El cuento para dormir de mi Papi
No podía dormir; así que mi papá me contó una de sus historias….
Aún lo recuerdo muy bien, hasta el más mínimo detalle. Yo tenía 11 años de edad y esa noche me había quedado solo con mi padre. Ambos veíamos la televisión juntos, disfrutando de pizza y él de varias cervezas; pues sin mamá en casa ambos podías hacer lo que nos gusta, que es quedarnos hasta tarde viendo películas de acción, con muchas explosiones, peleas y gore.
Papá estaba sentado en el largo sillón de la sala, con todas las piernas abiertas y usando sólo un flojo bóxer cuadriculado, junto con una desgastada camiseta de tirantes. En cambio yo llevaba puesto uno de mis ceñidos bóxeres, y una vieja y estirada camiseta que antes fue de él; recostado sobre el sofá con la cabeza apoyada en uno de sus gruesos y peludos muslos.
Cuando sentí que mi peso le comenzaba a incomodar, cambié de posición y me incorporé un poco para terminar recostándome contra su torso, justo debajo de su brazo estirado por todo el respaldar del sillón; lo que dejó su axila velluda muy cerca de mi rostro, que pude sentir el intenso olor que despedía, ese característico aroma a traspiración masculina de todo un día de trabajo. Desde niño asociaba ese fuerte olor con el sentirme seguro y protegido por él; pero esa noche fue diferente y esa esencia de hombre que mi padre expedía de su sudado sobaco y el resto de su cálido cuerpo, me causó excitación. Y sin darme cuenta estaba olfateándolo más.
– ¿Qué pasa, hijo? ¿Apesto mucho? —Me preguntó al darse cuenta de que yo parecía casi tener toda mi carita metida entre los vellos de su axila.
– ¡¿Huh?! Eh…no, no es eso papi… —Le respondí poniéndome nervioso rápidamente, sobre todo porque podía sentir mi verguita erecta bajo mi ajustado bóxer- Hueles rico…digo… ¡Que…qué no apestas feo! ¡Bueno, me voy a la cama!
– ¿Pero si la película aún no acaba y no es ni siquiera medianoche? —Y él extrañado se volteó para poderme ver directo a los ojos- ¿Seguro que está todo bien, hijo?
– ¡Sí, sí, claro! Es sólo que…eh…me dio sueño. Buenas noches, papi… —Le dije balbuceando y simplemente me levanté y me marché prácticamente huyendo de mi padre, sin mirar atrás para no ver su rostro confundido por mi actitud, ni para qué él notara mi erección.
Cuando llegué a mi alcoba cerré la puerta a mis espaldas y me quedé apoyado contra ésta, sintiendo como poco a poco los latidos de mi corazón se normalizaban; pero aún con mi verguita bien firme y estirando la tela de mi bóxer celeste. Yo en ese momento no entendía porque me había pasado eso o porque me sentía así; lo que sí tenía bien claro es que desde pequeño me sentía atraído por lo varonil que es mi papá, siempre queriendo estar cerca de él, y el hecho de que admiraba mucho su marcada masculinidad; con su espesa barba y voz profunda, su cuerpo alto y fornido, y ese atrayente aroma de sus abundantes vellos corporales.
Y en eso lo escuché por el pasillo. Abrí despacio mi puerta y me asomé con cuidado, justo en lo que lo veía entrar al cuarto de baño y sacarse toda la ropa sin cerrar la puerta tras de sí (imagino porque él pensaba que yo ya me había metido en la cama). Mi padre es bombero, por lo que es muy atlético y su espalda es ancha y musculosa, como lo son también sus brazos y piernas; pero lo que más me impresionó fue ver su trasero, que era la primera vez que se lo veía. Mi papá resultó ser nalgón y tener un culo muy velludo, tanto como lo es de su pechote. Contemplar la desnudez de mi padre de esa manera me provocó más calentura en todo mi cuerpecito, que mi verguita ya había formado una mancha de humedad en mi corto bóxer.
Luego él entró a la ducha y empezó a tomar un baño de agua caliente. Yo todavía no sé muy bien qué fue lo que me impulsó; pero me armé de valor y lentamente, casi en puntillas, me escabullí hasta el baño para tratar de espiarlo mejor. Lo cierto es que no pude mirar mucho, pues entre el denso vapor y la cortina, sólo pude divisar su musculada silueta. Entonces lo vi, su bóxer cuadriculado rojo y negro por fuera del cesto de ropa sucia; que no me resistí y estirando mi brazo lo tomé presuroso para que él no me descubriera y me volví a mi alcoba.
Una vez en la seguridad de mi habitación, me acosté sobre mi cama y me llevé la prenda de ropa interior de mi padre a la cara, toda sobre mi rostro, tratando de impregnarme bien de su intenso olor a hombre, del hedor de un genuino macho. A esa edad no tenía idea de porque me estaba sintiendo así, pero no me importó; simplemente extendí el bóxer usado de papá sobre mi almohada y me acosté boca abajo, prácticamente con la cara hundida esa prenda íntima, oliéndola como un perrito mientras meneaba la colita. Incluso recuerdo que la lamí, en las partes que sentí mojadas; las cuales tenían un sabor extraño pero que me gustó mucho.
Yo ya me estaba masturbando; frotando mi verguita contra el colchón, como era la forma en que sentía rico (puesto que aún no había aprendido a jalármela). Cerré los ojos imaginando el cuerpo fornido y velludo de mi padre, como él flexionaba sus músculos, y tratando de recordar la sensación que yo sentía cuando le frotaba los pelos de su pecho cuando me recostaba en él; todo mientras con mi pequeña pelvis aumentaba el ritmo y las fricciones de mi verguita contra la cama, dándome más placer. Y en eso me puse a pensar en el gran y grueso bulto que a papá se le forma siempre en sus pantalones o como cuando él anda en bóxer por la casa; su miembro masculino y bolas se bambolean estrepitosamente bajo la floja tela, haciéndolos sumamente notorios. Sin darme cuanta trataba de imaginar como sería la verga de mi padre; la cual yo estaba seguro sería enorme, diez veces superior a la mía, y concentrándome en ese incestuoso pensamiento llegué a mi límite, mojando más mi bóxer. —¡Toc~! ¡Toc~!
