El Demonomicón – Cap.10 Liberación
Y llegamos al final del libro y de esta inusual aventura….
Nadie puede decir que el trabajo de un contador fiscal no es arduo. Ese día don Philip salió realmente tarde de su oficina; ya era bien de noche, por lo que prefirió tomarse unos tragos antes de regresar a casa. Por suerte cerca de su trabajo hay un pequeño bar; así que caminó un par de cuadras, anticipándose la cervecitas heladas que se estaba por beber, y cuando abrió la puerta de la taberna local se quedó pasmado por lo que encontró dentro.
En el interior del poco iluminado bar, había siete hombres; completamente desnudos, cubiertos en sudor de sobacos y con sus vergas perfectamente erectas, escurriendo chorros de esencia viril; la cual era producto de todo el intenso y brutal sexo entre machos que se estaban dando.
El señor Philip se quedó inmóvil por varios segundos, viendo atónito como sobre la mesa de billar había un enorme, musculoso y peludo negro, cuyo miembro masculino era colosal; mismo que era cabalgado analmente por un joven delgado, blanco, con rastas castañas y barbita de chivo; mientras otro chico, uno pelirrojo, fornido y algo velludo, follaba al macho moreno por su peludo y oscuro trasero; todo al mismo tiempo en que sobre la mesa había un tercer joven de rodillas, uno fibrado, de piel canela y tatuajes tribales hawaianos, que cogía por la boca al corpulento negro. Ver aquello fue demasiado para ese conservador hombre de familia; que sin decir nada, simplemente salió horrorizado del lugar.
Jamal ni se dio cuenta de que alguien había entrado; pues estaba demasiado entretenido por toda la lujuria que estaba experimentando en contra de su voluntad. Ya otros dos sujetos lo habían sodomizado hasta acabarle dentro del culo, y ahora tenía a ese universitario atlético con pelo en pecho pelirrojo, pecas y corte militar, bombeándole muy fuerte las entrañas; lo que ocasionaba que el semen de los otros dos anteriores espumara y escurriera más por su abierto ano masculino. Y a pesar de la dolorosa fricción que tenía en su esfínter y recto, el placer que sentía al tener al otro estudiante; el de aspecto hippie y con todo el rostro lleno de piercings, así como en sus rosados pezones; le hacía estremecer casi al borde del orgasmo. Pero a pesar del dolor y placer descomunal que experimentaba, Lamonte no podía gritar; sólo podía gemir con la boca llena, puesto que el segundo jugador de futbol americano le estaba embistiendo la garganta, al punto de producirle arcadas y atragantarlo hasta el límite.
Y a pocos centímetros de esos cuatro, se encontraba el otro oficial de policía, Ren Tanaka; quien era suspendido por el urso tabernero y el otro corpulento hombre, el viejo mal encarado y racista; pero que ahora bajo el diabólico hechizo de Erasmus, estaba haciéndole una doble penetración anal a ese atractivo y marcado detective asiático. Este último gritaba a todo pulmón; ya que los rabos del peludo y barbón barman, más el del maduro minero eran muy grandes y gruesos, y juntos eran letales; que el tenerlos simultáneamente dentro de su rasgado culo le producían a Ren un dolor incomparable. El policía japonés parecía un muñeco de goma látex en medio de los traspirados torsos de esos toscos y apestosos machos, que en emparedado lo sostenían y obligaban a subir y bajar por la fusión de sus formidables falos.
– ¡¡AAAGHH!! ¡Me parten en dos! ¡Agh~! —Gritaba Ren entre jadeos, los que le ayudaban a contener el dolor; el cual era mitigado por un surgente placer, que crecía con cada clavada hasta el tope de su interior– ¡Agh~! ¡Sí! ¡Más! ¡Denme más! ¡Aaahhh…!
El oír los gimoteos de satisfacción de su compañero, le produjeron más morbo a Jamal; quien aún no podía creer que él también estuviera disfrutando de aquella viciosa orgía con esos extraños. Así que, cuando las pocas inhibiciones morales que le quedaban se esfumaron, Lamonte se dejó llevar y él también en silencio pedía más; hasta que comenzó a eyacular una tercera vez esa noche, aunque en esta ocasión fue dentro del culo del estudiante de las rastas y piercings. Éste al sentir como sus intestinos eran inundados por la abundante y espesa esperma del moreno musculado, también se corrió jalando su larga y curva verga; arrojando la cálida carga de sus huevos sobre los rizados pelos del torneado pecho de aquel varonil negrote.
