El inicio de mi vida sexual (incesto). Parte 8.
Historia de amor entre un adolescente y un niño. Mis vacaciones y el inicio de mi segunda mitad de año con Francisco..
Mientras estaba de vacaciones, lejos de mi amorcito, me di cuenta de lo dependiente que me había hecho de mi primo-novio. Es cierto, estaba demasiado contento por estar con mi familia, a quienes extrañaba demasiado, pero ahora en vez de hacerme falta mis padres me hacía falta mi novio.
En casa de mis abuelos mi hermano y yo compartíamos pieza al igual que lo hacíamos en casa antes, y ya la primera noche me sentí en falta por dormir solo en una cama, así que a la siguiente me arrastré junto con Osito (que se había vuelto una especie de Fran de peluche) hasta la cama de mi hermano para poder dormir junto a él, le susurré al oído que quería dormir junto a él y sorprendentemente no se opuso, o sea, no es que haya sido raro, de hecho era algo que solía hacer cuando había tormentas, tenía pesadillas y esas cosas, pero me tomó por sorpresa que no ofreciera ninguna resistencia, es que en general peleábamos demasiado.
Al final simplemente me abracé a él para poder dormir, recuerdo que se sentía buen debido al calor que me daba y al frío que hacía fuera.
Quiero aclarar que mi hermano era y es una versión más grande de mí. Muy delgado, mismo color de piel clara, ojos café, y cabello castaño claro algo más lacio que el mío, estaba empezando la pubertad así que estaba pegando un estirón que me dejaba bien humillado en altura. Era tan distinto dormir con él, aunque la sensación de seguridad era la misma, no se comparaba con la fortaleza física y el porte macizo de Francisco o de Hugo, pero no me hice el exigente y me dormí abrazadito a mi hermano mayor, cosa que repetí casi cada noche mientras estuve con él.
En general, tanto mis padres como mi hermano se mostraron bien interesados en conocer mi estilo de vida campestre y les conté todo lo que pude, obviando lógicamente la maldad absoluta de David y el amor loco que compartía con Francisco. Admito que estuve a punto de contarle algo a mi hermano de Fran, pero me entró miedo y decidí callarme.
Y bueno, un punto clave. ¿Aprendí a masturbarme? ¿Cómo manejaba el placer fuera de Fran?
Bueno, la verdad yo no necesariamente quería placer sexual siempre, eso era algo secundario en comparación al amor y el cariño que necesitaba y quería que solo puede expresarse con abrazos y palabras lindas. Sí, es cierto que en el baño o semidormido tenía erecciones, pero era malísimo pajeándome así que no sacaba provecho. Simplemente no me salía, no me interesaba lo suficiente y lo disfrutaba mucho más junto a mi novio. Eso sí, esos días cuando nadie me miraba, me besaba con Osito simulando que era Fran y una vez mi hermano me descubrió y casi morí de vergüenza, pero el solo se rió y lo dejó ahí.
Así pasaron 2 semanas, una en casa de mis abuelos maternos y otra con mis abuelos paternos donde pude visitar a mis amiguitos que había dejado atrás al ir a vivir con mi tía.
El tiempo pasó rápido y pronto fuimos a dejar a mi hermano en el internado donde estudiaba y vivía, y después de eso fuimos a casa de mi tía.
Cuando llegamos ya estaba super nervioso, ¿será que Fran seguía queriéndome?
Apenas el auto se detuvo y me abrieron la puerta salí y me encontré con Hugo y mi tía que me estaban esperando. Saludé a mi tía y luego fui con Hugo.
—¿Donde está Fran? —le pregunté sin saludarlo siquiera.
—¿No me vas a saludar? ¿No hay un abrazo o un «te extrañé» para mí?
—Hola. Te extrañé mucho —dije mientras lo abrazaba.
—Hola, yo también. Fran está atrás, con las plantas de maíz. No te pierdas, ¿sí?
