El Demonomicón – Cap.02 Vendetta
¿Qué fue lo que Eliot invocó? Ahora lo sabremos….
Eliot se inquietó e inmediatamente quiso salir corriendo de su habitación; pero no pudo, algo lo mantenía adherido al suelo, y una vez más quedó paralizado tal y como estaba, que ni siquiera tuvo el valor de voltearse y confirmar si en verdad había escuchado algo tras de él.
– ¿Dime qué deseasss…? —Siseó nuevamente la sombría voz a sus espaldas.
La curiosidad superó al miedo. El pequeño niño se atrevió y muy lentamente giró sobre sus talones, encarando a la entidad que le había hablado ya dos veces.
Sólo que Eliot no vio nada. Su cuarto continuaba en penumbras, apenas iluminado por la tenue luz del farol que se colaba por la ventana, y no podía ver más que el círculo que él mismo había trazo sobre las hojas en el piso, junto con las velas alrededor. ¿De dónde pudo provenir esa voz? ¿A caso lo había imaginado todo?
– ¿Qué… ¿Quién eres? —Preguntó el niño con un nudo en la garganta.
– Tengo cientos de nombresss… —De la nada respondió la misteriosa voz– Ustedes los humanos me llaman ‘Asmodeus’, ‘Hasmoday’, ‘Sidonay’ y muchos otros másss… Pero tu mi pequeñín, puedes llamarme Asmodeo.
Está demás decir que el niño se quedó estupefacto, tanto que dejó caer el libro a sus pies. ¿Podía ser cierto? ¿Lo sobrenatural en verdad existía? Pero lo que más le sorprendió fue que él había hecho magia. No cabía duda; había logrado hacer el ritual e invocado a un demonio.
– ¿Po…por qué no puedo verte? —Inquirió Eliot sintiendo la boca seca y su voz carrasposa.
– Hmmm… Diría que es porque no usaste suficiente energía espiritual y esss por ello que aún no puedo tomar forma corpórea en este plano astral.
Y de pronto un pequeño brillo rojo apareció flotando sobre el círculo. Estaba envuelto en lo que parecía ser una esfera brumosa de gas rojizo, que se movía constantemente junto con los leves destellos de aquella hipnótica luz.
– Esta es mi esencia. —Prosiguió Asmodeo– ¿Mejor así, pequeñín?
– Eh…sí, así al menos puedo ver con quien hablo.
Todo eso era algo surrealista, pensó Eliot; pero estaba pasando realmente. Él se estaba comunicando con un demonio. Entonces recordó la inscripción bajo el nombre del hechizo.
– Y… ¿Es cierto que puedes darme poderes? —Titubeó el niño; pues si en verdad se trataba de un verdadero demonio, él debía de ser cauteloso.
– ¡Por supuesto! —Replicó la luz neblinosa con tono ofendido– ¡Yo soy uno de los príncipes del infierno, patrono de la magia y las artes oscuras!
– Esta bien, perdona. No quise insultarte.
Eliot se sentía raro con toda esa extraña situación; pero más que nada emocionado ante las vastas posibilidades que traía el hecho de haber descubierto ese nuevo mundo.
– ¿Y bien, mi pequeñín? ¿Al fin me dirás qué es lo que deseasss…?
– ¡Sí! Quiero dejar de ser tan débil y cobarde. —Le contestó Eliot decidido.
– Eso no es ningún problema teniendo el Demonomicón en tus manosss…
En eso la pequeña bola amorfa de gas brillante flotó hacia donde estaba el libro, que se había abierto al caer, y Eliot observó cómo las añejadas páginas se movían solas, una tras otra muy rápidamente; hasta que se detuvieron en una sección donde se mostraba una imagen de un pentagrama, adornado con extrañas runas en cada uno de los cinco espacios que se formaban entre la estrella invertida y el circulo exterior.
– ¡Aquí lo tienes! —Habló de nuevo Asmodeo– El ‘Sello del Súcubo’. Con esto serás más fuerte y podrás vengarte de esos bravuconesss…
– ¡¿Pero…qué?! ¡¿Cómo sabes eso?! —Se sorprendió Eliot, al mismo tiempo que se agachaba para tomar el libro del suelo y mirar mejor al hechizo que el demonio le había indicado.
– Simple. Porque yo pequeñín, puedo ver los deseosss de tu corazón. A decir verdad, sólo lo pregunté antes, no por una cuestión de saberlo o no, sino para que finalmente tú lo dijeras en voz alta, nada másss… —Y luego rio con aires de suficiencia y cierta malicia.
