El Demonomicón – Cap.03 Frenesí
Eliot se da cuenta de lo que en verdad ha hecho….
Eliot sintió algo cálido en su rostro y al despertar se dio cuenta de que se trataba del sol de mediodía; el cual se colaba por la ventana abierta de su habitación. Se estiró bostezando en la cama, en lo que notó que estaba totalmente desnudo; además, se percató de que su cuerpo se sentía muy sucio y pegajoso, y apestaba sin lugar a dudas a traspiración masculina; pero especialmente tenía ese intenso y característico olor a esperma de hombre por todo su pálido y delineado físico. ¿Cómo había terminó así? ¿Qué fue lo que pasó ayer? ¿Acaso no había sido todo un extraño sueño? Eran las preguntas que flotaban en la aturdida cabeza del chico.
Cuando se incorporó, vio regadas en el piso las hojas de papel con el dibujo del círculo mágico y rodeándolas estaban las velas rojas, y sobre su escritorio estaba el cuenco junto al espejito. Se bajó de su cama y se puso a buscar el antiguo libro; pero en eso experimentó una aguda punzada de dolor en la boca del estómago y otra más fuerte en su ano. Se acordó que anoche no había cenado, lo que explicaba el vacío que tenía en la panza; pero el chico aún no entendía porque sentía ese palpitante calor en el trasero. Entonces de pronto empezó a recordarlo todo.
Y en el preciso momento en que él abría la boca para llamar el nombre del demonio, escuchó la profunda voz de su padre que le hablaba del otro lado de la puerta. ¡Toc~! ¡Toc~!
– ¡Hijo, ya es tarde! ¡¿Está todo bien?!
Eliot se giró sobre los talones y trató de alcanzar la puerta para cerrarla con el cerrojo; pero no pudo hacerlo a tiempo y su progenitor la abrió, entrando y encontrando parado en medio del cuarto a su pequeño, tal y como éste había venido al mundo.
– ¡Epa, campeón! —Exclamó Enzo al ver cómo su hijo se cubría con ambas manos las partes pudendas; aunque para él verlo desnudo era algo muy natural– Lo siento hijo, es sólo que me extrañó que siguieras en cama tan tarde. No es algo habitual en ti, aun siendo sábado.
– Eh…sí, tienes razón, papi…
Ahí el maduro hombre prestó realmente atención a la anatomía desnuda de su primogénito; asombrándose de que ahora su hijo, todavía siendo delgado, tuviera la musculatura tan bien desarrollada y definida. Eliot se veía como una estatua de mármol de algún mancebo griego.
– Oye campeón, te ves diferente… ¿Cómo es que ahora…?
– ¡¿Ah?! Eh…sí… —Lo interrumpió el avergonzado chico, quien se lanzó ágilmente para tomar la sábana y cubrir con ella su cuerpo, en especial sus genitales que ahora eran de mucho mayor tamaño que antes– Es que he estado ejercitándome y también, pues yo eh…
Y justo en el preciso instante en que las miradas de padre e hijo se conectaron, el extraño fenómeno volvió a ocurrir. Los ojos azules del Eliot se tornaron totalmente negros y con ello su ardiente lujuria despertó. El chico sintió como las punzadas se intensificaron; así como también el calor de su ano y recto se esparcieron rápidamente por todo el resto de su ser. Sus rosadas tetillas se endurecieron de súbito y su boca se secó toda. De inmediato reconoció que aquellos pinchazos eran de hambre y sed; pero no precisamente de comida o agua, sino que se trataba de un apetito voraz por carne viril y ansias de beber jugos seminales, y el velludo hombre que tenía enfrente lo estaba enloqueciendo, no importaba que se tratara de su propio papá.
El poseído crío, con una simple inhalación, pudo oler el inconfundible hedor agrio del sudor que escurría de los peludos sobacos de su padre, y con una segunda aspiración, pudo apreciar a la perfección el penetrante aroma masculino que emanaba de la entrepierna de ese forzudo y barbón macho que no era otro que su progenitor. Eliot con su nuevo y agudizado olfato alcanzó a distinguir cada partícula de olor de los peludos genitales de su papá, y eso que éstos estaban cubiertos por el ceñido bóxer que Enzo llevaba puesto únicamente. El chico fácilmente percibía las gotitas de orina que su padre tenía debajo del prepucio, las que quedaron de su meada matutina; así como también los restos de semen seco en su glande, de lo que tuvieron que ser varios actos sexuales entre él y la mujer con la que había salido la noche anterior.
