• Registrate
  • Entrar
ATENCION: Contenido para adultos (+18), si eres menor de edad abandona este sitio.
Sexo Sin Tabues 3.0
  • Inicio
  • Relatos Eróticos
    • Publicar un relato erótico
    • Últimos relatos
    • Categorías de relatos eróticos
    • Buscar relatos
    • Relatos mas leidos
    • Relatos mas votados
    • Relatos favoritos
    • Mis relatos
    • Cómo escribir un relato erótico
  • Menú Menú
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (3 votos)
Cargando...
Gays, Incestos en Familia

El inicio de mi vida sexual (Parte 12).

Historia de amor entre un adolescente y un niño. Nuevo comienzo.

Apenas llegué a casa de Maxi para alejarme de Francisco luego de lo mucho que me había lastimado, Sebas me recibió con todo, super emocionado porque me iba a quedar muchos días en su casa. Ya sabía que estaba enfermo, pero estaba tan intenso que Maxi lo tuvo que frenar, porque yo ni podía seguirle el ritmo.

Maxi hablaba y él obedecía, así que apenas terminaron de hablar Sebas le bajó 2 cambios y se volvió todo tierno y cariñoso conmigo.

—Maxi me dijo que estás triste — dijo tras el séptimo abrazo en menos de 10 minutos.

—Más o menos.

—¿Querés que veamos una película?

—Dale. ¿Pero que vamos a ver?

—Te muestro y elegí. Papá compró la de Linterna Verde hace poquito.

Así era Sebas. Se ponía de cariñoso cuando uno estaba triste, todo obra de Maxi. El tipo le enseñó tan bien que era de admirar porque en condiciones normales Sebas era un seco total.

Ya viendo la película Sebas hasta me trajo una manta y se encargó de que me sienta lo más cómodo posible en el sofá.

—¡Maxii! ¡Vení! —se puso a vociferar de repente.

—¡¿Queee?! —gritó Maxi desde su habitación.

—¡Quiero que vengas!

Maxi apareció de inmediato y nos observó.

—¿Todo bien?

—Sí. Pero quiero que veas la película con nosotros. Y traeme agua.

—Dame un ratito y ya vuelvo.

Se fue y volvió con agua para Sebas y jarabe y pastillas para mí así que las tuve que tomar. Al final se sentó entre nosotros 2 y nos pasó el brazo por los hombros a ambos.

Sebas se recostó inmediatamente por él pero yo me quedé en mi posición. La verdad es que en ese preciso momento me dio envidia por ellos, se llevaban demasiado bien mientras yo estaba sin rumbo con respecto a Fran. O sea, no les puedo explicar, yo lo perdonaba, pero a la vez no. Lo amaba, pero le tenía miedo. Y mientras me doliera ahí abajo no podía mirarlo sin volver a escuchar las cosas feas que me dijo esa noche aún cuando me pidió perdón 3 mil veces y se deprimió por eso.

Yo estaba MUY confundido. Quería odiarlo por el dolor pero al mismo tiempo quería volver todo a la normalidad. ¿Quién me iba a dar tantos besos y abrazos sino Fran? A veces era el único que jugaba conmigo.

Al otro día me levanté antes que Sebas y salí cojeando de su pieza y asomé cabeza dentro de la habitación de Maxi porque su puerta estaba abierta. No lo vi así que decidí salir en su búsqueda despues de ir al baño y sacarme el pijama.

En la cocina me crucé con la mamá de Sebas que estaba haciendo el desayuno y yo la saludé y le pregunté por Maxi. Me dijo que estaba fuera así que salí hacia la parte de la piscina con la esperanza de encontrarlo.

Me tomó un minuto visualizarlo, sentado sobre un murito trasero chateando en su celular así que me acerqué a él cuando me saludó.

—Hola lindo. Te despertaste temprano, recién son las 8.

—Hola. Es que ya no podía dormir.

