El inicio de mi vida sexual (incesto). Parte 6
Historia de amor entre un adolescente y un niño. Mi primera vez con Francisco..
Pasó otra bendita semana en donde siempre era lo mismo. Fran y yo nos encerrábamos en su habitación y ahí tenía que chupar su pene. Siempre me costaba pero ya me iba bien, entraba fácilmente la mitad de su precioso pene y lo volvía loco siempre. También siempre se hacía de tiempo para masturbarme o darme sexo oral, cosa que yo disfrutaba demasiado porque me lo hacía como todo un experto.
Y por supuesto, siempre terminaba frotándose contra mí, estemos en el baño, durmiendo juntos o en su cama solos, además de meterme los dedos. En un punto incluso había metido tres pero sentí tanto dolor que lo retiró inmediatamente. Impresionantemente a todo esto ya había dejado de tener miedo, pensamientos sobre mis experiencias anteriores y todo eso porque Fran era único y yo lo estaba disfrutando mucho pero mucho.
—Fran, hazme mi tarea por favor —le pedí como siempre hacía.
—¿De que materia es? —preguntó mientras se sentaba en la mesa conmigo y me rodeaba con su brazo. Me arrimé más a él antes de contestarle.
—De Matemáticas. Es que yo ya sé pero es muy largo y estoy cansado de esto. Y tía dijo que solo puedo ir con vos a la cancha si hago todo pero me toma mucho tiempo. Porfa, hace vos.
—Claro que sí ternurita. Hago todo, no te preocupes —dijo mientras me pellizcaba la mejilla.
Así era siempre, siempre que le pedía ayudarme en algo de la escuela lo hacía, ni tenía que preocuparme por mis tareas, a veces incluso ni tenía que pedirselo.
Al ser operaciones de suma y resta Fran las terminó en un suspiro y así pude acompañarlo a la cancha donde había pactado reunirse con sus amigos para jugar fútbol.
Tuvimos que caminar algunos centenares de metros hasta el lugar, era una cancha de fútbol improvisada pero lo único disponible por lo cual siempre los fines de semana los compañeros de Francisco se reunían ahí para eso.
—Hola campeón. ¿Como estás? —dijo Maxi al verme llegar de la mano con mi nv. Maxi me caía super bien y realmente también estaba guapo. Me separé de Fran y fui a saludarlo.
—No pude traer a Sebas para que te haga compañía —dijo guiñándome el ojo después de abrazarme —tendrás que entretenerte tu solo.
La verdad no iba a ver a Fran jugar, iba para jugar con Sebas o algún otro amigo mío que solía venir, armabamos nuestro propio juego paralelo al de los grandes.
Fran se acercó a saludarlo y de paso me indicó que me quede en donde esté a su vista. Le dije que sí y fui a sentarme en una esquina. Sinceramente estaba aburrido, la gracia era que haya gente de mi edad porque aunque la junta de Fran siempre me daba atención, no era lo mismo y eran algo brutos en mi opinión, solo unos 3 chicos eran buenos sujetos para mí. Vi que llegó un niño que estaba unos dos grados más arriba del mío pero me dio flojera ir a hablar con él puesto que apenas cruzábamos palabra en general así que me quedé solo mirando el partido.
Francisco jugaba bien, pero no era tan brillante sinceramente, jugaba defendiendo debido a su peso y todo eso. Otros chicos eran mucho mejores que el y me daba rabia, en mi cabeza Fran era y tenía que ser siempre el mejor en todo.
Siempre que había juntadas de este tipo había chicas cerca, ya sea hermanas, madres o admiradoras. Ese día me fijé en que no había casi ninguna pero de repente sentí que alguien se sentaba a mi lado. Reconocí que era una chica, una adolescente que recordaba haber visto pero no sabía si era compañera de Fran o no, habrá tenido entre 15 y 17 años.
Tras las presentaciones (se llamaba Milena) dijo que quería sentarse a mi lado a ver el partido. Le dije que podía así que eso hizo, no intercambiamos muchas palabras porque sinceramente no sabía que decir y me ponía nervioso sin motivo aparente (muy poco contacto femenino siendo sinceros).
De repente empezó a hacerme preguntas de Fran, una tras otra. Y sí, me puse super celoso y a la defensiva, lo admito.
—¿Y tiene novia? —terminó preguntando la muy molestosa.
—Noo, no tiene novia ni va a tener porque me voy a enojar —le dije super convencido fulminándola con la mirada.
Milena rió suavemente mientras me miraba.
—Jajaja, entiendo —dijo mientras justo Fran nos saludaba —. Es guapo, ¿verdad?
—Siii, Fran es muy lindo y me gusta porque es muy fuerte y es el mejor.
—Lo quieres mucho, ¿verdad?
—Sí —dije asintiendo —el es mío.
—Ahh, con que es tuyo. Si es tuyo está bien. Disfrútalo, es una gran persona —dijo mientras se levantaba.
—Chau, cuida a Fran, ¿ok?
—Ok. Chauu —dije para despedirme de ella. Me quedé ensimismado en mis pensamientos hasta que mi nv vino junto a mí y noté que estaba algo lastimado y muy sudado.