El libidinoso Eliot quería arrojarse a los musculosos brazos de su papi querido y dejarse poseer por éste; pero logró controlarse de alguna forma y en vez de hacer eso, con una velocidad vertiginosa y gran fuerza, empujó a su padre fuera del cuarto y cerró la puerta con seguro, para que así el ahora excitado hombrón de ojos rojos no pudiera entrar. ¡Pum~! ¡Pum~!
– ¡Hijo, abre la puerta! ¡No sé qué es lo que me pasa, pero debo de–¡¡PUM!! ¡¡PUM!!
Continuó golpeando la puerta Enzo, con tal poderío que su pequeño vástago estaba seguro de que la rompería en cualquier momento.
Su confundido papá tenía ya una estrepitosa erección, una de tal proporción y magnitud que estiraba su corto bóxer a tal grado que la tela estaba a punto de rasgarse. Enzo sólo podía pensar en hacerle todo tipo de atrocidades sexuales a su pequeñito; por lo que Eliot, juntando todo el poco autocontrol que le quedaba, se escapó por la ventana tal y como estaba.
El desnudo crío corrió por la grama de su patio trasero y sólo se volteó en el momento que oyó la puerta de su habitación romperse; así que, sin dudarlo más, prosiguió con su huida y con el mínimo esfuerzo saltó la elevada cerca blanca hacia el patio vecino.
Su nueva destreza física hizo que ese salto de 2m fuera poca cosa, cayendo sigilosamente del otro lado entre unos arbustos. Cuando se puso en pie, sintiendo como el ritmo de sus palpitaciones descendía junto con sus ansias por verga y macho, pudo pensar con más claridad y recordó que sus vecinos estaban de viaje; por lo que estaría a salvo al menos por un tiempo.
Dio unos cuantos pasos por ese frondoso jardín y algo llamó su atención. Cerca de donde él estaba encontró el periódico que esa mañana había lanzado el repartidor en bicicleta, entonces lo desenrolló y vio asombrado el titular que decía: <HALLAN DESNUDOS E INCONSCIENTES A DOS JÓVENES Y A GUARDIA DE PARQUE LOCAL>. Su corazón dio un vuelco, puesto que él sabía muy bien que estaba involucrado en eso. Abrió el periódico y buscó la noticia completa.
Leyó nervioso y esperando lo peor; pero por suerte el reportaje indicaba que las tres víctimas habían sido encontradas sin heridas, aunque ninguno había recobrado el conocimiento, siendo hospitalizados en estado de coma. Eliot tragó con un nudo en la garganta y siguió leyendo. De acuerdo a los médicos, que no se podían explicar la razón de la extraña condición de los tres individuos, éstos parecían haber sido drenados de su vitalidad al borde de la muerte.
El pobre crío sabía perfectamente lo que había pasado. Ahora en su cabeza aparecían todas las imágenes de él junto a Dorian, Irvin y al mulato vigilante, follando sin descanso toda la noche de ese viernes; tanto que él prácticamente les había extraído la vida por las vergas, haciéndolos eyacular una y otra vez sin detenerse. Pero de todas formas Eliot no pudo seguir pensando en ello o siquiera indagar más en la noticia, pues alguien le hablaba:
– ¡Oye niño, ¿qué crees que haces aquí?! —Gritó una voz de hombre– ¡No manches! ¡¿Y por qué diablos estás desnudo?! ¡¿Qué te pasa carnalito?! ¡Estás loco o ¿qué?!
Se trataba del jardinero, quien llegaba ocasionalmente a darle mantenimiento a las plantas y limpiar la piscina de sus vecinos cuando estos no estaban en casa.
