El Conde Morboso (Continuación de: El Conde Fernando)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eduardo_11.
Primera parte: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-19685.html
El agua tibia caía a mi espalda mientras dejaba que los chorros de semen salieran por mi miembro totalmente enrojecido. En mi mente, mientras me corría, pasaban las imágenes de Fernando y yo teniendo sexo ayer. Deje que el agua limpiara el resto del semen de mi pene. Cerré la llave, salí de la regadera, me seque y, así como acostumbraba normalmente, me acosté desnudo en mi cama para descansar.
Mirando hacia el techo recordé todos los momentos que pase con Fernando. Solo de recordar hasta el más insignificante detalle, hacía que mi miembro tuviera una erección. Hoy por la mañana me desperté en su casa, ya era muy tarde para ir a la universidad, aunque era sábado solo iba medio día por clases de inglés, pero más que eso es que quería ver a Fernando y repetir todo, pero no, todo el puto sábado me la pase pensando en Fernando encerrado en mi casa, pero lo bueno es que el día ya termino.
Cuando finalmente el lunes llego, estaba ansioso de volver a ver a Fernando, por mi mente solo pasaba una cosa. Volver a tener sexo con él. Cuando llegue a la universidad, tratando de disimular, lo busque en los pasillos donde normalmente lo encontraba, pero no me topé con él. Probablemente llegaría tarde. Cuando las clases terminaron decidí buscarlo, si estaba con sus amigos, probablemente yo le diría que si me haría el favor de llevarme a mi casa porque no tengo que llegar tarde. Pero no lo encontré. Busque su destartalado Tsuru de los 90’s en el estacionamiento. Nada. Hoy no vino.
El martes tampoco asistió. Ni el miércoles y jueves. Toda la jodida semana me dejo con unas ganas tremendas de sexo. Las noches en las que me masturbaba ya no me satisfacían, necesitaba de él, ahora. Y como si fuese una adolescente con cambios de humor y hormonas alborotadas. Hice berrinche. Mi berrinche es que quería a Fernando es ese momento.
El viernes pensé que iría. No lo hizo. Mientras estaba en clases solo pensaba en que ya se terminaran, por que al terminar el día de clases, no entraría al club de lectura para ir a su casa. Cuando por fin el amargado profesor de química termino, salí corriendo hasta el transporte. Una vez que subí, las dudas comenzaron a atacarme. «¿Me veré un poco desesperado por él? Obvio que si Eduardo». «¿Qué le diré cuando llegue a su casa? Hola, amm ¿Estas desocupado? Es que quiero sexo». Entre más lo pensaba más preguntas de ese tipo llegaban a mi cabeza, llego un punto en que si de verdad quería ir a su casa.
Una vez cruzada la calle, vi que el transporte se alejaba en la avenida. Yo estaba a solo unas casas del hogar de Fernando. ¿Qué le voy a decir cuando llegue? Era obvio (y en cierto punto creo que cuando Fernando me vea en su puerta lo sabrá).
Toque el timbre, tardo unos segundos pero finalmente abrió.
Apareció el. Su cabello castaño estaba alborotado, como si recién se levantara. Llevaba una bermuda azul, no traía playera e iba descalzo. Con su brazo trataba de cubrir sus pezones velludos como si él fuera una mujer.
-Hola- Dijo Fernando en tono tímido.
-Hola- Respondí.
-Hola-
-Hola- Me reí.
-¿A qué has venido?- Finalmente dijo otra cosa. Rápido Eduardo, di algo que no se oiga tan desesperado por sexo.
-¿Te encuentras bien?- Dije yo (¿A eso llamas no estar desesperado por sexo?).
-Amm si, ¿Por?
-Nada, es que como no fuiste toda la semana a la universidad, pensé que estabas enfermo o algo.
-No es que… tuve. Problemas familiares, pero pasa. Si quieres.
Accedí, su casa estaba sucia, cosas por aquí, otras por allá. Desde la sala pude ver que en el fregadero había platos sucios. No quería imaginar su habitación.
-Perdona el desorden, no pensé tener visitas.
-No te preocupes- Le dije.
-Y bien ¿Por qué no has ido a la universidad?-. Hubo silencio, el me miro. Se acercó a mí, pero dejo una distancia prudente.