—¿Querés un abrazo? —dijo para molestarme porque sabía que odiaba la suciedad y el sudor.
—Noo, no me toques. Ey, mira, tienes sangre ahí —dije a la par que tocaba su rodilla que estaba lastimada y sangrante
—Auch, que te pasa, duele —protestó.
Me aseguró que igual no era nada grave y fuimos caminando otra vez a casa.
En el camino le conté de Milena y sus preguntas y me felicitó por mis respuestas «inteligentes» así que me sentí muy orgulloso de mí mismo aunque me advirtió que la próxima vez solo tenía que responder con un «no sé» a la pregunta de si el tenía novia.
Fui a bañarme con él y así aprovechó a pedirme que le haga sexo oral, cosa a la que no me pude negar. La verdad el estaba como muy excitado pero decidió esperar a que terminemos de bañarnos. Ya bañados, me hizo sentar en el inodoro y dijo que abra mi boca así que eso hice. Luego el introdujo su pene dentro, menos de la mitad para que yo no tenga problemas. Ahí me explicó que yo me tenia que quedar quietito y él hacía el resto, luego agarró mi cabeza por detrás y empezó a moverse, follando mi boca por primera vez. Lo hizo suave, sosteniendo de forma firme pero cariñosa mi cabecita, dándome tiempo para acostumbrarme al movimiento que hacía dentro mío, que era continuo pero sin llegar a ahogarme o hacerme sentir mal. Me di cuenta que Fran estaba disfrutándolo demasiado así que me dejé llevar. El siguió metiendo y sacando, moviendo su poderoso cuerpo contra mi rostro sin dejar nunca de sujetarme. En un determinado momento empezó a moverse más rápido y a gemir bastante hasta que sorpresivamente sentí que mi boca se inundaba de semen. Francisco se había corrido y de lo concentrado que estaba no me había avisado. Su leche rápidamente desbordó mi boca y terminé tragando la mitad y la otra mitad salió de mi boca, bañando mis labios y mentón de su esencia. Era la primera vez que tomaba tal cantidad de semen y no me gustó nada su sabor, era muy caliente y salado para mí.
—Uff, perdón lindo, esto no debió haber pasado es que me emocioné —se disculpó mi novio guapo mientras sacaba su verga de mi boca. Pronto agarró papel higiénico para limpiar mi boca y el semen que había caído.
—¿Estás bien? ¿Tragaste mucha leche? Perdón, debí haberte avisado.
—No me gusta como sabe es que es muy raro —le dije mientras el seguía limpiando todo.
—No te preocupes. Ven, tenés que ponerte tu ropa.
Me bajé del inodoro y fui a abrazarlo.
—Te amo Fran —le dije cerrando los ojos al sentir el contacto con su piel.
—Yo te amo más todavía —dijo el correspondiendo mi abrazo —y perdón por esto que pasó. Es que… a veces siento… siento que me aprovecho de vos. No soy mejor que A. —dijo muy abatido. Creo que hasta le vi alguna lágrima por ahí.
—No. Así está bien —dije sin entender porque pensaba eso, solo pude abrazarlo más para que se sienta mejor. Pronto terminamos de vestirnos y salimos del baño.
Pobre Francisco, hasta por eso se culpaba. Lástima que yo no podía ayudarlo mucho, esos cuestionamientos profundos iban más allá de mi todavía infantil comprensión de las cosas.
Al día siguiente Fran amaneció algo enfermo así que se quedó en casa mientras nosotros fuimos a la iglesia. Ahí estuve feliz compartiendo mi tiempo con Hugo y al volver también me quedé con el porque mi tía quería que Fran duerma y no que ande por ahí cumpliendo mis caprichos. Después de almorzar Hugo me llevó a hamacarme en una hamaca que había creado exclusivamente para mí, algo que valoraba muchísimo. Jugamos un poco, hablamos, pero enseguida insistió en que durmamos la siesta así que eso hice a regañadientes.
Esa noche David tenía un 15 años de una compañera y él y mi tía tuvieron que ir a ese evento, en cambio Hugo tenía un asado que su patrón invitaba a los empleados, así que Fran y yo nos quedamos solitos en casa. Para ese entonces Fran se sentía mucho mejor y lo suyo había sido algo transitorio probablemente causado por el cambio abrupto de clima (de frío a calor, se supone que era invierno pero hacía mucho calor de repente). Íbamos a quedar solos mínimo hasta las 12 de la noche sino más y sobre eso de las 8 Fran puso a hacer una cena para los 2 e hizo milanesas, puesto que era bastante bueno cocinando. Verlo así, cocinando solo para nosotros, llevando solo ropa interior, me puso como loco, no pudiendo resistir mis ganas de tocarlo, abrazarlo y conversar sin parar con él. Estuvo todo fenomenal, comer juntos viendo televisión fue lo mejor de lo mejor. Al final luego de que el lave todo fuimos a su pieza, en donde comenzamos a besarnos, a tocar nuestros cuerpos y disfrutarnos uno al otro. Como siempre me puse a manosear el tonificado cuerpo de mi novio, cosa que siempre lo ponía feliz.
