El Demonomicón – Cap.06 Obsesión
Jamal recibe una misteriosa e inesperada visita….
El tenue resplandor de la luna iluminaba con un reflejo azulado la blanca piel del pequeño, en lo que éste lo cabalgaba con un ritmo que sólo podría ser resultado de una destreza innata; una que también incluía la habilidad de poder contener todo su enorme miembro masculino dentro de ese estrecho y húmedo culito. Jamal, acostado en el duro y frío piso, jadeaba de placer acompasándose con los gemidos de Eliot; los cuales eran producidos por los deliciosos sentones que ese esbelto puberto le daba a su formidable falo negro. El crío se veía como un auténtico mancebo griego; con una cremosa y suave piel al tacto, sin un tan sólo vello; con una cintura angosta, pero de abdomen y pechito marcados; y adornado con unas firmes tetillas rosadas, tan apetitosas que Lamonte no se resistió e incorporándose un poco se dispuso a besarlas y chupárselas, una por una, y todo mientras Eliot seguía montándolo sin tregua.
El chico ahora se aferraba con ambas manos de la rapada cabeza de Jamal, sintiendo como éste le mamaba a gusto los pezoncitos; por lo que él empezó a intensificar sus saltos pélvicos, ensartándose con cada uno todo ese poderoso y moreno rabo, bien hasta el fondo de su colon. Y de repente Lamonte se sorprendió mucho, pues con sus succiones hizo que las tetillas de Eliot comenzaran a eyacular, expulsando esa rica esperma que él ya había probado antes; entonces el macho no desaprovechó la oportunidad y se dispuso a mamar toda la lechita seminal del niño, misma que tenía un sabor tan exquisito como la ambrosía de los dioses.
Pero cuando el corpulento y peludo hombre se separó de esos pechitos cargados de semen, se dio cuenta de que a quien tenía encima ya no era Eliot, sino a su propio hijo. Y por alguna extraña razón, eso a él no le perturbó y simplemente continuó deleitándose con todo aquello.
Ahora Jamal sujetó a su vástago por las caderas y lo giró para acostarlo boca arriba en la cama y él colocarse arriba, cargando en los hombros las torneadas piernas de Treyvon.
– ¡Vamos papá! —Le habló su hijo– ¡Desgárrame el culo con esa vergota negra que tienes!
Así que el padre complació la petición de su único hijo y ahora era él quien controlaba el ritmo e intensidad de las metidas y sacadas de su vergota por ese caliente culo adolescente.
– ¡Más fuerte! ¡Más, papá! ¡Ooohhh…Sí! ¡Más! ¡Rómpeme todo el culo! ¡Aaahhh…papá…!
Lamonte resoplaba como bestia; propio de las brutales embestidas que le estaba propinando a su muchacho. Sus músculos se tensaban y ambos traspiraban enredados en las sábanas blancas.
– ¡Oh…papá…! ¡Papá! ¡¿Papá?! ¡Papá, ¿qué haces?!
Y de súbito el agente Brown se despertó.
Pero el problema estaba en que aquello no había sido un simple sueño, sino uno tan vívido que Jamal se encontraba desnudo en la misma posición que en el sueño, sudando sobre una cama; aunque no precisamente en la suya, sino que en la de su hijo y éste estaba en ella.
– ¡¿Papá qué demonios haces?! —Exclamó Treyvon al despertarse y encontrarse con su padre sobre él– ¡¿Qué haces en mi cuarto en bolas y con la verga parada?!
Lamonte podía ver claramente el perplejo rostro de su hijo de 16 años, inclusive con la pálida luz que entraba por la ventana de la habitación.
– Lo siento, hijo. No sé qué fue lo que me pasó… Estaba soñando y de repente desperté aquí.
– ¿Y desde cuando eres sonámbulo?
– No lo sé… No lo sé. —Y el desconcertado hombre se quitó de encima y luego se sentó en una de las orillas de la cama, sintiendo como su miembro poco a poco perdía sangre y terminaba colgando pesado junto a sus huevos en medio de sus macizos muslos.
Jamal realmente no sabía que había pasado, ni lo entendía; lo único que tenía claro era que todos los días posteriores a su encuentro con Eliot en el callejón, padecía de estas alucinaciones sexuales; mismas que lo afectaban de formas incomprensibles para él. Aunque en ocasiones él ni siquiera estaba seguro de que hubiera ocurrido nada esa noche en que arrinconó al chico y que debía de tratarse de algo más… Y en eso volvió en sí al oír otra vez la voz de su hijo:
– Casi que me violas con eso tan enorme. —Y el muchacho hizo un gesto señalando al peludo y tremendo rabo de su progenitor.
