El hijo de la dueña.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Tonisoto.
Trabajaba yo por aquellos días en una pequeña agencia de transportes, era uno de los pocos repartidores con los que contaba la empresa, siempre estresados y mal pagados.
En la oficina de la agencia solo trabajaban dos personas, una era la mujer del dueño, la cual debió de estar buenísima en sus mejores tiempos, pero ahora, entrada en carnes y con mal humor crónico, se hacía poco de desear.
En cuanto al hijo.
Era un chico joven de poco más de veinte años, rubio, delgado y de estatura pequeña.
Todo ello, unido al poco vello que tenía en la cara, le daba un aspecto aun más infantil.
Era un chico más bien introvertido, no se le veía mucho salir con amigos, y aun menos con chicas.
En cuanto a mí, como se deduce por mis relatos anteriores, no había tenido aun la ocasión de metérsela a un hombre por el culo, cosa que sí habían hecho conmigo en varias ocasiones.
Realizaba a veces el coito anal con mi mujer, y me encantaba hacerlo, pero tenía una nueva obsesión.
Yo había puesto los ojos en aquel chico de aspecto angelical.
El cual no parecía haber roto un plato en su vida, tan aplicado en el trabajo, solo respondía con palabras precisas a preguntas concretas.
No por ello era antipático, el chico sonreía en ocasiones, pero su timidez no le dejaba expresar todos sus pensamientos, al menos así lo veía yo.
Todos sabíamos que el chaval, de nombre Iván, era un genio de la informática.
Yo por aquellos días tenía en casa un ordenador con Windows 98, el cual no dejaba de darme problemas, y gracias a ello fui rompiendo el hielo con Iván.
Cuando teníamos un poco de tiempo libre, nos sentábamos junto a la máquina de café y hablábamos de informática, yo aprendía cosas nuevas y el no se cansaba de darme explicaciones, estaba claro que aquello le apasionaba.
Yo seguía con mi obsesión hacia aquel chico de tan frágil aspecto, el cual, aun siendo mayor de edad, no aparentaba más de quince años, lo veía tan tierno, y me lo imaginaba tan dócil…
Todo ello me provocaba unas ganas locas de sodomizarlo, y digamos que… “de hacerlo un hombre”.
EL deseo era tal que era raro el día que no me masturbaba pensando en el.
Así que, sabiendo que con ello me jugaba mi empleo, le propuse que viniese un sábado por la tarde a mi casa, para ver mi ordenador, e intentar ponerlo a punto.
Yo sabía que aquella tarde no estaría mi mujer en casa.
Y el acepto sin dudar, el venir a socorrerme.
Y llegó el sábado.
Era verano, yo estaba solo en casa en pantalón corto y camisa.
Ante la pronta llegada de mi invitado, me di una ducha y lo fui ordenando todo.
Tenía el ordenador en una habitación de invitados, en la cual había una cama la cual se usaba en muy pocas ocasiones.
Puse el aire acondicionado para refrescar la habitación, e intentando controlar mi impaciencia, encendí el ordenador, y me puse a ver fotos eróticas y porno, pertenecientes a una gran colección, la cual aún conservo.
Tras una espera que parecía interminable, sonó el timbre, por fin, me dije, suspirando aliviado.
A la vez que crecía en mi la preocupación al no saber que iba a ocurrir.
Abrí la puerta y allí estaba él, ataviado al igual que yo con pantalón corto y camiseta.
Hola, dijo sonriendo tímidamente, le invite a pasar, cerré la puerta y corrí el cerrojo.
Fuimos a la habitación y lo invité a sentase frente al ordenador.
–¿Te apetece tomar algo? –Pregunté.
-Una Coca-Cola. si tienes.
Vale, –dije–, y para mí una cerveza.
Le di el bote de refresco, y acercando una silla me senté junto a él, para poder explicarle bien los problemas del ordenador.
Pasé a explicarle los fallos del aparato, para ello me rozaba descaradamente con él cuando tenía que usar el ratón o el teclado.
Rápidamente y seguro de sí mismo, se puso manos a la obra para solucionar las averías.
Ahora estaba tan concentrado en la pantalla que no parecía existir nada más para él.
Estaba sentado a mi derecha, lo hice a propósito, soy diestro y me gusta tener a mis parejas en ese lado cuando estamos sentados.
Tengo que hacer algo, pensé, el tiempo iba pasando y no ocurría nada, tenía que jugármela.