Después de eso Fran me quitó toda la ropa con cuidado, me acostó en la cama y se puso a darme sexo oral, lo hizo de una forma tan deliciosa y única que las emociones me desbordaron por completo, a la par que succionaba mi pene iba acariciando mis piernas, culo y mi plano abdomen y todo eso me llevó a tener como 3 orgasmos mientras me lo hacía así de rico.
Tras llenarme de placer de esa manera, Fran me llevó al baño y me hizo sentarme en el bidet, además de traer una botella de plástico. Y bueno, de esa forma y con esos instrumentos Fran me hizo un rudimentario lavado anal. No entendí porque lo hacía y el dijo que enseguida me diría, simplemente le seguí la corriente aunque la cosa se me hizo algo asquerosa y me esforzaba al máximo por ni mirar lo que salía. Una vez terminada esa incómoda labor fuimos a la cama de mi tía, una cama doble y mucho más cómoda que cualquier otra en la casa. Allí me subí a la cama y mientras el se quitaba el bóxer, me indicó que me acomodara en el borde de la cama en 4 patas, como un perrito. Eso hice y mi chico guapo empezó a acomodar almohadas a mi alrededor mientras empezaba a frotar su pene contra mi culito levantado.
Despues se retiró un momento a buscar entre las estanterías de mi tía y vi que agarró varias cosas, como papel higiénico, y unas cremas.
—¿Me vas a meter tus dedos? —le pregunté.
—Sí. Quiero hacer eso. Y yo… yo también quiero meterte mi pene ahí. Es algo que todos los novios hacen.
—¿Quee? Pero es que tu pene es super grande. Me va a doler mucho —dije algo desesperado mientras un escalofrío recorría mi cuerpo. No olvidaba la humillación sufrida un año atrás, consistente justamente en eso, un pene metiéndose dentro mío destrozándome.
—Calmate amor —dijo mientras me acariciaba con suavidad el cabello y empezaba a colocar la crema en mi ano (era vaselina) —yo no te quiero hacer daño. Es cierto que te va a doler pero se te va a pasar. Prometo que te voy a recompensar por esto. Es que me encanta tu traserito, me gusta sentirlo y sentirte a vos. Y te amo y cuando 2 personas se aman mucho como nosotros hacen estas cosas, y recuerda, esto es algo que solo yo puedo hacer con vos.
—Okey. Está bien. —dije algo tranquilizado pero con un ligero temblor en la barbilla. Al tener el visto bueno Fran comenzó a meterme primero sus dedos. Primero uno y después 2, la verdad que fue bastante fácil, realmente la vaselina ayudaba mucho y apenas lo sentí. Luego metió sus 2 pulgares y empezó a dilatar más y más mi ano. Intenté no moverme nada y toleré la molestia sin emitir sonido solo porque quería demostrar que era un niño fuerte.
—¿Estás bien? ¿Puedo seguir?
—Sí —susurré mientras giraba mi cuello para observarlo. Vi su pene totalmente erecto en su mano, masturbandose, y observé su figura imponente detrás mío. Tan alto, tan guapo, tan bueno. Y era mío, solo mío. Iba a soportar esto por él, por mi chico de cabellos enrulados, ese mismo que me salvaba de las pesadillas susurrándome cosas tranquilizantes y que me llevaba de la mano a la escuela.
Mientras tanto empezó a acariciar mi delgada espalda, bajando con sus manos hasta llegar a mis nalgas, que también manoseó a su placer. Comencé a sentir su pene contra mí, haciendo presión contra mi ano rosadito. Comenzó a separar mis nalgas para exponer totalmente mi ano a su verga y siguió haciendo presión contra mi agujero. Volvió a meterme sus pulgares para ayudar en el proceso con mucho lubricante de por medio y lentamente su punta fue entrando. Menos mal tenía esa facilidad, su punta era más estrecha que y se iba ensanchando hacia la base. Fui sintiendo una gran dilatación y de pronto un dolor intenso se abrió paso por todo mi culo: había logrado ingresar su pene dentro mío.
—Mmmgghhh —gemí de dolor puro y auténtico mientras abrazaba una almohada con mucha fuerza y la mordía. Dolía demasiado y solo era la puntita, ni siquiera era todo el glande. Fran acarició suavemente mi cadera para tranquilizarme y dejó la puntita dentro mío sin moverse como medio minuto.
—Voy a seguir metiendola. ¿Ok? Avisame cualquier cosa —dijo y prosiguió ingresando su gigante verga (desde mi punto de vista, en realidad dudo que le haya medido más de 16 centímetros pero no sé cuanto exactamente medía) dentro de mi infantil ano.
Cada centímetro ingresando dentro mío era una agonía absoluta en donde sentía como me partía por dentro. Quería llorar pero estaba absolutamente determinado a ser fuerte y resistir así que seguí abrazando y mordiendo la almohada para así ahogar los gritos que salían de mi garganta. Se me salieron algunas lágrimas por todo el esfuerzo, pero logré controlarme para no llorar. No iba a llorar, ya no.