– En verdad lo siento mucho, hijo. Te prometo que no volverá a suceder.
– Está bien. No importa; sólo volvamos a dormir.
A la mañana siguiente Treyvon actuó como si el incidente nunca hubiera ocurrido y no se volvió a ser mención del mismo; pero la tensión entre padre e hijo se había intensificado y el joven prefería evitar lo más posible al otro, algo que ahora resultaba más difícil pues a Jamal lo habían suspendido de las fuerzas policiales y se la pasaba más en casa.
Los días sucesivos a la noche en el callejón fueron terribles para el detective Lamonte; ya que su mente era un lío, no podía pensar bien ni tampoco sacar de su cabeza las imágenes de lo que él supuestamente había hecho con Eliot. Parecía que él estaba obsesionado con ese crío, y por esa razón todos sus esfuerzos y empeños se habían enfocado exclusivamente en encontrar al chico desaparecido, descuidando el resto del caso. Y qué decir del caso de las doce víctimas, éste era un total caos. Además, los medios presionaban a la policía, la cual no tenía respuesta ni pistas sólidas; es más, por falta de pruebas que lo involucraban tuvieron que soltar a Enzo.
Y luego de una serie de altercados causados por el descontrolado Jamal, el comisionado Ford no tuvo otra alternativa más que relevarlo del caso y suspenderlo temporalmente; dejando al oficial Tanaka a cargo de todo. Aun así, Lamonte continuaba investigando por su cuenta, debía encontrar a Eliot y poseerlo nuevamente, y así tratar de comprender lo que le estaba pasando. Eso hizo que él se topara regularmente con agentes policiales en diferentes lugares y si no fuera por la ayuda de su compañero Ren, quien siempre intercedía en su nombre, él hubiera terminado en la cárcel local por unos cuantos días.
Ahora eran pasadas las cinco y Jamal ya había bebido media botella del último Whisky que le quedaba. Llevaba dos días sin bañarse y estaba en bóxer en medio de su sala, sentado en uno de los sofás, sintiendo el pegajoso calor de esa tarde. Él podía sentir todo su semidesnudo y fibroso cuerpo traspirar a chorros, que todos sus vellos estaban empapados con su fuerte sudor. De un sólo sorbo se acabó el trago que tenía en la mano y pasó la otra por su ceñido bóxer, tocando por sobre la mojada tela su virilidad perfectamente erecta. Realmente que él a sus 39 años era un hombre muy dotado, su falo en erección alcanzaba unos impresionantes 26cm de gruesa y venosa carne negra, con una base de rizados pelos púbicos y un protuberante glande amoratado y muy jugoso.
Entonces Lamonte se acomodó y colocó su brazo derecho detrás del cuello, mientras con la izquierda liberaba su vergota y ahora la jalaba de arriba abajo. El vigor con el que él se estaba haciendo esa paja, provocaba que sus peludos sobacos sudaran todavía más y su agitada respiración pasara a jadeos. Esa sería la séptima vez que se masturbaba ese día, pues no podía evitar estar excitado todo el tiempo, atormentado por los vívidos recuerdos de él con Eliot.
Jamal es heterosexual o eso pensaba él, ya que ahora lo dudaba. Él para tratar de quitarse al crío de la mente, había recurrido a la pornografía; pero ver mujeres desnudas ya no lo calentaba. Incluso llamó a una de sus regulares; pero no pudo cogérsela, hasta le causó asco. Lamonte ahora sólo podía pensar en follarse nuevamente al delicioso pequeño y deleitarse con su rica lechita. Y con esos morbosos pensamientos se inspiraba para seguir con su increíble paja, teniendo ahora que usar ambas manos para poder estrujar más de su enorme verga.
El problema estuvo en que sonó el timbre; aunque él hizo caso omiso y continuó jalando su macizo y casi musculoso rabo, concentrándose en la punta, frotando el frenillo con su prepucio; al mismo tiempo que con su mano derecha ahora estrujaba sus colosales testículos, cargados otra vez con más de su leche de macho. Y el molesto timbre sonó nuevamente.
Pero en eso y con un sonoro gemido Jamal se corrió, lanzando sobre su esculpido y velludo torso más de diez espesos disparos de esperma. Y el timbre repiqueteó por tercera vez.