—¿Querés subir conmigo acá? —dijo ofreciéndome subir al muro.

—Sí quiero.

Me levanto y sentó junto a él con unos pocos movimientos ágiles y calculados.

—¿A quién le estabas escribiendo?

—A una amiga.

—Ahh.

Quedamos en silencio un rato.

—Eze. Si vos querés decirme algo, lo podés hacer. ¿Sí?

—Decir que cosa.

—Lo que te pasó. No digas si no querés.

—No pasó nada —le mentí.

—Está bien —dijo él sin contradecirme.

Otra vez quedamos en silencio, pero mis emociones encontradas me sobrepasaron y me puse a llorar (sí, de nuevo).

Maxi me atrajo hacia él, abrazándome y brindándome seguridad.

—A mí me duele mucho —dije deshecho en lágrimas, enterrando mi rostro en su regazo—. Siempre me duele y cuando voy al baño me hace mucho daño.

No solo me dolía ir al baño o el cuerpo. Me dolía pensar en Fran porque por una parte estaba ese chico que me tenía en sus brazos y cumplía mis caprichos y por el otro ese tipo que de un golpe te tumbaba y te obligaba a lo que sea. Que te pasaba por encima. Solo que eso no se lo podía expresar a Maxi.

Maxi mientras tanto solo me abrazó. No dijo nada, no necesitaba decirlo.

Cuando ya estuve más calmado ambos nos bajamos del muro y Maxi me tomó de la mano y me llevó a un breve paseo por la propiedad mientras me calmaba del todo.

—Fran vino hoy tempranito. Te trajo algunas cosas.

—¿En serio? —dije mientras limpiaba mi nariz contra la manga de mi remera.

—Sí.

—¿Que te dijo?

—Que te quiere muchísimo.

Suspiré temblorosamente y lo miré, me guiñó el ojo y me ruboricé, apartando mi mirada de él.

—¿En serio te dijo eso?

—Sí. Pero no te preocupes que cualquier cosa decime y te ayudo —dijo mientras volvíamos a la casa.

Fui a lavarme la cara y mientras tanto pensé en Fran. Sí, yo lo quería, es más, lo amaba. Y el también me seguía queriendo, lo cual era bueno.

Después del desayuno y de tomar algo de medicamentos Maxi me hizo entrar a su pieza y cerró la puerta.

—Mirá, estas son las cosas que Fran trajo para vos.

Eran una toalla extra, algo de ropa y esas cosas y 2 paquetes pequeños que parecían ser de medicina.

—¿Qué es eso?

—Son cremas que te van a ayudar a recuperarte mejor y también a que ya no te duela más. ¿Querés que te enseñe a ponértelas?

—Bueno.

—Vas a tener que sacarte la ropa de cintura para abajo y acostarte en la cama.

No me agradó la idea y me quedé en mi lugar mirándolo raro.

—Confiá en mí Eze. Pero si no querés no hay problema, te digo como te tenés que poner y ya.

—No. Podés mostrarme.

Empecé a bajarme mis shorts y el se dio la vuelta mientras me quité todo y me acosté en su cama.

—Ya está.

Se dio la vuelta y sacó las 2 cremas de su caja y me las mostró.

—Mirá. Esta tenés que ponerte cuando te duela, cada 2 horas mas o menos —dijo mientras me la mostraba —. Te la voy a poner.

Separó con mucho cuidado mis nalgas dejando al descubierto mi anito.

—Hijo de puta. Mirá como te dejó —murmuró por lo bajo. Supongo que se notaba lo irritado a simple vista.

Aplicó la crema con mucho cuidado, esparciendola en mi agujero inflamado.

—Ay!

—Perdón, perdón, ya terminé.

Después se puso a darme detalles sobre la otra y también me la aplicó con el mismo cuidado. Sus manos estaban calientes y eran agradables al tacto, cada toque era una caricia suya y al final tuve una erección incontrolable que por suerte podía ocultar, o al menos eso creí.

