El Demonomicón – Cap.05 Autocontrol
Cuál será el resultado del encuentro entre Jamal y Eliot….
Podía sentir en su espalda lo frío y húmedo del piso de concreto, y ahora al ras del suelo podía ver lo sucio de ese callejón, incluso le pareció mirar pasar una enorme rata bordeando una de las paredes; pero a pesar de eso y de estar cerca de un gran contenedor de basura, Jamal no percibía la peste del lugar. Él solamente podía oler el dulce aroma del chico que tenía encima, quien ahora le besaba y succionaba el cuello. Entonces pensó que quizás su compañero tenía razón, y se trataba de un vampiro; pues algo sobrenatural tendría que ser la explicación del porque él parecía haber perdido el control de sí mismo y por eso se dejaba de aquel crío.
El alto y corpulento moreno no puedo evitar que Eliot le desabotonara la camisa y le lamiera con lascivia todos los pelos de sus torneados pectorales, ni tampoco pudo hacer nada cuando éste se dispuso a chuparle uno a uno sus endurecidos pezones; a lo que puedo responder únicamente con jadeos de gusto de su parte. Luego el detective Lamonte observó sorprendido como aquel pequeño de 12 años le desabrochaba el jean y le extraía su miembro masculino; uno que estaba muy duro y firme, alcanzando todas sus colosales dimensiones.
Jamal pensaba que estaba teniendo una experiencia extracorpórea, pues no era dueño de su cuerpo y simplemente era prisionero del placer que estaba sintiendo con las hábiles mamadas de ese chico; el cual le devoraba su rabo hasta la mitad, engulléndoselo hasta más allá de la faringe en una felación de garganta profunda, que él jamás antes había gozado. El libidinoso crío también pasó su lengua por todo el venoso y viril tronco de su falo, juntando los viscosos jugos seminales que le escurrían, e igualmente le lamió su velludo escroto; mismo que parecía haberse inflado más, como si sus huevotes negros estuvieran a reventar de tanto semen.
En eso el varonil de Lamonte se dio cuenta de que con sus manos empujaba la cabeza de Eliot, para que así éste volviera a chuparle la verga. Realmente él estaba perdiendo el control. ¿Cómo era posible que él, todo un macho, estuviera permitiendo esto de otro hombre? De hecho, para hacerlo más terrible, ni siquiera se trataba de otro hombre, sino de un niño. Un lujurioso niño que le estaba dando la mejor mamada de su vida; que lo llevó a correrse en la boca del crío.
Sorprendentemente todo el abundante esperma de ese moreno fue ingerido por el chico, sin dejar escapar ni una tan sola cremosa gota. Luego Eliot se desnudó del todo y se sentó sobre la pelvis de ese musculoso y peludo semental negro, sintiendo bajo sus bolas y en todo su perineo el roce de la erecta vergota del policía, pues la misma aún seguía perfectamente erguida.
– ¡Más! ¡Necesito más! ¡Te quiero dentro de mí! —Ordenó el pequeño Súcubo.
Jamal inmediatamente obedeció. Sin entender cómo, él ya estaba de pie, sin ropa y cargando en sus fuertes brazos a Eliot, como si este pesara lo que un saco de plumas. Y sin lubricante ni preparación alguna, lo montó de una en su formidable falo. El chico que él cargaba apenas y soltó un leve quejido, y simplemente se deslizó con extraordinaria facilidad por todo su impresionante miembro masculino; clavándose un poco más de la mitad con el envión inicial. Lamonte no pudo evitar resoplar de gusto, puesto que el interior del culito de ese crío se sentía realmente exquisito, tan cálido y estrecho que parecía estar diseñado para albergar vergas; incluso una del tamaño y grosor como la suya.
El excitado detective sólo pudo continuar dejándose invadir por sus instintos sexuales y esos nuevos impulsos que lo llevaban a penetrar por primera vez a un niño. Entonces, sentó más al crío, bajándolo por toda su maciza carne viril; hasta que aquellas redondas nalguitas toparon con su pelvis y los negros rizos de su pubis. Esa fue la primera vez en que Jamal había logrado introducir completamente su tremendo rabo, y él nunca hubiera podido imaginar que sería en el trasero del chico, de cuerpecito delgado y definido, que ahora sujetaba en brazos.