—Ok. Gracias —respondí mientras salía corriendo sin mirar atrás. Tenía que encontrar a mi novio
Corrí como un rayo hasta las plantaciones, gritando su nombre con mi voz de niño.
—¡Fraaaan! ¡Ya vineee!
Lo vi entre las plantas. Él también me vio. Corrí hacia él y nos abrazamos fuerte, como si el tiempo no hubiera pasado. Me levantó en brazos, y yo le eché los míos al cuello. Lo miré a los ojos a su rostro, tan lindo como lo recordaba.
Después de hablarnos y decirnos lo mucho que nos extrañamos, le di un beso sorpresivo en la boca. Fue torpe, fuerte, lleno de emoción. Lo mordí sin querer, pero él no se enojó. Solo me devolvió el beso y me miró con ternura.
—¿Seguimos siendo novios? —le pregunté, con un poco de miedo.
Él sonrió.
—Claro que sí, campeón. Sos mi nene lindo, mi noviecito. ¿Qué te hizo pensar que no lo seríamos?
Para cuando volvimos a la casa y nos tuvimos que despedir de mis padres, quedé mucho más tranquilo: mi novio me iba a cuidar y así no iba a extrañar tanto a mis papás.
Como imaginarán, Francisco estaba super caliente, así que esa noche dormí con él para poder hacer nuestras cositas juntos.
—Te extrañé muchísimo —me repetía vez tras vez mientras besaba mi cuello y me desvestía manoseando todo mi cuerpo. Estaba loco y eso me volvía loco por él también.
Logró controlarse y tras sacarse la ropa se acostó y dejó que toque sus músculos, su rostro, sus brazos. Su piel (exceptuando sus manos) era sorprendentemente suave y amaba las sensaciones extrañas que me provocaba manosearlo.
Despues de terminar con su musculatura, me puse a tocar su entrepierna, sus partes privadas. Para ese momento tenía el pene demasiado duro así que me dediqué a masturbarlo suavemente, hasta le dí besitos a pedido suyo. Agarré sus testículos llenos de leche mientras el gemía sin control.
—Chupamelo —dijo Fran con la respiración agitada.
Agarré su pene y me puse a chuparle la verga con todo.
—Eso bebé. Sigue así. Te extrañé mucho —dijo mientras acariciaba mi cabello.
Seguí en lo mío aunque estaba un poco en aprietos. Fran estaba como algo agresivo por decirlo así, se la pasaba empujando más y más mi cabecita hasta el fondo cosa que me llevaba al límite hasta el punto de que me dieron arcadas, mi cara se puso super roja y no podía controlar mi saliva que se salía de mi boca incluso.
Seguí aún así pero con los ojos llorosos hasta que tomando mi cabeza, Fran empujó su pene bien el fondo de mi garganta (aun así no entró todo), quedándome totalmente sin aire y con unas ganas tremendas de vomitar. Me sujetó mientras eyaculaba entre gemidos de satisfacción pura e inundó mi pobre garganta de sus fluidos, viéndome obligado a tragar sin remedio aunque con tamaña cantidad me atraganté y me puse a toser descontroladamente luego de librarme del agarre de Fran.
¿Que le pasaba? Estaba demasiado loco, me tenía al borde de las lagrimas. Asimilé el sabor del semen en mi boca y lo miré enojado, el muy pendejo estaba jugando con el semen que se había escapado de mi boca y había caído sobre él.
Asesté un puñetazo con todas mis fuerzas en su muslo derecho.
—Malo. Sos malo. ¡Te odio! —dije enojado a más no poder.
Volví a pegarle, no estaba furioso por el esfuerzo o las arcadas, estaba furioso porque tuve que tragar su semen y odiaba su sabor.
Francisco extendió su mano mientras sonreía como estúpido y limpió un poco de semen que tenía en los labios pero de la rabia lo mordí.
—Auuchh!! ¿Que te pasa? —dijo retirando la mano y examinandola.
