EL CUARTO PARA LOS HERMANOS MAYORES
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi nombre es Julián y soy el mayor de 7 hermanos, todos varones.
Tan solo imagínense la situación en casa, ropa dispersada por todos lados, prendas que compartíamos, calzoncillos que nadie reconocía como suyos a medida que crecíamos.
El desastre en nuestros cuartos era habitual pero nuestros padres nos amaban.
Había dos habitaciones destinadas para nosotros, en una dormían los más chicos y en la otra, digamos, los que ya teníamos pelos en las bolas y nos masturbábamos de dos a tres veces por día.
Por aquella época cuando comenzó la verdadera acción en mi vida, yo tenía 17 y compartía cuarto con los mellizos de 15, Alex y Lucas.
Hasta hace un año atrás dormía solo, ambos cuartos eran bastante grandes y espaciosos, pero mis padres me dijeron que los mellizos ya estaban en la edad de pleno desarrollo y tenía que pasar tiempo con ellos, y no era justo que teniendo espacio extra estuviese como rey mientras en el otro estaban los 6.
Al principio me opuse y ellos me dieron tiempo para que comprendiera porque ya estaba decidido y no había marcha atrás.
Los mellizos estaban entusiasmados, pasarse a mi cuarto los convertía en adultos, en hombres.
Les dije que si querían que les hiciera lugar tenían que pasar distintas pruebas como una especie de iniciación y los muy tontos, lejos de resistirse lo tomaron como un reto que ansiaban cumplir para formar parte de un grupo selecto de mayores.
Se encargaban de la limpieza y el orden total por 7 meses, además de hacer lo que yo les indicara en cualquier momento del día, sin importar lo que fuese.
Me aproveché descaradamente de la situación y no medí mis actos, era un adolescente y solo pensaba en disfrutar la vida.
Eran mis sirvientes por 7 largos e increíbles meses.
Cada vez que volvía del colegio, ya terminando el último año de la secundaria, me recostaba en cama mientras Alex me masajeaba los sudorosos pies y Lucas la espalda y el cuello, eso me excitaba mucho y como les daba la espalda no podían ver mi tremenda erección.
Los mellizos no se quejaban, sabían que el próximo año serían ellos los que gozarían iniciando a otro hermano que quisiera entrar al cuarto de los mayores.
Con el correr de las semanas las cosas que tenían que hacer se tornaban más serías y difíciles, como hacer pruebas obscenas pasando a lo sexual y volviéndose cada vez más explícito.
Primero sucedió que tuvieron que usar cada uno una bombacha de mamá por una semana y no podían negarse o volverían a su antiguo cuarto con los aburridos.
Fue divertido reírnos con complicidad cuando estábamos todos en familia y solo nosotros sabíamos el motivo.
En otro reto debían beberse la orina del otro en un vaso lleno sin derramar ni una gota.
La cosa se puso tensa cuando les dije que a partir del segundo mes cada uno debía hacerme una paja todas las noches sin queja alguna.
Ellos se negaron pero cedieron cuando los amenacé con contarle a mamá que habían usado su ropa íntima porque eran maricones y esto los asustó terriblemente, como si fuera cierto.
Ambos se duchaban juntos desde siempre y dormían en una sola cama a escondidas, quizás no estaba tan equivocado.
Aunque compartíamos la habitación no era frecuente cambiarnos de ropa uno frente al otro, solo un par de veces nos dejábamos ver como mucho en bóxer pero nada más.
Verían mi verga por primera vez y en todo su esplendor, pensé.
Yo siempre estuve en forma, el deporte, sobre todo natación me apasiona.
Medía 1,85, y a diferencia de mis 6 hermanos que eran todos de rubios ceniza a castaño oscuro y ojos claros por parte de mamá, yo era de cabello y ojos negrísimos, como papá, somos todos blancos como la leche.
Era guapo sin ánimos de presumir.
Los mellizos eran rubios de ojos verdes, pegando el estirón, en plena etapa de crecimiento.
Cada domingo teníamos la costumbre de ver todos los hermanos una película cualquiera en mi cuarto y dormir juntos en el suelo como en un campamento, los más chicos siempre me abrazaban y se acurrucaban a mi lado, todo era muy divertido y la pasábamos bien.
Yo lo disfrutaba más porque cuando finalmente nos entregábamos al sueño, siempre había alguien que se ponía a jugar con mis pies, no sabía cuál de mis hermanos era, sabía que no eran los mellizos, estas manos eran más diminutas y suaves.
