El ex alumno
Nos conocimos hace años una relación netamente formal, pasaron los años y ya no era un niño, era un hombre y ambos lo sabiamos .
Esto pasó hace un tiempo, llevaba un par de años trabajando en un colegio de Santiago y como en todo colegio hay cursos un poco más complicados que otros. Este era un segundo medio, muchas veces los alumnos trataron de ponerme a prueba, me vieron joven y pensaron que lo lograrían mas no sabían que yo ya tenía mucha experiencia manejando grupos grandes y complicados.
No pasó mucho tiempo antes que tuviera el control total del curso y las clases fluían sin ningún problema, el respeto era mutuo entre todos los alumnos y yo, incluso de él, Diego. Me habían advertido de este alumno quien era muy respondón, soberbio e irreverente en su actuar, incluso ordinario, lo que en buen chileno conocemos como un flaite. Más nunca lo vi como un distinto ni le di un trato especial… bueno quizás un poco, ya que cada vez que podía lo ayudaba en sus tareas y en más de alguna ocasión le di las respuestas de alguna prueba cuando no quedaba nadie en la sala ya que siempre era uno de los últimos en entregarla. Quizás sentí pena por él, a sus 18 años aún le quedaban 2 cursos más antes de terminar el colegio, su caligrafía era la de un niño de básica y muchas veces no solo llegaba tarde a clases, sino que también drogado. Más tarde supe que su forma de ser y actuar tenía que ver con el abandono que sufría en casa, tenía una familia «compuesta» más no servía de nada, él estaba solo.
Diego mide 1,70, moreno, delgado y su cuerpo marcado no por ser atlético, era su genética y lindos ojos café. Diego tenía muchos problemas, pero sabía que yo estaba ahí para ayudarlo, al menos en mis clases. Por eso comenzó a sentarse en primera fila y terminaba sus tareas, la comunicación era buena, aunque solo fueran cosas triviales.
Diego tenía una mala costumbre que me encantaba, cuando se concentraba o pensaba mucho las cosas acostumbraba a inclinar hacia la derecha la cabeza y rascarse el pecho por debajo de la camiseta eso hacía que se le levantara y mostrara su abdomen el que en silencio me mataba, su piel morena marcada mostraba un profundo ombligo con un hilo de vellos delgados que eran solo opacados por unos oblicuos que me pedían tocarlos.
Me comportaba, nunca fui sugerente con él y trataba de que mis miradas no fueran obvias, había más personas en la sala y mi atención era la misma para todos, no así los beneficios.
El año terminó, Diego pasó de curso en gran parte gracias a mi ayuda y no sentí culpa alguna en hacerlo, el resto del curso no lo necesitaba, él sí, necesitaba eso y más, quizás incluso un abrazo. Después de ese diciembre no volví a saber más de él.
Pasaron un par de años y me disponía a volver a casa después de un largo día de trabajo, estaba cansado, era tarde, hacía frio y llovía como hace años no lo hacía, cuando al salir del metro de re ojo me pareció verlo, aunque dudé no me detuve. ¿Qué haría Diego una noche de invierno tan lejos de su casa? Además, el chico que vi si bien se parecía tenía mal aspecto y mal vestir. Caminé, pero no dejé de darle vueltas al asunto, ¿será él? No podía quedarme con la duda, lo estimaba mucho y no costaba nada al menos saludarlo. Di la media vuelta y caminé en su dirección, a la distancia quería confirmar lo que pensaba, la duda era grande y las ganas que fuera él también. Me sentía nervioso y no entendía el por qué, respiré profundo y de a poco me acerqué ¿Qué podía ser lo peor? que no fuera él y seguiría mi camino a casa para darme un baño y acostarme. Se parecía mucho, pero no estaba seguro…
¿Diego? – pregunté.