—Vos tenías que decirme. No me gusta! Sos malo y te odio.
Me miró seriamente antes de decir algo.
—Tenés razón Eze. Me equivoqué y mucho. Me pasé y entiendo que estés enojado pero por favor no digas que me odiás, me lastima —dijo arrodillandose a mi lado.
No dije nada así que intentó abrazarme, dejé que lo haga pero no lo correspondí.
—Ey, Eze, ¿me perdonás?
Me separé de el y me crucé de brazos pero seguí sin decirle nada, estaba asimilando mis emociones.
—Ezequiel. Por favor decime algo. Te amo nene porfa no estés así que me pongo mal. Ya sé que la cagué bien feo.
—Yo no quería tragar.
—Perdón. ¿Estás bien? Cualquier cosa podes decirme y prometo que te voy a avisar. Es que me emocioné demasiado porque me hiciste falta estos días —dijo acariciando mi mejilla.
Me limpié los restos de lágrimas de los ojos y lo abracé con todas mis fuerzas. Iba a perdonarlo pero no sabía como decirselo.
—¿Me amás? Por favor decime que sí.
—Sí. Fran, yo te quiero mucho.
—Pero decime que me amás.
—Te amo.
—Yo también. Lo que te hice recién fue estúpido.
—Sí. Es estúpido.
—Ey, nada de malas palabras.
—Pero si vos decís. Dame agua.
En medio del abrazo noté que Fran ya la tenía bien parada otra vez, pero como forma extra de pedir perdón se puso a darme sexo oral del bueno (no sin antes darme agua), simplemente lo hizo tan genial que cualquier resentimiento contra él lo olvidé, tuve una secuencia de orgasmos inigualable que demostraban lo comprometido que estaba con mi placer y por ganarse mi perdón.
Al terminar lo suyo ya estaba otra vez demasiado caliente así que pidió que lo toque un poco. Me puse a masturbarlo un rato pero me aburrí así que me puso boca abajo contra la cama, se tiró encima mío y comenzó a frotarse contra mí.
Era una sensación agradable, de sentir su peso encima, así que me dejé llevar. Fran estaba bien cariñoso así que se puso a besuquear mi cuello y mejillas mientras estaba en lo suyo
—»Estoy loco por ti, lo estoy, que muero por darte el amor que te doy…
Estoy loco por ti, que no puedo vivir sin sentir tu calor…» —se puso a canturrear en mi oído. Realmente estaba bien loco.
—Estas loco. Y cantás feo.
—Ay, tengo sentimientos pequeño. Pero sí, canto feo y te aguantás —dijo mientras continuaba su canto.
Se incorporó más y empezó a hacer movimientos más intensos sobre mis nalgas y baja espalda, lo que en poco tiempo lo llevó a correrse sobre mí.
Me limpió, se limpió y después nos acostamos a dormir. Ya al otro día había clases.
—Te extrañé mucho. Soy adicto a vos —dijo en medio de la oscuridad, abrazados.
No pude responderle nada porque ya estaba casi dormido y apenas lo escuché.
#
A través de la semana continuó el tema del sexo oral, aunque casi cada día Fran me metía los dedos en el culito «para que no se me cierre». Aún así no pidió metermela, cosa que me contentó dentro de todo.
El sábado a la tarde mientras todos dormían siesta sí me dijo para hacerlo y acepté, me dio suavecito como siempre en una especie de misionero pero adaptado para un niño.
Como siempre, me dejó con dolor de culo un par de días, no es que haya sido bruto, pero realmente la tenía algo gruesa y eso me lastimaba, aunque por lo menos no veía sangre (no significa que no la haya habido, simplemente no prestaba atención a eso).
Al día siguiente, domingo, quise acompañarlo a su juego de fútbol porque Sebas me había prometido que iba a estar, pero Fran estaba renuente a que lo acompañe por el tema de mi culo roto. Le dije que eso no era problema y por insistente logré convencerlo.
