El entrenador
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Siempre que terminábamos de entrenar, había que bañarse en las duchas de los camarines del club, era una obligación ya que el entrenador nos decía que si no nos bañábamos, seríamos unos sucios toda la vida y que había que quitarse la vergüenza de hacerlo en grupo. Cuando nosotros nos duchábamos, él siempre se iba a su oficina que quedaba dentro del camarín, con una gran ventana polarizada que daba a las duchas.
Un día me quedé haciendo tiros a la portería después de que la práctica acabara, estuve una hora y luego me dirigí al camarín para ducharme, tal como lo hacía siempre. Cuando llegué al camarín me percaté de que la puerta de la oficina del entrenador estaba entreabierta, lo cual me pareció extraño ya que nos tenían prohibido entrar en la oficina. Mi curiosidad me ganó y entré. Lo primero que vi fue que desde dentro sí se podía ver al exterior, cosa que desde afuera no se podía hacer; luego me fijé en tres cámaras, cada una en un atril, que apuntaban a las duchas, dos de forma diagonal y una directamente al centro. También había un televisor y un reproductor de cintas, y una gran caja con muchas cintas.
Cuando estaba a punto de ver que decían las etiquetas de las cintas, escuche el ruido de la puerta principal del camarín y me asusté, salí corriendo hasta llegar a un banquillo y disimulé quitándome las zapatillas. Luego de unos segundos llegó el entrenador, un hombre de unos 50 o 60 años, más o menos bajito, gordo para su estatura, con brazos musculosos y con calva, me quedó mirando y me sonrió.
Él: ¿Qué haces aquí a estas horas dieguito?
Yo: Me quedé lanzando unos tiros después del entrenamiento, pero ya terminé… ahora me ducharé y me iré a mi casa
Él: Ok, yo arreglaré unas cosas y luego, si quieres, te puedo llevar hasta tu casa
Yo: Eso sería genial, me iré a duchar
Él se fue hacia su oficina y yo me empecé a desvestir, quedando sólo en boxers (los cuales eran blancos) y me dirigí a las duchas. Estuve un rato bajo el agua cuando el entrenador llegó a las duchas con una toalla en la cintura.
Él: ¿Te molesta si me ducho aquí frente a ti?
Yo: Nnnn…No – Contesté nervioso
Se volteó dándome la espalda, se quitó la toalla y la colgó en un gancho, dejando a la vista un culo peludo con las nalgas gordas. Caminó unos metros (Siempre dándome la espalda), alejándose de mí, hasta una ducha (que estaba a dos de la mía), abrió la llave y comenzó a bañarse. Se jabonaba todo el cuerpo desinhibidamente, como si se hubiese olvidado de que yo estaba ahí (Hasta ese momento, sólo había visto a dos hombres desnudos, mi padre y mi abuelo que vivía con nosotros, ya que cuando pequeño me bañaba con ellos).
Se siguió jabonando, hasta llegar a su culo, el cual empezó a jabonar con más énfasis, tanto énfasis que uno de sus dedos se introdujo dentro de su culo, dejando escapar un leve gemido. En eses instante sentí que mi sangre se helaba, y sentí como mi pene daba un brinco dentro de mis boxers blancos. Luego, y por primera vez, se volteó hacia mí, quedando frente a frente; tenía el pecho velludo y una panza redonda, pero mi vista se clavó inmediatamente en su entrepierna. Si bien su pene era pequeño y de un grosor común, sus bolas eran enormes, de un color rosado, y su pubis estaba totalmente depilado (me recordaba a mi cuando tenía 10 o 11 años, pero sin esas enormes bolas), en ese instante mi pene volvió a brincar junto con mis huevos, los que se acercaron a mi cuerpo y se pusieron duros.
El entrenador había estado todo el tiempo con los ojos cerrados, debido al jabón en su rostro, pero no me había fijado cuando se lo quitó y ahora me miraba fijamente con una sonrisa maliciosa.
Él: ¿Qué pasa dieguito?
Yo: …
Él: ¿Acaso nunca habías visto a un hombre desnudo?
Yo: …
Él: ¿Qué tal si te quitas el boxer para que estemos iguales?
Mi cuerpo se movió solo y de un momento a otro estaba desnudo, con una erección tan fuerte… Que dolía.
Él: Jejeje, estás durísimo chico… Ven que te bajo ese mástil
Al decir esto, se acercó hacia mi, se arrodilló frente a mi pene y se lo metió en la boca, tragándoselo por completo (Mi pene era común para esa edad, de unos 14 o 15 centímetros erecto). Mis huevos tocaban su barbilla, la cuál me hacía cosquillas.
Mientras me daba mi primera y espectacular mamada, con sus manos jugueteaba con mi ano, dilatándolo lentamente. Estuvo unos 10 minutos así hasta que acabé en su boca. Eyaculé tanto que mi semen se escapaba por la comisura de sus labios, pero el no dejó que se desperdiciase, ya que se lo untó en los dedos y con mi propio semen dilató aún más mi ano, luego se levantó y me dijo “Ahora es mi turno de descargar mi leche”. Se colocó a mis espaldas, me levantó desde los muslos con sus grandes brazos, y lentamente me bajó hasta su pene erecto (el cual medía unos 10 centímetros), en el aire me empezó a penetrar, hasta que su pene estuvo totalmente dentro de mi (no me dolió, sino que fue una sensación espectacular).
Empezó con su mete y saca, moviendo su cadera mientras me tenía en el aire, pero no duró mucho (luego me enteré de que él era un eyaculador precoz) y soltó todo su elixir dentro de mi. Cuando terminó de soltar su semen, me bajó, se arrodillo frente a mi culo y empezó a succionar mi ano, hasta que sacó su semen y se lo bebió todo.
Mi pene estaba en su máximo esplendor otra vez y babeaba un líquido transparente. El entrenador me empujo hasta la pared, me dio la espalda y se clavó mi pene en su ano de una sola vez. Dio un gemido feroz y empezó a moverse, mientras yo masturbaba su pene lacio.
Él: Que pija mas rica tienes dieguito, clávame…clávame hasta lo más profundo y báñame en leche. Apriétame las bolas, masajéalas, tíralas que me encanta.
Cuando al fin hice que su pija se parara, no pasó ni un minuto cuando volvió a eyacular, esta vez en su mano, la cuál acercó a mi boca y yo bebí su semen (el cuál era muy rico), cuando me bebí todo su semen empezó a moverse más rápido.
Yo: Me vengo!!! Me vengo!!!
Y justo antes de eyacular, se sacó mi pene de su culo y me masturbó hasta que acabé en su mano, la cuál acerco nuevamente a mi boca y yo bebí mi semen caliente.
Nos terminamos de bañar y me contó que cuando todos se iban, él sacaba el televisor de su oficina al camarín, ponía uno de los videos que había grabado cuando nos bañábamos, se iba a las duchas y se masturbaba bajo el agua viendo el video, y cuando terminaba se metía un vibrador en el culo, y no se lo sacaba hasta que todos se iban al otro día.
Ese día me llevó hasta mi casa y me dio un vibrador.
Él: Cuando quieras te quedas haciendo penaltis dieguito
Yo: No se preocupe entrenador, lo haré más seguido
Y lo hice… Pero eso es para otra historia.
Espero les haya gustado
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