El joven y el niño III
Relatos de un amor prohibido y del inicio sexual de un niño. Exploración y secretos.
—¿Querés ir a explorar conmigo? —me dijo Fran mientras yo miraba la tele una tarde.
—¿Decís en serio?
—Obvio que sí.
—¿Ahora?
—¿Cuando más?
Le dije que sí y contento de la emoción lo abracé. Hacía varios días que le insistía con ir a explorar. Por explorar tenemos que entender salir del terreno cercado perteneciente a mi tía e internarnos en pleno monte. Me daba curiosidad lo que podria haber ahí y las historias que Hugo contaba de lagartos o incluso ciervos no ayudaban a que deje de querer eso.
—Ponete pantalón y remera manga larga. Te espero afuera —dijo mientras nv antes de desaparecer de mi vista.
Estaba en ropa interior así que fui a la pieza a buscar mi ropa. Apenas estuve vestido adecuadamente salí al encuentro de Fran y ambos nos dirigimos hacia el límite de la propiedad.
Cruzamos el cerco sin mucho esfuerzo y nos adentramos en la arboleda. El lugar tenía dueño, pero nadie sabía bien de quien era, aunque cada tanto llegaban trabajadores a desmalezar entre los árboles. Eso no evitaba que las plantas y pasto crezcan hasta el metro y medio de altura, así que había sectores en donde Fran tenía que cargarme.
Llegamos hasta un árbol de una fruta nativa y Fran me la hizo comer. Caminamos un poco en la zona y fui a explorar los árboles, rocas y todo lo interesante. Hasta vimos pájaros que nunca antes había visto.
Descubrí que Fran era buenísimo trepando árboles, podía subir MUY alto. Cada día mi nv me sorprendía con nuevas cosas.
—¿Seguimos hacia allá? —me indicó señalando un sendero casi invisible.
De repente caí en la cuenta de que el ya había estado en esta zona. No la estaba explorando conmigo. Me la estaba mostrando.
—Vos ya estuviste acá, ¿no?
—Sí.
—¿Y a donde me llevás ahora?
—A una casa abandonada.
—¡Oh!
Lo seguí pisando exactamente donde él pisaba. Las ramas bajas intentaban arañar mis piernas y brazos, pero gracias a la ropa que me puse no recibí daño.
Después de un rato algo largo en mi memoria cruzamos una cerca derruida y entramos a una especie de quinta abandonada, con árboles frutales y silvestres mezclándose entre sí. Nos acercamos a la casa y Francisco me ordenó quedarme quieto mientras el veía si no había nadie.
Al final avanzamos hasta la casa, que era de 2 pisos, ya sin puertas y techo pero todavía con ventanas.
—Explorá todo lo que quieras —me dijo Fran al entrar.
Eso hice, recorriendo toda la casa, observando las cerámicas rotas, libros imposibles de leer ,y muebles destruidos.
Subí arriba con mi nv detrás y volví a registrar todo el piso. Vi una especie de pedazo de plástico medio redondeado que me llamó la atención y me incliné a agarrarlo.
—¡No toques eso! —gritó Francisco de repente asustándome.
Lo miré buscando una respuesta.
—No toques. Eso es muy sucio y asqueroso, ni se te ocurra tocar, podés enfermarte.
—¿Qué es?
—Algo peligroso.
—No, pero decime que es.
—Nada. Solo no toques cosas raras, ¿sí?
—Bueno.
Sobre la cosa, era un condón usado.
Seguí recorriendo la casa haciéndole preguntas a Fran sobre todo lo posible, y el fue contestando todo lo que pudo. Al final me aburrí y fui a tomar aire en una ventana del piso de arriba.
Francisco se acercó y me abrazó por detrás, besando mi cabello para luego descender hacia mi cuello que también besó.
Pronto sentí que me estaba apoyando su paquete en la espalda baja. La tenía bien parada.
—Tu cosa está dura.
—Vos me ponés así —me dijo al oído —. Me re calentás. Son cosas que pasan porque sos bien lindo ¿eh?
Miré hacia afuera, a los árboles todo encimados sobre la casa. Francisco empezó a besarme el cuello pero por su respiración me hacía cosquillas así que me reí, lo que causó que me empezara a hacer cosquillas de verdad.
