El hombre de negro
Desde que tengo 11 años, cada noche, un hombre misterioso sale de debajo de mi cama.
Estábamos en la biblioteca, estudiando. Teníamos 11 años.
– Ya sé cómo sorprender a Mica- le dije a mi amigo Ignacio.
– Martin, ¡otra vez con lo mismo…!
– Le voy a hacer llegar una entrada para el cine, un regalo sorpresa… Y cuando vaya, yo estaré en la butaca de al lado. ¿Qué te parece, Nacho?
– ¡Ridículo! Nadie va al cine solo. Vas con amigos, en grupo. Para ver una película solo, la ves por Internet. ¿Por qué no terminás la tarea?
– Ya la terminé- y era verdad. Nunca me dieron trabajo las matemáticas.
– Pasame los ejercicios así me voy a casa – dijo Ignacio, molesto.
Cuando terminó de copiarlos, nos fuimos.
– ¡Gracias por pasarme la tarea, Martín! Te voy a hacer un favor yo también. Olvidate de Mica. Está de novia con Cristóbal. Él tiene 15. Es el macho alfa del colegio. Y vos… digo, nosotros…
– ¿Qué pasa con nosotros?
– Nosotros somos unos pendejos. No tenemos chance con Mica.
Mica era la abeja reina de la clase. Rubia, guapa, un sueño. Yo estaba enamorado de ella y cada noche soñaba que la rescataba del idiota de Cristóbal.
Pero al mismo tiempo que me imaginaba siendo un valiente, yo tenía un problema. Me daba miedo la oscuridad. Nadie lo sabía, pero yo dormía con una pequeña lámpara prendida.
– ¿Otra vez la lámpara? – me decía mamá – ¡Ya estás grandecito!
Ella la apagaba. Pero yo la volvía a prender.
Hasta que una noche el que vino fue papá. Me dijo que había que terminar con esos miedos de niño, que debía madurar. Se llevó la pequeña lámpara. Solo tenía la luz de la habitación.
Esa primera noche a oscuras fue horrible. Dormí sin sueños hasta que un ruido me despertó. La cama se empezó a sacudir. Y una sombra inmensa empezó a acercarse a mí. Tenía tanto miedo que no podía gritar pidiendo ayuda.
– “Soy el hombre de negro”- me pareció escucharle decir, entre jadeos. Su tono de voz era espeluznante – “Y jamás lastimaré a la persona bajo cuya cama vivo”.
Sentí su mano apartar la sábana que me cubría y tocar mi muslo. Era una mano firme y tibia.
– Demasiado joven… Todavía no lo has hecho…- murmuró.
Y metió su mano dentro de mis calzoncillos. Yo seguía atragantado de miedo.
Nunca me había hecho la paja. Acababa de cumplir 11 años y todavía era muy inocente en cuestiones sexuales. Tampoco estaba desarrollado todavía.
– No tengas miedo- me dijo, mientras me acariciaba. El temor había dejado su lugar a la curiosidad. Se sentía bien. Su mano era como de terciopelo y sus manoseos me estaban excitando cada vez más.
Sentí que estaba por orinarme.
– Tengo que ir al baño, señor…
– No es eso… Vas a eyacular…
Y así fue. Con un estremecimiento, sentí una ola de placer y unas gotitas salieron de mi pene. El hombre lamió el líquido, dejando mi vientre húmedo y cálido.
-No sirve. Tengo que salir a buscar- dijo y abriendo la ventana, se fue.
No fue un sueño. Mis calzoncillos estaban bajos y yo no me había tocado. Me los volví a subir y me fui a dormir a un sofá que hay en la sala.
Al día siguiente le conté a Ignacio lo del hombre de negro camino al colegio.
– Eso se llama polución nocturna. Lo demás fue un sueño.
– Te juro que yo no me toqué ahí abajo, Nacho.