– ¡Oh…lo siento! Es que… —Trató de decirle Eliot al sorprendido trabajador que tenía enfrente. Aunque como era de esperarse, apenas el chico sintió la testosterona del hombre y sus miradas se encontraron, el efecto del ‘Sello del Súcubo’ surtió efecto sin demora. Las pupilas del crío se regaron cubriendo de negro todos sus ojos, lo que a su vez activó en su nueva víctima una virilidad y deseo sexual hacia él absolutamente incontrolable. El señor jardinero; que era un inmigrante latino de unos 40 o 50 años, de piel trigueña y complexión robusta; sintió como su gorda verga despertaba bajo su overol de mezclilla y como sus huevos se cargaban a reventar de esperma caliente. Y esta vez Eliot no tuvo que decir nada; casi que con su mente podía controlar a ese macho de bigote negro, fibrosos brazos, pelo en pecho y gran panza cervecera.
El jardinero simplemente se desabrochó los tirantes de su overol y, bajándoselo junto con el sudado calzoncillo, dejó completamente libre su rollizo rabo; el cual es muy oscuro, peludo y apestoso, y extremadamente cabezón; tanto que cuando el poseído chico se hincó para poder comenzar a mamarlo entero, sintió como las comisuras de su boquita se quejaban de dolor al tener que abrirse al extremo y así poder engullir ese recio y morcillozo falo.
Aquel macho latino sólo resoplaba de gusto, viendo como en el suelo y de rodillas aquel crío de cuerpo pálido y atlético, y con un hermoso rostro, le comía toda su carne viril con un auténtico deseo; mismo que se reflejaba en los nuevamente azules y cristalinos ojos de Eliot. Éste ya tenía también una erección y con una mano se la masturbaba, mientras con la otra se metía dos dedos en su ansioso esfínter. Y por su parte, don Gonzalo, el jardinero, se quitaba la camiseta igualmente traspirada y quedaba totalmente desnudo como el chico que le estaba haciendo la mejor felación de su vida y provocándole un placer y excitación que él jamás antes había experimentado; que con las dos rugosas manos sujetó por la cabeza a su pequeño felador y empezó a embestirle la boca y garganta, follándole oralmente con vicio descontrolado.
Eliot tenía arcadas y apenas y podía respirar; pero aquello le fascinaba, no quería que ese semental se detuviera; al contrario, quería más, mucho más. Cuando en un momento fue liberado por el macho de don Gonzalo, el crío se puso a pasar su lengüita por todo ese carnoso miembro masculino; recogiendo en el proceso cada chorro de líquido seminal que le escurría del abierto ojete. Y luego se dispuso a succionarle las prodigiosas bolas a ese recio trabajador, sintiendo su sabor salado y lo caliente que estaban, y que hasta parecían que se inflaban cada vez más, llenándose de lo que tendría que ser una impresionante cantidad de semen latino.
El hombre, que hasta ese momento sólo había estado con mujeres, olvidó que era casado y padre de familia; puesto que ahora su mundo únicamente giraba alrededor del incontrolable impulso de tener que saciarse sexualmente y de ese maravilloso puberto que tenía a sus pies, comiéndole la hombría de una manera pecaminosamente celestial. Entonces don Gonzalo se estiró un poco, lo justo para que con su mano derecha pudiera alcanzar el respingado y redondo trasero del crío, y en el instante que encontró el anito, el macho le metió hasta tres dedos dentro del recto a Eliot. Este último simplemente soltó un gemido entre sus lamidas y chupadas fálicas; mientras el jardinero se deleitaba con esa cavidad anal, caliente y húmeda.
– ¡Órale! ¡Pero si hasta se siente que tienes el culo mojado como una panochita tierna!
– ¡Préñamelo! —Fue la orden del libidinoso chico; la cual fue acatada sin vacilación y Eliot fue suspendido del suelo por los fornidos brazos de don Gonzalo y fue llevado a una mesa cercana.
Así que el varonil y rudo trabajador colocó a su nueva y peculiar hembrita boca arriba sobre la superficie de la mesita de jardín que estaba cerca; abrió bien las piernas de Eliot, notando lo increíblemente dilatado que estaba ya su agujero anal, se las puso al hombro y embocando su macizo falo en el ensanchado esfínter del crío, le logró meter la mitad de una fuerte estocada.
– ¡¡AAAGHH!! —Gritó a todo pulmón Eliot en aquel patio vecino– ¡Agh…sí! ¡Rómpeme el culo!
Y por supuesto que las embestidas de aquel semental latino no se hicieron esperar. Éste cogía al ninfómano crío sin contemplaciones; sintiendo como su rollizo rabo entraba más y más, al punto que su frondoso pelo púbico topó en el perineo y bolas de Eliot, y como aquellas entrañas pubertas parecían querer devorar completa su hombría hasta los huevos.