Cuando nos calmamos, me besó con pasión, como desesperado por probar mi boca. Le seguí el ritmo de forma torpe (jamás aprendí a besar correctamente) y hasta dejé que el beso se transforme en un beso con lengua bien intenso.
Fran se separó de mí y me miró medio raro. Yo miré hacia ahí abajo y noté que su amiguito seguía firme.
—Sos goloso, ¿eh? ¿Te animarías a chuparmela ahora? —dijo advirtiendo hacia donde miraba.
Pensé un ratito y le dije que sí, así que me arrodillé con cuidado en el suelo mugriento mientras el se bajaba el pantalón y se acercaba a mí.
Empecé a chupar su verga totalmente erecta con ciudado, probando su sabor y acostumbrándome a la sensación. Por suerte Fran era súper limpio así que olía bien y sabía bien.
Mientras andaba lamiendo mi nueva paleta, él solo se dedicaba a disfrutar.
—Eso precioso. Uff, que bien lo hacés, seguí así.
Pronto ya empecé a introducir lo más que podía su miembro en mi boca. Así normal sin forzarme podía un poco menos de la mitad pero para Fran eso era suficiente.
Me tomaba con suavidad del cabello mientras estaba en lo mío, chupando esa verga rica como a él le gustaba. Intenté en todo momento meterme lo más que podía, pero me fui cansando.
—¿Ya vas a terminar? —le pregunté tras dejar de hacerle sexo oral un ratito.
—Casi.
Seguí en lo mío con renovado esfuerzo, y en apenas un minuto se vino en el suelo entre gemidos.
—Gracias corazón —dijo mientras se subía el pantalón.
Me dirigí hacia él para abrazarlo o algo pero me paró en seco.
—Quedate quieto. ¿Escuchás eso?
—¿Qué cosa?
—¡Shhh!
Me callé y vi que sacó una navaja de esas grandes y viejas que no me dejaban tocar. No sabía que la llevaba encima.
Esparció los restos de su semen con una de sus botas de campo por el suelo, e indicó que lo siguiera abajo con cuidado. Me dijo que seguro era gente, y en eso yo también oí una conversación lejana. ¿O estaba cerca?
Acepto que estaba algo asustado por la posibilidad de que sea gente mala, pero confiaba muchísimo en Francisco. El tipo podía derribar a cualquiera de un golpe (y tuve oportunidad de verlo).
Nos acercamos a la puerta y casi chocamos con un tipo desconocido para mí.
—Eh, Francisco, ¿que hacés acá? —dijo el tipo mientras le daba la mano a mi nv. Habrá tenido unos ¿20 años?, y vi que lo seguía una chica algo más joven.
El desconocido me vio y abrió los ojos como incrédulo.
—¿Trajiste un niño? ¿Vos…
—Nada que ver. Tenés la mente podrida vos. Estábamos explorando la zona juntos y lo traje acá para que vea la casa y eso —respondió mi nv con un enojo muy notable en su voz.
—Bueno, no te preocupes, perdón. Mi error. Solo creí…
—¡Suficiente! —respondió Francisco casi gritando.
Me acerqué a Fran y saludé a la pareja esa. Hablaron un poco más en otro idioma para que yo no entienda nada, y antes de que nos vayamos el desconocido me dio un frasco que sacó de una estantería.
—Tomá. No podés venir hasta acá a explorar y no llevarte nada, ¿verdad?
Acepté su regalo. Era un perfume viejo y no tenía casi nada dentro pero olía demasiado bien. Años después descubrí que era una marca de mucha calidad y prestigio.
—¿Por qué ellos estaban acá también? —le pregunté a mi chico guapo cuando salimos.
—Por lo mismo que nosotros.
No entendí si se refería a explorar o a cosas sexuales.
Al final Fran me llevó a un laguito o estero que había por ahí, y después volvimos rápido a la casa. Llegué muy cansado y estábamos llenos de pinchos y ese tipo de plantas que se te pegan en la ropa. David preguntó donde estábamos y Fran le tuvo que contar sobre la salida aunque no mencionó la casa. Movida inteligente.
Después de años supe que a esa casa iban jóvenes a tener sexo, porque no había moteles cerca. Francisco me llevó a ese lugar por el morbo de hacer algo ahí, estoy casi seguro de eso.
