El culo pelú de Tito
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por technokike.
Yo estaba en décimo grado y tenía dieciséis años. Me estaba dejando crecer un bigotito y ya había chingado con dos nenas, pero había un muchacho en clase que me tenía loco. Era blanquito (y yo soy prietito) y bien afeminado y a mi me lo paraba de verle el pelo castaño riso y con lo flaquito que era, esas manos grandes de hueso y ese culo redondo que con el pantalón ajustao se le veía que me babeaba.
Los demás pendejos de la clase se burlaban de él por maricón y él casi no hablaba con nadie. Yo me le acercaba porque él tocaba guitarra y dibujaba. Los dibujos eran de seres de fantasía estilo dungeons and dragons y les hacía cuerpos de chuparse los dedos (y todo por ahí pa´abajo). Yo le decía a Tito que quería tirarme a las féminas de los dibujos y él se sonreía. De los machos le dije una vez "Mira ese está bien fuerte, pero yo la tengo más grande" y me reí. Nos hicimos bien amigos. Una vez trajo la guitarra a la escuela y me enseñó a pisar las cuerdas y me tocó y yo no pude aguantar y le dije que me siguiera enseñando en su casa.
Cuando fui (recién había aprendido a guiar), él estaba solo y me invitó a su cuarto. Yo fui con camiseta sin mangas pa que me viese los pelos de las axilas. Llegué después de jugar baloncesto, tadavía sudao. El estaba en pantalones cortos y tenía un collar de caracoles que me estaba volvieno loco (y loca). Me enseñó más dibujos y finalmente unos donde había cuerpos (hombre y mujer) desnudos. Le pregunté a Tito si había estado con chicas y me dijo que no, pero que le gustaban. Yo sentado abrí las piernas. Se me veía el bulto erecto. "Así me ponen tus dibujos." Y le pregunté si había practicado besar. Y me dijo que no. Ya yo estaba que lo quería clavar ahí mismo y él se estaba riendo de nerviosismo y se veía tan lindo, coño. Y le dije "Dame tu camisa, Tito, que quiero probármela" y me quité la mía. Y fui para allá y le quité la suya. Y vi las tetillas rosaditas. Y empecé a besarlo sin lengua en la boca. Y él se me quiso ir, pero yo lo abracé y le dije que éramos machos practicando. Y le empecé a lamber la barbilla y tó la cara y las tetillas y a apretarlo contra mí y a hacerle que me mamara las axilas, meterle la cara en los sobacos sudados. Y nos quitamos los pantalones y empezamos a restregarnos pinga contra pinga, cuerpo contra cuerpo a través de los calzoncillos, bien fuerte, bien rítmico, por rato largo y el gritó, coño y se vino. Y yo me lancé de rodillas y le bajé el jockey pa descubrir aquella pinga rosada, gorda y lisa y de pelos encaracolados castaños llena de semen y abrí bien mi boca y mamé y mamé. Y después por los huevos y después por la raja y después alzándole las piernas por el culo y ésta fue la delicia.
Machos, todavía después de 20 años me acuerdo de los pelitos claritos que rodeaban ese ano. Por dos años mamé cuanto pude de ese culo. Le ponía yogurt, le ponía whipped cream, hasta un huevo frito y me los comía de allí. Yo tengo la pinga chiquita, así es que cuando penetraba a Tito también le metía dedos con mi bicho y con el pulgar le acariciaba esos pelitos. Par de veces me le oriné adentro y después sorbía mis orines de ese culito velludo que los expulsaba a chorritos. Cuando él me clavaba no necesitaba dedos porque la tenía bien gorda. Aún penetrándome se quejaba como una nena y eso a mí me exitaba enormemente, como sus manos largas de hombre hecho pa hombre. Gufeando yo también empecé a quejarme como nena. Me le sentaba en el bicho y ponía la guitarra en mi falda. El me manejaba las manos desde atrás para tocar guitarra juntos mientras me besaba el cuello y yo abrazaba su pene cerrando mi esfínter de culo lo más que podía.
Había uno de los pendejos, Jerry, de los que le decían pato a Tito, que era amigo mío. Invité al cabrón un día a jugar vídeo juegos en mi casa y cuando abrió la puerta me encontró en cuatro patas gozando de lo lindo la clavada de Tito. Sintiendo ese cuerpo flaco embistiéndome, pasándome música, arte, carne, leche, qué hombre rico, carajo, y yo gritando como una nena. El cabrón de Jerry se quedó parao sin palabras por un rato viéndome a mí, su amigo macho, siendo sodomizado y el gusto. Hasta que yo empecé a gritar: !Qué bueno es ser pato, coño! Se fue. No se lo contó a nadie, pero nunca más me habló ni me miró. Tito y yo nos disfrutamos por dos años hasta que fuimos a universidades diferentes. Hoy vivimos lejos. Nos escribimos. Yo le pido que me mande fotos por internet de los pelitos de su culo, (o de esa pinga, joder) pero él sigue siendo tímido.
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