Francisco otra vez se detuvo y quedó otro medio minuto con la mitad de su verga ya ensartada dentro mía y el dolor fue cediendo y pude respirar con más normalidad.
—¿Querés que pare?
Negué con la cabeza sin mirarlo para que no vea las lágrimas que tenía en los ojos y entonces el continuó así que otra vez llegaron más destellos de dolor absoluto y sufrimiento mientras mi ano y recto seguían abriéndose para dejar paso al desproporcionado cuerpo extraño que ahora se alojaba dentro mío. Otra vez volvió a parar y dejó sin meter sus últimos centímetros. Volvió a dejar que me acostumbre y otra vez el dolor apremiante cedió pasó a «simplemente» una gran incomodidad y algo de ardor.
—Amorcito, voy a empezar a moverme dentro tuyo. Voy a ir metiendo y sacando mi pene, como hice con tu boca el otro día —me dijo mientras acariciaba mis nalgas.
—S-sí —logré susurrar, así que él empezó con lo suyo.
Francisco empezó a moverse suavemente dentro mío, lento, muy lento. Cada mete y saca era casi una tortura para mí, seguía doliendo de forma continua y ardiendo.
—Me volves loco precioso, uff, estas super apretado —dijo Francisco mientras seguía penetrandome. No entendí porque era bueno estar apretado pero pareció algo lindo. El dolor continuó extendiendose y siendo parte de mí, algo ligeramente más tolerable pero no por eso menos palpable. Mi novio siguió partiéndome con su gran miembro y toda su fuerza adolescente, respetando mis límites y yendo suave pero buscando su satisfacción también.
«Te amo», «Sos mío», «Sos el niño más lindo del mundo», «me encanta tu cuerpo», «sos especial para mí», «¿vas bien?¿quieres que sea más lento?», «yo te voy a cuidar, nada malo te va a pasar». Todas esas palabras fueron saliendo de la boca de Fran mientras seguía en su constante bombeo, y cada vez que sentía que el dolor me superaba el amor de mi vida decía algo bonito o acariciaba mi cabello y eso me daba más energía para seguir soportando. Estaba sufriendo, pero sufría CON ÉL, y eso era lo que cambiaba todo para mí.
A mitad del acto Fran se subió a la cama para teneme mas cerca y estar más juntos mientras yo seguia en 4. Ya cuando llevaba unos 15 minutos de acción, mi vista empezó a nublarse y ya ninguna palabra de Fran lograba despejar mi mente (estaba al borde del desmayo) aunque en eso sentí que el empezó a acelerar, comenzando a ir más rápido, más profundo, y a gemir mucho más que antes. El intenso dolor producido por el cambio de ritmo me ancló a la realidad y empecé a gemir mucho por el daño que recibía de manera que los ruidos que hacía parecieron excitarlo porque pronto gimió fuertemente y me enterró su verga hasta el fondo con todo mientras un ramalazo de dolor intenso me atravesaba. Fran tiró casi todo su peso contra mí envolviendome en un fuerte abrazo y se vino, largando abundante semen dentro de mi culito, llenándome entero con su leche caliente a la par que se movía lentamente todavía en sin sacármela mientras todo ese semen en mi culo se sentía bien, esa sensacion de algo caliente dentro mío era algo bastante reconfortante. Tras unos segundos en donde solo se escucharon nuestras respiraciones agitadas Francisco se incorporó retirando su miembro de mi maltratado ano y observó mi culo chorreante de leche, su leche, y sonrió al contemplar su obra maestra. Yo en cambio sentirme libre de toda su presión me vi inmediatamente urgido para ir al baño y Fran ya previendo esto me levantó en sus brazos llevandome rápidamente al baño. Una vez ya sentado descargué todo en medio de espasmos de dolor y ya después de eso me empezó a arder toda la zona rectal mientras mi novio limpiaba mi trasero con unas toallas húmedas para bebés.
—Duele mucho —logré decir en voz baja mientras rodaban algunas lagrimas por mis mejillas. Fran terminó con su limpieza y me secó las lágrimas.
—Lo sé precioso. Perdón por esto, pero así es muchas veces el amor de los novios la primera vez. A mi también me duele verte así bebé.
En silencio me llevó de la mano a la ducha, donde puso el agua lo más caliente posible (el clima no era el mejor y encima ellos no tenían agua realmente caliente) y se metió conmigo también para bañarnos los 2. Agarró una esponja de baño que estaba por ahí y me la pasó suavemente por el cuerpo para limpiarme bien mientras iba besando cada rincón de mi piel y me decía cuanto me amaba. Apenas podía mantenerme en pie y mis sentimientos (físicos y mentales) estaban demasiados mezclados y cuando empezó a lavar mi cuello y besarlo simplemente empecé a llorar con todo, rodeé su torso con mis brazos, puse mi cabeza en su hombro y ahí quedé un rato, incapaz de controlar la sarta de emociones que tenía dentro (sí, soy un llorón y qué).
El amor de mi vida siguió con su limpieza, enjabonando y enjuagando mi cuello, cabello y rostro. Mi lloro desenfrenado pasó a ser un conjunto lamentable de sollozos espasmódicos que no podía controlar, ni siquiera cuando volvió a besarme con suavidad tal como me gustaba.