#
Había un momento donde Fran se veía tan pero tan sexy que se volvía irresistible a cualquiera. Eso era cuando trabajaba en el campo y lo hacía sin remera. Ese día no fue la excepción.
A la tarde el sol caía a plomo sobre el campo, y el aire olía a tierra seca y pasto recién cortado. Yo estaba sentado a cierta distancia, en la galería trasera, mirando cómo Francisco trabajaba. Tenía la pala en las manos y cada movimiento parecía una coreografía, una muestra de fuerza que me dejaba hipnotizado. Ni recuerdo para qué cavaba.
Ese día había decidido trabajar sin remera por el calor. El sudor corría por su piel, que brillaba como si estuviera bañada en aceite, marcando todavía más los músculos de su torso. Cada vez que clavaba la pala en la tierra, los bíceps se tensaban y el pecho se le inflaba; cuando levantaba la carga, la línea de su abdomen se estiraba con una perfección que yo no podía dejar de mirar. Ni hablar de los músculos de su espalda.
Llevaba unos vaqueros marrón claro, gastados por el uso, sujetos apenas en la cadera. No tenía cinturón, y eso hacía que el pantalón pareciera a punto de ceder con cada movimiento. En los pies, unas botas fuertes, casi militares, cubiertas de polvo, que le daban un aire todavía más imponente. Esa combinación específica de ropa, esas botas y ese color de vaquero me ponían loco, no lo puedo explicar.
A veces Fran se pasaba la mano por la frente para secarse el sudor, y entonces el sol le dibujaba sombras en los pómulos, haciéndolo parecer una estatua de carne y hueso.
Yo no decía nada. Solo lo miraba. No quería interrumpir su trabajo, porque había algo fascinante en observarlo en silencio, como si estuviera presenciando algo secreto que era solo para mí. Y lo era. Porque cada tanto, cuando él notaba que lo estaba observando con fijeza, dejaba la pala a un lado, se enderezaba y me miraba con esa sonrisa suya. Entonces hacía alguna tontería: lanzarme un beso al aire con la mano sucia de tierra, flexionar los músculos como fisicoculturista para mi disfrute o adoptar una pose ridícula como si fuera un modelo en una revista.
Yo no podía evitar reírme, aunque al mismo tiempo me sonrojaba tanto que tenía que taparme la cara. Él lo notaba, y esa era precisamente la gracia: hacerme sentir visto, importante, incluido en su mundo de hombre fuerte y trabajador.
Después retomaba su labor como si nada, y yo volvía a quedarme en silencio, contemplando. El sonido del metal hundiéndose en la tierra, el crujido de sus botas sobre el suelo, el respiro pesado que soltaba cada tanto… todo componía una especie de música de fondo que se me grababa en la memoria.
No sé cuánto tiempo pasó. Todo parecía suspendido: el calor, el zumbido de los insectos, la respiración pesada de Francisco. En un momento, él se sacó el sombrero que casi nunca usaba y lo giró en su mano antes de ponérselo, solo para después acercarse a mí, sacárselo de nuevo y lanzármelo. El sombrero cayó a mis pies.
—Guardámelo, así no se arruina —dijo, como si no fuera nada especial.
Yo lo agarré despacio, como si se tratara de un objeto sagrado. Me lo puse en la cabeza, y Francisco me guiñó un ojo al verlo.
Ese pequeño gesto bastó para que mi pecho explotara de emoción.
Cuando terminó el trabajo, vino hacia donde yo estaba. El torso aún brillaba, y en el aire flotaba el olor a tierra mezclado con el de su sudor. Se dejó caer a mi lado, respirando agitado.
—¿Y? ¿Qué tal? —preguntó, como si hubiera hecho todo solo para impresionarme.
—Te veías… —me interrumpí, buscando la palabra—. Te ves demasiado… lindo.
Él soltó una risa y me despeinó.
—Eso es bueno, ¿no? Soy tuyo. Mirame todo lo que quieras.
Yo solo pude asentir, sintiendo que me derretía de calor y de nervios al mismo tiempo. Se veía varonil y demasiado sexy, pero esas palabras todavía no estaban en mi vocabulario así que no se lo podía expresar.
Y ahí quedamos, en silencio, con el campo alrededor y el recuerdo de su show grabado para siempre en mi memoria.
Esa tardecita lo acompañé a la ducha cuando fue a bañarse, y me folló bien durito la boca por mirón. Me gustó.
