El Demonomicón – Cap.04 Cacería
Inicia un nuevo tomo del libro y de esta inusual aventura….
La alarma del reloj despertador sonó como todas las mañanas, a las 5am en punto. Él estiró el brazo y de un manotazo silenció aquel molesto sonido. Se quedó unos minutos acostado en la cama, viendo al techo de su habitación y sintiendo como su miembro masculino continuaba estando completamente irrigado y muy duro como todos los días al despertar. Inhaló hondo, como si con ello tratara de ignorar el hecho que todavía se sentía cansado y quisiera sacar energía de la fatiga. Luego exhaló, resignado a que esa sería otra jornada agotadora.
Se levantó, caminó hacia su baño, levantó la tapa del inodoro y al bajar la mirada se percató de que su estirado bóxer blanco aún albergaba aquella tremenda erección; así que optó por removerse del todo los interiores, meterse en la ducha y mear allí directamente. Y una vez que descargó todo su impresionante flujo de orina, abrió la regadera y comenzó a bañarse.
El agua tibia se sentía tan bien sobre su piel morena, al igual que todas sus estimulantes enjabonadas, que su falo seguía firme y sacudiéndose involuntariamente; tratando de llamar la atención del alto hombre al que estaba adherido. Su rabo también es realmente impresionante; él desde joven había sido bendecido con una verga de proporciones envidiables y por ello tenía que usar ambas manos para poder masturbar mejor toda su formidable hombría.
Al cabo de varios minutos, en los cuales tuvo que frotar su vergota con gran fuerza e incesante velocidad, logró acabar en una extraordinaria explosión de esperma en los azulejos del baño. Después de eso salió de la ducha y se paró frente al espejo del lavabo; mismo que reflejó a un hombre con rasgos atractivos y de aspecto varonil, con la cabeza perfectamente afeitada y una bien delineada barba negra. También mostraba debajo de su grueso cuello un torso musculoso, completamente cubierto de vellos rizados negros, y un par de fornidos brazos llenos de tatuajes tribales, desde los antebrazos hasta más allá de sus anchos hombros.
Se terminó de secar y arreglar, para pasar a cambiarse y usar su acostumbrada ropa; un pantalón jean oscuro y una camisa manga larga, que siempre se ciñe a sus músculos, y sobre ésta se colocó la funda sobaquera donde carga su arma. Él es detective y trabaja para el departamento de policía local, contando con más de 17 años de servicio y eso que él apenas tiene 39 años de edad. Entonces salió de su cuarto y se dirigió a la cocina, donde encontró que su hijo Treyvon ya estaba despierto y desayunando cereal. Él le dio los buenos días, mientras se servía su tan necesitada taza de café de ese lunes.
– Buen día. —Le contestó escuetamente su único hijo y éste se llevó otra cucharada a la boca.
– ¿Por qué levantado tan temprano?
– Tengo práctica especial con el entrenador. —Y se acabó de sopetón todo el tazón de cereal y de ahí se levantó para dejarlo en el lavaplatos– Me voy.
– Que te vaya bien, hijo. —Le dijo a su vástago adolescente y quiso demostrarle cierto grado de afecto, dándole unas palmadas en la espalda.
Ellos dos no se llevan muy bien y mucho menos después de su divorcio, y sumado al poco tiempo que él pasa en casa, su hijo de 16 años es casi un extraño; pero a pesar de la apatía y mala actitud de su primogénito, en el fondo él se siente muy orgulloso de éste, pues aún a su corta edad resultó ser un chico alto y atlético como él, y es la estrella de su equipo de lucha.
A los pocos minutos que Treyvon se marchara, él también lo hizo. Se subió a su auto y condujo pensando en el caso que le habían asignado hacía poco. Así, con mil pensamientos en su cabeza, arribó a la estación policial y de forma automática llegó hasta su oficina. Cuando entró lo primerio que vio fue la enorme pila de archivos y papeles sobre su escritorio, que apenas y se podía ver la larga placa que leía: <Sgto. Jamal Lamonte Brown>. Respiró profundo y se sentó frente al caso que ese fin de semana había llegado a sus manos y que no tenía ningún sentido.
