El de la micro I
Cuando una ida en micro puede darte un gran placer.
Lo conocí en la micro, debo haber estado bien vestido cuando ocurrió, recuerdo llevar camisa y pantalones, por lo que mis atributos se notaban demasiado, además venía viendo desde mi celular algo de animé, no recuerdo qué era.
De pronto, un chico se acerca a mí. Un poco más alto que yo, rubio y muy varonil, se queda mirando mi celular, luego me mira a la cara y me dice su nombre, quedo sorprendido por su facilidad para romper el hielo, habremos hablado la mitad de mi recorrido cuando me avisa que debe bajarse. Me pidió mis redes sociales y luego se bajó. Nunca me había pasado que una persona por iniciativa propia me hablara, y que me pidiera mi contacto para hablar. No pude pensar mal de él. Quizá solo quería hacer amigos.
Husmeando sus redes sociales pude notar que había hecho el servicio militar, teníamos la misma edad y que se sentía “una máquina sexual” con las mujeres. Me causó gracia ver sus fotos. Era como un bebé muy crecido intentando ser adulto. En sus fotos pude darme cuenta que apenas tenía vello facial. Un día, luego de conversaciones que nunca terminaban en nada, me pregunta si tengo algún carrete al que él pudiera asistir, a lo que le respondí que había intenciones de realizar uno, pero que le confirmaría. No pensé que saldría, pero mis amigos prenden fácilmente. Le avisé, le di mi dirección y le dije que me estuviera contando cuando viniera. Al final lo fui a buscar a la micro.
En el camino hacia mi casa, me confiesa que tenía intenciones de que tuviéramos instancias así, y que buscaba conocer alguna mujer entre mis amigas para invitarla a salir. Llegamos a mi casa, y mis amigos también habían llegado. Los hago pasar, les presento a este chico y luego aviso que debo ir a cambiarme de ropa, a lo que este me dice que si me puede acompañar ya que no conoce a nadie más que a mí, y acepto.
Subimos hasta mi pieza, le indico que si tiene problemas para quedarse, puedo pasarle un colchón. En eso, comienzo a sacarme la polera cuando él se pone frente a mí y me dice “disculpa, pero no puedo aguantarme” y me da un beso apasionado. Se lo respondo, y sin más dudas le saco su polera. Cada prenda de nuestra ropa fue cayendo al suelo. Sus besos en mi cuello, mis manos tocando su espalda. Bajo mi mano hasta tocarle el trasero, y luego la paso por encima de su bulto, que ya estaba erecto.
Me coloco a la altura de su pubis, y sin decirle nada desabrocho sus pantalones hasta que queda con sus bóxer y su pene muy erecto. No era tan pequeño, además su grosor la hacía apetitosa. Descubro su pene y sin preguntar lo meto en mi boca. Gime suavemente y pone su mano en mi cabeza. No quería que me alejara de él. Estuvimos así unos minutos cuando me levanto. Él me mira y sin decirle nada me agarra la verga, me la masajea unos segundos, yo ya estaba caliente así que me dejé. Bajo mi cierre, me masturbó un poco y me dice “ahora me toca a mí”. No sé en qué momento se agachó pero sentí su boquita inexperta intentando darme placer. Pude notar que algo en él había despertado hace tiempo y que en ese momento se estaba liberando. Me había elegido para experimentar su sexualidad, y no me lo había dicho. Su cuerpo lo decía. Le gustaba mi pene, que es largo y grueso, recto totalmente y con unos cocos que cuelgan con mucho vello.
Se pone de pie y me planta un beso. Sentía su lengua buscando la mía mientras con las manos me pajeaba desesperado. Esperé unos segundos. Una de sus manos buscó mi culo. Yo no estaba acostumbrado a que me tocaran esa parte, pero sentía debilidad por su inexperiencia. Metió su mano entre mi pantalón y un dedo hacia mi ano.
-No sé que me pasa contigo, pero te encuentro tan rico- decía mientras me desabrochaba el pantalón -Date vuelta-.
Yo lo miré y reí. Repetí lo que hizo conmigo, solo que dejé su pene sin estímulo y bajé su pantalón de una vez. Sus nalgas no tenían ningún vello. Me calenté y le dije -Tú date vuelta-, seguido lo voltié dejando su cara a la pared y su delicioso culo a centímetros de mi verga. Lo siguiente que siento es un gemido. Por inercia me agaché y abrí esos cachetitos dejándome ver su rosadito ano. Creo que nunca había visto un culito así en mis 20 años. Se notaba que no había entrado nada por ahí, y la ausencia de vellos en él me producía mucho morbo. Mi lengua entró en su orificio y soltó otro gemido.
-Después… me toca… a mí- me dijo entrecortado.
Seguí mi juego de lengua y le desabrochaba los zapatos. Mis amigos tenían la música fuerte y eso ayudó a amortiguar sus quejidos. Sin previo aviso lo volví a dar vuelta quedándome con su pene grueso en mi cara y lo succioné. Me hundió en su ingle y se arqueó. Ya no había vuelta atrás. Con uno de mis dedos y aprovechando mi saliva, introduje uno. Luego dos. Él solo se movía y gemía.
-Querí más?- le pregunté de forma pícara.
-Ya, pero después te hago lo mismo a ti… ah…- su pene saltó en mi boca. No quería que eyaculara aún.
-Sácate todo- le dije siniestramente mientras le sacaba uno de los zapatos -y tírate al colchón.
Él con los pantalones abajo se desvistió, quedando solo en polera. Verlo así, y más alto que yo, algo me invadió y besé sus pies hasta llegar a su pene otra vez y se lo chupé. Él se acostó después de unos minutos. Levanté sus pies y seguí chupándolos mientras con una de mis manos le corría la paja. Besé cada rincón de sus piernas hasta llegar a su culito. Levanté sus nalgas y él se dejó, como invitándome a seguir comiéndome tal plato. Seguí un poco más mientras le metía dos dedos y caché que estaba listo.
-Ahora ponte en cuatro-
Él obedeció, sin antes pegarse a mi pene para lubricarlo.
-Me gusta tu pene- me decía mientras se lo comía hasta hacer garganta profunda. Se coloca en posición y se lo meto lentamente. Con una mano se pajeaba. Le estaba gustando. Entró de una vez y quedé tras él, como perro Él hacia lo posible por no gemir, y comencé el vaivén. Debo confesar que el morbo me ganó y en minutos le estaba dando fuerte. Le dolía y me lo hacía saber, pero el morbo era mayor. Estuvimos unos minutos hasta que él eyacula sin avisarme. Me dice que se la saque, que ya no aguanta. Se la desclavo y veo mi pene muy duro, queriendo seguir más.
-Después te toca a ti, así que puedes hacerme esto y más- le dije mientras me masturbaba. Se dio vuelta y me puse encima de él, me coloqué de su semen en mi pene, y con su cara frente al mío (sin avisarle) solté chorros de semen, y para sorpresa mía él acomodó su boca y recibió toda mi leche.Me tiré a su lado y me reí. Su carita lampiña estaba muy roja y su respiración agitada. Lo miré con ternura. Él me miró como queriendo decirme algo, cuando mis amigos me llaman preguntando por mí.
Le di un beso largo. Luego me vestí rápidamente y en la bajada de la escalera lo miro. Era más grande que yo, y estaba con el culo roto y recién eyaculado. Quería que él también me hiciera lo mismo. Lo veo coquetamente -Más tarde te toca a ti-, y bajé al carrete.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!