El Deseo de Sergio… (Las Confesiones de Nelson)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Al pasar cerca de un comando policial, ahí en ese mismo lugar, hay un parquecito, tan viejo que, cuando yo era un chico, ya tenía años ahí, al lado del comando policial.
Ahora que he pasado por ahí mismo, los recuerdos vienen a mí. Aún existe “el elefante” hecho de tubos, en mi época de niñez, estaba pintado de color verde agua, ahora es azul. Viéndolo bien, no parece un elefante, más bien un puerquito.
Recuerdo, tantas veces, cuando mi madre me mandaba al abasto que está cerca. Antes de hacer el mandado, primero iba y trepaba por los tubos, y en la trompita, me sentaba, luego me dejaba caer y con la cabeza hacia abajo, me balanceaba un rato. Como todo lo demás, cuando crecemos, vemos las cosas y los espacios más pequeños.
Al fondo del elefante, estaba una habitación larga, y no tan ancha. Cuando había redada, o agarraban preso a un hombre, en esa habitación es que los metían. La vi, y ya no está en uso. Las paredes hacen tiempo que no la han pintado, y la única puerta que tiene, se ve, que fue sellada desde hace tiempo.
Otro recuerdo florece en mi mente, y parece que no voy a seguir andando, si me quedo pensado ahí parado.
Hubo una tarde, era viernes. Casi todo el tiempo, era los viernes que mi madre hacia el mercado para la semana, pero ese viernes no fue así. Solo me mando a comprar un kilo de carne, para cenar. Hacia lo de todas las veces, primero ir al elefante. Esa tarde llego una patrulla, con dos muchachos que habían cogido presos; supongo por alguna redada. A mi hermano mayor, lo llegaron agarrar, pero después de unas horas, lo soltaban porque no tenía antecedente. Si esos dos muchachos que han traído, no tienen expedientes, probablemente lo soltaban pronto.
Yo vi cuando los han bajado, y cuando lo ha metido a la habitación que está detrás del elefante, a unos siete u ocho metros.
Deje de balancearme, y siento cuando la sangre comienza a bajarme de nuevo. Dos policías, metieron a los dos muchachos; unos adolecente en ese entonces. Uno de ellos era moreno, grueso sin ser gordito, vestía una bermuda blanca con una franelilla azul. Yo había dejado el elefante atrás, ahora si iba al abasto, pero iba lento, mirando a la puerta de la habitación. En eso, veo que el moreno se desnuda completo, inclusive se quitó la trusa, y dejo ver un morcillón grueso, guindando.
Fueron escasos segundo, pero detalle todo. Era primera vez que veía un güebo grande, y también llenos de pelos, rollitos oscuros. El muchacho, movió la cabeza de lado a lado, negando al policía, que no tenía nada oculto, luego se puso la ropa, y ya de ahí, no vi más nada.
De regreso del abasto, también solía pasar de nuevo por el elefante, pero esta vez no. He salido corriendo directo a la casa, al llegar deje la bolsita de carne sobre el mesón de la cocina, fui hasta la última habitación, que no estaba aún por terminar. Ahí dentro había un pipote de cartón comprimido, fregando mi pipi contra el pipote, simulaba que cogía y en los pensamientos, sin saber nunca de eso, imaginaba ese miembro viril en mi boca y en mi rajita. Siento el cosquilleo, me relajo y luego voy al baño, orino y todo ya me ha pasado.
II
No había un capitulo que me perdiera de la telenovela “Vampi” ni siquiera recuerdo que día de la semana fue aquello. Cuando he tocado un güebo a un primo dormido.
Después de finalizar el capítulo, todos los que estábamos en la sala, nos íbamos a acostar. Mi primo Henry, no tenía mucho de haber llegado de viaje. Se estaba quedado en casa, ahora que recuerdo, eso fue en una época de vacaciones.
No lo había visto hasta esa noche, quiero decir, esa noche deje de ser inocente, y mis pensamientos me llevaron a verlo de otra manera, a mi primo.
Había un hermano mío, que dormía en una camita muy pequeña. Ya él estaba roncando, yo prendo la luz y veo a donde me voy acomodar para dormir. En el suelo hay un colchón tirado, a la horilla dormía Henry, no roncaba pero se veía que estaba dormido. Quizás si no hubiese sido, que la sabana que lo arropaba, le ha dejado descubierto la entrepierna, yo esa noche hubiese dormido tranquilo, sin maquinar con los pensamientos morbosos que empezaba a tener a esa edad.