La mañana del sábado en un parque local, hallaron desnudos e inconscientes a dos menores de edad y a un guardia de seguridad, sin ninguna señal de violencia física o sexual; pero conforme al reporte médico, los tres mostraban indicios de haber tenido una gran cantidad de actividad sexual y que sus cuerpos habían sido llevados al límite de su resistencia y vitalidad. Y para acrecentar todavía más la alarma en la población, el domingo en un suburbio encontraron dos inmigrantes latinos en condiciones idénticas; los cuales habían estado trabajando como jardineros y resultaron ser un tío y su joven sobrino.
Lo único que estaba claro para Jamal, era el hecho de que ambos crímenes tenían que haber sido cometidos por el mismo perpetrador; pero aparte de eso, él no contaba con mucho con lo que poder trabajar, puesto que ni los resultados de las huellas dactilares ni los rastros de ADN arrojaron nada significativo. Y mientras él seguía absorto en sus pensamientos, su compañero irrumpió en la pequeña oficina:
– ¡Otro incidente más! —Le dijo el oficial Tanaka, quien recientemente había sido promovido a detective y ahora ayudaba a Lamonte en el extraño caso.
– ¡¿Otro más?! ¡Con un demonio! ¿Qué está pasando en esta ciudad?
– No lo sé. Lo único que sé es que, si no movemos nuestros traseros ya, el comisionado Ford se encargará él mismo de trasquilarnos.
No hizo falta decir más nada, ya que ambos agentes salieron raudos a la escena del crimen.
Jamal conducía lo más rápido posible, dirigiéndose al lugar donde una vez más habían hallado víctimas en similares condiciones a las otras cinco.
– Te digo, esto parece obra de vampiros. —Dijo Ren en el asiento del copiloto.
– ¿“Vampiros”? ¿Tienes doce o qué? —Y en una esquina, hizo un vertiginoso giro a gran velocidad y sin respetar el alto.
A decir verdad, el oficial Tanaka es bastante joven; sólo tiene 27 años y no el suficiente tiempo o experiencia en la fuerza policial para ganarse aún el respeto de su superior.
– Sí, tienes razón. —Le respondió Ren, en lo que se colocaba el cinturón de seguridad al ver como su compañero estaba manejando– Y de todas formas no podría ser un vampiro, sólo que fuera uno que no succione sangre sino esperma.
– ¿Qué dijiste? ¿Su esperma? —Y Lamonte rebasó peligrosamente a un enorme camión que les estaba cortando el paso.
– Sí, en el segundo informe médico de las primeras víctimas– ¡Oye, primero tratemos de llegar con vida, ¿no te parece?!
– ¡¿Qué decía el reporte?! —Insistió Jamal ignorando el segundo comentario de su compañero.
– Que internamente los tres estaban prácticamente drenados. Cero-semen. Y te apuesto a que los jardineros están iguales.
– ¿Cómo es eso siquiera posible?
– No me veas a mí. ¡No, en serio, no me veas y mira adelante! No quiero morir el día de hoy…
Y milagrosamente llegaron al lugar en una sola pieza. El área está ubicada debajo del puente ‘Hardbrook’, un elevado paso a desnivel en donde los indigentes suelen refugiarse. Ellos se bajaron del auto y caminaron pasando el área acordonada con cinta amarilla; ahí el par de detectives fueron recibidos por otros policías, quienes les dieron el recuento de la situación.
Al parecer, un anciano que vivía cerca de allí los encontró e hizo el llamado. Y en esta ocasión las víctimas fueron siete vagabundos, todos hombres entre los 30 y 50 años. Algunos estaban totalmente desnudos y otros a medio desvestir, pero todos tenían sus genitales expuestos y con claras evidencias de haber tenido sexo; lo que encajaba perfectamente con los otros crímenes previos, puesto que ninguno estaba muerto, pero no recobraban el conocimiento.