Entonces tal y como estaba, el portentoso moreno simplemente se levantó, se guardó su semierecta herramienta viril y se fue a abrir la puerta principal:
– ¡Vaya! A ti como que siempre te agarro en mal momento… —Dijo Ren al ver el aspecto de su compañero; su abultada entrepierna y aquellos pelos del pecho goteando semen fresco.
– ¡¿Qué quieres?! —Contestó el molesto Lamonte; pues últimamente siempre se la pasaba enojado e irritado por todo, reflejo de su agobiante desesperación.
– Eh…si estás ocupado con alguien puedo volver otro día…
– Estoy solo.
Y al oír esa respuesta, el oficial Tanaka levantó el ‘six-pack’ que traía consigo.
– Bien, sólo pasé para ver como estabas… —Y casi murmurando continuó– Y comprobar que no te habías colgado todavía.
Motivado por las cervezas, Jamal dejó pasar a su compañero. Y en cuanto a Ren, este prefirió no preguntar o decir nada acerca de las fachas del otro, o comentar nada de lo intenso que apestaba, ni tampoco de lo sucio que se veía esa sala; con prendas de ropa regadas aquí y allá, cajas de pizza sobre la mesita de centro y botellas de cerveza vacías tiradas en el suelo.
– ¿Y Treyvon? —Inquirió Ren, en lo que se sentaba en el sillón unipersonal.
– Se quedó unos días en casa de su madre. —Y abrió una de las latas y se la empinó de un trago, al tiempo que se desplomaba en el sofá mediano donde se había hecho la paja.
Ren estaba realmente preocupado por su compañero, no entendía lo que le había pasado; pero quería ayudarlo. Él desde que ingresó en la policía, había admirado mucho a su superior y verdaderamente quería ser su amigo.
En eso Jamal se puso a interrogar a Ren, preguntándole si había nuevas pistas que pudieran llevarlos con el paradero de Eliot. Pero como todas las otras tantas veces antes de esta, el oficial Tanaka no le reveló información del caso de los doce hombres que ahora estaban en coma; sólo le recordó que la búsqueda del chico era una parte de toda la investigación.
La conversación se acaloró un poco, ya que Lamonte padecía ahora de esos violentos arenques; que Ren traspiró tanto que tuvo que sacarse la camisa, revelando que tenía buen físico; aunque lo más llamativo era el tatuaje en su espalda de una flor de loto rodeada por un dragón negro.
– Lo que no entiendo es tu obsesión con ese niño. —Habló el asiático policía– Quizás no esté vinculado y no se trate de que el perpetrador que atacó a los jardineros en la casa vecina lo haya secuestrado y simplemente sea otro chico más que huye de su violento padre.
– ¡No! Ya te lo he dicho. Eliot ‘ES’ el perpetrador… Tiene que serlo… Lo que me hizo hacerle…
– Pero eso no tiene sentido. ¿Cómo un nenito de 12 años podría ser el culpable?
– No lo sé, pero ya te lo dije antes. Él estaba conmigo en el callejón.
– Sabes que no le he dicho a nadie que ese día te encontré desnudo. Casi fuiste una víctima y me dices que viste al responsable, pero que se trata de un niño.
– No sé cómo, pero esa noche Eliot me hizo algo… Algo que aún me afecta.
– Si tan sólo me contaras todo lo que pasó…
Y justo en ese momento se escuchó una tercera voz masculina, una voz de barítono, y delante de los otros dos hombres se hallaba de pie un sujeto de sombrero y gabardina.
– Buenas noches, caballeros. —Dijo el visitante, sorprendiendo a Jamal y Ren que no lo habían oído entrar. De hecho, la puerta principal seguía cerrada y ninguno la vio abrirse.
– ¡¿Pero–cómo?! ¡¿Quién rayos eres y qué–?! —Y en lo que el dueño de la casa se levantaba alarmado para encargarse del intruso; este último hizo un ademán con su mano enguantada y al instante tanto el moreno como el asiático regresaron a sus asientos respectivos, impulsados por lo que parecía una fuerza invisible que los mantenía inmóviles y sin poder hablar.
– Permítanme presentarme. Mi nombre es Desiderius Erasmus van Rotterdam… —E hizo una reverencia quitándose el sombrero– A su servicio.
