El Demonomicón – Cap.09 Revelaciones
Finalmente Eliot se reencuentra con su padre….
La cabeza de Eliot daba vueltas, inmersa en una impenetrable oscuridad; cuando de súbito sus ojos percibieron luz y pudo reaccionar. En ese momento se dio cuenta que se encontraba de pie en la tienda de antigüedades de Erasmus, dejando atrás a la taberna y a los dos detectives Jamal y su compañero Ren. El chico se sentía algo mareado, pues aquella teletrasportación lo había dejado desorientado; en lo que escuchó la voz de barítono del hombre que lo había traído consigo hasta ese misterioso lugar:
– Vamos, chiquillo. No podemos hacer esperar a mi otro invitado.
Entonces Eliot no tuvo más alternativa que seguir a su captor a través de una puerta trasera; la cual conectaba a una escalera de piedra en forma de caracol, iluminada por antorchas, como si fuera una estructura medieval. Los dos descendieron hasta un amplio sótano, cuya poca luz también provenía de varias antorchas; las paredes estaban llenas de armas, como espadas, hachas y mazas con púas; y había varios aparatos extraños, como métodos de tortura antigua; pero lo que más sorprendió al puberto fue que en el medio de la habitación había un hombre desnudo, colgando de las muñecas por unas gruesas cadenas.
Aquel prisionero se veía que tenía un cuerpo muy fornido y velludo, además estaba totalmente traspirado y con algunas marcas de golpes, y bajo el sudado cabello y barba castaña, Eliot pudo divisar claramente las facciones masculinas de su padre.
– ¡¿Papá?!
– ¿E…Eliot…? ¿Eres tú…? —Preguntó su progenitor, levantando un poco más la cabeza, sólo para poder ver a su hijo de 12 años correr hacía él.
– ¿Papi, estás bien? No te preocupes. Te sacaré de aquí ya mismo. —Y el chico intentó alcanzar las cadenas negras para poder liberar así a su padre– ¡Tú! ¡Deja ir a mi papá! Él no tiene nada que ver con todo esto.
Y Eliot se dirigió a Erasmus, sintiendo el enojo burbujear en la boca de su estómago.
– Todo lo contrario. —Le contestó éste, con ese molesto tono afable suyo– Enzo tiene mucho que ver; ya que si tú no me entregas el Demonomicón, él sufrirá las consecuencias.
– ¡Te dije que no lo tengo!
– Sí, me percaté que involucraste a ese molesto profesor. —Y el alto y varonil sujeto se quitó su sombrero, gabardina y mientras se sacaba los guantes de cuero, prosiguió– Pero de todas formas ustedes dos son la carnada perfecta e igual necesito recolectar más energía espiritual.
Eliot no entendía que era a lo que él se refería; pero la desesperación de tener a su padre así crecía cada vez más en su interior.
– ¿Energía espiritual? ¿De qué hablas?
– Verás, chiquillo. La razón por la que te usé como súcubo, fue simplemente para que me ayudaras a colectarla y permitir que mi amo pueda ingresar plenamente a este plano astral.
– ¿Te refieres a Asmodeo? Así que cada vez que yo cogía con hombres–
– Así es. —Lo interrumpió, mientras se desabotonaba y removía su camisa; descubriendo un físico sorprendente, casi que parecía estar esculpido en su piel aceituna– Toda la energía sexual generada por ti y tus víctimas es concentrada aquí, para alimentar a mi amo y señor.
– Pero el Sello del Súcubo ha sido bloqueado. Ya no tengo esos impulsos…
– Lo sé, pero no te preocupes. Siempre hay formas, si sabes que hechizo usar.
Y con eso Erasmus se acercó a Enzo, quien parecía estar muy débil y casi ausente de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Acto seguido, el sirviente de Asmodeus usó dos de sus dedos y los apoyó contra la sudada frente del hombre de 44 años, y al retirarlos Eliot vio que le había dejado dibujada una runa negra en el medio, la misma que los hombres del bar.
De repente las cadenas se soltaron y el fornido de Enzo cayó en cuatro al piso. Y cuando éste se incorporó y quedó erguido con toda su imponente altura; su hijo notó que los ojos azules de su padre ahora estaban completamente en blanco, con la mirada ausente; y en eso éste se abalanzó contra su pequeño, cayendo ambos acostados al frío y húmedo suelo.
– ¡¿Papá, qué haces?! ¡Espera, no! ¡Suéltame! —Y Eliot trataba de controlar a su papá; quien ahora babeaba boca abajo sobre él y le arrancaba con rudeza la sudadera, y luego le reventó la cremallera de su ajustado jean, para terminar dejándolo tal y como vino al mundo.
