El delicioso secreto de mi amiga.*
Lo que una amiga puede esconder. .
Mi nombre es Claudia. Tengo 20 años cumplidos.
Mido 1.70, cabello claro y largo, tez blanca, soy un poco gordita, pechos grandes, con un trasero mediano y redondo.
Mis amigos saben que me encantan las mujeres. Por lo que no les extraña que intente conquistar a alguna chica.
A la universidad y precisamente en mi salón, entro Dalia.
Dalia tiene un cuerpazo. Piernas torneadas, delgada, pechos medianos, piel blanca, cabello negro hasta los hombros, una carita fina y preciosa.
Tal vez estoy exagerando, pero así la veía.
Varios chicos quisieron conquistarla, por lo que ahí entro yo.
Como casi no hablaba con las otras compañeras, me ofrecí a ayudarle, mostrándole las instalaciones y así, poco a poco nos volvimos buenas amigas.
No quería terminar mal con ella en cuanto a mis gustos, por lo que trataba de hablarle de chicos, de alguna aventura que me habían contado mis amigos, pero nada.
Yo pensaba en que si era lesbiana igual que yo. Pero no me atreví a preguntar.
La primera vez que me quede en su casa, quedé fascinada con sus pechos. Nada caídos y adornados, por unos pezones rosados. ¡Mmm! Como imagine aquella noche el poder saborearlos.
Ella se dio cuenta y algo apenada, se fue a cambiar al baño. Malo. Porque me hubiera gustado verla desnuda.
Deje pasar varios meses y Dalia no daba signos de algún gusto por chicos o chicas. Realmente me confundía.
Aveces pensaba ¿no practicará el celibato? Eso sería un desperdicio, por tan hermoso cuerpo que tiene.
Otra de las ocasiones en las cuales me quedé con ella en su casa. Pensaba en dar el paso definitivo.
La suerte estaba a mi favor porque sus papás no llegarían esa noche.
Comimos, bebimos unas cervezas y vimos unas películas.
Luego de un rato, le sugerí ver una película xxx.
Para mi sorpresa ella aceptó luego, luego.
Puse una lesbica para ir calentando motores.
Al término de esta. Dalia se veía algo sonrojada por tantas escenas cachondas.
Me acerque y le pregunté si alguna vez había besado a alguna mujer.
Ella me dijo que no.
– Pues yo tengo mucha curiosidad.
¿Te gustaría intentarlo?
Le dije:
Dalia se quedo pensativa y en eso me puse frente a ella. Me acerque poco a poco, su perfume con aroma floral me hacía querer devorarla, pero por si acaso era su primera vez me contuve.
La mire un poco para luego darle un tímido beso de piquito, luego otro, hasta que me anime a intentar besarla como se debe.
Dalia solo abrió un poco sus labios para dar paso a mi beso francés, pero no correspondía.
– No. Para. No esta bien. Perdona.
– Perdoname tu. Lo que pasa es que me deje llevar. ¿No te gustó?
– Esque no esta bien. Bueno. Voy a prepararme para dormir. Estas en tu casa.
Algo que no mencione es que yo me quedaba en otra recamara, no dormíamos juntas.
Lista y un tanto frustrada me fui a mi habitación.
Me quite la ropa, quedando en brasier y mi cachetero, ambos blancos.
Me acaraciaba como de costumbre, jugando con mi clitoris e inconscientemente daba pequeños gemidos. La verdad estaba muy caliente.
Dalia pregunto tocando la puerta si me encontraba bien.
Le hice saber que si, pero aun así ella entró y con los ojos bien abiertos me contempló.
– Entiendo que estés cachonda. No te culpo.
– ¿Quedaste exitada por la peli?
– La verdad si. Un poco.
– ¡Entonces ven. Acuéstate conmigo!
– Pero… Yo… No se. Te vas a asustar o algo peor y no quiero que se sepa nada de esto.
– ¿Te he defraudado o dicho algo a alguien que te incomode? ¡Ven. Andale!
– Yo no soy como tu crees.
– Yo tampoco. Te diré algo al oído.
– Estamos solas. Puedes decirlo.
– No. Te lo diré al oído.
Dalia apretó los labios y se me acerco.
La tomé de su cara y la volví a besar.
– Se que te gusta. Hazlo conmigo. Me gustas mucho.
Le dije mirándola a los ojos.
Ella bajó la mirada diciendo esta bien. Y me correspondió aquel beso que terminó siendo un beso apasionado, lesbico, tan cachondo como yo me sentía.
Quise ponerme encima de Dalia, pero ella me sometió, para ir a chupar mis ardientes pezones, bajando a mis muslos los cuales besaba muy rico.