El niño revisó las páginas; aunque obviamente en vano, puesto que él no entendía nada. Todo estaba escrito en esa lengua antigua y símbolos extraños. Por lo que no tuvo más remedio que confiar en ese demonio; pero, ¿podría hacerlo?
– ¿A cambio de qué? —Preguntó Eliot después de meditarlo por unos minutos.
– Definitivamente esta es la época del escepticismo. —Y Asmodeo se elevó flotando por el aire, más arriba de la cabeza del niño– A cambio de nada, pequeñín. Es un sssimple conjuro, similar al que empleaste para invocarme a mí.
Quizás Eliot sólo tenía 12 años de vivir en este planeta, pero eran suficientes para que él supiera muy bien que no hay nada gratis en la vida. El problema estaba en que ahora para él, la posibilidad real de tener poder y así enfrentarse a Dorian e Irvin le era irresistible, más allá que toda lógica o reserva que pudiera surgir en su mente.
– ¡De acuerdo! ¿Dime qué tengo que hacer? —Aceptó finalmente el niño.
Sin más demora, Asmodeo le leyó a Eliot las instrucciones para que éste llevara a cabo el encantamiento del Súcubo. Primero fue a la cocina por un cuenco con agua, al que le agregó la cantidad de sal indicada, y lo colocó sobre su escritorio. Después fue a la habitación de su padre y tomó el espejito que él usa para recortarse la barba, y también lo ubicó en el mesón, inclinado de manera que el agua se reflejara en el mismo.
– ¡Listo! ¿Y ahora qué más tengo que hacer? —Inquirió el ansioso niño. Parecía que eso de la hechicería se estaba convirtiendo en su nueva fascinación.
– Vierte en el cuenco un poco de tu sssangre.
– ¡¡¿QUÉ?!! —Eliot protestó al instante– ¡¿Dijiste que no había que dar nada a cambio?!
– ¿Pero y qué son unas cuantas gotas de tu sangre a cambio de poderes sobrehumanosss…?
Eso hizo dudar otra vez al perspicaz niño. ¿Qué otra cosa engañosa habría en todo eso?
– ¿En qué consiste exactamente este hechizo? ¿Y qué pasará cuando lo haga? ¿Me…me dolerá? ¿Y qué si me arrepiento, podré revertirlo? —Bombardeó de preguntas al demonio.
Súbitamente la esfera nebulosa duplicó su tamaño y comenzó a resplandecer cada vez con más intensidad, con un fulgor que parecían llamas embravecidas.
– ¡Insolente humano! —Respondió Asmodeo, brillando al rojo vivo y con un tono contundente y de inconfundible enfado– ¡No tengo porque seguir escuchando tus niñerías!
Y Eliot vio como la esencia del demonio se desvaneció en el aire. Entonces se alarmó. No podía perder aquella oportunidad. Debía de hacer algo para enmendar su error.
– ¡¡NO!! ¡Alto! ¡Espera Asmodeo! —Suplicó– ¡No te vayas! ¡Lo siento! No diré más nada…
– ¡Bien! —Habló la bola de luz que había reaparecido como si nada y continuaba flotando con su forma anterior– Sólo te responderé algo, pequeñín. Te aseguro que no te arrepentirásss…
Una vez pasado el altercado entre el joven Eliot y el aparente temperamental demonio, el niño continuó con el ritual sin cuestionarlo. Tomó una aguja y con ella se pinchó el dedo índice, del cual dejó caer dentro del recipiente cuatro gotitas de su sangre. Estas comenzaron a diluirse lentamente en el agua, arremolinándose de una forma peculiar, hasta que el contenido del cuenco quedó nuevamente trasparente.
– Y para finalizar pequeñín, sssólo necesitas incorporar tu semilla.
El pálido Eliot se quedó callado unos segundos, tratando de descifrar esa frase, y luego habló:
– Eh… Si te refieres a lo que creo, pues… Es que yo aún no tengo… Este… No tengo semen.
– ¡¿No tienes semen?! —Soltó exaltada la flameante esfera de gas rojo.
– No. Es que apenas cumplí los doce y yo… —Eliot se puso tan colorado como el mismísimo Asmodeo– Aún soy un niño.
El demonio contrariado flotaba de un lado al otro de la habitación, diciendo que eso era vital para que el ritual cobrara efecto.
– ¡¿Estás absolutamente seguro? ¿Ni siquiera un poco?!
– Yo todavía no tengo pelos. No he desarrollado y pues… —Y con timidez continuó– Tampoco me he masturbado… Bueno, una vez lo intenté, pero…
– ¡Al menos dime que tu ‘phallus’ logra erguirse, ¿o no?!
