El infiel
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Había probado antes algunas experiencias sexuales con hombres maduros y jóvenes, casados, solteros, divorciados, pero esta vez apareció en el chat un hétero curioso que buscaba pasar un buen rato.
Yo le dije que era pasivo de 21 años con ganas de experimentar sensaciones nuevas, así que quedamos de vernos afuera de la catedral en la plaza de armas de Santiago.
Sonó mi celular y al otro lado de la línea una voz sensual y grave me decía que estaba a una cuadra, me dijo que andaba con un buzo azul ajustado y una polera negra.
Inmediatamente lo identifiqué entre el murmullo de gente alrededor y sus brazos, su rostro viril y su metro 85 me dejaron con ganas de más.
Una vez juntos nos abrazamos y me dio una nalgada.
Caminamos hacia el motel más cercano, pagamos y entramos a la habitación con un condón y una toalla en la mano.
No lo dudé y lo desvestí, le quité la polera de sopetón y degusté sus tetillas, él hizo lo mismo conmigo.
Mientras sus fuertes brazos me atenazaban, hasta que bajé hasta su abdomen plano y entrepierna y le di la mamada de su vida, hasta llevarlo al éxtasis, 25 centímetros de placer tenía entre sus piernas, se lo sobé y agarré a dos manos y me tragué su miembro hasta donde mi paladar pudo y pasé mi lengua por sus testículos sabrosos y peludos, mientras mis manos se aferraban a su culo musculoso y bien parado.
Después completamente desnudos, se puso sobre mí y me besó acaloradamente como si no hubiese un mañana, mientras nuestros penes erectos se entrechocaban.
Luego, me puso mis piernas entre sus hombres y me empezó a culear, primero suave y luego fuertemente, mientras gemía de placer.
Despúés de unos veinte minutos probando posiciones distintas y langueteando nuestros cuerpos, me puso boca abajo y me penetró con más ímpetu mi culo, hasta dilatarme como nunca nadie lo había hecho, una vez adentro y pasado unos minutos acabó en mí y se quedó pegado a mi cuerpo.
Una vez terminado, me abrazó, mientras conversábamos y me contaba de su vida, que estudiaba ciencias jurídicas y que tenía una polola a la que nunca había engañado y que se sentía mal por ello, que esto fuese un secreto y que no lo volvería a repetir con nadie, pero que necesitaba probarlo.
Así nos despedimos, me fui a dar una ducha para sacarme el sudor y el olor a sexo, mientras él se vestía, después del último beso, nunca más supe de él.
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