El hermano de mi mejor amiga.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Noickro.
Muchas gracias por sus comentarios que me han hecho llegar al inbox. Agradezco mucho sus retroalimentaciones y trato cada día de hacer algo que les agrade. Si alguno quiere enviarme un mensaje al buzón, bienvenido sea y también en mi perfil pueden buscar mis otros relatos.
Cuando terminaron las fiestas mi familia se regresó a la ciudad donde viven y se fueron junto con ellos los dos machos que me habían hecho descubrir lo enviciante que puede llegar a ser el sexo con un hombre.
El único recuerdo que me dejaron fue un par de bóxer usados cada uno que guardaba en bolsas de plástico separadas para que guardaran su aroma. Cada noche extrañe el calor de Manuel en mi cama pero las mejores pajas las tenía pensando en Daniel. En definitiva me gustaba mucho más su forma de coger aun cuando fueron menos veces.
En fin, se terminaron las vacaciones y tuve que volver a la escuela, pero evidentemente ya no era igual, ahora andaba por ahí con ganas de hombre. Al colegio al que iba era privado y tenía los 3 niveles, (primaria, secundaria y preparatoria) que, si bien tenía cada uno sus áreas asignadas, compartían patio, por lo que en los recesos, entradas y salidas todos los alumnos andábamos revueltos. Durante las entradas y las salidas me fijaba mucho en los chicos más grandes, en los de preparatoria, para mi eran hombres atractivos y varoniles y, sobre todo con ropa deportiva, podía percibir en mayor o menor medida sus bultos y la forma de sus cuerpos.
También empecé a cambiar mis amistades. Por una extraña razón comencé a ser amigo de las niñas del salón, de una en especial que se llama Diana, aun somos amigos y creo que nunca supo lo que estoy por contarles.
A Diana ya la conocía desde la primaria, pero nunca hablamos más allá del hola y como estas a pesar de vivir relativamente cerca. No estábamos a dos puertas pero si mucho serían unos 4 bloques los que separaban nuestras casas, aun contando que no vivíamos sobre la misma calle. En fin, ya en la secundaria empezamos a platicar y nos hicimos muy cercanos, tanto que le conté mi nuevo descubrimiento casi con pelos y señales. Al principio, como era normal a esa edad en aquel entonces, se escandalizo un poco, pero ya después la misma curiosidad le hacía pedirme detalles. Fueron muchas las veces que me pidió que le contara lo sucedido y me pedía muchos detalles sobre mis primos. Creo que fantaseaba con ellos aunque nunca me lo dijo.
Como a la tercera semana de clases y siendo súper amigo de Diana empezaron a murmurar que si yo era gay, y tal y los más desastrosos empezaron a molestarme por eso. Claro que a mí me molestaba y me hacían rabiar, hasta que el bullying (en aquel entonces no tenía ese nombre) me empezó a gustar. Cuando no había prefectos o profesores viendo los muchachos me tronaban besos al pasar o me decían cosas como “adiós guapa” y cosas así que a mí, lejos de molestarme me gustaba. Uno de los repetidores, de nombre Jorge, era (obviamente) más grande que nosotros y era también el líder del cotilleo y fue quien llevó eso un paso más allá, y se agarraba su paquete cuando tronaba los besos e incluso me daba una nalgadita si pasaba lo suficientemente cerca.
Diana se enojaba con todas estas cosas y les respondía con groserías pero eso solo los alentaba más. Lo sé, así son los críos.
Empezando febrero en México se festeja el día de la constitución que es feriado, y al caer en lunes nos daba (ahora es siempre lunes) un hermoso fin de semana largo. Después de ese fin de semana largo las cosas cambiaron para mí.
El martes a primera hora Diana me dijo que tenía que decirme algo pero que no me fuera a molestar con ella. Resulta que mi buena amiga (nunca supo que tan buena amiga fue) había decidido contar en su casa que los chicos me molestaban por ser gay (cosa que ella les confirmó) y su hermano que estudiaba psicología quería platicar conmigo para ver si me podía ayudar en algo. Sin mucho preámbulo ese día por la tarde fui a visitar a mi amiga para platicar con su hermano. Los papás de ella se portaron muy respetuosos conmigo (cosa que siempre se agradece) y me dijeron que nos dejarían a Sergio y a mí la sala para platicar en privacidad y se fueron, Diana incluida. Hasta ese día yo nunca había visto al hermano de Diana. Sabía por nuestras pláticas que lo tenía y que es lo máximo para ella pero nunca lo había conocido. Las pocas veces que fui a casa de Diana él no estaba.
Sergio no es un adonis para nada, su cara es, se puede decir bastante común, sin ningún atractivo en particular y su físico no estaba precisamente trabajado. Era fornido sin llegar a ser obeso y también era alto. Su piel, igual que la de Diana era morena.