Lamonte se agachó para ver de cerca a uno de los indigentes. Este tenía los ojos virados hacia atrás y para completar la desconcertante imagen, el sucio hombre de greñas y espesa barba desalineada tenía una inconfundible sonrisa dibujada en el rostro. El agente Tanaka se acercó a él tapándose la nariz con su pañuelo, ya que toda la zona apestaba muchísimo.
– No sé qué es peor, si el hedor a sobaco combinado de todos o el fuerte olor a orina y semen.
– Sí, yo también lo huelo perfectamente. —Le contestó su superior, mientras éste con una de sus manos con guante de látex, revisaba y manipulaba el miembro masculino del vagabundo que yacía en el suelo– Es el típico olor que deja una intensa y acalorada sesión de sexo.
– Y ésta definitivamente tuvo que ser una orgia nauseabunda. —Respondió Ren, sin poder apartar la mirada de la mano de su compañero y como él tocaba ese otro rabo peludo.
– ¿Cómo es que las víctimas acceden a tener sexo con el perpetrador? ¿Y qué será exactamente lo que les hace para dejarlos así? —Y soltó aquel falo colorado de haber recibido tanta fricción.
Pero antes de que pudiera escuchar la contestación de su compañero, Jamal vio brillar algo no muy lejos de donde ellos se encontraban. Entonces se acercó y, sujetando eso metálico que destellaba por efecto de la luz, sacó de entre una pila de periódicos viejos un manubrio y tras de este el resto de la bicicleta.
Finalmente, algo que podía servirle para atrapar al causante de todo eso. Su instinto nunca le fallaba en estas cosas y él estaba seguro de que esa bicicleta sería la clave. Inmediatamente el sargento dio la orden para que la llevaran a la estación como evidencia y le pidió a Ren que se encargara de la investigación del propietario; mientras tanto, él volvería al hospital con las siete víctimas y vería si había algún progreso con las otras cinco.
El detective habló nuevamente con los doctores y leyó los nuevos informes clínicos, pero nada de consecuencia. También visitó otra vez a los dueños de la casa en donde los jardineros trabajaban, interrogándolos sin obtener nada nuevo. Y en lo que ya estaba atardeciendo, llamó por celular con su compañero, quien le aseguró que le avisaría de cualquier avance y le sugirió que mejor usara ese tiempo para ir a casa y tratar de descasar un poco.
Sólo que Lamonte no hizo eso, pero tampoco regresó a la estación; sino que prefirió ir un rato a su gimnasio y levantar unas cuantas pesas. De súbito él se había sentido energizado y el traspirar trabajando sus macizos músculos le ayudaría a liberar la tensión y no sólo eso, sino que también le permitiría aclarar sus ideas.
Él llevaba únicamente una corta calzoneta, la que usaba siempre que iba al gimnasio y cargaba consigo en el baúl del auto, así que dejaba a la vista de todos su impresionante cuerpo fibroso y muy velludo, dándole el indiscutible aspecto de un auténtico macho. Ahí estaba Jamal, en medio de ese amplio espacio lleno de máquinas de ejercicio y otros hombres sudando con cada esfuerzo, levantando una barra de pesas de 70Kg de pie frente a la larga pared de espejos; viendo como sus bíceps se abultaban con cada flexión y como sus pectorales se endurecían en el proceso. En lo que de reojo notó que alguien lo veía incesantemente.
Se trataba de la instructora de Zumba. Él ya se había percatado antes que ella siempre lo veía mucho; por lo que en esta ocasión Jamal le sonrió a través del reflejo del espejo. La hermosa y escultural mujer le devolvió el gesto y continuó mirándolo insistentemente. Entonces él colocó la pesada barra en el piso, tomó la corta toalla que traía consigo y con la misma se limpió el sudor de la frente, pecho y axilas; notando en todo momento la mirada lujuriosa de la rubia; luego guardó la toallita en su bolso deportivo y se dirigió a donde ella estaba.
