El futbolista pelirrojo virgen
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por act-bix.
Animado por la lectura de los relatos, me he atrevido a escribir algo que me acaba de pasar en días pasados. Recientemente sucedió un inusitado pasaje en mi vida que me sorprendió de sobremanera. Narración real, tan real que la sigo viviendo hasta el momento. Haber si me sale correcta la descripción de mi relato y espero les guste.
Por motivos de la crisis laboral que vive México, quedé desempleado desde hace un año. Para poder sobrevivir puse una farmacia en una colonia popular de mi querido Guadalajara, Jalisco. Soy químico-farmacobiólogo, lo cual me permite conocer de medicinas. Encontré un local comercial que tiene tres espacios: el espacio para la venta al publico, un pequeño cuarto que adapté con una mesa, una TV, y una cama para reposar mi siesta después de la comida; y un patio de servicio en la parte trasera. Por fortuna la gente que habita en dicha colonia me ha tenido confianza logrando tener buenas ventas.
Poco a poco he ido conociendo a mis clientes y vecinos. Debo de reconocer que mi apariencia fresca y jovial ha ayudado a que la comunicación y venta sea mucho mejor. Tengo 35 años, casado, con hijos, pero a la gente no le interesa eso; más bien desea ser tratada bien, con sonrisa al momento en que entran a comprar; por fortuna a mí se me da eso, risa fácil.
Entre mis muchos clientes hay gente de todo tipo: tímidos, abiertos, platicadores, amenos, corajudos, enojones, etc.; quien me empezó a llamar la atención fue un jovencito de unos 16 años, pelirrojo. Noté que iba casi a diario a comprar pequeñas cosas con cualquier pretexto, muy platicador él. Daniel se llama. Chico preparatoriano, delgadito, 1.65 mts de altura, güerito, pecoso, con pelo color zanahoria, de unos 56 kilos aproximadamente, de esos que parece que ya no van a crecer y serán bajitos por toda la vida; futbolista por entretenimiento, con carita muy fina, igual a la de su mamá una señora muy guapa de exquisito cuerpo, y la galanura de su papá señor cuarentón con un trasero increíble.
Daniel pasaba diario por mi local en las mañanas cuando iba a su escuela; siempre me daba los buenos días. Cuando regresaba, a veces se quedaba a platicar conmigo y se iba cuando le decía yo que iba a cerrar a meterme a comer. Por las tardes volvía a pasar a su preparación de futbol, a un parque cercano; a veces iba acompañado de sus amigos y otras veces solo.
El muy pícaro sabía que yo lo miraba con cierto interés, y más cuando regresaba de su entrenamiento. Su culito redondito y parado me llama la atención; sus muslos ya asomaban vello corporal, yo lo sabía porque casi siempre vestía pantalones rotos de las piernas, y se le asomaba su poblada piel llena de vellos que lo hacía verse antojable. A veces llegaba todo sudado y se ponía a platicar conmigo. Mientras me contaba su vida, se movía de un lado a otro con manías de un chico hiperactivo, tocando todas las cosas del mostrador; algunas veces se metía la mano bajo la camisa deportiva y se la subía desinteresadamente mostrando un abdomen plano con leve notoriedad de su six-pack; me excitaba al verle los pelitos rojos alrededor del ombligo, siempre he sido fetichista de esa parte corporal masculina, ha de ser porque yo también los tengo. Él notaba que se me alcanzaba a parar un poco la verga cuando le veía su abdomen, y lo hacía a propósito para calentarme. Nunca ha mostrado comportamiento raro o femenino, siempre ha sido muy varonil.
Cierto día me preguntó sobre las medidas de los condones en venta, que cuáles eran los normales, cuáles los chicos y cuáles los más grandes. Le dije que la mayoría de los hombres usa el tamaño estándar.
D: ¿Y usted de qué medida usa don Jaime? —me preguntó el muy pillo.
Yo: De estándar a extra grande —le contesté riendo.
D: Eso hay que verlo para ver si es cierto jajajaja.
Así eran nuestras pláticas, llenas de palabras sexuales y de doble sentido.
Llegó un día feriado (no laborable nacionalmente) donde todos los negocios cierran a la venta. En mi caso decidí abrir mi establecimiento a pesar de lo cansando que estaba porque un día anterior me propuse hacer ejercicio físico el cual no hacía desde meses anteriores. Poca gente acudió a comprar. La calle estaba sola sin mucho tráfico; supongo que toda la gente aprovechó el día para salir fuera la ciudad a descansar. Cuando estaba a punto de cerrar a mediodía, llegó Daniel. Traía cara triste, algo enojado.
Yo: Qué tal Daniel ¿y esa cara? ¿te violaron o que te pasó?
D: Naaa, cómo cree. Si me hubieran violado trajera cara feliz —me contestó con cierto gesto en la cara.
Yo: ¿Estás bien?
D: Es que… mis jefes (padres) me tienen castigado. Se fueron a un balneario con mis hermanitos menores y me dejaron solo. Y todo porque saqué un 6 en la materia de química.