-¿La verdad?- Dijo él. –No quiera verte-. Mi corazón se aceleró. Estoy confundido ¿Fernando no quería verme? Yo toda la semana solo deseaba verlo y tocarlo, y ¿El a mí no? –No quería verte, porque sentía que si te veía te agarraría por la cintura, te arrancaría la playera y te tiraría en el pasto para follarte.
Trate de procesar lo que acababa decirme. En pocas palabras él dijo, que no fue a la universidad porque si me veía, el animal salvaje que trae dentro trataría de tener sexo conmigo en ese momento. Sentí un alivio al saber que Fernando seguía deseándome así como yo a él.
-¿Sabes qué?- Pregunto el -¡A la mierda!
Con sus manos sujeto mis mejillas y me planto un beso en la boca, lentamente metió su lengua en mi boca, y como la vez anterior, comenzó a besuquearme, bajo lentamente sus manos y me tomo por la cintura. Nuestras lenguas se revolcaban entre nuestras bocas. Cada vez más la lujuria se apoderaba de nuestros cuerpos, no quería que dejara de besuquearme, me agradaba y mucho. Pero se detuvo, se hinco frente a mí, me desabrocho el cinturón y el pantalón. Bajo mis pantalones junto con mi bóxer, dejando al aire mi miembro bien erecto. Con su mano tomo el tronco de mi pene y dio unas cuantas caricias como si lo masajeara.
-¿De verdad estabas tan desesperado como yo?- Le pregunte mientras el subió su mirada. El dio una ligera risa.
-Calla y disfruta- ordeno Fernando.
Apenas cerré los ojos cuando sentí su lengua dar una lamida a todo mi glande. Gemí dando un ligero grito. Nuevamente dio otra lamida a mi glande, pero esta vez lo hizo lento y restregando fuertemente su lengua contra mi glande. Esta vez di un gemido más fuerte. Una tras otra, Fernando no dejaba de dar lamidas a mi glande. Comenzó a mover su mano, me comenzó a dar masajes de arriba hacia abajo en el tronco de mi miembro. En un momento inesperado Fernando se llevó la cabeza de mi pene a su boca, dentro comenzó a chupar mi glande en círculos. Puse mis manos en su cabeza y le daba pequeños tirones hacia mi pene y con mis caderas, a dar ligeros movimientos de adelante hacia atrás, en cada movimiento podía sentir como mi glande pasaba por la lengua de Fernando, en cada movimiento yo gemía más, en cada movimiento sentía que me venía dentro de la boca de Fernando.
-Espera, aun falto yo. No te corras-. Dijo Fernando.
Se quitó mi pene de su boca, se puso de pie y se deshizo de su bermuda junto con su ropa interior. Al aire libre quedo su miembro grande bien erecto como lo recordaba. Con esas venas gruesas bien marcadas, su prepucio que cubría por completo el glande, sus testículos que colgaban y esa espesa mata de vello oscuro. Baje mi mano y comencé a darle masajes de adelante hacia atrás.
Desnudo, Fernando se hizo para atrás para sentarse en el sofá, se abrió de piernas lo cual indicaba que era mi turno de darle un oral. Me hinqué frente a él, tome su miembro bien erecto con mi mano y a diferencia de la primera vez, esta vez me lleve por completo su glande. Nuevamente disfrute ese sabor salado y a orín de su glande pero esta vez otro ligero sabor añadido, semen. Lamia la cabeza de su miembro como un caramelo, mientras con mi mano le seguía haciendo masajes de arriba abajo. La intensidad con la que yo le estaba dando placer cada vez era más intensa. Llego un punto en el que dentro de mí boca podía sentir como su pene estaba mojado por aquel líquido preseminal.
Fernando movía sus caderas para hacer aquel sexo oral más intenso, comenzaba a gemir, eso me excitaba mucho. En un movimiento el levanto sus caderas y sin previo aviso y de un viril gemido bestial, al aire salieron disparados los chorros de semen caliente y espeso. El primer chorro cayó en su abdomen. El segundo alcanzó para mancharme mi mejilla. El tercero para embarrarme los labios y parte del cuello. Su miembro comenzó a quedar flácido entre sus piernas, yo seguía hincado frente a él y desde esta vista podía ver su pene flácido, el semen que cayó en los vellos espesos de su abdomen, el sudor de su pecho y la respiración agitada de su garganta me llevo al paraíso. Solté un gemido y deje correr mi semen en el piso de la sala de Fernando.
