El inicio de mi vida sexual (incesto). Parte 11.2
Historia de amor entre un adolescente y un niño. El cumple de Francisco y mis vacaciones lejos de él.
El 6 de noviembre era el cumpleaños de Francisco. Yo estaba muy emocionado mientras él estaba algo melancólico. Cumplir 18 lo amedrentaba un poquito porque el siempre odió crecer.
Su cumpleaños caía un jueves, así que no había espacio para mucha celebración, lo cual a él no le desagradaba en absoluto.
Yo quería, necesitaba y deseaba darle un regalo especial porque nunca antes había festejado su cumpleaños.
—Hugo, quiero darle un regalo a Fran. ¿Me podés ayudar? —le dije a mi primo mayor mientras nos preparábamos para dormir.
Hugo se sentó en la cama y me miró un ratito antes de responder.
—¿Ya pensaste en algo?
Negué con la cabeza. Había pensado en muchas cosas, pero simplemente no me decidía por nada.
—¿Qué le vas a regalar? —le pregunté.
Hugo rió suavemente antes de responder.
—Creo que nada. Nosotros nunca nos hacemos regalos de cumpleaños. Pero si tuviera que ser algo sería dinero, a Fran siempre le viene bien para guardarlo.
—Entiendo.
Yo no tenía dinero así que eso estaba descartado.
Hugo me dio algunas ideas pero no fue nada que yo no haya pensado. Dulces, caramelos, dibujos o abrazos ya eran cosas muy pequeñas a mi parecer.
¿Tendría que regalarle solo un beso y una mamada de verga?
Al día siguiente en el colegio, vi a Maxi del otro lado del patio, en la zona de los más grandes, así que fui junto a él para pedirle su opinión.
Después de saludarnos con un abrazo pasé a lo mío.
—Maxi.
—¿Sí Eze? —dijo mirándome fijo con sus ojos esmeraldas. De repente me puse incómodo.
—Yo quiero darle un regalo a Fran. Por su cumple. Pero no sé que cosa darle y…
—Y querés mi ayuda, ¿no?
—Sí.
—Dejame pensar un ratito.
Se tomó un tiempo para pensar y de paso saludó a un chico que pasó por ahí. Se desabotonó el guardapolvos en silencio y luego me puso una mano en el hombro antes de darme su respuesta.
—Vení mañana conmigo y te voy a dar algo.
—¿Qué me vas a dar? —inquirí. La curiosidad siempre fue mi punto débil.
—Sorpresa.
—Bueno… Ah, Maxi. No le digas nada a Fran.
—Claro lindo. Cuenta con eso.
El resto del día me devané los sesos intentando pensar en que me daría Maxi, pero todo fue inútil. Dormí con David, a quien tuve que masturbar. Virgen de mierda, seguro le jodía el hecho de que lo único disponible para sacarle leche era un nene obligado.
Siempre odié hacer eso pero pesar de todo, creo que en el fondo como que me gustaba. No por placer, sino porque capaz veía eso como una forma de conectar con él. Y yo siempre quise hacer eso.
Al día siguiente me levanté super rápido y casi corrí a la escuela a buscar a Maxi, aunque igual me tuve que aguantar hasta el recreo para poder verlo y acercarme a él. Apenas lo localicé me acerqué a él y cuando me vio, se separó de su grupo de gente y me saludó.
—Hola campeón. Vamos, vení a mi aula.
Lo seguí hasta el lugar, en donde procedió a sacar de su mochila una caja acartonada de esas de regalo y me la dio.
—Mirá dentro.
Vi que dentro había un perfume. Uno caro. Eso y una barra de chocolate. Maxi siempre era un genio para estas cosas.
—¡Gracias Maxi! —dije abrazándolo —. A Fran le va a gustar mucho.
—Eso espero. Ahora andate rápido antes de que Fran te vea por acá. Y cuidá mucho que no se rompa nada o se derrita el chocolate.
—Sí Maxi. Gracias.
—De nada.
Volví a mi sala con cuidado de que Fran no me vea y una vez allí guarde con sumo cuidado el regalo en mi mochila.
Apenas llegué a casa escondí el perfume y el chocolate entre mis juguetes. No se me derritió de pura suerte.
Al atardecer Hugo tenía que ir a hacer compras y me invitó a ir con él. Accedí encantado y fuimos a comprar cosas en una camioneta que andaba prestando de su patrón.