La risa de Erasmus no se hizo esperar, mientras los miraba y se sentaba en una silla cerca de ahí, junto a una mesa de madera llena de objetos y libros de hechicería.
– Sabes, chiquillo. La ‘Marca de Caín’ es sumamente efectiva, si logras canalizar “la ira del hijo condenado por Dios” y convertirla en lujuria pura… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
El chico trataba de detener a su padre; pero aún con su nueva fuerza de súcubo no podía superar la musculatura de su progenitor; el cual ya lo tenía totalmente dominado y mientras lo sujetaba firmemente por las muñecas y con sus muslos le aprisionaba las piernas, el hombre se encorvó lo suficiente para alcanzar los labios de su hijo y lo comenzó a besar efusivamente, devorándole la boca. Eliot no pudo hacer otra cosa más que devolverle los besos a su papá; el cual ahora le chupaba toda la lengua y conectaba con varios hilillos de saliva sus labios rosas con aquella espesa barba y bigote que le raspaban.
A Eliot le faltaba el aliento, no se esperaba esa intensa pasión sexual de parte de su querido padre; pero tampoco podía evitar el disfrutarla con cierta culpa, pues sabía muy bien que su progenitor actuaba bajo la influencia del encantamiento de Erasmus. En vano volvió a intentar zafarse y tratar de hacer entrar en razón a Enzo; en lo que este le besaba el cuello y descendía hasta su pechito, lamiéndolo y degustando el dulce sudor de su hijo puberto. Luego el fornido y velludo hombre empezó a chuparle las tetillas tiernas y firmes; lo que hacía que Eliot se retorciera sobre el piso y gimiera involuntariamente por el placer que aquello le provocaba.
A unos cuantos pasos, el perpetrador de todo eso los observaba, quitándose los pantalones de tela y su ropa interior; quedando cómodo y completamente desnudo, con su falo bien firme ya entre sus manos, con las cuales se masturba ante aquella incestuosa escena entre un varonil papá y su lindo niño. Sólo que este puberto tenía un miembro enorme, más que cualquier otro de esa edad, y ahora por la acción de los labios y lengua de su progenitor, estaba erecto y escurriéndole muchísimo líquido seminal sobre su abdomen de lavadero. Entonces Enzo bajó más por el torso de su vástago y le alcanzó el rabo, mismo que se llevó a la boca al instante. Eliot soltó otro gemido de placer al momento que sintió como la mitad de su carne viril entraba en la cálida y estrecha faringe de su padre.
El chico no podía creer que su papá; el típico prototipo de macho pelo en pecho, un hombre muy masculino y atractivo, que era todo un casanova y siempre tenía varias mujeres para entretenerse y follarlas como el semental mujeriego que es; ahora le estaba mamando la verga de una forma impresionante, como si lo hubiera hecho siempre y tuviera una gran experiencia, casi como si fuera una habilidad innata en él.
La boca de su padre sobre su jugoso glande se sentía increíble, y como éste usaba su lengua hábilmente para lamer cada curva y recoveco de su verga, juntando sus imparables líquidos seminales y devorarlos con deleite. Enzo paró de lengüetear todo el falo de su hijo y bajó más hasta sus bolas, blancas y sin un tan solo vello; las cuales comenzó a chupar una por una y luego juntas, succionándolas a la vez dentro de su hambrienta boca. Esto provocó que Eliot suspirara todavía más y arqueara toda su espalda, casi al borde del orgasmo.
Y el placer continuó. Su progenitor ahora le separó bien las piernas y alcanzó su dulce y lampiño esfínter rosa; mismo que empezó a besar como si se tratara de una boca, y casi que lo parecía, pues el anito del chico se abría y cerraba imitando los movimientos de los labios de Enzo, dilatándose tanto que el rudo hombre intercalaba el uso de su lengua con dos de sus dedos. El chico se retorcía y gemía sin control, olvidando por completo donde estaba o que había alguien más observándolos, usándolo a él y su papá como una fuente de energía sexual.
Erasmus tenía una sonrisa de satisfacción en su sensual rostro, mientras fumaba sentado y se masturbaba viendo como ese macho paternal no paraba de hacerle a su primogénito un fantástico anilingus; acompañándolo con pajas a la enorme verga de Eliot con una de sus manos y con la otra seguía metiéndole a intervalos los dedos en el apretado recto, cuando su lengua no estaba dentro saboreándole las tibias y húmedas entrañas.