El misterioso sujeto era alto, de espalda ancha y aun con la ropa se podía ver que era de complexión recia. Sus ojos eran de color gris, al igual que su barba puntiaguda y cabello sedoso.
– Juraría que aquí iba a encontrar al chiquillo. —Y el visitante hizo un gesto como si buscara a alguien más en la habitación– Hmmm…que extraño. No suelo equivocarme.
En eso, el que se hacía llamar Erasmus se acercó a Lamonte, quedando a centímetros frente a éste, y agachándose se dispuso a escanear con sus penetrantes ojos el semidesnudo cuerpo del negro. Luego se volvió a erguir en toda su estoica altura y continuó con su monólogo:
– Ya veo. Parece que se le escapó uno; pero no sin antes dejarle dentro un suvenir. —Y él se sonrió– Eso explica el que haya sentido su esencia en este lugar…
Mientras tanto, ambos prisioneros trataban desesperadamente de liberarse de sus invisibles amarras; pero aun con toda la fuerza de sus músculos, aquello era imposible. Ni siquiera podían separar los labios. Estaban a merced de ese extraño. Entonces Erasmus se giró y en lo que se retiraba abrió su gabardina, extrajo algo de ella y lo colocó sobre la mesita de centro de la sala. El objeto era una estatuilla de ébano puro; la cual tenía una singular forma, pues asemejaba a un fauno que tenía en la entrepierna un descomunal falo en completa erección.
– Y como me es sumamente molesto perder el tiempo. Yo también les dejaré un recuerdito…
Y el extraño continuó hablando, dándoles la espalda en lo que se dirigía rumbo a la entrada:
– Además, no queremos que la incordiosa policía se interponga en la ardua labor de nuestro pequeño súcubo. —Terminó de decir en el preciso instante en que cruzaba el umbral de la puerta y en lo que esta se cerraba tras de él, el inusual sujeto chasqueó los dedos.
Inmediatamente la sala se oscureció totalmente, pero sólo por unos pocos segundos, y cuando la luz volvió a las lámparas; los agentes Brown y Tanaka se quedaron estupefactos al ver que sobre la mesita había un sátiro de cuerpo entero y muy real.
Esa desnuda criatura era grotesca, mitad hombre y mitad cabra. Su fornido y velludo torso era de hombre, al igual que su masculino rostro, con una espesa melena rizada negra y una larga barba en punta del mismo color; pero sus orejas eran de carnero y del mismo modo los enormes y retorcidos cuernos de su cabeza. De la cintura para abajo tenía patas de cabro, cuyo pelaje oscuro se fusionaba con sus tremendamente enmarañados pelos púbicos; teniendo una entrepierna tan frondosa que a simple vista era difícil distinguir los enormes testículos que le colgaban en medio. Lo que no era difícil de divisar era el descomunal rabo que el fauno ostentaba, ya totalmente en erección y fuera de la funda de su prepucio. Aquel falo equino fácilmente superaba por mucho los 30cm de largo y era algo grueso, observándose las venas y arterias que lo mantenían impresionantemente erguido y con su glande bien inflado.
En eso el mítico personaje se giró en dirección al oficial Tanaka, se sonrió con picardía y luego se bajó de un salto de la mesita de centro. Y al momento que el sátiro tomó a Ren, éste pudo volver a moverse, usando esa oportunidad para forcejear con la híbrida criatura; sólo que esta era mucho más fuerte, suspendiéndolo del cuello y cortándole la entrada de aire. Así que el policía buscó el arma que llevaba en su cinturón; pero una vez más fue superado y el fauno rápidamente se la arrebató, dejándola caer al piso para luego pisotearla con su poderosa pezuña y desquebrajar aquella pistola como si se tratara de un simple juguete.
Entonces, el macho cabrío aventó a Ren hasta el sillón más largo, opuesto al de Jamal; quien seguía sin poder moverse. Allí, el embramado sátiro acostó boja abajo al dominado agente y le desgarró el pantalón junto al calzoncillo con suma facilidad, como si aquellas prendas fueran de papel, dejando al descubierto las redondas y lampiñas nalgas del asiático detective. Tanaka en ese momento entendió las intenciones de la criatura; por lo que otra vez trató de zafarse, pero fue imposible. El fornido fauno lo sometía por el cuello con la mano izquierda, asfixiándolo contra el sofá, y con sus peludas patas le mantenía aprisionadas las piernas.
– ¡Agh! ¡Suéltame maldito! ¡Nnnghh! ¡Nnnghh…!