—¿Querés que te compre algo? —preguntó mientras elegía lo que necesitábamos.
Estaba comprando algunas cosas como torta o comida para el cumple de Fran que era al día siguiente.
—No sé. Es que no sé que elegir.
—Lo que quieras. ¿O querés algo para Fran?
Hugo siempre dejaba que me compre cosas y pagaba por mí. Lo queria muchísimo.
Recorrí los estantes sin ver nada que me convezca.
—Hugo ayudame porfa. No sé que elegir.
—¿Algo para Fran?
—Sí.
Me llevó hasta un pasillo de donde sacó afeitadoras.
—A Fran siempre le vienen bien estas. ¿Te parecen 4?
—Sí. Está bien.
Pagamos todo y salimos del lugar. Cuando llegamos a la casa y estábamos guardando las cosas tuve que revelarle a Hugo sobre mis otros regalos y como los había conseguido. Se sorprendió mucho pero le gustó. Casi al instante abrió su billetera y sacó un billete de alta denominación para dármelo. Ahora el sorprendido era yo porque aunque no me estaba dando demasiado dinero, a mí esa cantidad se me hacía casi infinita.
—Tomá. Para que se lo des a Fran mañana. No le digas que te lo di.
—¡Wow! Es mucho dinero. ¡Gracias Hugo! Te quiero.
Le di un abrazo y corrí a juntar todos los regalos en uno solo y los puse a todos en la caja que me dio Maxi. Volví a guardarla con cuidado com mis juguetes bien oculta para que Fran no vea nada.
Esa noche dormí con Fran porque quería ser el primero en saludarlo. Para mí, el cumpleaños de mi novio no era algo a tomarse a la ligera.
Francisco, siempre caliente, me pidió que se la chupe así que eso hice como una especie de ante-regalo. Intenté hacerlo lo mejor que pude y casi me ahogué en el proceso pero logré hacerlo tan bien que Fran no paró de felicitarme. Cuando se vino, hasta tragué todo su semen sin que me lo pida y eso lo excitó tanto pero tanto que se le volvió a parar al minuto.
Yo no le presté tanta atención y me subí encima suyo, algo darle besitos y tocar su cuerpo como me gustaba. Mientras hacía resulta ser que se masturbó hasta venirse y me enteré cuando me manchó el culito y la espalda. Cabe aclarar que ambos siempre nos solíamos sacar toda la ropa antes de hacer estas cosas.
En fin, despues de esa segunda vez él quedó super agotado y enseguida ambos nos dormimos no sin antes decirle que me despierte a mí primerito porque queria y necesitaba saludarlo antes que nadie.
Mi nv cumplió su promesa y me despertó apenas sonó su alarma.
Él se levantaba algo así como media hora antes que yo, así que me tomó un par de segundos asimilar que estaba despierto y recordar que Fran estaba de cumple.
—Fran —dije todavía somnoliento.
—Buen día ¿Todo bien? —respondió volviéndose a mirarme. Estaba por ponerse una remera.
—Feliz cumple. Te quiero mucho.
Se acercó a mí para abrazarme.
—Gracias mi amor. Muchas gracias. Yo también te quiero muchísimo.
—Dame un beso.
Me dio varios besos, en el cuello, la mejilla, mi frente, y por último en mi boca.
Salimos y los otros miembros de la familia felicitaron a Francisco por su cumpleaños para luego prepararnos para ir a la escuela. Le pregunté a Hugo cuando darle el regalo a Fran y me recomendó esperar a la tarde así que eso hice.
Al terminar el día escolar me enteré que los compañeros de Fran le habían hecho una pequeña fiesta en horario de clases y me puse bien celoso porque no me hayan invitado. Recibió un par de regalos y uno era de Mariana, y me entró miedo de que sus regalos sean mejores que el mío.
Apenas llegamos a la casa, arrastré a mi chico guapo directo a su habitación, frente a mi caja de juguetes. La abrí, quité el regalo dentro y se lo di.
—Tomá. Es tu regalo.
—¿Un regalo para mí? ¿En serio? ¡Gracias mi corazón! Voy a ver que es.
Lo abrió y quedó totalmente encantado. Se probó el perfume, comió el chocolate, agradeció las afeitadoras y quedó encantado con el dinero. Dijo que era el mejor regalo que recibió en su vida.
Obviamente no le conté el origen de todas esas cosas, pero supongo que lo terminó sabiendo igual.
