EL HUÉRFANO
Esta es la historia de cómo llegó a mi vida un chico en la pubertad y me llevó a hacer cosas que jamás me creí capaz de hacer..
Mi nombre es Jesús, hace algún tiempo viví en un lugar cercano a Cuernavaca, de esos fraccionamientos donde la mayoría de las casa solo se usan de fin de semana, era perfecto, cerca de la ciudad, clima cálido, tranquilidad, casas con piscina. Era el lugar perfecto para tener la calma para editar los trabajos pendientes. Soy fotografo y tenia mucho trabajo de edición pendiente.
Aunque tengo más de cincuenta años me mantengo en forma, hay que estarlo ya que mucho de mi trabajo es al aire libre en infraestructuras y paisajes y eso requiere buena condición física.
Cierto día, estaba regando el jardín frontal, cuando de la calle llegó un amistoso perro que se metió a husmear dentro de la casa, casi enseguida apareció corriendo detrás él un chico, un muchachito en la pubertad, vestido con un short muy corto y deslavado y tenis de lona gastados pero muy limpios.
-Perdón señor, es que el perro se soltó de la correa- me dijo.
-No te preocupes- respondí, y lo acompañe a la casa por el perro que ya estaba echado en el sofá. Pero el chico estaba más interesado en las fotos que tenia en la mesa y tímidamente me preguntaba de los lugares que veía en las fotos , estuvo un rato en la casa y después se fue jalando al perro.
Al día siguiente apareció ya sin el perro, lo vi por la ventana parado en la calle y dudando si tocar o no la puerta, lo invite a entrar. Era un chico tímido, delgado, no muy alto, con piel canela y ojos almendrados, se llamaba Raúl. Me caía bien, un muchacho prudente y servicial.
Casi diario pasaba a verme y así me entere que su mamá trabajaba en el servicio de una casa a algunas calles de ahí y como estaba de vacaciones en la escuela, la acompañaba al trabajo y a veces sacaba a pasear el perro del patrón, pero no le permitían estar dentro de la casa así que salía a vagar por la colonia en lo que su madre terminaba. Del papá no sabia nada, era huérfano, nunca lo conoció y su mamá no hablaba de eso.
Empezó a llegar temprano y se quedaba toda la mañana, se ofrecía a ir por mandados y yo le invitaba alguna golosina o un refresco, pero lo que le encantaba era ver los dibujos animados en la TV.
Poco a poco fue tomándome confianza, se sentaba junto mí a ver las fotos que editaba y sin pensarlo jugaba con los vellos de mis brazos mientras me preguntaba a cerca de los lugares de las fotos.
A mí me gustaba esa cercanía y su calidez. En ocasiones me acompañaba a ver alguna serie en la TV y adormilado se recargaba en mi hombro, hasta que un día de plano se acostó a dormir con la cabeza en mi regazo. ahí algo cambio en mi mente.
Ver y sentir su cuerpo suave recostado en sillón, sentir su aliento cálido en mi regazo, me empece a excitar, acaricie suavemente su pelo y entreabrió los ojos y sonrió. Aparentemente no sintió mi erección que la separaba de su boca solo la delgada tela de mi short.
No. Pensé, este niño solo esta necesitado de afecto y de una figura paterna y en realidad sus abrazos y su cercanía solo tratan de demostrar torpemente la necesidad de protección que tiene. No puedo ni siquiera pensar en abusar de eso.
Le encantaba jugar con mi teléfono y como tenia uno anterior le dije: Toma, es para ti. Se le ilumino la cara de felicidad, cuando se marcho iba absorto en su teléfono, pero a los pocos minutos regresó y me dijo: No puedo tenerlo.
– ¿por qué?- Pregunte. Lo verá mi mama y entonces tendré que explicarle que tú me lo diste y me va prohibir que venga. Ella cree que paso el tiempo jugando con amigos de la colonia, aunque no conozco a nadie. Dio media vuelta cabizbajo y se marcho. No dije nada, yo tampoco quería dejar de verlo.
Pronto descubrí que ese niño tímido y callado era capaz de demostrar mucho afecto, continuamente me acercaba algo de beber mientras trabajaba, estrechaba mi brazo y recargaba su mejilla en él. Pero yo, lo admito, empezaba verlo de otra manera.
Cierto día le dije metete a nadar, esa piscina nadie la usa. No sé nadar, me respondió.
-Tienes que enseñarte- le dije, pasas mucho tiempo cerca de la piscina y es peligroso que te caigas cuando no estoy o no te veo. No quiero ni pensarlo.
Ese día su mamá trabajaría hasta más tarde, así que después de un rato le dije: Ven, vamos a enseñarte a nadar.
Me puse un short y me metí a la piscina. Se acercó, se desvistió y cuando solo tenia su desgastado calzón casi sin resorte me dijo:
-Si lo mojo no se va a alcanzar a secar-, dudó un momento y dijo: Aquí nadie nos ve y nos tenemos confianza y procedió a quitárselo.
Desnudo bajo el sol de la tarde era una imagen hermosa. Sus piernas torneadas, las caderas suaves, nalguitas respingadas, un pene diminuto y el pecho un poco abultado le daban una imagen algo femenina, como una escultura griega de esas que dependiendo del ángulo en que se vean parecen hombre o mujer,.
La lección de nado fue un suplicio delicioso. Se sentó en el borde de la piscina y extendió sus brazos para que lo recibiera. Ponerlo flotar hacía que lo sostuviera tocando su piel sedosa y cuando se sentía inseguro me abrazaba del cuello. Sentía su aliento en mi cara, su cuerpecito pegado al mio y su pequeña erección. Por momentos dejaba de pensar, solo quería poseerlo, y él, inocentemente seguía jugueteando feliz y emocionado.