Todo pasó tan rápido que Lamonte no estaba seguro de cómo había llegado a ese estrecho cuarto, que tendría que ser una bodega. Lo que sí tenía claro era que entre sus fuertes brazos y contra su velludo pecho tenía a la instructora, y ambos se estaban besando apasionadamente. Él aprovechó para pasar sus rudas manos por toda esa esbelta figura femenina. Y la mujer también quiso deleitarse de toda la masculinidad de ese formidable moreno; por lo que pasó de besarle el cuello a chuparle los pelos del pecho y de ahí siguió descendiendo con su lengua por el marcado estómago de Jamal, hasta quedar hincada frente a su abultada entrepierna.
Cuando ella bajó aquella calzoneta negra y el miembro de ese macho brincó bien erecto, quedó totalmente asustada por el tamaño y grosor de esa verga; pero aun así la agarró con ambas manos y se la llevó a la boca, para probarla y comenzar a mamarla todo lo que podía. Él veía a aquella mujer de rodillas, tratando desesperada de engullir más de su descomunal rabo, lamiéndoselo y chupándoselo con genuino deleite; cosa que lo excitaba más, al punto que él la quiso ayudar y, tomándola por la cabellera rubia, la empezó a follar por la faringe con más de su venoso y oscuro falo, oyendo como las arcadas de la instructora llenaban la pequeña bodega.
Después de un buen rato así, el alto y musculoso negro levantó a la mujer, sólo para quitarle la ajustada ropa deportiva que traía puesta. Y ya teniéndola bien desnuda, Lamonte la puso en posición para penetrarla. Ella mostró cierta duda, pues temía la magnitud de esa vergota negra; pero la verdad es que ese macho era tan viril que la tenía tan mojada y caliente como a una ninfómana, que ella simplemente optó por dejarse. Él la puso contra el anaquel de madera que había en aquel cuartito, la abrió de piernas lo más que puedo y embocándole el inmenso y amoratado glande contra los labios vaginales, se la metió de golpe.
La rubia no pudo evitar gritar de dolor, puesto que sentía como si ese moreno semental la hubiera partido en dos, y eso que apenas le había introducido medio mazo fálico; pero aun así Jamal no se detuvo y simplemente clavó más de su rabo, hasta que sintió el pegue de cérvix de la mujer y que como ésta no podría con toda su imponente verga. Entonces empezó a cogerla con su característico vigor, uno que esa mujer nunca antes había conocido en otro hombre.
Él volvía a traspirar muchísimo de todo su cuerpo hecho de sólidos músculos y cubierto de cientos de rizos negros, jadeando y gozando de la instructora de Zumba; la cual no paraba de gimotear de dolor y placer a la vez, teniéndose que agarrar con fuerza de los estantes de madera, para así poder soportar el abate sexual de ese tosco negro. Varias cosas cayeron al suelo causando mucho ruido, que Jamal estaba seguro que afuera los podían escuchar, sin mencionar que la rubia gemía como una puta en celo; así que esa idea a él le causó mucho morbo, acrecentando el ritmo y potencia de sus bombeos a la despampanante mujer. Ésta se estremecía con cada orgasmo que estaba experimentando, arqueando la espalda con cada uno; mientras su macho con una mano la sujetaba del cabello y con la otra por las caderas.
Y justo en el momento que él sentía que se correría, oyó el ringtone de su celular dentro del bolso. Estiró uno de sus brazos para alcanzar el aparato; por supuesto, sin dejar de embestir a su hembra; y cuando lo tuvo en la mano, vio que se trataba de una llamada del oficial Tanaka.
– Aaahhh… ¡Aló! ¿Sí, dime? ¿Pasó algo? ¡Ooohhh…!
– Eh… ¿Llamo en un mal momento?
– Ooohhh…No, está bien. ¿Sucedió algo?
Y la rubia soltó otro fuerte grito, pues las estocadas de Jamal eran bestiales y ella nunca antes había experimentado algo igual con otro hombre; que se orinó teniendo otra serie de orgasmos. Por su parte, Lamonte la jaloneó del cabello para tratar de callarla, ya que a él le era difícil escucha la voz de su compañero del otro lado del auricular.
– Encontré al propietario de la bicicleta. ¿Quieres que te mande la dirección?
