El Felador I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Roberto era un hombre heterosexual de 46 años, casado y tenía la fantasía de que un jovencito le hiciera una felación.
Pensé que era el hombre ideal.
Charlamos en el chat unos quince minutos y quedamos en vernos en una cafetería.
Tomé la precaución de no darle mi verdadero nombre y edad (por si le daba por buscarme en una red social o algo).
Le dije que me llamaba Sergio y tenía 21 años, aunque me llamaba Aless y tenía 19.
Tomamos algo en la cafetería y charlamos de cosas triviales (nada de sexo), aunque pude ver que su vista se dirigía varias veces a mis labios.
Me excitó la idea de que Roberto se estuviera imaginando mis labios alrededor de su polla.
La charla fue breve (unos veinticinco minutos) y me llevó a su coche.
No fuimos a su casa, por supuesto, sino a un lugar apartado.
Él estaba en el asiento del conductor y yo en el de copiloto.
-¿Quieres hacerlo o prefieres que sea otro día?- Me preguntó.
-No.
– Le dije.
Le palpé el bulto de sus vaqueros, que palpitaba bajo mi mano, y lo agarré.
Le desabroché los pantalones y le saqué la polla, que estaba medio erecta.
La agarré con la mano y comencé a bascular.
Su piel descubrió un glande prominente y purpúreo.
Me incliné y me dirigí hacia él.
Olí a sexo, y me agradó.
Mis labios besaron tímidamente su capullo y saqué la lengua para darle una suave lamida.
Al pasar por el agujerito sentí en mi lengua algunas gotas algo saladas que se mezclaron con mi saliva.
Abrí la boca y envolví con ella su cabecita mientras mi mano subía y bajaba.
-Uf, sigue así jovencito, sigue así.
– Me apremió.
Sentí que se endurecía del todo.
Era gruesa y dura, y sentía la humedad que emanaba.
Succioné suavemente.
-Lo haces muy bien.
¿Seguro que es tu primera vez? No pares.
– Decía.
Y no paré.
Lamí, chupé y succioné.
Luego levanté su miembro y jugué con sus testículos.
Lamí sus huevos con mi lengua lentamente y los chupé, succionando suavemente.
Luego recorrí con mi lengua desde la base del pene hasta el capullo.
Allí me esforcé más.
-Sí, jovencito, así me gusta.
– Me dijo.
– ¿Te gusta chupármela?
-Me encanta.
– Saqué su polla de mi boca y le miré para contestarle.
-Pues sigue, jovencito.
– Me pidió.
Puso su mano en mi cabeza, pero no presionó.
Únicamente la apoyó mientras mi cabeza subía y bajaba a un ritmo constante.
Mis cinco sentidos estaban al máximo.
Oía sus gemidos y el sonido de mi boca al chupar chop, chop, olía un olor suave y agradable a sexo y excitación, sentía la textura suave de su glande con mis labios y mi lengua y saboreaba la humedad salada que emanaba.
-La chupas muy bien.
Naciste para chuparla, jovencito.
– Me dijo.
Llevó su mano a mi espalda, y la bajó para agarrar mi nalga por encima del chándal de deporte que llevaba.
Acarició, apretó y pellizcó.
Luego me dio un azote.
Yo seguí a lo mío.
-Me vas a hacer correr, jovencito.
– Me dijo.
Aunque pareciera raro, fue la primera vez que lo pensé.
¿Qué iba a hacer con… eso? Le seguí comiendo la polla de todos modos.
Chop, chop.
Mi cabeza subía y bajaba.
-Me corro.
– Dijo al tiempo que me daba otra nalgada que me hizo vibrar la nalga.
Primero sentí unas pocas gotas líquidas en la boca, luego el primer chorro, más espeso y caliente.
Al tiempo que sentía el segundo chorro me volvió a azotar la nalga.
Luego un tercer chorro, algo más débil.
El cuarto fue un par de gotas.
Saqué su polla de mi boca con cuidado para no manchar a Roberto o su coche.
Retuve su semen en mi boca, sobre la lengua, el tiempo necesario para incorporarme, abrir la puerta y escupirlo fuera.
Vi que era abundante, pero no me desagradó.
-Ha estado genial.
– Dijo.
-Gracias.
– Le respondí.
-Eres un buen chupapollas.
– Volvió a decir.
-Gracias.
– Sonreí.
Me llevó de vuelta a la cafetería donde habíamos quedado.
Por todo el camino llevó una sonrisilla de satisfacción.
Nos intercambiamos el teléfono y nos despedimos…
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