Toda esa situación se había tornado aún más insólita de lo que Eliot hubiera podido imaginar. Asmodeo ahora le estaba haciendo esas preguntas intimas sobre su anatomía de prepúber, casi como si se tratara de un médico y no de un príncipe de los infiernos.
– Eh…sí… Eso sí. Siempre se me pone muy duro. —Contestó el niño ruborizado de la cara, cuello y hasta sentía caliente su pechito.
– En ese caso te sugiero que empieces a tocártelo y acabar en el cuenco, aunque sea una gota, o no podrás obtener el poder del Súcubo. ¿O no es lo que deseasss…?
Ahora que Eliot sentía que verdaderamente podría obtener los medios para vengarse de sus bravucones, no los dejaría pasar por nada. Estaba dispuesto a intentarlo; además no tenía otra alternativa. Con mucha vergüenza se quitó su trusa blanca y quedó completamente desnudo, y claro, su primer instinto fue taparse con ambas manos sus partecitas pudendas; mientras seguía parada en medio del cuarto. En eso escuchó la risa burlona de Asmodeo:
– Humanosss… Nunca dejan de divertirme. Pequeñín, sólo piensa en la situación en la que te encuentras. ¿Y lo que te preocupa es el pudor? ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
Al terminar de reír, la vaporosa y luminosa esencia demoniaca levitó hasta el Demonomicón y mágicamente volvió a mover las hojas; deteniéndose hasta que el libro quedó abierto en dos páginas que estaban totalmente llenas de una misma ilustración. Ésta representaba a un grupo de dotados demonios sodomizando brutalmente a mujeres y también a varios hombres.
– Quizás esto te ayude, pequeñín. —Continuó Asmodeo en tono malicioso.
Para sorpresa de Eliot, la imagen pareció cobrar vida. La misma se movía como si fuera un vídeo moderno, como una película pornográfica y no un antiguo dibujo medieval; que ahora sobre su escritorio mostraba a esos musculosos y horrendos demonios, introduciendo vigorosamente sus enormes rabos en los orificios de esos atormentados hombres y mujeres.
– ¡Oh…vaya! —Fue lo único que Eliot pudo decir, pues se quedó totalmente absorto mirando aquella morbosa imagen. Tanto que no pudo evitarlo; pero su pequeño miembro se puso muy duro y, ya sin vergüenza, empezó a masturbarse como su padre hizo la vez que él lo espió.
El niño realmente estaba excitándose como nunca antes en su corta vida, sin mencionar que nunca antes había estado así de erecto. Todo ese nuevo ambiente lo estaba estimulando mucho. Primero que no podía despegar la vista del Demonomicón y de los demonios dibujados en este; sumado a que Asmodeo le decía lo bien que lo estaba haciendo, flotando alrededor de su cuerpecito desnudo, que hasta le indicaba que más podía hacer para ayudarse.
La nube amorfa le susurraba en el oído para que con una mano jalara su firme falo, mientras que con la otra se estrujara un poco sus pequeños testículos, y que luego también se pellizcara sus tetillas rosas. Esto último hacía que Eliot soltara ligeros gemidos de placer; hasta que con un intenso suspiro sucedió el milagro esperado. Dos gotitas, entre blanquecinas y trasparentes, cayeron en el agua salada dentro del recipiente; entonces Asmodeo le ordenó al niño que sin demora repitiera el hechizo que él le pronunciaba palabra por palabra.
Eliot apenas y recobraba el aliento al terminar su novata, pero a la vez exitosa, masturbación; todavía sintiendo la placentera sensación después de experimentar su primer orgasmo; pero aun así pudo completar el encantamiento, cuando la magia ocurrió.
El contenido del cuenco se tornó oscuro y viscoso, y luego del centro comenzó a formarse una extraña punta; misma que empezó a elevarse, serpenteando y alargándose por sobre la superficie del espeso líquido, como si se tratara de una especie de sanguijuela hecha de esa nueva sustancia negra. De pronto la repugnante criatura viscosa brincó del recipiente hacia el rostro del niño. Éste con buenos reflejos logró con una mano atraparla en pleno vuelo; pero como la babosa larva se sacudía con demasiada energía y era tan resbaladiza, a Eliot le fue difícil sujetarla; que no pudo evitar caerse hacia atrás de espaldas sobre el piso.