Y no me jugaba solo mi permanencia en la empresa, también me exponía a que se hiciese público que me gustaban los hombres.
Yo, como sabéis, soy bisexual, pero prefiero llevar mi doble vida en secreto.
Con el corazón en la garganta, acerqué mi cara a la pantalla para simular interés por lo que Iván estaba haciendo.
Al hacerlo puse, como de forma descuidada, mi mano derecha sobre su muslo izquierdo desnudo y no pareció darse ni cuenta de ello, solo cuando empecé a acariciarlo lentamente reacciono.
–¿Qué haces? –Me dijo con tono enfadado.
–¿No te gusta? –Pregunté.
–No soy maricón, y de haber sabido esto no hubiese venido.
–Yo tampoco soy maricón, aunque no tengo nada en contra de ellos, lo que a mí me atrae de los hombres son sus pollas y a veces también sus culos.
Pero a la hora de ver un desnudo, prefiero ver a una mujer, le expliqué.
–¿A ti no te ocurre nada similar? –Añadí.
Se hizo un corto silencio, pero ya lo notaba más relajado.
–Tuve novia durante unos años, me dijo Iván, pero al final lo dejamos porque no terminaba de saber si me gustaba realmente, creo que no me siento atraído por el sexo, ya sé que sueña muy raro.
Su mano izquierda permanecía sobre el teclado, aunque ahora inactiva, se la cogí y la puse sobre mi muslo, dejando a la vez mi mano sobre la suya.
Esta vez no opuso resistencia.
Con lo que me dijo a continuación me di cuenta de que ese chico era muy inteligente y me apreciaba realmente. Por lo que tampoco quería hacerme daño.
Me dijo algo así:
-Me caes muy bien Toni, y no quiero perder tu amistad, no sabría decir si me atraes físicamente o no.
Pero estoy dispuesto a hacer lo que me pidas, sobre todo porque te aprecio y considero que no te mereces mi rechazo.
También tengo mucho miedo de hacer el ridículo y que luego te rías de mí, y por supuesto no soportaría que esto se sepa.
Ya sabes que soy muy tímido, no superaría que me apuntasen con el dedo por esto.
-No te preocupes, le dije, yo puedo incluso perder mi empleo si esto se llega a saber.
Hoy me lo he jugado todo a una carta contigo, me he puesto en tus manos porque me gustas mucho, y he considerado que la apuesta merecía el riesgo.
Afortunadamente, parece que he tenido suerte.
Eres una gran persona, y no mereces que nadie te haga daño.
Cogiendo sus manos entre las mías, añadí:
–En cuanto a lo que quiero de ti…
Hice una pausa para tragar saliva.
–De ti quiero lo que tú me quieras dar, pero mi ilusión es ser el primer hombre que te haga sentir algo nuevo.
Quiero alcanzar el cielo, gozando dentro de ti, supongo que sabes a que me refiero.
Iván me miraba en silencio, le di un beso en la frente, y dije:
–Será mejor que primero nos demos una ducha, estamos sudando como caballos por los nervios.
Nos duchamos por separado, primero él y luego yo, quería dejarle cierto margen de intimidad, y tampoco quiera yo, calentarme en exceso.
Tarde muy poco en quitarme el sudor, cuando volví el estaba vestido esperándome, sentado en el borde de la cama.
Yo iba tan solo en calzoncillos, me acerqué a él, lo puse en pie y le ayudé a quitarse la camiseta, luego lo abracé y le pregunte a oído:
–¿Quieres que te bese?
No contesto, solo sentí como su cuerpo se aflojaba entre mis brazos, a la vez que el también me abrazaba, no dije nada más, acerque mi boca a la suya y nos fundimos en un beso que duro al menos un minuto.
Cuando nos despegamos, me fui dejando caer lentamente, besando su blanco pecho, en el cual no crecía ni un solo pelo, cuando llegué a su vientre, vi que allí tampoco había nada de vello.
Mi lengua se recreo al rededor de su ombligo, mientras mis manos le bajaban el pantalón y los calzoncillos a la misma vez.
Seguí bajando hasta ponerme de rodillas, entonces me aparté un poco hacia atrás para ver mejor, y ahí estaba, adornada con algo de vello, pero muy poco.
