EL DIARIO DE PIRUCHA. El potro del Arturo Zorro me culió. II parte continuación y final
Todo había llegado a su conclusión necesaria. Mis inicios en la zoofilia después de ser sodomizado por los perros de Arturo Zorro, solo me quedaba ser culiado por la verga enorme del potro del mozo de la casa de mis abuelos. Arturo Zorro y los gañanes del viejo Carmelo traían a la yegua ….
Arturo Zorro y los gañanes del viejo Carmelo traían a la yegua con gran expectación por presenciar el acto sexual entre la yegua y el potro aunque con mayor razón porque presenciarían la increíble culiada que me daría el potro.
La yegua estaba atada mientras la sostenía uno de los capataces. Arturo soltó al potro que se dirigió a la vagina de la hembra y le restregó el hocico.
La larga y gruesa verga se cimbreaba mientras montaba a la yegua y la mordisqueaba. Por fin pudo ingresar su miembro en la húmeda entrada y sorprendentemente logró meter casi dos tercios de ella. La yegua se dejaba hacer sin dar muestras ni indicios de su estado.
Solo cuando el corcel se subió a horcajadas sobre el lomo y sus cuartos delanteros se posaron en las espaldas de la hembra y empezó a profundizar la penetración, se removió un tanto inquieta. Cuando el potro combinó las estocadas a fondo con mordisqueos, la hembra soltó gemidos guturales mientras abría el hocico con síntomas de sentir dentro de su canal la larga verga del potro.
No fue mucho el tiempo que hubo que esperar porque la verga del potro salió chorreando semen de la vagina. El viejo Carmelo hizo oír su voz de mando y uno de los capataces se dirigió raudo a cubrir la entrada para evitar que el semen saliera del cuerpo de la hembra.
-No dejen que se eche y llévenla al establo.
-Bueno, Pirucha, ahora vamos a ver como te comís esa pichula.
Arturo Zorro se había dado maña para empapar mi tanga y un paño en los jugos de la bestia en celo. Una vez que la llevaron lejos del potro, me desnudaron rápidamente y me untaron nalgas y culo y acercaron al potro.
Sentí su hocico que exploraba mi culo con evidentes signos de excitación. El corazón me saltaba encabritado.
-Ya traigan el caballete y pongan a jutrecito con el potito listo. Ordenó el campesino. Sentí que dos pares de brazos me llevaban en vilo y me acomodaban en el caballete en el que se acostumbraba realizar la maniobra para obtener el semen de futuras inseminaciones.
Arturo Zorro tenía al potro sujeto por las bridas y mientras tanto me dilataban el ano y me preparaban para el ingreso de la descomunal verga.
Una vez lista esa acción previa, hicieron subir al caballete al animal. Sentí el golpe de sus patas y por primera vez sentí la verga balancearse por mis nalgas.
-Hay que ayudar al potro. Dijo Carmelo y alguien cogió la trompa del glande y lo puso en la abertura del ano. Mientras dos abrían mis nalgas, siento la primera arremetida. Mi culo, a pesar de estar dilatado, no lograba abrirse lo suficiente.
-Tráeme la horqueta. Le ordenó a uno de los suyos Carmelo. Cogió la herramienta y con el mango empezó a taladrar mi agujero hasta que lo dejó suficientemente abierto. No fue demasiado extraño y me recordó la vez en que estaba tan cachondo que me masturbé con un bate de beisbol, no solo por el mango sino por la parte más gruesa que me introduje mientras me movía disfrutando de un placer que no había sentido antes.
Ahora la tarea era del potro que empezó a empujar su penca hasta que logró meter la cabeza. Sentí un dolor intenso que fue rápidamente seguido por otro empujón más profundo y aún más doloroso. Pensé que me desmayaría, sin embargo la lujuria y la lascivia de la situación pudieron más en mí y, haciendo un supremo esfuerzo, pujé como parturienta primeriza y el tronco del animal se abrió paso hasta alojarse todo lo que pudo en mi recto.
Un ¡Oh! de admiración surgió espontáneamente entre los asistentes que nunca imaginaron que ello era posible.
Las contorsiones y culeadas del potro se hicieron más rápidas y luego sentí un torrente de caliente semen que sin poder albergar salía y me corría por las piernas y se apozaban en el suelo.
Así ocurría la última y esperada culminación de mi inicio en la zoofilia extrema.
Por supuesto, la recuperación tomó algún tiempo, pero fue en la compañía y la hospitalidad del viejo Carmelo que me cuidó en ese período.
Disfruté de muchos placeres que serán relatados a su debido tiempo y con el lujo de detalles necesarios para morbo y complacencia de mis calientes y morbosos lectores.
Próxima entrega: El diario de Pirucha. En la finca de Carmelo. Con sabrosos detalles de sexo grupal y zoofílico.
Recuerden que pueden contactarme y dejar sus comentarios.
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