Asmodeo le hablaba, pero el niño estaba tan alarmado por aquella extraña sanguijuela que no podía prestarle atención. Eliot trataba de contener con sus dos manos a esa alimaña; misma que desesperada buscaba entrar en su boca, escabulléndose entre sus dedos una y otra vez. Entonces Eliot consiguió alejarla de una manotada, haciendo que la criatura cayera sobre su plano abdomen y ahí ésta continuó retorciéndose con vigor. Esa fue la peor parte. En cuestión de segundos y sin que el pobre niño pudiera hacer nada al respecto, la negruzca larva se introdujo rápidamente en él a través de su ombligo.
– ¡¡AAAHHH!! —Gritó Eliot, más por el pánico, puesto que aquello no le causó dolor.
– ¡No te asustes! —El demonio seguía tratando de calmar al niño– No te hará ningún daño. Tranquilo, todo es parte del ritual.
Y apenas el gusano viscoso terminó de entrar, sin dejar rastro alguno, el alterado niño comenzó a calmarse; al mismo tiempo que experimentaba una extraña, pero fascinante, sensación cálida en el interior de su estómago. Pronto ese calor se propagó por el resto de su desnudo cuerpo, que permanecía recostado boca arriba. Era como si una energía lo estuviera invadiendo y renovando por dentro. El calor luego se intensificó en el área de su vientre y algo empezó a formarse sobre su blanca piel. Era un pentagrama idéntico al que estaba en el libro; sólo que éste estaba impreso en su carne, como si hubiera sido hecho con un hierro ardiente.
Súbitamente Eliot ya no sintió más nada, únicamente el frío del piso en su espalda y redondas nalgas. Así que se incorporó, algo mareado; por lo que se tuvo que apoyar en uno de los postes de la cama, quedando justo frente a su espejo de pared y con una vista completa de sí mismo. Para su inmensa sorpresa había cambiado físicamente.
Su carita de niño bonito y bueno seguía siendo la misma, al igual que su cabello castaño claro y hermosos ojos azules. Tampoco parecía que hubiera crecido en estatura y su cuerpo seguía siendo completamente lampiño; pero de alguna forma parecía verse más maduro y grande. Lo que pasaba era que, para ser un niño de sólo 12 años, su masa muscular estaba mucho más desarrollada y definida. Tenía los pectorales marcados, los bíceps bien labrados y hasta tenía definidos los cuadritos del abdomen. Pero no sólo se veía más atlético y fornido, sus genitales también se habían triplicado en tamaño. Ahora parecían más los de un joven adulto, y no los de un pequeño niñito.
– Parece que estás conforme con los cambiosss… —Dijo Asmodeo en lo que levitaba junto al espejo; donde Eliot se tocaba por todas partes, explorando su nuevo yo.
– ¡Sí! Al fin me veo y siento más fuerte. —Contestó entusiasmado, mientras deslizaba su mano por su recio pechito y esculpido estómago– ¿Y este pentagrama en mi vientre?
– Es el sssello de Súcubo. Tal y como lo indica el conjuro.
– Parece que un ganadero me marcó como si fuera un ternero… —Pero en eso su mano llegó hasta la base de su nuevo y mejorado miembro– Bueno, lo puedo cubrir con la ropa.
Entonces Eliot se vistió. Intentó ponerse uno de sus acostumbradas trusas, pero ahora le apretaban demasiado; así que sólo se subió un pantaloncillo corto que se le ajustaba y ceñía mucho, en especial en medio de sus respingados y duros glúteos, y se puso una camiseta sin mangas, que igual se le marcaba y le permitía exhibir sus nuevos brazos fibrosos.
– ¿Y ahora qué harásss, pequeñín? —Le preguntó la esfera roja de gas brillante.
– ¡Vengarme! —Confesó el chico, en lo que se marchaba resuelto a enfrentar a sus bravucones; pues sabía muy bien a donde los encontraría.
…
Eliot caminó a paso firme y se dirigió al parque. Tomó la misma callecita desolada de esa tarde; la cual estaba totalmente a oscuras, pues ésta no tiene faroles. Aun así, él podía ver claramente como si fuera el ocaso y no de noche. Además, podía escuchar perfectamente las voces del par de adolescentes que buscaba y, a pesar de que todavía faltaba bastante distancia para llegar a la cancha de básquetbol, también podía oír el sonido de la pelota botar en el suelo y el ruido que producían sus pies con cada jugada y salto.