Cuando vi esa polla, semi erecta, y esos huevos colgando, no pude evitar metérmela entera en la boca para sentir como me crecía dentro, se la fui succionando hasta que ya no me cabía toda en la boca, aquel chico tenía un tamaño de pene respetable.
Le pedí que no se corriese por ahora, mi lengua fue ahora a lamer sus testículos, para volver a subir a su glande y lamer lo que de él ya salía, estaba claro su estado de excitación.
Seguí allí, jugueteando con aquella bola roja, hasta que me pidió que parase, ya no aguantaba más.
Se volvió a sentar en la cama, su cabeza quedaba ahora a la altura de mi polla, solo tenía que inclinarse un poco, le pedí que me la comiese.
–Nunca lo he hecho, –me dijo.
–Ya has visto como te lo he hecho yo, es fácil, –dije.
Mi polla, ya dura, buscaba desesperadamente su boca, y no le permitió decir nada más.
Intenté no ser muy brusco, pero, sujetando su cabeza, se la metí casi toda en la boca, el tuvo que empujar con sus manos para liberarse un poco.
Entonces afloje la presión, y él siguió chupándola despacio, increíblemente bien para ser su primera vez.
Yo tampoco eyaculé por ahora, le pedí que se tumbase boca abajo sobre la cama, y permanecí de pie mirando su cuerpo.
Delgado y pequeño.
Ni su espalda, ni su culo, ni tan siquiera sus piernas tenían vello alguno.
De no haber sabido su edad, hubiese jurado que aquel cuerpo no tenía más de catorce años.
Eres un pervertido, me dije sonriendo, parece un crío y a ti te apetece follártelo.
¿No sabes que eso puede cambiar su vida? Si, pero el ya tiene edad para saber lo que hace.
Dejé a un lado la conversación con mi conciencia, y me acerque por detrás y me tumbé sobre él.
Su piel era tan suave como la de un bebe, ahora mi lengua recorrió su espalda hasta llegar a sus glúteos, los bese y los mordí, conteniendo mis impulsos para no hacerle daño con mis dientes.
Cogí una almohada y se la coloqué bajo la pelvis, aquello le levantaba un poco el culo.
Abrí sus nalgas con mis manos y mi lengua se hundió en ese canal, subiendo y bajando, desde sus huevos, hasta ese deseado agujerito, que estaba a punto de perder su inocencia.
Una y otra vez, y otra más…
Le pedí que esperase un momento y fui al cajón de la mesilla de noche.
Premeditadamente, había guardado allí, esa misma mañana, un dilatador anal de forma cónica, el cual solía usar con mi mujer cuando se la quería meter por el culo.
Ella también me lo metía a mí a veces, para divertirse.
Lo solíamos usar, y aun hoy lo hacemos, con una pomada mentolada, la cual a mí personalmente me encanta, lubrica, refresca y parece aumentar el deseo de ser penetrado por algo grande.
Volví de inmediato con el plug en una mano y el tubo de la crema en la otra.
Le pedí que separase sus nalgas con las manos, entonces aplique una generosa cantidad de producto en su ano, y lentamente, con el dedo índice se la fui metiendo dentro.
Tenso un poco el ano al principio, pero lo fue relajando poco a poco, le pregunte si le estaba haciendo daño y me dijo que no, así que saque el dedo y volví a la carga con dos.
Oí unos suaves quejidos al principio, pero aguanto.
–Duele un poco, pero me encanta como refresca esta crema.
Me alegré al oír eso.
Cuando creí que ya era suficiente, cogí el juguete y se lo empecé a meter despacio.
Aquello, aunque de forma cónica, tenía casi el grosor de un huevo de gallina en su punto más ancho.
Se lo puse en la entrada y fui empujando, hasta que me pidió que parase.
Le aconseje que se relajara.
Mientras, entre intento e intento, le besaba la espalda y las cachas, e incluso le hice un pequeño “chupón” en una de ellas.
Seguimos insistiendo, hasta que por fin, aunque con un grito ahogado de dolor, aquello entro, y se quedo dentro, con solo el tope de seguridad fuera.
Le pedí que lo aguantara dentro, y poniéndolo de nuevo boca arriba, se la estuve mamando despacio, con cariño, para que aguantase mejor la “terapia”.
Cuando pare de chupársela le comenté:
–Si tú supieras como me lo hicieron a mí la primera vez, eso sí fue sufrir.
Algún día te lo contaré.
–Bueno, date la vuelta y veamos como tienes eso, dije con voz ardiente.