El efecto anestésico se hizo sentir en un par de minutos así que pronto pude ponerme mi ropa.

Maxi me dio más indicaciones y me dejó con las cremas, para luego levantarme en sus brazos y darme un besito, alabando mi valentía.

Casi me escondí de la vergüenza, esa mirada suya me ponía la cara roja, y el beso ni hablar.

El resto del día fue mucho más ligero y divertido, el dolor dejaba de importar y ya la fiebre estaba prácticamente desaparecida, hasta nos metimos a la piscina un rato.

Ya a la noche, mientras estaba acostado con Sebas en camas una al lado de la otra comenzamos a hablar.

—Maxi me dijo que estás triste porque te peleaste con Fran —dijo mirándome a la cara.

—Sí.

—Y dijo que te lastimó. ¿Todavía te duele?

—Un poquito.

—Una vez Maxi me pegó muy feo y también me puse triste.

Comenzó a contarme de todas las veces que se lastimaron o pelearon entre ellos, o de accidentes que habían tenido. Ese chico amaba hablar de Maxi y no había forma de pararlo cuando empezaba.

—¿Y todavía te sentís triste por Fran? —dijo al terminar con sus historias.

—No sé. O sea… sí.

Sebas se pasó a mi cama y se me tiró encima como dándome un abrazo. Los 2 estábamos en ropa interior (yo obligado, prefería mi pijama) y su piel se sentía bien suave al contacto con la mía.

—Seguro que pronto ya no vas a estar triste —dijo rodeándome con sus brazos hasta asfixiarme. Era bastante forzudo.

Esa noche, mientras Sebas roncaba a mi lado, creo que terminé de perdonar a Fran. Lo amaba demasiado y no quería que nadie me quitara eso. Deseaba desesperadamente volver a la normalidad.

El sábado de tarde mientras estábamos en la piscina, ya después de agotar todas las posibilidades posibles de juegos quedamos aburridos.

—¡Maxiiii! ¡Veniii! —se puso a gritar Sebas de repente.

Después de un ratito apareció y se dispuso a escuchar nuestras súplicas.

—Entrá con nosotros.

—Por favor, es que estamos aburridos.

Volvió a entrar en la casa para ponerse una ropa más adecuada y después vino para meterse con nosotros. Maxi no se sacó la remera para impresionar. Fue un movimiento práctico, casi aburrido: se llevó ambas manos al dobladillo de la prenda, la estiró por encima de la cabeza y la dejó caer sobre una reposera sin mirar. Pero cuando la luz del sol le dio de lleno en el torso, hasta Sebas dejó escapar un «¡guau!».

Ya lo había visto sin remera, pero ahora que lo veía bien de cerca quedé fascinado por la vista.

El sol le daba de lleno y observé su piel, más morena de lo que recordaba, brillante y sin pelos como si alguien la hubiera pulido. Los hombros, anchos y redondos, se conectaban a unos brazos que mostraban la fuerza acumulada de años cargando cosas, ayudando en el campo y levantando hermanos menores. Cada músculo de su abdomen se tensaba cuando respiraba, formando esa tabla de lavar perfecta que yo, a mis siete años (casi 8), solo había visto en… en Fran.

Ya lo había visto sin remera, pero ahora que lo veía bien de cerca quedé fascinado por la vista.

—¿Ves? Te dije que parece Superman —susurró Sebas. Me lo había comentado un par de veces en la escuela, cuando presumiamos entre los chicos a nuestros hermanos o primos mayores. Él y yo siempre teníamos a los mejores de nuestro lado, los más guapos.

El cuerpo de Maxi estaba todo extremadamente definido, como Fran. Mejor que Fran de hecho, puesto que él andaba descuidado últimamente con el ejercicio.

De lo bonito que se veía no podía sacarle los ojos de encima mientras se metía lentamente en el agua junto a nosotros.