Entonces el macho barbón de pelo en pecho volvió a felar la exquisita y enorme verga de su vástago; al mismo tiempo que le introducía tres de sus gruesos y nudosos dedos dentro del culito a su pequeño. Este se sentía realmente caliente y traspirado; podía sentir la calidez en sus mejillas y en todo su torso marcado, así como sus axilas y espalda chorreando sudor. Y en eso sintió un dedo más, ya eran cuatro y el pulgar rozándole el anito, en lo que la boca y lengua de su padre no cesaba de hacerle una mamada espectacular. Ahí Eliot se dio cuenta que esa era la primera vez que sentía placer sexual auténtico, no por la influencia del Sello del Súcubo, sino que todo eso que estaba experimentando gracias a su papá era real.
Y cuando el chico finalmente tuvo todo el puño de su progenitor bien ensartado en el culo, haciéndole un fisting brutal y lubricado únicamente por saliva, alcanzó el límite y se corrió en las fauces de su padre; quien no se detuvo y continuó succionando, ordeñando toda la leche viril de su niño, tragándosela toda a la vez que su poderoso puño entraba y salía rítmicamente del ensanchado ano y enrojecidas entrañas de su amado y único hijo.
Eliot apenas y pudo recobrar el aliento tras su espectacular eyaculación; ya que Enzo, después de ingerir la última gota de cremosa esperma, se incorporó de rodillas en el piso, abrió bien de piernas a su primogénito y le dejó ir entera su musculosa verga hasta el fondo del colon; que el puberto soltó un intenso alarido de placer cuando toda la dura y venosa carne de su padre le invadió el culo, sintiendo al final el roce de aquellos pelos púbicos y el golpeteo de esos colosales huevos rebotar contra él con cada una de las embestidas que ya le estaba propinando.
Así fue como ese semental paterno comenzó a cogerse a su pequeño de 12 años; con un vigor y deseo embravecido, que Eliot pensaba que no sólo debía de tratarse del efecto de la Marca de Caín, sino que era a causa de algún deseo perverso reprimido por parte de su papá o quizás eso era un pensamiento morboso suyo y quería creer que su padre en el fondo también lo deseaba. Fuera como fuese, aquel hombre estaba follando al joven chico con un abate salvaje; ambos jadeaban de gusto y sudaban como si el frío y húmedo sótano en verdad fuera un horno. Enzo sostenía a su hijo por los tobillos, empujando su velluda pelvis contra el compacto y redondo trasero de su único heredero, mientras éste se estremecía con cada arremetida.
Eliot soportaba con deleite esa sodomía paternal, contemplando de frente a su macho y recio padre; recordando como él en secreto había deseado a su papá como hombre desde muy pequeño, sin poder entenderlo, pero simplemente lo hacía, y por esa razón ahora no podía creer que finalmente estuviera pasando.
– Eso es chiquillo, disfrútalo. —Habló Erasmus después de estar en silencio todo ese tiempo, regocijándose con el espectáculo y masturbándose– Así liberarás más energía para mi amo.
Fue casi como si le hubiera leído la mente, lo que hizo reaccionar al chico y girarse para ver con odio al extraño sujeto; quien era el responsable de todo lo que le había pasado hasta ese momento. Eliot se mordía los labios para dejar de gemir y no demostrarle que estaba gozando de como su propio papá le daba su primera y verdadera cogida, tratando de buscar las palabras correctas que decir y luchando por no correrse nuevamente ahí mismo.
Pero el que se corrió fue Enzo, con un resoplido que reverberó en las paredes y techo de piedra. Eliot pudo sentir en sus entrañas los chorros calientes de semen de su padre, uno detrás del otro, en una cuantiosa eyaculación que lo hizo sentirse embarazado.
– ¡Sí! ¡Magnífico! Logro percibir una gran cantidad emanando… —Dijo Erasmus para sí mismo; a la vez que con una mano jalaba su bien proporcionado miembro masculino y con la otra, con la que sostenía su cigarro, se estrujaba uno de sus pezones– ¡Qué interesante! Parece que la mayor cantidad de energía sexual es generada entre un padre con su pequeño hijo.
El pobre de Eliot no sabía qué hacer en aquella singular situación. Aunque en verdad no podía hacer más que dejarse de su papá, quien aún después de venirse seguía erecto. El chico podía sentir el rabo de su progenitor muy duro y palpitante dentro de su recto y colon. Entonces el macho de Enzo tomó a su vástago por la cintura y, sin sacársela, lo giró boca abajo en el suelo, colocándolo en cuatro y retomando sus enérgicos bombeos al culito de quien había sido su dulce niño; pero ahora era la clave de su placer desbordante y aquel culo también se desbordaba de la primera eyaculación, con cada nuevo mete y saca de ese acrecentado y engrosado falo.