Eliot se aferraba de los anchos hombros de ese traspirado macho, mientras éste lo suspendía por la cintura y lo hacía subir y bajar por toda su exagerada verga negra. Ahora sí que el joven súcubo gemía a todo pulmón con cada una de aquellas viciosas clavadas, viendo directamente al rostro de ese atractivo y varonil policía, quien parecía estar como hipnotizado.
Y efectivamente Lamonte estaba en trance, pues para él su vida dependía de cogerse una y otra vez a ese niño; no le importaba más nada, sólo el follarse duro a ese hermoso crío. En ese momento el policía pudo apreciar mejor a Eliot y lo hermoso que este es, con sus facciones de puberto y unos intensos ojos azules. Para él la pálida piel del chico parecía brillar, como si esta reflejara la tenue luz de la luna que se colaba en ese estrecho callejón. Así que no pudo resistirse y se abalanzó contra la cara de Eliot y cuando halló su boquita, la comenzó a besar como si se le fuera la vida en ello. El súcubo por supuesto le devolvió los besos, comiéndole toda la boca y chupándole la lengua a Lamonte; todo al mismo tiempo en que los sentones no paraban, subiendo hasta media verga y luego descendiendo de golpe hasta el tope.
Aquellos bombeos anales iban aumentando en velocidad y potencia. Y así por segunda vez el moreno semental acabó en otra exagerada explosión de esperma; sólo que ahora dentro del culito del niño. Jamal bramaba, sintiendo como inundaba aquellas ardientes entrañas, pero también como gran parte de su semen se desbordaba a chorros del abierto esfínter de Eliot, escurriendo por la base de su mazo carnoso, seguido por sus velludos huevos oscuros, y finalmente cayendo en grumosos borbotones en el asqueroso piso del callejón.
Aunque como ya es de esperarse; la virilidad de Jamal, bajo la influencia del hechizo de Eliot, también iba en aumento. Él seguía sintiéndose muy caliente y su instrumento inseminador no dejaba de sacudirse muy duro e hinchado, pidiéndole más placer. Entonces Lamonte, sin sacársela al crío, lo llevó a un grupo de basureros metálicos que estaban por allí y colocó sobre las tapaderas a su nueva e inusual presa; misma que se acomodaba con las piernas bien abiertas y en el aire, esperando recibir más estocadas en su insaciable conjunto de ano y recto.
– ¡Vamos machote! —Le habló el chico– ¡Desgárrame el culo con esa vergota negra que tienes!
Los deseos del niño eran órdenes para Jamal y era acatadas con sumo deleite. Por lo que el desenfrenado sabueso detective continuó empalando las entrañas del zorrito, contemplando en el proceso el maravilloso cuerpo de Eliot y su linda carita, que para él ahora era lo más bello de ese mundo. Lamonte no podía entender como a él antes le gustaban las mujeres, si el chico que ahora estaba recibiendo por el trasero sus potentes embestidas y lograba contener toda su abrumadora verga, era mejor que cualquier mujer con la que él hubiese estado antes.
– ¡Más fuerte! ¡Más! ¡Ooohhh…Sí! ¡Más! ¡Rómpeme todo el culo! ¡Aaahhh…!
El enorme y forzudo negro no paraba de follarse al crío, sintiendo como sus sobacos sudaban hasta quedar empapados, como el resto de los pelos de su cuerpo. Resoplaba como una bestia y sus cogidas eran tan intensas que los basureros se tambaleaban junto con Eliot; el cual no dejaba de pedirle que se la metiera más rápido y duro, gimiendo de placer con sus mejillas sonrosadas y su mirada de genuina lascivia. Allí, Lamonte sujetó con su mano derecha el miembro del chico; que era realmente grande y grueso, y no parecía el de un puberto de 12 años; y se puso a masturbárselo a la vez que continuaba gozando el bombearle los intestinos. Luego con la izquierda él se puso a acariciar la tersa y suave piel de Eliot, deteniéndose en sus tetillas para estrujárselas. Y en eso de súbito ocurrió, la verga del crío comenzó a correrse y terminó arrojándose encima varios increíbles disparos de espeso y blanquecino esperma. Aquella fue la primera verdadera eyaculación del joven Eliot.
Eso ocasionó que aquel culito se contrajera todavía más y creara un vacío de succión tan fantástico que Jamal también acabó, su tercera vez consecutiva esa noche. Pero aun así él quería más, él necesitaba más de esa inusual hembrita; que ahora era el dueño de todo su ser.