Por supuesto que tuve que caminar a su lado para probar mi punto, pero por suerte solo tenía problemas al correr así que llegamos bien.
Sebas estaba y trajo 2 espadas de juguete pero super buenas y realistas así que las usamos al máximo.
Como no podía moverme adecuadamente perdí casi todos los enfrentamientos y tras ambos ganar un buen número de moretones me piché bastante así que le dije a Sebas que las traiga la próxima y que le iba a ganar.
Dijo que sí y también prometió traer unas pistolas de agua que tenía así que conforme me fui a mirar el partido porque ya estaba algo dolorido ahí abajo.
Los chicos grandes jugaban generalmente 3 o 4 partidos de media hora cada uno, con sus respectivos descansos entre cada uno, y como había terminado el segundo partido, me adentré en el campo buscando a Fran, que estaba del otro lado de la cancha con un grupito.
Cuando me acerqué a ellos se me quedaron mirando, Fran estaba de espaldas.
—Ehh, ahí viene tu jefe, Fran.
—Hacele caso no sea que te corra de la casa. Va a ser peor que lo del año pasado, ¿eh?
No entendí del todo a que se referían pero me gustó eso de «jefe». Para ese entonces Fran se había dado la vuelta así que ya tenía su atención aunque tenía que saludar a sus aburridos amigos.
Solo saludé al que estaba más cerca con la mano y a los otros 2 de lejos nomas.
—¿Como lo estás tratando a tu subordinado? ¿Bien? —me dijo el que estaba más lejos refiriéndose obviamente a Fran.
Lo miré antes de responder y vi que estaba muy nervioso, mirando al suelo.
—Sí, yo le trato bien.
—Que bien, seguí así —dijo el más cercano a mí mientras me agarraba y despeinaba el pelo. Hice muecas porque odiaba que me hagan eso exceptuando a Hugo, Fran y mi hermano, de quienes me encantaba eso.
Pronto fueron a seguir jugando así que me senté con Sebas para mirar/hablar de lo que sea.
Había otros nenes por ahí pero casi nunca los invitábamos a hablar con nosotros aunque sí a jugar (a menos que el juego fuera de a 2, como lo de las espadas).
Nos entretuvimos entre los 2 hasta que terminó todo y como Maxi estaba con Fran fuimos juntos a ver que onda.
Mi nv estaba hablando con uno de sus amigos y como lo hacían en el otro idioma de uso corriente en mi país no entendía nada. En general era frustrante pero me adaptaba, aun así hasta hoy no lo aprendí.
Fran parecía algo molesto con el otro, que parecía estar jugandole una mala broma.
—Fran, dame agua —le pedí y me dio el termo que llevaba consigo.
Mientras bebía se me acercó un chico que era ex compañero de Hugo y me abrazó por detrás sorpresivamente. Me irrité porque derramé un poco de agua pero no le dije nada.
—Fran, cuidalo al nene que si lo embarazás vas a tener que dejar el colegio para mantenerlo —dijo mientras él y el otro se cagaban de la risa.
¿A quien se referían? No creía que sea a mí, yo no podía embarazarme.
Francisco cambió su rostro a una expresión de hartazgo y enojo total pero antes de que diga algo feo Maxi habló.
—Basta gente, se pasan. Hernández, ¿querés que hablemos de lo tuyo?
Hernández que era quien me abrazaba negó con la cabeza sin decir nada.
—Bueno, dejen de ser pelotudos. Si les dicen algo no es para esto. Respeten —terminó.
Si Francisco era un líder nato, Maxi lo era el doble, encima era mucho más calmado lo que lo hacía parecer algo inofensivo, pero sabía como ir al punto.
—Chau Eze, nos vemos. Portate bien— dijo Maxi guiñandome el ojo con lo que el corazón me dio un vuelco de la emoción.