Al final después del almuerzo dijo que quería otro regalo y me tiró una mirada sexy. Supuse que se trataba de complacerlo sexualmente y me dispuse para hacer eso, aunque para mi sorpresa era todo lo contrario. Él quería complacerme a mí, porque eso para él eso era un regalo.
Me quité la ropa y me acosté en la cama, mientras mi novio tomó mi pequeño pene y empezó a masturbarme. Mi nivel de excitacion fue subiendo y cuando se puso a acariciar mi abdomen delgado y mis pezones, empecé a gemir de tanto placer. El límite entre orgasmo, tiempo y disfrute se hizo difuso para mí y apenas me di cuenta de cuando Fran se inclinó y empezó a darme sexo oral. En un punto hasta le jalé bien fuerte el cabello, tomando su cabello rizado en mis manos y acariciándolo. Solo soltó un leve quejido y siguió en lo suyo hasta que creyó que era suficiente. Y lo fue, terminé todo sudado y demasiado complacido. Mi novio me amaba demasiado.
De tardecita salí a buscar flores para él. Quería hacerle un ramito de flores y conseguí 6 o 7 flores distintas incluyendo una de mburukuyá, fui a entregárselas cuando nadie estaba cerca suyo.
Le encantaron y las puso en un vaso en su mesa de noche para después regalarme un beso.
A la noche hicieron un mini festejo para Fran. Hicieron una cena especial, comimos torta y estuvieron sus parientes paternos. No me despegué de él en ningún momento y disfruté de mi chico lindo todo lo que pude.
Esa noche me acosté junto a Hugo, todavía con la cabeza llena de todo lo que había pasado con el cumpleaños de Fran. Sentía que tenía que agradecerle de alguna manera. No solo por el dinero o la ayuda, sino porque él siempre estaba ahí para mí.
El cuarto estaba en silencio, solo se escuchaba algún grillo afuera y el ventilador girando perezoso. Hugo estaba de espaldas, acomodando la almohada, y cuando me metí a la cama me dio una sonrisa tranquila, de esas que daba sin pensar demasiado.
—Gracias por el regalo —dije en voz baja, mirando el techo.
—No fue nada, Eze. Igual me pone contento que Fran haya quedado feliz —contestó, su voz suave, como si ya tuviera sueño.
Lo miré de reojo y me dio esa impresión de siempre: Hugo era fuerte y callado, pero con una ternura escondida. Algo en su cara esa noche me hizo pensar que estaba un poquito celoso. No de forma mala, sino como cuando alguien quiere ser importante también.
Me giré hacia él y le pasé el brazo por el pecho, abrazándolo. Hugo se quedó quieto un segundo, sorprendido, y después me abrazó de vuelta, suave, con esa manera suya de contener sin exagerar.
—¿Y yo? —bromeó con un susurro—. ¿Voy a tener mi regalo también?
—Sí. Te voy a dar uno bien lindo en tu cumple —le prometí. Su cumpleaños era en diciembre, se llevaba con Fran apenas 11 meses.
Él sonrió y me revolvió el pelo con suavidad, como siempre hacía. Sentí que le gustaba mucho ese momento, así que me quedé quieto, abrazado, escuchando su respiración lenta.
Creo que el tipo estaba algo celoso y es totalmente entendible. El también quería ser mi preferido así como yo era el suyo, en ocasiones se notaba como competía con Fran por mi afecto en varias áreas. Y siendo sinceros era mi preferido para varias cosas. Siempre quise muchísimo a Hugo y me encargaba de demostrarlo a tal punto que muchas veces Fran andaba celoso. El siempre supo a la perfección que para algunas cosas yo iba a elegirlo y otras elegiría a Fran, y se acostumbró a eso, actuando en consecuencia y afianzando mi afecto por él en esas áreas donde yo siempre lo elegía.
Un tipazo realmente.
Esa noche en particular anduve de cariñoso con él, dándole muchos mimos. Le encantaba que sea así con él, porque al final tanto él como Fran eran chicos profundamente sensibles al afecto físico.
#
Al final llegaron las vacaciones, y con eso, me vi exiliado por un tiempo de casa de mi novio. Apenas terminaron mis clases mis padres me llevaron con ellos, y ni me pude quedar al cumple de Hugo.
Anduve alternando entre las casas de mis 2 abuelos, estando junto a mis primos y hermanos, pero con el tiempo me puse a añorar a mi nv.