Sin pensarlo, ese moreno hércules tomó con un par de sus dedos un poco de la lechita del niño y se la llevó a la boca para probarla; lo que lo dejó obnubilado. No había más nada para él, no había arriba o abajo, luz o sombras, nada; sólo el exquisito sabor de aquella ambrosía de dioses.
Y esa fue la oportunidad que Eliot tomó para escabullirse; ya que, por alguna extraña razón el agobiante frenesí que normalmente lo poseía cuando el conjuro se activaba, se había atenuado al punto que podía controlar su hambre y sed de hombría. Entonces él se desprendió de la enorme verga del negro, tomó su ropa del suelo y salió huyendo del lugar.
Pero justo Jamal había vuelto en sí, todavía excitado y dolorosamente erecto; que se giró y gritándole al chico para que éste no se fuera, se lanzó a perseguirlo una vez más en esa noche. Y en el preciso instante que él doblaba la esquina saliendo del callejón y detrás de su deseado Eliot, se topó de golpe con su compañero.
– ¡Ouch! ¡¿Lamonte?! —Dijo el oficial Tanaka al darse cuenta de que había chocado con su superior y que éste estaba totalmente desnudo, cubierto en sudor y traía su inmenso miembro masculino tan parado y venoso que parecía otro apéndice musculoso.
– ¡Quítate! Debo de ir tras él… —Y Jamal forcejeó con Ren, pues éste lo trataba de detener.
– ¡Lamonte! ¡¿Qué te pasa?! ¡Oye, basta! ¡Cálmate!
– ¡Debo ir por él!
– ¿De quién hablas? No hay nadie, sólo nosotros.
Y así era. No había rastros del chico. Eliot se había escapado.
El desnudo detective sintió como si un agujero le jalara por dentro el estómago y el resto de sus órganos. Aquello era la devastadora sensación de la desilusión y su desasosiego.
…
Owen regresó a su casa esa tarde del martes empapado en sudor, sintiendo como la camisa del uniforme se le adhería a su menudo cuerpo. Ese verano realmente se sentía infernal. Entró a la amplia sala y se encontró como de costumbre con su abuelo, quien veía la televisión en calzoneta nada más y también traía traspirado el torso y su prominente frente; pues era calvo, excepto por una corinilla de cabello blanco alrededor de su cabeza.
– Abuelito, te vas a asar si no prendes el ventilador. —Y él activó el aparato y apuntó al anciano, viendo como los canosos pelos de su pecho ahora se mecían con el aire– ¿Mamá no está en casa? ¿Abuelito…?
El señor Dickinson no le respondió a su nieto, simplemente siguió absorto y con la mirada ida en la televisión. Eso no le molestó a Owen; ya que él sabía que su abuelo padecía de esos episodios, en donde éste parecía estar ausente de la realidad por varios minutos. Entonces el niño vio sobre la mesita un papel con el mensaje de su madre. Lo leyó, luego lo dejó sobre la mesa y se acercó a su abuelo y le dio un tierno beso en la frente. Y cuando se giró, quedó atónito con lo que observó en la pantalla de televisor.
Se trataba de la foto de su mejor amigo en el noticiero local; así que ahora su atención se enfocó totalmente en lo que el presentador estaba diciendo. Eliot había sido reportado como desaparecido; pero no había mucha más información, sólo notificaban que el menor de edad se había marchado de su casa ese sábado y no se sabía su paradero. Y después aparecieron en pantalla los teléfonos de la policía para poder contactarse. Inmediatamente Owen soltó su mochila sobre uno de los sillones y subió velozmente a su habitación.
Con cada escalón su mente se llenaba con un nuevo pensamiento. Eso explicaba porque ni ayer ni el día de hoy Eliot había ido a la secundaria, o porque él no había sabido nada de su amigo desde el viernes pasado. Y como ninguno de ellos dos utiliza todavía celular, pero sí tienen ‘Walkie-talkies’ con los que se comunican en secreto; él debía intentar probar suerte y tratar de hablar con Eliot de esa manera.
Así que corrió por el pasillo de la segunda planta hasta que llegó a su cuarto. Abrió la puerta y se llevó un gran susto; pues había alguien dentro de su habitación. No era otro que su mejor amigo y lo reconoció al instante, aun con la capucha de la sudadera gris que cubría su rostro.
– ¡¿Eliot?! ¡¿Pero qué haces aquí?! ¿Cómo entraste–
– ¡Owen cierra la puerta! —Fue la contestación del otro con voz contundente.