Ahora, el viril híbrido usó su mano derecha para ayudarse y dirigir su enorme verga equina entre las firmes nalgas de Ren, y una vez que su glande encontré el esfínter de su víctima, él comenzó a empujárselo dentro. El ensordecedor grito del hombre no se hizo esperar, pues su culo estaba siendo desvirgado por aquel mítico miembro, con sadismo y perseverancia, que con unos cuantos esfuerzos el fauno ya le había propinado dentro la mitad de aquel rabo animal.
– ¡¡AAAHHH!! ¡Basta! ¡Agh~! ¡Ya no más! ¡Agh~! ¡Detente! ¡Me partes en dos!
Pero como ya era de esperarse, el violador no se detuvo y simplemente empezó a embestirle el desgarrado culo con la bestialidad propia de un desbocado sátiro. Aquel falo entraba todo lo que podía en el virginal recto de Ren, para luego salir hasta que el glande servía de enganche y luego volvía a ingresar, cada vez más profundo y con más vigor. La intensidad y velocidad de los bombeos anales de ese mitad-hombre y mitad-carnero al pobre trasero del detective, iban en aumento; al mismo tiempo que el calor en esa sala, cubriendo el peludo cuerpo del fauno en apestoso sudor, el cual goteaba sobre los hombros y espalda del agente Tanaka.
El pobre oficial para este punto apenas y se quejaba o se movía, puesto que el dolor que experimentaba era tan extremo, que su cuerpo no reaccionaba y no podía hacer otra cosa más que soportar aquellas cogidas sin desmayarse. Después de un tortuoso rato así, el vicioso sátiro liberó a Ren de toda su verga; sólo para poder girarlo y colocarlo boca arriba, y levantarle bien el culo, pegándole las rodillas con los omóplatos. Y de ahí, de sopetón, el macho cabrío se la volvió a meter sin contemplaciones, una y otra vez, a un ritmo vertiginoso; hasta que con un hondo resoplido el fauno comenzó a correrse dentro del intestino del detective.
Cuando la criatura sacó del todo su fibroso falo, Jamal pudo observar como una cascada de amarillento y espeso semen comenzó a brotar del rojo y ensanchado esfínter de su compañero, escurriéndole en borbotones hasta manchar el sillón. Pero aun así el equino rabo permanecía en erección; por lo que el viril híbrido tomó al humano y lo puso de rodillas sobre el sofá, obligándolo a que se la limpiara con la lengua y también la mamara. Aunque aquello más que una felación, era que el sádico sátiro estaba follando la boca y garganta del pobre de Ren; quien seguía sin poder defenderse y se dejaba de su violador, con el rostro colorado y los rasgados ojos nublados por las lágrimas.
Lamonte veía desconcertado como su compañero tenía unas escandalosas arcadas, seguidas de vómitos de ligosa saliva; ya que el cabro semental no le dejaba de coger oralmente. Eso no tendría por qué excitar a Jamal, pero lo estaba haciendo. El moreno traspiraba sentado, presenciando de frente la morbosa escena y sintiendo como su vergota se sacudía durísima bajo su ajustado bóxer, mismo que ya parecía ceder y terminar rasgándose en girones.
Pero quien terminó fue el fauno, una segunda vez en la hora que llevaba ahí; sólo que en esta ocasión fue en las fauces del oficial Tanaka, el cual fue tomado por sorpresa y no tuvo otra alternativa más que tragar una gran cantidad de esa asquerosa esperma equina:
– ¡Mmmghh! ¡Glub~! ¡Glub~! ¡Nnnghh…! ¡Gulp~! —Era lo que se escuchaba mientras el hombre ingería disparo tras disparo de la leche del sátiro y trataba de poder respirar en el proceso.
Jamal observó como otra gran cantidad de semen cayó en el sillón ya echado a perder, escapando por las comisuras de los labios de Ren y escurriéndole por la barbilla y cuello, incluso de la nariz, atragantándolo; lo que excitaba más al macho cabrío, mismo que seguía bramando como bestia mientras continuaba corriéndose con esa exagerada carga seminal.
Finalmente, el semental mitológico acabó y cuando lo hizo, simplemente tomó del cabello a su víctima y lo arrojó por los aires, haciendo que éste se golpeara contra un alto librero y luego se desplomara en el suelo inconsciente, desnudo y chorreando leche de sátiro por boca y culo.