Usaba una trusa marrón, apenas se le nota, porque su piel es de ese mismo color. No tenía muchos pelos en las piernas, pero sí que, se le marca el trozo de güebo de un lado. Me acuesto hacia la pared, y estaba temblando, sentía frio en los pies, pero por dentro estaba prendido en fiebre.
Era un bulto que he visto en la entrepierna de mi primo. Estaba apretado, como si doblado en el tronco por lo mal acomodado.
<< ¿Y si pongo mi mano encima? >>.
Pensaba y pensaba, intente coger el sueño, pero no podía. Creo que ya era más de la media noche. Todo estaba oscuro, mi hermano había dejado de roncar, y solo, el único ventilador en la habitación era lo que se oía en ese momento.
Ya no pensaba, sino que deliraba. Mis ojos estaban pesados, pero sueño como tal, no tenía. Poco a poco fui acercando mi cuerpo, cerca al de Henry, me meto entre sus cotillas, y siento el vapor que emana su piel. Él no se mueve, y más me acurruco. Total, si despierta, yo finjo estar dormido.
Ya no era yo, estaba habiendo algo nuevo, algo que nunca lo he visto, ni nadie que me ha enseñado. Solito lo premeditaba, y así, sin más. Coloco la rodilla sobre su cuerpo, no logro atinar, mi intención era montarla sobre la entrepierna, pero la he puesto más debajo de ella. Pero no importaba, solo debía subirla un poco más.
A todas estas, yo creía estar dormido. Era como una defensa para mis propios pensamientos; engañándome a mí mismo.
Con los ojos cerrados, voy subiendo lentamente la rodilla. Cuando alcanzo tocar por debajo de las bolas, de nuevo siento el escalofrío en mi piel. Faltaba poco por llegar al tronco del güebo, y de solo pensarlo, tiemblo y creo no poder calmar esos nervios. Subo la rodilla, y al pasar por encima del bulto, fue como pasar un tumulto sobresalido en la superficie. Era grueso, estaba templado sutilmente, y sentir el tacto con mi rodilla por encima de la tela de la trusa, era suficiente como para yo convulsionar de la excitación.
Para nada se ha movido, ni un poquito. Deje mi pierna montada sobre su cuerpo, y como si no fuera poco, también lo abrazo. Estaba seguro que él, iba a entender que yo, solo estoy dormido y lo he abrazado como a una almohada.
Pero hasta donde he llegado no era suficiente, quería ir más lejos. Ya la tela de la trusa estorba para mi piel. Ahora quiero sentir lo carnosa que debe ser. Tocarla sin ningún impedimento.
La mano que tenía sobre su abdomen, la iba bajando poco a poco. No tenía cuadritos, pero sí que estaba duro. Cuando toco sus pelos, me prendo en fiebre de nuevo, sigo bajando y con los dedos aprieto el tronco del güebo. Tuve que bajar mi pierna y alejarme de su cuerpo, agarro la sabana y la muerdo. Me estaba dando unas convulsiones de nervios y excitación que no podía controlar. A cada rato temblaba de pies a cabeza, y hasta los dientes me sonaban, por ello mordía la sabana. Me regañaba por dentro << ¿acaso vas a dejar pasar esta oportunidad? >>…
Cuando me hube calmado, solo la mano lleve directo al güebo. Seguía con la misma rigidez, no estaba duro, pero si abultado y apretado. Sobo desde la base de las bolas, hasta la puntica del güebo. Presiono suave en el tronco, y de nuevo quito la mano, para poder descansar de tanto tenerla al aire.
Al regresar la mano, siento que está un poco más dura, o quizás no había tocado por ese lado. A la horilla de la trusa, los pelos de la ingle se sienten más espesos, y ha levantado un poco el elástico. En esa mínima abertura, meto los dedos y toco el tronco del güebo, piel a piel. Otro ataque de espasmos me da, y de nuevo tuve que morder las sabanas…
La mandíbula me palpitaba solita, tenía la mano encima del paquete de mi primo. Y no hacía falta tener experiencia, yo sabía lo que era una erección. El güebo lo tiene prensado, y brincaba cada rato. Si Henry estaba despierto, entonces fingía dormir.
Yo apretaba el ese mazo de carne dura, y al ratico palpitaba. Lo sobo todo, el tronco, las bolas y cabecita. La trusa le queda pequeña, se levantaba la tira y ya el glande se le estaba por salir, me he dado cuenta, porque sobando, siento la humedad viscosa en mis dedos. Dejo de tocar, y mis dedos los huelo, luego también lo pruebo, y en mi boca lo he sentido delicioso. Relamo y sin pensarlo, sigo tocando lo poquito del glande que está afuera. Paso el dedo por la rajita de la cabeza, y ahí limpio el líquido viscoso, y de nuevo llevo mis dedos a la boca. Ya era imprescindible, automáticamente, mi paladar sentía la necesidad, de probar ese líquido, directo desde ese güebo. Ahora se me está ocurriendo meterlo en mi boca, darle una probadita, pasar mi lengüita en esa piel lisa y templadita.
