudos, le dijo a Camila en voz baja y al oído.
-Siempre supe que eras un perverso, pero viste cómo te miraba mi hermano, quiere que te lo cojas.
-Así va a ocurrir, tengo ganas de todo, esta noche.
– ¿Qué te parece Roberto?, preguntó Martina con una sonrisa en la boca mientras dejaba caer un bretel de su solero y mostraba unos de sus enormes senos con un bello pezón marrón oscuro.
Los jovencitos ya estaban desnudos, Martina se paró y le pidió a su sobrino que se acercara, comenzó a mamarle el pene ya erecto de joven, mientras que Camila imitando a su concuñada empezó a lamer la vagina de la pequeña Lola que comenzaba a pronunciar unas palabras ininteligibles y sonidos de placer. Álvaro se denudó completamente, también tenía duro su falo, era enorme, al menos unos 18 o 19 centímetros y un grosor de caso 5 o 6 de diámetro. Roberto pensó para sí: “Semejante verga y este boludo es puto.” En ese momento se arrimó el joven Erik, quien buscaba con afán la verga de Roberto, quien la sacó y se la puso en la boca al adolescente, este comenzó con su tarea de chupar esa poronga dura. Roberto ya estaba desnudo, puso al jovencito en cuatro patas y comenzó a lamer sus bolas y el agujero de su culo, hasta que puso su verga en ese agujero que tanto lo subyugada, mientras que Álvaro se fornicaba a su cuñada y Lola le pasaba la lengua a la vagina de su bella madre. En un momento, ya pasada la medianoche, Álvaro dijo:
-Bueno que les parece si hacemos un trencito los varones, el primero se la tiene que poner a una de las chicas, el resto nos damos por el culo, y para que nadie se quede con las ganas “el furgón de cola” cambia a cada rato.
Tanto las mujeres como los varones, excepto Roberto asintieron gustosos a la idea de Álvaro. Roberto nunca había sido penetrado, le gustaba ponerla, pero nunca había dado su culo, lo tenía virgen aún. Álvaro se la puso al joven Erik, Roberto a Álvaro, quien ya tenía bien dilatado el ojete, el pequeño tomó como “máquina” a su prima Lola, a quien le introdujo el belín bien adentro del culo de la pendejita que gritaba de placer, mientras Martina le chupaba la vagina babosa a Camila.
Y así fueron cambiando “máquina” y de culo, Roberto recibió la enorme verga de Álvaro y aguantó sin ningún problema, pero lo que le puso verdaderamente lujuriosos y caliente fue cuando le puso la charasca el joven Erik, allí experimentó un placer enorme, tan enorme que casi acaba, cosa que no ocurrió porque retuvo la eyaculación. Por vez primera Roberto coloco su chota en las tres mujeres tanto en la boca como en el resto de los huecos húmedos de las damiselas presente en la velada.
Al cabo de un rato de sexo ardoroso y que incluyó algunos fetiches como escupirse dentro de la boca o en la cara, eso fue en un momento de la noche en que todos se escupieron entre sí, mientras que Martina tenía muchas ganas de orinar y el joven Erik y su tío le pidieron que dejara salir el chorro de su concha sobre ellos dos. Camila observaba con una leve sonrisa dibujada en su rostro mientras tenía tomado de la cintura a Roberto, quien en ese momento estaba gozando con la pequeña boca de Lola que no dejaba de lamer la cabeza de su pinga.
La noche venía movidita, y los varones no dejaron, a pesar de gustar de personas del mismo sexo, sin poner su verga en los huecos de cada una de las mujeres, hasta que los varones ya tenían ganas de expeler su esperma, no había un lugar determinado para el acontecimiento, al que las mujeres consideraban como un momento clave de una noche de sexo tórrido, estuoso y libidinoso. Todos estaban muy agitados en una noche que tuvo cosas impensadas y novedosas noticias.
Más o menos habían pasado dos horas desde que se había iniciado la velada sexual y a Martina se le corrió que todas las damas presentes se arrodillaran haciendo una ronda alrededor de los hombres, en tanto ellos se masturbaban hasta acabarles todo el esperma en las bocas y en los rostros. El resto de las mujeres aceptaron de buen grado, hicieron una ronda y les pidieron a los hombres que comenzaran con su faena de pajearse, los hombres agarraron sus miembros erectos y comenzaron con el vaivén habitual con sus manos, pasaron algunos minutos hasta que Roberto derramo su leche en la cara de las chicas, luego Álvaro y por último el jovencito Erik. Las caras y bocas de estas putonas quedaron con leche caliente por todos lados.
Los contertulios se dirigieron hacia el comedor, se sentaron en los sofás y en algunas sillas y tomaron un whisky, Roberto pidió la palabra y dijo que esa noche era especial para él.
-¿Por qué? Inquirió Álvaro.
-Porque hoy me rompieron el culo por primera vez. Nunca había ocurrido.
-¿No te dolió por ser la primera vez? Preguntó con curiosidad Camila.
-Para nada, dijo Roberto, y encima me gustó.
Todos aplaudieron.
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