Sebas se puso a brincar en el agua a su alrededor pesandeándolo mientras yo sentado en el escalón más bajo con el agua a la cintura, los miraba, casi sin aire en mi pecho.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó.

—¡Vamos a la parte profunda! —exclamó Sebas colgándose del musculoso brazo de su hermanastro.

La piscina tenía 2 partes, profunda y playa, y a la profunda solo podíamos acceder estando alguien grande con nosotros (entiéndase Maxi).

Sebas entró nadando y chapoteando detrás de su hermano mientras yo lo hice usando un chaleco salvavidas porque todavía no sabía nadar.

Jugamos un buen rato juntos a distintas cosas y concursos tipicos de niños en el agua, y los 2 aprovechamos para subirnos, colgarnos y toquetear al pobre Maxi a nuestro antojo. Sebas por lo menos tenía una excusa, porque cada tanto se hundía y lo teníamos que rescatar, yo en cambio ni eso, andaba tocando el pecho o el abdomen de Maxi por puro capricho.

Al final ya cansados volvimos a la parte menos profunda mientras Maxi seguía nadando por ahí, con movimientos amplios y seguros.

Sebas se salió para buscar refrescos para los 3 y en eso vi que Maxi se acercaba hacia mí. Lo observé todo lo que pude sin ser muy obvio pero pronto lo tuve al lado mío.

—¿Cansado campeón?

—No tanto. ¿Y vos?

—Yo sí. Ey, ¿querés ir a lo profundo sin el chaleco? Yo te llevo.

—¿Pero me voy a hundir?

—No. Yo te voy a agarrar. Dale, te va a gustar.

—Está bien —dije desabrochando el chaleco y avanzando hacia él.

Me agarró de la cintura con fuerza y me levantó como si fuera un trapo, quedando con mis piernas colgando al ambos lados de sus caderas, y con nuestros 2 cuerpos pegados uno al otro: su abdomen marcado contra mi ombligo, si clavícula bajo mis labios.

—Agarrate —dijo y empezó a dirigirse a la zona honda, con pasos lentos.

Cuando llegamos al final, me agarró de las 2 manos y me dejó flotar, siempre tomados de las manos.

Pronto Sebas llegó corriendo rompiendo el momento, así que nos sentamos con Maxi a la orilla de la piscina uno al lado del otro para tomar el refresco. Sebas en cambio quedó de pie detrás de su amado hermano, jugando con su cabello mojado, acomodándolo en peinados extraños o graciosos mientras tomaba su bebida. Maxi lo dejaba, sin importarle el rumbo que tomara su peinado.

Al final llegó el dia lunes, y el papá de Maxi me llevó a casa de mis primos. Durante el trayecto estaba muy nervioso por Francisco. Yo ya estaba super dispuesto a perdonarlo, pero no sabía como estaba él o nada de eso. El sentimiento que llevaba conmigo era inexplicable, y tenía miedo de ya no tener que ser su novio.

Cuando llegamos, bajé del auto, listo para enfrentar la situación. Sea cual sea, en mi mentecita ya estaba bien preparado.

Cuando entré a la casa, Hugo me recibió con un abrazo fuerte.

—¡Hola! Tanto tiempo precioso. Te extrañé nene —dijo apretandome las costillas.

David me dio un abrazo rápido y siguió su camino.

Después de los saludos correspondientes y hablarles de algunas cosas que hice esos días hice la gran pregunta: —¿Y Fran? —.

—En su pieza —dijo Hugo y me miró raro.

—¿Puedo entrar?

—Supongo que sí.

Fui hasta la puerta cerrada y golpeé antes de entrar.

—Fran… soy yo, ya volví.

—Entrá —dijo esa voz tan conocida para mí en voz baja.

Cuando entré y cerré la puerta, vi que estaba en su cama. Estaba completamente vestido y parecía estar ligeramente mejor que antes. Ahora al menos estaba afeitado, antes ni eso (igual no tenía mucho, era muy lampiño), pero tenía los ojos algo rojos y todavia tenía muchas ojeras.