Aquello fue una reacción en cadena; ya que los otros dos jóvenes, los miembros del equipo de futbol de la universidad ‘Rimload’, también acabaron con poderosos alaridos de gusto. El pelirrojo le llenó por tercera vez el colon a Jamal, al mismo tiempo que el hawaiano se corrió en la boca y garganta de Lamonte, haciendo que este se comiera toda su rica y tibia leche viril.
Y a pesar de que Ren tenía su culo desgarrado a causa de ese poderoso par de hombrías, entrándole y saliéndole simultáneamente; éste todavía lograba estrujárselas, pues con cada empalada tenía varios espasmos anales y en el recto; por lo que los macizos miembros del barman y el maduro minero eran ordeñados desde el interior, haciéndolos escupir todo el resto de su semen dentro de sus ardientes y machacadas entrañas. El oficial Tanaka pudo sentir cada chorro de ese dúo de rudos machos, que sin necesidad de tocar su propia verga, él también se corrió en una fuente de esperma, manchándose todo su esculpido torso lampiño.
Después de eso, los cinco machos que estaban bajo la influencia de la ‘Marca de Caín’ arrojaron a Jamal y a su compañero al piso. Ambos estaban calados en su propia traspiración y la de los otros, embadurnados en leche viril y con sus fatigados falos goteándoles semierectos.
– ¿Estás bien, Ren? —Le preguntó Lamonte, en lo que a gatas se acercaba a su amigo.
– Ah…sí… —Respondió el otro, sintiéndose algo colorado por la vergüenza ante su superior; mientras también sentía como su desflorado ano botaba borbotones de semen.
– Creo que ellos no piensan detenerse. —Y los dos giraron sus cabezas hacia arriba, viendo a aquellos hombres de pie delante de ellos, con sus rabos aún erectos y pidiendo más placer.
– Creo que no… Parece que seguirán cogiéndonos hasta el cansancio… —Agregó Tanaka.
Y en ese instante, Jamal y Ren tenían sus rostros a escasos centímetros del otro, e impulsados por algo desconocido, ambos se besaron con una intensa pasión, entrelazando sus lenguas; y en lo que esperaban que aquellas cinco deliciosas vergas les dieran más y más duro.
…
De regreso en la tienda, en las profundidades de su lóbrego y húmedo sótano, los ángeles caídos continuaban luchando entre sí. Ahora ellos empleaban espadas en su combate, las cuales habían tomado de los arsenales disponibles en las paredes de piedra.
– ¡Mejor ríndete! —Habló Erasmus, cuyo verdadero nombre es Shemhazai, y en lo que con su espada bloqueaba hábilmente uno de los ataques de su contrincante– Ahora el iluso chiquillo se encuentra en los aposentos de mi amo y él mismo se encargaré del pequeñín.
– ¡Pagarás por todo esto! —Y Araz lanzó un par más de espadazos contra quien milenios atrás había sido una vez su líder– Sabes muy bien que no debes intervenir en los asuntos mundanos; pero ahora trabajas para uno de los príncipes del Infierno.
Aquellos seres celestiales se movían con tal velocidad y destreza que un ojo humano no podría seguirles el paso. Sólo se podían percibir los metálicos destellos producidos en cada choque de los filos de sus armas y los borrosos rastros negros y plateados que dejaban sus amplias alas.
– No tiene caso explicarte mis motivos, Araz. Pero tú todavía estás a tiempo de cesar con este infructífero atento de derrotarme y unirte de nuevo a mí.
En ese momento ambos se detuvieron para recobrar el aliento, separados únicamente por un par de metros de distancia; los dos totalmente desnudos y con sus esculpidos cuerpos masculinos brillando por todo su sudor bajo el fulgor de las antorchas.
– ¡Jamás! Ya he pecado antes y ahora es tiempo de enmendar mis errores pasados.
– El gran Asmodeus puede darte el placer que tanto anhelas sin ser un pecado. —Y Shem señaló con la punta de su espada la enorme y firme verga de su oponente. Pues ambos estaban erectos y escurriendo néctar seminal– ¿Acaso no recuerdas cuando copulábamos con cuanta mujer deseábamos? ¿Y todas las demás cosas que hacíamos juntos?
Araz no respondió; sólo se mantenía en silencio, pero con su miembro palpitante de deseo.
– Cuando mi amo entre plenamente a este plano astral. —Prosiguió el otro– El placer sexual no tendrá límites. Incluso podrías fornicar al chiquillo; que estoy seguro que lo deseas…
– ¡Ya basta de tus manipulaciones! —Y Araziel desplegó a pleno sus majestuosas alas negras como el ónix y se lanzó contra Shemhazai.