#
Un día algo caluroso de otoño por la tarde, Fran y yo habíamos quedado en coger. Nos encerramos en su pieza como siempre, y se puso a meterme algunos dedos en el culo después de quitarme la ropa.
Por alguna razón a pesar del cuidado con que lo hacía, como que me sentía incómodo y dolía algo, pero no se lo dije a Francisco. Capaz era el clima o algo así.
Fran avanzó dilatando mi trasero y cuando consideró que estaba lo suficientemente abierto, me acostó bien sobre la cama y empezó a pasarme su pene erecto por mis nalgas, empezando a presionar sobre mi agujerito.
La presión se fue incrementando y al final entró la cabeza de su miembro. Como casi siempre, eso provocó una oleada de dolor aunque totalmente soportable que se extendió por mi zona baja.
—¡Auuuchh!
Fran se detuvo al escuchar mi quejido y se quedó inmóvil ya con el glande dentro un minuto mientras me acostumbraba.
—¿Puedo seguir?
Gemí despacito mientras asentía con mi cabeza así que continuó su avance, volviéndose a detener tras meter la mitad.
Comenzó a iniciar el mete y saca dentro mío, pero yo me sentía muy rígido. Caso raro la verdad.
Al final a medio acto él aceleró un poco la cosa y la metió más al fondo y ahí decidí que la cosa se tenía que acabar.
—Fran —dije con la voz agitada, urgido por el dolor que sentía.
—¿Que pasa?
—Pará. Me duele mucho.
Él se detuvo ahí mismo. Con cuidado sacó su pene de dentro mío, y al sentirme libre solté un gemido de alivio.
—¿Que te pasó? —me preguntó Fran mientras acariciaba mi mejilla con cariño después de limpiar su miembro y mi trasero. No era la primera vez que teníamos que parar así, pero siempre solíamos continuar hasta que él acabara.
Me di la vuelta girando en la cama para mirarlo antes de responder.
—Me duele y no puedo soportar.
Algo como el miedo cruzó el rostro de mi novio así que se puso más serio de lo que ya estaba.
—Eze, decime la verdad. ¿Alguien que no sea yo te metió el pene? ¿Tuviste sexo con otra persona? ¿Hiciste algo raro con alguien?
Lo miré raro. Él era mi novio, no otra persona.
—No Fran. Vos sos mi novio, yo solo hago estas cosas cuando vos me pedís.
—¿Seguro? —dijo inclinándose sobre mí y clavándome los ojos.
—¡Sí!
—Bueno, está bien. Solo era para asegurar.
Francisco se acostó a mi lado para hacerme caricias.
—Por hoy quedamos acá. Otro día intentamos de nuevo.
—Perdón —le dije. Me pesaba el no haber sido capaz de aguantar.
—No, así está bien. Es bueno que me hayas dicho que te dolía mucho, capaz estabas muy cerca de alguna fisura o algo así —dijo mientras manoseaba mi cuerpo.
Sus manos fueron bajando hasta encontrar mi pijita así que empezó a masturbarme en silencio. Disfruté como loco el resto del tiempo que siguió tocándome.
Sobre el dolor excesivo a la hora de la penetración, a veces me pasaba. Capaz era medio psicológico o era por el clima. Tambien ayudaba que había mucho espacio entre una cogida y otra como de una semana, porque yo no entregaba el culito fácil, me daba bastante miedo. Creo que si hubiera entregado más seguido, el nivel de disfrute y acostumbramiento sería otro, pero es pura teoría.
Un par de horas más tarde Fran se tuvo que preparar porque iba a salir esa noche con sus compañeros así que me abandonó.
Al final pasó algo casi único: me quedé solito con Hugo en la casa, porque mi tía estaba de viaje y David también salió. Hugo tuvo que quedarse porque yo no me podía quedar solo ni los otros podían llevarme, además de que igual el llegaba tan cansado de su trabajo que no le daban ganas de salir a ninguna parte.
A pesar de que estaba rendido, yo lo arrastré para que jugara conmigo con mis animales de juguete. Tenía mi propio “guión” de cómo tenían que pelear, ganar o perder y de todo el tema de la trama, y Hugo, con toda la paciencia del mundo, fue siguiendo mis reglas. Cada tanto se equivocaba a propósito o me llevaba la contraria y yo me enojaba, pero él se reía y decía:
—Perdón, capitán, usted manda.