Al poco tiempo el chico llegó al parque, justo a la entrada posterior del área de las canchas, y aprovechando que estaba oculto entre las sombras, asechó de lejos a sus presas por unos minutos. Por la hora sólo estaban jugando ellos dos; ambos sin camiseta, usando nada más calzonetas flojas y largas hasta las rodillas, y completamente bañados en traspiración, en especial de sus axilas y torsos. El más alto y delgado de par es Dorian; con el cabello erizado negro, ojos cafés y de piel bronceada. El otro es un poco más bajo, pero más corpulento, su amigo Irvin; que es de tez blanca, ojos verdes y de cabello ensortijado cobrizo.
Eliot los observaba a detalle, como si estuviera a unos pocos centímetros de ellos y no a varios metros como se encontraba. Él hasta podía ver la hilera de vellos negros que subía de la ingle al ombligo de Dorian; así como también cada peca del rostro, hombros y pecho de Irvin.
Respiró profundo, sintiendo distintivamente el hedor masculino de cada uno de ellos, y luego exhaló para salir de su escondite y decidido encarar a esos bravucones. Éstos al verlo acercarse detuvieron su juego y empezaron a hablarle de lejos:
– ¡¿Huh?! ¡Mira Irvin, ¿no es ese el mariconcito de Eliot?!
– ¡Hey, sí! Es verdad, ¿pero y qué hace aquí tan tarde? —Se extrañó su compañero, puesto que nunca había visto al niño salir solo de casa por la noche.
– Seguro que quedó con ganas de seguir chupando verga. —Respondió Dorian riendo de forma burlona, en lo que con una mano se apretaba la entrepierna por sobre su calzoneta.
El chico simplemente continuó caminando hacia ellos sin decir ni una palabra, mientras los otros dos muchachos de 17 años lo rodearon y continuaron con sus insultos e intimidaciones; empujándolo en medio de ambos, como si el joven Eliot fuera una pelota de pinball.
– ¿A qué es eso, no putito? —Insistió Dorian– ¿Quieres mamármela otra vez?
– Yo creo que sí…—E Irvin también se acomodó el bulto– ¿Tienes ganas de verga, niñito?
Y justo en ese momento ocurrió algo extraordinario. Las pupilas de Eliot se dilataron tanto que cubrieron por completo sus iris azules, e incluso lo blanco de sus ojos se volvió también negro. En un segundo los ojos del chico se tornaron totalmente oscuros, de una forma sombría, lo que hizo que los dos desconcertados adolescentes se hicieran para atrás, al tiempo que él les habló:
– Sí… Eso es lo que deseo… —Y el mismo Eliot se sorprendió al oírse decir eso, pues eso no fue lo que había pensado; simplemente se le escapó– ¡Denme sus vergas! ¡Las quiero ya!
Ahora fueron los ojos de ese par de muchachos los que cambiaron. Por un instante sus iris brillaron de color rojo, como si se hubieran encendido con un fuego intenso. Entonces Dorian acatando la orden que le había dado Eliot, bajó su calzoneta y dejó expuestos sus genitales. El chico, en medio de los otros dos más altos, se arrodilló y sin poder controlarse tomó con una de sus manos el miembro masculino del atractivo muchacho de pelo negro, mismo que comenzó a aumentar en tamaño y se tornaba cada vez más rígido como un largo fierro. En eso Irvin también se acercó y se puso frente al pequeño Eliot, y liberando luego su hombría, la cual ya estaba totalmente erecta, muy gruesa y escurriendo jugos.
De forma involuntaria, Eliot sujetó con su otra mano el segundo falo. Ahí estaba él, hincado en medio de aquella cancha, con esos dos rabos entre sus dedos, jalándolos de arriba abajo y sintiendo como estos palpitaban duros y se sentían increíblemente calientes al tacto. Eliot sintió su boca seca, sedienta; pero no precisamente deseando agua, sino esos ligosos líquidos que escurrían trasparentes de las hinchadas cabezas de ese par de recias vergas.
El pobre chico se encontraba sumamente confundido. Él no entendía que era lo que le estaba pasando; pero se sentía muy ansioso y excitado, que su propia verga se sacudía firme bajo su ajustado pantaloncillo, sin mencionar como éste se relamía los labios deseando esos tremendos miembros, los cuales masturbaba y los tenía a un palmo de su hambrienta boquita. Y como ya no pudo resistirse más, Eliot sucumbió ante el incontrolable impulso que sentía por devorar la hombría de esos dos bravucones; así que se metió de lleno en la boca el largo y curvo falo de Dorian y lo empezó a chupar con lujuria, al tiempo que pajeaba hábilmente el de Irvin.