– Justamente. Si vos te hacés la paja, es masturbación. Si te sale solo, es polución nocturna. Lo primero es pecado, lo segundo no. El cura me lo explicó.
– ¿No me crees lo del hombre de negro?
– ¡Claro que no…! Me extraña, Martín, que siendo tan inteligente seas tan niño. ¿Estaba debajo de la cama hoy a la mañana?
– No sé… Me dio miedo mirar…
En la entrada al colegio había un amontonamiento. Una chica gorda, llamada Catalina, les estaba contando a los demás que su hermano de 16 años, Luis, había sido atacado en el parque durante la noche. Una figura alta, oscura, siniestra, lo había golpeado… y había abusado de él.
– ¿Oscura? ¿Un hombre de color?
– No, era como si fuese un ser diabólico.
– ¿Un diablo violador? – preguntó una de las chicas.
– No lo violó exactamente… Le hizo sexo oral…
Algunos se rieron. Otros se alejaron.
– ¿Qué es sexo oral? – le pregunté a Ignacio.
– Es… bueno, chuparle la pija a otro… hasta que le sale la leche…
– Parece asqueroso- dije.
Esa noche me quedé sentado en la cama, con mi celular preparado. Le iba a tomar una foto.
Pero pasaron las horas y me quedé dormido. La voz me despertó.
-Soy el hombre de negro… Y jamás lastimaré a la persona bajo cuya cama vivo”.
Antes de que pudiera tomarle una foto, ya había salido de mi habitación.
Al otro día, mi amigo Ignacio se acercó para almorzar conmigo en el comedor del colegio.
– ¿Te enteraste?
– ¿Qué?
-El maniaco atacó de nuevo. Había una pareja besándose en el parque. Chicos del cuarto curso. Entonces apareció el sicópata y le ordenó a la niña que se fuese. Pero abusó del chico. Se llama Ramiro.
– ¿Le tomó lección oral a él también?
– Se llama sexo oral, tonto… Sí, le hizo lo mismo…. Parece que le gusta eso al sicópata.
– No es un sicópata. Es el hombre de negro que sale de debajo de mi cama. Lo vi anoche. Quise tomarle una foto, pero no pude.
– ¿Le dijiste a tus padres?
– Sí, pero no me creyeron. Creen que es una excusa para poder dormir con la lámpara encendida.
– ¿Para qué?
– Nada, olvídalo. Oíme, ¿por qué no venís a dormir a casa esta noche?
– No, ya sabés que mis padres son muy estrictos. Nada de pijamadas.
– Tenés razón. Los míos tampoco lo aceptarían.
Entonces escuché a Mica hablando con Cristóbal. Él había prometido ayudarla con matemáticas esa tarde, pero ahora se estaba echando atrás.
– Mica, tengo entrenamiento de rugby hasta las ocho. Si después voy a tu casa, ya será muy tarde.
– No es tan tarde- dijo Mica.
– No voy a andar a las nueve por la calle con un psicópata suelto. Lo siento…
Cristóbal se despidió.
Yo me ofrecí a explicarle matemáticas. A mí no me daba miedo andar de noche, ya que el hombre de negro había prometido no hacerme daño.
Fue una buena idea. Pude explicarle todo y ella estuvo muy amable. Hasta me acarició la mejilla. Creo que hasta ese momento ni siquiera me había mirado.
Al día siguiente me recibió con una sonrisa, y nos sentamos juntos en clase. Seguimos charlando en el almuerzo. En un momento me pasó las manos por los hombros. Yo estaba feliz.
Todo estaba bien hasta que Ignacio me hizo señas.
– ¿Qué pasa?
– El maníaco. Atacó otra vez. A Raúl Santos.
– ¿Raúl, el de 3er año? ¿Tu vecino?
– Sí. Y ya sabes lo que le hizo. Martín, me parece que ahora sí te creo. Y tenés que decírselo a alguien. Un sicópata se esconde en tu habitación. Ya abusó de tres chicos mayores.