– ¿Hijo, estás dormido…? —Habló él en voz baja y al momento que abría la puerta de mi alcoba, dándome escasos segundos para girarme boca arriba y cubrirme con la sábana.
– ¡Eh…no papi…! —Contesté sorprendido y escondiendo a tiempo su bóxer bajo la almohada.
– Vi que todavía tenías la luz encendida. —Y papá entró y se sentó en el borde de mi cama. Ahora él sólo traía puesto un bóxer nuevo, uno limpio.
– Es que… Lo que pasa papi es que tuve un sueño raro y ahora no me puedo volver a dormir…
– ¿Quieres que papá se quede contigo hasta que te duermas? —Me propuso con una de sus acostumbras sonrisas llenas de amor paternal.
Le devolví la sonrisa y asentí que sí, pues yo buscaba cualquier pretexto para estar cerca suyo y ya que él mismo se había ofrecido esa vez, mucho mejor. Entonces me hice a un ladito en mi cama unipersonal y papá se acostó junto a mí, abrazándome con uno de sus macizos brazos.
– ¿Qué te parece si te cuento una historia? Así es como antes solías quedarte dormidito.
– Pero ya no soy un niñito… —Le dije a pesar de que a los 11 años yo no era más que un niño un poco más grande, puesto que todavía no había comenzado a desarrollarme.
– Lo sé hijo, pero para mí siempre serás mi pequeño. —Y él me acomodó contra su torso, haciendo que mi cabecita quedara acostada en su frondoso y peludo pecho- ¿Acaso no te acuerdas de lo mucho que te gustaban mis cuentos?
– ¡Claro que sí me acuerdo, papi! —Respondí en un tono que reflejaba lo ofendido que me sentía, de que él pensara que yo podía olvidar algo que proviniera de él- Está bien. Cuéntame una de tus historias, papi.
Papá olía a limpio; pero su esencia masculina se percibía en cada uno de sus vellos corporales y en cada pliegue y loma que dibujaban todos sus definidos músculos, que ahora veía de tan cerca, abrazando su torso y con mis piernitas envolvía una de las suyas, el triple de gruesa.
– Había una vez un lindo y alegre burrito, pero un día notó que él no era tan grande como el resto de sus amiguitos; por lo que eso lo puso muy triste…
– ¿No tan grande cómo, papi? —Le pregunté curioso.
– Que él todavía no era del mismo tamaño y por eso sus amigos se burlaban del pobre burrito…
– Apuesto a que el burrito quería ser tan grandote como su papá-burro.
– Si me sigues interrumpiendo no podré contarte la historia.
– Perdón papi. Sigue, por favor.
La verdad es que de todos modos a mí me era muy difícil concentrarme en el cuento que mi padre narraba para que me durmiera; pues mi vista estaba clavada en el enorme bulto que se levantaba sobresaliente de su bóxer verde-grisáceo. Además mis labios ahora estaban casi rozando uno de los duros y peludos pezones de papá, y mi curiosidad me tentaba a tratar de chupárselo; todo mientras mi cuerpecito se impregnaba con el aroma y calor corporal de mi progenitor, acompasando mi respiración con la suya, que sin darme cuenta me dormí…
Desperté no sé cuánto tiempo después; pero todavía estaba oscuro, por el cielo nocturno que se veía a través de mi ventana, y yo continuaba recostado sobre el ancho pecho de mi padre. Cuando levanté la mirada, vi que papá también se había quedado dormido y ahora roncaba, resoplando como una poderosa pero apacible bestia. Entonces me acomodé un poco, despacio para no despertarlo, y en eso me percaté de que el bulto de su entrepierna ahora albergaba una tremenda e inconfundible erección. El miembro masculino de mi varonil padre había crecido muchísimo, estando ahora tan grande y grueso que estiraba a más no poder la tela de su bóxer y el pobre botón de la abertura frontal parecía que saldría disparado con la más leve sacudida de aquella sólida carne fálica.
Yo tragué con cierta dificultad, sentía la boca seca y un nudo en la garganta, maravillado de aquel paquete paternal aprisionado en esa prenda íntima. En ese momento yo recordé que mi padre había bebido varias cervezas y que cuando él lo hace, suele dormir como un tronco. Me puse aún más nervioso al pensar en tratar de tocársela; pero a pesar del miedo, yo estaba decidido y no me importó que pudiera pasar si él se daba cuenta o lo furioso que se pondría. Así que lentamente llevé mi manito derecha y la pasé despacio por su erección, sintiendo el calor de la entrepierna de papá y lo duro que se sentía su miembro masculino al tacto.
En verdad que la verga de mi padre se sentía formidable, como si estuviera hecha de puro músculo como el resto de su recio cuerpo. Creo que yo estaba totalmente influenciado por las feromonas de papá, pues no me detuve y simplemente continué palpando todo; tocándosela desde la base, por toda la gruesa curva que se formaba por el estar atrapada bajo la tela, hasta la punta; la cual podía ver claramente dibujada con toda la forma de ese gran glande.
Recuerdo que mientras con mi mano manoseaba toda la dura y maciza hombría de papá, mis labios nuevamente estuvieron a la altura de uno de sus peludos pezones; que no me resistí y tímidamente con la punta de mi lengüita lo probé, y sin darme cuenta se lo estaba chupando; como si yo fuera un bebé queriendo que mi padre me amamantara. Definitivamente estaba fuera de mis cabales, completamente drogado por su testosterona paternal y extasiado de tener finalmente entre mis deditos la carne viril que me había dado vida. En eso noté que a la verga de papá le gustaba mi tacto, puesto que se había formado ya una gran mancha de humedad en la tela donde estaba su glande. Pasé dos de mis dedos y estos quedaron llenos de esa viscosa sustancia seminal, que me llevé a la boca y me maravillé de lo dulce que sabía.
