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Gays

EL HIJASTRO DE MI HERMANA. (2).

El nene tenía más ganas de recibir de lo que yo me imaginaba y eso sumado a mi morbo….
Aún no había aclarado el día, el canto del gallo se hacía escuchar y entre sueños sentí que cierta humedad ganaba mi entrepierna.  La cabecita rubia de Nicolás se notaba tapando la vista de mi falo y la boca de éste trataba de tragar todo lo que podía, generando con esto algunas arcadas, sin que pudiera evitar toser luego de cada incursión.  Me senté en la cama, le di los buenos días agregando que lo estaba haciendo bien, pero todavía no quería terminar así.  Levanté su cuerpo y lo senté sobre mi verga acamada a fin de tenerlo a punto para comerle la boca, ergo: participó más que rápido recibiendo mi lengua que recorría toda su cavidad.  Gemía recibiendo los besos, trataba de devolverlos y movía las nalgas pasando todo el tronco sobre su agujerito.

  • ¿Ahora es cuando me vas a coger metiéndome tu verga?, -preguntó sin dejar de lado el temor porque él sabía que era grande para su asterisco cerradito-.
  • ¿Tenés muchas ganas de que te coja?, ¿estás dispuesto a aguantar si te duele?, -le pregunté besando su cuello-.
  • Sí tío, tengo muchas ganas, pero me da un poco de miedo, tendrías que metérmela despacito porque es muy grande y me vas a hacer doler mucho.
  • Entonces no te apures, primero te voy a chupar todo el culito y te voy a volver a coger con mi dedo, luego ahora con dos y después te vas a tomar toda mi leche, hay que llevarlo con tranquilidad para que goces, -se lo dije pensando en el culito de Olga y recordando cómo sufría cuando mi verga entraba en su culito lubricado y entrenado, esa comparación me llevó a imaginar cuanto le dolería a Nico mi penetración-.

 

Luego de unos besos más y de dejarlo que iniciara una especie de masturbación tocándose su propio penecito, lo di vuelta y lo puse boca abajo en la cama, le abrí las nalgas, limpié con un pedazo de sábana su culito con restos de la crema puesta la noche anterior y zambullí mi cara para que la lengua se hiciera dueña de ese huequito.  Nicolás no pudo reprimir un gritito agudo cuando pasé la lengua por primera vez sobre su ano arrugado y mi lengua se desató.

 

Era una delicia mantener sus nalgas abiertas con mis manos y, además de salivar el lugar, tratar de meter mi lengua en ese hoyito tentador.  Su esfínter se dilataba permitiendo el paso de un par de centímetros de la “sin huesos” en punta y Nico tenía temblores esporádicos gimiendo sin que nadie controlara sus tonos.  “Tío, tío, meté la pija, no importa que me duela”, -pidió gritando en su vorágine momentánea de entrega y calentura-.  Yo sabía que aún no podía “embocarle” el glande y el tronco así porque sí, era tiempo de los dedos.

 

Parte de la dilatación en base a lengua se mantenía, por eso, la primera falange de mi dedo medio encremado encontró rápido el camino y él no contuvo el sonido de satisfacción por tener su recto ocupado, el resto del dedo entró sin problemas y los movimientos de sus nalgas se intensificaron.  Lo moví entrando y saliendo hasta con un poco de rudeza que no acusó y, como quien no quiere la cosa, el índice acompañó al primero, apenas si amagó con una contracción, pero siguió moviendo el culito, ya a esta altura, bastante querendón.

 

Mis manos no eran precisamente chicas y tampoco lo eran mis dedos, pero eso a Nico no parecía importarle y recibía gustoso las penetraciones.  Volvió a tener temblores y contracciones, seguramente producto de nuevas “cosquillas” y le dije que era tiempo de que me la chupara hasta el final.  Mis dedos no salieron de su culito cuando se giró y menos cuando se prendió a mi verga como un ternerito hambriento.  Yo había dicho “hasta el final” esperando que el final fuera mi eyaculación, pero él entendió que había que tragarla hasta el final y trató de esmerarse con eso.

 

La calentura y la excitación lo podían, aunque le costó varias arcadas, una boca totalmente abierta y una profusión inusitada de saliva, además de algunas lágrimas que se escaparon de sus ojos anegados, pero logró bastante.  Notar que había pasado de la mitad de la verga y que el glande tocaba su garganta me dio vuelta y ya no pude aguantar.  La mano en la cabeza no lo dejaba retroceder y mi acabada pasó directa por su garganta, no le quedó más que tragar los cuatro o cinco lechazos que parecieron vaciarme.  Aflojé luego la presión de mi mano en su cabeza y antes de que se la sacara de la boca le pedí que me la dejara limpia, algo a lo que se abocó como si supiera desde antes.