– ¡Excelente! Hazlo por favor. Ya estoy por terminar aquí, así que iré ya mismo… ¡Aaahhh…!
Tanaka tuvo que cortar, pues había entendido muy bien que era lo que su superior estaba hacinado cuando contestó; algo que le causó cierto morbo, que tuvo que acomodarse la verga por sobre su pantalón. Luego se levantó del escritorio y salió de la estación de policía.
Y en cuanto a Jamal, él finalmente acabó dentro de la mujer, sintiendo como chorro a chorro sus colosales bolas se iban vaciando. Y cuando terminó y se la sacó, supo que no tendría tiempo de ir a las duchas para limpiarse; por lo que simplemente se cambió ahí mismo y se marchó agradeciéndole a la instructora, que había resultado ser buena hembra. Ella no le contestó; ya que había quedado más que exhausta y sólo se dejó caer al suelo, desnuda y escurriendo de su apaleada vagina semen de ese enorme negro. Entonces el detective alcanzó el estacionamiento, se subió a su auto y se dirigió a la dirección que ya había recibido en su celular. Ahora sí la cacería podría comenzar y Jamal es un sabueso que no desiste hasta atrapar a su presa.
…
La voz de su asistente de navegación lo condujo a un lugar que él ya había visitado esa misma tarde. Vio el auto de su compañero y se estacionó detrás de este. Cuando se bajó y antes de que pudiera decirlo, el otro detective habló primero:
– ¡Lo sé! Es la casa de junto a donde encontraron a los jardineros. ¿Coincidencia? No lo creo.
– ¿Y cómo fue que diste con el paradero de la bicicleta? —Quiso saber Lamonte.
– No fue tan difícil. Ese modelo tiene número de serie y con eso logré rastrear que la bicicleta fue mandada a pedir en un negocio de encomiendas; por cierto, no muy lejos de aquí; y en sus registros estaba este nombre y dirección. —Le explicó Ren con cierto orgullo y casi anticipando que su superior estaría sumamente complacido con su trabajo.
– Bien, ahora déjame manejar esto a mí.
– ‘Okey-dokey’. —Y le hizo un remedo de saludo militar con una mano en la frente, tratando de ocultar su desilusión.
De allí ambos se dirigieron hacia la puerta principal, Jamal al frente, quien tocó el timbre sintiendo la anticipación que siempre experimenta cuando empieza a resolver un caso. El sujeto que les abrió tendría poco más de 40 años, y era tan alto y fornido como él, y de igual forma este otro hombre tenía una espesa barba, sólo que castaña oscura como su cabello y el resto de los pelos de su pecho; los cuales se escapaban por la camiseta de tirantes que traía puesta.
Enzo escaneó con sus ojos azules al par que tenía enfrente; uno era muy corpulento y moreno, y el otro más bajo y delgado, y claramente de origen asiático.
– ¿Sí…? ¿Qué quieren?
– Buenas noches señor Vergori. Somos agentes de la policía. —Le respondió mostrando su placa e identificación– Yo soy el Sargento Brown y este es mi compañero, el oficial Tanaka.
– ¡Al fin! Pensé que nunca se aparecerían. ¡Pasen! ¡Pasen, por favor!
– ¿Eh…nos esperaba? —Inquirió Lamonte, intercambiando una mirada rápida con Ren y al mismo tiempo que los dos entraban a la casa.
– ¡Por supuesto! No he parado de llamar e ir al departamento de policías.
– Disculpe, pero no sabemos a lo que se refiere. —Intervino Tanaka.
– ¿No están aquí por la desaparición de mi hijo?
Y ambos detectives se quedaron viendo y luego al urso hombre que tenían enfrente; uno que mostraba tener muy mal aspecto, de no haberse bañado, ni haber comido o dormido nada en bastante tiempo.