Eso fue el acabose, que sin siquiera sopesar las consecuencias de mi transgresión hacia mi propio padre, solté el botón de su bóxer y por la estirada abertura de éste logré sacar toda su vergota, junto con el par de huevos que le colgaban enormes y peludos. Y así fue como yo terminé liberando toda la virilidad de mi papá.
Resultó que el rabo de mi padre es exactamente como yo me lo había imaginado. Gigantesco es el adjetivo más adecuado para describir su tamaño; tan grande que era incluso mucho más largo que toda mi carita de niño; y con un grosor tremendo, todo cubierto de brotadas venas que ciertamente le daban el aspecto de un miembro musculoso, y con la base llena de vellos; los que aumentan el intenso olor varonil que le emana junto con su par de bolas; mismas que también son colosales, tanto que no me cabían en la palma de mi manito cuando yo se las manoseaba, pensando en lo repletas que debían de estar. A esa edad, ya había escuchado de un compañero mayor que en los huevos los hombres cargaban su leche masculina, que era la responsable de hacer bebés; por lo que yo estaba sumamente intrigado de cuanta cantidad tendría mi padre en los suyos y si eso quería decir que él tenía a mis hermanitos en sus bolas.
No me pude contener con esa idea en la cabeza, la idea de probar la carne y lechita de mi papá; por lo que me giré para asegurarme de que él continuaba dormido, y al ver que seguía roncando con profundos resoplidos, le sujeté la vergota por el peludo pegue y con mi lengua le lamí un par de veces toda la base, de abajo hacia arriba, hasta alcanzar su frenillo y glande colorado, del que junté mucho de ese delicioso y pegajoso néctar paternal. Y a pesar de que a la corta edad de 11 años yo estuviera degustando la hombría de mi progenitor, sin comprender del todo la razón que me impulsaba a ello y sólo teniendo claro que me gustaba demasiado; abrí todo lo que pude de mi boquita y me engullí la gran cabeza del falo de papá.
Se sentía tan cálido y duro dentro de mis fauces, y su sabor era muy fuerte, entre dulce y salado, con nada que yo pudiera comparar para describirlo; pero sí pudiendo asegurar que la verga de mi padre me fascinaba. No sé cómo, supongo que por puro instinto, yo ya estaba chupándosela con genuina hambre sexual; aunque también con mucha dificultad, pues por sus dimensiones no es como que cupiera demasiado en mi boca. Aun así me esforcé con la ilusión de que si seguía así, recibiría toda su leche; si lo que mi compañero me había dicho era cierto.
Entre más le mamaba el glande, este soltaba más líquido seminal; lo que me provocaba todavía más. Incluso sentí como su verga palpitaba y se hinchaba más con cada succión mía. Y de repente sentí un peso sobre mi cabeza, y una fuerza que me empujó hacia abajo; de manera que no tuve otra alternativa que engullirme más de la venosa carne viril de papá, pasando mi campanilla hasta la faringe; provocándome arcadas. En ese instante mis ojos se nublaron, llenos de lágrimas, y el aire se me escapó del todo; pero no la vergota de mi padre, esta creo que logró meterse hasta la mitad y penetrarme la garganta. —¡Nnggh~! ¡Nnggh~!
Y así como de golpe me sentí aprisionado contra la entrepierna de mi progenitor; así sentí que fui liberado, y tosiendo logré sacarme de la boca todo ese macizo miembro masculino.
– ¡Coff~! ¡Coff~! Pa…papi… Yo… Eh…este… —Me costaba mucho hablar, no sólo porque sentía que se me había desencajado la mandíbula; sino porque mi papá me había atrapado en el acto, como obviamente iba a ocurrir por mi total descontrol. Su rostro estaba serio e indescifrable; quizás él pensaría que simplemente había sido una travesura de su hijo pequeño, de inocentes 11 añitos, o eso quería decirle yo; pero me faltaban las palabras por el miedo que empezaba a propagarse por todo mi cuerpecito, que ahora estaba sudando helado.
– ¿Hijo por qué estabas haciéndome eso? —Habló él finalmente, con voz severa pero calmada.
– No…no lo sé… ¡Sniff~! Perdón, papi… ¡Sniff~! —Y con ambas manitos me cubrí la cara, sintiendo una inmensa vergüenza y culpa; e hipando por el llanto que se estaba por formar.
– ¿Dónde aprendiste eso? —Continuó interrogándome mi padre.
– Un…un compañero de la escuela dijo que… ¡Sniff~! ¡Papi no te enojes! ¡No quiero que me odies, papi! —Le contesté ya llorando abiertamente y sin control.
Y de repente sentí como él me tomó por las muñecas y de un tirón me llevó hacia su peludo pecho, abrazándome cariñosamente contra su ancho y recio torso, ahora algo traspirado.
– Tranquilo, hijo. No estoy enojado y jamás te odiaría. —Me dijo papá, en lo que con una de sus rudas manos me secaba las lágrimas de la mejilla que no estaba apoyada contra sus vellos.
– Perdón papi… —Dije de nuevo y al incorporarme sobre él, con mi brazo rocé su verga; la cual continuaba perfectamente erecta sobre su peluda panza- Si…sigues muy duro papi…
– Bueno, es normal después de lo que hiciste. —Y él aclaró su garganta- Pensé que estaba soñando y por eso quise más, hasta que desperté del todo y vi que se trataba de ti, hijo.
– Es que…cuando yo me desperté antes te la vi muy dura y no sé porque quise tocártela…
– ¿Pero y por qué me la chupabas? ¿Fue por lo que te dijo ese compañerito tuyo?