– Tío, ya terminé de podar los arbustos de enfrente y– ¡A la chingada! ¡¿Pero qué…?! ¡¿Tío, qué está haciendo con ese niño?!
El que había hablado no era otro que Gael, el sobrino de don Gonzalo y su ayudante, quien regresaba al patio trasero sólo para encontrarse al hermano de su padre sin nada de ropa, calado en apestoso sudor, y metiendo y sacando viciosamente su gorda vergota por el culito de ese pequeño chico. Su tío no le respondió, de hecho, éste ni se percató de que el muchacho de uno 20 años estaba de pie viéndolos a pocos metros de distancia. Eliot fue quien se dio cuenta y, aun sacudiéndose de adelante atrás por la potencia de los bombeos de don Gonzalo a sus deseosas entrañas, dejó que su cabeza colgara del borde de la mesa de jardín y así, viendo de descabeza al joven jardinero, hizo que sus miradas se conectaran; sólo para que segundos después los ojos de Gael brillaran con un fulgor rojo y su testosterona aumentara junto a su lujuria por querer participar en aquella excitante escena.
Entonces el muchacho, que no llevaba camiseta y mostraba un cuerpo delgado pero fibroso, desabrochó el overol de mezclilla que también usaba a modo de uniforme y lo dejó caer en la grama recién cortada, quedando sólo con su ajustado bóxer que ya dibujaba una escandalosa erección. Gael dio unos cuantos pasos más y su entrepierna quedó a la altura de la cara del pequeño súcubo; quien abría la boca sintiendo una aguda hambre por la virilidad de ese otro macho, así como también una intensa sed por la carga seminal que éste traía en su abultado escroto. Aquel bóxer fue removido casi rasgándolo, liberando finalmente el miembro masculino de Gael; el cual era de muy buen tamaño, pero nunca tan grueso o cabezón como el de su bigotudo tío. Eliot engulló de una la mitad de aquella nueva verga, e hizo falta poco para que la tuviera entera metida hasta la garganta; pues el joven trabajador se la había empujado como si sus fauces fueran una vagina o su mismísimo culo.
Así fue como el poseído crío quedó penetrado de ambos extremos por ese par de machos jardineros, nada más que un tío y su sobrino; ambos de piel trigueña y curtida por trabajar bajo el sol, con músculos que se marcaban al menor esfuerzo y con pelos rizados negros que expedían una traspiración tan hediendo a virilidad, que hasta Eliot estaba en trance.
– ¡Oh…no mames, tío! ¿Qué me está pasando…? —Quería saber el confundido muchacho, al mismo tiempo que sincronizaba sus embestidas bucales con las anales de su tío Gonzalo.
– Ni yo lo sé, ¡pero no puedo dejar de querer cogerme a este chamaquito joto! ¡Aaahhh…!
El chico en medio de ellos sabía muy bien lo que ocurría. Todo era culpa del demonio Asmodeo que lo había engañado y lo había transformado en este ser infernal que convertía a todos los hombres a su alrededor en bestias en celo, cuyo único propósito era cogérselo sin tregua.
Eliot se pajeaba enérgicamente con una mano su gran verga y con la otra se apretaba las tetillas rosadas; mientras sus dos sementales le follaban boca y culo al unísono, y de una forma tan magnifica que él no quería que acabaran nunca. Pero aquellos machos tenían límites físicos y cuando el placer llegó al extremo, ambos se corrieron a la vez. Don Gonzalo largó su espesa esperma en todo el recto e intestinos del pequeño puto, al mismo tiempo que su sobrino Gael botaba su cuantioso semen en el esófago y estomago del crío.
En ese momento el lascivo chico pensó que aquellos rudos y sudorosos inmigrantes lo soltarían luego de eyacularle dentro, pero no fue así. Erectos como estaban y todavía con sus falos clavados en esfínter y faringe respectivamente, tío y sobrino iniciaron el vaciado de sus vejigas. Así que Eliot pudo sentir como su culo estaba siendo inundado por toda la caliente orina del macho de pelo en pecho; imaginando como su plano vientre, en donde estaba la marca del pentagrama invertido, se inflaba; mientras podía saborear los salados meados del otro macho, más joven y atlético, quien le usaba su boca y garganta como si estas fueran un urinario.
