El esposo de mi tía
Este relato es totalmente real. Sucedió hace algunos años cuando yo tenía 23 y el 30.
Todo comenzó un viernes por la mañana. Estaba solo en casa, aún vivía con mis padres y seguía estudiando, disfrutaba de un mes de vacaciones. Me encontraba en mi cuarto, recostado, había colgado una llamada de una hora con mi ex novio, una plática que parecía interminable sobre cómo era mejor que no fuéramos ni amigos. Yo le había marcado por que quería que nos viéramos de nuevo para coger pero el ya andaba con una chica. Solo es sexo, pero yo no quiero empezar mal una relación, ¿Cómo hicimos tú y yo?. En fin, estaba muy caliente así que en cuanto terminé de llamar busqué uno de mis videos porno favoritos, me bajé el pantalón del pijma, me saqué el pene de los boxers y empecé a jalarmela, me bastó ver como se corría el tipo tatuado del video para empezar a venirme sobre mi pecho, el semen me caía en la cara cuando un ruido me terminó de bajar lo caliente. Volté hacia mi ventana y lo vi. Olvidé por completo que Andrés estaba usando la escalera, pintando la casa por fuera, y peor aún, que solo le faltaba el tramo de mi cuarto. La mitad de la ventana estaba cubierta por las cortinas. Seguramente no se dió cuenta. Pero ¿y si me escuchó gemir? ¿Gemí? ¿Le dirá a alguien? ¿A quién le diría?. Mi cabeza daba mil vueltas mientras me limpiaba el torso con el papel higiénico que saqué de mi mesita de noche. Me miré al espejo, en ese entonces era muy delgado, flaco, y me encantaba serlo. Debo admitir que desde hacía unos ocho años atrás que fantaseaba con Andrés, no era precisamente mi vecino pero vivíamos en el mismo lugar, de ahí que mi tía lo había conocido, y terminó por desvanecer la atracción sexual de mi hacia el cuando mi tía me lo presentó en una fiesta familiar y el terminó haciéndome bullying frente a ella. Ellos se llevaban apenas un año de diferencia en edades.
Recordé todo esto mientras me bañaba y bajaba a desayunar. Entonces Andrés entró, me saludó muy seco y me dijo que necesitaba unas brochas que estaban en la cochera. Cada quién siguió lo suyo hasta que a medio día terminó y entró a la casa para avisarme que se iba, después dejó el tono “profesional” y su rostro serio se tornó divertido, nunca lo había visto así, no desde que se reía de mí. Me pidió un vaso de agua, que yo extrañado le di y luego, riendo preguntó si podía agarrarme la banana, bueno una banana, corrigió. Ay no, sí se dió cuenta, entonces si gemí y fuerte, qué vergüenza. Andrés se salió riendo, muy rápido, antes de que me diera cuenta.
Las semanas pasaron hasta que nos volvimos a ver en la fiesta familiar de año nuevo, pero debo admitir que en más de dos ocasiones pensé en el cuando me masturbaba, cosa que suelo hacer mínimo una vez al día, no podía evitar cerrar los ojos y ver su bella sonrisa enmarcada por su gruesa barba, su piel besada por el sol y el vello en el pecho que siempre sobresalía en sus camisas y playeras de cuello v. Esa noche íbamos todos de traje, muy formales y de colores oscuros, pero el no, recuerdo que ahogué un grito cuando se quitó el saco y dejó ver su cuerpo fornido entallado en una camisa azul cielo y una corbata azul marino. Desde ahí no pude parar de verlo toda la velada, discretamente claro. Pero mi tensión se intensificó cuando llegó la hora de desear un buen año a media noche, el fue al último que abracé, de hecho quería evitarlo pero no pude, el fue quién me buscó, me giró tocandome un hombro, me sonrió muy tierno y exclamó: felicidades, como si fuera mi cumpleaños, me rodeó con sus fuertes brazos y sentí que me derretía en su cálido cuerpo, me gustó la sensación de su pecho y su pequeña panza tocándome, tenía mucho rato que el abrazo de un hombre no me provocaba aquello, pero como era de esperarse, el abrazo duro dos segundos y yo guardé mi excitación hasta que llegué a casa, no me importó lo exhausto que podía estar, me quité la ropa, me
meti a la cama y comencé a tocarme. Tenía que deshacerme de ese deseo, desgastarlo, imaginarme en ese abrazo, como si hubiésemos estado solos, le habría olfateado el cuello, el me estrecharía con mas fuera, me besaría, sentiría el delicioso rozo de su barba en mi cara, me metería las manos al pantalón para tocarme las nalgas mientras yo le desabotonaba la camisa y tocaba su hermoso y fuerte pecho, sintiendo como su verga se endurecía. ¡BAM! Me vine, y mucho, me encantaba saber que al menos en mi mente podía saborearle. Sería de lo más delicioso ¿cómo sería su verga? ¿Gruesa y corta? ¿Delgada y larga? ¿Gruesa y larga? ¿Qué se sentiría tenerla dentro? Seguramente necesitaría bastante lubricante.