—Hola —susurré.

—Hola Eze —dijo en voz baja como si cada palabra le costara. Estaba sentado en su cama, contra la pared y se lo veía re nervioso, no paraba de mover sus manos sobre sus piernas.

No sabía que decirle pero intenté algo de todas formas.

—¿Que estabas haciendo?

—Estudiando.

Su voz sonaba apagada y algo triste, incluso había algo de miedo ahí, como si no quisiera decirme algo incorrecto.

Me quité mi mochila y fui a poner los juguetes que me había llevado a la caja donde debían estar. Francisco se acercó a mi lado y se arrodilló.

—Te extrañé —dijo.

—Yo también.

—¿Que tal estuvo la casa de Sebas?

—Divertido.

Terminé con mis juguetes y dejé la mochila en el suelo.

—Fran… ¿Vos me seguís queriendo?

Era mi gran duda existencial.

—Muchísimo. Demasiado. Pero… yo me siento muy mal porque te hice cosas feas.

—¿Pero vos no estás molesto conmigo?

Fran negó con la cabeza y dejó escapar un suspiro.

—No, Eze… yo no estoy molesto conmigo mismo, no con vos.

Fui a sentarme en su cama y el me siguió, volviendo a ocupar su posición de antes.

—Yoo… yo pensé que capaz no te gusta que seamos novios y que por eso ya no me querés tanto —le dije.

Me había convencido que capaz por eso es que me había lastimado o algo por el estilo y eso me daba miedo.

—Dios… —murmuró —. No, Eze, nunca. Yo jamás dejaría de quererte por nada.

—Es que como me lastimaste… —dije bajito, sin querer decirlo realmente.

Para Fran eso fue como una puñalada. Se estremeció, bajó las manos y me miró directo a los ojos.

—Todavía no entiendo cómo fui capaz de hacerte eso… —se interrumpió, con la voz quebrada—. Tengo miedo, ¿sabés? De que me perdones y después… que vuelva a pasar, que te vuelva a lastimar. Siento que no soy buena persona y que no voy a poder.

—Yo no quiero que me lastimes otra vez —dije con un hilo de voz—, pero yo quiero que me quieras.

Esa era mi gran preocupación, que el siguiera amándome.

Fran me tomó de los hombros con cuidado, como si yo fuera de cristal.

—No te voy a dejar de querer nunca… pero tengo que aprender a no lastimarte. Y eso me asusta, Eze. Porque no sé si… si sé cómo hacerlo bien.

Yo me acomodé a su lado, pegando mi cabeza en su pecho, escuchando el golpeteo acelerado de su corazón. Fran me abrazó con fuerza, un abrazo tembloroso, como si se estuviera agarrando de mí para no caer.

—¿Me perdonás? —susurró.

—Ya me pediste perdón.

—Por favor necesito escucharlo una vez más.

Asentí contra su pecho.

—Sí. Te perdono. Pero no quiero que me lastimes.

—Te prometo que no lo vuelvo a hacer… —dijo él, y sentí que un par de gotas tibias caían sobre mi pelo.

Nos quedamos así un tiempo, sin hablar, con esa mezcla rara de miedo y alivio. Él tenía miedo de perderme y de dañarme otra vez, y yo tenía miedo de que todo terminara ahí mismo. Pero en ese momento, en su cuarto, con sus brazos rodeándome, sentí que lo seguía amando igual, aunque todavía doliera un poco por dentro.

Me aparté apenas un poco del abrazo, mirándolo a los ojos. Él tenía el rostro húmedo, los ojos rojos y la mandíbula temblorosa. No supe qué decirle, así que simplemente me acerqué y le di un beso suave en la mejilla, y otro en la boca.

Fran soltó un sollozo ahogado, como si se hubiera estado conteniendo mucho tiempo. De golpe me abrazó otra vez, más fuerte que antes, casi aplastándome.