La boca se me hace agua, la fiebre creo tenerla en 40. Y como un borracho, sin pensar en lo que hago, me deslizo hacia abajo. Queda mi cabeza al lado de la cintura de Henry. Solo hace falta moverme un poco, subir la cabeza y pasar la lengua en la cabecita que esta sobresaliente.
Así mismo como lo he pensado lo hago, pero antes de pasar la lengua, el olor de las bolas fue algo embriagante. Me detuve ahí, a olerlas, aspirar todo ese olor de macho…
Ahora iba más decidido, como si no me importara todo lo que pueda suceder. Palpo el tronco, y sin querer queriendo, bajo más la trusa, medio güebo le queda afuera. Y con ese palo afuera, brincando entusiasmado, cierro los ojos, y pasa la lengua a la paleta de carne gruesa.
El sabor de esa verga, hizo explosión en mi paladar. La saboreo y chasco la lengua, humedezco mis labios, y de nuevo le doy en lenguazo. Seguido, chupo el glande, el frenillo y meto la puntica de mi lengua en la rajita de la verga. Abro la boca, y trago medio güebo, lo chupo y muevo la cabeza de lado a lado, hacia abajo y hacia arriba. Cuando más, estaba entusiasmado en meter todo ese falo en mi garganta… la implosión del semen me ahoga y me sorprende.
Solo alcanzo oír, un leve gemido. Como cuando alguien se relaja muy quedito.
Toda la boca me la lleno de semen, yo hago es tragar, y siento como el viscoso liquido quema mi garganta, y como deja mi paladar seco y pegajoso. La quijada me la ha llenado, y el espacio de ahí de la entrepierna, toda se ha inundado del olor del semen. Con los dedos, limpio mi quijada, y no me queda de otro que engullirlo y comerme ese pesgoste de leche espesa.
La verga de Henry se puso flácida casi al instante. Tampoco hacía falta de experiencia, bastante a los muchachos del barrio, oía cuando hablaban del semen, después de acabar, todo terminaba.
Mi fiebre fue pasando poco a poco, y termino de bajarme, cuando al no mucho rato, mi primo se mueve, se acomoda y se pone de lado, dando la espalda hacia mí.
III
Presente
No creía que tan solo, por decirle a Nelson que Henry estaba viviendo como marido y mujer con una tía, el me fuese a confesar sus secretos. Creo que yo había exagerado, pero es que él, no me dejo culminar mi cuento; Henry es sobrino político, y aunque la sangre no los uniera, la tía lo había visto crecer desde chico.
Si no hubiese omitido ese detalle, creo que Nelson no hubiera dicho nada, o quizás sí. Lo cierto es que cada detalle que contó, me puso todo duro. Y desde aquella única vez, con mi primo Henry, no había sentido el deseo de estar con un hombre, bueno, a lo mejor todo este tiempo lo he reprimido…
A lo que veía a mi novia, la cogía duro. Cerraba los ojos, e imaginaba todo. Pero todo era una mezcla revoltosa; me visualizo como Graciela, como Nelson como yo mismo… era todos ellos juntos. Lo que importaba, que en cualquier de los personajes, yo sentía el morbo del placer de hacer lo prohibido.
IV
Estaba súper duro, palpitaba su verga, y la mía siguió el ritmo de ella. Nelson no decía nada, solo levantaba un poco la cintura. Cuando yo hago presión, el suspira y lego coloca sus manos en mis nalgas. Nos apretamos y movemos las caderas, como si tuviéramos cogiendo.
No sabía si besarlo, y creo que él también está en la misma. Nos afincamos, pero no sabemos que hacer más. Con mis manos toco su pecho, está caliente y el corazón lo tiene acelerado. Sin dar más vuelta al asunto, le beso en la mejilla. Dejo de afincar, y por un momento, pienso que ya se va echar para atrás. Pero me sorprende, me da un beso en los labios, yo lo vuelvo a besar; son besos secos, labios contra labios. De nuevo nos aceleramos, nos envolvemos uno al otro, me tumba a la cama, abre mis piernas y se mete en el medio, frotando su erección en mis nalgas, lamiendo mi cuello y luego para darme un beso con lengua.