Por su parte, los dos adolescentes simplemente suspiraban de gusto, entregados a esa intensa explosión de hormonas que los había invadido y les nublaba completamente el juicio. En lo único que ellos podían pensar, era cuanto querían que ese puberto les diera placer sexual, y en lo impaciente que estaban de poder probar el cuerpecito del pequeño. Y después de un buen rato, Eliot dejó de succionársela a Dorian y se puso a devorar la maciza y cabezona verga del pelirrojo de Irvin; todo sin dejar de atender con su otra mano al primero, y así continuó por otro rato, intercalando en ambos sus atenciones bucales y manuales.
Así que en esto consistía el conjuro del ‘Sello del Súcubo’. Eliot ya no era un inocente niñito de 12 años, él se había trasformado en una ninfómana experta en complacer hombres y cuyo único propósito era saciarse de la hombría de ese par de machitos adolescentes; los cuales ahora sudaban descontrolados y resoplaban sin parar por la incontenible excitación:
– Dorian…Oh… No…no entiendo que me pasa…Ah… —Logró decir Irvin entre suspiros, viendo como Eliot le lamía las redondas bolas y luego subía pasando toda la salivosa lengua por la venosa base de su rabo, hasta terminar chupándole el enrojecido glande.
– Ooohhh…joder… —Gemía de placer su amigo– Ni yo Irvin… Aaahhh… ¡Sí, así!
El pequeño súcubo jaloneaba enérgicamente la verga de Dorian, tanto que los huevos de éste se sacudían entre sus piernas como peludos péndulos.
Los bravucones de Eliot parecían un par de bestias en celo; que ya no podían esperar su turno en la cálida y tierna boquita del crío, por lo que con brusquedad empezaron a pelear por su propio espacio; hasta que terminaron los dos dentro de la estirada y deformada boca del chico. Éste no se quejó, al contrario, su apetito por la carne viril de esos jóvenes machos lo hicieron sacar su verga erecta y comenzó a darse placer, masturbándose rápidamente mientras los otros dos le profanaban salvajemente sus hambrientas fauces y él deseaba más.
En eso el chico escuchó como, tanto Dorian como Irvin, gimieron frenéticamente de placer; señal inequívoca de que ambos estaban alcanzado al unísono el orgasmo. Y la confirmación no tardó en llegar. El libidinoso de Eliot pronto sintió como el semen de ese par de adolescentes salía en varias ráfagas de espesos e intensos chorros de esperma caliente; en tal cantidad e intensidad, que a él no le dio tiempo suficiente para poder tragarlo todo, que pronto aquel cremoso líquido blanco le escurría sin parar por las comisuras de sus rosados labios, barbilla y garganta. ¡Gulp~! ¡Gulp~! Tragaba y tragaba el pequeño Eliot.
– Mmmm… ¡Qué delicia! —Exclamó él y una vez que fue liberado de aquellos falos. Luego con sus dedos juntó el resto de la leche viril y la comió toda– Mmmm… ¡Pero quiero más!
Los atléticos y hormonales muchachos continuaban bajo el hechizo del demoniaco crío, al igual que sus vergas; las que seguían plenamente erectas, incluso después de haber eyaculado muchísimo; por lo que no dudaron en complacer los deseos de Eliot. Entonces el pequeño súcubo se colocó en cuatro sobre el áspero suelo de concreto de la cancha de básquetbol; en lo que los otros dos le removían la ropa y la de ellos también. Ya completamente desnudos, ellos se agacharon delante del redondo y relleno trasero del puberto e iniciaron una ardiente sesión de anilingus, turnándose para que ambos pudieran deleitarse de aquel exquisito culo virgen.
Tanto Dorian como Irvin mordían las hermosas nalgas de Eliot, así como también le lamían el lampiño perineo y succionaban su suave y rosado anito; el cual avivadamente se dilataba, centímetro a centímetro, con cada segundo y movimiento de lengua de aquel par de jóvenes semanales. Eliot suspiraba de gusto, experimentando placeres que jamás había pensado a su corta edad, mientras dejaba que aquellos adolescentes le hicieran todo eso tan delicioso; en lo que él no dejaba de masturbarse rápidamente y les pedía entre gemidos que introdujeran sus vergas dentro de él. Pues eso era en lo único que el ya no inocente chico podía pensar. Deseaba con toda su alma ser penetrado ahí mismo, por los que una vez fueron sus bravucones y ahora eran los machos que estaban por quitarle la virginidad.