Meses después, en día, luego de no verlo desde aquel abrazo, se apareció en la puerta. Yo bajé a abrirle por petición de mi madre. Ella le había pedido de favor que nos ayudase a tirar un tapete grande que había echado a perder el perro, mordiéndolo y usándolo como baño. Andrés llevaba ya año y medio sin empleo, por lo que entre toda la familia le apoyaban dandole pequeños trabajos como este, o como cuando pintó la casa por fuera. Me saludó muy serio, pasó por el tapete, lo dejó doblado en el patio de la entrada, tomó una escoba y barrió el resto del desastre. Mi madre me dió un billete para darle cuando lo vi haciendo malabares para llevarse la basura, sí que estaba largo el dichoso tapete, lo bajó, me acerqué y me pidió que lo ayudara a llevarlo a su auto, lo subimos al toldo, le ayudé también a amarrarlo y cuando le estiré la mano con el billete me preguntó ¿Estás ocupado? No ¿Por qué? Es que no voy a poder bajar el tapete para tirarlo, lo tendría que jalar y podría rayar el coche ¿Me acompañas? No está muy lejos, son como 15 minutos, Bueno deja le aviso a mi mamá. La verdad es que yo tenía mucha flojera pero una parte de mí se emocionó de saber que iba a estar por primera vez solo con él, era una tontería pero igual me hacía falta salir un poco, de nuevo eran vacaciones y no tenía con quién salir. Me puse una sudadera, tomé mis llaves y me subí a su auto café. No tardó no un minuto en hacerme la plática. Todo me confundía, me platicaba como si lleváramos un buen rato conociéndonos, y la parte de mí que se sentía atraído por el quería pensar que sus preguntas tenían otro sentido. ¿Te gusta el frio? ¿No? ¿A mí sí te hace sentir vivo, aunque no estaría mal calentarse un poco ¿No? ¿Haces ejercicio? Te ves bien, yo ya llevo mucho sin hacer y no sé si me siga viendo igual de bien ¿ame hace falta?. Yo contestaba con evasivas hasta que le dije que no le hacía falta nada de ejercicio, no como a mí, y entonces sentí su áspera, grande y morena mano en mi blanco y velludo muslo, la deslizó unos centímetros hacia arriba levantado un poco mi bermuda y apretó dos veces mi pierna. La verdad sí te hace falta, mira, cabe en mi mano, dijo riendo. Llegamos, aparcó, bajamos el tapete en un lugar que reciclaba telas y volvimos a abordar el coche. Yo estaba apunto de temblar, ¡Me tocó! Y fue mi pierna, tenía tantas pero tantas ganas de sentirlo que se me ocurrió preguntarle si podía tocar sus biceps porque superaban por mucho en volumen a los míos, pero no fue necesario porque nada más arrancar dijo: ¿Entonces qué? ¿Me dejas agarrarte la banana? Y se echó a reir, yo hice lo mismo por nerviosismo y al tiempo tomó mi mano derecha y rápidamente la puso sobre su pene, se estaba poniendo duro y yo supe que hacer, subí su bermuda, saqué su verga ñor un costado, por fin la conocía, era más oscuro que el resto de su piel, le sobresalían las venas, no era muy grande, más bien promedio pero era gruesa y tenía el glande más pequeño. De las que duelen un poco más. Tuve que empezar a mamar, era mi momento. No tenía mucha experiencia pero logré sacarle varios gemidos. Después de dos minutos de manejar en línea recta sentí que había dado una vuelta y se paró. Me apartó, me incorporé y vi que estábamos en la entrada trasera de un motel, aún así me daba mucho morbo saber que estaba con el que tenía el salado sabor de su precum en mi boca y que alguien podía llegar a descubrirnos. Se me hizo eterno el tiempo en que pagó pero valió la pena. Avisé a mi madre que el sitio de reciclaje estaba cerrado pero que lo abrirían en poco