—No te merezco… —dijo con la voz rota—. No te merezco, Eze. Vos sos tan bueno conmigo y yo… yo te hice daño…

—Pero yo te quiero… —susurré, con un nudo en la garganta.

—No tendría que dejar que me quieras, no así. —Se apartó un segundo para mirarme, con lágrimas cayendo sin parar—. Te prometo que nunca más… nunca más voy a hacerte algo así.

Acaricié su cara bonita con mis dos manos, como había visto que él hacía conmigo cuando yo lloraba, y le sonreí un poquito.

—No llores Fran. Yo te amo.

Él me sostuvo la mirada un momento más, temblando, y después bajó la cabeza, escondiéndola en mi cuello. Sus lágrimas me mojaron la remera, pero no me importó. Sentí su cuerpo estremecerse varias veces hasta que se fue calmando.

Me hizo muchas promesas ese día, y una de esas fue jamás volver a tomar alcohol, cosa que cumplió con algunaa excepciones ese año (tomaba un par de tragos cuando se juntaba con sus compañeros de clase). Igual nunca volvió a estar borracho, y desde que terminó el colegio no volvió a probar una gota.

#

El problema de mi tía y mi nv se resolvió para cuando volví, acordaron que si Fran no pasaba el examen recuperatorio dejaba el colegio. Como imaginarán, mi esforzado nv estudió como loco para poder pasar.

Esos días despues de perdonarlo definitivamente él o estudiaba o se dedicaba a consentirme.

Me sacaba a pasear, me compraba cosas, jugaba conmigo a lo que sea, me daba flores, se dejaba manosear por mí, me daba sexo oral y muchas cosas más.

Andaba sin remera todo el día con tal de que yo pueda mirarlo, tocarlo y tenerlo para mí. Cuando me fui a casa de Sebas había entrenado un montón para desahogarse así que su musculatura estaba en su prime, lo cual me encantaba. Todos esos días fue mi muñeco, mi esclavito voluntario.

Solo tuve que hacerle sexo oral un par de veces esos días y cuando lo hacía apenas se animaba a tocarme el pelo, su temor a volver a hacerme cualquier tipo de daño o forzarme era demasiado grande, aunque la verdad es que yo solito me forzaba, hacía tanto esfuerzo en meter todo su pene en mi boca que terminaba con arcadas.

Al final Fran pasó el examen con muy buena nota, lo que nos puso muy contentos a ambos, y mientras yo estaba sentado sobre él y le estaba dando besitos, algo se me cruzó por la cabeza.

—Fran, ¿por qué ya no querés meterme tu pene como antes?

Él ni siquiera mencionó el tema en como 2 semanas, lo máximo que hacía era acariciar mis nalgas.

—No quiero lastimarte. No sé si quiero volver a follarte el culito preciosura, me da mucha pena.

—Vos podés hacer si querés.

—Es que…

—Hacés suavecito y ya.

—¿Pero y si me descontrolo?

—Vos me prometiste que no me ibas a lastimar más.

—Bueno. Puede ser.

Esa noche empezó a meterme un cepillo de dientes viejo que tenía, como para ir dilatándome, y admito que eso me dio placer y todo, sentí algo dentro y me excité un poquito. Así los 2 días siguientes siguió metiéndome el cepillo o sus dedos, todo con mucho cariño. Al final, cuando volví a dormir con él dijo que me la iba a meter.

Después de la preparación previa nos quitamos la ropa y nos besamos mucho y en todas partes. Acariciamos el cuerpo del otro, nos excitamos y después Fran se puso a meterme 3 dedos con lubricante. No dolió así que dijo que iba a empezar a meterme su pene. Yo me puse en 4 pero el dijo que quería probar otra posición. Algo más íntimo.

Se sentó en la cama, recostado contra el cabecero y con las piernas extendidas y me indicó que me acercara. Eso hice y me alzó para colocarme sobre él, con mis rodillas a ambos lados de sus caderas, hasta que estuvimos cara a cara, aliento con aliento.