Después de eso, los embramados latinos continuaron usando al sumiso putito que los tenía enloquecidos y fuera de control; pues éste entre gemidos les seguía pidiendo más, diciéndoles que quería seguir recibiendo más de sus recios rabos y más de su rica leche viril. Los dos jardineros; encontrándose a sí mismos con persistentes erecciones, una vitalidad sexual que nunca antes habían experimentado y un deseo insaciable por seguir sodomizando al hermoso chico de cabello castaño claro, ojos azules y mejillas sonrosadas; lo agarraron como si éste fuera un muñeco y lo giraron boca abajo siempre sobre la mesita de plástico del jardín. Sólo que esta vez Gael se puso frente al trasero de Eliot, le sujetó de las piernas abriéndoselas como si fuera una carretilla y le clavó muy fuerte su herramienta fálica por el ya apaleado culito.
Y por su parte, don Gonzalo disfrutaba nuevamente de la felación del pequeño diablillo; aunque más que el crío le estuviera mamando el morcillozo miembro, él lo estaba cogiendo oralmente, y al mismo ritmo y con la misma rudeza que su sobrino le follaba por el ano. Así fue como ahora ese par de inmigrantes heterosexuales cambiaron de posiciones y continuaron ultrajando al insaciable súcubo; hasta que, por segunda vez en esa calurosa tarde, ambos alcanzaron el orgasmo simultáneamente y vaciaron a chorros más del contenido seminal de sus cargados huevos velludos. Pero a pesar de eso, no sólo los dos jardineros seguían con sus vergas muy duras, venosas y coloradas, sino que también Eliot deseaba más; era como si para él eso fuera de vida o muerte, realmente lo necesitaba para poder subsistir.
– ¡Más! ¡Quiero más! ¡¡MÁS!! —Y sus ojos se nublaron totalmente de un negro espectral; lo que a su vez hizo que los iris de los machos se tornaran rojas como las llamas del infierno, o como el ardiente fuego que volvieron a experimentar en sus palpitantes vergas, obligándolos a tener que continuar pese al cansancio.
…
Eliot resurgió de la piscina de sus vecinos, sintiéndose revitalizado y limpio, sin ningún rastro de todo el semen y orina que los dos jardineros le habían dejado en las múltiples sodomizadas durante esas largas horas. Cuando salió del agua, dejando que las gotas escurrieran por su definido y desnudo cuerpo, sintió el fresco del atardecer y como sus pensamientos volvían a ser los mismos. Su mente estaba libre de ese frenesí sexual que lo poseía cada vez que estaba en presencia de algún hombre y su irresistible testosterona. Se pasó hacia atrás ambas manos por el cabello y se giró para ver a don Gonzalo y Gael que estaban tirados en el pasto a un lado, ambos completamente desnudos, sudados e inconscientes. Los había drenado hasta el límite.
Se sintió terrible por lo que les había hecho y aunque sabía que seguían con vida, puesto que les había revisado el pulso, no podía hacer nada por ellos y supo que lo mejor era salir de ahí antes de que alguien lo encontrara en la escena del crimen. Tuvo varias ideas de que hacer ahora, hasta que se decidió por una y de un salto cayó al otro lado de la cerca y de regreso a su patio. Su casa estaba en penumbra, por lo que su papá tendría que estar fuera; pero aun así prefirió entrar a su habitación por la ventana, de la misma forma en la que había huido antes.
Ya de vuelta en su cuarto, lo primero que hizo fue buscar algo de ropa. Se pudo poner un jean ajustado y una sudadera gris clara con capucha; la cual no ajustó con la cremallera, ya que desde que tenía ese nuevo cuerpo siempre se sentía caliente, incluso en el fresco crepúsculo.
– ¡Vaya, vaya! Finalmente, el pequeñín se digna a regresssar…
Entonces Eliot vio aparecer de una esquina oscura de su habitación, la esfera gaseosa de luz carmesí que era el demonio Asmodeo.
– ¡Tú! —Acusó el chico con su mejor voz de reclamo– ¡Me engañaste!
– ¿Yo…? —Respondió la entidad demoniaca con un irónico tono de supuesta ofensa– ¡Injurias y calumnias! Yo no he hecho otra cosa más que cumplir a cabalidad tus deseosss…
– ¡No es verdad! ¡Tú…! ¡Tú me transformaste en…! ¡En esto!