 

La dejó brillante y menguó bastante en su turgencia, pero como yo aún no sacaba y movía mis dedos en su culito, el muy putito me pidió que tratara de meterle la verga, “ahora está más chiquita tío, fijate si podés meterla”, -pidió moviéndose como hembra experimentada-.  Quise darle gusto, aun sabiendo lo que podría llegar a pasar, pero no me importó, el pendejito estaba desesperado por averiguar lo que se sentía con una verga en su recto y yo, bueno, yo también quería cogérmelo como se debía.  Le embadurné bien el culito con crema, me puse en el glande que estaba reviviendo y luego de colocar dos almohadas debajo de su vientre quedó todo a disposición para la desfloración de ese culito infantil.

 

La dilatación, aun a medias estaba bien, algo había logrado haciendo girar los dedos, “no llores ni grites, vos lo pediste”, -le dije-, él asintió con un “sí, sí, sí tío, no voy a gritar” y me dispuse a penetrarlo.  Tuve que apretar el tronco dejando el glande al descubierto para que adquiriera un poco más de dureza y lo apoyé moviéndolo para que fuera entrando despacio ayudado por la lubricación.

 

No hice mucha fuerza y sólo el glande entró hasta el anillo seguido del “ahhh” satisfecho y algo dolorido del nene, pero sucedió lo que yo esperaba, el glande comenzó a crecer, Nico sintió aún más el cuerpo extraño y comenzó a pedir que lo sacara, que era muy grande, que no aguantaba.  Su voz sonaba a llorisqueo y parecía que lo estaba torturando, para mejor no podía moverse por mi peso y a mí me encantaba dominarlo de esa manera, además, aguante me sobraba.

  • No llores, al final resultaste un cagoncito, tocá con tus manos, vas a notar que sólo entró la cabeza.
  • No tío es mentira, siento que la metiste toda y es muy grande, -balbuceaba-.
  • Eso te pasa por ser un putito desesperado, ¿te dije o no te dije que había que hacerlo despacio?, tendría que metértela toda y partirte el culito en cuatro.
  • Tenías razón tío, perdoname, ya me toqué y es sólo la cabeza, pero lo otro no lo voy a aguantar.
  • Te la tendría que meter hasta los huevos por caprichoso, tratá de relajarte y dejame a mí, en un rato me vas a pedir más, -mi voz sonó imperativa y noté que se aflojaba, aunque con temores.

 

Recordé que mi hermana me había dicho que era bastante sumiso para obedecer y decidí cambiar mis tonos con él, por lo menos en lo que tenía que ver con lo sexual.  No le dije nada más y comencé a moverme despacio, el putito se quejaba entremezclando gemidos y sus nalgas comenzaron a moverse, elevándose y buscando más profundidad.

 

Lo de aguantarme y no profundizar pasó a segundo plano, a medida que me movía el glande avanzaba un poco más y notaba que sus carnes se abrían, era todo de forma lenta, pero iba venciendo estrecheces según las notaba y aparecían.  Nico se quejaba y varias veces levantó el tono pidiendo que parara, “No seas malo tío, me duele mucho, es muy grande, me dan ganas de llorar”, -pedía- recibiendo por respuesta que él lo había pedido y tenía que aguantar, algo que aceptó sin decir nada más.

 

Con la mitad de mi verga dentro del estrecho culito del hijastro de mi hermana me di por satisfecho, ya tocaba hacer que el nene gozara, por eso fue que puse un poco más de crema en el tronco y comencé a moverme con cierto ritmo tranquilo que dio resultado.  “Sí tío, ahora me gusta y no me duele”, -dijo alzando la voz-, pronto lo tuve temblando y contrayendo su culito a más no poder mientras gemía fuerte y dejaba un par de chorritos de orina un poco más espesa en la almohada que tenía bajo su vientre.

 

Estando arrodillado miraba como mi verga entraba y salía de ese agujerito chiquito y le avisé que le llenaría el culito de leche, ni tiempo a contestarme tuvo, pero gimió complacido cuando el líquido caliente se depositó en sus tripas.  Quedé destruido, la posición no había ayudado y estar conteniéndome durante tanto tiempo para no penetrarlo hasta el final me pasaba su factura, sin olvidar que dos “polvos” mañaneros no eran “usos y costumbres” en mi casa.

 

Nicolás salió corriendo para el baño diciendo que se hacía caca y me sonreí, el enema de leche no le había venido mal, no parecía lastimado porque no había visto huellas de ningún sangrado ni en mi verga ni en la sábana y tomé mi ropa para usar el otro baño.  La ducha me reconfortó y estaba preparando el desayuno cuando apareció Nico con un shorcito más recatado que, si bien marcaba su culito recién perforado, no dejaba asomar sus nalgas.  Me miró con una mirada pícara y le dije que se sentara para desayunar.