La batalla ya no estaba tan pareja como al inicio. Ahora un nuevo fuego comenzaba a arder desde el interior de Araz, reflejándose como una brillante luz que emanaba del centro de sus labrados pectorales como el mármol. A Shemhazai le era cada vez más difícil bloquear los ataques del otro ángel, que tenía que ceder terreno retrocediendo; hasta que las puntas de sus alas grises tocaron la pared y sin espacio para evadir los violentos espadazos de Araziel, no pudo bloquear la estocada que le atravesó el pecho.
– Finalmente lograste ganarme en combate… ¡Blugh~! —Habló Shem escupiendo sangre; la cual no era roja, sino dorada, como oro líquido.
Y soltando su espada, el vencido ángel se dejó caer entre los músculos brazos de Araziel; quien lo abrazó y ayudó a recostarlo apaciblemente en el frío suelo.
– Tú y yo juntos pudimos ser algo especial… —Continuó Shemhazai tosiendo más sangre.
– Lamento que tuviera que terminar así, Shem… Yo siempre te amé y lo sabes. —A lo que el otro simplemente sonrió y cerró del todo sus hermosos ojos plateados.
Sintiéndose devastado por sus acciones, Araz se incorporó decidido a terminar con todo eso. Caminó hacia la puerta de madera con grandes bisagras de hierro, la que se encontraba al fondo de aquel amplio sótano, y que era azotada sin descanso por el poseído y desnudo Enzo; mismo que babeaba de su boca y erguido glande, invadido por un desenfrenado deseo por seguir fornicando a su lindo y pequeño primogénito Eliot.
Entonces el ángel detuvo al lujurioso y fornido papá y, con un simple movimiento de su mano, le borró de la frente la runa que representaba la infame Marca de Caín; liberando así a Enzo y haciendo que este se desmayara agotado.
– Descansa. Ya has eyaculado bastante por hoy. —Le dijo Araz al inconsciente padre– Yo me encargaré de proteger a tu hermoso hijo…
…
Momentos antes, y del otro lado de la puerta, Eliot trataba de calmar su agitada respiración después de haber escapado de su alto y peludo papá; así como de su inmensa y desgarradora verga, con la que ya lo había sodomizado mucho. Él podía sentir como el semen paternal de Enzo le escurría por sus lampiños muslitos, escapándose de su anito roto; mientras aquella puerta de madera parecía latir con cada uno de los poderosos golpes que su padre le propinaba, tratando desesperado de romperla y entrar. El puberto de 12 años dio unos cuantos pasos hacia atrás, sosteniendo en sus manos el pesado grimorio de cobertura de cuero y viejas runas grabadas en oro opaco; y en eso a sus espaldas escuchó una familiar voz:
– Bienvenido mi pequeñín. Te estaba esssperando…
El crío se giró sobre sus talones muy lentamente y cuando se volteó del todo, nada lo preparó para lo que encontró. La imagen que tenía frente a él ya la había visto antes, pero únicamente en dibujos y lo que ahora estaba delante de suyo era mucho muy real.
Asmodeus finalmente había recuperado su verdadera forma y sus más de dos metros de altura se hallaban sentados en lo que parecía ser un trono hecho de obsidiana pura. Aquel enorme demonio de piel carmesí tenía un cuerpo extremadamente musculoso, surcado por marcadas venas y cubierto en varias áreas por una gran cantidad de vellos negros, como todo su recio pecho, sus sobacos e ingle; pero la mirada del pequeño Eliot quedó clavada en lo más llamativo de aquella impresionante visión, que no era otra cosa que el sumamente grueso y gigantesco miembro masculino del demonio. Tan descomunal, que flácido le colgaba en medio de las fornidas y peludas piernas, donde el glande le llegaba a las rodillas, recostado todo en unos inmensos huevos; muy venosos, rojos, cubiertos de más vellos y del tamaño de cocos.
Eliot de la impresión se cayó hacia atrás, exhibiendo por unos segundos su rosado y abierto agujerito anal; del cual continuaba botando la leche viril de su padre.
– Así que vienesss a mí para entregarme tu culito a modo de ofrenda. —Habló Asmodeo en tono burlesco– Te alegrará saber que lo acepto de buen grado.