Entonces llegó el turno de Lamonte. El ser que se había originado de la pequeña estatuilla de ébano, ahora se dirigía hacia el negro sentado al otro lado de la mesita de centro. Y así como sucedió antes, en el instante en que la criatura tocó al Jamal, este pudo moverse y se abalanzó contra el violador, forcejeando con el fauno al punto en que le pudo propinar varios golpes.
Aun así, el sátiro no desistía de su ataque y demostraba que a pesar de ser más bajo y menos corpulento que Lamonte, con su cuerpazo de fisicoculturista, lo lograba equiparar en fuerza y resistencia; que ambos acabaron en una lucha cuerpo a cuerpo.
Los forcejeos, jalones y roces eran muy sugerentes, cosa que excitaba todavía más al fauno; pero lo mismo ocurría con Jamal, que todavía mostraba una persistente erección bajo su ceñida prenda. En eso, el sátiro sujetó el duro miembro masculino del moreno y le rompió el bóxer, liberando aquel formidable falo negro, el cual escurría muchos hilos seminales al piso.
La intensa riña, que hacía que esos dos machotes traspiraran y apestaran más a sobaco sudado y a testosterona pura, los llevó hasta el comedor; en donde el semental de cuernos y cascos por pies arrojó a Lamonte contra la mesa y, sujetándolo por ambas muñecas, la criatura logró frenar un poco a su segunda víctima. Y allí, aprovechando que quedaron frente a frente, el pícaro fauno se puso a frotar su prominente hombría contra la del otro, rabo contra rabo.
– ¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?! —Vociferó Jamal– ¡Deja eso y pelea, cobarde!
Pero por su parte, el macho cabrío únicamente le sonreía con malicia, pues éste sabía que el otro también estaba cachondo; resultado del hedor de sus feromonas dionisíacas.
Así que, el velludo y varonil híbrido se arriesgó y se arrodilló ante el humano, tomó con ambas manos esa verga grande y gruesa de tez oscura, y se la puso a mamar con habilidad y lascivia; comiéndosela más de la mitad, cosa que hizo que Jamal soltara un sonoro suspiro de placer.
– ¡Con un demonio! ¿Y ahora qué haces…? Ooohhh…que rico…
El fauno ahora le pasaba su larga lengua, lamiendo toda esa tremenda herramienta viril; desde los oscuros huevos, por toda la carnosa base, hasta llegar a la hinchada y amoratada punta; misma que se dispuso a chupar, succionándole el glande de una manera que enloquecía al confundido de Lamonte.
El par estaba tan entretenido, que ninguno vio o escuchó a Ren levantarse y salir por la puerta principal; seguramente huyendo humillado después de lo que le había sucedido.
Mientras tanto, Jamal seguía dejándose felar por el sátiro, estrujando con ambas manos el borde de la mesa en la que se apoyaba y viendo a esa criatura hincada devorarle la verga, tan delicioso que no pudo durar mucho; pues estaba realmente excitado y lo había estado desde que observó al mitad-cabro reventarle salvajemente el trasero a su compañero. Entonces el hombre comenzó a correrse en las fauces del fauno, quien se tragaba de buen grado la tibia esperma del negrote. A este último le brotó mucho semen, que incluso le acabó en la barba de chivo y en todos los pelos del pecho al macho cabrío; el cual juntaba con los dedos esos restos de cremosa leche viril y se los chupaba, para luego limpiar la vergota de Lamonte lamiéndola.
De ahí el sátiro siguió mamando el rabo del otro, manteniéndoselo firme y haciendo que su dueño se estremeciera de pies a cabeza. Después se puso a mamarle las bolas llenas de rizos, una por una y luego ambas a la vez, jalándoselas con la boca. Ya totalmente descontrolado, Jamal se sentó en la orilla de la mesa y separó sus musculosos muslos, dejando el paso libre para que el fauno ahora le pasara la lengua por su sudado e igualmente peludo perineo; hasta que éste halló su ano de macho y se lo empezó a chupar, incluso le introdujo la lengua dentro.
Lamonte gemía y se dejaba. Su mente estaba nublada por la lujuria que últimamente sentía todo el tiempo; pero que ahora era mayor en presencia de ese ser mitológico, que personificaba el libido y la virilidad. Entonces el moreno se abrió más de piernas y con ello el sátiro entendió que el otro estaba listo para recibir por el culo todo su fatuo falo.