Era muy bueno y hermoso, me encantaban esos ojos verdes que tenía y que combinaban espectacularmente con su tono de piel oscurito.
Sebas me saludó y se fueron juntos, y pronto yo y mi novio también fuimos a casa. En el camino Fran estaba bien calladito y no quiso darme respuestas a lo que habían dicho sus amigos, pero como no estaba realmente interesado en saberlo porque no era cuestión de vida o muerte decidí centrarme en la prueba que tenia al día siguiente en la escuela, eso sí que era de vida o muerte.
#
Eran principios de agosto, un día soleado pero frío, si tuviera que dar una temperatura diría unos 12 grados. Fran y yo estábamos en la casa pero no solos, David estaba en su pieza. El día anterior David me había puso a masturbarlo así que estaba algo malhumorado y rebelde por causa de eso, por lo cual el día de Fran había sido algo difícil hasta el momento y como hacía apenas un par de días que me la había metido yo sentía molestias todavía cuando iba al baño lo cual no colaboraba a mi buen humor.
En ese momento Francisco tenía que salir hacia atrás a ver algunas cosas en el campo, no quería que lo acompañe pero me piché a lo grande hasta el punto de que me permitió acompañarlo si me abrigaba bien así que eso hice y salimos los 2.
El agarró la escopeta para espantar a las bandadas de loros que comían el grano, otras herramientas más y nos fuimos. Bordeamos la plantacion hasta que escuchamos los típicos cotorreos de los loros, a quienes vimos dándose un festín con el maíz.
—Ahí están —le dije señalandolos. Estaban a unos 50 metros de nosotros sin inmutarse, no eran muchos, capaz eran unos 8 o 10.
—Putos loros —respondió sin quitarles la vista.
Los odiaba demasiado, decía que sus graznidos eran la forma en que se burlaban de él y su trabajo duro.
Se sacó la escopeta del hombro y yo me alejé instintivamente porque sabía lo que venía.
—Detrás mío —ordenó mientras se colocaba unas orejeras para proteger su audición.
Obedecí y me puse detras de el y observé abría el arma. Ese “clac” me fascinaba. Era limpio, seco, como si el arma se despertara.
Sacó un cartucho del bolsillo y lo encajó en el cañón con una fuerza tranquila, segura. Cerró de nuevo la escopeta y me miró.
—Tapate los oídos —dijo serio. Me los tapé con toda la fuerza posible mientras hacía una mueca, lo que se venía era muy potente.
Francisco apoyó la culata en el hombro y apuntó tranquilamente mientras los loros chillaban y seguían comiendo las mazorcas, mordiendo el grano lechoso y tirando el resto.
Disparó.
El ruido me atravesó el pecho aunque tuviera las orejas tapadas. Vi cómo los loros explotaban y solo unos pocos salieron volando. No les apuntaba tan directo porque la idea era asustarlos, pero los perdigones siempre daban con alguno.
Francisco soltó una sonrisa de medio lado, la escopeta aún humeando en su mano.
—Por putos —murmuró.
La primera vez que les disparó, lloré por los loros muertos, no creía que se merecían ese cruel destino, pero Fran me explicó pacientemente lo malos que eran y todos los efectos negativos que provocaban así que fui entendiendo y ahora disfrutaba de verlo disparar y oler la pólvora, ni siquiera me daba tanto miedo el ruido del disparo como antes.
Nos acercamos a los loros muertos, que eran 3, y había uno que estaba vivo pero aturdido en el suelo. Miré hacia otro lado mientras Fran lo mataba y a continuación agarró una pala para enterrarlos.
Antes nunca los enterraba sino que los tiraba al otro lado de la cerca para que los devoren perros, gatos o zorros, pero desde esa vez que lloré por los pajarracos idiotas los enterraba para que no me de tanta lastima. Pero eran una plaga, eso sí, las grandes bandadas intentaban aterrizar al anochecer y amanecer así que siempre alguien tenía que estar atento para disparar sin falta en esos horarios.