– ¡Sí, claro! Está bien, pero ¿qué sucede? —Y el niño de cabello rubio ondulado y ojos verdes cerró la puerta tras de sí.
Éste, a pesar de tener la misma edad que Eliot, siempre había parecido ser más pequeño por ser tan bajito. Y ahora la diferencia entre ambos se marcaba todavía más y el niño también la percibió; puesto que, por alguna extraña razón el amigo que tenía delante se veía aún mayor.
Ahora Owen se encontraba sentado en su cama, con el antiguo libro sobre su regazo, y mientras pasaba una a una sus hojas; las cuales estaban repletas con símbolos e imágenes raras; él escuchaba la extraordinaria historia que su amigo le narraba de pie junto a la cama. Eliot le contó todo. Como había adquirido el grimorio en la tienda de antigüedades y que la misma luego pareció haberse desvanecido de la faz de la Tierra, y también como él había invocado a un demonio, y como éste lo engañó con un hechizo que ahora lo poseía cada vez que estaba cerca de hombres, obligándolo a hacer con ellos todo tipo de atrocidades sexuales.
– …sólo que ahora también soy más fuerte y rápido. —Prosiguió Eliot– Y mis sentidos son mucho mejores. ¡Ah! Y también está esto…
Y se bajó del todo la cremallera de su sudadera y la abrió, revelando su esculpido torso; uno que ahora mostraba unos torneados pectorales y un abdomen de lavadero.
– ¡Wow…! ¡Oye, ¿cómo es que estás tan marcado?! —Exclamó Owen– Si no lo veo, no te habría creído; porque tú siempre fuiste tan flaquito como yo.
– ¿Eso quiere decir que sí me crees?
– Supongo que sí… —Le contestó con ciertas reservas. Algo normal después de escuchar toda la descabellada historia que le había contado su amigo. Y en eso advirtió en el vientre del chico el pentagrama, adornado con runas en cada uno de los cinco espacios que se formaban entre la estrella invertida y el circulo exterior; el cual estaba ubicado entre el ombligo y el área púbica de Eliot– Y esta debe ser la marca del dichoso ‘Sello del Súcubo’, ¿no?
Entonces el niño se sintió impulsado por la curiosidad y tímidamente le pasó la manito por el tallado estómago de su amigo, sintiendo cada pliegue y relieve de esos cuadritos abdominales; descendiendo hasta que llegó a ese peculiar tatuaje de tinta roja.
– Y hay algo más… —Dijo Eliot, en lo que desabrochaba el jean y luego se sacaba su miembro junto a sus pesados testículos, dejándolos colgados en medio de sus muslos.
– ¡Dios! ¡Pero si la tienes ENORME!! —Se sorprendió Owen al ver los genitales masculinos de su amigo; unos que, a pesar de ser completamente lampiños, se veían como los de un adulto y no de un puberto de 12 añitos– ¡Debe medirte como 15cm y eso que la tienes flácida!
Al niño casi se le cae el libro al piso. Y una vez más éste se dejó llevar por su curiosidad y le agarró la verga a Eliot, manoseándola como si tratara de comprobar que no era un truco.
– Oye Eliot, ¿y cómo es que el tal conjuro ese no funciona conmigo…? —Le preguntó Owen, al mismo tiempo que usaba ambas manos para explorar la nueva hombría de su compañero.
– Porque eres un niño.
– ¿Huh? ¿Cómo así?
– La verdad es que en un par de ocasiones he logrado controlarme, aunque es difícil; pero estaba seguro de que contigo no se activaría, pues he descubierto que el hechizo sólo funciona cuando siento la testosterona de hombres adultos… Ya sabes, que hayan desarrollado… Y tú…
– Sí, lo sé. Tranquilo. Lo entiendo. —Y Owen soltó la verga y bolas de Eliot, quien aprovechó para guardarlas en su ajustado jean– Bien, no se diga más. Mejor nos ponemos manos a la obra e investigamos sobre este libro y ese mentado demonio.
– ¿Me ayudarás? —Inquirió Eliot con la voz un poco quebrada por el alivio que experimentaba.
– Obvio, tonto. Por eso somos mejores amigos ¿o no?