  • ¿Qué te pasa bebé?, ¿te duele la colita?, -le pregunté porque vi que hizo un mohín al sentarse-.
  • Sí tío, un poquito me duele y eso que no me metiste toda tu verga, ¿viste que me aguanté un montón y pudiste entrar?
  • Ya me di cuenta y te felicito, igual insisto en que te apuraste, yo hubiese ido más despacio para que tu culito se amoldara, pero hay tiempo para aprender.
  • Bueno, pero yo tenía muchas ganas, quería saber si era como me contó Cristian y me gustó mucho cuando me metiste la lengua parecía que me derretía, después me cogiste muy rico y tuve un montón de cosquillas en mi penecito, tendrías que enseñarle a él también, aunque ya no sea más mi novio.
  • Eso, nada de novios chicos o grandes, me alegro que lo entiendas… ¿Cómo es eso, tu amiguito Cristian ya conoce vergas de adultos?
  • Sí, él me contó que un tío que ahora no vive más en la casa lo cogió tres veces cuando se quedaba cuidándolo, pero que le hacía doler mucho, que le había sacado sangre y que quedaba muy dolorido, por eso no quería ir con el profesor de natación.
  • Tuvo mala suerte, no supieron enseñarle.
  • Por eso digo que tendrías que enseñarle, seguro que, si yo se lo pido, se deja coger por vos, pero tendríamos que ir para mi casa, a él no lo van a dejar venir acá.
  • Ya veremos, vos no le digas nada y ahora vamos a apurarnos porque van a venir a buscar a la yegua, esa también debe estar bien cogida.

 

Como a las diez de la mañana apareció el dueño de la yegua, le mostré lo filmado, me pagó, le entregué los papeles por el servicio, se fue contento y largué al semental al campo junto con su compañero, a los otros caballos más mansos los tenía apartados de estos, era una cuestión de jerarquías de animales que ellos tenían muy presentes y yo me evitaba peleas, mordiscos y patadas entre los equinos.

 

Nicolás estuvo metido en la pileta y teniéndolo allí yo podía dedicarme a otras labores, igualmente, cuando le dije que tenía que alimentar a las aves, se me pegó a las piernas para ser él quien repartiera los granos que comían.  Lo pasó divertidísimo en el tiempo que permanecimos en el gallinero y estuvo atento hasta que vio al gallo “pisar” a una de las gallinas, “Ahí está tío, ya vi cuando se puso arriba, pero no le vi el pito”, -expresó-.  Le expliqué que era chiquito y lo disimulaban las plumas, con eso quedó más o menos conforme.

 

Al mediodía estaba terminando de hacer el almuerzo y lo llamé porque estaba en una reposera, según me dijo, secándose el short de baño con el sol, pero, le tuve que explicar que no era conveniente que estuviera bajo los rayos de Febo a esa hora.  Entró a la cocina y me preguntó muy suelto de cuerpo…

  • Tío, hoy hace calor de nuevo y no va a llover ni van a caer rayos esta noche, ¿dónde voy a dormir yo?
  • Yo te tengo una habitación preparada, pero, si vos querés podés dormir conmigo, eso sí, si te quedás a dormir conmigo te abro el culito metiéndotela hasta los huevos, creo que eso es lo que querés, ¿qué opinás?
  • Sí tío, sí, te prometo que no voy a gritar ni a llorar, ¿también me vas a chupar el culito como hoy?
  • Bueno, prometido.
  • Tío, ¿por qué me dan esas cosquillas en mi penecito y siento como escalofríos cuando me chupás o me metés el pene?
  • Porque tenés orgasmos sin eyaculaciones, todavía tus huevitos no producen leche y cuando tenés temblores y esas “cosquillitas” es porque manifestás tu placer de ese modo y antes de que lo preguntes, recién te va a salir leche a los diez u once años.
  • Parece como si me fuera a hacer pis, pero no sale nada y después quedó cansado, aunque sigo con ganas.
  • Es una sensación igual a como me pasa a mí, lo que sucede es que a mí me sale la leche y me canso más.
  • Vos tenés pelos en el pecho y no te crecen los pelos al lado de la verga, ¿a mí me va a pasar igual?
  • Puede que te salgan pelos en el pecho o no, pero vas a tener en las axilas, en las piernas y la zona genital, a mí no se me ven ahí porque me depilo, me los afeito.
  • Cuando sea grande yo también me voy a depilar, otra cosa tío, ¿hoy no vamos a dormir la siesta?
  • Vos tenés ganas de que te coja, está bien, vamos a ir a dormir la siesta, pero no podemos estar haciendo eso todo el tiempo, la gente más grande se cansa mucho y yo también tengo que trabajar con los caballos, vamos a hacer un trato, vos siempre estarás dispuesto y cuando yo tenga ganas y tiempo te aviso y lo hacemos.

 

Estuvo de acuerdo y eso me venía bastante bien para no estar todo el día haciéndome chupar la verga o cogiéndome a Nico, porque si fuera por él, querría guerra a cada rato, máxime en ese momento en que todo era nuevo y había sido desvirgado sin muchos dolores y con un indudable gozo, eso sabiendo además que mirar su carita aniñada, sus cabellos rubios, los ojos grandes y celestes, sus ganas de obtener respuestas y su culito bien armado me tenía con la verga morcillona todo el tiempo.

 

Luego de levantar la mesa, lavar y acomodar todo, le pedí que me acompañara hasta la tranquera porque iba a ponerle el candado, con esto me evitaba que alguien pudiera aparecerse por la casa sin que mediara algún aviso y se lo tuve que decir ante su interrogatorio, también me preguntó qué tan lejos quedaba el pueblo y le dije que en la noche le mostraría porque iríamos a cenar a una parrilla de gente amiga.