Yo: Si quieres yo te ayudo o te explico lo que no le entiendas —le contesté al momento que movía mis brazos y pies por lo aporreado que los sentía.
D: No gracias, así déjelo, de todos modos no le entiendo. Y usted ¿qué tiene? ¿Le duele algo? —notó que yo hacía gestos de dolor.
Yo: Ayer me puse hacer ejercicio y quedé todo aporreado; me duelen las piernas y los brazos, pero ahorita descanso y se me pasa.
D: Si quiere yo le doy un masaje. Lo sé hacer. Mi entrenador de futbol nos ha enseñado a masajearnos cuando estamos adoloridos.
Yo: ¿En serio lo harías? Uff vaya que me hace falta —le dije al momento en que mi cochambrosa mente planeaba cogérmelo.
D: Claro, no estoy bromeando. Si quiere cierre el negocio. ¿Tiene espacio dónde acostarse? —sabía perfectamente lo que me proponía y me siguió el juego.
Yo: Sí, acá adentro tengo una camita. ¿Te animas?
D: Ok, va. Le ayudo a cerrar ¬—me dijo al momento en que empecé a bajar la cortina del local comercial.
Cerramos y nos pasamos hacia adentro. Para esto, al momento en que íbamos rumbo a la habitación continua, agarré unos condones y un gel con xilocaina. Me recosté en la cama simulando tener mucho dolor.
D: Si quiere quítese la bata y la camisa para que no se le arruguen.
Yo: ¿Qué te parece si mejor me las quitas tú?
Notó el tono de mis palabras, sonriendo maliciosamente. Se acercó a mi pecho y empezó a desabotonar mi bata blanca para después pasar a abrir la camisa poco a poco, pasando una de sus manos entre mi pecho abultado.
D: Me gusta su pecho don Jaime, siempre he querido ser velludo como usted, pero todavía no me salen los pelos jajaja —me dijo tocando morbosamente mi piel.
Yo ¿Quieres ver más pelos? Todo mi cuerpo está lleno de vellos.
D: Ahhh ¿en serio quiere enseñármelos?
Yo: ¿Qué parte quieres que te muestre?
D: Su pito —me dijo presurosamente.
Yo: Ok, nada más que tienes que descubrirlo por ti mismo —le dije mientras me desabrochaba mi pantalón.
Torpemente y un poco nervioso me empezó a bajar el pantalón, al momento que me acariciaba las nalgas y la verga por encima de mi boxer. Y sin tomar mucho tiempo metió su mano para tocar mi verga misma que ya empezaba a pararse por la excitación que me provocaban sus manos.
D: Auch es enorme¡¡ —me dijo al momento que notó mi carne caliente y erecta.
Yo: Toda tuya ¿qué quieres hacerme?
No me dijo nada. Sólo me aventó con sus manos para que me acostara en la cama. Y caímos los dos, él encima de mí. Quedamos cara a cara. Se me quedó viendo los ojos, pasando a besarme lentamente mis mejillas, la barba, el cuello, mi velludo pecho, pasando sus labios por mi ombligo jugando con mis largos vellos que tengo en esa parte, y empezó a bajarse lentamente oliendo mi piel hasta llegar a mi pene. Lo tomó con una mano y lo veía con malicia. Saboreó mi líquido viscoso que salía por la cabeza de la verga, y empezó a metérsela en la boca. Sus dientes me lastimaban un poco; le dije que lo hiciera con los labios; y sin mucha experiencia me la mamó como unos 10 minutos. Por mi parte le quité la camisa, los tenis, sus calcetines deportivos y su pantalón al momento en que me succionaba de una forma rica mi derechita verga. Lo dejé en boxers, y lo tocaba por encima de ellos. Como noté que le gustaba que lo acariciara y no se oponía, lentamente le bajé todo hasta dejarlo totalmente desnudo. Sus velluditas piernas se le veían preciosas, tal como siempre me lo imaginé. Me quité totalmente la camisa, el pantalón y mis ropa interior, quedando yo también sin ropa, a merced del gran succionador que tenía encima de mí.
Cuando noté que se había cansando de tanto succionar, lo quité encima de mí y lo coloqué boca abajo en la cama. Dobló sus brazos y puso su cabeza encima de ellos, con los ojos cerrados. No decíamos nada, nos dejamos llevar por la pasión. Lo acaricié totalmente notando que su piel se le erizaba cuando pasaba mis manos por sus redonditas nalguitas; le besaba su piel suavecita y virginal con olor a jabón de tocador. Su culito rosita palpitaba cuando pasaba mi lengua por cada arruga de su entrada al momento que suspiraba con pasión en cada caricia que le hacía.
Yo: Tienes un culito precioso ¿me dejas penetrarlo? —le dije esperando una respuesta negativa.
D: Es que me va a doler, soy virgen de todos lados, nunca he cogido a ninguna vieja ni me han cogido; si me promete que no dolerá puede hacerme lo que quiera —me dijo susurrando sin abrir sus ojos, recostado en sus brazos.
Yo: Ye voy a cuidar para que no sea doloroso, te lo prometo —le dije al oído.