Su mirada que parecía perdida se encontró con la mía. Me miró y aunque estaba confundido sabía que me conocía de algún lado, pero no reaccionaba a nada. Fueron un par de segundos, pero se me hicieron eternos. Con voz cancina y una sonrisa un poco forzada dijo: profe! ¿cómo está? hace tiempo que no lo veía. Suspiré con alivio. Bien y tú? Aquí estoy po -respondió. Sin decirme nada me lo dijo todo. Claramente estaba volado, se veía desaseado y ¿por qué no? probablemente cansado y hambriento también. Me preguntó a donde iba y le respondí a mi casa, no quedaba muy lejos de donde estábamos. y tu ¿qué haces por aquí? -pregunté. Dando vueltas me dijo, no se sentía bien y no quería llegar a su casa. En un impulso, que más tarde me cuestioné si estaba bien o mal, le dije: ¿por qué no me acompañas a mi casa y comemos algo? Ni siquiera lo pensó, se paró de donde estaba sentado y me dijo ¡vamos!
Caminaba nervioso, me sentía extraño. ¿Está bien lo que estoy haciendo? – me pregunté cuando no habían pasado ningún mal pensamiento aún por mi cabeza. Pero lo miraba y me gustaba ver que ya no era un niño, era un hombre. Llegamos rápido, casi no recuerdo lo que conversamos en el camino, solo lo veía andar con su mirada en la nada y su voz aletargada.
Nada más al abrir la puerta del departamento lo vi expandir sus ojos y hacer un chequeo general del lugar impresionado, no sé qué habrá visto y no pregunté tampoco, yo solo vi orden que es lo único de lo que me puedo jactar. Le dije que se pusiera cómodo que ya volvía, estaba yo en mi pieza (cuarto/habitación) cambiándome de ropa cuando entró y me dijo que quería usar el baño, me dio un poco de vergüenza que me viera solo en bóxer y calcetines, más aún cuando me miró de arriba abajo y sonrió, entró al baño dejando la puerta abierta detrás de él. Si yo miraba hacía su dirección podría haberlo visto mear, ya que me daba su perfil. Me limité a escuchar e imaginar. Demoró un poco y cuando salió yo ya estaba en la cocinaba preparando algo para comer, se había lavado las manos, la cara y peinado un poco. Se le veía un poco mejor y más activo, quiero creer que estaba feliz por ver a alguien que lo estimaba además de no estar en la calle. A medida que comíamos conversábamos, me contaba de su vida y lo que había hecho después de que dejé de verlo, colegio 2×1, un par de trabajos esporádicos y peleas en su casa… Perdón me entusiasmé, no quiero aburrirlo- me dijo. Tranquilo, estoy entretenido escuchándote. La cara le brilló, hace mucho no se sentía escuchado y yo de verdad estaba contento al saber de él. Entrabamos en confianza y el trato ya era más de tú a tú. Me preguntó lo evidente, si era gay, sin pena le dije que sí, me comentó que en el colegio se rumoreaba eso de mí, quizás en otro momento me hubiera afectado hoy lo llevo bien y no me molesta le dije. Diego solo reía.
Y tú Diego, ¿pololeando, casado, con hijos? No profe, ninguna de las 3 a lo más una que otra cachita por ahí. ¿Con mujeres? le pregunté. Si por el momento solo con mujeres. Los dos no miramos con cara coqueta en un silencio agradable hasta que se rompió por una carcajada al unísono. La estábamos pasando bien, por lo mismo la hora voló, sin darnos cuenta era cerca de la media noche. El metro estaba cerrado y era peligroso tomar micro (bus), además ni siquiera sabía si se iría a su casa y la verdad… quería que se quedara por lo que dije: mira la hora, te voy a preparar el baño y te voy a pasar ropa para que te quedes, mientras lo haces limpio aquí y te armo el sofá cama. Diego abrió sus ojos, estaba sorprendido no se lo esperó, pero cuando reaccionó me miró con alegría y me dijo: ¿en serio?
¿Habrá pensado que lo iba a echar a esa hora con ese frío?