 

De regreso a la casa para “dormir” la famosa siesta lo miré caminando delante de mí y, observando sus nalguitas paradas a las que me iba a “comer” en un momento, la verga se me comenzó a endurecer.  Sabía que no era lo correcto, pero él quería, el putito le había aflorado con ganas y yo no pensaba desaprovecharlo, también pensé en el culito de su amiguito y le iba a pedir que me mostrara fotos, si me gustaba, el incentivo para que el tal Cristian me diera su culito tendría que proceder de Nicolás.

 

La sensualidad y su seducción para lograr lo que quería parecía innata en Nico porque apenas entró en la habitación se agachó para sacarse el short y me apuntó con su culito de nalgas duras esperando que lo mirara y me calentara con eso, obvio que lo logró, pero decidí que tenía que adoptar una posición más dura a la cual, él no sería indiferente.

  • ¿Te gusta mi culito, es lindo?, -preguntó mirándome con la cara torcida, un rictus que se me antojó medio demoníaco, máxime con las nalguitas apuntado hacia mí-.
  • Me gusta, es muy lindo y te lo voy a romper, pero antes sacame el short y dame una buena chupada, tenés que aprender a tragártela toda.
  • Bueno tío, como vos quieras, -me contestó acercándome y yo me notaba como dominado por la lujuria-.

 

Me bajó el short de baño y tras tomar el tronco con sus dos manitas, besó el glande y me miró mientras procedía a metérselo en la boca.  Forzaba la boca para hacerlo y trataba de meter más en cada amago como de “mordisco” que daba, se atoró un poco, tosió y tuvo una pequeña arcada, pero continuó con el intento sin disminuir sus ganas.

 

Sus ojos se le inundaron, vi que no había proporción entre su boca y el falo erguido y no me importó, se la tendría que tragar toda.  “Respira sólo por la nariz y tené cuidado con los dientes”, -le dije cuando puse las palmas de mis manos en sus orejas y empujé el ariete sin hacer caso de sus ojos desorbitados y su desesperación por no poder respirar.  El glande forzó la garganta y le saqué la verga de la boca dejándolo que tosiera y me llenara los muslos de baba.

  • No puedo tío es muy grande, -expresó balbuceando-.
  • Te la tenés que tragar toda, tu boca es toda mía y hay que aprender a chuparla como a mí me gusta, -le dije con una voz que sonó autoritaria-.

 

Nicolás no dijo más nada, bajó la vista y lo volvió a intentar una y otra vez, yo le mantenía la cara firme con mis manos y por pocos segundos le apretaba la nariz en mi pubis, hubo arcadas, un poco de vómito, tosía, escupía y en un momento dado retiré las manos y, aferrado a mis muslos, él solo se cogía la boca con su propio ritmo.  Los ojos le brillaban por haberlo logrado y salí de su boca para que no me exprimiera.

 

Lo levanté para ponerlo a la altura de mi rostro y, sin que me importaran sus babas y saliva, le comí la boca mandándole la lengua y recorriendo el interior bucal.  “Lo lograste campeón, lo lograste”, -le dije al separarme y fue él quien se prendió a mis labios excitado y feliz por haberse metido mi verga en su totalidad.  “Ya aprendí, ahora te la voy a chupar siempre así”, -dijo cuándo lo puse de espaldas sobre la cama y levanté sus piernas para dedicarme a su hoyito semi virgen.

 

La chupada de culo fue monumental y Nico no podía parar de moverse, gemir y pedir a gritos que se la metiera, su penecito parecía a punto de explotar y le pedí que se lo tocara, yo no lo haría, no me llamaba eso de tocar pitos ajenos, así fuera de mi putito calentón.  Se lo tocaba él, lo estiraba, lo apretaba y yo me dediqué a apretar sus pezones diminutos y endurecidos, mi otra mano tomó el pote de crema y cambié la lengua por mis dedos encremados.

 

“Cogeme con los dedos tío”, -pidió cuando comencé a incursionar en su ano con mi dedo medio-.  Ni falta hacía que lo pidiera pronto tuve el índice y el medio en sus entrañas, emitió un quejido de dolor que se evaporó pronto con el gemido de placer y los moví a gusto haciéndolos girar para dilatar el esfínter que ya no se resistía tanto.  Volvió a temblar apretándose el pene y poniéndome crema en el glande lo arrimé a su huequito querendón.

 

Se mordió los labios y se le llenaron los ojos de lágrimas cuando el glande ingresó en su totalidad, pero apenas si se quejó, se estaba aguantando como me lo había prometido y, aunque iba despacio, no pensaba detenerme, me gustaba sobremanera ver como mi verga se “perdía” dentro de ese conducto chiquito.  La estrechez era un tanto dolorosa para mi tronco, pero entendí que para él era peor y la pasé por alto, las carnes se le abrían y no se aguantó, “me duele tío, me duele mucho”, -gritó llorisqueando y poniendo sus manos en mi pecho, ante esto detuve la introducción, pero no me quedé quieto.