Y en eso, aquella monstruosa vergota empezó a erguirse palmo a palmo, ensanchándose un poco más; y a medida que se iba endureciendo, las venas se brotaban todavía más y el rojo prepucio se retraía hasta descubrir totalmente su morado y colosal glande. Ese infernal rabo era insuperable, fácilmente sería medio metro de sólida carne viril.
– Déjame decirte, mi pequeñín… —Prosiguió Asmodeo sonriendo con malicia– Que desde el día que me invocaste, supe que seríasss mío.
– N…no… ¡No! —Y Eliot se comenzó a levantar, recogiendo el Demonomicón; puesto que se le había caído– No vengo a eso… ¡Vengo a deshacerme de ti de una vez por todas!
Entonces, de la ancha espalda del demonio se desplegaron unas gigantescas alas membranosas, que de punta a punta cubrían la habitación en la que ellos estaban; y sobre su horrendo rostro apareció una flameante corona de fuego, misma que quedó flotando sobre su cabeza.
– ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! —Se carcajeó el príncipe del segundo círculo del Infierno– ¿Acaso creesss que tú, un insignificante niñito, puedes oponerte a mí? ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
Asmodeus estiró uno de sus musculosos brazos y señalando con su dedo índice de larga uña, apuntó directo al pentagrama invertido que seguía dibujado en el plano vientre de Eliot. Este empezó a brillar al rojo vivo; causándole al chico un agonizante dolor, que lo dobló al suelo.
– Espero que no pensaras que ese simple ritual de ungimiento podría contrarrestar mi marca.
Y en eso el crío se incorporó con sus ojos completamente oscuros; las pupilas de Eliot se habían dilatado al extremo de haber cubierto por completo sus iris azules, e incluso lo blanco de sus ojos también se tornó de ese negro espectral. Además, el gran falo del niño estaba muy duro y se sacudía sólo; en lo que él sentía esa familiar sensación de lujuria desenfrenada, ese deseo imperioso por consumir carne viril e ingerir cuantiosas cantidades de leche de macho.
– No…no pudo controlarme… —Dijo Eliot con lágrimas recorriendo sus mejillas y al mismo tiempo que caminaba involuntariamente en dirección a su amo y señor Asmodeus.
– Así me gusta, pequeñín… Ven… Te enseñaré nuevos placeresss…
Una vez más el pequeño se había convertido en un súcubo, una criatura cuyo único propósito era buscar placer sexual y saciarse de la virilidad de los hombres; aunque en este caso lo que Eliot tenía por delante no era un hombre, sino que se trataba del mismísimo demonio de la lascivia, la personificación de la Lujuria pura. Así que atraído por la desorbitante virilidad de Asmodeo, el chico se arrodilló ante su descomunal y pesado rabo, y tomándolo con ambas manos se lo llevó a la boca. Aquel glande era tan gigante que realmente no le cabía en la boca; por lo que simplemente se puso a lamerlo efusivamente, pues con cada lamida saboreaba la deliciosa testosterona del demonio y como los abundantes jugos seminales que le emanaban se sentían hirvientes, pero a la vez eran exquisitos.
Pronto el hambre libidinosa de Eliot lo hizo querer más, que metió toda su lengua por el gran ojete de la vergota de Asmodeus, buscando desesperado poder consumir más de su esencia.
– Sabesss pequeñín. —Le habló el demonio, quien no parecía inmutarse por el placer que el niño le estaba procurando– El “Sello del Súcubo” no habría funcionado tan bien en ti, si en el fondo no fueras un auténtico putito y esa es la verdad… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
Eliot podía escuchar sus palabras; aunque no podía detenerse y desesperado masturbaba como podía aquel pesado miembro masculino, tan grande y grueso como un tubo de agua industrial; relamiéndolo todo lo que podía y comiéndose todo los líquidos que escurría de éste.
– ¡Mmmm…! ¡Slurp~! ¡Mmmm…! ¡Slurp~! —Era todo lo que salía de su boquita.
Luego de estar felando cuanto podía de ese monumental falo, Eliot continuó llevándose por la magia del hechizo del súcubo o como el demonio le había revelado, por los instintos naturales que ya traía consigo; puesto que él era un niñito puto desde su nacimiento. Entonces el crío se levantó y con su recia verga, bien firme y dura, se acercó a aquel glande y gran ojete; que tenía las dimensiones de un ano, por lo que el lujurioso puberto comenzó a introducir su rabo en esa abertura y uretra, penetrando la verga de Asmodeo con la suya propia.