– Sí. Él dijo que los papás tienen leche en los huevos y que si la chupas sale… Y pues…no sé… Yo quería probártela, papi… Perdón, no sabía que era algo malo. —Y le sonreí tímidamente, aún con lágrimas secas en mis mejillas sonrosadas y restos de sus jugos en mis labios y barbilla.
– Pues si sigues mamándomela así como estabas haciendo podrás probarla.
– ¿Puedo papi? ¡¿En verdad me dejas?! —Le pregunté con todo el rostro ilusionado e incrédulo de que mi papá me estuviera dejando mamársela.
– Sí eso es lo que tú quieres, hijo. Está bien que lo hagas.
Por esa respuesta suya, a partir de ese momento pensé que eso que yo había hecho no debía de ser algo malo o anormal, el hecho que un hijo se la mamara a su propio padre. Entonces, por alguna razón me volví a poner algo nervioso; seguramente por la anticipación. Recuerdo que con manitos temblorosas se la sujeté de nuevo, pero esa vez con ambas manos, y de manera casi automática comencé a jalársela de arriba abajo; viendo como su venoso prepucio se corría. Luego acerqué otra vez mi rostro a su gran glande y se lo lamí varias veces, juntando todos los nuevos hilos seminales que le habían escurrido desde mis anteriores succiones. Lo exquisito que sabía la vergota de mi papá me hizo metérmela presuroso a la boca, todo lo posible; chupándosela lo mejor que pude, cuidando de no rasparlo con mis dientecitos y tratando de engullir lo más posible. Instintivamente yo le daba rápidas succiones a su jugoso glande, que él se retorcía sobre mi cama, y después me la metí hasta la faringe oyéndolo gemir profundo.
Ahí pensé que yo debía de estar soñando, que eso no estaba pasando. Mi papá jadeaba y resoplaba de gusto; viéndome fijamente y con una expresión que para ese tiempo no supe comprender, pero que ahora sé con certeza que se trataba de pura y absoluta excitación, y un inmenso morbo por tener a su pequeñito mamándosela así.
– ¡Oh…hijo que bien lo haces…! ¡Ooohhh…! ¿Dónde aprendiste a mamarla así?
Yo simplemente me encogí de hombros; pues nadie me había enseñado, yo simplemente hacía lo que me salía natural. Y de ahí le sonreí a mi papá cuando me la saqué del todo de la boca y retomé mis lamidas por toda la gruesa y velluda base de su miembro, descendiendo hasta sus enromes y olorosas bolas; a las cuales también les pasé mi ávida lengüita y chupé una por una, puesto que no me cabían ambas a la vez en mi boquita.
– ¿Te gusta la verga de tu papi? —Me preguntó en lo que él se bajaba su bóxer.
Y yo, mientras le ayudaba a quitárselo del todo por las piernas, le contesté con una sonrisa de oreja a oreja y al mismo tiempo que retomaba mis mamadas a su tremendo y sabroso rabo.
– ¡Oh…qué buen hijo eres…! ¡Ooohhh…! —Me confesó entre jadeos; en lo que con una mano se la sujetaba por la recia base y me la frotaba contra todo mi pequeño rostro, y con la otra me agarraba por la cabecita y me empujaba para que se la comiera toda hasta mi garganta.
Yo definitivamente me sentía en el cielo, casi que flotaba, y sin saber muy bien porque; pero la verdad es que mi verguita estaba durísima debajo de mi ceñido bóxer, tan húmedo que podía sentir hasta mis muslitos mojados. Yo ahora chupaba al ritmo que mi padre me movía la cabeza de arriba abajo por todo su fornido tronco fálico. A mí me dolía un poco la quijada, aunque no me molestaba tanto; pues me gustaba mucho el sabor de la carne masculina que mi varonil papá poseía en su entrepierna y los jugos que no dejaba de darme con cada succión mía; además me encantaba oírlo resoplar como una bestia de músculos, vellos y barba.
Ahora de adulto me preguntó si esa fue la primera vez que otro hombre se la mamaba a mi padre, o mejor dicho, si yo fui su primer chiquillo. Lo que era seguro es que papá disfrutaba que su único hijo se la estuviera comiendo. Él ya no tenía ningún tipo de dudas o reservas por lo que estábamos haciendo juntos. Papá no apartaba su mirada de mí, que ahora sé era de pura lujuria, y con ambas manos me forzaba a tragar más de su impresionante virilidad.
– ¡Oh…hijo! ¡Sí, así! ¡Come más…! ¡Ooohhh…! ¡Cómete toda la verga de tu papi!
– ¡Slurp~! ¡Mmmm…Nnghh~! ¡Slurp~! ¡Mmmm…Nnghh~! —Era todo lo que podía salir de mi boquita repleta con todo lo que cabía de aquella gigantesca y deliciosa verga paternal.
La hombría de mi progenitor estaba tan hinchada y jugosa, y yo la podía sentir bien metida por toda mi angosta garganta; que estoy seguro tenía más de la mitad de su miembro dentro de mi esófago, que como antes me estaba sofocando. Papá me aprisionaba con sus dos pesadas manos, y yo ya tenía los ojitos otra vez nublados con lágrimas y me faltaba el aire.
– ¡Oh…sí…! ¡Sigue así, hijo…! ¡Ooohhh…ya casi viene la leche de papi! —Los jadeos de papá eran cada vez más profundos y rápidos, que hasta me pareció sentir en mi barbilla como las enormes bolas de mi padre se elevaban tan cargadas y listas para liberar a presión todo su contenido seminal- ¡Oh…no puedo más! ¡¡AAAHHH!!
Finalmente mi papá se corrió dándome la leche que tanto había anhelado probar. Los primeros chorros entraron directo a mi estómago y luego continuaron saliendo más sin parar, que no pude contenerlos y como él me había liberado ya, cuando me la saqué de la boca la explosión de semen fue tal, que me bañó la carita y hasta el cabello, y él se manchó el peludo pecho y panza. Entonces yo se la agarré con ambas manitos por la base y traté de recibir el resto de los disparos que seguían brotándole por el ojete de su inflado glande. Varios cremosos y calientes chorros del esperma de mi padre entraron en mi ansiosa boquita, que los pude saborear, y como tenían un gusto peculiar pero agradable, me puse a la tarea de lamer el resto del semen que ahora le escurría como parte final de su bestial y cuantiosa corrida.