 

Salí y entré despacio en un vaivén suave, pero sin avanzar y sus rasgos doloridos comenzaron a cambiar, sus nalgas apretadas por mi torso se movieron muy sutilmente, la verga resbalaba ayudada por la crema lubricante y Nico comenzó a aferrarse a mis brazos y empujaba su culito para que entrara más, “sí, así tío, cogeme así, me está gustando mucho”, -decía y me lo demostraba con su entrega-, pero…

 

Con un poco más de media verga hundida en sus tripas no me alcanzaba tenía que recibirla toda, debía recibirla toda, además yo ya estaba a punto de llenarle las tripas y me moví un poco más con la misma suavidad.  Justo se dio que Nico comenzó a temblar con otras “cosquillas” y no esperé, de un sólo caderazo, la piel de mi pelvis se pegó a sus nalgas y el grito sonó alto y fuerte, ni siquiera le quise tapar la boca y me moví con más ganas acabando en lo profundo de su culito, ya decididamente desvirgado.

 

“Ayy tío, ayyy tío”, -repetía y las lágrimas caían por los costados de su cara-.  El semen caliente lo alivió bastante y me seguí moviendo, me encantaba haberle roto el culo, el día anterior ni lo pensaba, pero ahora lo cogería como y cuando yo quisiera, estaba seguro que a él no le desagradaría.  Como no se me bajaba y quería ver su culito parado lo giré y lo puse en cuatro para que me volviera a sentir.

 

Se quejó por el dolor que le produjo el “descorche”, pero no dijo nada, ya estaba hecho a la idea de ser mi putito y dejar que lo usara a gusto era su premisa.  Fue más fácil entrar con el culito totalmente “hecho” y mis movimientos se intensificaron, no podía entender lo que decía porque había colocado la cara contra la almohada, pero tampoco me importaba, mi verga me parecía enorme y me encantaba sentirme así, aun cuando sabía que era por lo estrecho del lugar.

 

Noté que había tenido un temblor más pequeño y me gustó que gozara mi verga mientras se la metía a fondo y le apretaba las nalgas, no me apuraba acabar, regar su interior nuevamente me llevaría más tiempo, pero, de pronto lo sentí laxo y abandonado a lo que yo quisiera, demasiado para mi gusto y le presté atención.  Nico no había aguantado o quizás había aguantado más de lo debido, lo concreto es que había perdido el sentido y me asusté con esto.  Le controlé la respiración y lo hice reaccionar haciéndole olor un poco de alcohol, me miró un tanto extraviado y me dijo: “no puedo más tío, vamos a dormir”.

 

Su culito erguido me mostraba, además de las nalgas duras y paradas, un hermoso hueco, un tanto desproporcionado para la zanjita, pero ya se cerraría.  Sangre no había, la crema y el ir de a poco había dado resultado, en definitiva, el desvirgue había sido satisfactorio y tenía que aprovechar ese culito durante todo el tiempo que lo tuviera a disposición.

 

Me fui a lavar pensando en que le tenía que enseñar a lavarse bien el interior de las tripas, pero ya habría tiempo para eso, regresé a la cama, lo tapé con la sábana porque estaba todo transpirado y pensé que el aire acondicionado le podría hacer mal, luego me dormí a su lado.  Dormí un poco más de dos horas y me desperté sobresaltado con Nico sentado en la cama y tocándome la verga dormida.

  • ¿Qué hacés bebé?
  • Te miraba la verga y estaba… estaba tratando de que se parara, -expresó un tanto avergonzado-.
  • ¿Querés seguir?, ¿no te gustó lo de hace un rato?
  • Sí, me dolió un montón, pero me gustó, aunque no puedo seguir porque me duele la cola, sólo quería saber bien todo lo que me había entrado en la boca y el culito.
  • Son un vicioso y me gusta que seas así, te quiero putito.
  • Yo también tío y me encanta que me cojas, aunque me duela, jajaja.

 

El celular sonando nos sacó de la charla íntima y del beso de lengua que le propinaba y él me devolvía.  Atendí sin saber quién era porque me salía un número largo, pero imaginé que era mi hermana desde Alemania.  Efectivamente, era ella y me llamaba para decirme que habían llegado bien y ya estaban instalados.