Me quito la braga y mamaba mi vulva como una experta. ¡Uuufff, uuuyy!
Tiraba de sus cabellos en señal de que no parara. Lentamente subió por mi ingle, hasta volver a mis pechos y de ahí, de nuevo a mi boca.
Como pude le quite su camisón gris, para comer sus pechos. Tan duros, tan suaves al tacto con la piel y sus pezones erectos. Jamás había probado algo similar.
Como estábamos hincadas sobre la cama, quise ir a probar su vagina, pero ella me detuvo y de golpe se levantó de la cama. Colocada de espaldas se quito su bóxer diciendo :
– Este es mi secreto. Si no quieres seguir lo entenderé.
Al voltearse tenía semejante verga, parada, venuda y algo grande.
– ¡Eres chica trans! Exclame con suma sorpresa.
Pero no pude evitar tanto morbo que fui y como en varias películas mamé su gruesa carne.
– Solo ten cuidado con tus dientes.
Llevando uno de mis dedos para mostrarme como debía de hacerlo.
Realmente nunca había chupado una pija, pero mi deseo hacia Dalia era tal que no me importó que tuviera verga.
Ya cuando aprendí a mamar, ella me acostó de nuevo en la cama, volvió a chupar mi chocho y llegó algo que tampoco había probado.
Así es. Me penetro. Hasta ese día solo me había metido dildos y otros consoladores, pero jamas un pito.
La calidez de su verga en mi, me hacían aullar como toda una perra en celo.
Mis mamadas a sus pezones junto con aquello me hacia ir al cielo, o al infierno. El caso es que me sentía a mil por hora.
Era como cuando una novia se puso un cinto con armaño y me clavó. ¡Oohh!
Dalia se aparto de mi para ir a buscar un condón, cosa que le pedí que no. Pues ya me había metido tanto plástico que estaba dispuesta a tomar la pastilla del siguiente día.
Luego de eso me puso en cuatro, frotando sus senos en mi espalda.
– ¿Te puedo pedir un favor. Dejame darte por el culo, si?
Casi gritando le dije que si.
Dalia pasaba su trozo por mi culo, lubricando con mi liquido la entrada de mi ano.
Luego de eso me dio un beso negro como pocas me han dado.
Al metermelo. ¡Umm! Casi llego al mero extasis con el orgasmo que se me vino.
Mientras Dalia seguía perforando mi esfinter con fuerza.
Se agacho rodeando mi cintura con sus brazos. Gritando. ¡Ooohhh! Y de pronto sentía mis entrañas calientitas debido a su leche.
Me tumbo boca arriba y volvió a devorar mi vagina. Ojalá tuvieras vulva para disfrutarte más. Le dije.
Ahora Dalia sobre la cama y yo disfrutaba de sus pechos.
Al sentir su aun erecta verga, volví a darle oral.
Me giré para un 69, poniendo su falo en mis pechos y así intentar mamarlo.
Maldita perra. Hizo que me corriera en su boca y yo apenas podía con su verga en la mia.
Cambiamos de posición. Ella encima de mi, mirándome sonriente, en lo que yo lamia sus pezones.
Puso mis piernas en sus hombros. Yo podía sentir más a fondo su carne.
Mis jadeo, cada vez más fuertes y no era para menos. Esa hermosa trans me hacía vibrar de placer.
Al bajar mis piernas, me hizo lo que se conoce como una rusa.
Por último mis tijeras no podían faltar; solo que, esta vez seria de una forma muy distinta a la de costumbre.
Me lleno la matriz de leche y antes que acabará me vine también.
Electrizadas y agotadas, nos quedamos dormidas en la cama.
Por la mañana nos metimos a bañar juntas, pero Dalia aún seguía con ganas.
Por lo que me empotro contra la pared y volvió a penetrarme de lo lindo.
No duramos mucho, pero como gozamos de ese último orgasmo, el cual nos agarró al mismo tiempo.
Desayunadas y todo. No quería dejarla, quería seguir gozando con ella, aunque debía de ir a mi casa.
Le pregunté como es que nadie nos dimos cuenta de su secreto.
Ella respondió que sólo había algo que la delataba. Su pequeña manzana de Adán; ya que su falo lo acomodaba bien para que este no se viera.
Me confesó que fue su primera vez con una mujer y evidentemente yo con un hombre. Jaja. ¡Que noche aquella!
Sigo en contacto con ella, pero ahora cada quien con su pareja. Aun así cuando podemos, nos vamos de juerga.
Vladimir escritor.
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