Ahora, tenía 2 motivos grandes por los que lloraba, primero porque estaba MUY dolorido y cansado, independientemente de si haya habido desgarres y sangre o no; y segundo porque por fin había caído en la cuenta de lo que me hizo mi primer violador: había tomado algo que se tenía que reservar para alguien que ame, y sin amarme me había destrozado y abandonado mientras mi primo se había quedado junto a mí, me valoró, cuidó y protegió SIEMPRE. No me había tomado a la fuerza, respetó mis límites y dio seguridad y cariño, así que por primera vez entendí que había sido VIOLADO y por fin mi mente pudo hallar las respuestas que quería al que había sido eso exactamente.
Mientras esto y más pasaba por mi mentecita, Francisco terminó de limpiarme y limpiarse el también así que tomándome de la mano me indicó que saliéramos de la ducha.
—Fran, yo no puedo moverme —le dije en medio de un sollozo. Había llegado a mi límite y el dolor que sentía había ido aumentando siendo ahora casi insoportable a la hora de dar siquiera un paso.
—Te amo. Te amo Eze. Te amo —me dijo mientras me alzaba con mucho cuidado de no rozar la parte que me dolía y con cuidado me sentó en el inodoro y gemí fuertemente al hacer contacto. Empezó a secarme el cuerpo a la par que me hablaba pidiéndome perdón, elogiando, preguntando sobre que sentía, etc, y al tenerlo así, frente a frente, arrodillado frente a mí y mirándome fijo solo pude admirar lo guapo y perfecto que era y otra vez me puse a sollozar pero ahora ya ni yo entendía porqué, odiaba llorar pero no podía parar.
Fran acarició mi cabello en silencio y ya cuando estuve algo más calmado pudo terminar el proceso de secarnos, alzandome otra vez en sus fuertes brazos para sacarme del baño y llevarme a la cocina. Ahí me dio agua, medicamentos (seguramente contra la inflamación) y luego puso un ungüento en mi inflamado ano mientras yo no paraba de lloriquear por cada vez que me tocaba ahí.
Tras eso al fin me llevó a su pieza para poder recostarme en su cama y ahí quedé descansando mientras el iba a poner todo en orden en la cama de la tía.
—Toma corazón, ponte esto —dijo mientras me ofrecía una remera suya (yo seguia desnudo) una vez que hubo terminado su trabajito y volvió junto a mí.
—Es muy grande —le dije algo sorprendido por su oferta. Ya estaba mucho más calmado y por fin no tenía lagrimas en el rostro.
—Pontela bebé precioso. Te va a gustar —volvió a insistir con una sonrisa en los labios.
Me senté lentamente en la cama y el se acercó para ponerme una remera suya algo vieja con las palabras «New York» grabadas en el pecho. Me la puso y rayos, me encantó, olía a el, se sentía super cómodo y hasta algo calentito. Me la quedé así sin ponerme nada debajo porque no hubiera soportado vestirme con algo más apretado de todas formas.
—Fran dame un beso acá —dije señalandole mi frente. Amaba que me bese la frente porque era algo que mi mamá hacía mucho. Fran se inclinó y me besó mientras yo aproveché para agarrarlo del cuello.
—No te vayas. Te amo mucho —le dije. Lo quería conmigo, necesitaba que se quede todavía junto a mí.
—Yo te amo más. Me voy a quedar contigo lindo, no te preocupes. ¿Que te parece si dormimos? Necesitas descansar y recuperarte.
—Ok Fran —respondí. Francisco, luego de ponerse ropa interior empezó a hacerme cosquillas para hacerme reír y mientras me mataba de la risa me levantó en brazos y rodeé con mis piernas su espalda. Se acostó con cuidado en la cama, dejándome sobre su amplio pecho desnudo. Empezamos a besarnos con pasión y luego me permitió besar su cuello y su pecho.
—Bebé. Perdón. Se que te duele mucho y me siento tan mal, no sé como explicártelo. Perdón. Si estas triste o enojado dímelo.
—No me duele tanto y tu eres muy bueno Fran. Me gusta ser tu novio —afirmé minimizando el dolor que sentía en mi trasero.
Francisco pareció tranquilizarse por esa declaración y pronto nos quedamos con la luz apagada mientras el continuaba dándome cariño el sueño se iba posesionando de mí, y así, acostadito sobre su pecho, caímos ambos en el sueño y ni nos dimos cuenta de cuando llegó el resto a casa.
A la mañana siguiente me levanté bien temprano, cuando apenas clareaba. Fran estaba a mi lado todavía bien dormido y rodeándome con su brazo (me había bajado de encima suyo mientras dormía con toda seguridad) así que intenté moverme más cerca tuyo para abrazarlo, pero de repente volví a sentir un dolor intenso en mi culito al hacer un mal movimiento que me hizo abrir mucho las piernas. Debido al dolor y a la sed que tenía me puse a sacudir a mi pobre novio para despertarlo.
—Fraaan, despertate yaaa. Despertatee. Quiero agua—dije mientras el iba abriendo los ojos.