Ya una vez sentados en la sala, los detectives se pusieron al corriente de la situación. Enzo les explicó que el sábado tuvo un altercado con su hijo; evitó detallar la parte en que él tuvo ese extraño impulso por poseer sexualmente a su pequeño, pues él todavía no podía entender muy bien lo que había sucedido. Y sólo les dijo que después del incidente, él se había ido al bar de uno de sus amigos y que estuvo bebiendo allí hasta largas horas de la noche; por lo que se percató de la usencia de su hijo hasta el domingo. Y en eso les mostró la nota que Eliot le había escrito. Ésta decía:
Papá, tuve que marcharme,
No sé por cuanto tiempo.
No te preocupes. Todo está bien,
Te lo prometo.
Te quiero —E.
Todo eso estaba muy raro; pero de alguna forma debía estar conectado con todos los otros hechos inusuales. Ahora se sumaba a la ecuación que un chico de apenas 12 años de edad se reportaba desaparecido, justo de la casa vecina a uno de los crímenes. La primera reacción de Jamal fue enojo, ¿cómo fue posible que en la estación no le hayan reportado esto? Y segundo, el hombre que tenía enfrente, con los codos en las rodillas y las manos sobre la cara en señal de desesperación; era el principal sospechoso y debía ser procesado para interrogarlo mejor.
Entonces Jamal se puso en pie y dijo que iría a inspeccionar la habitación de Eliot, mientras su compañero Ren continuaba haciéndole preguntas a Enzo:
– ¿El niño tiene algún otro familiar con el que haya podido irse?
– No. Soy viudo y los familiares de mi esposa no viven aquí. Y nunca hemos tenido relación con mis padres. —Contestó el papá, sintiendo como su frustración aumentaba- ¿Acaso creen que ya no intenté por ese tipo de medios? Ya he hablado con todos nuestros conocidos y nadie lo ha visto o sabe nada de él. ¡He buscado aquí en el vecindario y en su secundaria! ¡Pero, nada!
– Está bien, lo entiendo. Estamos aquí para ayudarlo. —Quiso calmarlo Tanaka.
Lamonte estaba seguro de que ese fornido hombre estaba a punto de golpear a su compañero; pero él ya estaba encaminado por el pasillo, hasta que llegó a una puerta desquebrajada y fuera de sus bisagras. Muy mala señal. A simple vista el cuarto se miraba ordinario, reflejando que su dueño ama el estudio y la lectura. Y en eso vio varias cosas extrañas; como un cuenco al lado de un espejito sobre el escritorio, unas cuantas velas rojas tiras en el suelo y varias hojas de papel con garabatos extraños. Se agachó para examinarlas mejor y se puso a tratar de formar una sola imagen con ellas, como armando un rompecabezas.
Al resolverlo, él se encontró con un intrincado círculo de lo que parecía hechicería. ¿Es que acaso este caso no parará de ponerse cada vez más insólito? Y después de pensar eso, su olfato de sabueso le dejó en claro algo; por más extraño que pareciera, todo eso era relevante y casi sentía que se estaba acercando más a su presa, aunque todavía no podía atar bien los cabos.
Y cuando Jamal estaba por salir de aquella habitación, se detuvo junto a la mesita de noche al lado de la cama y levantó una retratera que ahí había. La fotografía mostraba a Enzo con su hijo Eliot, un par de años más pequeño, ambos sin camisa y con un hermoso paisaje de fondo; un lago en medio de varias montañas. Por las cañas que ambos sostenían, seguramente era un recuerdo de un día de pesca juntos. El ver a ese papá con su forzudo brazo sobre los hombros de su niño y éste abrazando el velludo torso de su progenitor, le causó cierta envida; pues ese par se veía muy unido y feliz juntos, algo que él no tenía con Treyvon.
Pero de pronto tuvo una sensación rara, como si alguien lo observara. Lentamente devolvió la foto a la mesita y sacando su pistola Glock’22 se giró 180°, quedando de frente a la ventana, y dio unos cuantos pasos más para poder espiar afuera. El Patio trasero estaba oscuro, apenas iluminado por la luz de la media luna, y no mostraba indicios de que hubiera nadie; pero aun así la peculiar sensación continuaba.