La masculina criatura se levantó y con sus manos abrió aún más las piernas del fornido negro, y de ahí posicionó su glande directo contra ese carnoso, velludo y virginal esfínter masculino. Lamonte sabía muy bien lo que le esperaba; pero no le importaba y en eso vio algo extraño. Algo delgado, largo y curvo sobresalía del centro de los pectorales del sátiro. Algo metálico.
Aquello se trataba del filo de una espada, una que había atravesado el torso del fauno por la espalda; donde se encontraba de pie el oficial Tanaka, totalmente traspirado y desnudo, y empuñando en ambas manos esa elegante y letal katana.
El mítico personaje se esfumó en una nube de diminutas partículas de polvo negro, cayendo al suelo la estatuilla de ébano; la cual ahora estaba desquebrajada por el medio.
– Suerte que siempre la traigo conmigo en el auto. —Dijo Ren, refiriéndose a la katana que ahora guardaba ceremoniosamente en su funda.
– ¿Y por qué siempre andas cargando una espada? —Preguntó su compañero, recuperando un poco el sentido de la cordura y al mismo tiempo en que se bajaba de la mesa, todavía con su descomunal verga negra bien parada.
– Para casos como estos… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
Ambos se echaron a reír y se estrecharon las manos en señal de una afianzada camaradería.
…
– ¿Cuánto más falta? —Inquirió Eliot, a la vez que detenía la bicicleta rosada en la que andaba. Misma que él había hurtado de la casa vecina de Owen.
– Pues de acuerdo con el mapa. —Contestó el otro chico, frenando a la par de su amigo y desplegando un enorme pedazo de papel, el cual se puso a examinar– ¿Quién diría que todavía hay de estos…? A ver… Déjame ver… ¡Ajá! Ya estamos a las afueras de la ciudad correcta.
Y los dos continuaron pedaleando un poco más, hasta que llegaron a la altura de una vieja estación de combustible. En ese momento Eliot sintió otra aguda punzada en sus entrañas y Owen se dio cuenta de ello:
– ¿Otra vez tienes hambre? ¿Crees que puedas aguantar un día más?
– No lo creo. —Le respondió, sintiendo como su interior se retorcía en agonía– Ya han pasado varios días y realmente necesito alimentarme… ¡Y no me hagas intentar otra vez con comida!
– Ni lo menciones. Nunca vi a alguien vomitar después de un solo bocado. —Dijo su amigo y viendo en dirección a la gasolinera continuó– Creo que si logras controlarte como lo hiciste con mi abuelito, podríamos intentar suerte aquí.
– Oye Owen, nunca te pregunté qué le pasó a tu abuelo esa vez que… Ya sabes.
– Después de que te escapaste por la ventana… Eh…se quedó dormido y cuando se despertó no se acordaba de nada. Estaba como si nada.
El pequeño prefirió omitirle a su amigo el detalle de que su abuelo lo había sodomizado hasta acabarle dentro y que su culito de 12 años ya no era virgen.
Entonces el par de pubertos idearon un plan para que Eliot pudiera saciar su hambre de carne de macho y sed de leche viril. El joven súcubo esperaría a que un hombre entrara en el baño público de la estación y dejaría que el sello hiciera su efecto; mientras tanto Owen vigilaría la puerta y luego de un tiempo prudente intervendría si su amigo no lograba controlarse.
En contadas ocasiones los planes suelen salir como uno quiere y suerte para estos dos niños que el suyo así fue. No tuvieron que esperar mucho para que un motoquero, que manejaba una ‘Chopper’, llegara por gasolina y aprovechara a desaguar la vejiga.
El motociclista llevaba un pañuelo rojo en la cabeza y lentes oscuros. Se veía muy corpulento y panzón, todo un gorilón. Tenía barba en candado y los gruesos brazos llenos de intrincados tatuajes; los cuales estaban a la vista pues el sujeto sólo usaba un corto chaleco de cuero negro y debajo de la cintura un ajustado jean claro, que marcaba un buen paquete. El motoquero entró al baño, notando la mirada curiosa del niño afuera en la puerta; pero ya una vez dentro se fue a uno de los urinarios, se levantó las gafas de sol y dejó salir su rollizo miembro por la cremallera, para segundos después liberar aquel poderoso chorro de orina amarilla.
Eliot esperó el momento justo y de allí se acercó a su presa por detrás. El hombre a este punto se la estaba sacudiendo, cuando notó que otro par de jóvenes ojos lo observaban.
– ¿Qué quieres mariconcito? —Le espetó él al girarse y aún con el rabo de fuera.
