EL DIARIO DE PIRUCHA: El Pirucha presta el poto
Le presté el poto a un equipo de fútbol y fue una cogida de campeonato.
Les recuerdo que la historia anterior se refiere a lo ocurrido en vacaciones con su primo. En esta ocasión, retomamos el relato desde donde quedó.
“-Ves. No tiene nada de malo. Cuando quieras te doy ese juguito de hombre que es muy rico y te hará crecer sanito.
-¿Verdad? Me preguntó intrigado.
Ya se había interesado y más adelante le daría una follada en la boca para que se tragara todo el semen”.
Carlitos se quedó con esa inquietud y muy pronto se la pude satisfacer.
-Pirucha, ¿es verdad lo que me dijiste?
-Qué, Carlitos.
-Que la leche de hombre hace crecer sanito.
-Sí, Carlitos. Ves yo tomé leche de hombre y ya ves como estoy, sano y creciendo. ¿Quieres probar?
-Yaaa. Respondió entusiasmado.
Me dispuse a satisfacer su deseo de probar mi semen y nos fuimos como de costumbre al patio trasero y no escondimos en la caseta que servía como retrete.
-Ven, le dije. Tienes que empezar por lamerlo como si fuera un caramelo. Y no se te ocurra morder, porque eso duele demasiado.
Dirigí mi pico a su boquita de chico curioso y sentí la lengua darle lametones como si se tratase de un helado.
La reacción pareció sorprenderlo porque abrió sus ojos y me miró fijamente. Fue ese momento en que aproveché para introducirle mi miembro en su boca.
-Ahora tienes que chuparlo con la lengua y la boca como un caramelo.
Traté de no llegar hasta el fondo para no provocar arcadas y empecé una suave follada que fue acelerándose a medidas que la mamada era más intensa…
-Ahora, ahora. Sigue, sigue, ya viene mi leche. No la saques y tienes que tragarla de inmediato para que te haga bien.
Le tomé su cabeza y lo contuve fuertemente cuando acabé.
Intentó apartarse, pero no lo dejé.
Tragó todas mi leche y le saqué el pene y le besé los labios. Me miró con ojos asombrados. Me dio cierta ternura.’
-¿Te gustó?
-Sí. Me gustó mucho, es como tomar leche.
-Ahora, en premio te voy a dar besitos en tu potito y en tu pene. Y después jugamos a la silla voladora.
Había un columpio entre los árboles y alli jugábamos. Solo que esta vez, lo hicimos mientras lo tenía sentado a horcajadas y con mi pene en su potito.
-¿Te gustó? Le pregunté mientras lo enculaba y tomaba vuelo con las piernas extendidas.
-Siiiiiiií. Y también esto.
-¿Le has contado a alguien lo que hacemos?
-No. Tú me dijiste que nadie debe saberlo.
-Bueno. Te doy permiso para que le cuentes al Mono, pero no le digas lo que hacemos, solo dile que tú supiste que el Pirucha presta el poto. Y si te pregunta algo, dile que escuchaste una conversación de los cabros de la esquina.
Mi estrategia era que no solo supiera el Mono, sino también los chicos que se reunían en la esquina y jugaban, conversaban, preparaban los próximos partidos de fútbol,etc.
Estaba decidido a repetir esa follada grupal que me habían dado en el río, Emilio y sus amigos.
Al recordar esa situación, no pude dejar de excitarme. Sentí un calorcillo en mi poto que latía cuando me calentaba y sentía deseos de ser penetrado: ser usado como puta es algo que me pone a mil por hora.
La ocasión se presentó al otro día. Mis primos iban a jugar un partido con rivales del pueblo vecino y me invitaron a participar. No soy bueno para la pelota, les dije, pero puedo hacer lo que ustedes me pidan.
-¿Tai seguro? Me dijo el Mono.
-Sí, claro, por qué no.
Se rieron y se codearon.
Intrigado, les pregunté qué rea lo que no sabía.