  • Hola hermana. ¿Cómo estuvo el viaje?, ¿llegaron bien?
  • Sí, estuvo todo bien, ahora más o menos porque acá son un poco más de las nueve de la noche y mi marido todavía está en reuniones.
  • Lástima no estar junto a vos, me animaría a sacarte para varearte un poco.
  • No sabés que falta que me hacés, para colmo las esposas de todos se miran unas a otras como para ver quien “pisa el palito”, parecen buitres.
  • Si estuvieras con tu hermano no habría dudas raras y yo te haría “pisar el palito” a gusto, jajaja.
  • Vos jodé nomás, un día te sigo el tren y vamos a ver de qué te disfrazás, jajaja.
  • Tú sabrás hermana, ya sabés por tus amigas que mis 20×7 no son para tomar nada a risa, jajaja.
  • No me hagás pensar en eso Oscarcito, ¿cómo anda el nene?, ¿se porta bien?, -cambió repentinamente la conversación y le pasé el celular a Nico–
  • Hola má, me estoy portando bien, recién me levanto de dormir la siesta y vi los caballos y todas las gallinas que tiene el tío, también me metí en la pileta y comemos pollo asado y carne, hoy vamos a ir a cenar al pueblo.
  • ¡Huyy, la estás pasando mejor que nosotros!, me alegro Nico, le voy a contar a tu papá cuando venga, portate bien con el tío y no lo hagas enojar.
  • Hago todo lo que el tío me dice, te mando un beso y te doy de nuevo con él, -me pasó el teléfono-.
  • Oscar portate bien, no metas a ninguna de tus “locas” en la casa mientras estés con el nene.
  • Tranqui hermana, la única “loca” que me interesa está en Alemania.
  • Pero, si serás… te mando un beso, otro día los llamo. -Corté la comunicación pensando que no me disgustaba para nada el señor culo que tenía mi hermana-.

 

Mientras le explicaba a Nico como debía hacer para lavarse el interior de las tripas, diciéndole además que luego le enseñaría a hacerlo en el baño, recordé que tenía que ensillar los caballos para las chicas de la Equinoterapia y lo apuré para levantarnos.  Me volvió loco con las preguntas mientras íbamos a buscar los caballos y cuando los tuve listos le dije que se podía quedar un rato con las profesoras y los pacientes, pero que mantuviera la boca cerrada.

 

Joder con los caballos no jodería, lo había hecho montar en uno y se quejó de que le dolía el culito cuando el caballo caminaba, me reí con esto y le dije que deberíamos practicar más para que se acostumbrara rápido, “bueno tío”, -me expresó con los ojos brillantes de deseos-.  El pendejo estaba desatado y me transmitía a mí las ganas de ensartarlo a cada rato.

 

Llevando los caballos de tiro me encontré con Julia que venía a mi encuentro, la morocha alta de buenas formas tenía unos treinta y cinco años, era la profesora compañera de mi “amiga” Olga.  Casada, tenía dos hijos que andarían en la edad de Nico y daba gusto hablar con ella, sabía lo de Olga conmigo, pero nunca había hecho referencia a eso y tampoco me había dado pie para nada.

  • Hola Oscar, ¿cómo estás?, te quería avisar que las próximas dos semanas tendré que dar clases sola, Olga se fue de vacaciones con un novio nuevo que tiene.
  • Bueno, anda con ganas de casarse, espero que lo enganche, jajaja. De todos modos, si me necesitás para algo, sólo tenés que avisarme.
  • Te agradezco, pero… no podré pagarte los favores del mismo modo que lo hacía Olga, jajaja. ¿Quién es este nene tan lindo?
  • Jajaja, nunca digas nunca y no seas mala, ¡vaya uno a saber lo que hablan entre ustedes!, de todos modos, estoy a tu disposición y este nene es mi sobrino Nicolás, los padres se fueron de viaje por trabajo y me lo dejaron por unos treinta días.
  • Hola Nicolás, yo soy Julia, ¿te trata bien tu tío?
  • Hola señora, mi tío es el mejor del Mundo, me hace asados y hoy me va a llevar a cenar a una parrilla en el pueblo, -estaba entusiasmado con eso-.
  • ¡Qué suerte!, ojalá a mí me llevaran a cenar afuera y asado que me encanta.
  • El nene vive enclaustrado en un departamento, pero vos tenés la ventaja de que te puede llevar tu marido.
  • Ni me hables, ahora anda en el sur, es viajante de comercio y me suele dejar sola por semanas, cuando regresa siempre tiene “peros” para llevarme a algún lado.
  • Eso tiene solución, vamos todos a cenar y traé a tus hijos, así nos evitamos las habladurías.
  • ¿En serio me lo decís?, sabés que podría ser, dejame pensarlo y te contesto después de las clases, tampoco quisiera que Olga se enojara conmigo.
  • ¿No dijiste que se fue con el novio?, además, si hablan entre ustedes, ya sabrás como es la relación que tenemos o tenía con ella, a todo esto, ¿vos sos de contar tus cosas?…
  • Sí, sí, conozco la relación y con demasiados “detalles”, “enormes detalles”, jajaja y tenés razón nadie tiene porqué enterarse… de nada.
  • Ustedes son terribles, luego paso a arreglar el depósito del baño de los chicos, me olvidé completamente de eso, otra cosa, Nico quiere quedarse con ustedes para ver lo que hacen.
  • Dale, dejalo y después pasá por el tema del baño.

 

Le dejé los caballos y me volví para casa, yo trataba de no meterme en nada de lo que pasaba en las sesiones de Equinoterapia, Olga sólo quería recibir de mi verga de vez en cuando, pero yo sabía que buscaba a alguien con quien casarse, por otro lado, había algunas mamás de los pacientes que eran muy “simpáticas” y dadas y yo les escapaba a esos entuertos o a los que podían surgir.