Una noche tuve una pesadilla, de esas causadas por mis traumas con A. y Lucas (mi primer violador), y desperté empapado de sudor, totalmente desorientado. La oscuridad me daba todavía bastante miedo así que sin saber ni si estaba despierto o no me puse a llorar despacito. Mi hermano, que estaba a mi lado compartiendo la misma cama terminó despertado por el ruido que hacía e intentó consolarme. Me abrazó por detrás y casi instantáneamente me di la vuelta para abrazarlo bien de frente.
—Eze calmate. ¿Estás bien? ¿Volviste a soñar feo?
—Sí.
—¿Vas a ir al baño? ¿Querés que le llame a mamá?
—No. No le digas nada.
No quería que mamá se entere de nada, a veces me retaban por llorar. Me fui al baño a limpiarme la cara y después volví a acurrucarme abrazadito a mi hermano, quien me devolvió el abrazo para tranquilizarme. Nunca me preguntaba que soñaba. Igual no podía explicárselo.
—Ey, ¿no querés cambiarte? Estás muy mojado —me dijo de repente.
—Bueno —le respondí. Yo hacía lo que el quería.
Prendió la luz y me sacó la remera mojada y luego fue a buscar otra del bolso cercano. Él estaba durmiendo sin remera, y de repente al mirar su físico, aunque era el de un chico muy delgado, se me hizo muy atractivo.
Se acercó a mí con una toalla y empezó a pasarmela por el cuerpo para quitarme el sudor, y después me puso una remera sin mangas. Yo me la pasé mirando su abdomen, simplemente esa parte del cuerpo me encantaba y seducía.
Cuando se volvió a acostar a mi lado, me puse a añorar a Fran. Él era más grande, más cariñoso, más musculoso, más todo. Lo quería ahí para mí, pero como eso era imposible decidí que capaz no era tan mala idea buscarle un reemplazante temporal.
Al día siguiente cuando había que bañarse yo me puse a insistirle a mi hermano para bañarme con él. Estuvimos media hora en eso hasta que se rindió y aceptó. Yo, super feliz, me metí de lleno junto a él en la ducha. Me dediqué a mirar un buen rato su cuerpo desnudo. Ya lo había visto muchas veces porque frente a mí generalmente él no tenía mucho pudor, solo ahora que había crecido mucho se me hizo todo interesante. Me fijé en que a su pene le estaban saliendo pelos y decidí tocarlo a ver que tan grande se ponía.
Aclaro que ya habíamos tenido encuentros sexuales previos, pero esta no es la ocasión de contarlo. Todo fue antes de Fran.
De repente agarré su pene y me puse a masturbarlo como David me había enseñado para que se le ponga grande. Mi hermano me miró todo raro pero no dijo nada, y la erección se fue haciendo presente. No era tan grande como Fran o David, pero algo era algo.
—¿Qué pasa? ¿Querés ver como se ve ahora o como? Mirá, me creció desde la última vez —dijo zafandose repentinamente de mi agarre.
Retrocedió un paso y empezó a masturbarse, mostrando su pene crecido y erecto en varios ángulos distintos. Yo no dije nada, estaba nervioso.
—A vos también te va a crecer así —dijo antes de dejar de tocarse y seguir con el baño. Yo intenté tocarlo otra vez pero me hizo retroceder un paso.
—Ya Eze. Así está bien. ¿O querés comparar? —dijo con un poco de molestia en la voz.
—Sí —le dije.
—Dale. Volvé a tocarme y yo toco el tuyo.
Eso hicimos y nos pusimos bien frente uno a otro, masturbando al otro. Ambos tuvimos una clara erección pero había mucha diferencia entre los 2 miembros.
—Es muy grande.
—Ya sé. O capaz el tuyo es muy chico.
—No. Mentiroso.
—Como digas. Ya es suficiente.
Se dio la vuelta y el resto del baño no me permitió tocarlo. Yo me sentía muy insatisfecho porque estaba acostumbrado a recibir más placer. Además los anteriores encuentros sexuales con mi hermano habían sido más largos y «divertidos».
Al dormir esa noche me pegué mucho a él, y le apoyé el culito en su paquete. A Fran lo volvía loco eso así que supuse que eso serviría. Pronto sentí que la tenía bien parada y hasta se frotó un poco contra mí, pero despues de un rato se dio la vuelta (para presumiblemente masturbarse).
Así seguí el resto de las vacaciones, hostigándolo, tocando su cuerpo, su pene, dándole besitos, pero nada sirvió mucho.