Y el niño de ojos verdes se bajó de la cama y le extendió la mano al otro. Entonces Eliot se la estrechó con un apretón especial, un saludo único de ellos, que consistía en una serie de intrincados gestos y movimientos con ambas manos y brazos; terminando en un choque de pechos. Sólo que esta vez Owen terminó en el suelo por culpa de la nueva fuerza de su amigo.
…
El internet resultó ser un gran aliado en su investigación. Y mientras Eliot se paseaba de un lado a otro en la habitación, su amigo estaba sentado frente al ordenador. Owen revisaba un sitioweb especializado en Demonología. Ahí fue que encontró la información más fidedigna sobre Asmodeo; pues la imagen que había cargado en la página, era la misma ilustración que aparecía en el Demonomicón. La imagen retrataba a un musculoso demonio de pelo en pecho, sentado en un trono hecho de cráneos humanos, y con tres cabezas, una de toro, otra de carnero y la del centro era la más humanizada, con una corona de fuego; pero lo más llamativo era su gruesa y gigantesca verga flácida, tan monumental que le colgaba enorme en medio de las fornidas piernas, como si se tratara de una tercera.
– “Asmodeus es uno de los Reyes del Infierno bajo el Emperador Lucifer.” —Leyó en voz alta Owen– “Es el Príncipe de la Lujuria y tiene 72 legiones de demonios bajo su mando…” Oye, no es cualquier diablillo con el que te has metido.
– Ni que lo digas. —Le respondió Eliot– Pero ¿qué más dice?
– Pues la cosa se pone peor. —Continuó su amigo- Escucha esto: “Es la personificación de la lascivia, distorsionando los deseos sexuales de todos aquellos que se cruzan con él. Hay un lugar especial en el Segundo Círculo del Infierno reservado para quienes han caído presas de él. Ahí, ellos pasaran toda la eternidad…” Mejor no sigo.
– ¡Vamos! Dime que dice. —Y Eliot se acercó detrás de su amigo, tratando de espiar.
– “Ahí, ellos pasaran toda la eternidad como sus esclavos sexuales, sintiendo su gigantesco miembro viril deslizarse dentro de ellos por siempre.”
– Bien, estoy jodido. Eso ya lo tenía claro. Mejor concentrémonos en el libro. ¿Hay algo que nos pueda servir sobre el grimorio?
Owen se puso a leer en voz baja, pasando rápidamente el resto del artículo.
– Sí, aquí dice que Asmodeus puede ser controlado usando el Demonomicón; pero que pocas personas podrían hacerlo, ya que éste está escrito en una antigua lengua que es hablada por los demonios y… ¡Uy! Creo que con eso descartamos lo de usar el traductor de Google.
– ¡Ahora sí que estoy jodido del todo! —Y Eliot se dejó caer boca arriba en la cama de Owen.
– No, espera. Mira. El artículo fue publicado por un Demonólogo, un tal profesor A. Grigori…
– ¿Y qué con eso?
– Que él es experto en demonios y enseña en una universidad no muy lejos de aquí. No puede tratarse de una coincidencia. ¡Vamos Eliot, anímate! Estoy seguro que él podrá ayudarnos.
Y en lo que los dos pubertos comenzaban a hacer planes para idear la forma de ir a visitar al Demonólogo, el señor Dickinson irrumpió en el cuarto de su nieto.
– ¡¿Owen, estás allí?! —Y el anciano de más de 70 años abrió la puerta, entrando– ¡¿Dónde está tu madre?! ¡Hoy tengo que estar en una reunión importante!
– ¡Abuelito! Aquí estoy. —Le contestó el niño levantándose de la silla y dirigiéndose a donde se encontraba parado su abuelo– Mamá no está, pero todo está bien y ya estás retirado…
Y fue justo en ese momento que Owen se giró y notó que los ojos de su amigo cambiaron, tornándose totalmente negros, incluso donde debía haber blanco. En segundos él estaba en el piso, pues el papá de su madre lo había empujado cuando éste se abalanzó sobre Eliot.
El estupefacto niño estaba presenciando en vivo lo que su mejor amigo le había contado, y no había duda alguna, aquello era resultado de magia oscura. Al instante su abuelo se había quitado la calzoneta y estaba desnudo, exhibiendo su rabo ya duro y muy firme; pero eso no fue lo que dejó más sorprendido a Owen, ya que vio cómo su amigo de la infancia se había arrodillado ante la canosa entrepierna del viejo y se metía a la boca ese maduro falo, más de la mitad de una engullida, y se lo empezaba a felar incesantemente.