– ¡Slurp~! ¡Mmmm…cuanta lechita rica tienes papi…! ¡Mmmm…Slurp~!
– ¿Te gusta, hijo? —Me preguntó sonriéndome, ya que al ver mi reacción y lo que hacía, él sabía muy bien la respuesta; pues yo no paraba de juntar su esperma con mi lengua y labios, absorbiendo cada viscoso borbotón por toda su verga, desde los huevos hasta la punta, y hasta le lamí los restos de semen pegados en sus pelos púbicos y todos los vellos de su torso.
Cuando terminé, hincadito sobre la cama y en medio de sus abiertos muslos, papá me veía con una sonrisa dibujada en su atractivo rostro, ahora satisfecho.
– Hijo…eres un niño muy travieso.
– ¿Está mal que me coma tu lechita, papi? —Inquirí relamiéndome el último resto.
– No, si a ti te gusta.
– ¡Claro, me encanta! —Y le devolví la sonrisa con genuina felicidad- Oye papi… ¿Y es cierto que con esa leche haces bebés?
– Sí, así es, hijo. La leche de hombre es para hacer bebés dentro de las mujeres.
– ¿O sea que me comí a mis hermanitos de leche?
Con eso mi padre se echó a reír; viendo como, aún después de lo que hicimos, la inocencia de su pequeñito de 11 años todavía perduraba. Y en eso noté que había algo más que permanecía igual que antes. La vergota de papá seguía estando muy grande y gruesa, dura y venosa, recostada sobre su vientre velludo, tan sólida e inmensa como al inicio.
– Todavía estas muy duro papi…
– Así parece, hijo. No sé por qué aún no se me baja. —Y él señaló a mi ingle, por lo que bajé mi mirada y vi que yo también seguía erecto- Tú también lo estás. ¿Por qué no te quitas toda la ropa y te quedas desnudo como papá?
Y así hice. Primero me saqué la camiseta que antes había sido suya (y ahora era mi favorita), para luego y con cierta vergüenza me removí el bóxer; dejando expuestos mis genitales prepúberes. Mis bolas eran lisas, sin un pelito, y mi verguita pequeña pero bien firme.
– ¡Qué lindo eres hijo! Ven y déjame tocarte.
Yo me senté sobre su vientre, con mis rodillas contra cada uno de sus costados, por lo que su gran rabo erecto quedó justo entre mis nalgas, por todo mi terso perineo y huevitos tiernos. Ahí papá pasó sus ásperas manos por toda mi suave y lampiña piel; bordeando mi angosta cinturita y caderas más anchas, como en reloj de arena, casi como una chiquilla. Y también me acarició el culito; sólo para después subir y sobar mi pechito, apretando suavemente mis tetillas rosaditas, lo que provocó que mi veguita se sacudiera sola y yo soltara un gemido:
– ¡Ahh~! ¡Papi, cógeme por favor!
– ¡¿Qué dices, hijo?! ¡¿Quieres que te coja?! —Se extrañó de mi abrupta confesión- ¿De dónde sacas esas ideas? ¿Qué más te dijo ese compañerito?
– Pues que… Que los hombres cogen metiendo la verga y yo…
– ¿Y por qué quieres que te la meta, hijo?
Y me encogí de hombros, en señal de que no tenía respuesta. Y esa era la verdad, yo no sabía porque deseaba eso sin tener todavía la comprensión completa de lo que eso implicaba; sólo sabía que desde bien niño admiraba y deseaba a mi padre como hombre, y quería que me hiciera suyo como se supone él hacía con mi mamá y otras mujeres.
– Hijo…pero estás muy pequeño para eso. —Fue su contestación, con una expresión que recuerdo muy bien; de total desconcierto, luchando entre las dudas y el implacable morbo.
– ¡No me importa, papi! —Y sin que nadie me dijera como, de manera natural, me levanté un poco para alcanzar su vergota con una de mis manos y la elevé para que ésta apuntara contra mi delicado y virginal anito de 11 años.
Yo estaba desesperado por poder sentir la verga de mi padre dentro de mí; que emboqué su cabeza fálica contra mi esfínter, sintiendo lo cálido y mojado de su gran glande contra mi piel.
– ¡Espera, hijo! —Y papá me detuvo con preocupación en su mirada- ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? ¿En verdad quieres meterte la verga de papá?
– ¡Sí papi, mucho! Lo quiero desde que estaba más pequeño… ¡Por favor papi, déjame!
Mi dulce súplica funcionó; siempre lo hacía, ya sea si yo quería que él me comprara algo o simplemente salirme con la mía con algún otro capricho.
– Está bien, pero espera. Necesito asegurarme de que puedas sin lastimarte. Como ves, papá tiene la verga demasiado grande y tú aún estás muy pequeñito.
Entonces él abrió la gaveta de mi mesita de noche y tomó la pomada que mamá me había comprado para aplicarme después de ir al baño (fui un niño algo estreñido). De esta manera mi padre abrió el tubito y exprimiéndolo me untó bastante de la pomada por todo mi anito. El sentir el roce de sus dedos por mi esfínter y como me hurgaba dentro con uno de ellos, introduciendo más pomada en mi ardiente recto; me hicieron gemir mucho más, que él pudo ver que me gustaba. Así que él sujetó su macizo mimbro masculino por el pegue peludo y me ayudó a sentarme despacio. Yo hacía fuerza para descender y lograr introducirme el glande dentro; pero éste era tan ancho y yo por supuesto era virgen.
– Despacio, hijo. Ten cuidado por favor… No te vayas a lastimar. —Me decía con auténtica preocupación paternal, esperando que yo no me hiciera daño.