El par de amigos empezó a pelear. Ambos querían ser el primero en experimentar lo que sería sodomizar a aquel suculento niño; pero Irvin resultó ser más fuerte y de un empujón alejó a Dorian, y ya de rodillas detrás de Eliot inició la penetración. El pequeño no experimentó dolor alguno, solamente un intenso calor ingresar por su ano e invadirle todo el recto; seguido de una increíble y fantástica sensación de saciedad. Al fin había ocurrido. Eliot ya no era virgen de su apretado trasero infantil y ahora estaba siendo embestido por el tosco y fornido de Irvin; quien resoplaba de gusto a sus espaldas, sintiendo aquel cálido y suave interior en todo su gordo falo, el cual había entrado entero y con tal facilidad en aquel trasero, que casi se sintió venirse. En este punto, el derrotado de Dorian se había incorporado y acercado al bonito y lascivo rostro de Eliot, colocando su duro miembro masculino al alcance del hambriento crío; quien de inmediato se puso a la labor de realizarle nuevamente una felación prodigiosa.
Ahí estaba el que había sido engañado por Asmodeo, el mismísimo Demonio de la Lujuria, siendo fornicado por ese par de viriles muchachos, uno por la boca y el otro por el ano; todo al mismo tiempo y con una sincronía sorprendente, que Eliot se estremecía de pies a cabeza, en lo que esos sólidos rabos entraban y salían de él, una y otra vez, sin parar.
– ¡Cómete toda mi verga! —Le espetó Dorian a su sumiso súcubo, metiéndole toda su larga verga en la garganta, atragantándolo, que sus pelos púbicos se frotaban en la carita del niño.
– ¡Oh…maldición! —Jadeaba Irvin- ¡Es como si su culito quisiera devorar toda mi verga!
Pero Eliot quería más, necesitaba mucho más; sus hirvientes entrañas se lo pedían y su esfínter lo suplicaba. Incluso Irvin lo pudo sentir en su macizo miembro cada vez que lo impulsaba en el interior del pequeño; así que, sin retirárselo, cambió de posición al insaciable crío. Agarró a Eliot por su angosta cintura y se acostó boca arriba en el suelo con el chico sobre él, quien al instante comenzó a cabalgar a su macho con una habilidad y destreza sexual innata.
Dorian aprovechó esta oportunidad y se ubicó detrás de la nueva y peculiar hembra que estaba compartiendo con su compañero, el lindo y tímido de Eliot de apenas 12 años al que solían intimidar todo el tiempo. Entonces él se puso en posición, le abrió bien las nalguitas viendo como la verga de Irvin entraba y salía de ese suculento culo, acomodó su glande contra el apretado esfínter y empezó a empujar su formidable falo hasta que logró introducirlo junto con el de su mejor amigo. Eliot gritó por lo alto, pero no de dolor, sino de pura satisfacción al sentir extasiado como ya tenía no uno, sino los dos miembros masculinos de esos sementales de 17 años dentro de él, y como este par ahora estaba bombeándole las entrañas al mismo tiempo y a un ritmo e intensidad insuperables.
Todos esos jadeos, gemidos y gritos llegaron a los oídos del guardia del parque; quien estaba realizando una de sus rutinarias rondas nocturnas y a lo lejos divisó aquella inusual escena. El hombre, que tendría que tener unos treinta y tantos años, primero pensó que se trataba de dos muchachos violando a una pobre chica; pero al acercarse se llevó la sorpresa de que ni se trataba de una violación, ni era una chica la que estaba siendo doblemente penetrada por dos adolescentes, sino un puberto.
El vigilante los apuntó con la luz de su linterna de forma acusatoria y les gritó para que se detuvieran; pero el trío continuó con sus actividades sexuales sin inmutarse.
– ¡¡HEY!! ¡¿Qué rayos creen que están haciendo?! —Les habló a unos pocos pasos de donde ellos estaban; traspirados y desnudos en el medio de la cancha– ¡¡DETÉNGANSE YA MISMO!!
– ¡Dame tu verga, la quiero! —Ordenó Eliot con sus ojos completamente en negro, viendo directamente al mulato guardia; a quien por un instante los ojos le destellaron con un extraño fulgor rojizo, como si reflejaran el ardiente deseo que éste estaba empezando a experimentar.
De inmediato el hombre comenzó a quitarse del todo el uniforme; descubriendo un cuerpo musculoso y una verga erecta enorme, mucho más grande y gruesa que la del par de machitos que continuaban resoplando de gusto disfrutando del culo de Eliot. El moreno sin comprender lo que le estaba pasando, se acercó de pie al crío y le colocó el rabo en la cara, viendo más sorprendido como éste de una se puso a lamérsela y chupársela con verdadera locura.