Lo encaminé al baño, entramos y abrí la ducha cuando el detrás mío empezó a sacarse la ropa. Me di cuenta y me giré, mi cabeza estalló. Lo pude ver por fin a torso desnudo frente a mí. Recordé su mala costumbre y lo que me hacía pensar. Me tomé el tiempo para admirarlo, la escena completa la ví en cámara lenta y por supuesto la disfruté. Su cuerpo delgado, su piel morena, sus abdominales y su ombligo esta vez acompañados por un poco más de pelos y ese oblicuo que me forcé por no tocar. Mi corazón y mi pene dieron un salto, si Diego lo notó a mí no me importó. Seguía embobado mirándolo. Cuando se sacó el pantalón se dio cuenta que yo no le sacaba los ojos de encima, pero parecía no molestarle. Solo volví en si cuando me preguntó por la toalla. Estiré una mano sin dejar de mirarlo para alcanzar la toalla y pasársela. Quería que ese momento fuera eterno y para prolongar mi estancia ahí le dije: ¿por qué mejor no te das un baño de tina? – ¿De verdad, puedo? preguntó el mientras se reía ahora de manera nervios/feliz.
Se sentía consentido y me gustaba la idea de que así fuera más aun sabiendo que lo provocaba yo. De un tirón bajó su bóxer gris y salió a la vista una mata de pelos negros y un moreno pene sin circuncidar que estando en reposo marcaba presencia. Pasó por al lado mío para entrar en la tina y disimuladamente inhalé tanto como pude de su olor, no sabría decir cuál era ese olor, solo sé que mi pene terminó de golpear con fuerza mi pantalón y tuve que acomodármelo para que no se notara la carpa. Metió ambas piernas al agua y afirmado por ambos lados de la tina poco a poco bajó hasta que sus nalgas tocaron el agua, luego fue el turno de sus bolas y su pene que al aceptar la temperatura del agua hicieron que terminara de meter por completo su cuerpo con un placentero AAAAHHH….
Me puse de pie y le dije que lo disfrutara, que cualquier cosa me avisara, le hice cariño en su cabeza y me fui, no sin antes volver a escanear ese hermoso cuerpo moreno y su pene flotando que se movía por el agua mientras se llenaba la tina.
Levanté la mesa y mi pene duro tenía vida propia, lo frotaba en el mueble del lavaplatos con violencia mientras dejaba limpio lo que usamos, podría haber acabado ahí mismo si seguía en ese frote. Estaba abstraído repasando una escena que parecía lejana y que me esforzaba por no borrar cuando lo escuché llamar y me di cuenta que la escena seguía ahí, me preguntó qué cosas podía usar, refiriéndose al shampoo y al bálsamo, le dije que usara lo que quisiera. Volví a mirar de manera descarada, pero dentro de mi calentura me sentí mal y pensé que quizás podría ponerlo incómodo o querría irse… era mi alumno… y cuando me giré para salir del baño y dejarlo tranquilo me dijo ESPERE, quédese aquí y seguimos conversando. Esa invitación me hizo pensar que tal vez le gustaba que lo viera, tal vez solo le gustaba la compañía, pero al mismo tiempo mi pene me decía «tiene 20 y tantos y hace años que no es tu alumno». Le hice caso y me senté en la taza para continuar nuestra conversación. Diego solo chapoteaba contento mientras yo en un impulso tomé el shampoo y comencé a lavarle la cabeza, él no dijo nada solo se dejó hacer. Mi lavado eran claramente caricias que se iban expandiendo en cada movimiento hasta que llegue a su cuello y hombros, hizo un breve sonido de placer. Tomé la esponja y el jabón y me dispuse a continuar con su cuerpo, mi mano temblaba y mi corazón estaba a mil, el único que no se movía era mi pene que ya no podía estar más duro, inhalé y fui. Diego se movió, pero para acomodarse y darle libertad de movimiento a mi mano mientras la pasaba por su pecho, amaba que todo fluyera y no dejamos de conversar. Era como un baile y los dos sabíamos la coreo porque él se adelantaba a mis movimientos para permitirme continuar, levantaba sus brazos para que yo pasara