Pero a pesar del dolor, yo extrañamente estaba decidido a seguir; que estrujando la carita me dejé ir con más fuerza y finalmente el gran glande de mi padre entró en mi culito. Yo solté un alarido como era de esperarse; pero al ver que mi papá se asustaba y estaba por pedirme que parara; yo bajé más, empujándome más de su carne viril dentro del recto y más profundo.
– ¡¡AGH!! No pasa nada, papi. Estoy bien… —Le mentí tratando de esbozar una sonrisa en mi carita, que seguramente estaba muy roja; pues la sentía caliente y sudada, como el resto de mi cuerpecito por ese ardor que nacía en mi culo y se propagaba por todo el resto de mi ser.
– ¡Oh…hijo! ¡Qué apretadito estás! ¡Papi siente muy rico! ¡Ooohhh…! —Él jadeaba, mientras me ayudaba a sostenerme y que yo ahora me empalara con la mitad de su gruesa y dura verga.
– ¡Agh~! ¡Ay papi sí que es enorme! ¡Agh~!
– ¡¿Te duele mucho, hijo?!
– No…no me duele, papi… —Volví a mentir; pues estaba empezando a sentir un dolorcito rico.
– ¿Quieres detenerte?
A lo que yo contesté con una efusiva negación de mi cabeza; ya que en verdad quería tener todo ese pedazote de carne viril dentro de mí. Por lo que luego, casi temblando por el dolor que sentía en mi estirado anito y ensanchado recto a causa de la invasiva hombría de mi macho padre, me dejé sentar del todo en él; hasta que los pelos púbicos de papá se frotaron contra mí y la misma verga que me había procreado ahora me penetraba absolutamente.
En lo que a mí concierne, en ese momento yo creía que aquel sólido y venoso miembro masculino me había llegado hasta el estómago; pero a pesar de la sensación incómoda de tener ese enorme y duro cuerpo extraño dentro de mis entrañas, el dolorcito placentero era cada vez más marcado, y yo sudaba más y gemía de gusto. Papá me sostenía por la cinturita con ambas manos y yo me aferraba con las mías a sus anchos y peludos pectorales.
– ¿Seguro que estás bien, hijo? Te advertí que era demasiado para ti tan pequeño. —Recuerdo que me dijo, curiosamente una vez que yo ya había podido con toda su virilidad; algo que aún me sorprende haber logrado en mi primera vez a los 11 añitos.
– Sí papi, en verdad estoy bien. ¡Me gusta mucho! ¿A ti no te gusta? —Le respondí quitecito.
– Claro que me encanta, hijo. Papi siente tu culito delicioso… ¡Estás tan tibio y apretadito!
Y terminando de confesarme eso, él empezó a mover su pelvis; despacio y suave, haciendo que su verga apenas entrara y saliera de mí; de manera que yo me acostumbrara a ese ritmo. Instintivamente yo también comencé a mover mis caderas y culito, de adelante atrás y arriba abajo, cada vez logrando sacarme y meterme más del rabo de mi padre sin dolor.
Estoy seguro de que papá estaba muy orgulloso de mí, lo podía ver en su mirada; no sólo yo había logrado soportar toda su vergota dentro de mi culito, sino que ahora lo estaba cabalgando cada vez más rápido y fuerte; siguiendo sus instrucciones sin que él las hablara, simplemente imitando y respondiendo de manera orgánica a sus movimientos.
– ¡Oh…hijo! ¡Papi siente riquísimo cogerte el culito! ¡Ooohhh…!
– ¡Agh~! Yo también siento bien rico por dentro, papi… ¡Me gusta mucho que me cojas! ¡Ahh~!
Imagino que mi padre tampoco podía creer que aquello estuviera sucediendo, que su propio hijo pequeño lo estuviera montando así; que para ese entonces yo lograba sacarme más de la mitad de su mazo de carne y luego de golpe me la embutía dentro, gimiendo mucho, y él también jadeando y traspirando tanto que los vellos de su cuerpo se adherían a sus músculos.
Yo en cambio me sentía tan lleno, tan pleno de su formidable hombría, que me había vuelto más enérgico en mis sentones; haciendo que mi verguita se sacudiera de arriba abajo y hasta golpeara en su peluda panza. Mi padre sólo resoplaba de placer y me veía con deseo bestial, supongo que sorprendido de descubrir que su único hijo fuera capaz de hacerle eso a esa edad.
– ¡Ahh~! ¡Ay papi siento demasiado rico…! ¡Aaahhh…! —Y sin darme cuenta alcancé un intenso orgasmo, soltando de mi verguita un hilito seminal que cayó sobre el pelo en pecho de mi padre; pero seguido, aún sin dejar de montarlo y él de clavármela hacia arriba con su pelvis, involuntariamente solté un par de chorritos de orina que lo alcanzaron a mojar.
– ¡¿Pero qué diablos?! —Exclamó papá al ver que yo lo había meado sin querer.
– Pe…perdón papi… —Y en eso vi su rostro, traía la barba mojada y goteando mi orina.
El semblante de mi padre era muy serio, que me asusté un poco por haberlo hecho enfadar. Quise volver a disculparme, pero en eso él me lanzó hacia el pie de la cama, acostándome boca arriba y sacándome su vergota; que de inmediato sentí el gran vacío en mi recto y mi anito súper abierto, tanto que el aire de mi alcoba podía circular por mis entrañas.
– ¡Papi perdón! ¡No te enojes! ¡No fue mi intención…!
Pero papá no respondió; él sólo empujó hacia adelante mis rodillas, las que pegaron contra mis hombros, elevando bien mi culito y de ahí me ensartó dos dedos por mi sensible esfínter. Yo estrujé las sábanas y mordí mis labios, sintiendo como mi padre me hurgaba todo por dentro.