Le retire el dilatador y pude ver como su esfínter se mantenía ligeramente abierto.
Se lo volví a meter algunas veces más, pero ya oponía muy poca resistencia, incluso me confesó que le estaba gustando.
–Quizá te lo he dilatado demasiado, le dije, a mi me gusta sentir algo de dolor cuando me la meten, me produce más morbo.
Ahora lo tenía a cuatro patas ante mí, agarre mi polla y la aplique en el sitio exacto, y esta se deslizó sin esfuerzo, solo le oí quejarse un poco mientras se la metía hasta el fondo.
Aquel chico tenía el culo delgado, por lo que mi polla entraba entera, hasta la base de los huevos.
–sigue, sigue así, me decía entre dientes, esto me está gustando un montón, y pensar que no quería probarlo…
Qué diferencia con mi primera vez, pensaba yo, con algo de rabia.
Le di la vuelta y lo puse boca arriba con la almohada bajo el culo, y así en la postura del misionero se la volví a meter.
En esta posición no entraba tanto como antes, pero podía ver la expresión de su cara, oír sus jadeos junto a mi oreja, y el los míos.
Y, sobre todo, besar su boca.
Y así, mientras él me abrazaba y nos besábamos, me volví loco de placer, me agarré a sus hombros, y en unos últimos empujones, tan fuertes que hasta sentí miedo de hacerle daño, me corrí dentro de él.
Y tras varios espasmos de mi polla, mi cuerpo quedo “muerto” sobre él, mientras mi cabeza intentaba retomar el hilo de los acontecimientos.
Le pedí disculpas por haberme corrido dentro.
–No importa, valió la pena, –dijo.
Dios mío, cuanto he disfrutado no esperaba que esto fuese tan bueno.
Y luego mandan a la gente “a tomar porculo” –susurró irónicamente.
–Dependiendo de quién te la meta, y como lo haga, puede llegar a ser muy doloroso.
Incluso lo usan a modo de castigo en muchas ocasiones, dije con un tono entre solemne y paternal.
Pero tú, lo que te mereces es un premio, le dije.
Puedes elegir entre metérmela, o bien que te la chupe hasta que te corras en mi boca.
–Por hoy me quedo con la segunda opción, contesto.
Sin más lo puse boca arriba, y una vez más me tragué su polla, esta vez no aguantó demasiado, Al grito contenido de, —“me corro, me corro, ya, ya…” — se lleno mi boca de rico semen caliente.
No sabría decir si esa fue la primera vez que un hombre se corrió en mi boca, no lo recuerdo.
Pero haciendo un esfuerzo, me atreví a hacer algo que no había hecho nunca…
Cerrando los ojos, me lo tragué todo.
Iván se merecía ese “sacrificio”.
Se quedó mirándome extrañado al ver que no iba a escupir sus fluidos.
–¿Te lo has tragado? –Pregunto sorprendido.
–Claro que si, le respondí sonriendo, es leche de ángel.
Entonces, en agradecimiento, beso apasionadamente mi boca, con restos aun de su semen, y yo respondí al beso como era de merecer.
Cuando, con la cabeza ya más fría, miré hacia la cama, vi lo que parecía un campo de batalla.
Había que meter, lo antes posible, toda aquella ropa a la lavadora, y poner sabanas y fundas de almohada limpias.
Iván se percato también de ello, y tras lavarnos un poco, nos pusimos manos a la obra.
Ahora, sin deseo de sexo, hablamos de temas banales, como si no recordásemos nada de lo ocurrido, aunque supongo que ambos nos estábamos riendo por dentro.
A pesar de ello, nos despedimos con un beso, y un abrazo que lo decía todo, lo habíamos pasado muy bien, sabíamos que aquello sería algo inolvidable para ambos.
Pero no me atreví a hablarle de una nueva cita por ahora.
Cuando cerré la puerta tras él, me quedé pensando en cómo iba a ser nuestro reencuentro este próximo lunes.
Sentía un poco de vergüenza, y a la vez curiosidad por saber cómo habría influido lo ocurrido sobre su carácter, y en su trato hacia mí.
Y dejando volar mi imaginación, se me ocurrían un montón de hipótesis, pero tenía que esperar al lunes, y opté por resistirme a la tentación de verlo antes.
___________________________________________
Espero que os guste y así me animéis a seguir escribiendo.
Besos a todos y a todas.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!