No es que no me quisiera, sino que en lo sexual no me seguía mucho la corriente. Lo único que sí le gustó dentro de todo es que le toque el torso y que mire mucho su abdomen o pecho. Todos los chicos se sienten halagados que admiren o toquen su físico a fin de cuentas.
Creo que justo él estaba en plena afirmación de su sexualidad y yo intervenía demasiado ese proceso. Es lógico que no me haya dado bola dentro de todo.
A mitad de enero empecé a insistirles a mis padres para volver con mi tía. Me gustaba estar con mis padres, pero yo extrañaba más a mis primos, así que cuando finalmente me llevaron me sentí feliz. Lo primero que hice al llegar fue darle a Hugo una barra de chocolate gigante por su cumpleaños, lo que lo hizo sonreír como un niño. No olvidé mi promesa. Hugo y Fran me dieron regalos de Navidad y Año Nuevo, y yo sentía que esos chicos me amaban tanto como yo los amaba a ellos.
Pero Fran… Fran andaba raro. Estaba triste, con la mirada baja, como si llevara una nube gris encima que no lo dejaba en paz. Resultó que se había aplazado en física. Y para alguien como él, que siempre había sido un buen alumno, esa nota era una puñalada directa al orgullo. Estaba decepcionado de sí mismo.
Esa era apenas la punta del iceberg. Cuando mi tía se enteró, explotó, diciéndole que siguiera el ejemplo de Hugo y dejara el colegio. Para colmo, un hacendado de la zona le ofreció un buen trabajo, y mi tía se lo puso como condición: “dejá de perder el tiempo en clases, empezá a trabajar, es una oportunidad que no podés rechazar”.
Pero Francisco no quería trabajar en el campo. Francisco quería estudiar, terminar el colegio, seguir una carrera, tener un título. Esa presión lo estaba matando por dentro, porque cada día sentía su sueño un poco más lejos.
A veces se sentaba a jugar conmigo, y en medio de eso me hablaba de sus problemas. Yo lo escuchaba, claro, pero la verdad es que muchas veces no entendía nada de lo que me decía. Tenía siete años, ¿qué sabía yo de trabajo, de presión, de perder un sueño? Solo podía abrazarlo, y aunque eso le daba algo de consuelo, también podía sentir que lo frustraba: su novio no podía ayudarlo realmente.
Y entonces pasó: un día la discusión entre él y mi tía escaló como nunca antes. Sacaron cosas viejas, se lanzaron ofensas, hasta me usaron de ejemplo para herirse. Y de repente, Fran le gritó. Él, que jamás le había alzado la voz a su mamá, lo hizo.
Sacó ese lado destructivo que tanto se empeñaba en ocultar.
Mi tía lloró y, entre lágrimas, lo amenazó con echarlo de la casa si seguía “sin comprender su lugar” ahora que era mayor de edad. Francisco, rojo de ira, se fue sin decir más palabra y pasó la tarde perdido trabajando afuera en el campo.
Esa noche volvió a salir. No dijo a dónde iba, pero seguro que era con su mala junta, probablemente a tomar. Y algo me decía que había más detrás de todo esto, algo que todavía no sé y que tal vez nunca sabré.
Yo, mientras tanto, no me metía. Jugaba con David, que por suerte estaba de buen humor y aceptó jugar con mis animales de plástico. Aun así, sentía un nudo en el pecho por Fran y las peleas.
Esa noche Hugo sugirió que durmiera en la cama de Fran porque dijo que no ibaa a volver esa noche. Y como mis juguetes estaban ahí, acepté para continuar jugando tempranito. Me acosté, tratando de pensar en cualquier otra cosa, y me dormí pronto.
Fran llegó borracho a eso de las 2 o 3 de la mañana. Entró silenciosamente en la casa con una llave que él tenía y se coló a su habitación. Y ahí empezó el problema.
Fran tenía tanto alcohol en las venas que no pensaba con claridad, y al verme dormido, algunos cables se le cruzaron.
En mi sueño profundo, no sentí como me bajó los shorts que llevaba ni como me acercó al borde de la cama.
Me desperté de golpe, con un dolor fulminante atravesando mi cuerpo. No entendía nada y me dio un miedo tremendo que se sumó al dolor que ya sentía.
—¡¡Paraaaaá!! —grité. No sabía ni quien me estaba haciendo eso, no podía girarme porque me estaba sosteniendo del cuello.