Con eso, el príncipe del infierno soltó un sonoro y profundo resoplido de placer; justo cuando todos los más de 20cm del miembro de Eliot habían quedado bien metidos y ahora follaban a aquella colosal vergota con un incesante mete y saca. Esa fue la primera vez que el chico cogía; aunque no precisamente un culo, sino que a la monstruosa y venosa verga del demonio que lo controlaba. El pequeño súcubo, ahora todo un semental como su padre, embestía aquel ojete y uretra gimiendo de placer y traspirando en la misma proporción. Pero ese nuevo placer fue demasiado para él y al cabo de poco tiempo empezó a eyacular, inyectando así varios disparos de su semen dentro del inmenso instrumento inseminador de Asmodeus.
– Oh…lo estás haciendo muy bien mi pequeñín… Ahora quiero que me entreguesss tu culito.
– Sí, amo… Yo soy todo suyo… —Y Eliot comenzó a trepar por el fornido y velludo cuerpo del demonio. Se colocó de espaldas a éste y, apoyando sus desnudos pies en los macizos muslos de Asmodeo, se ubicó bien para intentar montar su nervudo y mortífero falo.
Anatómicamente aquella tarea debía ser imposible y sin pensar en las consecuencias de sus acciones, el lujurioso putito prosiguió. Agarró con ambas manitos aquel ardiente rabo, para ayudarse a posicionar el glande justo en su ensanchado esfínter y poco a poco se dejó sentar; forzando el paso de aquella vergota por su anito de 12 años. Pero el príncipe demoniaco estaba impaciente; por lo que sujetando a Eliot por la cinturita y abdomen de lavadero, impulsó al niño hacia abajo, haciendo que su verga le atravesara de una el recto y le entrara a la fuerza en el culito; desgarrándole por completo el esfínter en el proceso.
El crío gritó; pero como se encontraba sometido a las influencias infernales del poder de Asmodeo, Eliot lo soportó todo y él solito se dejó clavar más de ese monstruoso mazo viril de carne, venas y vellos. De alguna forma las entrañas del chico permitían el paso de esa bestia fálica en su interior; misma que era visible desde afuera, ya que todo el robusto glande se marcaba como una enorme protuberancia por su plano estómago y hasta en el pechito, moviéndose en lo que ahora Eliot subía y baja por esos más de 50cm de virilidad diabólica.
– Oh…pequeñín… Puedo sentir como toda mi verga te atraviesa todo el cuerpecito…Ooohhh…
– ¡Agh~! ¡Duele! ¡Pero qué rico! ¡Más…! ¡Ay…sí! ¡La siento en la garganta! ¡¡MÁS!! ¡¡AAAHHH!!
Entonces Eliot comenzó a correrse. Chorro tras chorro su esperma salía por su duro rabo, el cual se sacudía con cada violento sentón, manchando todo el pido de piedra frente a él. Y no más soltó su última gota de semen en esa segunda eyaculación, el chico empezó a orinarse. Su erecta verga disparaba sus meados amarillos como un aspersor, en lo que sentía que alcanzaría otro espectacular orgasmo; pero de súbito la vieja puerta de madera estalló en pedazos y por el umbral entró Araziel envuelto en una intensa luz.
– ¡Deja ir al niño, criatura del averno! —Exclamó el majestuoso ángel de cabello azabache y hermosos rasgos; quien blandía su espada en dirección al demonio.
– ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¿Qué no ves como el pequeño lo está disfrutando? —Le respondió Asmodeo, al tiempo que con sus manos empujaba más hacia abajo al pequeño, para que este se ensartara todo su monstruoso rabo hasta los rizados y tupidos pelos púbicos.
Con eso Eliot gimió aún más y acabado de liberar toda su orina, volvió a correrse a chorros.
– ¡Agh~! ¡Sí! ¡Más! ¡Por favor deme más, amo! ¡¡AAAHHH!!
– ¿Lo ves? ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! —Se burló el demonio fascinado con toda aquella situación.
– Oh…no, el Sello… ¡Nene, escúchame! —Habló Araz dándose cuenta de todo y dirigiéndose hacia Eliot; mismo que continuaba cabalgando aquella desgarradora vergota, desesperado por más placer carnal– ¡Debes combatir contra el deseo! ¡Puedes hacerlo, yo creo en ti…!
Y en eso los ojos del puberto se despejaron, revelando su cristalino azul cielo.
– ¡¡NO!! —Intervino Asmodeus, demostrando real enfado– ¡Este putito y el Demonomicón son míos! ¡Y tú, ángel inferior, no podrás interponerte!
