El Felador III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Estaba enfadado con Roberto por haber traído a otro hombre a nuestro encuentro.
Por haberme pedido que se la chupara y, sobretodo, por haberme enculado él y su amigo.
Me sentí humillado.
Roberto me llamaba y escribía mensajes pero yo no le cogía el teléfono ni le respondía, hasta me lo encontré dos semanas después de nuestro último encuentro.
-¿Me perdonas?
-No es cuestión de perdonar…
-¿No te gustó que te follásemos?
-No me gustó que me follara él…
-Pero yo sí…
No le respondí.
Me indicó que subiera a su coche, que lo tenía aparcado cerca, y me llevó a un lugar apartado.
Era un secarral.
Estábamos solos.
Nos bajamos del coche y, sin decir palabra, se bajó los pantalones y puso su mano en mi hombro, presionándome hacia abajo para que me agachara.
Me arrodillé y me quedé cara a cara con su pene semiflácido.
Lo agarré y reaccionó al tacto.
Abrí mi boca y lo abracé con mis labios, lo envolví y lamí.
-¡Qué bien la chupas! ¡Ya te dije que naciste para esto! ¡Naciste para chupar pollas!
Entonces hizo algo que nunca había hecho.
Me sujetó la cabeza con las dos manos y clavó su polla en mi garganta.
La metió tan profundamente en mi boca que mi nariz se hundió en su vello púbico y mi barbilla en sus huevos.
Sentí unas arcadas repentinas.
Intenté zafarme pero él me apretaba contra su polla con fuerza.
Finalmente me zafé.
Respiré aire en grandes bocanadas.
La saliva cayó y se deslizó por mi barbilla.
Sentía lagrimear los ojos pero no vomité.
-¿Otra?- Me dijo Roberto.
Abrí mi boca, indeciso, y el hizo lo mismo otra vez.
Me sujetó con firmeza y clavó su polla, gruesa, dura, en mi garganta.
Esta vez empezó a mover las caderas adelante y atrás.
Me estaba follando la boca.
Estuvo así unos treinta segundos, hasta que me soltó para que pudiera respirar.
Mi cara debía ser un cuadro.
El pelo despeinado por las sacudidas y sus manos.
Mis mejillas llenas de lágrimas.
Todo alrededor de mi boca llena de saliva.
Eso le debió de excitar mucho, porque me miró durante un buen rato, mientras me restregaba su polla húmeda por toda mi cara y me daba golpecitos con ella.
-¿Te gusta?
Extrañamente sí, pero no se lo dije.
Volvió a follarme la boca.
Sentía su polla bajar hasta mi garganta.
Subía y bajaba, subía y bajaba.
Me ahogaba.
Cada veinte o treinta segundos paraba que pudiera respirar y luego continuaba.
-Mi putita.
Me dijo al tiempo que se corría.
Lo hizo cuando tenía su glande en mi garganta, por lo que el semen corrió garganta abajo, caliente.
Cuando la sacó ya había descargado todo.
-Vamos, te llevaré a la ciudad.
Me levanté cansado (es curioso como puede agotar que te follen la boca) y me metí en el coche.
Nos despedimos y me pidió que le cogiera el teléfono la próxima vez.
Le dije que sí.
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