Sergio empezó a contarme primero de su vida para que tomara confianza, tenía en ese entonces 19 años y estaba en el segundo año de la carrera. No sabía mucho sobre terapia psicológica pero tal vez platicar me haría bien. Ese fue el cuento que nos contó a todos. La verdad sus intenciones eran otras.
Me dijo que fuéramos a su recamara, la única en la planta baja de la casa, que ahí, por estar al fondo, era más seguro platicar en confianza. Yo de verdad desconocía sus intenciones por lo que, lo que pasó me tomo completamente por sorpresa.
Apenas entramos a su recamara cerró la puerta con seguro y nos sentamos los dos en la cama. Me dijo que me sintiera cómodo, en confianza y que nadie se enteraría de que estuve ahí.
De mi nuevo entretenimiento de ver paquetes me percaté de que el suyo lucía bastante más apretado que cuando llegue y me empecé a poner nervioso. Me preguntó que si yo estaba seguro de que era gay y le contesté que sí. Me preguntó que por qué y le dije que no sabía el por qué, pero que si sabía que me atraían los hombres y no las mujeres. Entonces él se levantó, se puso frente a mí y me dijo: mira, no te vayas a enojar con ella, pero Diana ya me contó lo que hiciste con tus primos. Supongo que mi cara de sorpresa fue mayúscula porque se apuró a decir: no, no te preocupes, está bien, no le voy a decir a nadie, solo que (empezó a apretar su paquete de una manera descomunalmente descarada) estaba pensando que podríamos jugar igual.
Sin contestarle nada me lance sobre su paquete. Comencé a sobárselo y apretárselo y pegué a él mi cara. De vez en cuando volteaba hacia arriba para corroborar que el hombre que tenía enfrente de mí, con una de sus manos en mi cabello, tenía una cara de completo placer mientras yo, un imberbe niño de secundaria, jugaba con su paquete y lo ponía duro aun dentro de su pantalón.
Su erección creció en una forma espantosa, grotesca. Su pantalón de mezclilla era realmente insuficiente para contener esa bestia que se endurecía con mis caricias por lo que le desabroche el jeans y vi como al frente de su bóxer se levantaba una carpa de tela que comenzaba a tomar forma y a mojarse un poco.
El, sin esperar nada, se bajó el bóxer y me dejó ver una enorme verga que seguía creciendo. No solo era larga, sino también muy gruesa y con mucho pelo y decorada con dos hermosas esferas colgantes que me puse a lamer mientras lo masturbaba lentamente.
La excitación de Sergio fue mayúscula, me tomo la cabeza por ambos lados y frenéticamente empezó a pegar mi cara contra su verga y sus testículos. Yo eventualmente sacaba la lengua para probar su piel. Yo estaba muy excitado, pero no tanto como él. Apretó mis labios contra sus testículos y movía su pelvis masturbándose con mi cara mientras yo daba lamidas a sus bolas mientras su enorme verga botaba chorros continuos de líquido preseminal que lo mojaba todo.
Me separe de sus bolas y con mi lengua, recorriendo su verga desde la base, comencé a juntar ese delicioso néctar hasta que llegando a la punta tenía una cantidad considerable en la lengua que tragué al meterme su glande dentro de mi boca y comencé a mamar despacio, sacando más y más desde a dentro.
El empezó a hacer movimientos de cadera para cogerme por la boca llevando su glande hasta mi garganta. Yo pujaba de placer con cada movimiento y el también, todo en pequeños susurros calientes para que nadie nos escuchara.
Lo grueso de su verga no permitió que me la comiera toda a pesar de mis esfuerzos que lo llenaban a él de placer. Así estuvimos por un rato, como una media hora hasta que esa enorme columna de carne se tensó al tiempo que llenaba mi boca de leche que me trague vorazmente. Seguí chupando un poco después de eso hasta que comenzó a perder la erección, la saque y se la guardo, me volteo y me doblo sobre la cama, desabrocho mi pantalón y me lo bajo dejando mi bóxer al descubierto. Sin bajarme el bóxer me puso su paquete en mis nalgas restregándomelo y me dijo la oído que tenía muchas ganas de cogerme pero que eso sería luego. Me subió la playera descubriendo mi espalda que mordió con lujuria, descubrió mis nalgas y comenzó a mamarme el culo de una forma deliciosa mientras me masturbaba.
No duré mucho en tener un orgasmo tan delicioso como esperado con mi pene en su mano y su lengua en mi culo. Me dio una mordida en una de mis nalgas como despedida y con la mano embarrada de mi semen me metió un dedo en mi culo y me dijo que era para que no me quedara con ganas de lechita, pero que otro día me daría la suya.
Ese día me vestí y me fui satisfecho porque supe que tendría quien me diera lo que tanto me gustaba.
Por favor hagan comentarios. Esto me ayuda a saber si quieren que les siga contando o no. Un saludo y pásenla bien. En mi perfil encontrarán el resto de mis relatos, disfrútenlos.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!