Terminando de nadar nos fuimos a bañar.
-Usa este baño- le dije, mientras yo me dirigí al de mi recamara.
Apenas estaba abriendo la llave del agua cuando se abrió la cortina del baño y apareció ahí.
-No hay jabón en el otro baño- dijo, y antes de que pudiera decir algo se metió a bañarse conmigo.
Se paró frente a mí bajo el chorro de agua y empezó a enjabonarme suavemente el pecho, sus ojos estaba clavados en mi pene que estaba levantándose gradualmente. Lo sostuvo suavemente desde los testículos y tuve un espasmo que lo hizo dar un pequeño salto sorprendido y me miro sonriente y divertido.
A esas alturas yo ya no pensaba, la lujuria se había apoderado de mí y solo quería cogérmelo. Enjabone suavemente su espalda, tome su pequeño pene y limpié muy despacio los pliegues, enjaboné sus nalguitas y la raja mientras le murmuraba no sé que estupidez a cerca de la higiene. Empece buscar su ano con el dedo y trate de meterlo suavemente pero aún con el jabón no entraba. Yo estaba atento a ver si se resistía, pero estaba callado, concentrado, y abrió ligeramente las piernas para que entrara mejor. No fue fácil, era muy estrecho.
Terminamos de bañarnos, nos secamos y me senté en la cama, tome crema para lubricarme el pene que estaba a punto de estallar, lo puse de espaldas a mí e intente penetrarlo. No podía. Era muy cerrado, las primeros envites era como una pared, hasta que lentamente fue cediendo y pude meterle la cabeza, él se quejaba suavemente, sentía alrededor de mi glande el anillo de su esfínter que me aprisionaba. Y dudé. Me detuve.
-¿Quieres que pare?- le pregunté. Volteo a verme y su cara era una mezcla de desconcierto, dolor y una mirada extraña.
No respondió, solo apoyó una mano en mi regazo y se dejó caer sobre mi pene, lenta pero firmemente, sin vacilación, hasta el fondo, mientras ahogaba un grito de dolor. No dejaba de mirarme y vi sus lagrimas corriendo por su rostro.
Estuvimos inmóviles un momento. Sentía su cuerpo tenso por el dolor y su culito trémulo, lo acaricié suavemente, fue aflojando lentamente y muy despacio, cuidadosamente empece a moverme dentro de él.
Pronto, los quejidos de dolor fueron transformándose en gemidos de placer y pude bombearlo mas libremente, sin tanto temor a desgarrarlo. Mi excitación era tal que tenia el pene congestionado, no terminaba.
Se lo hice de varias formas y no paraba de gemir, cada vez que volvía a penetrarlo debía hacerlo con cuidado, su culito se resistía. Pero una vez dentro le volvía el gozo.
Lo masturbe mientras lo bombeaba pero realmente no era necesario, podia sentir sus espasmos en cada orgasmo que tenía y empece a identificar ese pujido largo cuando se estaba viniendo y sentía los apretones fuertes en mi verga de sus espasmos, veía su pequeño pene tambaleante por mis arremetidas que lanzaba delgados latigazos de semen casi transparente.
Y al fin terminé, inunde su conducto de semen con una explosión, el orgasmo fue tan potente que sentí una punzada en la base de los testículos. Quedamos tendidos en la cama exhaustos. El aún tenia una semi erección. Tanta valentía merecía recompensa.
Tirado como estaba en la cama, abrí sus piernas y comencé a chuparsela. Nunca lo había hecho. Pero no resulto difícil, cabía perfectamente en mi boca con todo y sus huevitos y quedaba espacio para lamerlos y explorar con la punta de la lengua el anillo de su culo. Se retorcía de placer, terminó en mi boca con un orgasmo casi seco y pequeños espasmos, mientras, yo sentía el sabor de su semen y el mio que escurría de él y un regusto metálico de la sangre de su culito destrozado.
Momentos después se levanto al baño y pude ver que por la parte interior de sus piernas corrían hilos color rosado de la sangre y semen que brotaban de su culito. Me levante para ir a orinar al otro baño y sí, ahí había un jabón.
Raulito continuó visitándome varios días a la semana, siempre estaba dispuesto. Me pidió que le enseñara a hacer sexo oral y aprendió muy bien. Siempre estaba pegado a mí. Se echaba en el suelo a mis pies mientras trabajaba jugando con el teléfono o a dormitar. Cuando veía que estaba desocupándome del trabajo tomaba una perilla de aire que uso para limpiar las cámaras, subía corriendo a bañarse, llenaba la perilla de agua y se la insertaba para limpiarse bien el culito y bajaba desnudo a que me lo cogiera y cuando percibía que yo estaba tenso porque el trabajo no quedaba como quería o cuando él tenia poco tiempo antes de ir con su mamá, me hacia sexo oral y después me abrazaba tiernamente.
No fue nunca como un esclavo sexual al que sometiera, era mas bien como una mascota, siempre dispuesto a jugar, cariñoso, cálido que pedia siempre cariño y muy complaciente.
Después las cosas tomaron un giro inesperado, pero eso es otra historia.
Me quedó siempre un remordimiento por lo que pasó, claramente todo fue consentido, pero que importa, era casi un niño y yo un adulto que no pudo contener su deseo y lo peor es que ahora, a veces veo algunos adolescentes y creo adivinar en ellos esa semilla que Raúl llevaba y siento un gran deseo por ellos.
A veces siento el remordimiento de haberlo seducido, pero en ocasiones pienso que fue él quien llevó todo a ese punto.
No lo sé. Díganme, ¿ustedes que opinan?.
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