En ese momento el imponente Asmodeo se levantó de su trono y tomando al chico como si fuera un muñequito de trapo, lo desencajó de su nervudo y abrumador falo de medio metro; sólo para desecharlo y lanzarlo al suelo a varios metros. Eliot sintió como el aire se le escapó de los pulmones cuando colisionó contra el piso de piedra y como su desnudo cuerpecito se raspaba al rodar hasta lograr detenerse. Y cuando puedo recobrarse, se apoyó con los codos para alzar su cabeza y ver como ahora el demonio luchaba contra el ángel caído.
Araziel intentó cortar a su adversario, pero la dura piel del príncipe de la lujuria era impenetrable; el cual en un hábil movimiento atrapó la espada con la palma de su mano y apretándola como si nada, la hizo añicos entre sus dedos. Luego forcejeó y tomó a Araz por el cuello, y con su otra mano lo sujetó por una de las alas negras, inmovilizándolo contra el suelo y sometiéndolo boca abajo; frotando su enorme y erecta verga contra la musculosa espalda y lampiñas nalgas del ángel. El dominado Araziel no podía hacer nada, ni siquiera cuando sintió el violento dolor en su culo al ser desgarrado por la monstruosa virilidad de Asmodeus.
La desesperación invadió a Eliot, al igual que las lágrimas le nublaban la mirada. Sentía un cansancio que le calaba hasta los huesos y como su trasero estaba partido, tan abierto que podía percibir el helado aire de la habitación entrar y salir por su agrandado ano. Ya no había nadie que lo pudiera ayudar. Araz forcejeaba en vano, mientras era brutalmente cogido por aquel dotado demonio.
– ¡Oh…qué delicia! —Exhalaba Asmodeo entre jadeos de placer– Tienes el culo tan rico como Shemhazai… Ustedesss los ángeles tiene un culo exquisito, casi tan rico como el de un niño…
– ¡¡AGH!! ¡Oh…Yahveh! ¡¡AAAHHH!! —Gritaba Araziel, con todos sus esculpidos músculos perfectamente tensados y su prominente miembro viril tan firme como la ‘Lanza de Longino’.
Y en eso Eliot lo vio, tirado a pocos centímetros de donde él estaba, el antiguo grimorio que había iniciado todo. Entonces recuperó la entereza, junto a la nueva madurez que había adquirido durante todo ese calvario, y se arrastró hacia el viejo libro.
Por suerte Asmodeus estaba muy entretenido en su viciosa violación angelical; que no prestó atención al chico que abría el Demonomicón, hasta encontrar el hechizo que Araz había traducido para que él lo usara en ese momento. Como pudo Eliot se puso en pie y con el pesado libro entre sus manos, comenzó a recitar el encantamiento que liberaría las ataduras que mantenían al demonio en este plano. Y fue hasta ese instante que Asmodeo se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo; pero ya fue demasiado tarde, el niño estaba en la última línea:
«…AÈSMA GÖRUM! ¡ÛNKALA LINGURÉM! ¡¡BARA UDÛR!!»
Terminando de articular la última sílaba del conjuro; detrás de ellos se abrió un gigantesco vórtice de sombras y llamas, el cual empezó a aspirar todo el aire del sótano y con éste al mismísimo demonio. Asmodeo trataba de aferrarse y usar sus membranosas alas para liberarse de aquel agujero negro, mismo que parecía únicamente succionarlo a él. Y aprovechando la oportunidad, Araziel logró liberar su culo de aquel bestial falo y alcanzó a Eliot, abrazándose desnudos y contemplando aliviados como Asmodeus era regresado a su dimensión.
– ¡Me las pagaran! ¡Me vengareeé–!
Y tan sencillo como jalarle al excusado, el príncipe del segundo círculo de los infiernos se desvaneció sin dejar rastro.
– ¿Estás bien, nene? —Le preguntó Araz liberándolo de su fuerte abrazo y al mismo tiempo en que el vórtice se cerraba por completo.
– Sí, creo que sí… ¿Y tú?
– ¡Eres extraordinario! —Prosiguió el ángel ignorando la preocupación de Eliot– Espero que sepas lo maravilloso que eres. Y lo cierto es que sabía que lograrías derrotar a Asmodeus.
– Papá… ¡¿Mi padre, dónde está?! ¡¿Qué le pasó?! —Se alarmó el chico al recordar a su padre.
– Descuida, él está bien.
Y Araz guió al chico de regreso a la otra habitación, donde Enzo estaba inconsciente, pero en perfectas condiciones; quizás con unos cuantos litros de semen menos, nada más.