Después de un buen rato se levantó para cocinarme algo, y me preparó una especie salteado de carne con verduras que estaba riquísimo. Me dijo que lo había hecho exclusivamente para mi disfrute, aunque eso lo pongo en duda porque él terminó comiendo 2 tercios de la comida. Era delicioso, esos 3 muchachos eran buenos cocineros.
Más tarde nos fuimos al sillón a ver una película que pasaban en la televisión nacional. No era nada especial, pero me encantaba la sensación de estar con él. Pasaba muy poco tiempo con Hugo y ni hablar de tiempo solo él y yo.
Yo estaba en ropa interior, porque Fran me había malacostumbrado a andar así por la casa, mientras Hugo estaba completamente vestido, con unos shorts y una remera negra. Algo que me gustaba muchísimo de andar con él es que aún estando con poca ropa, sus toques no eran lascivos ni despertaban mi calentura como pasaba con Francisco o Maxi. Al final para más comodidad me puse arriba suyo, estirándome como si fuera un gato.
Al principio hablábamos de pavadas, pero después empecé a llenarlo de preguntas de todo tipo ya que lo tenía junto a mí. Y de repente, sin pensar, se me escapó:
—¿Hugo?
—¿Mmh?
—¿Vos tenés novio?
Me quedé helado en cuanto lo dije. No era la palabra correcta, y lo sabía. Los chicos no tenían novios, tenían novias, así que me llevé la mano a la boca como si pudiera borrar mi equivocación. El silencio duró exactamente tres segundos, en donde él no dijo nada, solo ajustó su brazo alrededor de mi cintura. Luego, su risa retumbó en mi oreja contra su pecho.
Hugo me miró con una sonrisa traviesa, esa que le aparecía cuando me pescaba en algo.
—Yo tengo novia —respondió con calma—. No novio.
Yo tragué saliva, pero antes de que pudiera decir algo, él siguió, con el mismo tono tranquilo y mirándome directo a los ojos:
—Aunque sé que vos sí tenés un novio al que querés mucho.
El corazón me dio un vuelco. Sentí que el estómago se me caía al piso. Se suponía que nadie podía saberlo. Si él lo sabía, ¿qué iba a pasar? ¿Iba a enojarse, iba a contárselo a mi tía, a David, a Fran mismo? Lo sabía todo y me desesperé así que me quedé congelado, incapaz de contestar.
Pero Hugo se rió, me revolvió el pelo con cariño y dijo:
—Tranquilo, no le voy a decir nada a nadie. Es nuestro secreto.
Me quedé mirándolo, todavía nervioso, pero también con un alivio que me hizo sonreírle de vuelta.
—Tu novio es un idiota, pero mientras estés feliz a mí no me molesta —dijo finalizando el tema.
Esa noche, mientras seguíamos viendo la película, sentí que Hugo era más cercano de lo que había imaginado, como alguien que de verdad me estaba cuidando. Igual él siempre lo hizo.
Al final de la película terminé dormido y él me llevó a su cama con cuidado, y ahí amanecí, al lado suyo.
Apenas me desperté fui corriendo a contarle a Fran que Hugo sabía. Francisco me dijo que sí, era cierto, pero que no volviera a mencionar el tema con Hugo ni con nadie y me retó por eso de decir novio en vez de novia. Hugo era tolerante, pero otra persona no lo sería.
El entorno era demasiado homofóbico, hasta el punto de ser peligroso. Y encima, a la vez se podrían aprovechar de mí de formas depravadas. Un enredo total.
Al final supe que Hugo supo de lo nuestro desde aquella vez que Francisco me violó bien feo, porque la verdad que no era estúpido y se dio cuenta de todo. Le dio un buen par de golpes a su hermano y estaba decidido a que Fran no me volviera a poner la mano encima, pero de alguna forma cambió de opinión. Probablemente se dio cuenta que yo lo amaba igual, o algo así. Capaz Maxi ayudó a convencerlo o Francisco le prometió cosas o incluso lo chantajeó.
Yo mientras tanto, no me enteré de nada de esto.
Hugo decidió dejarme en paz y nunca me preguntaba cosas o me presionaba. Lo amaba por eso.
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