—Ay ya Ezequiel. Dame 3 segundos.
—Uno, dos, tres. Ya pasoo. Ey ya pasó, dijiste 3 segundos.
—Mmm, tu ganas —dijo mientras se incorporaba rápidamente y me miraba.
—¿Te duele todavía ahí abajo? Decime como te sentís y ya enseguida te traigo agua.
—Estoy bien pero me duele mucho cuando me muevo.
—Entiendo. Ya vuelvo. Ah, por cierto, me encanta como te ves —dijo guiñandome un ojo mientras salía de la habitación.
Me miré y vi que llevaba su remera aún, entendí que el hablaba de eso y me di cuenta que tenía razón, su ropa me quedaba super bien y me veía muy lindo así.
Francisco pronto volvió trayendo agua, una pastilla que me hizo tomar y el ungüento de la noche anterior que volvió a aplicarme con mucho cuidado a pesar de mis quejas.
—Ven, vamos a desayunar. ¿Puedes pararte y caminar? Inténtalo —dijo después de dejarme holgazanear en la cama unos 20 minutos.
Me levanté de la cama con cuidado y me paré con ayuda de mi amorcito. Logré quedar de pie y empecé a dar pasos lentamente, dándome cuenta que no dolía tanto si daba pasos cortos así que pude ir hasta la cocina caminando medio raro, con Fran atrás mío, fui a saludar a mi tía y a Hugo (David todavía dormía). Me contaron lo que habían hecho en la noche y lo tarde que habían llegado.
—¿Y ustedes qué hicieron, Eze? —preguntó Hugo mientras me miraba raro, justo cuando estábamos comiendo.
Miré a Fran, un poco colorado, buscando con los ojos si estaba bien decir algo.
—Jugamos a muchas cosas y también vimos una película —dije, bajando la mirada sin poder mirarlo a los ojos.
—Ahh, qué bien. Entonces se divirtieron mucho, ¿no? Y decime… ¿por qué llevás esa remera? Te queda muuy grande—siguió preguntando con cara divertida pero algo intrigada.
Mierda. No había pensado en la remera. Se me había olvidado que la tenía puesta… y abajo no llevaba nada. Sentí que me hervía la cara, y justo en ese momento sentí que Fran me tocaba la pierna despacito, como diciéndome “decí algo ya”.
—Es que me gustó porque me queda super grande y es divertido. Me dormí sin querer y no me puse el pijama —respondí todo nervioso, diciendo lo primero que se me cruzó por la cabeza.
—Mmm. Entiendo. Qué bueno que se hayan divertido —dijo, pero después miró a Fran y se quedaron como midiéndose con la mirada.
El resto de la mañana pasó sin cosas raras, pero yo me sentía muy observado por Hugo, así que apenas pude me fui a cambiar de ropa.
—Eze, ¿querés ir al parque? —me preguntó Francisco después del almuerzo, cuando ya me había puesto de nuevo el ungüento en el culito.
—¡Sii! Quiero ir —respondí con ganas.
El parque quedaba en el pueblo cercano, a unos 10 kilómetros. Para mí era enorme y toda una experiencia, aunque solo había podido ir un par de veces. Me hacía acordar a los parques a los que iba con mis papás, allá en la ciudad de donde soy.
—Bueno, preparate. Vamos a ir nosotros dos. Mamá me deja llevarte en la moto —dijo Fran mientras me despeinaba la cabeza.
—¿En serio? ¿Vos vas a manejar? ¡Qué bien! —grité, pero ya estaba corriendo a prepararme y ni escuché que más decía.
Enseguida estuve listo y me dediqué a apurarlo. Cuando terminó de vestirse, no pude evitar quedarme mirándolo: la chaqueta de cuero le quedaba genial, resaltaba lo guapo que era. Mientras tanto, mi tía lo tenía atrapado en un interminable discurso de advertencias sobre responsabilidad y moderación. Yo, que no podía quedarme quieto, empecé a dar vueltas alrededor de ellos como para apurarlos.
Finalmente, cuando lo soltó, fuimos hacia la motocicleta, una bien común y corriente. Nos pusimos los cascos y me subí detrás suyo.
—Agarrate bien —me dijo, y sin dudarlo me abracé fuerte a su espalda. Así empezamos el viaje hacia el parque.
Durante el trayecto, no podía parar de pensar en lo increíble que era tener un primo-novio que condujera una moto. Me sentía en una aventura única aunque tenía un poquito de miedo de caerme, lo admito.
Cuando llegamos, Fran tuvo que ayudarme a bajar del biciclo. En ese momento me di cuenta de que, aunque estaba feliz, quizás iba a estar un poco aburrido. Estaba demasiado acostumbrado a los juegos en grupo, y solo nosotros dos en un parque grande me parecía algo solitario.
Corrí hacia el columpio, pero el dolor me hizo detenerme de golpe.
—Auch. Me duele —dije, mirando a Fran por encima del hombro mientras él venía caminando tranquilo.
—No tenés que ser tan acelerado. Caminá despacio y con cuidado, ¿sí? —me dijo mientras me tomaba de la mano.