—¿Te despertaste putito? Dejá de hacer ruido que no me dejás disfrutar —dijo una voz muy conocida que olía asquerosamente a cerveza.
Francisco. Era Francisco quien me estaba haciendo daño. Mi propio novio que siempre me protegió ahora me hacía daño.
Recordé que me había dicho que quitara su pene dentro mío si pasaba algo así, por lo que me agarré a las sábanas e intenté zafarme. No me sirvió de nada. Era fuerte, jodidamente fuerte, DEMASIADO fuerte. Me tenía bien agarrado y en vista de mis esfuerzos me inmovilizó todavía más y me enterró dentro mío su gruesa verga de un solo movimiento hasta el fondo. El dolor me hizo ver las estrellas y me lancé al llorar. Volví a decirle que pare, que me dolía mucho, pero no me escuchaba. Ni siquiera mis lagrimas eran suficientes.
—Callate. O te callás, o es peor para vos. Y dejá de moverte —susurró en mi oído.
Sin esperanzas de nada y con el corazón quebrado, me resigné y dejé de luchar.
—Por favor Fran. Me duele muchoo —le dije bajito entre lágrimas.
Él solo estrelló mi cabeza contra la cama para ahogar mis gritos de dolor y empezó a penetrarme. Lo hizo duro, bestial, sin contenerse y a un ritmo tan horroroso que hasta dudo que algunas mujeres lo hubieran soportado. Estar borracho parecía darle más fuerza y para colmo su coordinación parecía estar intacta.
Odiaba ese lado salvaje de Francisco. Y ahora lo odiaba a él, a todo lo que él representaba.
Hizo caso omiso de mis gemidos ahogados contra las sábanas y empezó a decirme cosas. No entendí todas, pero eran bastante degradantes y me hirieron, yo solo estaba acostumbrado a que me diga cosas lindas.
Lloré sintiendo como mi ano llegaba a su límite y empezaban a presentarse desgarros, sangre y cada vez más dolor.
Fran se puso a estirarme del cabello como si fuera una puta barata y empezó a nalguearme mientras decía en voz baja que siempre quiso hacerme eso. Que lo merecía por excitarlo.
Y yo me lo creí.
No duró tanto. En bastante menos de 10 minutos descargó su semen dentro mío con un gran gemido y el tormento terminó.
Mientras el culo me palpitaba de dolor y yo seguía llorando en silencio, él solo se acostó a mi lado y se entregó al sueño.
No podía moverme. No me importaba tanto el dolor como tener el corazón destrozado. Había roto todo lo que habíamos construido en un par de minutos y lloré más por eso que por el dolor en sí.
Tras unos 15 minutos, se levantó de un salto.
—¡No! —dijo en voz alta.
Lo miré y vi que extendió sus manos hacia mí. Me dio miedo porque pensé que me iba a golpear y retrocedí instintivamente. Hacer eso me dolió tanto que solté un sollozo muy fuerte.
Ese movimiento mío lo hirió. Como si sus ojos se hubieran despejado y viera lo que hubiera hecho.
—¿Qué acabo de hacer? —susurró con su voz temblando.
Se acercó a mí lentamente y me alzó con el máximo cuidado en sus brazos. Yo solo podía llorar. Le tenía miedo.
Me llevó al baño y ahí comenzó a limpiar el desastre que yo estaba hecho. Yo ni podía mirar para abajo pero sabía que iba a encontrar: sangre manchando mi entrepierna. Estaba aterrado. Absolutamente aterrado.
Francisco se puso a limpiarme entero. Con la mayor suavidad posible limpió toda mi zona íntima que estaba hecha un desastre, limpió mi cuerpo, me bañó con el mayor silencio posible sin utilizar la ducha, y después de secarme me llevó a la cocina para darme medicinas. Se coló a la pieza de su mamá para buscar un ungüento, me lo puso y después me acostó en su cama.
Durante todo ese proceso él solo repetía vez tras vez que no quería hacerme eso, y se la pasó implorando mi perdón de rodillas mientras me ayudaba. No lloraba, pero veía que hacía demasiado esfuerzo por no hacerlo.
Yo no le dije nada, solo podía sollozar porque me dolía DEMASIADO ahí abajo.
Al final Fran no soportó seguir cerca mío porque no podía verme así sabiendo que era su culpa y me llevó a la pieza de Hugo. Le dijo algo, me acostó en la cama y después se fue.
