El conserje aprovecha mi estreno anal
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me despertó de pronto un grito:
– Te gustó como te cogió el profe?!
Era el conserje, un hombre regordete, bajo y peludo, que con su trapeador y su balde preguntaba con una sonrisa maliciosa, enseñándome al mismo tiempo su celular con una foto oscura pero inequívoca de mi primera vez, a manos de mi instructor de fútbol.
Mi cara de sorprendida resignación le dio pie a que soltara sus trastes de limpieza y avanzara hasta mí, se bajara los pantalones y me pusiera a la altura de la boca una polla que era su vivo retrato: gordísima, pequeña y peludísima. Yo nunca había chupado una verga, y de principio me negué, pero el me enseñó nuevamente su celular, sin tener que darme más explicaciones entendí el chantaje.
En el fondo esperaba que la chupada lo dejara tranquilo, así que puse manos a la obra, echado como estaba y él al costado mío. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para que me entrara en la boca, pero mi saliva y sus líquidos preseminales que salían de esa culebra de un solo ojo ayudaron la faena.
Aún así trataba de que se quedara afuera el mayor tiempo posible, lamiendo su tranca desde los huevos hasta la punta del glande. Pero él buscaba siempre una penetración profunda. Cada vez que me la metía hasta el fondo yo me atoraba, él daba círculos de cadera que hacía que su verga tocara alternativamente mi paladar y mi lengua. En eso empezó un ritmo frenético de mete y saca que terminó llenándome del sabor ácido y salado de su semen, que a borbotones salía de su falo y se chorreaba por la comisura de mis labios. Me la dejó quieta, yo no sabía qué hacer, hasta que perdió vigor y salió jalando consigo el jarabe eyaculado, que quedó unos segundos colgando entre su cabezota y mis labios, cual si fuera un puente colgante.
Me dijo que se iba a limpiar, que me levantara. Yo me quedé nuevamente pensativo, sentado, mirando hacia el suelo, después de todo no me la había pasado mal, me había gustado, y sobretodo que no había intentado metérmela en mi recién estrenado agujero, eso hubiera sido demasiado.
Me levanté y me dispuse a limpiarme, me estaba poniendo mis shorts cuando volvió:
– Qué haces?! –me dijo.
– Me estoy poniendo mi ropa para irme – repliqué.
– Ja, ja, ja, eso sí que está bueno – rió- que crees que me quedaré así?, crees que es suficiente lo que has hecho?, te tengo en mis manos – me recordó- o mejor dicho en mi verga.
– Pero, pero…- dije.
– Pero qué?!, voltéate y échate de pecho sobre la banca – me ordenó.
– Para qué? – repuse.
– Para qué va a ser pues flaquita, quiero gozarte yo también.
Dicho esto bajé la mirada y ví que sus genitales habían cobrado vida de nuevo: sus huevos estaban henchidos y su verga palpitaba amenazando al mismísimo cielo. Esto me confundió pero al mismo tiempo me excitó. Si bien había gozado con lo que me había hecho el profesor, dos vergas en el día de inauguración era demasiado.
Viendo mi duda me cogió de los hombros y me echó con el pecho en la banca, bajó mis shorts, y sin mediar palabra comenzó a hurgar con su lengua mi ano. Eso me vino bien, al principio era como masajear un músculo adolorido, pero luego me comenzaron a invadir unas cosquillas que partían de mi anito y se iban hacia mi polla, la que aplastada como estaba empezó a crecer. Yo me dejé hacer, ya estaba entregado.
Acostado de pecho y con mis piernas a los costados de la banca, dejaba a su merced mi recientemente hecho tobogán de vergas. Se acostó encima mío con todo su peso y empezó a besarme las orejas, a meterme su lengua por ellas, en mi nuca, en mis hombros, en mis espaldas, hasta que me mordió fuertemente mi hombro, yo grité del dolor y simultáneamente me enterró su miembro. El dolor del hombro disimuló el de mi aro, pero lo sentía más estirado que nunca, cuando disminuyó el primero, el segundo comenzó a cobrar fuerza, tanto que sentía que me partía. Busqué su polla con mi mano para sacarla, y me di cuenta que sólo la cabeza había entrado. El me sujetó las muñecas con sus manos y me las puso a la espalda, se incorporó y comenzó a dar golpes de cadera hacia adentro, sólo hacia adentro, la tranca sólo entraba y entraba con dificultad que acrecentaba el dolor pero también el placer, y a su paso iba desgarrando lo que quedaba de resistencia, aún con la lubricación que me dejaron los jugos del entrenador.
Luego de 10 minutos de pugnar por entrar totalmente y de mucho dolor de mi parte la sacó y trató de meterla de nuevo. Tuvo que forcejear con mi ano, pero al haberse casi fracturado, encontró la manera de alojármelo de nuevo. Ahora ya no sentía tanto dolor, o mejor dicho, el dolor era el placer. Así estuvo otros 10 minutos, sacándolo totalmente y metiéndolo en toda su extensión, sin mayor problema. Ya mi agujero era suyo, ya no había resistencia.
– Te gusta?! –me dijo, entre interés y satisfacción.
– S…sííí. – dije, quedamente.
– Entonces muévete tú.
Era la primera vez que iba a participar activamente de mi casi violación, y me avergoncé tontamente, pero aún así comencé a clavarme solo aquel pedazo de carne que por dentro parecía tener hueso, de lo duro que estaba. Él acompañaba mi balanceo con sonoras nalgadas que hacían eco en el recinto vacío.
En un momento me agarró de la cintura y presa de una enajenación atribuible sólo al mismísimo demonio, empezó a taladrar mis profundidades rápidamente, mi cuerpo parecía sólo una funda en movimiento, esto lo conllevó al paroxismo luego de unos minutos en que, como explosión en cadena, comenzó a expeler tal cantidad de su esencia, que parecía que no hubiera pasado nunca antes. Estuvo botando su leche en mi interior por casi dos minutos, con cada borbotón una sacudida, cada sacudida acompañado de un ay! mío.
Se echó encima mío, sobre mi espalda y se quedó tan quieto que parecía dormido. Luego increíblemente su arma comenzó a recargarse nuevamente de vida, nuevamente el mete y saca pero al poco tiempo, nuevamente descargas de su esencia. Luego lo sacó encharcando el piso, ya que mi recto se había convertido en una botella de champagne recién descorchada.
Recobró la conciencia y maldijo porque ese día tenía que limpiar mucho. Yo me levanté, me bañé rápidamente de nuevo. Al lavarme mi parte posterior mis tres dedos centrales se hundieron en mi ano. Salí sin mediar palabras, definitivamente mi vida había cambiado.
Comentarios a aceroduro@hotmail.com (Lima, Perú)
Que rico, a mí me gustaba que al terminar me dejaran la leche en la entrada, así la segunda ronda se desplazaba fácilmente