—Bueno… está bien. Ey, ¿por qué vinimos nosotros dos solitos? Es más divertido cuando está Hugo… o David —le dije, dando pasitos muy cortos a su lado.
—Vení, vamos a sentarnos un ratito. Quiero hablar con vos.
Eso captó mi atención por completo. Nos sentamos en un banco cercano y me dispuse a escucharlo con todos mis sentidos.
—Mirá, Eze… vos sos mi novio. Y los novios tienen citas, citas de amor donde van solo ellos. Así que te traje para eso, para que tengamos una cita, una cita de novios.
—Ohh, qué bien. ¿Y qué vamos a hacer?
Solo conocía las citas por la tele, así que no tenía ni idea de lo que se suponía que venía después.
—¿Querés comer algo? ¿Helado?
—Quiero algo salado. Mmm… quiero empanadas.
—Empanadas. Bueno. Allá enfrente venden, vamos —dijo, sacando algo de dinero del bolsillo.
Cruzamos, compramos las empanadas y una gaseosa, y luego volvimos al parque. Nos sentamos en un banco bajo un árbol grande. Mientras comíamos, le conté sobre unos libros de historia que estaba leyendo, mi nueva pasión, y sobre algunos chicos molestos de la escuela. Como siempre, me escuchó con atención, haciendo preguntas y comentarios cuando tocaba, mientras me acariciaba el pelo.
—¿Por qué siempre me tocás el pelo así? —le pregunté. Era algo que hacía todo el tiempo, pero nunca le había preguntado por qué.
—Porque me encanta. Me gusta acariciarte, darte cariño. ¿Te gusta?
—Sí, Fran, me gusta mucho —respondí, recostándome sobre su hombro. Él siguió acariciándome en silencio.
—Vamos a jugar o te vas a quedar dormido —dijo de repente, notando que empezaba a dormitar.
Fuimos hasta los juegos infantiles. Yo me puse a jugar con la arena, intentando hacer un castillo. Le propuse una competencia y aceptó con una sonrisa. Obvio que gané (aunque puede que se haya dejado ganar). Al final, me ayudó a terminar mi castillo.
—Mirá. Así va a ser mi casa cuando sea grande. Nadie va a poder entrar. Voy a estar ahí siempre —dije, contemplando mi creación.
Vi que algo como tristeza o dolor cruzaba su cara.
—¿Y nadie pero nadie va a poder entrar? Vas a estar muy solo ahí.
—Bueno… vos sí vas a poder. Pero solo si no rompés nada —le respondí sin mirarlo.
—Así me gusta más. Te voy a visitar siempre —dijo mirando también el castillo muy serio.
De repente, me dio por destruirlo todo. Mientras lo hacía, cantaba una canción que inventé especialmente para destruir mis juegos. Fran me miró en silencio hasta que terminé.
Después, fuimos a las hamacas y al principio él me hamacaba mientras yo gritaba que fuera más rápido, y así hasta que me mareé. Luego, terminamos los dos sentados en hamacas vecinas, cansados.
—¿Te gusta ser mi novio? —preguntó de la nada sacándome de mi concentración.
—Sí, me gusta mucho —dije con sinceridad.
—¿Y por qué te gusta?
—Porque me das muchos abrazos y besos, y porque te quiero mucho. Sos muy lindo —agregué, algo avergonzado.
—Yo también igual. Te amo. Perdón por hacerte cosas que te duelen.
—Eyy, ya me pediste perdón.
—Bueno, como digas, tenés razón. ¿Querés postre? Allá hay un señor vendiendo cosas —dijo señalando.
Fuimos y me compró un algodón de azúcar. El vendedor tenía globos, peluches, juguetes… todo lo típico. Entonces, Fran me llamó por mi primer nombre, algo que solo lo hacía en momentos muy serios.
—Elegí algo. Lo que quieras. Yo lo pago.
—¿De verdad? —pregunté, sabiendo lo cuidadoso que era con su plata y lo mucho que la necesitaba, era consciente de la no tan buena situación económica.
—Sí. Todo menos globos, no me hago cargo si se nos vuelan —dijo riéndose.
Yo también me reí. Después de pensarlo mucho, elegí un osito de peluche que parecía ser Winnie Pooh, aunque era bien trucho. Igual me encantó así que Fran lo pagó y me lo dio.
—¡Graciaas! Te quiero mucho —le dije abrazándolo fuerte. El vendedor sonrió.
Ya con el algodón en una mano y el osito en la otra, nos sentamos de nuevo.
—Quiero un beso —le susurré al oído.
—Hay gente cerca… nos pueden ver.
—No me importa.
—Pero tiene que importarte. Ya hablamos de esto. Mejor vení, vamos a sentarnos en el pasto, ¿sí?
Fuimos a una zona más alejada, llena de árboles y sin nadie alrededor. Nos acostamos sobre el pasto seco. De pronto, algo me llamó la atención.
Rodé sobre mí mismo, tomé lo que vi y volví con una flor silvestre azul en la mano. Ya me había dado un regalo, ahora me tocaba a mí.
—Tomá. Es para vos —dije, arrodillándome a su lado.