 

Lo que menos quería era complicarme la vida, aunque Julia estaba como para mirarla y un poco más, para mejor, no estaba muy conforme con el marido, me lo hizo saber y sabido es que, cuando hablan mal de ellos, están a un tris de cualquier cagada o “polvo” infiel y, si eso surgía, yo “siempre listo” …

 

En el predio que tenían destinado las dos profesoras existía un lugar, una especie de salón de estar con dos baños que se usaban indistintamente por los concurrentes y que yo me ocupaba de mantener en condiciones de uso, la higiene corría por cuenta de ellas.  Uno de los pacientes había roto el depósito del baño y me había olvidado completamente de eso, pero en casa tenía todo para arreglarlo y es lo que haría a continuación.  Metí en una mochila varias herramientas, un par de repuestos que me podrían servir y regresé a cumplir con lo prometido.  Antes de llegar a la edificación, la primera que me salió al paso fue la rubiecita pizpireta esposa del Director y dueño de la Clínica privada del pueblo.

  • ¡Qué alegría que me da esto, chicas!, -dijo dirigiéndose a dos mamás más que estaban a su lado-, Oscar está vivo y yo que pensé que se había fugado con alguna novia… Hola Oscar, nos tenías a todas abandonadas.
  • Hola señoras, ¿cómo están ustedes?, me van a tener que disculpar, pero bastantes problemas tienen ustedes como para venir a meter las narices dónde no me llaman, además anduve con mucho trabajo, hasta había olvidado lo del baño roto.
  • Nada que ver una cosa con la otra, siempre viene bien un hombre para charlar de cosas distintas, igual ya nos contó Olga que tus sementales anduvieron de parabienes todo el mes pasado.
  • En buena hora Clarisa, creo que la pasaron bien con tantas yeguas querendonas, jajaja.
  • No me cuentes, no me cuentes porque voy a terminar por pedirte que me dejes ver algunos de esos “tiroteos”, debe ser de lo más excitante, ¿vos que decís?, -acotó en voz baja para que no escucharan las otras-.
  • Eso depende de lo que se entienda por placer, a mí me gusta estirar “el tema” todo lo más que pueda, pero los caballos no entienden de eso, no pasan de ser unos “rapiditos”, algo así como un “pim, pam, pum y a otra cosa, -le contesté en el mismo tono, aunque entendió clarito por dónde iban los tiros-.
  • No importa, alguna vez me tendrías que invitar, los “ratones” y las fantasías las pongo yo, jajaja, además, -aquí levantó la voz para que las demás escucharan- tendrías que dejar de ser tan ermitaño, algún fin de semana nos tendríamos que reunir y hacer un asado con pileta incluida. ¿Chicas, eso estaría bien?, ¿qué opinan?, -las demás se prendieron enseguida-.
  • Hecho, ahora déjenme que voy a arreglar el baño, por lo demás, pónganse de acuerdo y decidan ustedes cuantos serían y pasamos un día divertido, yo estoy siempre en casa.

 

Yo de tonto no tenía nada y más de una vez me habían demostrado algunas de las mamás que se podrían prender en cualquier “negocio”, les había escapado siempre por la presencia de Olga y para evitarme problemas, pero primero Julia con su lomo de infarto, luego Clarisa con sus tetas desproporcionadas para su torso y su culito parado, más Nico que había despertado a culazos y mamadas mi libido, yo también estaba para cualquier “negocio”, ya que siempre opiné que los cuernos de los maridos eran problema de ellos, había de todo como en botica, pero, la mayoría de las veces, ellos mismos los generaban.

 

El arreglo me llevó más de lo debido y luego me puse a arreglar la ducha porque salía poca agua fría.  Ni cuenta me di cuando se fueron las madres y me sorprendió la voz de Julia.  “Hace tanto calor que no vendría mal darnos un regio baño”, -la insinuación y la mirada que echó sobre mi torso transpirado sólo podría pasar desapercibida para un estúpido, la profe se delataba sola, pero, la presencia de Nico ahogaba cualquier expectativa-.

  • Sobre la invitación, yo tendría que ir a cenar con mis hijos, mi excusa sería hablar del aumento de la cuota del alquiler y, si es posible, en la parrilla del pueblo vecino, acá todos hablan.
  • No hay problema por los chicos y si hacemos unos treinta kilómetros más, estaríamos cerca de la capital, conozco una buena parrilla por allí, ¿te queda bien que pase a buscarte a las nueve de la noche?
  • Si está bien, aunque voy a andar con lo justo para vestirme, jajaja, ya sabés como somos las mujeres.
  • No te mates, jeans y remera estaría genial, que sea bien de sport, aunque vos quedarías hermosa con un mameluco de operario.
  • ¡Ufff!, mejor me estoy yendo, te espero, chau Nico, te portaste muy bien.

 

Julia estaba jugadísima, nunca me había demostrado nada, pero la ausencia de Olga con la que sabía que yo tenía algunos escarceos amorosos en que ésta se sentía bien y que, evidentemente le contaba, más los desaguisados y desatenciones del marido, la habían decidido a “fabricarle” un hermoso casco de vikingo al viajante de comercio y, aunque esa noche no pudiera hacer nada, iba a tratar de no dejar pasar la ocasión.