La cosa era que amaba lamer y besar mis pies y yo solo me hacía el dormido, no quería que parara porque rápidamente la verga se me ponía dura hasta burbujear gotas de semen dentro de mis calzoncillos.
Era una delicia y fue eso quizás lo que me impulsó a hacer que los mellizos me tocaran como reto.
El primero fue Alex, acordamos en apagar las luces porque tenían vergüenza.
Yo estaba recostado y le dije que tenía que tocarla hasta que se pusiera dura.
Me toco tímidamente sobre la tela del calzoncillo, palpando, dándole toquecitos torpes, hasta que me dije que si no hacía algo esto podría durar toda la noche.
Me levanté, prendí la luz y los miré y les dije con dureza que me tenían que hacer una paja los dos hasta que se graduaran o iba a correr sangre.
Me saque la remera y los calzoncillos, meneándoles mi verga dura de unos 18 cm frente a sus narices.
Quedaron con la boca abierta, no sé qué les impresionó más, el tamaño, lo peluda que era o que chorreaba una baba de esperma espesa alrededor un glande hinchado de placer.
Se miraron y volvieron a clavar la vista en mi pene.
Quién empieza, pregunte.
Estaban paralizados.
Alex me agarró del tronco con fuerza y empezó a acariciarme, me acosté y él se sentó a mi lado para hacerme la paja, fue increíblemente delicioso, su tibia mano subiendo y bajando alrededor de mi pedazo de verga, sin sacar los ojos de encima.
Me corrí como la primera vez, aunque más leche salió esta vez, mis conductos ardieron, desinflando unos colosales testículos, me limpié con las sabanas.
Minutos después Lucas me masturbaba con más ánimo que su hermano, con ambas manos, y yo me retorcía en mi cama como nene con juguete nuevo.
Lucas jugaba más con mis pelos y me acariciaba disimuladamente los testículos.
Otra explosión desprendió un chorro de semen hasta su camiseta.
Me mordí los labios y pensé que esto recién empezaba, cada noche sería espectacular.
Les ordené que se fueran a dormir.
Las noches que siguieron no tuve que indicarles que empezaran, lo hacían con ansias de verme desnudo y cada vez se animaban a tocar más, a acariciarme los muslos, tironear los vellos alrededor, tantear mis bolas y deslizar los dedos por mi abdomen.
Qué dicha la mía.
Para el tercer mes, me masturban de tres a cuatro veces en un día, se habían obsesionado aunque todavía temían dar el próximo paso.
Siempre que podían me miraban el bulto como esperando ver una reacción o una señal para empezar a masturbarme, no tuve que decirles que me la mamaran, pero si apresuré las cosas para que ellos dieron ese paso.
Una noche dije que estaba muy cansado y que no era necesario que me hicieran pajas que el reto ya había concluido.
Pude notar sus expresiones de pena y decepción.
A eso de las 3 de la madrugada me despierto al sentir como era manoseado y despojado de mis prendas.
En cuestión de segundos siento como se pelean por meterse mi verga a la boca, noté que ambos estaban desnudos, revolcándose encima de mí como perras.
Lucas me la chupada delicioso, su lengua recorría mi verga como a un caramelo.
Sentía como sus cuerpos se apretaban contra mí, como me besaban, el pecho, las axilas, como enterraban sus lenguas dentro de mi boca, sus cuerpos eran míos y yo era de ellos, para siempre.
Esa noche los desvirgué a los dos y lloraron de placer.
Esos culitos duros se resistieron pero cedieron ante mi verga.
Enterré mi pene dentro de Alex mientras le pasaba la lengua por la espalda y Lucas se pajeaba en el cachete de su mellizo y este intentaba mamarle, pero no podía por el terrible movimiento que hacia yo al romperle la cola.
Mis testículos dolían horrores, era mucha leche para descargar, y mi verga estaba tan dura que temía matarlo.
Tras romperles el agujerito a ambos y derramar mi leche en cada uno, me dispuse a mamarles la verga.
Sus penes de iguales dimensiones, eran bastante anchos para la edad, y gozaron de lo más lindo al escupirme semen en la cara.
A partir de esa noche no hubo momento del día en que alguno de los dos no metiera su mano dentro de mis pantalones mientras nadie observaba.
Cojiamos como conejos, en mi cuarto, en el baño, en la cocina, hasta en lugares públicos, rápidamente empezaron a ganar volumen, a volverse mas peludos, querían desvirgarme a mí.
Queríamos pasarla bien.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!