—Ay, Eze… gracias. Me encanta. Es la primera vez que alguien me regala una flor. No sabes cuanto me gusta —dijo mientras la tomaba con delicadeza y la observaba con cariño —vení acá —añadió, y me atrajo hasta su pecho, abrazándome fuerte.
Entonces, en un movimiento rápido, tomó mi rostro con ambas manos y me dio un beso suave, un piquito. Fue apenas un roce, pero me estremeció por dentro y sentí que mi corazón se hinchaba de emoción. Miré a su pecho y vi lo apretada que era la remera que llevaba debajo de la chaqueta, se le marcaba todo el físico. Deslicé mi mano y acaricié su cuerpo suavemente por sobre la remera.
Nos quedamos recostados un rato más, hasta que me dieron ganas de seguir jugando. Así lo hicimos, jugando por ahí hasta que el sol empezó a caer.
—Vamos, ya hay que volver. Estás todo sudado y va a hacer frío.
Me despedí del niño random con el que estaba jugando y lo seguí hasta la moto. Intenté subirme solo, pero el dolor me hizo detenerme así que Fran me ayudó y emprendimos el camino de regreso.
Al llegar, mi tía ya nos esperaba, aunque por suerte no estaba enojada. Solo se quejaba de que estaba empapado de sudor.
—¡Francisco, bañalo YA o después se me enferma! Dale, mirá cómo está, todo sucio. Apurate hijo.
Cuando entramos a la pieza para buscar ropa, lo vi sacar la flor de su chaqueta y colocarla con cuidado sobre la mesita de luz. Ver ese gesto me hizo sentir importante, querido, como si mi pequeño regalo tuviera el mismo valor que un tesoro. Me sentí amado.
Fran era así: atento, dulce, sorprendente. Era demasiado bueno para cualquiera. Y por eso, por todo eso y más, lo amaba con todo mi corazón.
Nos tuvimos que bañar bien rápido así que no hubo tiempo para ninguna «desnudez», como yo llamaba a las cosas sexuales que hacíamos.
—¿Y como vas a llamar al oso ese? —preguntó Hugo mientras mirábamos juntos una película. No me había despegado del peluche desde que salí del baño.
—Mmmmm… se va a llamar Osito.
—¿Osito? Me gusta. ¿Y por qué Fran te lo compró?
—Porque dijo que yo podía elegir un regalo.
—Ahh que bueno. Entiendo.
Ya en la cena, Hugo y Francisco se pasaron hablando en otro idioma entre ellos para que no los entienda, lanzándose miradas y ese tipo de cosas que suelen hacer los chicos de esa edad.
—¿Querés dormir conmigo? —dijo Hugo al terminar de lavar los platos mientras me agarraba de los hombros.
—Dale. Pero esperá que tengo que ponerme el pijama.
Fui a vestirme para dormir y decidí llevarme a Osito conmigo a la pieza de Hugo dejando a mis otros peluches con Fran. Le dije que me iba a la pieza de Hugo y me fui antes de que diga algo.
Ya acostado en la cama de mi primo mayor, mientras él estaba en el baño vi a Fran pasar por ahí rumbo a la sala.
—Fraaan!! Ven!!
—¿Sí? ¿Todo bien? —dijo asomándose por la puerta pero sin llegar entrar.
—Vení. Quiero un abrazo. Porfa.
—Claro que sí ternurita —dijo estrechándome fuertemente entre sus brazos como si no quisiera soltarme.
—¿Y todavia te duele ahí abajo?
—Casi nada. Solo cuando corro. Fran… ¿será que podés dormir acá conmigo? Podemos dormir los 3 juntos.
—No creo Eze. Pero podemos jugar un rato todavía, ¿te parece?
—No quiero. Quiero un abrazo.
Mi novio me abrazó con más fuerza, como si tuviera miedo de que me escapara.
—Me gusta ser tu novio. Mira, Osito está feliz —dije en su oído haciendo que el oso lo abrazara también justo antes de que Hugo entrara a la pieza. Francisco exhaló fuertemente mientras seguía abrazándome ocultando su rostro en mi cuello. Cuando Hugo se acercó a nosotros se retiró rápidamente dándonos las buenas noches a los 2 y al salir me pareció verlo llorar.
Ya con Hugo me puse a hablar algo con él y jugamos un poco a cosas brutas. Amaba mucho a Hugo porque era ya todo un hombre para mí, a diferencia de Francisco y David a quienes trataba como gente de mi edad. Eso y que en general era muy atrayente para mí, alguien interesante que siempre buscaba consentirme a su manera.
—¿Por qué no dormís sin remera como Fran o David? —pregunté por curiosidad. Siempre dormía vestido.
—Somos personas distintas. Así como a vos te gusta dormir con pijama a mí me gusta dormir así. ¿Entendés?
—Ahhh.
Quedamos un rato en silencio.
—¿Puedo abrazarte para dormir?
—Claro que puedes. Puedes pedirme lo que sea —dijo mientras dejaba que lo abrace. Me sentí mal por no tener ahí a Fran conmigo, pero decidí que Osito iba a ser Fan por esa noche así que también me dormí dándole un abrazo.
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