El conde y Yo
Esta historia fue de mis primeras experiencias zoo y es el origen de varias que iré compartiendo.
Casi toda mi vida he vivido solo, desde los 20 que me sali de mi casa (ahora tengo 35) pero fue hasta los 30 que tuve el espacio de un jardín para tener mascotas.
Yo había visto un perro por la colonia, grande como un Golden pero de pelo café oscuro y muy corto, que se veía más tranquilo que los demás y además andaba solo al que le decían el conde, así que empecé a acariciarlo cada vez que lo veía, después a dejarle comida fuera y así irlo metiendo al terreno de mi casa para que comiera, descansara y se fuera acostumbrando a estar conmigo sin encerrarlo.
Tras varias semanas de esa situación tuve unos días libres del trabajo así que decidí ver si podía mantener al conde encerrado en casa y observar cómo se comportaría en el patio al no tener a donde más ir. Para mi sorpresa el perro estuvo super tranquilo y en ningún momento se quiso salir a la calle de nuevo así que desde ese momento ya se quedó en casa
Al día siguiente lo lleve al veterinario para una revisión y aparte de desparasitante y baño para pulgas el perro estaba en buen estado, la comida que le había dejado fuera para él le había servido mucho.
Así pasaron varios meses, dándole sus baños, su comida y jugando con el conde para que me aceptara como su compañero. Viviendo solo me había acostumbrado a estar desnudo el mayor tiempo posible y al jugar con el me aseguraba de jugar, de poco a poco, con su verga y sus huevos para que en un futuro no sintiera extraño.
Tras varios meses mas al fin tuve vacaciones, sabia que para intentar algo con el conde necesitaría tiempo suficiente así que el primer día lo lleve al veterinario para su revisión y que todo estuviera en orden, y regresamos a buena hora para darle un buen baño y que se relajara bajo el sol, en lo que yo compraba y preparaba comida suficiente para ambos para los días que estaría en casa y no tener que salir.
Una vez comimos y descansamos empecé a jugar en el pasto del jardín con el conde como usualmente hacía, pero esta vez enfocándome en sus genitales, para irlo excitando. No fue mucho lo necesario para que el conde empezara a hacer los movimientos de cadera que indican que ya la quieren meter, teniendo lub a la mano me puse un poco en el culo y me coloque en 4 para dejarle mi hoyito accesible.
El conde entendió a la primera y se encaramo sobre mí, pero no atinaba a metérmela asi que con la mano lo guie para que de una embestida me la metiera entera.
Gruñí de dolor y placer al sentir la verga del conde abriéndome de golpe, escuché al conde gruñir también y empezar un mete saca potente y profundo “condenado perro si sabe lo que hace” pensé, entonces entendí que alguien ya lo había probado y le había puesto el apodo
“te gusta tener perritas de dos patas verdad condenado?” le dije entre jadeos y el perro me lamio una oreja de manera juguetona, “nos vamos a divertir mucho conde” le dije y el perro empezó a acelerar las embestidas “ya viene el botón” pensé y aprete los dientes para lo que se venía.
Sentí como algo del grosor de mi puño se abría paso entrando en mi culo sin que pudiera hacer nada, solo respiré y disfrute del dolor de ser partido por el conde, cuyos gruñidos de placer eran inconfundibles, el conde se estaba descargando en mis entrañas y los espasmos de su miembro me hacían vibrar de placer. El conde detuvo las embestidas y yo me recosté lo que pude en el pasto, el conde entendió y se dio la vuelta pasando una de sus patas por encima de mi quedando cola con cola, recostado en sol de la tarde.
Cuando desperté de la siesta mas deliciosa de la vida vi que el conde se había salido de mi y estaba echado contra mi espalda, el culo me punzaba de dolor pero al revisarme estaba limpio de cualquier líquido, el conde había terminado su trabajo de manera ejemplar.
Me senté en la hierba y el conde me miro con curiosidad, le hice cosquillas y apapachos para demostrarle que lo había hecho genial, en lo que mi cuerpo se reiniciaba para levantarme del piso; moría de hambre y seguramente el conde también.
Le serví un plato generoso y lo coloqué en el piso de la sala.
Me serví algo para mi también y me senté cerca de él, el piso frio se sentía bien contra el culo lastimado. Comimos tranquilamente y cuando el conde salió por agua yo baje dos cojines del sillón y me recosté en el suelo, no supe cuando me quede dormido.
De repente me encontré en un estado entre el sueño y la vigilia, donde flashes de la sala de mi casa se intercalaban con imágenes de porno y de experiencias con otros hombres, enfocadas en una buena chupada de verga, cuando realmente recobré la conciencia era el conde que me lamia y jugaba con mi verga que presentaba una erección marca diablo.
“eres un condenado perro!” le dije en voz alta al conde, que como impulsado por mis palabras siguió con la faena, intenté durar lo más posible pero la lamidas y mordidas leves del perro me hicieron venir a chorros que el conde se comió a lengüetadas, sin dejar caer una gota.
Me quedé tirado una rato en lo que recuperaba el aliento y el conde se fue a echar a mi lado, le hice caricias para agradecerle la venida y nos quedamos viendo el patio nocturno y los árboles y estrellas, cuando me pude incorporar me metí a bañar. El conde me espero en mi cuarto y cuando me acosté el se acostó a mi lado.
Esta fue la primea de esas vacaciones y de las aventuras con el conde.
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