En esa nueva posición y con todo el placer acumulado, el chico no pudo más y sin tocarse acabó. Su verga se sacudía con cada embestida paternal dentro de sus entrañas, soltando un chorro de esperma blanquecina cada vez que la enorme y nervuda verga de su papá le entraba entera hasta el fondo de su interior.
– ¡Agh…! ¡Por favor ya no más…! ¡Aaahhh…! —Suplicaba Eliot entre gemidos y eyaculaciones.
– O no chiquillo, ustedes cogerán hasta el cansancio, hasta que no quede ni un ápice de energía en ambos. Los drenaré hasta la muerte. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! —Se burló Erasmus en lo que se pajeaba.
– Eso no lo permitiré.
El chico y el sirviente de Asmodeo se giraron hacia la puerta para ver a la persona que había hablado. Eliot se asombró al ver al profesor Grigori parado al final de las escaleras. Éste traía la misma ropa de antes y a un costado suyo sostenía el viejo libro de cobertura de cuero marrón. ¿Cómo supo dónde estaban? ¿Y cómo había llegado hasta la tienda que no está en ninguna parte? Esas y otras preguntas más invadieron la cabeza del puberto, todo mientras su culo seguía siendo invadido una y otra vez por el peludo y robusto rabo de su papá.
– Vaya, vaya; pero si no es otro que el traidor. —Habló Erasmus en lo que se levantaba del asiento, todavía con su verga bien firme y goteando al piso– La mismísima “Luz de Dios” nos ilumina con su presencia.
– El traidor es otro. —Le respondió tranquilamente el recién llegado, ignorando al padre sodomizando a su hijo en el suelo a pocos pasos de él– Y no tengo tiempo para tus sarcasmos. Mejor deja ir a esos dos. ¡No permitiré que sigas con tus planes!
– Diría que tu participación en esta fiesta es algo tardía, Araz. —Y en la mano que Erasmus sostenía el cigarrillo, este se prendió completamente en una llamarada que terminó formando una bola de fuego, la cual se mantuvo encendida entre los dedos del hechicero.
– Lo sé, pero lo importante es que ya estoy aquí.
En un abrir y cerrar de ojos, Eliot presenció como Erasmus le lanzaba proyectiles flameantes al profesor; quien los esquivaba con una agilidad y destreza formidable, haciendo que las bolas de fuego estallaran contra las paredes de piedra. Y en eso una de las llamaradas casi alcanza al chico y a su padre; por lo que Araz se interpuso y los protegió a costa de que en segundos todo su cuerpo quedara cubierto en un torbellino de llamas.
– ¡¡NOOOO!! —Gritó el chico horrorizado; lo que contrajo su ano y recto de tal manera que Enzo sintió tanto placer, que se corrió una segunda vez dentro de su vástago.
Y en el momento que el fuego se disipó del todo, su segunda sorpresa fue mayor; puesto que el profesor Grigori estaban ileso, de pie como si nada; sólo que toda su ropa se había consumido y dejaba a la vista su esculpido físico. El grimorio también estaba intacto y en lo que el chico abría la boca para preguntar qué era lo que estaba pasando; su tercera sorpresa fue que de la ancha y musculada espalda de Araz brotaron un par de alas negras.
Eliot quedó atónito; al mismo tiempo que su papá continuaba excitado y con una persistente erección, cogiéndolo otra vez sin descanso.
– ¡¿Pero qué…?! ¡¿Eres un…?! —Balbuceaba el puberto dirigiéndose al guapo de Araz.
– Así es. Él es un ángel caído. —Respondió Erasmus– Chiquillo, pensé que eras mucho más listo y ya lo habrías descifrado.
Con razón Eliot se sentía tan atraído hacía aquel hombre, pues el profesor era en verdad un ángel caído. Eso explicaba lo increíblemente atractivo que era éste, con aquellos rasgos varoniles tan perfectos y ese cuerpo de músculos tan definidos, y ahora para completar la hermosa imagen de ese desnudo y viril ser, estaban esas enormes alas de plumas oscuras como el ónix.
– Su nombre es Araziel. —Continuó Erasmus– Y es uno de los Grigoris, de los Guardianes…
– Nene, necesito que me escuches bien. —Interrumpió el profesor, es decir, Araziel– Toma el Demonomicón. Ya he traducido las páginas que necesitarás para enfrentarte a Asmodeus.