por sus axilas, se inclinaba hacia adelante para refregar su espalda y me quede pegado en su estómago para disfrutarlo, no notó que lo hacía con mi mano desnuda hasta que instintivamente jugué con mis dedos en su ombligo. Dio un salto que me salpicó con agua y me pidió perdón, pero solo me dijo que le daba cosquillas y ambos nos reímos. Sentía el precum mojando mi calzoncillo. El volvió a lo que me estaba contando. Yo tomé más jabón y sin titubear fui directamente por su entrepierna, Diego separó sus piernas lo que más pudo para dejarme hacer, al igual que con su ombligo me deshice de la esponja y con mis manos frote con fuerza y delicadeza la mata de pelos que cubrían ese pene, tome sus bolas y noté lo enorme que eran- jugué con ellas un rato- y con una firme derecha tomé su pene y por fin Diego reaccionó, no fue miedo ni tampoco incomodidad, se cohibió porque sabía lo que le pasaría. Con cariño y fuerza tome su pene y empuje hasta el fondo para dejar salir una gran cabeza morada, subí para repetir el movimiento y con la izquierda comencé a lavar cada centímetro de ese mástil que empezó a tomar forma. Ambos estábamos nerviosos, ambos lo sabíamos y ambos con una mirada a los ojos nos dimos a entender que ninguno debía detenerse. Se relajó y lo sentí apretar, ese bombeo hizo que su cabeza se hinchara por sobre mi mano. Repetí el movimiento tantas veces que su pene alcanzó la erección total, tenía un tamaño y grosor que resaltaba en un cuerpo tan delgado. Con mi mano izquierda busque su culo y el levanto la cadera para yo poder lavarlo, sentía ese hoyo contraerse cada vez que lo rosaba con uno de mis dedos, el agua hacia fricción, pero no me impidió introducir medio dedo dentro de él, me detuve tras su mueca de dolor, no insistí, pero repetí el movimiento y en cada introducción sentía su glande inflarse y mi dedo entrar un poco más. Su cara era de dolor, pero sus gemidos de placer. Su enorme pene que sobresalía del agua dejaba ver como empezaba a brotar desde esa maravillosa cabeza precum el cual Diego tomo con un dedo y se lo llevo a la boca. Lo miré con cara de sorpresa y me dijo que siempre lo hacía.
Noté que el agua ya no estaba tan caliente y le dije que se pusiera de pie que lo ayudaría a secarse, vi ese hermoso cuerpo mojado parado frente a mí, el agua y la luz hicieron que se viera más lindo que nunca, quería tirarme encima de él.
Estiré la toalla y comencé a pasarla por todo su cuerpo, sus hombros su pecho y abdomen baje a su entre pierna y esa verga estaba lejos de bajarse, la seque con entusiasmo antes de pasar a sus nalgas en las cuales me detuve para hacer mi mejor trabajo. Diego aprovechó el frente a frente y la cercanía de nuestros cuerpos para abrazarme por la cintura y acercarme a él. Apoyó la cabeza sobre mi hombro derecho y me pidió que no me detuviera, sentí un tiritón que me recorrió el cuerpo, a nuestros penes que ya chocaban con fuerza los separaba mi pantalón, dejé caer la toalla al piso para cambiar el secado por caricias que comenzaban en sus lampiñas nalgas hasta la parte más alta de su espalda, el silencio era interrumpido por fuertes suspiros, la tensión sexual estaba en su punto máximo hasta que finalmente fue Diego quien tomó la iniciativa de llevarlo al siguiente nivel y comenzó a besar mi cuello lentamente hasta acercarse a mi labios. Yo estaba paralizado, me dejé hacer. Y cuando logré moverme lo empujé hacia mí para besarlo con fuerza mientras caminaba de espalda para dejarnos caer en la cama él encima de mí. Rápidamente aumentaba la velocidad y la intensidad de nuestros besos, el comenzó a meter mano para sacarme la camiseta y luego el pantalón. Cuando por fin nuestros cuerpos se tocaron completamente desnudos estuve a punto de explotar. Nos giramos quedando yo encima de Diego, lo tome por la nuca con mi mano derecha y eso parecía