Owen trató de detenerlos, pero ninguna de sus palabras llegaba a ese par de calenturientos, y cuando quiso separarlos, jalando de las caderas a su abuelo, tampoco pudo; ya que de manera insólita ese macho septuagésimo ahora mostraba un vigor y energía nunca antes vista por su nieto. Don Otto es un hombre muy alto, algo encorvado y delgado; pero ahora ante la mirada incrédula de su nietecito, se veía más recio; como si su cuerpo se hubiera compactado con una nueva vitalidad sexual. Entonces el niño intentó otra vez con su amigo; pero éste tampoco lo escuchaba y menos ahora que lograba introducirse, pasada su faringe, toda la verga del viejo.
Y así de rápido como aquello inició, también acabó. Las aceleradas mamadas de Eliot hicieron que el maduro semental se corriera en sus fauces y garganta; lanzando una buena ración seminal directo en su hambriento estómago.
– ¡Hey, ya basta! ¡Deténganse! —Protestaba inútilmente Owen y en eso oyó los profundos jadeos de su abuelo y el sonido de Eliot tragando espesos borbotones– ¡No puede ser! ¡¿No me digas que el abuelo está eyaculando y tú te lo estás comiendo todo?!
Ahí el joven súcubo se sacó de la boca la carne fálica del señor Dickinson y se volteó para ver a su mejor amigo, con el que había crecido juntos:
– ¡Lo siento, Owen! —Le confesó Eliot con auténtica vergüenza y restos de semen en los labios.
– ¡No! Tú me dijiste que podías controlarlo. ¡Hazlo, vamos! ¡Sé que puedes!
El rostro de Eliot ahora reflejaba resolución y armándose con todo el autocontrol que pudo, se logró incorporar y alejar de don Otto; quien seguía excitado y con su verga erecta a tope, por lo que avanzó a paso firme para agarrar al atlético puberto y clavársela toda por el culo. Entonces sintiendo que esas eran las intenciones de su abuelo, Owen se interpuso y cubrió con su cuerpo a su amigo, mismo que seguía haciéndose para atrás hasta que llegó a la ventana.
– ¡Vete, Eliot! —Le gritó el otro mientras trataba de frenar al maduro macho.
– ¿Pero y tú…?
– ¡Sólo hazlo! ¡Luego arreglaremos todo! ¡Vete…!
Y el súcubo no tuvo otra alternativa más que huir saltando por la ventada del segundo piso, cayendo sigilosamente en la grama del patio y luego se alejó corriendo por unos arbustos.
– ¡Abuelito, reacciona! —Prosiguió el pequeño niño– ¡Soy yo, Owen! ¿No me reconoces?
Pero el embramado semental parecía un potro desbocado; aún bajo los poderosos efectos del hechizo. Lo único que éste quería era saciar sus deseos por penetrar y volver a correrse, y estaba determinado a hacerlo; aunque fuera con su propio nieto y tuviera que forzarlo.
El niño siguió tratando de hacer entrar en razón a su abuelo, viendo asustado como detrás de los espesos lentes de su querido abuelito, él lo miraba con lujuria y con unos ojos que más que de su color marrón habitual, parecían brillar en tonos rojos. El viejo con su nueva fuerza tomó al pequeño y lo arrojó sobre la cama, y lo desnudó prácticamente rompiéndole el uniforme; sintiendo como su rabo palpitaba más grande y grueso de lo normal, y escurriendo tanto líquido seminal, que incluso Owen sentía sobre su piel la viscosidad de esos jugos masculinos.
– ¡Abuelito, por favor detente! ¡Soy yo, reacciona! —Trataba de forcejear, pero era en vano; pues él estaba completamente sometido y a merced del viril viejo que tenía encima.
Por su parte, don Otto sólo resoplaba y se relamía observando el tierno y pálido cuerpecito de su nietecito. En eso abrió la boca y se arrojó sobre la carita de Owen, comiéndolo a besos y metiendo su carnosa lengua más allá de la campanilla del pequeño. Cuando lo soltó, el niño todavía tragaba la saliva de su abuelo, mientras éste ahora le mordía las tetillas respingadas.
– Ah…no, abuelito… Ooohhh…por favor no sigas… Para… Aaahhh…
Y entonces el puberto vio como ese recientemente energizado hombre de 70 años, le separaba bien las piernas y se las subía sobre los sudados hombros.