Ese mismo viernes, Fernando ofreció quedarme en su casa. Acepte. El resto del viernes él se paseó por toda la casa con una erección dentro de su ropa interior negra. Se veía tan atractivo. Verlo a él, hacía que también yo tuviera una erección. Lo alto que era, su piel no muy morena, sus piernas cubiertas de vello. Y aunque no tenía músculos, salvo los brazos, me excitaba de una forma indescriptible. Claro, sin mencionar esa enorme erección presumiéndola todo el día. Por la noche en su casa me ofreció quedarme con él en su cama, le dije que no, a pesar de que lo deseo a morir aun no estoy preparado para dormir con él. Así que me ofreció su sofá como colchón.
A media noche, no soporte más el hecho de tenerlo a un piso de distancia y no hacer nada con él. La erección que tenía gritaba en silencio por él. Subí sigilosamente por la escalera, su habitación tenía la puerta abierta, entre. Su habitación era como la de cualquier otro hombre. Desorden por todos lados. Él estaba dormido, cubierto solo de una pierna por la cobija. Lo demás estaba al descubierto, podía ver su erección que seguía sin bajarse. Pensé en como sorprenderlo cuando se me ocurrió.
Me hinque frente a sus largos pies que sobresalían de la cama por la posición en la que el dormía. Los admire unos segundos y les di un beso, en seguida un olor detecto mi nariz. Un aroma raro, a sudor fuertemente impregnado por el uso del mismo calzado. Hasta cierto punto me hipnotizo el aroma apestoso de sus pies. Pero eso no me detuvo para seguir dando besos mientras seguía subiendo por sus largas piernas morenas hasta llegar al bulto erecto de su entrepierna.
Sin quitarle la ropa interior, di pequeños besos a la cabeza de su glande que estaba húmedo por su fluido preseminal. Con mi lengua di pequeñas lamidas para quitarle ese líquido de su miembro. Tome su pene y comencé a chupar su miembro, su ropa interior comenzó a mojarse por mi saliva, así que por la bragueta del bóxer, saque su pene bien erecto y sin dudarlo volví a meterlo en mi boca, Esta vez el sabor a semen estaba más marcado.
Metí mi lengua entre la piel de su prepucio y el glande, comencé a dar lamidas en círculo, arrastrando todo el resto del semen y saboreándolo. Cuando por fin deje limpia la cabeza de su miembro, empecé a chuparlo, lamerlo, masajearlo, disfrutarlo. Su pene volvía a tener una erección al máximo, en la palma de mi mano podía sentir como las gruesas venas de su tronco palpitaban de placer.
Con mi mano izquierda saque sus testículos por la bragueta del bóxer y empecé a acariciarlos, los vellos de sus pelotas hacia que me dieran un pequeño cosquilleo en el cuello cada vez que daba una chupada a su glande.
Me asuste, pues Fernando puso su mano en mi nuca. Levante la vista y vi a Fernando que me sonreía y volvía a dejar caer su cabeza en la almohada. Con la otra mano, la estiro para encender la lámpara que estaba en la mesita de noche. Una luz anaranjada pálida ilumino delicadamente la habitación, no ver nada me excitaba, pero verlo, admirarlo. Era otro nivel de excitación visual.
Fernando empezó a mover sus caderas suavemente entorno a mis chupadas, su mano en mi nuca, servía de guía para no perder el ritmo. Acariciaba sus testículos y dejaba que sus vellos me tocaran la mano. Algunos de sus vellos eran tan largos que lograban tocarme los labios cada vez que chupaba la cabeza de su pene. Cerré mis ojos y me deje disfrutar de este momento, subí lentamente mi mano por el abdomen de Fernando y cada vez que subía podía sentir sus vellos rozar mi mano, finalmente mis dedos tocaron sus labios y de inmediato, Fernando comenzó a besar las yemas de mis dedos, eso me excito en muchas formas, hizo que un escalofrió placentero recorriera todo mi cuerpo. Sentir la lengua de Fernando humedecer mis dedos era una nueva experiencia de placer.
Fernando, casi en susurro, daba ligeros y masculinos gemidos de placer, podía sentir como su pene dentro de mi boca cada vez estaba más y más enrojecido y caliente. Quite lentamente mis dedos de los labios de Fernando y esta vez baje mi mano de una manera lenta. Cuando mi mano volvió a llegar al gran miembro de Fernando, volví a masajear su tronco, esta vez se sentía más ancho, a punto de estallar nuevamente.