Lo veía fascinado trabajar, pero me molestó no poder ver mejor los músculos que sabía que se movían debajo de su abrigo.
—Fraan.
—¿Que pasa?
—Quitate la ropa. Es que quiero verte.
Sabía perfectamente a que me refería, «querer verlo» era mirarlo sin remera.
—Hace frío —dijo jadeando mientras seguía excavando para los loros. Lo hacía profundo para que ningún carroñero o bicho se los comiera.
Siempre que trabajaba respondía lo menos posible, mientras estaba en eso capaz estaba en su mundo, y yo sentía que problemente estaba interrumpiendo ese tiempo a solas que tenia consigo mismo.
—Por favor. Es que sos lindo. Y hay sol.
Para mí el «sos lindo» era una justificación a absolutamente todo, y era cierto, el sol calentaba bastante y ni había tanto viento.
—Bueno —dijo después de un largo silencio en el cual terminó con la tumba de los loros —solo porque hay sol.
Dudó un poco pero se sacó todo de cintura para arriba y dejó su ropa algo mojada por el sudor tirada ahí. Quedé embobado, contemplando su belleza absoluta, su cuerpo trabajado del que el tan orgulloso estaba.
Me acerqué y le puse la mano en el abdomen, entendió mi señal y se recostó en el pasto bajo el sol.
Y ahí, sobre el pasto, me puse a tocar su cuerpo. Me gustaba recorrer sus abdominales, pectorales y su ombligo, me gustaba sentir que era MÍO y que yo tenía el control absoluto. No sé como pasó, pero siempre me obsesionó tocarlo. Solo tocarlo, sin nada más. Me tiré un minutito encima suyo para calentarlo y después me sonrió, se levantó y se puso a trabajar en otra cosa, tenía que recoger algunas hileras que ya estaban listas para el punto que necesitan ciertas comidas de mi país.
Me dejó recoger las mazorcas de unas 3 plantas algo enanas qué seleccionó, y mientras tanto siguió en lo suyo.
La mezcla de esfuerzo y sol hizo que siguiera sudando a pesar del frío, así que pronto su espalda estaba bien mojada, lo que le hizo resaltar mucho los músculos de esa parte, que estaban demasiado buenos y definidos.
Me pregunto si ya se podía poner la ropa pero se lo negué. Me hizo caso, pero no sé quien fue más estúpido ahí, si yo o él.
Pasados una media hora de recolección, tumbó todas las plantas vacías, agarró la carretilla llena de cosecha y nos fuimos a casa. Tuve que llevar la pala y me compliqué la existencia porque estaba gigante para mí.
En el camino empezó a soplar un viento frío, y me di cuenta que Francisco estaba temblando. Mucho.
Comenté algo de un árbol florecido cerca pero solo asintió.
Cuando llegamos a casa y dejó las cosas en su lugar me di cuenta de que estaba AZUL. Su piel ya no era morena, era condenadamente azul especialmente en torno a sus labios, manos y nariz.
—¿Fran? —le pregunté.
Sentado afuera pero todavia sin entrar, me miró pero su mirada parecía estar perdida. No estaba conmigo del todo.
—¿Fran? —insistí, tocándole el brazo.
Estaba helado. Pero no helado como el agua fría, sino como algo que ya no tenía calor adentro. Como si se hubiera vaciado.
Me arrodillé frente a él. Le hablé, le pedí que me mire. Apenas giró la cabeza.
—¿Tenés frío?
Él asintió, apenas.
Me di cuenta de que o estaba muy enfermo o estaba muriendo de frío. En ambos casos, no quería que le pasara nada a mi angelito.
Me acordé de que el único que estaba en casa era David así que volando fui a decirle que Fran estaba muy mal. Me siguió rápidamente fuera por lo asustado que soné y apenas lo vio lo hizo entrar rápido a la casa y lo tumbó en su cama como pudo.