gustarle, sus gemidos lo delataban, nuestras entrepiernas competían por ver quien presionaba más, sentía nuestros penes mojados empujarse y bombear. Lo dejé descansar, más yo estaba lejos aún de querer detenerme. comencé a besar su cuello para luego continuar con su pecho, me detuve en sus tetillas antes de pasar a ese abdomen que hace años deseaba, ahí no solo besé, más bien ensalivé tanto como pude y entre besos y lengüeteos aprecia una que otra mordida. Su cuerpo hacía espasmos y en cada presión que su cuerpo hacia se le marcaban más los abdominales lo que me ponía como toro y me motivaba más a seguir en lo que estaba haciendo. Sentí su pene en mi cuello y mi mentón, ya era hora. Con mi mano derecha tomé con fuerza esa belleza y me la llevé a la boca tan profundo como pude y lo sentí tiritar… repetí y varié pasando la lengua por cada centímetro de pene. Sentía salir su precum el cual recogía con la punta de mi lengua. Su respiración era agitada, me encantaba. Me pidió que me detuviera, temía acabar, además él también quería. Cambiamos de posición y yo estando boca arriba abrí mis piernas dándole el pase. Noté su nerviosismo, si era su primera vez no lo sabía, pero se tomó el tiempo para analizar la situación antes de darme una mamada increíble. Su energía compensaba su falta de experiencia. Dejó de chupar por un momento y mientras continuaba masturbándome me pregunto: «¿está bien?» Esta más que bien, le dije. Tomó confianza y continuó mamando con fuerza, jugo con mis cocos y se ensalivó un dedo para jugar en la puerta de mi culo. Quizás cuanto tiempo estaba esperando Diego una oportunidad así, yo estaba en el cielo. tomé su cabeza con ambas manos para acercarlo a mi cara y darle otro profundo beso, nuestras lenguas peleaban por ver cual llegaba más adentro. Me separé de Diego para dejarlo en la cama boca abajo, me puse encima de él y lentamente le di besos en su nuca bajando por su espalda y antes de llegar a su culo le dije relájate que esto te va a encantar. Instintivamente levanto la cadera entregándose a mí. Con ambas manos separé sus cachetes y pasé mi cara por su raja, quise degustar con calma lo que estaba a punto de comer, ya estaba transpirado y sus olores me tenían como burro en celo. Saqué la lengua lo que más pude y lentamente la pase desde sus cocos hasta la parte baja de su espalda. No solo sentí un gemido, sino que también vi más se le puso la piel de gallina. Lentamente comencé mi trabajo, el cual en más de una ocasión ha sacado aplausos y comencé a darle lengua a ese culo como estoy seguro que jamás le darán en su vida. Estaba vuelto loco y Diego también, no aguante el impulso y separando sus nalgas escupí dando medio a medio en ese hermoso ano, Diego quien estaba con su cadera alzada a mas no poder y su cabeza apoyada en la cama soltó un gemido que lleno la pieza y tomó su pene para cascárselo con furia. Hacía círculos con mi lengua en su entrada y al notarlo relajado entraba con fuerza lo más profundo que podía, Diego tenía la respiración acelerada y ante mis embestidas el empujaba la cadera hacía mí. Subí con besos desde ese hermoso culo hasta llegar nuevamente a su nuca, la que mordí mientras presionaba con mi pene sus nalgas, y en un escalofrío empujo hacía nuevamente atrás haciendo que parte de mi cabeza atravesara esa estrecha argolla. Hizo un gesto de dolor y pedí perdón, pero Diego me dijo que no importaba que lo intentara de nuevo, lentamente empujé y lo noté tenso. Me acosté y le pedí que se pusiera encima mío para que el tuviera el control, así lo hizo y acomodó mi pene en su entrada y poco a poco bajó, veía su cara de dolor mezclada con placer. Cada vez que entraba un poco el apretaba el culo haciendo su pene saltar, la escena me tenía loco. Cuando por fin entro completamente se quedó quieto para asimilar lo que estaba pasando. Me miró, sonrió