– ¿Y qué esss “esto” exactamente? —Y el brillo neblinoso rojo flotó vagamente por el cuarto.
– ¡Sabes muy bien a lo que me refiero! Yo te pedí–
– Dejar de ser débil y patético. —Asmodeo terminó de decir por él– ¿Y acaso no te ayudé a hacerte más fuerte y ágil? ¿No posees ahora sentidos y habilidades sobrehumanasss…?
Aquello era cierto. Eliot había experimentado de primera mano una mejor visión, un oído más agudo e incluso su olfato era superior; además de que su masa muscular no sólo mostraba estar más desarrollada y definida, sino que también tenía una mayor destreza física y gran resistencia; incluso ahora no necesitaba comer o tomar agua, pero a cambio parecía que debía consumir grandes cantidades de esperma masculina, de cualquier hombre que se cruzara a su paso, y así él aparentemente lograba sustentarse.
– Ademásss… —Prosiguió el demonio al notar que el chico seguía debatiéndose para hallar el argumento adecuado y refutarlo– Como yo lo veo, lograste vengarte de tus bravucones y en el proceso has disfrutado de nuevos placeresss…
Eliot no pudo evitar sentir como sus mejillas se tornaban coloradas como la bola luminosa que flotaba frente a él. Pero en eso se despabiló y recuperó su línea de pensamiento.
– Bueno, nada de eso importa ya. Ahora lo único que quiero es volver a la normalidad.
– Y dime, pequeñín. ¿Cómo pretendesss lograr eso?
Aquello tomó por sorpresa al crío, pues de inmediato entendió que Asmodeo no lo ayudaría; es más, estaba más que claro que éste estaba gozando con la situación en la que lo había metido.
– Eh… —Titubeó por unos segundos– Si yo te invoqué, ¡tú tienes que obedecerme!
Las carcajadas del demonio resonaron por toda la habitación de Eliot; cosa que hizo que este último se enfureciera muchísimo, por lo que amenazó a Asmodeo con que rompería el círculo de invocación. La nebulosa esfera simplemente siguió riéndose; así que el chico completamente embravecido, se arrodilló para desacomodar las páginas de papel donde antes había dibujado aquel intrincado círculo de magia, rasgando inclusive varias hojas en el proceso.
– ¡¿Qué haces, niño?! ¡Espera, no! ¡¡NOOOO!!
Y la brillante esencia demoniaca empezó a desvanecerse hasta que no quedó nada.
Eliot podía sentir como las lágrimas de la cólera y desesperación comenzaban a querer resurgir; pero en eso escuchó en uno de sus oídos la voz que ahora detestaba más que nada.
– No, ya enserio niño. ¿Dime cómo piensasss lograrlo? ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
Todo había sido un teatro para dejar en ridículo al chico y que este viera quien de ellos era el que estaba en total desventaja.
– ¿Cómo es qué sigues aquí? —Le preguntó Eliot mientras se levantaba del piso y con uno de sus puños se frotaba las lágrimas de los ojos.
– El encantamiento que hiciste me mantiene atado a este plano astral. Nada de lo que hagas podrá regresarme a mi mundo… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
Entonces el chico no dijo más nada, se volteó e ignorando el resto de las cosas que Asmodeo continuaba diciéndole en son de burla, se puso a buscar el grimorio. Finalmente encontró debajo de su cama el pesado y viejo libro de cuero marrón; acto seguido tomó su mochila, la vació y metió dentro de ella el Demonomicón.
– ¿Qué vas a hacer ahora? —Inquirió la bola amorfa de gas luminoso, flotando y colocándose enfrente de la desquebrajada puerta del cuarto de Eliot, como si tratara de impedirle el paso.
– ¡Buscar la manera de deshacerme de ti y volver a la normalidad!
Y Eliot simplemente caminó atravesado la esencia de Asmodeo y se dirigió a la cocina, donde le dejó una nota a su padre. Luego salió de la casa y montándose en su bicicleta se dirigió rumbo a la tienda de antigüedades, donde el vendedor le había regalado el libro de hechizos.