Entonces el persistente detective salió por la ventana y ya estando fuera notó que por la forma de los arbustos debajo del alfeizar, Eliot o alguien más utilizaba esta abertura para entrar y salir de la casa. Sacó de su chamarra de cuero la pequeña linterna que cargaba consigo y sosteniéndola con la izquierda, cruzó por arriba su brazo derecho en el que sostenía su arma. Así que alumbrando en la misma dirección con la que apuntaba el arma, Jamal inspeccionó el jardín. No tardó mucho en enfocarse en la casita del árbol, y de repente vio caer de la misma una figura humana. Inmediatamente le gritó que se detuviera; pero el sujeto inmerso en sombras simplemente se echó a correr. Los rápidos reflejos de ese agente de policía entraron en acción, haciendo que él corriera detrás del sospechoso que se cubría con una capucha.
Eso no era otra cosa que el típico juego de “El Sabueso y el Zorro”, y Jamal estaba decidido a atrapar al culpable de las doce víctimas que se hallaban hospitalizadas en coma. El misterioso sujeto huía por una de las veredas a gran velocidad, brincando los cercos y basureros de los vecinos con una facilidad sorprendente; suerte que Lamonte estaba en excelente condición física y había corrido dos maratones antes. Todo pareció suceder en segundos. Él sudaba y respiraba agitado, mientras corría tratando de apuntar con la pistola al sospechoso; quien de tanto en tanto se volteaba para confirmar que su perseguidor tampoco parecía cansarse.
Pero por fortuna el zorro tomó un giro equivocado y terminó en un pequeño callejón sin salida.
– ¡Alto! ¡Policía! —Gritó Jamal arrinconando a su presa, pues ésta no tenía escapatoria alguna; ambos estaban rodeados por altos muros– ¡Las manos arriba!
La figura encapuchada levantó los brazos.
– ¡Bien! —Continuó ordenado el oficial y tratando de recobrar el aliento– Ahora date la vuelta muy lentamente.
Una vez más el misterioso sujeto obedeció. Y fue hasta ese momento que Lamonte registró que el sospechoso era bastante bajo. Entonces el sujeto se volteó del todo, pero mantenía su cabeza agachada, cubriendo su rostro bajo la capucha de su sudadera abierta.
– Muestra la cara. —Pero el otro hizo caso omiso– ¡Qué muestres la cara, te digo!
Y se escuchó el sonido del seguro del arma del policía.
– Aléjese, por favor… No quiero hacerle daño… —Habló la acorralada figura, con lo que tenía que ser la dulce voz de un crío.
El círculo de la luz de la linterna se mantenía fijo sobre el chico; quien levantó la cabeza y su cara quedó iluminada, revelando unos demoniacos ojos completamente negros…
—Continuará…
Cada vez se pone mas novelesco, sigue escribiendo porque me has enganchado. Me encanta tu forma de escribir
Es la idea, la verdad prefiero concentrarme en la trama y no tanto en el «requisito» del sexo 😛
Uffff, lo que necesito leer el siguiente no tiene nombre! Que rico relato
Gracias
Me sorprendió este giro y entrada de personajes, tienen sentido por la historia, habrá que ver como continua. Felicitaciones por el esfuerzo por seguirla.
Me alegra haya alguien que lo comprenda; aunque sé que siempre habrá un imbécil que se queje de algo…Qué si pongo algo nuevo, no va con la historia o si hago cada capítulo igual, venga otro genio y diga que es siempre lo mismo
Lo siento pero este capitulo no va en la categoría GAY… Un relato en donde la única escena sexual es HETERO, no tiene porque ir es esta categoría…
No suelo responder comentarios estúpidos; pero a veces es bueno aclarar para la gente de mente simplista.
Toda la historia es de caracter Gay, si has leído los anteriores deberías de saberlo. Como la historia requiere mucho desarrollo y cada cosa tiene una razón de ser, como la escena donde se deja en claro que el personaje es heterosexual, habrá capítulos como este. Además, el primero tampoco tiene escena de sexo propiamente y no veo que te hayas quejado de eso. Si quieres leer «relatitos» ve y búscate otro más a corde a tu nivel.