Miré a la mesa donde estaba esperándome Mica. Ella me sonrió.
– Nacho, la verdad era un cuento. Lo hice para llamar la atención. No hay ningún hombre de negro. Y ahora estoy ocupado…
Mi amigo se fue. Cuando me iba a sentar con Mica, Cristóbal me cortó el paso.
– Le prometí a papá que no te iba a pegar porque no quiero que me saquen del equipo de rugby. Pero ya aguanté demasiado. Vamos a pelear.
Todos nos miraban. No había ningún profesor cerca.
– Está bien- dije- pelearé con vos. Pero no ahora. En el parque, donde están los juegos… a las 9 de la noche.
– ¿Dónde está el maníaco come pijas? No, te voy a romper la cara ahora.
Ya había llegado un profesor.
– Si me golpeas te sacan del equipo. A la noche, en el parque, nadie te va a ver.
– Está bien, tarado- aceptó Cristóbal y se fue.
Esa noche me preparé para divertirme. La sombra salió de debajo de la cama.
– “Soy el hombre de negro y jamás lastimaré a la persona bajo cuya cama vivo”.
– Me alegra escuchar eso. Hoy nos vamos a divertir en el parque. Hay un grandote, Cristóbal. Te vas a dar un atracón con su pija. Es un búfalo.
El hombre salió por la ventana.
A las nueve yo estaba en el parque, donde están los juegos de los pequeños. Cristóbal apareció. Estaba nervioso.
– No pensé que fueras a venir, Cristóbal.
– ¿No? Mica es mía. No creo que le gustes cuando te falten varios dientes y tengas el tabique nasal fracturado…
Me senté en un columpio. Detrás de mi había arbustos y sombras.
– Parate, pendejo… Vamos a…
Entonces el hombre de negro apareció. Nunca lo había visto actuar. Con un solo golpe derribó a Cristóbal y lo dejó inconsciente. Después, bajó sus pantalones y tomó el pene de mi enemigo. A la luz de un farol, observé que era una verga considerable, que emergía de una mata de pelos. La manoseó hasta que la pija de Cristóbal quedó tiesa. Entonces comenzó a mamársela.
Cuando Cristóbal recuperó el sentido, empezó a gemir. Un momento después, corría aterrorizado.
Volví a casa, contento. Tenía a Mica y ya había derrotado a Cristóbal. Noté que el hombre de negro se mantenía en pie, junto a mi cama.
– Pudiste haberlo atrapado, pero no te culpo. Buen susto le diste.
El hombre de negro jadeaba, anhelante.
– ¿Pasa algo?
– Ahora ya me he llenado de semen…
– Sí, me imagino que Cristóbal debe haber eyaculado como un toro…
– “Soy el hombre de negro y siempre violaré a la persona bajo cuya cama vivo”.
– ¿Qué?
Entonces entendí porqué el hombre de negro había salido a alimentarse de leche de chicos. De alguna manera, necesitaba recibir para dar. Me quitó la ropa, me empujó boca arriba y puso mis pies sobre sus hombros.
Su pija era enorme y me fue empalando lenta pero inexorablemente. Sus brazos atenazaban mis muslos y él entraba y salía de mí. Como un chorro de agua caliente sentí en mis entrañas el semen que el hombre de negro había acumulado en esos días. La leche de Luis, de Ramiro, de Raúl, de Cristóbal.
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Desde entonces, soy su esclavo. Tengo algunos días de descanso, para recuperarme, pero cada cuatro días, ya sé lo que me espera.
Esas noches cierro la puerta con llave y me desnudo. El sale de abajo de mi cama, babeando de placer.
A veces, me viola durante toda la noche.
muy interesante relato me gusto bastante y me intrigo si continuara
¡Gracias por leer, armcin33! Así termina este relato…
Gracias por este relato tan delicioso espero más Haci amigo gracias
Gracias por leer y comentar!