Mi mirada recorrió lentamente el cuerpo Fernando hasta volver a verlo a él. Tenía su mano izquierda por detrás de la cabeza, podía verlo vasto y oscuro que eran los vellos de su axila. Su mirada clavada en el techo con ojos perdidos en la distancia del placer indicaba que él había entrado en un éxtasis del cual solo yo sabía cómo devolverlo a la realidad.
Sus piernas hicieron movimientos bruscos. Su respiración se agito. El balbuceaba algo que entendí como –me corro-. Fernando de arqueo bruscamente y soltó un grito. De su enrojecido miembro volvieron a salir disparados chorros de semen espeso blanco. Es como si la corrida de hace ya rato nunca paso. Deje que su semen callera en mi cara, aunque claro, unos cayeron más lejos. Fernando quedo exaltado y empapado de sudor, su pene flácido aún seguía enrojecido.
Baje mi mano para terminar de correrme en la alfombra.
-Ven- Dijo Fernando entre respiraciones entrecortadas. –Acuéstate conmigo-.
Al ponerme de pie, mi ropa interior cayó al suelo, me iba a acostar frente de él pero el ordeno de espalda. Me acomode en la cama y le di la espalda a Fernando. Con sus manos me tomo por el estómago y me acerco a él, sentí su abdomen contra mi espalda y pude sentir como su semen se me pegaba a mi piel, fue entonces que su miembro flácido tocó mis nalgas. Durante unos instantes sentí miedo pero desapareció al momento en que Fernando metió su mano izquierda en mi entrepierna y masajeo mis testículos. Y con su mano derecha tomo mi pene aun erecto y comenzó a masturbarme.
Sentir sus manos acariciar mis partes erógenas más sensibles con tanta sensualidad me hizo saber que este hombre. Fernando. El chico de quien me enamore perdidamente desde que nuestros ojos se cruzaron. Me amaba, y que me amaba de verdad.
Fue entonces que me vine, Fernando comenzó frenéticamente a sacudir de arriba abajo mi miembro, mientras yo me retorcía en placer, sentir sus grandes y rasposas manos era indescriptible. Sentir que con mi semen he manchado sus manos hizo que me dejara vacío. Los dos tendidos en la cama, bañados por la luz anaranjada de la lámpara, empapados en sudor, nuestra respiración, y que el dejara sus manos en mi miembro, fue el sello que dejo en claro nuestro amor y deseo.
Cuando abrí los ojos ya era de mañana, Fernando seguía abrazándome por el estómago. Gire la cabeza para verlo y ahí estaba el, con sus ojos marrones llenos de dulzura.
-Hola- Dijo él.
-Hola-
-Hola-. Nos reímos.
-¿No iremos hoy a clases de inglés?
-Creo que ya es demasiado tarde. Son las 10:00 am.
Nos quedamos un largo rato abrazados los dos. Hasta que le hice una pregunta.
-Fernando ¿Por qué te dicen Conde?
El dio una ligera risa.
-Cuando era chico, me gustaba mucho Drácula, desde películas hasta libros, y como la leyenda dice que él era una especia de Conde, un día a mi primo se le ocurrió decirme así y así se me quedo.
Finalmente después de mucho, supe por que le decían Conde. Minutos después nos levantamos, nos bañamos juntos, terminamos masturbando el uno al otro.
Los días pasaron, y las semanas igual, el año de universidad casi acababa, pero ambos lo descuidamos mucho, pues el morbo, el deseo y la lujuria, se apoderaron de nuestras vidas. Los días en los que Fernando y yo nos besuqueábamos detrás de los salones, en los que nos masturbábamos en los baños. Los días en los que nos bañábamos y terminábamos en la cama empapados de sudor, se volvieron intensos, se volvieron nuestra realidad. El Conde morboso en que se había transformado Fernando me gustaba, y mucho.
Las vacaciones de verano por fin llegaron, nuestros cuerpos por fin podrían estar todos los días juntos sin que nada ni nadie nos interrumpa del morbo. Todo era perfecto. Pero un domingo, Fernando me invito a un paseo por el parque, después de eso, todo cambiaría.
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