Hugo se durmió enseguida, ni se fijó en mi estado. Yo mientras tanto quedé inmóvil boca abajo y al final me dormí cuando la medicación empezó a hacer efecto.
Después de todo eso, el peso de saber que me había hecho eso llevó a Francisco a un quiebre, colapsó mentalmente y quedó tan depresivo que empezó a preocupar a todos en los siguientes días.
Al día siguiente del horrendo acto amanecí con fiebre, la respuesta general de mi cuerpo a eso, así que por lo menos me dejaron quedarme en la cama de Hugo sin moverme y nadie vio nada raro. Fran entraba regularmente para vigilarme, medicarme, tomarme la temperatura y todo eso, pero siempre se echaba a llorar, no podía ni mirarme.
Se la pasaba encerrado en su pieza, sin comer ni hacer nada, tenía ojeras y apenas podía hablar. Solo lloraba cuando creía que nadie lo veía, y lo hacía por horas según me dijo Hugo.
Hugo no sabía el motivo real, pero fue empezando a unir cabos sueltos y llegó a la conclusión de que aparte de todas las otras cosas lo que pasó y el estado en que estaba su hermano tenía que ver conmigo.
Respecto a Fran, yo no le hablaba. Lo desconocía totalmente, solo respondía lo mínimo y estaba muy enojado y muy triste a la vez con él, solo que no podía ponerlo en palabras. Así que cuando Fran se arrodillaba al lado de mi cama a deshacerse mentalmente frente a mí yo no le decía nada. Igual no sabía que responderle. O sea sí, obvio que decía que estaba todo bien y le decía que lo perdonaba algunas veces, pero seguía con miedo de él porque me había hecho exactamente lo mismo que mis anteriores violadores y él tampoco ayudaba porque no paraba de compararse con A., diciendo que al final era exactamente igual y que nunca me había protegido como yo merecía. Eso me desconcertaba y encima cada vez que le decía que me dolía mucho el culito (yo lloraba al ir al baño por el esfuerzo que tenía que hacer), el tipo salía y se encerraba una hora en su pieza para llorar y me sentía muy mal al respecto porque nunca lo vi antes llorar así. Estaba tan desvastado que para el tercer día despues de que rompió un espejo del baño y se cortó los nudillos mi tía empezó a hacer más y más preguntas. Para ese entonces yo podía levantarme y caminar, pero lo hacía de forma tan torpe que hacía el ridículo y levantaba sospechas innecesarias.
Esa misma noche llegó Maxi a casa, diciendo que quería llevarme. Sebas y yo habíamos quedado en que ese fin de semana yo iba a ir a su casa, porque el tenía muchos juguetes y una piscina en su casa, sus padres eran bastante ricos. Todavía no era fin de semana, pero bueno.
Para conseguir el permiso de mi tía él y Hugo anduvieron como 15 minutos hablando con ella pero al final la convencieron. Mientras ella usaba la excusa de que estaba enfermo, ellos dijeron que necesitaba alejarme de la casa hasta que resolvieran el tema con Fran, argumentando que era eso lo que me enfermaba. Aceptó y mientras Hugo preparaba mis cosas Maxi fue a hablar con Fran que estaba encerrado en su pieza como siempre.
Cuando salió de ahí fue a cargar mis cosas en la camioneta que trajo y después vino por mí.
—Vamos campeón. Te voy a alzar para que no te canses que estacioné medio lejos. ¿Está bien?
—Bueno. ¿Hasta cuando me voy a quedar?
—¿Te parece hasta el lunes?
—Sí.
Ese día era miércoles o jueves.
Maxi me levantó en sus brazos y se puso mi mochila llena de mis cosas al hombro. Me llevaba con tal naturalidad y cuidado que parecía que sabía exactamente donde tocar y donde no tocar. Como si supiera lo que me pasaba.
Me depositó en el asiento delantero y fuimos a su casa, y durante el camino hizo algunas preguntas sobre mi fiebre y la medicación que tomaba.
Ahora iría lejos de Francisco, porque necesitaba alejarme del chico que me había hecho daño y sanar mi cuerpo dolorido.
Mientras tanto, Francisco se quedaría en su pieza pensando las cosas. Yo en cambio no sabía que pensar, estaba demasiado triste. El chico que me había protegido siempre ahora me había dañado, y la traición duele siempre más que cualquier herida, especialmente cuando sos niño.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!