¿Qué era lo que le estaba ocurriendo? Se preguntaba el abrumado guardia. ¿Por qué estaba tan excitado presenciado aquella depravada escena? Una que contenía a su impresionante falo dentro de la boquita de ese pequeño, un niño que tendría la misma edad que uno de sus propios hijos. Incluso también pensó en su querida esposa; pero sólo por un segundo, pues todos esos pensamientos se desvanecieron y lo único que permanecía era el deseo que él sentía en poder follarse a ese diablillo de apariencia angelical.
El varonil hombre de piel morena no pudo más. Con ímpetu introdujo más y más de su enorme verga por la boca y faringe de Eliot, y sin darse cuenta ya estaba fornicándole la garganta al lascivo niño; el cual soportaba gustoso las brutales embestidas bucales que ese fornido mulato le estaba propinado, todo al mismo tiempo que su ano y recto albergaban los dos rudos mazos viriles del par de bravucones que continuaban cogiéndolo sin descanso.
Con los ojos virados por el placer, el guardia dejó escapar toda su ardiente esperma; la que se deslizaba chorro a chorro por el esófago del pequeño súcubo y entraba directo en su estómago. Y al tiempo en que Eliot no paraba de tragar la descarga seminal del macho moreno, sintió como su recto y colon se inundaban con otra gran cantidad del semen de Dorian e Irvin.
Pero aun así todo eso seguía siendo insuficiente para el lujurioso de Eliot; por lo que después de ser liberado por esos tres falos, mismos que continuaban muy duros y como si nada, le ordenó al guardia que se sentara en el suelo, lo que le permitió poder montarlo e introducirse de un sólo sentón el fibroso y descomunal rabo de ese mulato. El insaciable chico brincaba sin descanso, como un poseído, haciendo que el vigilante hasta babeara de gusto. Y por su parte, el par de adolescentes se pusieron de pie, uno a cada lado de Eliot, y una vez más le ofrecieron sus hombrías al pequeño súcubo; quien los masturbaba y mamaba, desesperado por ordeñarlos nuevamente y poder ingerir más de su exquisita leche de macho.
Así estuvieron por otro prolongado e intenso rato, hasta que con profundos suspiros los tres sementales eyacularon otra vez. El espeso esperma del moreno era tan cuantioso, más todo el que le habían dejado los otros dos dentro, que se desbordaba por el abierto anito de Eliot y acababa esparciéndose por el piso de la cancha. Y en cuanto a la tercera corrida de Dorian e Irvin, ésta terminó bañando totalmente el traspirado rostro, junto con el esculpido torso, del extasiado chico de ojitos azules.
– Mmmm… ¡Quiero más! ¡¡MÁS!! —Y los ojos de Eliot se tornaron de un negro espectral.
Suerte que, para el insaciable de Eliot, aquellos tres machos seguían bajo los efectos de su magia demoniaca y continuaban tan erectos y llenos de más semen caliente, que sólo la noche podría decir cuanto más duraría todo eso…
—Continuará..
Tengo algunos años leyendo acerca de demonología, soy muy morboso y caliente por lo que hice match con Asmodeus hace tiempo, al leer la primera parte mi verga brincó de alegría. Con esta segunda se vacío conforme y gustosa con lo que leyó pero necesita más y pronto. Sigue así!!!!
Gracias, a ver si sigo…
Salu2!!
Genial, mucho morbo, me encanto felicitaciones, muy bueno el equilibrio, y la mención de lo que realmente se ha convertido Eliot y por que, excelente, breve, respetando el genero, pero suficiente para entender el cambio, con tantos temas repetidos leer algo nuevo y tan morboso me encanto y calentó jajaa. Espero que continúes la historia. Felicitaciones
Gracias, se necesitaría más retroalimentación como esta para animarse a continuarla.
Salu2!!
Pufffff, que buen relato! Me ha encantado! Super morboso y excitante! Espero el siguiente!
Gracias 😉
Excitante relato, distinto y morboso como me gustan a mi, algo tan difícil de encontrar. Hubo un momento en que sentí tal excitación comprobando que los deseos de Elliot no eran de venganza sino de vicioso placer por sentir las vergas de sus machos que me transporté a ese parque y me torné en espectador y protagonista a la vez, sintiendo envidia por el endemoniado preadolescente, sintiendo mi propio cuerpo penetrado por sus endiablados machos. Quiero que sepas que estoy totalmente entregado a tu historia y no dejaré de pajearme leyéndote, gracias
Gracias a ti 😉
Salu2!!