El único problema es que no hallaron el cuerpo de Erasmus; sólo encontraron el charquito de sangre dorada que había dejado en el piso y una pluma plateada en medio.
…
Owen volvía a su casa esa tarde, sintiendo la camisa blanca de su uniforme pegársele a su menudo y sudado cuerpecito. A pesar de que el verano estaba terminando, el calor persistía. Entonces entró a su sala y encontró sentado en el sillón, y como ya era costumbre, a su abuelo; a don Otto Dickinson, un señor mayor de 70 años pero de apesto recio y con canoso pelo en pecho. Éste veía la televisión en una floja calzoneta y sin nada arriba que cubriera su también bien traspirado torso y velludos sobacos, con ese hedor suyo a macho añejo.
– ¡Hola abuelito, ya regresé! ¿Y mamá…? —Y el niño de escasos 12 años le dio un besito en la cabeza calva, excepto por una corinilla de cabello blanco alrededor.
– No está, salió; pero te dejó esto… —Le contestó éste a su nietecito, justo en lo que se bajaba la calzoneta y dejaba por fuera sus genitales masculinos; un par de grandes bolas colgantes y un buen rabo, que poco a poco se iba poniendo cada vez más grueso, cabezón y duro.
El pequeño Owen de inmediato arrojó su mochila al suelo y se arrodilló entre las piernas de su abuelo, preparado para hacer su tarea favorita, mamar aquel gustoso y macizo miembro viril.
– ¡Slurp~! ¡Mmmm…Qué rica te sabe, abuelito! —Le confesó el crío después de estársela chupando largo rato y mientras ahora se la lamía toda, desde los huevos arrugados hasta el jugoso glande colorado.
– Es porque no me la he lavado…Oh… ¡Eso es, cómetela muy bien para que te de toda mi lechita caliente! —Y el macho septuagenario encendió un puro en lo que observaba a sus pies como su nieto lo felaba– Esta noche quiero que vayas a mi alcoba. Te llenaré el culito con más.
– ¡Slurp~! ¡Sí, abuelito! ¡Mmmm…! ¡Slurp~!
Esa era la nueva normalidad del puberto; quien había descubierto lo mucho que le gustaban los hombres y lo feliz que le hacía darle placer a su abuelito, el cual ahora se había convertido en su semental, dándole de comer cremoso semen casi a diario e incluso se lo follaba; lo que había mejorado increíblemente su salud y ya no padecía de sus episodios de demencia senil.
…Y en otra parte de la ciudad, en el baño de la jefatura de policías, dentro de uno de los sucios cubículos; se hallaba Jamal, a medio desvestir, con sus musculosos brazos negros llenos de tatuajes y su torso cubierto de vellos rizados, ya bien empapados en traspiración por todo el esfuerzo de estar bombeando muy rápido y fuerte el trasero de su compañero. Ren también estaba sin camisa, con su lampiño y fibrado cuerpo calado en sudor, con el pantalón a los tobillos y apoyado de frente contra la pared de aquel cubículo, sintiendo a sus espaldas como la maciza y morena verga de Lamonte le entraba y salía deliciosamente por su pálido culo.
Ninguno hablaba, sólo gemían y jadean por el intenso placer que sentían, igual que cada vez que follaban juntos. El agente Tanaka volteó hacia atrás el rostro y abriendo la boca recibió los pasionales besos de su compañero, mientras sentía el roce de su espesa barba y como éste lo penetraba cada vez más profundo y duro; que no pudo más y se corrió, manchando con su esperma toda la pared de ese cubículo. En ese momento Jamal también alcanzó el orgasmo, vaciando su carga seminal en las cálidos y estrechos intestinos de Ren.
Luego se vistieron y trataron de refrescarse un poco en los lavados frente al espejo; justo en lo que entraba al baño el mismísimo comisionado Ford.
– Así que aquí estaban los dos. —Les dijo su jefe; un hombre bajito, regordete y de fino bigote; al tiempo que les mostraba el encabezado de la edición vespertina del diario local– Finalmente podemos cerrar el caso.
– ¿Seguro? —Inquirió Lamonte, terminando de abotonarse la camisa; la cual se ceñía a su físico musculoso– ¿Aunque aún no se sepa qué fue lo que pasó con las víctimas?
– No importa. —Le respondió el comisionado– Las doces víctimas ya han despertado del coma. ¿Qué más da que no recuerden nada? Lo importante es que se encuentran bien y con eso podré dejar atrás este molesto asunto tan extraño. ¡Y no se diga más!