Ya no soy un dominante, Nelson me ha dominado. Con fuerza de macho, hace que me voltee boca bajo. Yo agarro la almohada, la abrazo y me estremezco cuando siento su respiración en mi nuca, junto con la erección que presiona en la raja de mi culo. Levanto la cola, y el afinca hacia abajo. Busca la tira de mi ropa interior, y la jala sacándola y dejándome todo desnudo…
Cuando se puso de pie, se estaba quitando el interior. Yo me acerco y le toco el güebo, se jalo hacia atrás, y de una, lo meto en mi boca. Es de un sabor delicioso, casi puedo compararlo con el de Henry.
Nelson jadea, coloca su mano en mi cabeza, la empuja al mismo tiempo con la cadera. No tengo el cabello largo, y quería como jalarme de los pelos, solo puso sus dos gruesas manos en los costados, y empieza cogerme la boca como todo un macho.
Estaba ahogado, cada arcada, sacaba el güebo de mi boca y el glande se lo dejaba todo babeado. Le chupo las bolas, huelo el olor del pubis, restregó mi nariz. Embriagado de su olor, me estaba devorando ese miembro viril de un macho heterosexual.
Estaba como una posesa, perra en la cama. Yo deseaba que mi hombre me tratara como una puta y así lo estaba haciendo. Quito ese manjar de mi boca, lo golpeo en mi cara, y yo lo buscaba desesperado, para que siga trazándome la garganta. Dejo un poco más, que le chupara el güebo, luego me lo sacó y me empuja en la cama. Yo iba abrir las piernas, abierta como una tijera. Pero Nelson me agarra y quiere que me ponga boca abajo. Cuando estuve así, escupió directo a mi culo y luego hizo lo que no creía que en mi vida me fuesen hacer. Al menos un hombre.
Pasó la lengua, y luego enterró toda la nariz en mi raja. Vuelve a pasar la lengua y dejando toda mi rajita babosa, mete un dedo y luego un segundo dedo. Me coge con esos dedos gruesos, lo saca y vuelve escupir en la entrada de mi upite.
Se monta todo su peso encima de mí, lame el lóbulo de mi oreja y con las manos ocupadas, sujeta su miembro y lo apunta a mi hueco. Lo empuja, me duele y quiero zafarme. Pero mi macho no va dejarme ir así tan fácil. Tumba todo su peso, me coge por la cintura, y luego empujando más adentro, me mete medio güebo en el culo. Yo me quejo, pero no le pido que salga, ni que se detenga. Seguido, termina de clavarme todo, pujo y muerdo la almohada. Al mismo tiempo no dejaba de abrir y apretar el culo, adaptando ese trozo de carne gruesa en mi esfínter
No se tardó mucho, y empezó a darme duro. Así como las cogidas que yo le doy a mi novia, él me estaba partiendo el culo sin compasión. Raspo su barbilla en mi espalda, el sudor de ambos se hizo uno solo, mordió un poco y luego lame mi oreja, esto me hizo excitar más. Levanto el culo, meto mi mano por debajo, antes de tocar mi güebo, tanteo como mi culo está abierto y copado de la verga de Nelson. Agarro mi miembro, y empiezo a jalármela rápido. Siento como mi culo, se expandía, abriéndose más para acoger ese güebo grande y grueso. Cuando pegaba su ingle, sentía en mis nalgas sudadas, todo los pelos del pubis. Ya prácticamente en cuatro, muevo mi cola en círculo, me da un cosquilleo y con cada vuelta que daba, sentía que esa verga me rascaba la cosquilla adentro.
No aguanto más, estaba cerca. Dejo caer el pecho y me jalo más rápido, cuando siento que suelto el primer lechazo, mi culo se abre y luego aprieta con movimiento incontrolados. Cada pulsada, y le apuñaba el güebo a Nelson. El sintió esos espasmos de mi ano, y aproximándose, me agarra fuerte de la cintura y con dos embestidas duras, siento cuando eyacula y su verga se agranda, soltando cada chorro de semen espeso y caliente…
Después de eso, Nelson se desplomo en mi cuerpo. Había una incómoda pero satisfactorio momento. No nos dijimos nada. Primero se levantó el, y luego yo. Nelson fue el primero en ir a lavarse. Yo al regreso, él estaba acostado en el colchón, me acuesto en la camita de nuevo y Nelson, para romper el hielo. En ese momento comenzó a llover. Él dice; verga como que va llover… mejor nos arropamos bien compa.
Al otro día, fue como si nada hubiese pasado.
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