—Traeme una toalla —ordenó. Eso hice y le empezó a sacar el sudor de encima mientras llamaba a mi tía (tenían celular pero solo era para llamadas y mensajes).
—Vení que acá tu hijo se va a morir —dijo en la llamada y fue lo único que escuché.
¿Morir? ¿Mi Fran precioso iba a morir?
No podía tolerar esa idea. ¿Iba a tener que enterrarlo como a los estúpidos loros?
David se fue a calentar agua y me dejó con Fran, quien para mí ya estaba prácticamente condenado a la muerte.
—No te mueras —le dije, pero no reaccionó mucho.
Mi tía llegó enseguida y se hizo cargo de la situación, le empezó a hablar suave y a instarlo a reaccionar. «Hasta que no empiece a temblar como loco, no está fuera de peligro», dijo.
—¿Va a morir? —pregunté. Tenía mucho miedo.
—No bobo — respondió David detrás mío pero mi tía lo mandó callar.
—No amor, no va a morir, pero si no mejora lo tendríamos que llevar al hospital.
Suspiré aliviado porque mi chico precioso por lo menos no iba a morir.
Llegó Hugo, quien me alejó de Fran para distraerme mientras los otros 2 lo trataban con agua caliente y todo el proceso necesario. No tardó tanto en empezar a reaccionar y no hizo falta ir al hospital.
Como atardecía, Hugo me hizo acompañarlo a disparar loros, fue la única vez que recuerdo acompañarlo en sus rondas por la plantacion. No enterró los loros muertos.
Volvimos, y fui directo con Fran. Estaba mejor pero todavía no hablaba, mientras lo miraba desde la puerta, como advirtiendo mi presencia, giró lentamente la cabeza hacia mí y me sonrió débilmente.
No necesite más, le devolví la sonrisa y un gran peso se me quitó de encima. Iba a estar mejor.
Dormí con Hugo esa noche y me llevé a Osito, a quien cubrí con trapos simulando ser Fran.
—¿Tuviste miedo? —preguntó mientras nos preparabamos para dormir.
Asentí sin decir nada.
—No te preocupes. Tener miedo no te hace cobarde, fuiste muy valiente. Lo salvaste a tiempo.
No le dije a Hugo que era mi culpa. Todos pensaban que era culpa de Fran, el más grande, y tampoco les aclaré el porqué decidió andar sin remera.
A la mañana siguiente fui con David a la escuela por primera vez. Fran nunca faltaba ni resfriado, pero se tuvo que quedar porque estaba débil.
Al volver me dijeron que tenia fiebre, así que fui a verlo.
—Hola —le dije.
Ya estaba mucho mejor aunque estaba tapado a reventar.
—Hola lindo. ¿Que hiciste hoy? Yo acá estoy muy aburrido.
No le respondí y le dije lo que debería haberle dicho ya el día anterior.
—Perdón.
Necesitaba decirselo. Bajé la mirada y empecé a lagrimear.
—Eyy, no te pongas así. No es tu culpa, ¿sabés?
—Sí es.
Francisco me atrajo hacia él abrazándome y me susurró al oído:
—Yo sabía lo que estaba haciendo. Lo hice por vos. Me desconecté, no sé que me pasó pero no reaccioné a tiempo para vestirme.
—Bueno. Está bien—dije aceptando sus palabras. Se puso a limpiar mi rostro, sus manos y su cuerpo se sentían muy calientes.
Como buen chico que era se recuperó rápido y apenas 2 días después volvió a trabajar. Mi tía no lo retó, pero quedó molesta por lo cerca que estaba lo cosecha, lo necesitaba para trabajar sí o sí y podría haber perdido su ayuda si su situación hubiera empeorado.
No sé que clase de pecados quiso expiar Francisco ese día al seguir una orden mía tan peligrosa, pero ese episodio quedó por siempre en mi memoria.
Y bueno, en la suya también.
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