 

Regresamos a casa llevando los caballos y con Nico contándome que había hablado con algunos chicos, “no hablé mucho porque son muy serios, pero quedamos en que vendría otra vez a verlos, tío, ¿esos chicos están enfermos?”, -preguntó intrigado-…  “Algunos tienen problemas de motricidad, no se mueven bien o no se comunican, pero los caballos los ayudan, la que sabe bien es Julia, otro día le preguntás, ahora tenemos que bañarnos para ir a cenar, vamos a ir con Julia y sus hijos”.

 

Tenía preguntas respecto a los hijos de Julia y a las mujeres con las que me había visto hablar en el predio y aprovechando que nos bañamos juntos se las contesté.  Gritó, se quejó, aunque, como siempre terminó dando gemidos y exigiendo más cuando, utilizando un poco de jabón en gel y manteniéndolo levantado y rodeándolo con los brazos, lo ensarté hasta las bolas y lo cogí con ganas.

 

Él tenía sus piernas rodeando mi cintura y como no pude aguantar la posición me senté en el borde para que me cabalgara, notaba que su pancita se hinchaba cuando la verga llegaba hasta lo más profundo y luego de besarlo evitando de paso que alzara la voz con grititos mezclados entre dolor y placer, le conté que algunas de esas mujeres podrían ocupar alguna vez mi cama y él tenía que aceptarlo porque a mí también me gustaban los culos de mujeres.

  • Vos sos mi putito y dueño de mi culito preferido, pero a veces me vas a tener que ayudar para que yo me las pueda coger a ellas.
  • Yo te ayudo en todo tío porque sé que me querés a mí, aunque haya otros culos de grandes, pero, ¿qué tengo que hacer?, ¿también las tengo que chupar?…
  • No creo que quieran, pero, por ejemplo, suponte que Julia venga a la pileta con los hijos y yo quiera cogérmela rápido en el cuarto…
  • Ahh, ya entiendo, yo me quedo con ellos o te aviso si van para adentro, ¿es eso?…
  • ¡Sos un genio Nico! y tenés un culito que me vuelve loco.

 

Se puso contento por lo que le había dicho, me devolvió una mirada y sonrisa de compinche, pero pronto le tapé los labios con los míos porque me paré, lo apoyé en las cerámicas, entré y salí varias veces y le llené el culo de leche.  Quedé “pipón” con la cogida y a él le pasó igual, no obstante, cuando le saqué la verga de su conducto estrecho le enseñé a lavarse los intestinos con una pera de goma mediana a la que le puse agua tibia.  La primera vez se lo hice yo y luego él lo hizo dos veces más, desde ese momento podría llenarle la garganta de leche apenas le sacara la verga del culito.

 

Los dos hijos de Julia tenían nueve y diez años, eran morochos, pero de piel blanca y resultaron ser muy dados para congeniar rápido con Nico.  Ella estaba espectacular, el jeans elastizado se adhería a las formas de piernas, caderas y culo, las sandalias de taco medio resaltaban todo este envase y la remera con cuellito no podía disimular el par de tetas que hacía un juego perfecto con el tamaño de su torso, la completaba con el cabello suelto y un par de ojos negros que “hablaban”, ni siquiera hacía falta tanto maquillaje, estaba mortal.

 

La felicité por los hijos y alabé su belleza pidiéndole disculpas por anticipado, “¿por qué?”, -preguntó intrigada y mirándome a los ojos-…  “Porque es probable que al mirarte pierda el hilo de la conversación, jamás pensé que habría una mujer de “11” detrás de la profesora Julia, me encanta haberte invitado y descubierto”.  No pude verla dentro de la camioneta, pero estoy seguro que se sonrojó hasta la raíz de los pelos y no me contestó nada, era evidente, para mí, que sus procesiones iban por dentro y sus pezones erectos la traicionaban.

 

Los chicos hacían bromas jugando entre ellos en el asiento trasero, preguntaban si podrían pedir tal o cual comida y Nico les contaba de la pileta que teníamos y de lo que él comía antes y como lo estaba haciendo ahora.  Julia se acercó un poco más hacia mí y me dijo “gracias”, pero lo mejor fue que me apoyó una mano en el muslo.  La noche “pintaba” de lo mejor.

GUILLEOS1 – Continuará…  Se agradecen comentarios y valoraciones.

 

 

6421 Lecturas/22 agosto, 2022/0 Comentarios/por GUILLEOS1
Etiquetas: amiguito, baño, hermana, hermano, infiel, semen, vacaciones, viaje
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0 comentarios
  1. Make-magic69 Dice:
    23 agosto, 2022 en 3:57 pm

    Muy buen relato espero q sigas la saga 👍 😉

    Accede para responder
  2. elbotiija10 Dice:
    23 agosto, 2022 en 6:30 pm

    Delicioso relato!!!

    Accede para responder
  3. javixp90 Dice:
    23 agosto, 2022 en 6:39 pm

    Cada vez te superas mas con la historia, espero que no tardes mucho en subir la próxima parte

    Accede para responder

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