Fran agarró mis caderas con suavidad y me ayudó a acomodarme mejor, a bajar sobre su miembro, que se fue introduciendo dentro mío tras un par de intentos fallidos. Lo hizo lento, seguro, y con mucho cariño.

Tragué saliva al sentir el primer contacto, con el calor de Fran llenándome y envolviéndome. Me aferré a su cuerpo y lo abracé, hundiendo mis dedos en su piel morena y firme mientras el buscaba el ángulo correcto para mí.

—¿Te duele? —me preguntó con esa voz que solo usaba cuando estaba preocupado.

—Solo un poquito —le dije. El dolor era mínimo esta vez.

—Ya casi bebé —dijo mientras terminaba de meter toda su verga dentro mío, hasta el último centímetro, hasta que estuve totalmente sentado sobre él.

Francisco comenzó a acariciar mi espalda y sus manos recorrieron mi cuerpo trazando círculos sobre mis vértebras sobresalientes mientras me miraba con amor.

—Vas a tener que moverte, para arriba y para abajo. Yo te voy a ayudar —me indicó así que eso empecé a hacer.

Me moví torpemente sobre él, pero agarró mi cadera y fue conduciendo mi cuerpo, establenciendo un ritmo suave y puro.

—Jamás voy a merecer tu perdón —murmuró— Es que yo…

—Pero yo ya te perdoné. Ya no digas eso —le dije algo molesto. No podía comprender como seguía empeñado en eso, no entraba en mi mente de niño.

Fran se calló y siguió con lo suyo, tomando la iniciativa y moviéndome él de arriba a abajo para que no me cansara tanto. Con cada balanceo y con cada empuje suave pero firme, nuestros cuerpos hablaron por nosotros. Yo me levantaba un poquito para poder recostar mi cabeza en su hombro, y él seguía en lo suyo, con la confianza de que ahora no me lastimaría.

—Sos tan hermoso —susurró Fran en mi oído—. No sé como es que pude lastimarte.

No le dije nada, solo retiré mi cabeza de su hombro y la enterré en su pecho mientras solté un gemido ahogado.

El gemido no era de dolor, era todo menos eso. Por primera vez estaba experimentando placer. Un placer residual y casi imperceptible en aquel momento, pero que borró cualquier resquicio de dolor y me permitió disfrutar del acto. Disfrutar de Fran.

Fran inclinó su rostro y busco su mirada en la mía. Nos besamos, en un beso tierno y suave, cerrando los ojos y disfrutando de los labios del otro. Me abrazó con más fuerza mientras sus movimientos se volvieron más profundos, más urgentes, pero nunca brutales, siempre sin dolor.

—Ya estoy… por terminar —avisó Fran entre gemidos.

Con una profunda embestida final, se vino abundantemente, llenando mi interior de todo su semen mientras besaba mi cabello y me rodeaba con sus brazos. Sentí algo calentito dentro mío que se sentía muy bien y solté un gemidito.

Se quedó ahí unos segundos, con su pene dentro mío, y ambos nos miramos jadeando.

—Te amo. Te amo demasiado —me dijo sonriendo.

—Yo también te amo mucho Fran.

Con mucho cuidado retiró su verga de mi interior y me acostó sobre la cama boca abajo para mirar el semen caliente que salía de mi ano rosadito.

Acarició mis nalgas con sus manos calientes y me susurró un par de de cosas sucias al oído, pero que se sintieron bien y las disfruté porque su voz estaba llena de amor y me hizo sentir seguro. Tras limpiar todo mi culito y llevarme al baño, ambos nos acostamos uno al lado del otro, yo todavía sin ropa y Fran en ropa interior.

—Sos lo mejor que me pasó —dijo Fran de repente—. ¿Sabes que? Jamás disfruté tanto del sexo como hoy. No lo puedo explicar, ni siquiera cuando lo hice con Ma… o sea… quiero decir que nunca nunca antes disfruté tanto con otra persona como con vos.