– Hmmm… Se nota que este dulce culito virgen quiere más verga… Lo puedo sentir pidiendo más y mucho más duro. —Habló para sí mismo; en lo que me deslizaba un tercer nudoso dedo suyo, para luego sacar los tres y llevarlos hacia mi boca. Yo supe de inmediato lo que él quería, así que los chupé para su deleite morboso- ¿Verdad que quieres más, hijo?
– ¡Mmmm…Slurp~! ¡Sí papi, dame más! ¡Mmmm…Slurp~! —Y se los limpié.
– Ahora si vas a saber lo que es que tu papá te coja realmente. —Me dijo con rostro de lascivia maliciosa y sin aviso me la ensartó con una única y letal arremetida. Yo grité:
– ¡¡AY!! ¡Papi despacio! ¡Por favor! —Le supliqué al mismo tiempo que él ahora estaba sobre mí, agarrándome de los tobillos y abriéndome tanto de las piernas que pensé que me partiría por mitad; y así, mi padre otra vez me había penetrado totalmente mis jóvenes intestinos.
– Relájate, hijo. Si te entra entera a la perfección. —Y pude sentir nuevamente el roce de sus pelos púbicos en mi perineo; por lo que supe sin ninguna duda que me había empalado hasta el tope de su ingle. Papá tenía razón, aquello fue casi como si mis pequeñas entrañas se expandían y acomodaban a la perfección para albergar toda su magnífica y maciza vergota.
De alguna forma el rabo de mi padre se sentía más inmenso y duro que antes; tan inyectado en sangre que cuando él me lo metía y sacaba con fuerza y agarre, yo podía sentir cada una de sus brotadas venas frotarse contra las paredes interiores de mi anito y recto. Mi macho progenitor ahora me estaba cogiendo como una auténtica bestia sexual, que mi camita se estremecía y yo pensaba que ésta se rompería en cualquier momento; meciéndose con nosotros arriba y cada vez que mi papá me bombeaba viciosamente mi culito infantil.
– Ahora si sabes lo que es que un hombre como yo te coja de verdad. —Me dijo casi bramando.
Yo no paraba de gemir, aferrándome con mis bracitos de sus anchos hombros y entrelazando mis piernas sobre sus redondas y solidas nalgas velludas. Mi padre traspiraba copiosamente, que su intoxicante aroma masculino me drogaba como antes; tanto que yo abría la boquita y sacaba mi lengua tratando de recibir las gotas de su sudor; las cuales caían sobre todo mi delgado cuerpecito, diminuto en comparación con el de él.
– ¡Oh…Dios! ¡Nunca pensé que coger a mi propio hijito se sentiría tan increíble! ¡Ah…Sí!
Y al verme sediento por toda su esencia varonil y como yo seguramente lo veía con puro deseo; papá se agachó un poco, lo justo para alcanzar mis labios y besarme en la boca.
Ese fue mi primer beso. Recuerdo que yo no supe muy bien que hacer, siendo obviamente inexperto en materia de besar a esa corta edad; pero aun así lo disfruté muchísimo. El roce del bigote y barba de mi padre contra mi tersa piel me provocaba escalofríos, en contraste con el calor invasivo que sentía en mi culito por su vergota dentro; además su lengua parecía jugar en el interior de mi boca, con mi campanilla hasta mi faringe. Y cuando me liberó, un espeso hilo de nuestra saliva mezclada unió nuestros labios por unos segundos antes de romperse.
– ¿Te gusta que tu papi te rompa el culito, no es así?
– ¡Ahh~! ¡Sí! ¡Sí, papi! ¡Me encanta! —Y luego de sonreírme me volvió a comer la boca junto con mi lengüita; mientras sus embestidas continuaban de una forma salvaje.
– ¡Ay papi, no puedo más…! ¡Aaahhh…! —Solté entre gemidos cuando nuevamente me dejó tomar aire; justo en lo que yo sentía múltiples orgasmos. Ahora sé que eso no es posible; pero en ese momento así lo sentí, una serie de placenteras sensaciones tan intensas que me hicieron enroscar los deditos de mis pies y arañar con mis manos toda la sudada espalda de papá. Y esa ocasión sí lancé chorros de auténtico semen; creo que esa puede contarse como mi primera eyaculación propiamente hablando, que mi plano vientre quedó decorado con dos o tres chorritos de blanquecina esperma fresca.
– Veo que te volviste a correr hijo, pero tu culito todavía quiere más. Papi puedo sentirlo…
Yo otra vez tenía lágrimas en mis ojos; pues el dolor y el placer combinado a causa de esas bestiales cogidas paternales, era demasiado para un pequeño de apenas 11 años. Yo me sentía débil y mareado, y no sabía si podría soportar todo eso por más tiempo sin colapsar.
– Pa…papi… ¡Ahh~! ¡Ya…ya no más! ¡Ahh~! ¡No puedo más…por favor, papi…! —Le suplicaba entre suspiros y gemidos. No podía entender como mi padre podía seguir así, cogiéndome sin descanso casi por una hora. Su hinchada virilidad me reventada por dentro y sus tremendas bolas golpeaban contra mí, como si él y sus enormes genitales fueran los de un toro o algún otro semental que se estaba saciando en un pequeño niñito.
– Espera un poco, hijo… ¡Ooohhh! Papá ya casi… ¡Aaahhh…! ¡¡AAAHHH!!
Y entonces papá vociferó un alarido gutural, casi un gruñido, avisándome que él finalmente había alcanzado el límite de su placer y se estaba corriendo por segunda vez; pero en esa oportunidad dentro de mí, de su único y querido hijo. Sorprendentemente pude sentir toda la descarga seminal de mi macho padre regarse por todas mis entrañas, cumpliendo con la fantasía que yo había tenido desde hacía mucho tiempo.
¿Qué más puedo decir? No hay palabras para tratar de expresar lo que es sentir la preciada y misma leche masculina que te ha dado la vida, ahora fecundando tu interior; después de que tu semental progenitor te ha desvirgado y cogido de una manera maravillosa.