– Abuelito, espera… ¿Qué piensas a hacer ahora…?
Pero no hizo falta que el señor Dickinson le respondiera a su nieto; ya que enseguida el niño sintió el desgarrador dolor en su esfínter, siendo abierto bruscamente por una estocada del sólido miembro de su abuelo, al que él siempre había respetado y querido tanto.
El grito de Owen retumbó por toda su habitación, al mismo tiempo en que más de la viril herramienta del anciano le violaba su culito virgen de 12 años. En eso su abuelito comenzó a hacer más fuerza para introducirle todo el rabo hasta la velluda base; lo que también aumentó el dolor que el pequeño experimentaba, con cada centímetro extra dentro de su estrecho recto. El niño sentía su ano arder en llamas, que pronto sus ojos verdes se nublaron con lágrimas.
– ¡¡AGH!! ¡Ay…abuelito! Nnnghh…! ¡Agh! ¡Agh…!
El endemoniado macho jadeaba de gusto, traspirando con cada una de sus embestidas; lo que bañaba a Owen con el apestoso sudor del viejo, mientras sentía como esa verga entraba y salía entera de él con cada sádico bombeo anal.
Y luego de varias arremetidas a su traserito de esa manera, el puberto fue sujetado de la cinturita por su canoso sodomizador y sintió como éste lo giró en la cama sin sacársela, manteniéndolo bien enganchado por el culo para que no pudiera escapar. Así que ahora Owen estaba dándole la espalda y de perrito sobre el empapado colchón; sintiendo como las viciosas cogidas de su abuelo ahora eran todavía más atroces. En esta posición el nieto notaba como la verga del macho lo empalaba más profundo que antes, hasta lo más hondo de su colon infantil, y sentía en sus nalguitas el rasposo roce de los pelos púbicos del viejo.
– ¡Nnnghh! ¡Mmmm…! ¡Ay…abuelito…! ¡Ooohhh…! —Gemía ahora el niño, a la vez que el dolor cedía un poco y una nueva sensación de placer iba acrecentándose en su interior.
Entonces ya no había necesidad de resistirse y Owen se dejaba de su perverso abuelo y de su recia verga; en lo que éste le follaba por el culo sin descanso hasta que empezó a correrse dentro de él. Chorro tras chorro de esperma inundaron las entrañas del niñito rubio, el cual los podía sentir uno a uno; tantos que no pudo contenerlos todos y una gran cantidad de semen se escapó por su desgarrado ano y cayeron en grumos amarillentos sobre las sábanas.
Después de todo eso, el pequeño nieto sintió todo el peso del hombre caer sobre su espalda; botándolo boca abajo contra la cama, y sintiendo encima el sudado y velludo cuerpo de su abuelo, mientras aún tenía toda su verga clavada en el adolorido culo.
– ¿Abuelito…? ¿Estás bien…? ¡¿Abuelo?! —Y su pánico comenzó a bullir.
Pero en eso Owen oyó un inconfundible ronquido y se dio cuenta de que el maduro macho que le había desvirgado hacía unos segundos, simplemente se había quedado dormido…
—Continuará…
Me encanta tu creatividad. Cada capítulo va más loco.
Pero me dió mucha pena con Owen. Esto complica las cosas. ¿Querrá ayudar a su amigo después de esto?
Eliot va a tener que ponerse una venda en los ojos. Jajaja
Gracias por los relatos. Espero ansioso el siguiente.
Jejeje… Gracias 😛
Y con respecto a Owen, habrá que esperar a la siguiente entrega para saber que pasa y sería bueno que a Eliot se le ocurriera eso de taparse los ojos, a ver si se le ocurre XD
Salu2!! 😉
Me vuelve loco está historia. Realmente morbosa y maravillosa
Gracias 😉
Cada vez se pone mas interesante. Tienes un don para escribir
Que bueno que así te lo parezca… 😛
Gracias y Salu2!! 😉
Muy bueno, sobre todo la aparición de nuevos personajes, manteniendo el morbo. Me encanta
Gracias 😉
Sospecho que a Owen le terminó gustando y seguramente querrá más de su abuelito jejeje
Excelente amigo, sigue así, cada nuevo capítulo es esperado con ansias. De más está decir que aún me acecha el morbo del encuentro de Eliot y su papá!!
Me alegra que te guste esta historia 😛
Habrá que ver como sigue jejeje… 😉
Salu2!!