—Que bien —le dije.

—Es que… es que yo no puedo explicar lo que siento por vos. Sos demasiado lindo.

—Vos más.

—No, definitivamente vos.

—Vos.

—Vos.

—Vos.

Acarició mi mejilla y me sonrió.

—¿Te gustó lo de recién? ¿No te dolió?

—Sí Fran. No me dolió nada y… me gusta ser tu novio.

—A mí también me encanta corazón, no sabés lo que me gustaría que todos sepan que sos mi novio —dijo para después besarme con pasión.

—Eze.

—¿Si?

—¿Querés ponerte mi remera? Para que no duermas sin ropa.

—¡Sii! Yo quiero.

Buscó una remera suya, una grande de esas que usaba a veces para dormir, y me la puso. Me llegaba hasta las rodillas y la verdad siempre me daba gracia llevarla, porque me veía cómico aunque se sentía super cómodo, mucho más cuando no llevaba ni ropa interior debajo.

—Te ves espléndido.

—Ahora soy vos. Mirame.

Me puse a flexionar mis brazos como él hacía para mostrarme sus músculos y ambos reímos.

Me subió en sus brazos y justo cuando nos besamos Hugo tocó la puerta.

—¡Duérmanse ya que no me dejan descansar!

—Bueno, perdón, ya no hacemos ruido —dijo mi novio mientras colocaba su dedo índice sobre mi boca para que haga silencio.

Nos acostamos ya para dormir y yo me subí encima de mi novio, recostando mi cabeza en su pecho.

—¿Vas a dormir ahí? ¿Encima mío?

—Sí. Voy a dormir acá.

—Bueno precioso. Buenas noches. Te amo.

—Yo también te amo.

Le pasé mis manos por el cuello y por el torso, memorizando su cuerpo y cada músculo suyo hasta cansarme.

—Fran.

—¿Que pasa precioso?

—Yo no quiero que te vayas nunca. Quedate conmigo para siempre.

—Yo jamás me voy a ir Eze. Y si nos separamos algún día, no te voy a olvidar ni te voy a dejar de amar.

—No quiero separarme de vos.

—Yo tampoco.

Él acarició mi cabello hasta que quedé dormido encima suyo.

16 Lecturas/26 agosto, 2025/0 Comentarios/por Eze019
Etiquetas: colegio, hermano, hermanos, hijo, mayores, playa, primos, sexo
Compartir esta entrada
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en X
  • Share on X
  • Compartir en WhatsApp
  • Compartir por correo
Quizás te interese
lupita y yo
El nene del parque. 3
Con mi tia
Noches familiares
En la mecanica parte 8
Fui infiel cuando peleabamos con mi esposo
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.

Buscar Relatos

Search Search

Categorías

  • Bisexual (1.173)
  • Dominación Hombres (3.583)
  • Dominación Mujeres (2.706)
  • Fantasías / Parodias (2.850)
  • Fetichismo (2.422)
  • Gays (21.080)
  • Heterosexual (7.542)
  • Incestos en Familia (17.031)
  • Infidelidad (4.204)
  • Intercambios / Trios (2.901)
  • Lesbiana (1.098)
  • Masturbacion Femenina (812)
  • Masturbacion Masculina (1.670)
  • Orgias (1.833)
  • Sado Bondage Hombre (419)
  • Sado Bondage Mujer (162)
  • Sexo con Madur@s (3.858)
  • Sexo Virtual (234)
  • Travestis / Transexuales (2.299)
  • Voyeur / Exhibicionismo (2.275)
  • Zoofilia Hombre (2.088)
  • Zoofilia Mujer (1.620)
© Copyright - Sexo Sin Tabues 3.0
  • Aviso Legal
  • Política de privacidad
  • Normas de la Comunidad
  • Contáctanos
Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba