El inicio de mi vida sexual (incesto). Parte 10
Historia de amor entre un adolescente y un niño. Celos y viajes.
Al llegar el mes de septiembre mis primos sembraron el campo. Hicieron una producción más diversa (como siempre hacían en esa época) y plantaron maíz, porotos (frijoles), mandioca (yuca) y algo de sandía y calabazas. Casi se volvieron locos pero Hugo trajo a un par de compañeros de trabajo para que ayuden y Maxi también vino a ayudar.
Esta vez me dejaron ayudar más con las semillas y todo eso así que fue divertido, hasta me dejaron operar con un machete chico así que me sentí importante.
Respecto al sexo, no hay mucho que decir. Fran me folló en muchas posiciones distintas, de lado, de misionero, en 4, tirado sobre la cama y así sucesivamente. En el sexo oral, todo siguió igual excepto que cada tanto se dedicaba a forzarme y joderme la garganta. De alguna forma siento que el sexo oral era su espacio, el momento en donde podía tomar el control sobre mí totalmente y en vez de cumplir mis caprichos, cumplir los suyos. Siempre lo dejaba aún cuando terminara en lágrimas y mal de garganta, aunque esto último se solucionaba con té que Fran me preparaba. Y uff, placer, seguí recibiendo mucho placer de él. Besos, abrazos asfixiantes, tocar su físico, que el me manosee, masturbarme, darme sexo oral, todas eran formas de darme placer, y todas eran manejadas por él a la perfección. ¿De donde habrá obtenido Francisco tanta maestría en las artes del placer?
Ojalá pudiera saberlo, pero solo puedo teorizar.
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Estaba en la cancha con Fran, a su lado, mientras él hablaba con algunos chicos, la mayoría ya conocidos por mí. Siempre saludaban, entablaban las tipicas conversaciones que tenés con un niño de 7 años y todo eso. Aún así había algunos, unos 3 o 4, que SIEMPRE hacían comentarios. Decían cosas si veníamos de la mano, si me arrimaba a él, cualquier cosa era excusa, y ese día no fue la excepción. Igual para mí que entre más hablaban, menos sabían. Eran así con todos, unos vírgenes de mierda.
—Che Eze, ¿tu primo siempre te da besito de buenas noches o ya llegaron al de buenos días? —dijo uno que me estaba hablando.
Me molesté por lo que me dijo porque entendí que estaba pesadeando así que le miré feo para después decirle no. Él solo se dio la vuelta para decirle a Fran: —Está raro el nene. ¿Que pasó Fran? ¿No durmieron juntos hoy?
—No, porque dormí con tu madre. ¿No la notaste de buen humor hoy? La dejé bien cogida en vista de que a tu padre ya no se le para.
—Idiota.
Francisco siempre soltaba ese tipo de comentarios para callarlos. Todos eran así, que la madre, que la hermana, que la novia, que el hermanito… eran de lo más molestosos y se la pasaban siempre ofendiéndose de esas maneras.
Ya mientras los grandes jugaban fútbol, en un determinado momento decidí ir al baño, o sea, ir a orinar detrás de unos arbustos altos qué habia por ahí. Una vez en el lugar me bajé el short pero solo un poquito, y antes de ir a lo mío, escuché que alguien se me acercaba así que me subí la ropa interior de un tirón y me di la vuelta, con el short atascado a medio subir para ver quien era porque siempre fui super vergonzoso a la hora de ir al baño.
Un tipo estaba frente a mí. Un desconocido.
No conocía a todos los que iban a jugar fútbol y este chico, de unos 18 o 19 definitivamente no era parte del entorno de Francisco o Hugo.
Algo me dijo que estaba en problemas, no me gustó como me miraba, como si me juzgara y devorara con la mirada.
—¿Y vos que haces por acá? —dijo de repente arrastrando las palabras—. Me dijeron que te gusta mostrarte.
No dije nada, estaba congelado.
—Dicen que sos putito. A ver mostrame algo.
No entendí del todo lo que dijo pero me entró mucho miedo. Quería esconderme y para colmo no podía reaccionar. Mis manos temblaban y no sabía si orinarme o subirme el pantalón.
Nadie me estaba prestando atención, y mi cuerpo no podía reaccionar para huir.
—Eh, ¿que haces con él? —dijo una voz fuerte y segura detrás suyo de repente, como atravesando el aire con una espada.
Era Maxi. Apareció de la nada destellando seguridad absoluta. Firme, seguro, y MUY quieto, casi a un nivel sobrenatural. Sus ojos verdes brillaban con determinación, como faros en la oscuridad.
—Nada che. Solo hablando —dijo el otro encogiéndose de hombros.
—¿Justo acá? ¿Cuando está solo y con los pantalones abajo?
Se miraron unos segundos que parecieron una eternidad para mí.
—Dale Maxi, no me digas que no te das cuenta lo que él quiere. ¿Alguna vez viste como mira a su primo? O… a vos. Quiere divertirse, ¿no te parece?
Maxi negó con la cabeza y se movió un poco.
—Andate. AHORA!
El chico se quedó como pensando algo que decir o hacer pero se retiró en silencio, lanzando una mirada de odio primero hacia mí y después hacia Maxi.
—Cuidá lo que hacés. Si le tocás un pelo, yo hablo —escupió Maxi con voz afilada. ¿A quién se lo dería? ¿A Fran? ¿A Hugo?
El otro se fue haciendo un gesto como si todo lo dicho fuera un chiste y quedamos solo Maxi y yo.
Lo miré y al apreciar su figura me di cuenta que en su brazo derecho sujetaba una navaja, con mango de color verde. El mismo verde de sus ojos que ahora me miraban en busca de cualquier señal de daño. Maxi cerró la navaja y se acercó a mí con cuidado.
—Dale. Hacé lo tuyo, yo te cuido —dijo tras ponerse a mi lado y darme la espalda.
Me bajé la ropa interior y oriné con Maxi de guardaespaldas, mucho más seguro y aliviado mental y fisiológicamente. Al terminar me subí la ropa de un tirón y me puse a su lado. De repente tuve miedo de quedarme solo.
—¿Vamos? —dijo Maxi.
Asentí y lo seguí mientras caminamos sin hablar por un rato.
—Tené cuidado Eze. Hay gente mala —dijo rompiendo el silencio.
Nos miramos, él estaba serio pero preocupado. Sus ojos verdes me deslumbraron y su mirada clavándose en la mía me dejó sin habla. No pude sostenérsela y aparté la vista.
—Si algo te pasa, buscame —dijo poniéndome una mano al hombro.
Le dije que sí, que iba a tener cuidado. Me quedé con el y cuando se sentó yo también lo hice a su lado. Sebas estaba al otro lado de la cancha jugando con 2 amiguitas que habíamos hecho, pero decidí quedarme con mi salvador.
Miré interesado su bolsillo en donde asomaba la navaja, y al notarlo la abrió y me la dio en silencio.
Jugué con el arma con cuidado, admirándola y venerándola aunque al final la ensucié apuñalando el suelo. Intenté limpiarla pero solo me ensucié las manos así que se la devolví a Maxi, quien la guardó imperturbable.
—¿Por qué la llevás? —pregunté. Eso me daba curiosidad. A mí ni me dejaban tocar un cuchillo en paz.
—Para sentirme seguro.
—Oh…
No creí que Maxi necesitara sentirse seguro. El solito podía con lo fuerte que era, razoné.
De repente sin pensarlo mucho lo abracé. El me lo devolvió estrechándome entre sus brazos y acariciando mi cabello. Sentí por un momento junto a él la misma seguridad que Francisco y mis padres me daban.
—Gracias —le susurré.
—No tenés que agradecerme —respondió—. Eso es lo que uno hace cuando algo está mal.
Miró al cielo como si buscara algo y luego volvió a clavarme su mirada, que parecía atravesar árboles y muros.
—Esa otra vez… yo le di a ese tipo su merecido. Nunca te va a volver a molestar. Nunca.
Me puse todo incómodo. Se estaba refiriendo a A. Se me olvidaba que el también estuvo presente esa vez.
—No fue tu culpa —agregó—. Vos sos un nene bueno Ezequiel. Sos muy valiente.
—Yo… yo no fui valiente —dije mordiéndome el labio avergonzado.
Siempre tenía demasiado miedo. Siempre me congelaba.
—Sí sos valiente. Seguís acá y eso es lo difícil —me respondió dejando mi cabeza contra su pecho.
El silencio se extendió entre nosotros mientras el viento soplaba.
—Cuando seas grande, vas a ser más fuerte que todos esos —dijo de repente señalando a los que jugaban en la cancha cerca de nosotros.
—¿Como vos?
Sonrió.
—No. Mejor que yo.
Años después comprendí que la navaja de aquel día era para defender a Sebas. Esa era la seguridad que Maxi buscaba. No la suya, sino la de su ser más querido, a quien amaba incondicionalmente aún sin compartir un vínculo sanguíneo.
Creo que Maxi le dijo lo que pasó a Fran. Todo el mes siguiente ni él ni yo fuimos a la cancha de fútbol. No habló del tema, pero empezó a decirme cosas sobre la gente peligrosa. Más seguido. Más serio.
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Por ese tiempo mis parientes paternos querían que los visite, así que eso hice durante 2 fines de semanas, una vez con Francisco y otra con Hugo, que tuvieron que llevarme a la ciudad donde había vivido antes de enamorarme de él. Era un viaje de 90 kilómetros y lo teníamos que hacer en autobús.
En el trayecto cuando fui con Fran me la pasé abrazado a él. Viajar con mi novio se me hacía una locura y lo estaba disfrutando al máximo.
Cuando estuvimos en casa de mis abuelos me dediqué a jugar y disfrutar con mis primos de ahí, pero Fran estaba bien apagado, tieso en una esquina y sin moverse o comer. Se me hizo raro porque jamás rechazaba comida o jugar, pero después entendí que era por los problemas entre mi abuela y mi tía, Fran se sentía demasiado observado y simplemente se descolocaba.
Cuando dormimos lo hicimos en el sofá, y aunque intenté besar y tocar mucho a mi chico preferido, él apenas se dejó abrazar. Tenía miedo de que nos descubran.
Al volver me dejó sentarme en sus piernas todo el trayecto, y aunque se frotaba bastante contra mí, lo hizo de forma muy discreta y sin llegar a correrse.
Apenas llegamos a casa de lo excitado que estaba quiso cogerme, pero se tuvo que conformar con sexo oral.
La cosa fue algo bruta, pero me dejó ir a mi ritmo, sin sobrecargar demasiado o llevarme hasta las lagrimas.
Cuando se corrió lanzó tanto semen que me resultó imposible no tragar un poco, cosa que terminó excitandolo de vuelta.
Ya tarde de noche, aunque al día siguiente los 2 necesitábamos ir bien temprano al colegio, Fran se obstinó en metermela y no tuve más remedio que trasnochar.
No fue precisamente amable, a veces siento que Francisco me usaba para desahogarse cuando estaba muy cansado o presionado, pero ese día tampoco se pasó.
Es cierto, le pedí parar 2 veces y no me escuchó, pero tampoco era un dolor insoportable.
Francisco me dio con toda su fuerza y hasta se animó a jalarme del cabello, eso sí que no me gustó. Cuando empecé a gemir pero de dolor auténtico, me tapó la boca, aceleró y se corrió dentro mío, todo en menos de medio minuto.
Apenas me la sacó, el dolor me invadió y las lágrimas se hicieron presentes.
—¿Por qué tapaste mi boca?—pregunté todo lloroso.
—Hacías mucho ruido.
Y ahí quedó.
No me pude bañar porque como ya estaban todos acostados se hubieran enojado por el ruido así que Fran me limpió como pudo y luego me llevó a la cama. Estaba muy dolorido y apenas podía moverme, me había dolido tanto como mi primera vez pero por lo bruto de él.
Francisco podía parecer muy tierno y amable, pero la verdad era un tipo rudo, hormonal, bruto y fuerte a más no poder, si yo no hubiera sido un niño, él habría mostrado mucho más de su parte descontrolada. Y aún así lo hacía a veces, y ver eso me asustaba un poco.
Cuando se acostó a mi lado, consciente de que había sido malo conmigo, decidió cantarme algo. No era el mejor cantante, pero había canciones que se le daban muy bien. Terminó cantándome una canción cristiana al oído, como una forma de pedir perdón y también de darme tranquilidad, hasta que se durmió pensando que me había dormido.
Quedé como una hora hasta quedar casi loco aguantando la incomodidad, el dolor y los pensamientos que se me atravesaban antes de poder dormir.
A la mañana siguiente amanecí del peor mal humor posible, y para colmo Francisco también estaba así, por lo que no quería saber nada de él y él tampoco andaba detrás de mí ni me seguía la corriente.
Fuimos a la escuela pero me empeñé en ir caminando, lo cual fue un verdadero error por la inmejorable irritación que tenía al caminar. Francisco me ofreció alzarme, pero me negué y no insistió, así que cuando apenas podía caminar empezó a apurarme y decirme cosas para que siga a su ritmo. Me frustré y en un esfuerzo sobrehumano corrí todo lo que faltaba a la escuela, solo para que al llegar quedé al borde de las lágrimas por causa del ardor inmenso que sentía ahí abajo. No podía sentarme, no podía caminar bien, no podía hacer nada. Estaba cansado, triste y ahora encima estaba lagrimeando frente a mis compañeros así que no sabía ni que hacer. Logré controlarme a pesar de todo y para cuando arrancaron las clases ya estaba «bien».
—Hola —me dijo Sebas mientras entraba arrastrando la mochila.
Siempre llegaba tarde y se sentaba a mi lado. Yo solo pude saludarle agitando la mano.
—¿Que te pasa? Tenés los ojos rojos.
—Nada.
—Mentiroso. Lloraste.
—No.
Aceptó mi mentira sin creérsela, y empezó que contarme cosas que apenas escuché hasta que la maestra lo mandó callar. Era muy hablador y le costaba concentrarse así que siempre le retaban.
Yo mientras tanto apenas podía quedarme sentado, me paraba, iba al baño, hice de todo pero no había caso. Perdí toda concentración y apenas estaba dentro de mí.
—¿Que te pasa? —preguntó un amigo mío que se llamaba Fabio cuando vino hacia nosotros—. Tenés la cara rara. ¿Te peleaste con alguien?
—Es que ayer no dormí —me excusé.
Siempre fui un buen mentiroso, o eso creo.
—Ah. Es que tenés cara de que todo te molesta.
—Eso es porque todo me molesta.
Sebas y Fabio se rieron tomándolo como un chiste y lograron sacarle una sonrisa.
El resto del tiempo hasta el recreo Sebas anduvo de meloso, dando abrazos y diciendome cosas. Era raro de él porque no tocaba a nadie ni con un palo y solo lo hacía cuando veía a alguien triste. Lo notó en mí supongo. Maxi lo crió demasiado bien en ese tipo de cosas.
Ya en el recreo Fabio y Sebas decidieron quedarse conmigo cuando les dije que me sentía mal y que no podía jugar al fútbol.
—¿Querés jugar a adivinar el sabor de mi jugo? —preguntó Fabio, sacando su botella.
—No.
—Dale, solo una vez. Si adivinás, te doy media galletita.
—Naranja —respondí sin pensar.
—¡Era de durazno! Perdiste —dijo satisfecho, mientras le daba la mitad de su galletita a Sebas en vez de a mí.
—¡Eso no vale! —protesté, y Sebas se rió con la boca llena. Terminó dándome varias en compensación, era muy caritativo con los sufrientes como yo.
Por un rato, me olvidé del ardor, del cansancio, de todo. Solo éramos nosotros, tres nenes en un aula, haciendo lo que mejor sabíamos: compartir el mundo como si fuera un juego.
Los últimos 5 minutos ya fui de mal en peor, tenía frío y calor a la vez y todo daba vueltas.
Sebas se dio cuenta y después de darme un abrazo tocó mi frente.
—Estás caliente. Muy caliente. ¿Le digo a la profe?
—No por favor Sebas, no quiero.
—Pero estás enfermo.
—No porque mi tía se va a enojar.
—Mmm, no sé. Está bien.
No me sirvió de nada su silencio porque apenas entré a la sala mi maestra me llamó para examinarme porque ya había notado lo raro. Apenas me tocó mi destino estuvo sellado y me llevó con la secretaria, quien me dio un té asqueroso de manzanilla. En mi delirio creo que pedí por Francisco porque lo hicieron llamar.
Apenas me di cuenta cuando llegó porque estaba tumbado sobre 2 sillas descansando, pero escuché como hablaba en el otro idioma con la secretaria, diciéndose quien sabe que cosas.
Cuando Fran se acercó y tocó mi frente dio un silbido de sorpresa.
—Estás super mal —dijo.
Yo solo asentí, ni podía hablar.
Me hicieron tragar 2 pastillas y acto seguido Fran me quitó el guardapolvo y me alzó en sus fuertes brazos para luego llevarme fuera. Lo hizo con mucho cuidado, sabiendo el dolor que sentía en cierta zona.
—¿A donde vamos?
—A mi clase. Te vas a quedar conmigo.
—Ah.
—¿No te ofrecí hoy llevarte en brazos? Mirate, ahora estas hecho un desastre.
—Es que…
No sabía ni que responder. Pero era su culpa.
—Perdón.
Fue suficiente para mí. Aún malhumorado, me pedía perdón y lo amaba por eso.
Le eché los brazos al cuello y enterré mi cara en su hombro cuando entramos a su salón, yo no quería saber nada de nada de sus compañeros ni de nadie.
La verdad sus compañeros eran agradables, especialmente las chicas. Yo ya conocía a la mitad, eran 18 o 20 personas. Hicieron una cama para mí compuesta de 2 sillas, que pusieron al lado de Fran, donde me acosté para intentar conciliar sueño.
Las chicas del curso de Fran eran un encanto. Apenas me vieron acostado ahí, todo desarmado en esas dos sillas como si fuera un muñeco mal acomodado, se acercaron. Me hablaban bastante porque ganarse mi favor era ganarse el favor de Fran. Era un hecho conocido que él me consentía a más no poder, que eramos inseparables.
—¿Querés agua Eze? —preguntó una que creo se llamaba Carla.
—Ey, debe tener como 38 —dijo otra despues de examinarme.
Otra me dio algo de comida, y hubo una que era su mejor amiga que se sentó junto a mí a acomodarme el pelo y vigilar mi progreso. Los chicos solo saludaban, menos Maxi, que se dedicó a darme algo de conversación hasta que las chicas lo mandaron a otra parte.
Fran no decía nada, pero estaba ahí, al lado mío, sentado derecho como una estatua, con las manos sobre los muslos, observando. Cuando notó que sudaba demasiado, se inclinó hacia mí y me secó la frente con la manga de su guardapolvo. Yo ni me moví. Quería hablarle pero ya estaba medio lejos, flotando.
—Estás empapado —dijo.
—No tengo frío —logré decir, apenas.
—Pero igual te estás muriendo —respondió con una seriedad tan seca que su amiga (se llamaba Mariana) le dio un codazo.
—¡No seas así, Fran! Bruto.
—Es que es cierto —dijo sin dejar de mirarme pero ahora sonriendo—. Se me va a morir este bichito.
Eso me hizo esbozar una sonrisa débil. Me gustaba cuando me decía cosas feas con cariño.
Después de eso ya no recuerdo casi nada. Solo fragmentos:
Una toalla húmeda en la nuca.
Manos arreglándome el cuello del buzo.
Una voz diciéndome “ya va a pasar”.
Me tuvieron que quitar la ropa de lo mojado que estaba, pero ni sé que me pusieron, solo que me quedaba re grande.
Al final Maxi se sentó atrás mío, como si fuera una muralla viva. Estuvo ahí un rato largo, vigilando. En algún momento, Sebas entró corriendo y lo abrazó desde atrás, medio alborotado.
—¿¡Está mejor!?
—Shh. No lo despiertes —dijo Maxi.
—¿Está soñando?
—Capaz. Andá, salí de acá.
Los chicos salíamos como una hora antes que los grandes así que como Sebas era medio atrevido entraba con Maxi a visitarlo.
Cuando tocó irnos, el papá de Maxi nos llevó. Maxi tomó el lugar de Fran llevandome encima suyo. Y yo creo que el sabía el origen de mi fiebre, porque me tenía sobre él de la manera correcta, sin provocar ninguna molestia en mi culito.
—Te ves más bonito cuando no estás sufriendo —susurró sin que Fran escuchara.
Al llegar a casa Fran volvió a tomar el control absoluto de la situación, y después de una breve visita de mi tía para observar mi estado, él se encargó de bañarme, acostarme, medicarme, todo lo que hizo falta. Sí, le daba culpa, sabía perfectamente que la fiebre era obra suya, una forma de mi cuerpo de defenderse de la inflamación y todo eso.
Se quedó horas sentado frente a mí, tocando mi cuerpo cada tanto.
—Dejá de mirarme —murmuré una vez.
—No quiero.
—¿Por qué no?
—Porque si dejo de mirarte, siento que puede pasarte algo. Y porque sos hermoso.
Y no dije nada más.
Me dormí otra vez, y él se quedó ahí. Firme. Leal. Como si en ese momento, todo lo demás en su vida dejara de importar.
Al otro dia no fui a la escuela, y quedé algo cargo de mi tía, quien faltó a su trabajo para cuidarme. La fiebre se fue pronto, pero el dolor ahí abajo tardó un poco más. La siguiente vez que me la metió, se aseguró de ir suavecito, de no dejarse llevar. Me dijo que si intentaba taparme la boca otra vez, tenía que morderle la mano, y que si dolía demasiado tenía que sacar su pene de dentro mío a cualquier costo.
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Por ese mes mi iglesia organizó una reunión para los niños de todo el país, y de mi comunidad iban a ir pocos, por lo que nos sumamos a los que iban a ir de la ciudad donde antes vivía, lo cual significaba que iba a ver a mis amigos de antes y divertirme a lo grande. Francisco, como chico responsable que era, se hizo voluntario para cuidar a los niños que iban a ir, así que fue tanto para cuidarme a mí como a otros 2 niños.
Yo no cabía de la emoción, porque encima mis padres y hermanos también iba a ir a ese lugar porque era cerca de la capital, así que todos nos íbamos a reunir otra vez.
Después de un viaje algo aburrido, llegamos al lugar, en donde teníamos que dormir en carpas.
Mis padres me ofrecieron dormir con ellos en su carpa, pero decidí dormir con Francisco. Cuando uno es niño, dormir con los padres es aburrido en comparación a hacerlo con tu mejor amigo. Y Francisco era eso… y mi novio.
Su carpa era pequeña, así que dejamos nuestras cosas en la carpa de mi hermano para entrar mejor. O sea, yo entraba bien, el tema era él. Así de grande como era (como 1,80 de altura, y más de 80 kilos), tenía que hacer malabares para caber correctamente.
Cuando se hizo de noche y había que dormir, Francisco quedó en ropa interior, lo que me me encantó. Se veía tan guapo y atlético en la semipenumbra que me excitaba. Le di un abrazo de oso y un besito en la boca, y enseguida el tipo ya estaba re excitado, pero decidió chuparmela a mí, así que eso hizo, me bajó los pantalones y me dio placer.
—Ey bebé, ¿querés ponerte mi remera? —dijo ofreciéndome la remera manga corta que se había sacado despues de terminar conmigo.
—Dale —dije todavía visiblemente excitado.
Me saqué toda la ropa y me puse la remera. Fran, que estaba de rodillas, me miró como un depredador mira a su presa y sonrió malévolamente.
—Me encanta verte así. Me volvés loco —susurró en mi oído mientras besaba mi cuello haciéndome cosquillas. Reí un poco fuerte así que me ordenó hacer silencio absoluto.
Me hizo acostarme boca abajo y luego levantó la remera, que me quedaba gigante y hasta las rodillas, para dejar al descubierto mi culito. Se entretuvo acariciando y tocándome las nalgas, piernas y espalda, pero no intentó nada más. Al final terminamos durmiendo uno junto al otro, como buena pareja que éramos.
A la mañana siguiente me despertó super temprano para sacarme su remera y ponerme mi ropa, y el resto del día estuve sumido en las actividades que había. Al final podíamos meternos a la piscina, pero apenas duré unos minutos porque el agua era muy fría para mí y la tarde no era precisamente calurosa. Mi nv quedó dentro nadando y presumiendo su físico por ahí, cuando me fui con mis padres al darme la vuelta lo vi hablando con un chico algo menor a él lo cual me dio una envidia gigantesca.
No recuerdo nada sobre el baño, y hubo programación a la noche también así que Francisco apenas estuvo en mi mente. Al volver a la carpa para dormir, él estaba super caluriento y se la pasaba besándome y manoseando todo mi cuerpo. Terminé haciéndole sexo oral, fue algo rápido porque el tenía mucho miedo de que lo descubran, y me obligó a tragar todo su semen para que no se manche nada. Largó muchísimo y fue todo un problema para mi, hasta me hizo lamer todo su pene y sus testículos para limpiar hasta la última gota. Como recompensa, me masturbó mientras yo estaba acostado, cosa que me encantó. Al final terminé subido encima suyo, tocando sus abdominales y diciéndole que lo quería mucho.
Al día siguiente terminó el evento y Francisco regresó por su parte porque mis padres me llevaron con ellos y mis hermanos a la capital. Fue mi primera vez ahí y fue muy divertido, disfrutamos juntos para después volver a llevarme a casa de mi tía.
Apenas volví fui con Francisco, pero me dijeron que había salido a casa de uno de sus compañeros. Chico malo. Odiaba que me haga eso.
Esperé hasta que volvió y ahí empecé a llenarle los oídos de todo lo que había visto en la capital, de todas las cosas lindas que vi. El me escuchó, hizo preguntas, estuvo sonriente, lo cual me hizo sentir tan importante que se me olvidó decirle que estaba molesto con él. La exclusividad que me daba era mi remedio para cualquier mal. Esa noche me folló el culito, bien suave, para que no hubiera ningún problema al dia siguiente al ir a la escuela.
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Apenas unos días después estaba en la galería de atrás con Francisco, quien estaba haciendo ejercicio. Él hacía mucho ejercicio aunque no era constante, habia veces que su físico estaba al nivel de un dios griego y otros en donde estaba bien desmejorado. En general yo no le prestaba atención cuando estaba ejercitándose porque era aburrido verlo repetir lo mismo y me iba a hacer otra cosa más útil. Ese día en particular me quedé a verlo porque debido al intenso calor lo hizo sin remera y había algo que me cautivó, algo en sus movimientos y forma de ejercitarse que ese día se me hizo cool así que decidí «leer» un libro mientras lo observaba moverse. Al final por cada frase que leía le dedicaba una mirada rápida a mi novio, quedándome sin aire cada vez que sus músculos se marcaban, observando su amplio pecho moverse, el sudor resbalando por su abdomen y mojándolo todo.
Mi locura no era solo por su cuerpo; era por él. Por cómo se movía, por lo seguro que era, por como me miraba mientras hacía flexiones, como si supiera que yo lo estaba mirando. Bueno, lo sabía.
—¿No vas a venir a hacer ejercicio conmigo? —me dijo lanzándome una mirada seductora desde el suelo.
—No. Estás todo sudado.
—Mirón —dijo incorporandose de una manera muy sexy.
Se acercó a mí para revolverme el pelo y me dejó una gota de sudor en la frente solo para molestarme.
—Por vago —dijo y yo reí encantado. Me gustaba todo de él, hasta que me moleste.
Se fue a la barra para seguir haciendo sus ejercicios y yo decidí entrar a la casa para leer de verdad sin distraerme.
Quedé leyendo mientras el terminaba de ejercitarse y se bañaba. Fui a ver que hacía y lo encontré en el baño en ropa interior, afeitandose. Fran era un obsesivo con eso, lo hacía cada 3 días de forma metódica, no solo afeitaba su rostro sino todo su cuerpo (exceptuando sus trasero), los cual lo dejaba precioso, y como a mí me daba algo de impresión los pelos, que él no los tuviera era perfecto para mí. Lo miré afeitarse sin intercambiar palabra con él hasta que terminó, tras lo cual salimos del baño y fuimos a la sala.
Ya allí me senté sobre sus piernas y mi nv empezó a manosearme enterito. Como el calentón que era enseguida se le paró, pero justo cuando me dio un beso intenso, escuchamos un motor que se acercaba.
—Mierda, me olvidé —dijo Fran saltando a ponerse sus shorts.
Había invitado a algunos compañeros a casa. Era un grupo de trabajo, pero era obvio que se juntaban para joder aprovechando la ausencia de David (también fuera con sus amigos) y de mi tía y Hugo en sus actividades y trabajos.
Abrió la puerta para recibir a un compañero suyo, uno que me caía bien dentro de todo. No me gustó que Fran lo saludó con un abrazo así que yo también lo abracé para «desinfectarlo». Estuvieron ahí unos 20 minutos charlando hasta que llegaron 2 compañeras más, una de las cuales era Milena. Esa chica me caía super mal, se pasaba de afectuosa con mi nv, tenía unas ganas gigantes de decirle que el era mío pero Fran me tenía corto a la hora de hablar de nosotros.
Y bueno, Fran no colaboraba nada tampoco, él era un tipo MUY presumido, especialmente en cuanto a su físico, de forma que el muy genio no se puso una remera o camisa en ningún momento. Tonto exhibicionista, le gustaba que otros admiren su físico.
Y así estuvieron un rato, mientras yo moría de rabia desde un rincón «viendo tele», pero observando en realidad como mi chico tonto dejaba que Mariana lo empujara del pecho o le toque casualmente el hombro mientras se molestaban entre sí. Que atrevida esa nena, tenía que hacer algo para parar a esa banda de idiotas.
Decidí ir a conversar con ellos, así que me senté en una silla al lado de ellos y empecé a preguntarle cosas.
Se estaban pasando un termo con algo dentro y les pregunté que era pero me dijeron que era jugo, quise probarlo pero no me dejaron. Supongo que era alcohol.
Les hice preguntas y les hablé de la tarea que hacían, de ellos, de Fran en la escuela, de todo lo que se ocurrió.
No se molestaron, al contrario, los 3 fueron respondiendo las preguntas con paciencia y disfrutando del momento, solo que todavía faltaba la pregunta más importante.
—¿A vos te gusta Fran? —le dije a Mariana de golpe.
Todos se quedaron en silencio sin saber que decir, menos el compañero (creo que se llamaba Roger o algo así), que se lanzó a reír.
Fran terminó reaccionando y se acercó hasta a mí, revolviendome el cabello. Estaba muy incómodo.
—¡Eze! Andá a jugar un rato, dale. Acá necesitamos trabajar y hoy amaneciste MUY preguntón. Necesitamos concentrarnos.
—Pero no están haciendo nada —protesté.
—Fran, dejalo que nos estábamos divirtiendo, ¿verdad Eze? —dijo Roger sin parar de reír todavía. Yo asentí como respuesta.
—No. Ahora vamos a trabajar de verdad —insistió Fran—. Vamos Eze, ¿querés jugar afuera?
Su mirada no me dio chance de elegir así que me fui con el detras mío empujandome levemente. Una vez que no nos miraban, se arrodilló hasta quedar a mi altura.
—Andá, jugá por ahí. Después hablamos —dijo todo serio.
—Bueno. Pero…
—Ezequiel. Después hablamos.
—Dale —dije apenado.
—Te quiero campeón —dijo mientras volvía a entrar en la casa. Su espalda estaba totalmente marcada, el ejercicio sí que le hacía efecto.
Me fui a la hamaca y estuve ahí un buen rato con la cabeza en blanco, hasta que decidí acostarme en ella. No entraba ni soñando así que me caí de espaldas lo más vergonzosamente posible al suelo, pero como no me lastimé terminé tendido un buen rato donde caí. Había una fila de hormigas cerca y quedé mirándolas hasta que casi me dormí.
Al final terminé vagando por ahí, mirando el paisaje y todo eso. No estaba enojado con Fran, pero sí me sentía medio mal porque me corrió de la casa. Me sentía reemplazado no por como me trataron sus compañeros porque ellos eran buena gente todos, sino por como él me sacó.
En medio de mi episodio depresivo observé como los compas de Fran se fueron. Me lanzaron saludos desde lejos y apenas desaparecieron de mi vista me arrastré hasta la casa. Fran no estaba así que seguramente se había ido a hacer algo entre las plantaciones.
Después de un rato vi a Fran viniendo hacia mí. Seguía sin remera el muy idiota.
Yo me había sentado en el borde del jardín, pateando el pasto.
Al llegar junto a mí, noté que llevaba algo en la mano, oculto.
—¿Estás enojado conmigo? —preguntó, agachándose a mi lado.
No respondí.
Me cruzó los brazos por atrás, apoyándose contra mi espalda.
—Bueno… —dijo, y con cuidado, como si fuera un tesoro, me tendió la flor.
Una flor de mburukuyá. Nunca había visto una antes.
Era hermosa, y su belleza me deslumbró.
Pétalos violáceos, como estrellas abiertas. Los estambres dorados, y ese perfume raro, suave, como si viniera del cielo mismo.
La sostenía entre sus dedos como si fuera frágil. Pero la flor no era frágil. Era intensa, viva. Como él.
—Esto es para vos —me dijo—. La flor más linda para el más lindo. Y sí Eze, Mariana gusta de mí. Pero ella no me gusta, te lo prometo. A mí solo me gustás vos. ¿Te gusta la flor?
—Sí. Es muy linda. ¿Cómo se llama?
—Es la flor del mburukuyá. Y es solo para vos. Si alguien más me la pidiera, no se la daría jamás. Siempre te la daría a vos. Porque sos mío.
Puso su boca en mi oído para susurrarme algo.
—¿Me creés? —preguntó —. ¿O seguís enojado?
Algo dentro mío se encendió.
—Mmm, te creo. Pero igual me puse celoso.
Él se rió. Esa risa suya. Y entonces me abrazó fuerte por detrás, sentándose conmigo en el pasto, sudado y todo. Me apretó fuerte, como siempre hacía cuando quería que sepa que todo estaba bien.
—Me gusta que te pongas celoso. Pero no tenés que ser siempre así. Además, a mí nadie me regala flores ni nada, solo vos.
—¿Y si alguien te da flores?
—Le digo que no las necesito. Que alguien muy especial me las regala y que no cambiaría eso por nada—dijo y me besó la mejilla.
Dejé de estar molesto.
Llevé la flor conmigo a donde fuera dentro de la casa hasta que se secó.
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Gracias a todos por hacerme al aguante. Ando priorizando otros proyectos literarios así que voy a publicar a un ritmo algo lento, más o menos cada 15 o 20 días. Recuerden que pueden escribirme, comentar o darme estrellitas. Gracias por la lectura.
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