Alcancé mi tubo de pomada Xilocaína junto a mis condones que llevaba en la bata. Me puse un condón y unté un poco de pomada en mis dedos para luego llevarlos a su culito que hasta ese entonces era virgen. Le puse mucha xilocaína en la entrada de su hoyito acariciándolo con ternura, pasando mis dedos por la entrada y después metí un dedo para colocar pomada dentro de él para que la penetración no fuera dolorosa. Una vez que noté que disfrutaba cuando lo deseaba, coloqué más pomada en la punta del condón. Puse mi pito en su entrada y empecé a tratar de meterlo en su culito virginal. Cuando metí la cabeza, quiso zafarse haciéndose a un lado, pero lo volvía a acomodar y sin forzarlo mucho trataba de seguir penetrándolo. Por fortuna la pomada hizo efecto, entumiendo su colita y dejando el dolor olvidado; por lo que yo aproveché para empezar las embestidas con mi enorme pito dentro su culito. Se quejaba un poco dando arqueadas porque su intestino no estaba impuesto a que algo entrara dentro de él.
D: Me duele mucho, pero también siento cosquillas dentro de mi cola, no pare don Jaime, por favor, métamela más, que siento muy rico —me decía gimiendo con pasión como todo un experto en artes amatorias, retorciendo su cuerpo que pedía más y más verga.
Yo trababa de estimular su próstata con mi pito para que gozara más, cosa que si lograba. Lo puse en posición de perrito, de cucharita, de ladito y él seguía gozando. Lo abracé y lo subí con mis brazos por sus piernas hasta quedar yo totalmente parado con él abrazado a mí, frente a frente, pero con su cuerpo al aire, logrando lo que siempre deseé cuando soñaba con penetrarlo. Las embestidas eran fuertes y duraderas. Noté que se iba a correr cuando sus brazos apretaban mi cuello y su cabeza la colocaba de lado en mi hombro con los ojos cerrados.
D: Ay, ay, ay ay, más, más por favor, que me corro —me dijo gritando al momento en que de su pene salían chorros de esperma que caían en mi velludo pecho, chorreando su leche por mi abdomen hasta caer en mis pelos del pene, teniéndolo al aire con los piernas alrededor de mi cintura, mis brazos en sus piernas soportando su ligero cuerpo, los dos parados y él en el aire.
Cuando noté que había lanzado todo su esperma, dejé de penetrar su hoyito, pero sin sacar mi verga de él. Caminando poco a poco lo dejé caer en la cama y le saqué mi pito de su culo. Lo recosté con suavidad y me puse a un lado de él acostado.
D: Me dejó sin aliento don Jaime jejeje. Oiga, siento aire que entra por mi cola ¿qué es? —me dijo asombrado, tocándose la entrada del orificio.
Yo: Es que te quedó el culito abierto; no lo vas a poder cerrar tú solo. Solito va cerrarse, así quédate dormidito —le dije tocando su carita llena de satisfacción.
D: No, cual dormido. Lo que quiero es sentir su leche en mi boca ¿se anima?
No le contesté. Únicamente le puse mi verga en su boca y dejé que me la chupara. Así estuvimos buen rato, sintiendo mis huevos adoloridos porque no podía eyacular. Como no tenía experiencia en hacer oral, le ayudé un poco con mi mano, logrando aventar chorros y chorros de leche dentro de su boca, que hizo que escupiera y tosiera un poco porque no le cupo toda en su cavidad, hasta dejarme sin una gota de esperma en los gordos huevos peludos que me cuelgan.
Nuestros cuerpos sudados y extasiados se unieron en un abrazo y nos quedamos dormidos, con la piel oliendo a esperma y a sexo fuerte.
A la hora desperté sintiendo sus peludas piernas encima de mi. Lo hice un lado sin despertarlo y es cuando pude ver su cuerpecito lánguido, delgado, pero con abdomen marcado. Su verguita si acaso medirá unos 10 cms flácida; y erecta unos 14 cms. Su culito parado ya asomaba pelitos en las nalguitas. Sus axilas con vellitos cortos pelirrojos.
Lo desperté para bañarnos. Me sonrió con su carita angelical todo modorro. Lo levanté y nos metimos al baño. Ahí me volvió a propinar un largo oral a mis 18 cms de verga dura, peluda y cabezona por horas. Para que no se sintiera mal yo también se lo hice un ratito de oral a su torcida y delgada verguita. Lo volví a penetrar, hasta quedar los dos totalmente cansados por tanto sexo. Ya entrada la noche se fue a su casa. Con la promesa de regresar otro día.
No volví a verlo en los días siguientes. Pero a los pocos días pasó por mi negocio. Me dijo que estuvo dos días en cama porque no se podía sentar ni caminar mucho, ya que el dolor le llegó cuando se le pasó el efecto de la anestesia de la pomada. A sus padres les dijo que se había lastimado jugando futbol. Y me prometió que pronto volveríamos a pasar momentos inolvidables, ya que una vez perdida su virginidad conmigo, ya no tenía más que perder, solo gozar.
Muy bueno. Me encantan los pelirrojos