-Es que vamos a jugar por una apuesta. El equipo que gane elige a quién se culea.
– Chís, creís que te voy a creer.
-Sí, así es. Aquí hacemos esa apuesta. El que tiene la pichula más grande se culea a uno del equipo perdedor.
-¿Y qué querís que haga?
-Pa´qué te hacís el tonto, si sabemos que prestái el poto.
-Oye… ¿de dónde sacaste eso?
Me agarraron entre mis dos primos y mientras uno me sujetaba el otro me bajaba los pantalones y calzoncillos y me metió sus dos dedos en en el culo. La reacción de mi culo me delató. En vez de cerrarse, se abrió complaciente y apretó los dedos en el interior.
-Ya, hueón, viste que te gusta y ahora te lo voy a meter.
Se abrió el marrueco y la polla erecta se dirigió prestamente a mi poto que lo esperaba con contracciones involuntarias.
-A mí me lo chupái. Dijo el otro primo, introduciendo su verga en mi garganta.
Era lo que esperaba. Ambos acabaron con rapidez y luego se cambiaron de lugar. Dos corridas en mi boca y dos en mi culo…
-Ahora, ¿vas a ir con nosotros?
-Bueno. Les respondí.
Se corrió rápidamente entre los chicos de la esquina como reguero de pólvora:
¡El Pirucha presta el poto!
Aplaudían porque a ninguno le gustaba que se lo culiara el capitán del equipo contrario si perdían. Se comentaba que su pichula parecía la de un asno, así que le decían el Burro.
El deseo de conocer esa verga era todo el premio que deseaba recibir. Y para abreviar el cuento, diré que el partido fue muy disputado, pero el saber que ninguno se exponía a ser culiado por el Burro, los relajó y como corolario, perdieron por una abultada cuenta.
-Ya -dijo el Burro. ¿Ahora quién va a pagar la apuesta?
-Yo. Dije. No creo que me dejes conforme, así que después de ti puede pasar el que quiera, pero yo los elijo.
Un rumor se corrió entre los asistentes. Tomé al Burro de un brazo y lo llevé al bosquecillo que rodeaba la cancha. Lo arrimé a un árbol y le abrí la bragueta. Un miembro realmente grande salió semi erecto. Le descubrí el glande y me lo llevé a la boca, dándole lamidas por el frenillo y luego me metí la cabeza que apenas me cabía hasta la garganta. Aún así la mitad de su pene quedó afuera.
Aprovechaba de masturbarlo mientras mamaba. El grupo observaba atónito. Nunca habían presenciado que alguien aceptara de buenas a primera culiar con el Burro.
Una vez que estuvo erecta la pichula, paré la mamada y me desnudé y le dije:
-Ahora, métemela de una. Me había asegurado de embadurnar mi ano con suficiente crema y me hallaba dilatado. El Burro tomó respiro y embistió de una con su ariete mi culo. Se abrió camino hasta el fondo y sentí sus bolas golpear mis nalgas.
La multitud elevó un ¡Oh! de asombro. Nunca alguien había recibido de una sola embestida la herramienta descomunal del muchacho.
Empezamos un ritual desenfrenado de metidas y sacadas, quejidos y suspiros, mientras los chicos sacaban sus vergas y se masturbaban sin parar.
El Burro lanzó un estentóreo aullido cuando acabó dentro de mi culo. Recibí los últimos trallazos de semen y me volví a los que nos rodeaban.
-Ustedes. Señalé a los tres más grandes.
-Vengan, ahora métanmela también.
Esa tarde pude recordar aquella memorable culiada en el río con los amigos de Emilio.
No me quedaba duda. Mi morbo es desafiar a los machos a que se den cuenta del enorme poder que ejercemos las putas con nuestro culo. Verga tras verga van cayendo como piezas de dominó cuando es arrebatada su erección por el poder de una maraca.
Soy Pirucha, la puta. ¡Síganme los calientes!
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Gran relato. Besitos.
Gracias por los besitos