– ¡A ti! —Y sus ojitos azules se cubrieron por completo de un negro espectral; mismo que puso en trance al motociclista, quien ahora experimentaba una súbita excitación y ya tenía su gordo falo totalmente tieso, a la vez que sentía como sus bolas le iban a estallar si él no se corría dentro del desnudo crío que tenía enfrente.
Primero Eliot se arrodilló en el sucio piso de ese baño público de hombres, para así ponerse a mamarle el carnoso y venoso mazo a ese varonil extraño. Este último se desvestía jadeando, mientras recibía aquellas exquisitas felaciones por parte del pequeño súcubo.
Al cabo de un buen rato, Owen entreabrió la puerta para revisar cómo iba todo y fue así que miró como el motoquero le eyaculó en la cara a su mejor amigo; quien recibía toda esa abundante esperma con la boquita abierta y la lengua por fuera. Y como después de correrse aquel macho seguía erecto y excitado bajo los efectos del encantamiento del lujurioso diablillo, se dispuso a empalarle el culito a Eliot. Éste ya lo esperaba ansioso en cuatro en el piso, casi meneando la colita como un auténtico perrito, deseoso de que el rudo gorilón le rompiera el culito y se lo llenara de semen caliente. Con esa última escena Owen cerró la puerta y tragó en seco, sintiéndose un poco acalorado de su entrepierna.
Pasaron varios minutos más y entonces el puberto pudo espiar nuevamente dentro del baño. Ahí observó la segunda corrida del motoquero, ahora dentro del colon de su amigo, largándole tanta esperma dentro, que el culo de Eliot no pudo contenerla toda y se le desbordaba de su abierto ano. Después Owen vio como el macho se echaba en aquel piso cuadriculado de damero y como el chico ahora se ponía en posición para montar la morcilloza verga del motociclista.
En ese momento Owen silbó y su mejor amigo reaccionó en seguida, volviendo en sí y tomando el control de su cuerpo; por lo que se detuvo y corrió hacia la salida. El corpulento hombre se incorporó y se fue detrás del niño, insatisfecho y con ganas de más; pero éste junto con el otro lo dejaron encerrado dentro del baño. Eliot se vistió presuroso y antes de que el motoquero derribara la puerta a golpes, él y Owen agarraron sus bicicletas y se marcharon a toda prisa.
Esa misma tarde arribaron a su objetivo, que no era otro que la prestigiosa y antigua Universidad de ‘Rimload’. Allí el par logró escabullirse dentro del campus y mientras Owen preguntaba donde podrían encontrar al profesor Grigori, el especialista en Demonología, Eliot se mantenía cubierto bajo la capucha de su sudadera gris; luchando contra sus impulsos de abalanzarse encima de todos los estudiantes masculinos que se movían de aquí para allá.
Y después de recibir la dirección exacta de un universitario con rastas castañas y piercings, los dos pubertos dieron con el despacho del Demonólogo. ¡Toc~! ¡Toc~!
– Adelante. —Se oyó la agradable voz del propietario de aquella oficina.
El primero en entrar fue Owen, quien preguntó si estaba con la persona correcta.
– Sí, yo soy el profesor Grigori. ¿Quiénes son ustedes? —Y viendo al encapuchado chico detrás, continuó– Mejor aún, ¿qué busca un par de niños como ustedes dos, conmigo?
En ese instante Eliot no pudo resistirse y levantó la mirada, un poco apenas, lo suficiente para poder espiar al profesor. Y lo que vio definitivamente no era o que él se esperaba…
—Continuará…
Muy bueno, y cada mas morbo, la fantasia de jamal muy buena. Ya quiero saber como sigue. Felicidades
Gracias, eres de los pocos que parece interesarse en esta historia…
Porque si me voy por los medios de la página para medir el éxtito de un relato, esta historia es de lo peor que he escrito XD
Definitivamente amo esta historia! Me vuelve loco!
Gracias 😉
Me quedo muy caliente esperando la continuación. Este par de morbosos niños creo que merecen mucha verga de adultos y si fuera de sus padres mucho mejor
Habrá que ver como sigue la historia jejeje… 😛
Salu2!! 😉
Una gran saga, y no hagas caso de las valoraciones de la web. Por aquí parece ser que tienen muy mal criterio.
Un relato muy bueno como los demas tuyos. Me encanta leer lo que escribes.
Tu fan Rací
Gracias 😉