– Entonces creo que es la oportunidad perfecta para pedirle vacaciones. —Dijo Ren sonriendo.
– Mira como me rio de tu bromita. ¡Mejor regresen a trabajar los dos de una vez! —Contestó el comisionado de policías con semblante serio y sin más nada que decir se marchó.
– Pero si no era broma. Tengo derecho a vacaciones, ¿o no?
– Mejor déjalo así. —Y el alto de Jamal tomó entre sus fuertes brazos a Ren y acariciando el varonil rostro de su íntimo amigo continuó– ¿Vendrás a casa esta noche?
– Pensé que hoy se quedaba contigo Treyvon.
– Así es, pero a él no le molesta. Ya sabe que los dos cogemos y parece estar bien con eso.
– Ahora que lo mencionas; últimamente he notado que tu hijo te ve mucho, como con cierta curiosidad. ¿No será qué él quiere que tú también…?
…Horas más tarde en la casa de los Vergori; padre e hijo se encontraban en la cama del primero, ambos desnudos y entrelazados en un placentero ‘69’. Eliot se deleitaba atorándose con la enorme verga de su papá; aquella carne viril paternal que le había dado la vida, ahora le daba un placer sin igual. Por suerte para el pequeño, después del incidente con el libro de hechizos y todo el asunto de los ángeles y demonios, el padre recordaba haber sodomizado a su hijo y lo mucho que lo había disfrutado, que ahora Eliot era prácticamente la pareja de su papá. Y en cuanto a Enzo, este ya no buscaba mujeres, puesto que en casa tenía algo mucho mejor, a su lindo y dulce retoño, y justo por eso ahora saboreaba la rica y enorme verga de su primogénito; la cual no había retornado a su tamaño original, sino que seguía casi tan grande y gruesa como la de él y no parecía la de un típico niño de sólo 12 años de edad.
Al cabo de un rato, ambos se soltaron de los falos y el crío se subió sobre los velludos muslos de su papá y ambos se sentaron en la cama cruzados, viéndose cara a cara, y en lo que Eliot se enterraba a pleno todo el venoso y robusto rabo de su semental padre.
– Oh…campeón… ¡Como me gusta tener mi vergota entera dentro de tu culito…! —Confesó el hombre, que solía ser heterosexual, mientras experimentaba los placeres de tener empalado a su vástago por las entrañas infantiles.
– Y a mí, papito…Aaahhh… ¡Me encanta que me folles y preñes el culo! —Y los dos se besaron con lengua, casi que quitándose el aliento– Prométeme que estaremos así, juntos por siempre.
– Te lo prometo, hijo.
– ¡Te amo papi…!
…Y afuera, lejos de ahí, el cielo nocturno estaba despejado; pero por las intensas luces de la ciudad apenas y se divisaban unas cuantas estrellas. Y sobre la azotea de uno de esos altos edificios, había una figura masculina desnuda. Se trataba del atlético y hermoso Araziel, quien tenía consigo el Demonomicón. Entonces, de pronto, de su espalda se desplegaron un enorme par de alas; pero ya no eran de plumas negras, sino que eran blancas y resplandecientes; y con estas el viril ángel se lanzó al vacío, volando sobre el mundo mortal que ignoraba su existencia. Y así, él se perdió bajo el fulgor de la luna llena.
—El Fin!
Genial desenlace, pero me dejaste con la intriga de que paso con los que empezaron esa historia de venganza libinosa. Creo que seria un puntazo saber que fue de los que hicieron bulling al protagonista.
Igualmente me han encantado esa serie de relatos.
Como todos los tuyos, que me encantan
Pues cuando Asmodeo fue regresado y se liberó toda la energía sexual acumulada, las doces víctimas despertaron del coma sin recordar nada, y entre ellas estaban los bravucones de Dorian e Irvin; por lo que ellos habrán regresado a su vida normal sin enterarse de nada 😛
Y yo no considero a la historia como un ‘arco de venganza’ jejeje… Pero que bueno que te haya gustado el final y la saga. No pienso volver a hacer algo tan elaborado.
Salu2!! 😉
Ah, Bueno con esa aclaracion me dejas ya claro que paso con Dorian y Irvin. Me encanta leer tus relatos 😍🥰
Gracias 😛
Esta serie de relatos fue maravillosa! Por favor, no dejes de escribir! Deleitanos con mas historias! Ha sido fenomenal! Saludos!
Gracias. Sí seguiré con más relatos, hasta que me canse, pero no volveré a hacer una historia como esta, eso es seguro 😛
Salu2!!