– Oh…Hijo… Esto fue increíble, gracias. —Me dijo papá todavía sobre mí y sin intensiones de sacármela- Creo que para el final fui un poquito brusco, espero estés bien. ¿No te lastime o sí?
– No, papi… Estoy bien… —Y le esbocé una leve sonrisa, pues no tenía energías ni para eso. Se me cerraban los ojitos.
– Te amo, hijo.
– Y…yo…tam..bién…pa..pi…
Desperté con el chirrido de los pajaritos afuera de mi ventana. Mi habitación estaba iluminada por la luz de la mañana siguiente y yo me encontraba recostado sobre el pelo en pecho de papá, abrazado a todo su recio y desnudo cuerpo bajo mis sábanas. Y en ese preciso instante entró a mi alcoba mi madre, que había regresado temprano de su retiro:
– ¡¿Juan?! ¡¿Julián?! —La escuché preguntar por nosotros y cuando nos vio dormidos en mi cama (yo había cerrado los ojos), continuó diciendo en voz alta- ¡Oh, vaya! Se quedaron dormidos juntos, que tierno.
Y mamá simplemente se marchó cerrando la puerta detrás de ella, dejándonos dormir más.
– Buenos días, hijo.
– ¡¿Papi, estabas despierto?!
– Sí y tú también. —Y él se desperezó estirando sus musculosos brazos, expidiendo de sus sudoroso sobacos ese olor a macho que tanto me provoca- ¿Dormiste bien, hijo?
– ¿Papi, crees que mamá diga algo porque nos vio así? —Le pregunté a medio levantar.
– Tranquilo, claro que no. No tiene nada de malo que un padre duerma con su hijo, ¿o sí? —Y papá me acarició tiernamente una de mis mejillas y luego, llevando su ruda mano a mi nuca, me acercó a él para darme un beso en la boca.
Yo otra vez me sentí en el paraíso, que instintivamente llevé mi manito hacia su entrepierna, sujetando entre mis dedos su verga; la cual estaba enorme y dura con una erección matutina.
– Además, lo que hagamos los dos de ahora en adelante será nuestro secreto. —Me dijo guiñándome un ojo- ¿Qué dices si nos damos juntos un baño antes de desayunar, eh hijo?
—Y así fue como terminó mi primer encuentro sexual con mi propio padre. A partir de ese momento me convertí en el amante de mi papá y aún lo sigo siendo. Ahora él está divorciado y vivimos sólo los dos en casa, juntos como pareja.
—El Fin.
comos igue
No sigue.
Y para estos «comentarios» mediocres, que suenan a patéticas exigencias, mejor no escriban.
Que relato tan delicioso, no encuentro mejor palabra para describirlo.
Definitivamente tienes que contarnos mas porfavor, de como siguió esta historia tan pero tan rica.
El detalle del final donde aclaras que ahora viven juntos como una pareja fue la cereza del pastel, ya quiero saber como es que siguieron pasandolo tan rico siendo tan peque nuestro protagonista.
Gracias, pero no pretendo continuar una historia que claramente ya dio el morbo que debía dar. Imagina que vivieron cogiendo felices para siempre y punto.
Bellisma historia y muy excitante.Falto quizas desarrollar mas el pensamiento del padre hacia el hijo desde lo sexual para poder hacer cuadrar mejor lo que siguio sucediendo depsues, hasta cuando se fueron a vivir juntos…5 estrellas de valuacion
Gracias; pero eso que «faltó», sólo aplica cuando la historia la relato en tercera persona; donde como narrador puedo incluir pensamientos y emociones de todos los personajes; pero como lees, este relato está en primera persona y es el pequeño Juan quien la narra, por lo que él es el único que puede expresar lo que piensa o siente.
Además, en mi relato ‘El Extraño de la Sala de Ch@t’ ya incluí en su primera parte la historia contada desde la óptica del hijo y en la segunda está contada desde la perspectiva del padre.
Me encantaría que lo continuases de alguna manera, me ha encantado la forma que tienes de narrar, es una gozada leerlo y me ha encantado la historia de padre e hijo
Gracias.
Y si te gusta como narro, te invito a que mejor leas el resto de mis historias; ya que tengo un compendio de hasta 50 relatos publicados (de momento).
Muy bueno, realmente muy bien narrado👍
Gracias.
Todos tus relatos me encantan. Hay pocos autores que consigan dar naturalidad a los relatos y que no vayan directo al sexo.
Consigues que todo fluya y poco a poco avance.
Tengo ganas de ver que otro relato escribes
Pero te apuesto a que muchos prefieren los relatos mal escritos y mediocres que van directo al sexo XD
Igual, gracias otra vez.
Me encanta la naturalidad con la que fluyen siempre tus relatos , avanzando poco a poco hasta llegar al clímax. Tengo ganas de ver con que otra historia nos deleitas
Gracias.
😉
Que relato para tan exitante, lo haces muy bien donde poco a poco le das mucha intensidad hasta llegar al máximo de lo rico que expresa la historia ó la experiencia. Se te agradece y claramente digo que me fascinó tu relato. Me puso a mil de exitado y muy caliente 🔥.
Muchas gracias 😉
Me encantan tus historias, tienes esa forma de narrar que prende full. Espero que sigas haciendo muchas más historias próximamente
Gracias, pero este fue el ÚLTIMO RELATO.
Hola amo como escribis y la forma de relatar te sigo desde la isla uno mejor q otro tus relatos te vuelan la cabeza espero q sigas escribiendo !!! Gracias por escribir
Muchas Gracias.
Salu2! 😉
Solo quiero agradecerte por tus relatos.
Tienes un gran talento.
Gracias. He publicado 50; así que espero los hayas disfrutado todos 😉
Salu2!!
que morbo y que amooor,
😉
Que excelente relato , me recordó mis historias , y mis inicios con mi padre muy buenos , como consigo los otros relatos