y me dio un profundo beso, agarré sus nalgas y con fuerza las abrí mientras empujaba lo más adentro que podía, gimió. Levantó sus caderas para repetir el movimiento desde el principio, esta vez mi tula que no podía estar más dura entró a la primera sin problemas, se deslizo hasta que nuestros cuerpos chocaron con fuerza. Comenzó a saltar mientras se masturbaba, lo escuchaba gemir, tomé sus caderas y parecía gustarle. Mientras lo veía gozar todo transpirado me preguntaba cuando más podría aguantar, quería explotar. Diego empezó a acelerar sus movimientos y sentía como apretaba su culo. Con una rápida derecha y un grito seco comenzó a tirar chorros de leche espesa, el primer chorro y el más largo cayó en mi mentón y se escurría hasta mi pecho y el segundo y tercero fueron más cortos, pero igual de espesos y sin dejar de moverse forzó un cuarto que cayó en mi estómago. No podía sostenerlo más, con ambas manos lo tomé con fuerza la cabeza y le di un fuerte beso mientras movía con violencia mi cadera quería estar lo más adentro posible de él y cuando lo sentí venir mordí sus labios mientras acababa, fue largo e intenso, sentí 4 o 5 chorros y no paraba de moverme, sentía mi pene bombear, quizás boté todo, pero seguía en mi movimiento. Nuestras caras quedaron frente a frente sin decirnos nada, solo una respiración agitada rompía el silencio de la habitación, nos quedamos así un momento hasta que me abrazó, nuestros cuerpos quedaron pegados por su leche que se esparcía mientras lentamente nos movíamos por un beso lento, intenso pero tierno. Mi pene perdió la fuerza para mantenerse adentro y lentamente salió, acaricié toda su espalda hasta llegar a su culo metiendo un dedo, jugué en su entrada que se sentía abierta y estaba comenzando a devolverme mi leche, me quedé ahí mientras ambos disfrutábamos la compañía y el contacto. Cuando nos pusimos de pie nos miramos sintiéndonos nerviosos y ambos nos reímos, rompí el momento con un beso que Diego respondió y se vió más tranquilo. Nos metimos a la ducha y estando frente a frente nos besamos otra vez, nuestros penes volvieron a estar al máximo haciendo presión contra el otro y mientras el agua caía sobre nosotros nos masturbamos hasta acabar, la calentura era tal que no fue tal difícil. con un par de espasmos dejó toda mi mano llena de leche, no parecía que hubiera acabado hace unos minutos. No demoré e hice lo mismo, pero jamás esperé que él se llevara los dedos a su boca para probar mi semen, lo miré boquiabierto y el solo rió por mi expresión, noté que no le gustó, pero tampoco lo escupió. Habiendo terminado y secado nos acostamos, el no demoró en quedarse dormido, a mí me tomó un poco más y mientras miraba el techo pensaba en todo lo que había pasado. Al día siguiente me desperté y Diego ya estaba vestido, me dió las gracias por todo y un abrazo de los que no te quieres separar. Fue una semana en la que no me concentré del todo en el trabajo, repasaba la escena en mi cabeza una y otra vez teniendo que ocultar en más de una ocasión una erección frente al pizarrón. Al tiempo lo ví una última vez, pero eso ya es otra historia.
Espero les haya gustado mi primer relato, feliz integraré todas las críticas constructivas para mis próximas publicaciones. Besos
Hola André, pufffff, estuvo super excitante tu relato, que morbo por tan rico y suculento hombre, enserio te envidio, pero de la buena, espero cuentes pronto el siguiente encuentro entre tu y Diego, saludos, enserio que rico me corrí con tu relato…
Me encanto, te cuento que soy profesor y tuve varios encuentros con alumnos, son relaciones con un gran peso afectivo, no es cualquier relacion, el vinculo que uno crea con sus alumnos, nos da ese plus de excitacion y erotismo que no lo tiene otro.
Podrías relatar tus encuentros también imagino fueron tan buenos como el mio
Increíble