tiempo, lo que nos daba unos 40 minutos aproximadamente para poder disfrutar. Subimos las escaleras. Cerró la puerta con seguro y me besó, era tal y como yo imaginaba, nos quitamos rápidamente la ropa y me abrazó, ambos teníamos los penes muy erectos, el agarró el mío, me giró hacia la cama, me aventó y se puso de rodillas, en la orilla de la cama y empezó a chuparmelo, mi verga era un poco más larga que la suya pero se la tragaba toda, el que tuviera experiencia me extasiaba aún más, toqué su espalda con mis pies y se levantó, levantó mi culo, lo acarició y le escupió, me metió un dedo que entró fácilmente, luego dos, se echó sobre mi y me siguió besando, era hermosamente delicioso tenerlo así, su rico cuerpo pesado sobre el mío. Puso mi piernas sobre las suyas, y sin dejar de besar mi cuello, ni yo de abrazarle, sentí cómo dirigió su pene hacia mi culo, sabía que no tenía puesto condón y no me importaba, la punta entró, se levantó y volvió a poner saliva abriendo mis piernas , tomando mis pies que luego olió y lamió, haciendo que yo me dilatara más, nunca dejó de verme a los ojos, su mirada era excitante, todo en el me lo parecía, se inclinó hacia mí para besarme lo que hizo que su verga entrara más, haciéndome soltar un alarido, me sostuvo para que yo no pudiera moverme y se quedó en esa posición besándome las mejillas. Ya entró toda, me susurró, y me estremecí. Me seguía besando, por un segundo pensé en lo irritada que quedaría mi cara pero no siquiera seguí el hilo de ese pensamiento, sentía que me estaba haciendo el amor, me lamió las axilas, me levantaba, me ponía encima de el, debajo, me tomaba en sus brazos. No sé cuantas poses hicimos ni podría replicarlas si quisera, parecía que nuestros cuerpo estaban totalmente enredados entre sí, comencé a mover mi cadera al ritmo que el metía y sacaba su pene de mi culo, era un completo extasis que nuestros cuerpos estuvieran así, completamente sudados, gozando el uno del otro. Literalmente era un sueño hecho realidad, me volvió a poner en la orilla de la cama sin salirse de mí. Voy a venirme ¿Me vengo?, Sí préñame, le respondí con las fuerzas que me quedaban. Me abrazó, y al rozar sus labios con los míos, sentí el empujón de su pelvis seguido de su semen salir a chorros. Me habían contado que no se siente pero yo claramente sentí el calor de su leche llenar mi culo mientras nos besábamos con fuerza, sin sin quiera pensarlo ni darme cuenta, mi pené soltó largos chorros de semen que nos embarró a ambos todo el torso, no paramos de besarnos hasta un poco después, nos quedamos abrazados un poco más y fuimos a ducharnos, riéndonos pero sin decir palabra alguna. Andrés se enjuagó rápidamente y se salió de la regadera. Para cuando yo salía el ya estaba vestido, sentado en la cama y mandando mensajes en su móvil. Me vestí rápido y nos fuimos de regreso. Encendió la radio y lo único que me dijo en los 20 minutos de camino fue que había estado muy rico y que no se lo dijera a nadie por que se iba a terminar enterando y más me valía que no. Me dió la impresión de una actitud típica de un hombre de closet o simplemente un casado que decide tener relaciones sexuales homoeroticas fuera del matrimonio. Pero tampoco me afectó, nada podia opacar aquella experiencia.
Desde entonces solo volvimos a repetir una vez más hace unos tres años, un mes antes de que se divorciara y se fuera del país. Nunca olvidaré el sexo tan delicioso que tuve en esas dos veces. No teman soñar en grande, se puede hacer realidad.
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