Cuando Eliot llegó al lugar ya era de noche. La calle estaba iluminada por la hilera de faroles y prácticamente se encontraba desierta. De todas formas, él se resguardó con la capucha de su sudadera, evitando la mirada curiosa de alguno que otro transeúnte que pasaba; pero más que nada para evitar ver a la cara a ningún hombre. Y en eso algo sumamente extraño ocurrió.
El chico tuvo que revisar varias veces los locales, pues por alguna razón no estaba la tienda que él buscaba. ¿Cómo eso era siquiera posible? Ayer él había visto claramente la vitrina con el letrero de la tienda de antigüedades «Erasmus», justo entre la pequeña ferretería y el negocio de encomiendas; pero ahora no había nada en medio de ellos, estaban uno a la par del otro, como si nunca hubiera existido ningún otro espacio entre ambos locales.
Aquello no podía estar pasándole. Eliot experimentó una extraña sensación que era una mezcla de desconcierto y pánico. En ese momento no supo que más podía hacer. Y de pronto volvió a sentir una aguda punzada de dolor en la boca de su estómago y otra más fuerte en su ano.
Su cuerpo de súcubo le estaba pidiendo nuevamente vergas. Sus pezones se erizaron y tornaron sensibles, su propio miembro pareció despertar bajo su ajustado jean y su esfínter se abría y cerraba solo, como si se tratara de una segunda boquita que pedía a gritos carne y leche viril. Entonces pudo percibir una serie de hediondos aromas; sudor masculino, sobaco de macho, orina fresca, sebo fálico y semen seco; todos entremezclados. Montó otra vez su bicicleta y sin poder controlarse siguió el camino de olores por un oscuro callejón; hasta que el mismo lo llevó a un área abandonada debajo de un puente.
En esta zona ya no había postes de luz, pero el lugar estaba iluminado por varios barriles metálicos en donde habían prendido fuego a basura y alrededor de estos Eliot miró que había varios vagabundos; todos harapientos, sucios y con rastros de alcohol. Poseído por el frenesí de sus incontrolables impulsos sexuales, el crío se acercó al grupo de hombres que se giraron para verlo. Él los observó uno por uno, viéndolos a la cara con sus ojos completamente en negro, a lo que todos ellos le respondieron sacando sus rabos bien erectos…
…
De regreso en la casa de Eliot, la cual se hallaba vacía, una alta figura con gabardina y sobrero entró como si aquella fuera su morada. El misterioso sujeto pasó de la sala a la cocina, en donde encontró la nota que el chico le había escrito a su papá, la levantó con una de sus manos de guantes de cuero negro, la leyó con una sonrisa y de ahí la dejó como estaba antes. Luego caminó por el pasillo y vio su reflejo en el vidrio de unos de los cuadros, éste mostraba su ondulado cabello gris y su larga barba del mismo color. Y finalmente la incursión del extraño lo llevó a quedar de pie frente a la puerta de la habitación de Eliot; la cual ahora mostraba señas de haber sido abierta a golpes, así que él simplemente la empujó un poco y la misma se zafó del marco, y con unos cuantos pasos más quedó dentro de aquel cuarto.
Al instante Asmodeo se materializó con su forma entre luz y gas, sólo que más grande que antes e irradiando con una mayor intensidad.
– Parece que el chiquillo está recolectando más energía sexual. —Habló el misterioso hombre.
– ¡Sí, puedo sentirlo! —Contestó el demonio, duplicando su tamaño y de un rojo más brillante.
– Todo está saliendo acorde al plan, mi señor. Pronto podrá tomar su verdadera forma y cubrir toda esta miserable tierra en las sombras…
—Continuará…
Ufff ya te estaba extrañando, como me calienta este relato! Espero leerte pronto! Saludos
Gracias 😉
Salu2!!
Extrañaba la continuación de la historia, por el tiempo que paso, sentí como buena idea, que mezclaras el sexo con los conflictos del chico, y lo que pasa a su alrededor de el. Felicitaciones, espero la continuación de la historia.
Lo ideal hubiera sido que releyeras los capítulos previos o te pierdes muchos detalles de la historia. Yo no escribo nada al azar.
No soy como la mayoría de mediocres de por acá 😉
Vaya giros del relato mas buenos. Me esta gustando mucho, haver cuando lo sigues porque me has enganchado a él
Gracias 😉
Salu2!!