El hijo del arabe
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era un joven de unos 18 años que se ocupaba de ayudar a los turistas en el transporte de sombrillas y sillas a la orilla de la playa. Vestía un liviano pantalón corto y una desgastada camiseta. Le pregunté si tenía novia respondiéndome negativamente. Deje caer mi mano en su entrepierna y le pregunté que desde cuando no usaba lo que yo tocaba. Solo sonrió pero al acariciar note que lo que tocaba era de buen volumen y con muy pocas caricias crecía con rapidez hasta salirse por el borde del pantalón. Debería medir unos 25 cm y con mis mano no lograba abarcar su circunferencia.
El prepucio cubria con suficiencia el glande. Al dejar este al descubierto aprecié gran cantidad de esmegma acumulada lo que me causo cierta repugnancia. La playa estaba solitaria y frente a ella estacione mi vehículo. Recogí una botella vacía de gaseosa, la llené con agua de mar y prolijamente le lave el apetitoso pero desaseado guebo así como sus colgantes y pesadas bolas. De rodillas me lo metí con dificultad en la boca y comencé a mamárselo. Después de unas prolongadas chupadas recorrí su superficie desde la base a la punta haciéndole en esta el revoloteo de la mariposa. El glande era curiosamente pequeño pero con el prepucio plegado se formaba una especie de gran rodillo que aumentaba notablemente del grosor de la herramienta. Su cuerpo estaba lleno de gruesa venas y en su parte central tenía una fuerte curvatura hacia arriba.
El resultado se sintió: un chorro de caliente semen, muy espeso y con un sabor a mar. Fue como tener en la boca el contenido de varias ostras. El próximo paso sería ser penetrado. Reanudamos nuevamente la marcha y estacionamos cerca de lo que aparentemente era un viejo embarcadero o paso de lanchas, rodeado de un pequeño bosque donde abundaba la basura. Dejando a Jean en la orilla de la playa recorrí el sitio. Habían muchas cajas vacías. Tomé algunas de ellas y abriéndolas hice una especie de cama debajo de un pequeño arbol. Al regresar a la playa vi a Jean bañándose y decidí unirme a el. En el agua le acaricie nuevamente el miembro pero no logre una erección firme. Me dijo que debía esperar un tiempo porque así ocurría cuando se pajeaba. Me tendí a la orilla pero pensando que tan gigantesco guebo no me entraría fácilmente tomé un tubo de desodorante que llevaba en el auto y lubricándolo con vaselina me lo introduje para predilatar mi ansioso agujero. Pasaron más de 30 minutos y acercándome a Jean le dije que se fuera al sitio escogido y me esperase allí para no inspirar sospechas a alguien que nos pudiese estar mirando. Así lo hizo. Esperé un rato y me dirijí al sitio pero cosa común en esa zona, empezó a llover. Al encontrarlo me arrodille y bajándole el pantalón comencé a mamáselo, hasta logra una erección firme. Me eché boca abajo sobre el cartón y en cuatro patas le pedí me penetrara pero que me escupiera primero para que me entrara más fácilmente. Después de escupìrme se colocó semiagachado detrás de mí-
Tomé el fuerte guebo y lo coloqué en mi abertura pero sin aviso me lo sepultó hasta tocar fondo. Fue tan brutal la penetración que la gran dilatación me hizo chillar de dolor pero era tanto el placer que sentía Jean que al yo tratar de sacármelo me lo impidió ciñéndome por la cintura. El intenso dolor cedió y comencé a rotar mi cintura moviendo en círculo mis nalgas para luego hacer toda clase de movimientos placenteros que me hacían gemir. En poco tiempo ambos estábamos temblando de placer hasta llegar a un orgasmo simultaneo. Le pedí que me lo sacara para chupárselo. Lleno de sangre y semen lo lamí hasta dejárselo limpio de cualquier residuo. La lluvia cubría nuestros cuerpos. Con discreción n os alejamos del lugar y nos dirijimos al auto…………………………………………………………………………
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