El Gallo y el cura
Inicios de una amistad entre un hetero y un gay de closet .
Esto me lo contó un amigo al que llamaré Gallo y le sucedió hace tiempo atrás.
Gallo consiguió trabajo en un banco y después de un par de años había entablado una buena amistad con un compañero apodado el Cura porque había sido seminarista, carrera que luego abandonó por no tener vocación suficiente, esa era la historia oficial.
Al Cura le gustaba mucho salir en su auto a recorrer las afueras de la ciudad, ir al campo, al río, al dique o algún pueblo cercano. Con el tiempo invitó a Gallo como compañero de esos paseos y los fines de semana era común que salieran juntos a algún lado.
Un atardecer estaban sentados adentro del automóvil a la vera del rio, compartiendo unas cervezas y Gallo curioso preguntó cual era la verdadera razón por la que había dejado los estudios sacerdotales, el Cura dudo unos instantes, después lanzó un suspiro y confesó que apenas ingresó al seminario descubrió que el lugar era un nido de lujuria. Los curas buscaban a los aspirantes para tener sexo lo que era un secreto a voces en ese internado; el mismo había caído en las redes de uno de los religiosos llegando al punto de sentirse atraído por esa persona. La cosa es que se había enamorado pero su profesor era promiscuo ya que se acostaba con otros jovencitos además de él, una situación que no pudo soportar y decidió alejarse para siempre. Gallo quedó sorprendido por su franqueza, un silencio incómodo había entre los dos además se dio cuenta que la historia lo había excitado al punto de tener una gran erección, el Cura que estaba sentado de costado en su butaca lo miró con timidez y estiró lentamente su mano para acariciar el bulto de Gallo quien lo dejó hacer para después desprender el pantalón y liberar su verga que ya no aguantaba su prisión
El Cura acarició esa cabeza húmeda, deseosa, se agachó y comenzo a chupársela y acariciar sus huevos, su lengua se deslizaba por todo el glande, y su boca tragaba todo ese pene, tenía experiencia en el sexo oral. Gallo disfrutaba como nunca de esa buena mamada hasta que estuvo a punto de acabar, pero el Cura le pidió que no lo hiciera aún, reclino un poco el asiento de su compañero para luego desnudarse por completo y se sentó sobre su falo dándole la espalda. No lo podía creer, el placer que daba ese culo caliente, apretado me volvía loco, sentía deseos de penetrarlo hasta el fondo, hasta lo más íntimo de su ser. El Cura se movía y gemia delicioso, como si sufriera y gozara al mismo tiempo en un vaivén cada vez más intenso hasta que Gallo no pudo aguantar más y descargó toda su leche apretandolo con fuerza hacia él…
Ambos resoplaban sudados, agitados, el Cura se bajó del auto y apoyó sus brazos sobre el capó sintiendo como se escurría el semen entre sus piernas, Gallo terminó de sacarse el resto de su ropa, se acercó por detrás y comenzó a pasar su verga sobre la raja del culo enlechado del Cura hasta que tuvo una nueva erección, sin esfuerzo lo penetró de nuevo mientras el Cura se agachaba un poco más para sentirlo mejor. Todo su cuerpo se erizaba de placer haciéndole gritar con pasión alocada, ninguno podía contenerse.
En la oscuridad de la ribera no había un alma, solo ellos dos cogiendo, teniendo sexo y gozando como no lo habían hecho en mucho tiempo.
Después el regreso fue en silencio, ambos concentrados en el oscuro camino, el Cura dejó a Gallo en su casa antes de la medianoche y se despidió hasta el lunes cuando lo volvería a ver en el trabajo. Gallo cansado solo deseaba una buena ducha pero antes se asomo a la habitación más pequeña y vio a su mujer y su hijo dormidos.
A fin de cuentas, Gallo era un hombre casado.




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