Y el majestuoso y masculino ser celestial lanzó el libro, el cual cayó justo debajo de Eliot; mismo que permanecía de perrito y con su padre follándolo muy duro por detrás.
– ¿Y quién dice que yo lo permitiré?
– ¡Basta de tus juegos, ‘Shem’! Tú te enfrentarás a mí.
– ¿Shem? —Preguntó el chico en voz alta.
– Así es chiquillo. —Contestó Erasmus– Mi verdadero nombre es en realidad Shemhazai. Y hace mucho tiempo fui el líder de los Grigori; pero ahora mi alianza está en otro parte.
Y de su espalda emergieron un par de alas como las de Araziel; excepto que estas eran de otro color, su plumaje era gris-plata.
Sin cruzar más palabras, aquellos dos ángeles caídos comenzaron a pelear entre sí. Shemhazai creó en ambas manos una bola de fuego, arrojándolas contra Araziel; quien usó sus alas como escudo y luego se abalanzó contra su oponente. Ambos contrincantes impactaron, entrelazando sus dedos con las mano del otro, en un agarre impresionante que no podía ser otra cosa que una demostración de quien era el más fuerte. La musculatura de los dos se marcaba más por el esfuerzo y las venas se les brotaban en sus pieles perfectas y lampiñas, en un combate parejo. Entonces, usando sus alas para girar todo su cuerpo, Araziel se soltó y logró aplicarle a Shemhazai una llave en el cuello; pero éste era igualmente hábil y se zafó para empezar una lucha cuerpo a cuerpo, forcejeando y frotando sus desnudos cuerpos uno contra el otro; que Eliot notó sorprendido como ambos falos celestiales eran igualmente enormes y estaban erectos y chorreando efusivamente hilillos seminales.
Ahí el chico de 12 años entró en razón y se dio cuenta que debía liberarse del frenesí lujurioso de su padre. Moviéndose de adelante atrás al mismo ritmo de las embestidas de su papá, el puberto le demostró al macho poseído que no había necesidad de tenerlo sujeto por las caderas; ya que él se dejaba y colaboraría con las cogidas. Así fue como Eliot logró cambiar de posición y hacer que su semental paterno quedara acostado boca arriba y él montándolo.
El puberto en ese momento comenzó a brincar más rápido y fuerte sobre el macizo rabo que le había dado vida; provocando una mayor traspiración en Enzo y que este jadeara mucho más, casi al borde de un tercer orgasmo. De ahí Eliot acompañó sus cabalgadas fálicas con hábiles movimientos circulares de su culito, a la vez que hacía fuerza con su esfínter para estrangular lo más posible la tremenda verga de su padre y así ordeñarlo.
Finalmente aquello ocurrió. Enzo gritó de gusto, mientras se corría otra vez dentro de los repletos recto y colon de su primogénito. Y justo en ese instante, aprovechando esos segundos de distracción y vulnerabilidad; Eliot desmontó el robusto rabo de su padre, tomó el libro de hechizos y lográndose poner en pie con cierta dificultad, se alejó de su papá. Éste se levantó enseguida, embravecido porque quería más y su verga permanecía erecta y más hinchada que antes; por lo que se lanzó en persecución de su pequeño hijo.
El pobre chico apenas y podía caminar después de las brutales sodomizadas a las que fue sometido; pero tuvo que correr, alejándose de su perseguidor y de los dos ángeles que continuaban batallando. Y en eso Eliot vio una vieja puerta de madera con grandes bisagras de hierro, la abrió y sin pensarlo entró en la otra habitación, cerrándola tras de sí; justo a tiempo que su padre golpeaba con todo su robusto y desnudo cuerpo del otro lado.
– Bienvenido mi pequeñín. Te estaba esssperando…
Eliot escuchó la familiar voz a sus espaldas; por lo que giró sobre sus talones y cuando se volteó del todo nada lo preparó para lo que vio.
—Continuará…
Como siempre fue una grata lectura, tengo ganas de ver el aspecto real del principe de la lujuria.
Me tienes enganchado a esta saga chico. 🤭🤭😳
Muchas gracias.
Y espero que el final te guste jeje 😛
Salu2!!
Que delicia este relato, lo que estaba esperando que el padre se lo cogiera! Que rico! Muy buena idea de este relato! Espero el siguiente!
Me alegra te gustara… y espero que el final también sea de tu agrado 😉
Salu2!!
NOTA DEL AUTOR:
El próximo capítulo es el final de esta Saga.
Tengo ganas de leer esa cloenda de ese relato demoniaco